Capítulo 30
El hombre, la mujer y la partera se vieron horrorizados. Era una suerte que la fuerte tormenta de nieve bloquera el sonido del llanto a las casas vecinas pero, desgraciadamente, no impedirá la llegada de su Majestad. Estaba en camino. No tardaría.
Y ellos debían hacer una rápida elección.
—La niña...—murmuro débilmente la madre que luchaba por no romper en llanto —...No matará a la niña. Déjala conmigo.
—Mi amor...—vaciló el hombre que tenía lágrimas cayendo por sus ojos — ¿Y si...?
—No podemos perder tiempo. El niño, ¡salva al niño! —rogó la mujer en lo que tomaba a su hija en brazos y empezaba a llorar de manera descontrolada sin reparos —Perdóname, perdóname, perdóname. Amor mio, mi niña, lo lamento. Lo lamento.
El hombre ahogó el llanto que sentía por venir en su garganta y le pasó a su hijo a la partera. Ella supo bien qué hacer. Salió corriendo por la puerta trasera hacia la tormenta de nieve y se adentro al bosque, la nieve dificultaba sus pasos y su cuerpo empezaba lentamente a congelarse. Únicamente podía rogar por no morirse ahí en la oscuridad, con el bebé llorando contra su pecho, como si supiera la desgracia que se acercaba a su otra mitad.
En el Valle del Hielo, el última día del Largo Invierno, nacieron unos gemelos de ojos grises y cabello blanco. Hace mucho tiempo atrás antes de eso, una vidente del pueblo hizo una predicación, aquel que pudiera matar a su gobernante a quien siempre llamaron Su Majestad y era el único capaz de controlar a las Mantis, nacería teniendo los colores del invierno. Ojos grises como el cielo todo el año y cabello blanco como la nieve. El enemigo de Su Majestad, el salvador del pueblo y el liberador de las Mantis.
La vidente fue asesinada después de dar su predicción. Su Majestad empezó a visitar a las familias que tuvieran hijos durante el Largo Invierno y, al parecer, cada cierto tiempo, nacía un niño con esas características.
Su Majestad hacia que las Mantis se comieran su cuerpo y el de sus progenitores.
Pero, como dijo la madre, a la niña de cabello albino y ojos grises no la asesino. Se le llevo y los mato a ellos, porque aún así, habían dado a luz a alguien parecido a su enemigo predestinado.
Las Mantis fueron clementes ya que la ofensa no era tan severa, Su Majestad les ordenó que clavaran sus largas patas puntiagudas en los pechos de ambos, así tendrían una muerte rápida.
El hombre se sentó al lado de su esposa en la cama llena de sangre por el parto, se tomaron de la mano y se vieron a los ojos, en vez de a esos monstruos que estaban por quitarles la vida, se miraron fijamente y se preguntaron lo mismo.
¿Hicimos lo correcto?
La habitación donde los llevo el sirviente era sofisticada pero con un toque agradable, armonioso. Se trataba de un estudio con muchos libros, un escritorio grande que estaba de espaldas a un enorme ventanal por dónde entraba muchísima luz natural, olía a madera y a las flores que decoraban dos mesitas en cada esquina. El sirviente le pidió a Kirishima y Midoriya que tomaran asiento en el sillón de color rojo delante de la una mesa de té, les aseguro que su señora estaba llegando y que les traería algo para almorzar. Después, salió apresurado.
— ¿Por qué habrá tanta conmocion, Kirishima-kun? —pregunto a el pelirrojo, olvidando sus pasados asuntos — ¿Crees que Kacchan les puso algo que no sabemos en la carta?
El dragón no respondió, no podía hacerlo y no sabía cómo explicarle al castaño la magnitud de los acontecimientos que estaban viviendo. Tenía el presentimiento que debido a su conexión con el bosque, se descontrolara y no podría hacer nada para ayudarlo. Se quedó en silencio, solo mirando su rostro —y odiando internamente que sus características estuvieran ocultas— lo que basto para que el humano se pusiera rojo y bajará la cabeza.
— ¿T-Tengo algo en la cara? —cuestiono nervioso.
Eijirou estaba por responder cuando la puerta se abrió, revelando a una bella mujer muy parecida a Katsuki, pero con rasgos más finos y delicados, su magia se parecía también pero en un nivel mucho más bajo. Usaba un pantalón marrón largo, botas y camiseta blanca, en su cintura se encontraba la empuñadura de una espada ligera.
Cuando ella sonrió, tanto el dragón como el humano sintieron que estaban viendo a una diosa. Pero no una diosa benevolente, sino a la diosa de la guerra y la destrucción, bella y peligrosa.
Justamente como el mago que ambos conocían.
—Lamento la demora, el campo de entrenamiento no está cerca de aquí —se disculpo primero, tomando asiento delante de ambos jóvenes y cruzándose de piernas —Tampoco esperaba visita el día de hoy, espero que no les moleste mi apariencia.
Izuku negó con la cabeza, viendo a esta mujer tan bella que se parecía al cenizo, algo en ella se le hacía más familiar de lo que debería pero no estaba seguro de qué era. Tenía un acento en la voz que le recordaba mucho a la manera en que hablaba su madre a veces. Dulcemente pero con cierta dureza en algunas sílabas.
—Me llamo Mitsuki Bakugou, la actual matriarca de los Bakugou, la Guardiana de las zonas fronterizas y la Espada del Imperio de Yuei. Y tengo más títulos, pero son muy largos y ya me molesta mucho tener que empezar con esos dos primeros, nunca han querido escuchar que también soy el Enlace con el mundo mágico —suspiro la rubia, luego saco de su bolsillo la carta que el sirviente le había entregado y la dejo sobre la mesa —Katsuki escribió en esta carta que uno de ustedes pose a One For All, la Espada del Destino, ¿quien es?
—Yo...—alzó tímidamente la mano el de ojos verdes claros y mostró la empuñadura de la espada a la mujer que frunció los labios —La tengo desde hace dos años.
—Bien. Katsuki también puso en la carta que tu nivel mágico es deficiente y que deberíamos ayudarte a saber porqué tienes a One For All en primer lugar —dijo la rubia —A decir verdad, todos los portadores de One For All son personas extrañas y únicamente aparecen en momentos de crisis. Que un niño tenga la espada es catastrófico para todo Yuei.
—Sí, Kacchan me advirtió que nadie estaría feliz porque tuviera a One For All —contesto el castaño guardando nuevamente la espada en su funda —Pero me dijo que ustedes me ayudarían a saber porqué la tengo y qué eventos tendría que prevenir con ella.
—Te envío al mejor lugar del mundo para eso —sonrió suavemente la rubia —One For All no es un juguete. Sinceramente, si la espada se esfumará de la tierra muchas personas estarían felices.
El castaño vio que al dragón no le agrado ese comentario ya que consideraba a One For All su tesoro sagrado y la de ojos rojos noto eso, porque sus labios se elevaron en una sonrisa comprensiva y amable.
—One For All está hecha para salvar a la humanidad y tiene un gran valor, pero su llegada solo trae tiempo duros. Por eso no es del agrado de la sociedad humana. Puedo entender que los dragones lo vean un poco diferente al creer que es en la advertencia donde nos volvemos poderosos —comento la mayor —Pero no es así para los humanos. Preferimos una vida tranquila, dragón.
—Una vida aburrida.
Discretamente, el castaño le dió un golpe con el codo al pelirrojo que soltó un leve quejido que a la matriarca de los Bakugou no pareció molestar, en cambio, pidió a sus estimados invitados que empezarán a tomar el té y que le dieran unos minutos para poder vestirse adecuadamente, ya no toleraba usar el uniforme de esgrima. Se paró con elegancia, tomó la carta que había dejado en la mesa y se dispuso a salir. Al cerrar la puerta, leyó nuevamente la nota.
A la matriarca de los Bakugou :
Si lees esto, quiere decir que a quienes envié a verte están bien y han llegado a el lugar correcto. No hace falta decirte quién soy o qué soy, cuando nos vimos en el banquete ya lo sabías, soy Katsuki Bakugou. Debes tener muchas preguntas respecto a eso pero no puedo responder ninguna de ellas. Como Bakugou deberías entender que el asunto con Deku es más importante. Él es el nuevo portador de One For All, la Espada del Destino, un joven torpe y cuya magia es deficiente pese a mis esfuerzos por ayudarlo. Necesita saber porqué la espada llegó hasta sus manos, qué es lo que necesita solucionar con ella, algo que yo no sé debido a que no me he molestado ni en averiguarlo. Lo dejo en tus manos por ahora pero iré a buscarlos pronto y cuando eso pase, no esperes que quiere quedarme en las zonas fronterizas.
Yo ya he terminado todo lo que tenía que hacer hace mucho tiempo atrás. Solo quiero que me dejen en paz. Que olviden todo de mi y me dejen. No importa si crees que eso está bien o no, pague el precio por proteger a nuestra familia y siempre estuve de acuerdo con ello. No odio a los Bakugou. En lo más mínimo.
Sinceramente, estaba feliz de escuchar que eran tan prósperos. Me basta con eso. Es suficiente.
No quiero saber más de ustedes.
Cuida a Deku y al dragón que lo acompaña, Kirishima Eijirou, que es el protector y guardian de One For All. Debes saber qué conexión tiene con Deku, ¿no?
Ayúdalo hasta que vuelva.
Katsuki Bakugou.
La letra era idéntica a los libros viejos de Principios Mágicos, Lenguaje Mágico, Método de Cultivación y Traducciones de Lenguajes que estaban en la cripta de los ancianos. Prolija y delicada, con trazos largos. Tinta negra. Palabras simples y explicaciones comprensibles para los conceptos más difíciles. Realmente el Katsuki que escribió esa humilde nota era el mismo que había elaborado todos esos libros.
Mitsuki quiso llorar. En serio. Lo tenía tan cerca y a la vez, tan lejos. Podía entender porqué no quería a la familia cerca pero debía intentar de todas formas acercarse a él. Por supuesto, no usaría el asunto del muchacho Deku para eso, era un tema completamente aparte que pensaba tratar con seriedad absoluta. Masaru tendría que verdaderamente ir por Yagi Toshinori, si el muchacho Deku resultaba ser el mismo niño de cabello verde y ojos esmeralda que vio en el banquete. Podía reconocer fácilmente cuando alguien usaba una poción de camuflaje mágico, no importaba lo fuerte que fuera, la magia sensible de su cuerpo detectaba la anomalía y la hacía visible para ella.
Katsuki debía saber que era riesgoso enviarlo y aún así, eligió hacerlo creyendo que tendría sabiamente la boca cerrada hasta que fuera el momento propicio. La rubia no pensaba fallarle. Se guardo la nota nuevamente en el bolsillo y se dirigió hasta su habitación a cambiarse, su esposo se encontraba justamente ahí leyendo un par de libros.
Realmente tenía suerte.
Masaru era el hombre más inteligente sobre la tierra.
—Amor, necesito todo registro de las últimas alteraciones mágicas importantes desde hace diez años —empezó por eso, ya que el cenizo volvió hacia aproximadamente dos años —Empezando con el Gran Tsunami de Oriente y la Guerra de los Dorha.
El castaño se vio intrigado pero se dispuso a buscar esos registros en lo que su esposa se cambiaba en medio de la habitación y le hacía un comentario mientras se quitaba la camisa blanca.
—Por cierto, tenemos dos huéspedes —informó a su esposo —Son amigos de Katsuki. Uno es el dragón rojo que vimos durante el banquete y otro el hijo de Inko, que también es el portador de One For All.
Mitsuki contuvo la risa al escuchar el sonido de los libros cayéndose al piso.
Katsuki no se sintió mal hasta que escucho que tendrían hacer una parada en Ferd, el pueblo que vivía a la sombra del Muro del Dragón, al parecer para hacer creíble que Shoto estaba ayudando a Tenya con la búsqueda del arsenal del Gremio de los Silencios y la situación de su hermano mayor, tenían que visitar ciertos comercios de dudosa procedencia dentro del pueblo y hablar con los administradores acerca de si habían visto o escuchado algo extraño en los últimos días. Por lo último, se esperaba que hablarán con los guardias imperiales de las Torres Imperiales de vigilancia.
Tedioso pero necesario para mantener el engaño a flote.
Ferd no se consideraba parte de Yuei. Habían sido por muchísimo tiempo un territorio rebelde que se negaba a doblegarse ante el reino pero con Teka Todoroki llegaron a un acuerdo, se dejaron integrar al Muro del Dragón que cubría todo el territorio a cambio de seguir gozando de su libertad autónoma para comerciar. Teka lo permitió únicamente tras ciertas condiciones, estaba prohibida la esclavitud, la caza de criaturas mágicas para el comercio, la apertura de burdeles con niños, debían mantener un nivel de delincuencia tolerable, no erradicar a las tribus extranjeras que entraban en Ferd para ser también protegidas por el Muro del Dragón, aceptar la autoridad política imperial y no causar daños a los pueblos cercanos.
Gracias a ese acuerdo, Ferd creció siendo un pueblo conocido por la "buena vida" en los burdeles —todos autorizados por la ley imperial— las casas de apuestas, el comercio de productos inimaginable —pero no humanos no criaturas mágicas-— el lenguaje vulgar y el mejor alcohol de todo el reino. Los turistas adoraban Ferd. Pero no muchos vivían ahí todo el año. Era considerado un pueblo para pasar el rato hasta entrar a Yuei o salir de Yuei.
Así que, a media tarde del viaje, el tren se detuvo. El cuarto príncipe le estuvo explicando varias partes del tren que le interesaban, más que la mecánica, que trataban sobre los acuerdos con los Elfos para proteger el patrimonio natural del reino. La Sacerdotisa de Isoe se encargó de mover con sus poderes árboles y plantas para despejar las rutas que tendría el tren, de esta forma no había que sacrificar los bosques por el bien del proyecto. Un trabajo arduo por parte de Kyoka y muy dedicado, Mitsuki Bakugou apenas intervino en el asunto ya que la elfa lo hacía de muy buen agrado y mantenía una relación cordial con el cuarto príncipe, exceptuando por las veces en que Denki la acompañaba y causaba pequeños disturbios para entretenerse.
—Ya llegamos a Ferd —anunció Hatsune saliendo de la puerta que daba con la locomotora —Aquí no tenemos todavía instalada la estación provisional, por lo que tendrán que saltar al bajar, su alteza.
—Gracias por el arduo trabajo Hatsune —agradeció el bicolor — ¿No quieren pasar a visitar Ferd por unas horas?
—No, no. La última vez que estuve aquí perdí todas mis ganancias —suspiró la de cabello rosado —Le pedí a Sato-kun que me consiga una cerveza de miel. Con eso me basta.
Una vez Mei termino de decir eso, volvió a adentrarse a la parte de la locomotora y no hubo señal de que volviera a salir. El cenizo se mentalizo para quedarse solo en el vagón pero la Sacerdotisa de Isoe le dió un empujón para que bajara de su asiento y el Líder de Gadia lo cargo entre sus brazos, colocando su capucha sobre su cabeza.
Katsuki empezaba a creer que todos tenían una manía particular por cargarlo. No lo comprendía. Pero era molesto protestar todo el tiempo.
—Vayamos a pasear un poco Katsuki en lo que su alteza Shoto hace el trabajo aburrido —ofreció el rubio —A Kyoka le interesan las caravanas musicales de Ferd.
—Supuestamente algunas cantantes son descendientes de sirenas —comentó la sacerdotisa —Quiero comprobar si es cierto.
El mago no estaba particularmente interesado en ver una caravana musical pero tampoco le molestaba ese ofrecimiento por parte de los elfos. Estaría entretenido y evitaría que pensará en otras cosas. Dió un asentamiento de cabeza para mostrar su aprobación y ambos elfos se pusieron felices de que fuera tan sencillo convencerlo.
A Todoroki que veía la escena a distancia le hubiera gustado protestar pero ya se hacía la idea que no era conveniente dejar al mago solo y aunque no le agradaba la idea de que fueran los elfos quienes lo cuidarán —cuando uno de ellos tenía la culpa de dejarlo en ese estado— no tenía otras opciones. Iida debía estar con él en todo momento y ayudarlo con su falsa investigación. Los demás empleados en el tren no sabían defensa, aunque Rikido Sato era grande e intimidante, no sabía nada sobre combates. Al menos, con los elfos el mago estaría protegido.
El bicolor se resigno a aceptar que por unas horas el cenizo estaría con los elfos pero cuando vio que Ritsu se unía a ellos se sintió un poco aliviado. Ingenium era una espada con años de combate, no se podía pedir un mejor guardian y ya había demostrado lo mucho que se preocupaba por el de ojos rojos. Estaría todo bien, pero igualmente intentaría no demorarse mucha en las Torres Imperiales —las zonas de vigilancia de la alborotada ciudad— hablando con los guardias.
— ¿Están todos listos para salir? —preguntó el guardia imperial y los demás asintieron —Bien, tengan cuidado al saltar.
La Sacerdotisa de Isoe fue la primera en bajar del tren, dando un salto elegante y con una neblina negra que amortiguó su caída. El Lider de Gadia miro la distancia entre el tren y el suelo con los labios fruncidos, después al niño que cargaba en brazos y por último, al bicolor. Una pequeña sonrisa que les dió un mal presentimiento a ambos se mostró en su rostro.
—Si su alteza Shoto es tan amable de bajar primero, le pasaría a Katsuki para que no halla problemas —pidió el rubio elfo —A no ser que quiera que salte con él a cuestas.
Iida ya había saltado del tren y se acercó hasta el borde para que Ritsu no tuviera que hacerlo, lo agarro de la cintura y lo bajo con delicadeza, la espada le sonrió con agradecimiento. Solamente quedaban Kaminari que cargaba al mago entre sus brazos y el cuarto príncipe que estaba usando una capa negra para que nadie en Ferd pudiera ver su aspecto. El elfo de ojos dorados miro con sorna al bicolor, esperando su reacción a la "orden" —porque le pidió que bajara primero para recibir al cenizo como si fuera una especie de sirviente— que acababa de darle. Y el más alto sabía eso, que el elfo estaba jugando con su orgullo y que bien podría dejarlo que saltará con el cenizo en brazos.
Podría dejarlo saltar con él en brazos y ver cómo lo hacía mal, se caía y lo lastimaba. Podría dejarlo saltar y que todo estuviera bien, pero algo estaba seguro que se sintiera mal dentro suyo.
Katsuki sintió un extraño palpitar en su corazón cuando los ojos azul y gris del bicolor lo buscaron, como si necesitara verlo para tomar una decisión. Sus manos se aferraron inconscientemente a los hombres del elfo rubio que seguía a la expectativa. Y cuando menos lo espero, el cuarto príncipe de Yuei se acercó al borde del vagón y salto, cayó con gracia al suelo junto a sus compañeros y después se volteo con los brazos extendidos, mirándole a él fijamente.
El palpitar volvió a repetirse. Un poco más fuerte y junto con una extraña sensación en su estómago.
—Deme a Katsuki, Líder Denki —demando el cuarto príncipe.
Denki sonrió deslumbrante de haber logrado su cometido y le entrego al niño al bicolor que lo sostuvo fuertemente entre sus brazos, después salto y recibió una mirada interrogante por parte de Kyoka.
— ¿Te gusta hacer cosas innecesarias, no es así? —acusó la azabache.
—Me es divertida su reacción —tuvo que admitir el elfo de cabello rubio —Su alteza Shoto, ya baje. Puedo seguir cargando a Katsuki.
—Lo llevaré yo hasta que lleguemos a la entrada del pueblo —contesto tajante el bicolor y el elfo no objeto —Vamos.
Katsuki sentía el corazón todavía más acelerado ahora que estaba más cerca del cuarto príncipe, entre sus fríos y grandes brazos que lo sostenían con cuidado. Parecía que como tenía conocimiento de que su magia no podía lastimarlo ya no se limitaba cuando tenía que tocarlo. No sabía cómo tomar eso. Suponía que era agradable. Pero raro.
—Ferd es un lugar un poco peligroso —escuchó que le susurro el cuarto príncipe o quizás solo hablaba en voz baja porque estaba demasiado cerca como para hacer lo contrario —Permanece cerca de Ritsu. No te vayas a perder.
—No soy un jodido niño —protesto el cenizo hasta que se dió cuenta en la forma en la que estaba y su cara se puso roja —Que lo parezca es diferente.
—Eres un niño muy lindo. Alguien podría querer pasarse de la línea e intentar un secuestro —bromeo el bicolor pero después su gesto se puso un poco serio —Mierda, no pensé en eso.
—No pasará, idiota —rodó los ojos el cenizo —Y no soy lindo. Deja de repetirlo. Tú eres más bonito que yo.
Shoto se detuvo y le miro, el cenizo inclino la cabeza pensando si había dicho algo malo. Tal vez el cuarto príncipe pensaba que mentía debido a la cicatriz que cubría parcialmente su rostro del lado izquierdo pero eso no le restaba encanto. Seguía siendo bonito. Tenía el cabello liso de tonos rojo y blanco y ojos de colores fríos pero eso formaba parte del atractivo.
En su clan se enseñaba que no había etiquetas para cuando alguien era lindo. No importaba si eran hombre o mujer, lo bonito saltaba a la vista y debía decirse con honestidad, la mayor parte del tiempo.
A Yuki no pudo decírselo. Pero al menos al cuarto príncipe sí.
Aunque parecía bastante sorprendido por eso.
¿Por qué sería? ¿En esta época se consideraba raro decirle bonito a alguien?
Katsuki pensó que tal vez se debía a que Todoroki estaba habituado a los halagos falsos de las personas de alta clase y que no se encontraba acostumbrado a uno honesto. Sí, a veces, el mago llegaba a ser muy inocente.
—Tú...¿qué acabas de decir? —preguntó el más alto sintiendo la cara caliente como si tuviera fiebre.
—Que eres bonito, ¿tanto quieres escucharlo? —le saco la lengua el mago —Ahora sigue caminando. Nos están dejando atrás.
Bien, eso último va más con su personalidad.
El bicolor decidió ignorar que el mago acababa de llamarlo bonito y se apresuró en alcanzar a los demás que ya casi llegaban a la entrada del pueblo.
Dos días después de que Shoto Todoroki abandonó la capital imperial en busca de respuestas para lo que pasó en el Gremio de los Silencios, se celebro un banquete por el regreso de Touya Todoroki a casa. Se invitó a toda la arístrocacia y a los altos mandos de la guardia imperial que seguían a su futuro rey.
Yaoyorazou recibió una invitación al ser la prometida de Touya pero no le interesaba estar en el banquete, hizo acto de aparición para mostrarle a las demás damas interesadas que ella sería la futura reina y que no tenía caso hacerle competencia. Por supuesto, algunas intentaron intimidarla cuando la atraparon en una sala de descanso en el palacio en busca de soledad, quisieron cortarle la cara para que ya no fuera tan bonita para el principe y ella tuvo que tratarlas.
Desafortunadamente, su prometido la atrapó mientras lo hacía.
—Momo, querida, devuelve el alma de esas niñas.
La azabache se giro, en una pequeña sacudida que tuvo con las tres jóvenes su vestido blanco quedó manchado con un poco de tierra del piso y su peinado se torció. Se dejó el cabello suelto para mayor libertad y miro con indiferencia al relajado primer príncipe, que usaba un traje todo negro que resaltaba sus ojos fríos y caballo blanco, mientras le dedica una sonrisa que debía ser amable pero que mostraba diversión.
Por supuesto, solamente a Touya Todoroki podrían causarle gracia tres jóvenes desmayadas en una sala de descanso y sus almas volando alrededor de su prometida como luces blancas en una noche festiva.
—Lo haré cuando salga, su majestad —se sentó en uno de los sillones, con las piernas cruzadas y mirando hacia la ventana que mostraba el cielo nocturno de esa noche —Que será cuando termine el baile.
—Alguien podría venir a buscar a alguna de estas niñas —comento el mayor, tomando asiento delante de su prometida en una silla de terciopelo negro y mirándola de pies a cabeza, disfrutando descaradamente de su bella apariencia —Sus padres, quizás. O un guardia. Estoy convencido que ninguno estaría contento de saber que están sin alma.
—Querían cortarme la cara con un cuchillo. Perdón si preferí darles un tour por el más allá en vez de defenderme de la misma manera —respondió la azabache con una sonrisa torcida que no iba bien con su bello rostro —Estoy convencida de que no te gustaría tener una esposa con historial homicida.
Touya levanto las manos en señal de derrota y Momo suspiro con cierto alivio. El primer príncipe y ella podían tratarse con cierta libertad, así que le dejaba ver toda la hostilidad que ocultaba detrás de sonrisas y palabras educadas. Y él la aceptaba, mientras pasaba una mano por su pierna con delicadeza, sobre la tela, pero estaba convencida que quería deslizarse debajo de ella.
No alejó la mano, aunque tenía deseos de hacerlo por vergüenza. Ese era su trato.
Touya la convertiría en reina y dejaría libre al Reino de los Espejos bajo una única condición. Ella le pertenecería hasta el final.
Siempre le seguía sorprendiendo que se conformara con tan poco.
—Me gustaría tener una esposa con las manos limpias, sí, porque con un asesino basta en el matrimonio —retiro la mano y quitó un mechón de cabello azabache de la frente de la joven —La Pacificación es más complicada de lo que creía.
—Deberían llamarla Erradicación —murmuró condescendiente la azabache y después, agrego más sutilmente —Por aquí también han habido algunos cuantos problemas. Piedras del Reino de los Espejos. El incidente de los Magos de la Luna en el Gremio de los Silencios.
—Sí, me lo han informado —confirmó el albino —Y no paro de pensar que algo se me va de las manos. Los bárbaros están disminuyendo en número pero siguen atacando con fuerza las fortalezas y las barricadas. También...el ejército empezó a tomar partido por algunos rebeldes del Reino de los Espejos que no les gusta nuestra presencia ahí. No quieren que Yuei les quite su independencia. Se hacen llamar la Facción Rebelde.
—Le dije que eso podría pasar. Como también le dije que las armas que le confiamos debían ser bien guardadas —le miro acusante por el asunto de La Hija que todavía no habían discutido —Por eso, ahora una guerra o conflicto civil puede estallar en cualquier momento.
—No es mi culpa que la gente del Reino de los Espejos halla creado armas tan extrañas —protesto el mayor —O que tengan la habilidad de ver almas y extraerlas del cuerpo de las personas a voluntad cuando no son una raza mágica.
Yaoyorazou se quedó en silencio y no hizo comentarios, ese misterio llevaba en su reino desde sus inicios, ¿por qué podían hacer cosas tan extrañas cuando no tenían ni una característica de una raza mágica? Ellos parecían completamente humanos. Ni su magia se veía. Fluía naturalmente en sus cuerpos pero ninguno la usaba a no ser que fuera necesario. Las almas de las personas se sentían atraídos a ellos y por eso muchas personas se mantenían a su alrededor, como polillas a la luz.
Como ratones que se acercan a la boca de una serpiente en el desierto.
La azabache se paró, chasqueo los dedos y las almas, las luces blancas que viajaban por la habitación, volvieron a los cuerpos de las jóvenes desmayadas en el suelo. Abrió la puerta de la sala de descanso y salió, el primer príncipe le seguía a una distancia prudente, con sus pasos haciendo eco detrás de ella.
Deseo una vez más que el banquete terminara.
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