Capítulo 33
[Mi regalo de Navidad es un capítulo ❤️. Espero que la estén pasando muy bien con sus familias y los rode mucho pero mucho amor ❤️]
Vagamente recordaba el aspecto de un soldado de Yuei, fue una noche durante un ataque a su aldea, su madre no tuvo tiempo de decirle que se quedará adentro y Katsuki salió por curiosidad. Estaba todo controlado e incluso una de sus tías había capturado a uno de los hombres del Señor Feudal Todoroki —el gran dueño de todas sus tierras, supuestamente— en la entrada. El hombre llevaba el cabello lacio de color rojo y ojos azules, la piel medio tostada y hablaba e insultaba en un tono de voz que nunca había escuchado.
Los ancianos le ofrecieron quedarse y vivir en la aldea a aquellos que habían capturado esa noche. Dos aceptaron. Diez murieron en el bosque. Y uno solo fue enviado al Señor Feudal Todoroki con una nota del anciano Ren, que pedía que por favor dejara de interrumpir el descanso nocturno de su clan.
Katsuki había crecido pensando que todo aquel que no viniera de su aldea se parecería a esos soldados y al Señor Feudal Todoroki, creyéndose con el derecho de apoderarse de unas tierras en las que jamás habían estado, pero esos niños que se abrazaban a las piernas de su tío Ame y hablaban en ese dialecto que conocía eran distintos.
Tres niños y tres niñas y, al parecer, en los brazos de su tío Jyu se encontraba el cuarto niño. Todos de cabellos rojos y ojos azules o verdes, se veían intrigados por él y su aspecto pero se mantenían tímidamente detrás de Ame, el cuál era alto como una muralla para ellos.
—Niños, por favor, saluden a su...—vaciló el adulto mirando hacia el joven de cabello cenizo y ojos rojos, al final, agrego la palabra más adecuada que se le ocurrió —Hermano mayor Katsuki. Él es el héroe de quién Jyu y yo les contamos, ¿se acuerdan?
— ¿No nos había dicho que tenía nuestra edad, papá? —pregunto una de las niñas analizando al joven delante suyo —Él me recuerda a mi hermano mayor.
—Nos mentiste —hizo un puchero uno de los niños.
—Ya, ya. Mi Ame no les mintió, niños —intervino Jyu, colocando al bebé en brazos de su pareja y sonriendo a los pequeños insatisfechos —Es solo que su hermano mayor creció mucho mientras no estábamos cerca. Es todo. Ahora, saludarlo bien.
Katsuki miro a los niños que se dieron la vuelta y le fueron por uno sonriendo y diciendo sus nombres. Kise, Haji, Kiku, Gurene, Asami, Toya y el bebé que no tenía nombre se llamaría Hikari Bakugou, ya que la madre extranjera murió antes de llegar a la aldea y lo dejo en manos de la pareja que la ayudo a llegar hasta ahí. Por lo que tenía entendido el cenizo, esos niños eran de la aldea más cercana a Yuei, la capital del Señor Feudal Todoroki, que fue atacada hace seis meses, perdieron a toda su familia y estuvieron vagando en un grupo hacia el sur, buscando los rumores de el niño que podía asesinar a los monstruos que acabaron con su hogar.
—Katsuki-niisan, ¿es cierto que los salvajes no se comen unos a otros como dice el diario y la Catedral? Papá lo leía a menudo y por eso tenía miedo que saliera por la noche con mamá.
—Katsuki-niisan, ¿acá no se pagan impuestos? El vendedor de leche nos contaba que eso estaba mal. Que todos teníamos que pagar impuestos, ¿por qué no los tienen que pagar?
—Katsuki-niisan, ¿es verdad que bailan desnudos por la noche y hacen tributos paganos? Las monjas de la Catedral decían que eso nos llevaría al infierno.
El cenizo nunca se había sentido tan invadido por preguntas y confundido, ¿que eran los impuestos? ¿o los tributos? ¿un vendedor qué es, que oficio cumple? ¿o una monja? Él tampoco lo sabía y estaba corriendo el riesgo de quedar como todo un idiota delante de unos niños de Yuei que brillaban de admiración y curiosidad hacia su persona. Tuvo la bendita suerte de que la anciana Tsuki llegó para llevárselos a su adiestramiento, algo que tomo a los niños por sorpresa y los volvió a su primera etapa donde se ocultaban detrás de Ame cómo si fueran pollitos. Pero con un par de palabras alentadoras de Jyu terminaron acompañando a la anciana Tsuki de buen agrado.
— ¿Abrumado? —cuestiono Jyu a su sobrino —Imagina viajar durante un año con ellos. Son adorables pero agotadores.
—Pero gracias a que son tan inteligentes no tardarán en adaptarse adecuadamente a la aldea —agrego Ame que mecia al bebé entre sus brazos con paciencia y ternura —Eso también aplica para ti, Katsuki.
— ¿A mí?
El cenizo vio a su tío menor Ame asintiendo, parecía muy diferente a la última imagen que tenía de él, seguía siendo grande como un constructor y robusto, pero ahora se sentía más tranquilo y pacífico, cuando sonreía al bebé parecía más...dulce. Y Jyu no podía quitarle los ojos de encima, como si estuviera hipnotizado y abrumado por su ternura. No estaba seguro de qué era, pero al parecer tener tantos hijos sería algo que su tío iba a disfrutar muchísimo.
—Sí, tú también aprendes rápido —volvió a hablar Ame —Te vas a adaptar muy fácilmente a este mundo, ya verás. Aún si ahora te parece muy sofocante, seguramente estarás bien.
—Tendrás a Hisui para ayudarte también —agrego Jyu mirando con un poco de pena al menor —En verdad lamento no poder acompañarte, Katsuki. Hicimos tanto escándalo por ti y ahora ni podemos ayudarte cuando inició el verdadero trabajo duro.
—Tienen una familia que cuidar. Ese es un trabajo más importante —considero el cenizo — ¿Qué querían darme?
—Oh, sí, dame un minuto para buscarlo —pidió Ame.
Katsuki asintió y espero. Ese día se iba de la aldea junto con Hisui y sus nerviosos primos. Una de las cosas que quería hacer antes de irse era ver a los niños que adoptaron sus tíos menores y de paso, ver lo que le querían entregar según los ancianos. No estaba seguro de qué era, pero el anciano Ren le menciono que le sería útil.
Ame volvió en un tiempo breve, todavía sosteniendo al bebé contra su pecho le pasó un enorme saco de piel de zorro, el cuál estaba lleno de cosas que el cenizo no pudo identificar.
—Se llaman libros. Las aldeas más "civilizadas" los usan y son realmente útiles, pero difíciles de crear —explico Ame —Hisui sabe escribir y leer, antes de usar uno de los libros, te recomiendo aprender esas dos cosas Katsuki. Son un nivel de instrucción que supera el de la anciana Tsuki y se da cuando eres adulto oficialmente.
— ¿Por qué? —cuestiono sin comprender el cenizo.
—Porque no es muy útil para nosotros. Si queremos escribir algo, lo hacemos en piedra. Y leer los comunicados del Señor Feudal es una perdida de tiempo. De todos modos, para tí pueden ser conocimientos importantes que te ayuden a comprender y usar tu magia —aseguro el mayor —Tambien de tus aventuras fuera de la aldea. Llévalos contigo y úsalos cuando estés listos. No dejes que se mojen.
—Tomalo como un regalo de mayoría de edad y felicitaciones por ser nuestro nuevo líder —sonrió Jyu apoyando una mano sobre el hombro del joven —Cuidate mucho.
Katsuki se colgó el saco de piel de zorro en el hombro, era pesado pero no le molestaba y le llegaba hasta la cintura. Ame se vio satisfecho de que aceptará el regalo y Jyu le dió otra palmada en el hombro. Cuando tuvo que irse, sus tíos menores le pidieron que disfrutará el tiempo que pasará lejos de la aldea y que no pensará mucho en su regreso, que hiciera sus tareas con paciencia y sin apresurarse. Tal vez ambos sabrían de lo que le hizo a Hisame y de la aprobación de los ancianos para ello e intentaban decirle que lo volviera, pero eventualmente el cenizo lo haría.
Porque la aldea era más que el consejo de ancianos, era también esos nuevos niños que lo abrazaron al despedirse y le desearon buena suerte en su aventura. Era también la comitiva de Ayame que se instalo desde hacia dos años y los demás extranjeros que llegaban de a poco.
Katsuki volvería para verificar que todos estuvieran bien.
El cenizo se alejó de las tiendas asignadas de sus tíos y camino hasta la salida de la aldea, que estaba marcada por huellas de las personas y tenía una precaria construcción de rocas alrededor, para prevenir la llegada de los Lobos Negros mientras él no estuviera. Lo primero que vio fue la figura alta y robusta de su tío Hisui, después a dos caballos atados a lo que parecía una carretilla de las que usaban los comerciantes extranjeros que llegaron hace unos días. Se preguntó dónde estarían sus primos y si alguno se habría arrepentido de acompañarlo, pero a medida que avanzaba podía notar que en el interior de la carretilla los cuatro niños estaban sentados en la espera de su llegada.
Hisui lo noto primero, se acercó y lo evaluó. Pese a su crecimiento, su tío menor seguía siendo alto y su sombra lo cubría con facilidad, pero el de ojos rojos ya no tenía que levantar el cuello para mirarlo a sus ojos negros y profundos. El mayor se rasco una leve barba, luego suspiro y le dió una palmada en la cabeza.
—Sube a la carretilla, Katsuki —indico con gravedad —Haremos parte del trayecto en ella y después, iremos a pie.
Katsuki asintió y agradeció que su tío no mencionara nada acerca de su cambio físico pero también se sintió un poco decepcionado por esa falta de preocupación. Decidió ignorarlo y se montó en la carretilla, en el interior Aki estaba en una esquina y las tres niñas pegadas una junto a la otra, conversando en voz baja. Kana se había cortado el cabello castaño, ahora lo llevaba por los hombros. En cambio, su hermana menor Mei lo tenía largo y atado en una coleta. Ambas usaban vestidos cortos de volados y tenían atadas en las piernas unos cuchillos y, aparte de eso, el cenizo noto un arco y un par de flechas cercano a ellas. Tenía conocimiento de que Kana tenía mala visión pero de Mei no sabía nada.
Por otro lado, Yue que tenía el cabello rubio y ojos azules estaba con un atuendo de Cazador pegado al cuerpo y de color rojo, con el cuál parecía sentirse a gusto aún cuando sabía que no eligió ese oficio. Tenía también un bolso de piel de zorro con lo que el cenizo pensó que serían semillas y otras cosas.
La conversación de las niñas se detuvo cuando se sentó en el centro de la carretilla. Lejos de Aki y delante de ellas. Sus ojos curiosos se pusieron sobre su persona y recordo que pasó un buen tiempo en silencio en presencia de sus primos y que, aún así, ellos decidieron acompañarlo en este viaje.
Katsuki se abrazo a sus rodillas y miro a las niñas.
— ¿Por qué dijeron que sí? —quiso saber —No sé a dónde mierda vamos y lo más seguro sea que nos encontremos con Lobos Negros o algo mucho peor. Aparte de que tengo que cumplir obligaciones estúpidas con otras aldeas para que acepten cooperar con nosotros.
—Porque creemos en ti —respondió Yue sin dudarlo —Y te debemos la vida.
—Queremos ayudarte en todo lo que podamos —agrego Mei.
—Al mismo tiempo que nos volvemos capaces de sobrevivir sin ti —dijo Kana —Aparte, si vas a ser el líder de la aldea, vas a necesitar personas de confianza que te cuiden. No podemos matar a los Lobos Negros, pero sí te salvaremos de otras amenazas.
—No necesito que me salven —bufo el cenizo y volteo a ver a Aki, que se había mantenido callado todo el tiempo como siempre — ¿Qué hay de ti, miedoso? ¿Por qué me seguiste?
Aki lo miro con el ceño ligeramente fruncido, ofendido por la burla en la voz del cenizo pero el gesto no le duró mucho tiempo, en cambio abrió la boca y en el tono de voz más suave que todos en su vida hubieran escuchado, lo oyeron hablar otra vez.
—El fuerte protege al débil. El mayor cuida al menor. Es nuestra ley —dijo con firmeza el azabache de ojos azules mientras miraba hacia el cenizo de ojos rojos —Puedes ser el más fuerte de todos nosotros pero sigues siendo el menor. Incluso mi hermano mayor sabría que esto es lo correcto. Que cuidar de ti y acompañarte es lo justo.
Katsuki se sintió aturdido al escuchar esa declaración pero después, por alguna razón, tuvo deseos de llorar. Se abrazo más fuerte las rodillas y Mei, tímidamente, se le acercó y pegó en el costado, era tan pequeña que quedaba oculta a su lado y empezó a tararear una melodía. Justo en ese momento, Hisui hizo que los caballos empezarán a moverse.
Fue el inicio de su aventura.
Iida había visto un par de veces a Todoroki enojado a lo largo de los años. Pero nunca algo como esto. Su aura fría se extendía por primera vez bajo su voluntad, congelando el suelo bajo sus pies y causando un escalofrío en las personas que se acercaban. Estuvo bien el haberle pedido al capitán de Ferd que les dejara llevar el asunto entre ellos, al ser el bicolor el cuarto príncipe de Yuei no pudo poner objeción y les proporciono un lugar seguro donde tratar con los dos provocadores del incidente de esa noche. En un oscuro y pequeño calabozo que empezaba a convertirse en una cueva helada.
—Repite lo que acabas de decir —demandó el cuarto príncipe trayendo a la realidad al guardia.
El muchacho de ojos onix y cabello azabache largo hasta los hombros estaba encadenado a la pared, tenía unos golpes en su rostro que no reducían su belleza pero que sí le daban a su piel un toque morado y negro. La ropa blanca tenía manchas de sangre, sin embargo, el muchacho era orgullo y terco. Y más que nada, no sabía medir el nivel de sus palabras.
—Que el mocoso que me atacó debe estar por morir pronto. De lo contrario, no hay manera de que la Flauta Roba Almas no halla podido con él —se burlo el joven —Su alma esta por extinguirse, ¿qué caso tiene robarla y aprisionarla?
El frío dentro del calabazo se volvió peor. Un pequeño estornudo hizo que el guardia imperial volteara en dirección de Himiko Toga, la Maga de la Luna, que también estaba ahí debido a su afiliación con el Flautista. O eso le dijeron al capitán. La verdad, sacarían a Toga ahí cuánto antes, solo querían tenerla cerca por si a alguien en Ferd se le ocurría tomar justicia por mano propia. Los Magos de la Luna eran conocidos por estar locos y causar asesinatos sin control, nadie los quería cerca. No podían proteger a la muchacha y a la vez hablar con el azabache, así que decidieron hacerle creer al capitán y a la guardia de Ferd que los iban a interrogar a ambos.
Toga estuvo de acuerdo con eso. Pero ahora parecía un poco arrepentida temblando en la esquina de la cueva. El guardia imperial se compadeció de ella y le entrego su capa, la rubia sonrió y se envolvió con la tela gruesa de inmediato. Después dirigió una mirada hacia el bicolor que estaba parado delante del azabache encadenado.
—Hey, Li-kun, ¿no crees que sería mejor dar de una vez tus razones para el ataque? —pregunto la rubia hacia el muchacho que le miro enojado —De todos modos, es posible que seas ejecutado antes de que pase lo que quieres. Si eso pasa, tu mensaje no será transmitido.
— ¿Mensaje? —repitió interesado el cuarto príncipe viendo hacia el muchacho que estaba visiblemente molesto — ¿Cuál es ese mensaje?
El muchacho se mordió los labios pero entonces vio a la rubia abriendo la boca y adelantándose a ella, dió su declaración.
—Me llamo Li Yao del Reino de los Espejos. Vine a Yuei con un tesoro sagrado para hacer un intercambio —confesó el azabache —La Última Princesa de nuestro reino a cambio de las almas de los habitantes de Yuei.
—Yaoyorazou no puede dejar Yuei. Ese fue el acuerdo al que se llegó con mi padre durante la Liberación de Oriente —dijo el bicolor viendo hacia el azabache con intriga —Ella te pediría que no hicieras esto.
—Un Todoroki no tiene derecho a decir que opina o no nuestra princesa —escupió en el piso el azabache —Y, de todas formas, pensaba marchar a Yuei tocando la flauta de ser necesario para liberarla.
Himiko hizo un pequeño sonido como si tragara saliva y Shoto pensó en eso, la Flauta Roba Almas era un tesoro del Reino de los Espejos, que debía estar en custodia de su hermano mayor en los cuarteles generales de Yuei, ¿cómo llego entonces a las manos de un rebelde?
Li Yao le miro de una manera en la que dejó claro que podrían torturarlo de una y mil manera pero él mantendría su boca cerrada. El bicolor decidió que tuvo suficiente y que podía averiguar más con la rubia que parecía conocer al rebelde. Inspiró hondo para volver el frío al interior de su cuerpo e intento dejar el calabazo más o menos en las condiciones en las que estaba, húmedo y sucio. Se dirigió a la salida sin mirar atrás y antes de subir a hablar con el capitán de la Torre, miro hacia la muchacha.
— ¿Qué tanto sabes de Li Yao? —le preguntó sin rodeos.
—En parte, que antes de unirse a la Facción Rebelde era un chico bastante amable y que no le gustaban los conflictos —suspiro la rubia apenada —Quería detenerlo antes de que hiciera algo que manchara su alma para toda la eternidad. Una lastima que no logré llegar antes. El lindo niño tuvo que hacer mi trabajo.
— ¿Qué hay de la flauta? —interrogó el bicolor y al rubia esquivó la mirada, buscando algo entre sus ropas que no encontraba — ¿La robaste en el Reino de los Espejos?
—No se puede robar lo que por derecho es de uno —gruño la de ojos dorados sacando de entre sus ropas un medallon de oro y mostrando el dorso a el cuarto príncipe, tenía el dibujo de un espejo cuadrado —Soy descendiente directo de la penúltima familia de Sagrados. Los objetos vienen a mi por la unión de sangre.
— ¿Es una forma elegante de decir hurtados?
Himiko retuvo el gruñido en su garganta y simplemente, mostró la palma de su mano derecha y cerro y abrió hasta que la Flauta Roba Almas apareció.
La Flauta Roba Almas que habían dejado en la parte de arriba, con el capitán de la Torre.
Entonces, el guardia imperial y el cuarto príncipe escucharon una fuerte conmocion en el piso de arriba y la rubia suspiro y devolvió la flauta a su lugar de origen cerrando otra vez la mano y abriéndola, revelando que estaba vacía.
—Todo aquel que es descendiente de los Sagrados posee está habilidad con algunos objetos. Li Yao y yo tenemos la misma abuela paterna en común, por eso podemos llamar a la Flauta Roba Almas. Ella fue una Sagrada hace cincuenta o sesenta años —explico la rubia —Es algo bastante difícil de entender si no formas parte del Reino de los Espejos. E incluso entre los del Linaje Santo hay confusiones.
—Lamento reconocer que no sé mucho acerca de eso, Toga —admitió el cuarto príncipe —Pero supongo que se refiere a que ambos tienen derecho a ese peligroso objeto y que no hay manera de restringirlos, ¿o si la hay?
—Sí, puede matarnos, su alteza —sugirió la rubia con una sonrisa divertida —A mí y a Li Yao, entonces no quedaría descendiente directo de la Flauta Roba Almas. O me deja conservar la flauta cerca mío y la atare a mí con un hechizo vinculante para que Li-kun no pueda tocarla.
Shoto reflexionó, dejar un objeto tan peligroso en manos de un Mago de la Luna era una idea que haría que su padre lo internara en un loquero sin pensarlo dos veces. No se podía confiar en los magos Oscuros que hacían tratos con los demonios y llevaban a cabo rituales de sangre. Sin embargo, la rubia no hizo nada —hasta ahora— que probará que quería lastimar a alguien. Le devolvió el alma a los habitantes de Ferd al tocar la flauta —según los testigos— y durante la lucha con los Elfos, hasta el más tonto podía notar que ella solo se defendió mientras cargaba con el cenizo. Puede que estuviera cometiendo un error al confiar en ella pero tenía muchas cosas en qué pensar y ahora solamente quería que ella despejará una de sus dudas.
— ¿Crees que el alma de Katsuki este por extinguirse como dijo Li Yao?
—No, un alma así tiene un poder bastante peculiar y se siente fácilmente —negó con la cabeza la rubia —El alma de ese niño está llena de energía. Me es desconocido porque la flauta no pudo quitársela pero no es por lo que dijo Li-kun. Debe haber otra razón.
El bicolor no se dió cuenta que tanto alivio sintió al escuchar esas palabras, sus piernas se sintieron flojas y parte del dolor de cabeza que sentía se había ido. Su corazón se sintió un poco más tranquilo antes de que lo asaltaran otras preocupaciones y viera hacia la rubia que esperaba su próximo veredicto.
—Si no tienes objeciones, me gustaría que nos acompañes durante nuestro viaje, Toga.
Estaba seguro de que Tenya a su lado debía mirarlo como si estuviera loco pero un Mago de la Luna que podía enfrentar a dos Elfos era un asunto que la guardia imperial no podía manejar sin recurrir a la violencia extrema. Además, quería hacerle a la rubia unas cuantas preguntas acerca del Reino de los Espejos y eso que llamo la Facción Rebelde. Touya no había revelado nunca que hubiera problemas con los habitantes del reino, solo con los bárbaros de las Tierras Lejanas. Y tenía el presentimiento de que si le preguntaba al respecto, su hermano intentaría encubrirlo como si no pasará nada y Natsuo también.
Quizás debí prestar más atención a el comportamiento de Natsuo-nii cuando Katsuki visito el Jardín del Dragón. Estaba bastante alterado y no parecía tan sorprendido de que alguien hubiera pasado por alto la seguridad del castillo o la barrera.
Como estuvo ocupado con lo de su falso matrimonio, el cuarto príncipe debe admitir que descuido a su hermano mayor y que no le prestó atención hasta que se fue devuelta al Reino de los Espejos. Fuyumi podría decirle algo al respecto cuando volviera pero pasaría mucho tiempo hasta entonces.
Necesitaba respuestas ahora.
— ¿Y a dónde se dirige? —cuestiono la rubia, llamando la atención del bicolor que se perdió en sus pensamientos —Tenía la idea de visitar Yuei. Quiero ver a un amigo que no respondió mis cartas.
—Al Valle de Hielo. Después de eso, iremos de vuelta a Yuei —respondió el bicolor notando que la rubia no parecía en contra de eso — ¿Su amigo es originario de Yuei?
—Sí, es un mago erudito que pertenece a algo llamado "la corte" —hizo una mueca la de ojos dorados dirigiendo una mirada hacia el guardia imperial que estaba al lado del principe —Y es bastante parecido a este chico. Un poco más alto.
Iida abrió los ojos sorprendido y sin querer ser brusco, tomó los hombros de la rubia.
— ¿Se llamaba Iida Tensei? —preguntó con urgencia — ¿Tenía el cabello azulado y ojos azules oscuros como los míos? ¿Cuando fue la última vez que lo viste...?
—Tenya, tranquilo.
Todoroki agarro el brazo del guardia imperial y le dijo con la mirada que soltará a la rubia, que pese a no poner queja, el agarre debía estarle lastimando. El más alto vio apenado a la muchacha y estaba por disculparse, pero entonces ella soltó un pequeño susurro.
—Algo malo le pasó, ¿no?
Los dos jóvenes se quedaron callados y la rubia, suspirando, agrego.
—Le dije que era una mala idea confiar en el ejército imperial.
La única razón por la que Jiro y Kaminari no entraron en pánico fue porque el pequeño cenizo estaba, a su forma, curando las heridas que tenía. El problema con eso era que su magia buscaba adelantar el proceso y en consecuencia, le provocaba fiebre y vómito. Ya iban dos veces que el cenizo vomitaba la cena que Rikido le preparaba con tanto esmero y no paraba de retorcerse entre los brazos del Líder de Gadia que buscaba calmarlo con su propia magia, sin éxito.
La herida en el hombro era apenas un rasguño que seguía sangrando a estas alturas y la cara del pequeño niño estaba inflamada en la zona de la mandíbula, poniéndose de un tono negro azulado. La Sacerdotisa de Isoe intento curarlo con su magia pero no causaba efecto, la magia del mago dominaba el proceso de curación y no la dejaba formar parte.
—Uhg...—se quejo el cenizo entre sueños —Uh...
—Shss, shhs, todo está bien Katsuki —murmuro el rubio que no tenía palabras alentadoras para dedicarle y estaba por llorar junto con el niño — ¿Quieres intentar comer otra vez?
—La magia te está quitando mucha energía —agrego la azabache impotente —Necesitas alimentos.
Katsuki se sintió abrumado con solo abrir los ojos y notar que tenía en la mesa un plato de avena, su estómago gruño entre el hambre y el asco al pensar si eso duraría o terminaría en el piso nuevamente. Estaba lo suficientemente avergonzado de que hallan tenido que limpiar lo que hizo y ver al muchacho robusto de cabello rojo cocinarle tres veces ya le hizo sentirse culpable, se acurrucó en el hombro del rubio y negó con la cabeza.
—Lo voy a vomitar, no quiero, no quiero —balbuceo sin importarle sonar infantil por una vez y luego, volteo a mirar al muchacho pelirrojo —Perdón por desperdiciar tu comida. Lo siento.
—No hace falta una disculpa —aseguro Sato que estaba tan preocupado como los elfos por el estado del pequeño —Cocinare la veces que sean necesarias hasta que te sientas mejor. Por favor, come. Intenté no condimentarlo demasiado para que tu estómago lo acepte mejor.
—Me gusta la comida condimentada —hizo un puchero el cenizo y, debido a la fiebre, pequeñas lágrimas salieron de sus ojos.
El rubio se contuvo de abrazar fuerte al niño entre sus brazos para no lastimarlo y la azabache fue en busca de un trapo húmedo para bajarle la fiebre. Mientras tanto, un pelirrojo muy abrumado por lo lindo y sensible que estaba el niño, le aseguro que cuando estuviera recuperado le haría una cena con todos sus gustos.
Mei y Tohru, totalmente inutiles en el asunto de cuidar a un ser humano enfermo, solo podían ver desde la puerta de la locomotora como su compañero sufría por el pequeñín.
En medio de todo ese caos, la puerta del vagón del tren se abrió y tres personas entraron, las primeras reconocidas, mientras que la última puso a los Elfos en alerta.
—Tranquilos, ella no hará nada. Por el momento, está de nuestro lado —indicó el cuarto príncipe acercándose rápidamente hacia donde estaban el rubio y el cenizo —Katsuki, ¿cómo te sientes?
—Mal —reconoció con facilidad el mago delante del bicolor que le miraba con preocupación y extendió sus brazos hacia él para que lo sostuviera —Shoto...Shoto...
Con solo ese llamado, Todoroki le quitó el niño al rubio y lo subió a su regazo, dónde se sintió más cómodo con el frío de su cuerpo y sus ojitos rojos siguieron derramando lágrimas por la fiebre.
Al verlos de aquella manera, al Líder de Gadia se le ocurrió una idea. Se adelanto a tomar el cuenco con avena y se lo pasó al cuarto príncipe que le vio con una ceja alzada. Módulo con sus labios que el cenizo no quería comer pero que si él le insistía para hacerlo, quizás lo conseguía. Después se paro y se sentó junto con la Sacerdotisa de Isoe en el asiento delante de ellos para observar la situación.
El bicolor se acomodo lo mejor que pudo con el cuenco de avena y el cenizo apoyado en su hombro, al cual le sonó el estómago al percibir el olor de la comida. El cuarto príncipe sonrió enternecido y sirvió en una cuchara una abundante porción.
—Intenta comer todo lo que puedas, por favor —pidió en un tono suave —La avena te hará bien y podrás descansar mejor, Katsuki.
El niño miro a la avena con malos ojos —algo que causó muchísima ternura en todos los presentes que seguían preocupados por su estado— pero después, decidió cumplir la petición y lentamente, empezó a comer. No se acabó toda la avena pero fue lo suficiente para dejar satisfecho al cuarto príncipe y a los demás, después se recostó en el hombro frío y cerro los ojos.
Finalmente, sin quejas ni la sensación de que iba a vomitar lo ingerido, se quedó dormido.
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