Capítulo 29
Katsuki se despertó debido a el ligero sonido de la locomotora al encenderse y el movimiento de su cama, sentía el cuerpo todavía ligero en señal de que el efecto de la Flor de la Inocencia no se había desvanecido y con la sensación de que sus ojos se encontraban irritados. Bostezó y se movió por el borde de la cama, viendo que Shoto dormía en el suelo, con una expresión incomoda y uno de sus brazos torcidos. Se preguntó por un segundo cómo es que el cuarto príncipe de Yuei se decidió por el frío y duro suelo en vez de una cama pero no consiguió una respuesta.
Va a estar de malhumor al despertar.
El cenizo bajo con cuidado de la cama, todavía era muy temprano debido a que el cielo seguía estando oscuro y apenas se veía el sol haciendo acto de presencia entre las nubes, el guardia imperial e Ingenium descansaban cada uno en su respectiva cama, ignorando el movimiento del tren. Él no pudo evitar su curiosidad y descalzo y en camisa como estaba, se dirigió a la puerta que daba con la locomotora, la abrió para ver qué sucedía ahí dentro y se encontró con tres personas en una sala de madera y con partes de metal.
La primera era Hatsune Mei que anotaba en una libreta unos números que le daban unos relojes instalados en lo que parecía un panel. El segundo resultó ser un muchacho grandote de cabello rojizo que ponía carbón y leña en lo que parecía ser el motor, una chimenea de metal negro. Y la tercera era una chica de cabello rubio con toques rosados y ojos amarillos, de apariencia atractiva, veía un mapa en la mesa del medio.
El mago se quedó tan inmerso viendo el trabajo que hacían que la muchacha rubia lo noto y lo señaló.
— ¡Que niño más bonito! —exclamó acercándose y arrodillándose en el suelo para quedar a su altura — ¿Es el primo de Iida-kun?
Una pregunta creativa para variar.
Katsuki negó con la cabeza, lo que decepcionó a la chica pero al notar con claridad su cabello cenizo y ojos rojos —antes solo vio a un niño pequeño mirando adorablemente por la puerta entreabierta del vagón— su mento empezó a funcionar y trago saliva nerviosa, parándose y haciendo una reverencia.
—L-Lo siento, soy Tohru Hagakure, aprendiz de maquinaria —se disculpó apenada —No quería ser tan grosera con un Bakugou. Lo siento.
—No me importa y no tienes que ser tan formal —negó el cenizo viendo estúpido que una joven se mostrará tan respetuosa con un niño aún si era de una familia importante.
— ¿Oh? ¿No? —parpadeo la rubia sorprendía por la soltura del niño.
—No, carajo, odio las formalidades —gruño entre dientes el mago —Mejor dime cómo funciona este tren. Quiero saber.
— ¡De acuerdo! —acepto entusiasta la rubia — ¡Mei-chan, el niño dice que quiere aprender!
Hatsune volteo a ver al invitado no invitado en la locomotora, con sus ojitos rojos curiosos y cabello cenizo, la verdad no le importaba quién era si no que se fascinó cuando el pequeño niño levanto su mano y pregunto acerca de la velocidad mágica a la que estaba dejando arder el carbón, olvidando todo lo relevante de su aspecto. Se puso a conversar animadamente con el cenizo que hacia cuestionamientos técnicos muy interesantes y preguntas que ella podía responder con facilidad y a veces bastante divagaciones acerca de otras cosas. Sato al verla tan entusiasmada con el pequeño curioso y a Hagakure que también participaba de esa "clase" —él tenía la simple tarea de poner carbón, cortar leña y la comida, que no tenía nada para aportar en eso— se dió un tiempo para retirarse de la locomotora hacia el vagón de su alteza.
Seguían todos durmiendo. Algo bueno de la magia de invisibilidad de la rubia, era que hacia que ciertos sentidos humanos quedarán obsoletos pero se reducía a un reducido espacio. Ella podía hacer que un lugar pasará desapercibido o que no se escuchará lo que sucedía dentro por largos periodos de tiempo. De esa manera el parloteo de ambas mujeres y el sonido del motor no iba a interrumpir el descanso de los demás.
Rikido Sato era un humilde sirviente del palacio que trabajaba en las cocinas pero por su aspecto robusto y personalidad tranquila —es decir, tolerante— fue seleccionado por el cuarto príncipe de Yuei para trabajar en el proyecto del tren. A veces no sabía bien qué hacia en medio de algo tan importante, sus tareas eran rudimentaria y simples, lo único destacable era su comida. Pero sus dos compañeras le aseguraban que sin él y sus postres no habrían sido capaces de llegar tan lejos, así que se esforzaba cada día por hacerles una buena comida que dejara sus estómagos satisfechos.
Ese día quería prepararles un desayuno especial por el estreno del tren. Por lo tanto, se dirigió a el vagón que ocupaban la Sacerdotisa de Isoe y el Líder de Gadia, ya que necesitaba pasar al otro vagón donde podría cocinar el desayuno. Intento no hacer ruido pero fue inútil ya que ambos elfos estaban despiertos.
Rikido se puso rojo al no saber cómo saludarlos o qué decirles, solo pudo bajar la cabeza y balbucear.
—B-Buenos días. Se han levantado temprano —tartamudeo sintiéndose como un idiota — ¿L-Les gustaría desayunar? Uhm, no sé bien qué comen los Elfos, pero puedo hacerles algo simple si me lo piden.
—Eres muy amable —sonrió el rubio que no se iba a burlar de un joven tan inocente y noble —Estamos bien.
—Ya hemos desayunado —agrego la azabache que no quería ser grosera —Gracias.
El robusto muchacho pelirrojo asintió y paso rápidamente al otro vagón, escuchando una bajita risa por parte del rubio y lo que debía ser un regaño en el idioma de los elfos por parte de la azabache. Trato de olvidar el vergonzoso momento e inicio con el desayuno, no se demoró demasiado tiempo y al salir les dejo ambos elfos unas galletitas de avena azucaradas. Ambos sonrieron en agradecimiento y el pelirrojo se apresuró en irse, al pasar por el anteúltimo vagón a la locomotora, se encontró con que Tenya tenía sus ojos abiertos y preocupados viendo hacia una de las camas vacías.
—Sato-kun, buenos días, ¿has visto a un niño de cabello cenizo y ojos rojos? —preguntó rápidamente el guardia imperial al empleado que tenía las manos llenas con el desayuno.
—Hum, sí, con Hatsune y Hagakure, conversando —respondió el pelirrojo como si nada y el guardia imperial soltó un suspiro de alivio — ¿Es eso malo?
—No, solo estaba preocupado ya que al despertarme no lo ví cerca —contestó el más alto acercándose a ayudar al pelirrojo con los té, tostadas y pastelitos de chocolate —Has hecho bastante, Sato-kun.
—Hatsune apenas comió anoche.
Tenya asintió de manera distraída en lo que iba a hasta la puerta que daba con la locomotora y la abría, apenas lo hizo, vio la imagen de Katsuki sentado en un banquillo dónde sus piernas quedaban colgando a varios centímetros lejos del suelo, en sus ojos rojos se reflejaba una extraña luz mientras escuchaba el parloteo de Mei sobre la función de la magia en el movimiento del tren y la importancia del trabajo humano para que resultará todo bien. Le pareció muy tierno.
El sonido de su llegada hizo que Tohru se pusiera a poner una mesa y unas almohadas en el suelo para que pudieran sentarse. En lo que el pelirrojo servía, el guardia imperial se acercó a los dos que seguían sumergidos en su unilateral conversación —parecía que la muchacha explicaba conceptos que el mago no conocía— e hizo un tos falsa para llamarles la atención.
El mago y la de cabello rosado le vieron al instante.
— ¡Iida-kun! ¿No dejarías que te probará una armadura mágica? —interrogó con una sonrisa —A el pequeño le gustaría saber cómo funcionan
Iida sintió un escalofrío al recordar que la última vez que se atrevió a probar una armadura hecha por la erudita mágica acabo con la espalda torcida en un ángulo muy extraño y estuvo cerca de partirse la columna en varias secciones.
—Me temo que tendré que declinar su amable oferta, Hatsune-kun. Vengo a llevarme a...—miró hacia el niño de cabello cenizo y ojos rojos que asintió tranquilamente con la cabeza ante su pregunta de si podía revelarle quién era a la joven —A el mago Katsuki a desayunar.
Primero, la de cabello rosado soltó una carcajada pensando que era imposible que el joven mago Katsuki, prometido de su alteza Shoto Todoroki, gran mago de la Torre de Yuei, fuera el pequeño niño que estuvo charlando desde la mañana temprano con ella. Segundo, Hagakure que alcanzó a escuchar lo dicho por el guardia imperial volvió a ponerse pálida y Sato tuvo que ponerle mucha azúcar a su té para despertarla, pensando que estaba cansada todavía. Tercero, el pequeño mago se bajó de su silla, acercándose a el más alto que tuvo el impulso —un impulso de idiotez extrema— de levantarlo entre sus brazos y lo hizo, ganándose con eso una mirada molesta de ojos rojos.
Pero en el cuerpo de un infante no daba nada de miedo, así que el guardia imperial siguió con su capricho por un ratito. Siempre quiso hermanos menores. Ritsu y Katsuki, con su carácter y todo, eran adorables y pensaba aprovecharlos todo el tiempo que le fuera posible.
—Esta en un estado delicado —siguió hablando formalmente para no incordiar tanto al cenizo —Es mejor si hace el mínimo esfuerzo posible.
El mago no objeto nada al final —aunque continúo con la mirada resentida— y dejo que el guardia imperial se lo llevará al otro vagón, dónde Ritsu de manera adormilada se colocaba la ropa y Shoto seguía durmiendo. El más alto lo dejo en su cama de la noche anterior y se dirigió a ayudar a el otro niño a vestirse.
Katsuki balanceó los pies viendo que ni rozaba el suelo, soltó un pequeño gruñido y volvió a bajarse. Camino hasta la mesa donde el guardia imperial dejo unas tazas y una tetera para el té y para no aburrirse, empezó a hacer el té del cuarto príncipe. No demoró mucho y como el guardia imperial estaba vistiendo a un dormilón Ritsu, no se percató que dejó su magia en el té. Al terminarlo, lo coloco en una taza de porcelana blanca y la llevo hasta donde el bicolor dormía de manera incomoda. Le sacudió el hombro derecho para que se despertará y como se espero, lo primero que vio fue una expresión malhumorada.
—Té —le dijo y el cuarto príncipe frunció el ceño, sentándose en el piso soltando un quejido y llevando una mano a su cuello — ¿Por qué mierda dormías en el suelo?
—Tenía ganas de hacerlo —mintió horriblemente el más alto pero el mago no hizo ni una pregunta más y le pasó la taza con té —Gracias.
El cenizo se encogió de hombros y vió como al tomar el té la expresión de Todoroki se volvía más relajada. Cuando Ritsu le tocó el hombro para que fueran a desayunar juntos lo que les preparaba el guardia imperial, el mago se paró y movió hasta la mesa, volvió a sentarse en un cojín alcochado y vió lo que tenía delante. Eran bocadillos muy decorados con azúcares altos, frutillas y té con olor a canela.
Nunca había sido exigente con la comida. Lo que tenía delante, lo comía. Pero el menú de la clase alta de Yuei nunca fue de su gusto y le caía mal al estómago tanta concentración de dulces.
—Tenya, a Katsuki no le sirvas eso —se escucho la voz del cuarto príncipe que se levantaba del suelo, sintiendo las piernas rígidas y dolor en su espalda que iba disminuyendo con el té —Le traje té negro, bocadillos de vainilla bañados en chocolate y pan de sésamo. No me parece que coma otra cosa. Están en mi maleta.
Iida asintió con diligencia, como a su espada sagrada le gustaban mucho todos esos dulces azucarados pensó que para el mago al estar en su forma de niño sería lo mismo, además de que no hizo ninguna protesta cuando le sirvió. Pero ahora que veía su expresión, estaba frunciendo la nariz ante el polvo azucarado sobre los brownies de chocolate. Le pareció extraño que no expresará su disgusto por el desayuno, tal vez no quería ser maleducado. Valoro ese esfuerzo de comerse el desayuno aún si no le gustaba y fue en busca de la maleta de Todoroki para sacar lo que le dijo. En lo que preparaba ese desayuno aparte, el de ojos rojos miro hacia el cuarto príncipe que se dejaba caer a su lado en otro cojín, sentado sobre sus rodillas y flexionando el brazo.
No sabía qué decirle, se sentía agradecido y a la vez molesto porque hubiera soltado tan fácilmente que le disgustaba el desayuno.
—Dilo, carajo —terminó gruñendo y haciendo que el cuarto príncipe le viera con una ceja alzada de manera interrogante —Que soy jodidamente quisquilloso o un Bakugou con gustos delicados.
—No estaba pensando en eso. Es decir, ¿no son comunes las preferencias? —se inclino para ver mejor el rostro del niño huraño que tenía las manos apretadas sobre su regazo y una expresión muy linda de molestia —Que te gusten esas cosas no te hace quisquilloso. Si te ofende tanto, solo quería ser amable contigo al traerte lo que sé que desayunas.
—No hacia falta —dijo el cenizo.
—No —estuvo de acuerdo el bicolor, dejando la taza sobre la mesa y sonriendo hacia el líquido en ella —Pero has hecho tantas cosas por mí, que quería hacer alguna por ti.
Katsuki sintió su rostro ponerse rojo y se apresuró en ponerse la capucha para que Shoto no lo viera. Pero como el cuarto príncipe estaba tan relajado gracias al efecto del té, apenas le prestó su atención. Cuando Tenya termino de hacerle su té negro y le pasó sus bocadillos de vainilla bañados en chocolate, el cenizo los tomo con cuidado y se dispuso a comerlos, olvidando el extraño bochorno que sintió en lo que degustaba su desayuno.
Pasaron una buena hora en paz hasta que la puerta del vagón continúo se abrió, revelando las figuras de Denki y Kyoka, el primero usando un traje de color verde sedoso largo y la segunda un vestido violeta que le llegaba hasta la rodilla. Debieron haber dejado las pesadas tunicas formales en su vagón.
—Como ya han despertado vinimos a hacer una visita —sonrió el rubio con amabilidad pero el cuarto príncipe le miro con cierta advertencia —Ah, su alteza Shoto no me mire así, prometo no hacerle nada a su prometido.
—Solo nos gustaría conversar con él —hablo la azabache dirigiendo una mirada hacia el mago sentado en la mesa —Si no te molesta, tenemos un asunto que queremos discutir contigo.
Todoroki e Iida se pusieron en alerta al escuchar a la Sacerdotisa de Isoe hablando en el lenguaje de los elfos para comunicarse con el mago. Por el contrario, Ingenium no podía detectar malas intenciones por parte de los elfos, su magia se mostraba honesta y sincera al rondar por el vagón, así que ignoro sus asuntos y siguió comiendo.
A medida que pasaban los escasos segundos y la atmósfera se ponía cada vez más tensa, el mago fue llegando a una conclusión. Se puso de pie e invento a ambos elfos a sentarse en la cama que ocupó anoche. La azabache se sentó junto con él, sus manos alrededor de su larga cadena plateada con el dije de una Luna menguante. En cambio, el rubio se tiro donde antes estuvo el bicolor durmiendo, la espalda contra la pared del vagón, las piernas una arriba de la otra y los brazos flexionados detrás de la cabeza. El de ojos rojos pudo distinguir el tatuaje de sangre en forma de Sol que se asomaba en por su cuello.
No pudo evitar compararlo con el de Hake que se encontraba en el dorso de la mano derecha.
— ¿De qué quieren hablar? —preguntó directamente y ambos elfos intercambiaron una mirada, fue la joven sacerdotisa la que terminó contestando primero.
—Para empezar, queremos darle un poco de contexto y quiero que sepas que no esperamos mucho, ni siquiera que aceptes la petición —inició la de ojos onix —Con que nos escuches ya lo consideramos suficiente.
Katsuki noto al Líder de Gadia haciendo una mueca como para señalar que no compartía esa opinión pero, de todos modos, la azabache siguió hablando y explicando su historia.
Al parecer, cuando eran pequeños, hubo un evento trágico que les cambio la vida a ambos. Jiro y Kaminari siempre habían sido muy unidos pese a pertenecer a distintos clanes, nunca fue un impedimento para su amistad y eventual romance. Pero un día ocurrió algo que cambio su relación, jugando en el Lago de Isoe —cuyo cuerpo de agua iba para todo el mundo y se transformaba en agua dulce y salada dependiendo la región— una tarde cuando eran niños la azabache fue succionada por un pozo y estuvo por ahogarse. El rubio logro socorrerla a tiempo, sin embargo, paso unos minutos muerta. Y al volver a la vida, escupiendo una gran cantidad de agua por la nariz y la boca, lo hizo con una marca en su cuerpo. La marca de Isoe.
Una marca rojiza en el centro de su pecho con forma de gota de agua. Isoe había reclamado a Jiro Kyoka como su sucesora, algo que no había pasado desde hace doscientos años en el Clan de los Elfos y fue motivo de celebración, una manifestación de la naturaleza que no ocurría todo el tiempo. Proclamaron a la joven azabache como la Sacerdotisa de Isoe y empezaron a entrenarle para ese papel que nunca en su vida pidió.
La obligaron a entrar en aislamiento por muchos, muchos, muchos años. El Sacerdote o la Sacerdotisa de Isoe eran elegidos por los Concejales de los Clanes de Elfos según sus poderes y su manera de tratar con el factor humano. Aparte de que servir al Dios del Mar y el Viento impliacaba un alto nivel de educación y sabiduría, se esperaba que aquel que tomara ese titulo estuviera a la altura de las expectativas. Como Jiro no lo estaba —ni siquiera paso por su cabeza que ella estaría en esa selección de jóvenes elfos jamás— se le adiestró por todo el clan para estar a la altura de tan enorme tarea. Los Concejales la aceptaron únicamente por haber sido elegida por Isoe, de otra manera, no la hubieran tomado en cuenta ni por asomo. La separaron de sus padres, de sus amigos, de sus conocidos, de todo aquel que conociera a su yo antes de ser elegida —para que no diera una imagen indigna al hacer su debut— y la encerraron en los Árboles de la Oscuridad, el lugar de educación de los clanes de Elfos que servían devotamente a Isoe.
En ese tiempo, Denki no pudo hacer nada. Observó impotente como su mejor amiga era alejada de su lado. La vio llorar en los brazos de sus padres. La escucho gritar de frustración e impotencia desde los Árboles de la Oscuridad. Juraba que podía sentir su dolor y soledad como si fuera el suyo. Su perdida le afecto tanto que paso de ser un elfo carismático y alegre, a uno distante y poco hablador. Rogó al clan de Isoe que lo dejarán entrar a hacerle compañía. Que fuera de Gadia no le impedía que le otorgarán una audiencia con la joven sacerdotisa. Pero no fue hasta muchos años después que lo aceptaron y cuando lo hicieron, él ya era un joven elfo y su amiga también.
Kyoka se sintió tan feliz la primera vez que lo vio que casi se olvidó de seguir el procedimiento adecuado para recibir a sus invitados. Por suerte, lo recordó y lo trato de manera formal, algo que le dolió muchísimo al rubio que esperaba un abrazo de la joven muchacha tan bella que portaba las tunicas largas de sacerdotisa, usaba un collar en forma de Luna menguante y tenía el cabello azabache corto hasta las orejas puntiagudas. Pero Denki no se deprimió por eso, ese día, en una sala oscura y cerrada, se puso de rodillas y le hizo un juramento a la azabache.
Le juro que haría que Isoe le quitará la carga que le dió ese día.
Una semana después de eso, en un día calurosos dentro del bosque de los elfos, el rubio sintió un escalofrío recorriendo su espalda y al alzar la vista al cielo, noto nubes negras de tormenta. El evento era extraño considerando las temperaturas pero todos los elfos, excepto él, fueron a buscar su refugio. La lluvia cayó poco después que todos se fueron, fría sobre su cuerpo y siendo el mensaje de algo más importante.
Isoe aceptó su reto. Gadia se puso de su lado. Le cayó un rayo resplandeciente del cielo que le hizo gritar hasta que sus cuerdas vocales se deshicieron y que se desmayara en medio del bosque, o más bien, que muriera en el pasto mojado. Cuando volvió a abrir los ojos, el rubio estaba en la casa de uno de los concejales de Gadia, que le miraba con un gesto entre impresionado e incrédulo.
Porque tenía un marca rojiza de un sol en el cuello.
—La Diosa del Sol y el Fuego no es tan exigente como el Dios del Mar y el Viento. Cuando Denki logró dominar con excelencia sus poderes, se le dió su título de Líder de Gadia. Fue nombrado muchos años antes que yo. Unas cuatro décadas antes en tiempo humano —explicó la azabache —Su primer pedido fue una colaboración conmigo, para que pudiera salir del bosque más seguido y poder interactuar con el mundo humano.
—A Kyoka siempre le causaron curiosidad los humanos. Después de ochenta años confinada a los Árboles de la Oscuridad quería que pudiera ver un poco de todo y participar en las cosas que le interesaban —agrego el rubio con una sonrisa afectuosa hacia la de ojos onix —Sin embargo, la razón por la que queremos hablar contigo es debido a los Concejales.
—Denki hizo una apuesta con los Concejales hace poco menos de unas semanas. Apostaron nuestro...—se sonrojo ligeramente la azabache —Matrimonio.
Katsuki asintió con la cabeza comprendiendo un poco hacia donde iba la situación de ambos elfos. No podía evitar sentir empatía hacia ambos por la manera en que llevaban sus situaciones. Los Elfos eran seres de grande compromisos y con creencias muy fuertes, pero cuando se trataba del amor eran ciegos y devotos a ese sentimiento, ignorando todo lo demás y sus consecuencias.
La idea de que tuvieran dos figuras en el Clan de los Elfos era para poder dividir sus opiniones de manera imparcial. Si esas dos figuran se casaban, la imparcialidad quedaría anulada, los que seguían a Isoe no sabrían si tendrían que mostrarse más abiertos con los humanos —y seguramente no les gustaría la idea— y los que estaban del lado de Gadia pensarían que tendrían que estar ocultos —algo que, por descontado, se podía asumir que tampoco les gustaría— para sobrevivir. El mago no podía imaginar a los Concejales de elfos aceptando ese matrimonio, mucho menos entre dos figuras que fueron marcadas por los Dioses Isoe y Gadia. Causaría muchísimas discordias y conflictos internos.
—Denki apostó que podía cumplir con la última voluntad de Hake Kaminari, que es la de que Katsuki Bakugou visite su tumba al menos una vez —reveló la azabache —Por supuesto, en el bosque los Concejales saben de tu regreso desde hace tiempo, pero no han querido interferir con el orden natural de los eventos. Y asumen que a ti tampoco te gustaría estar inmerso en nuestros asuntos, así que aceptaron la apuesta.
— ¿Y les dieron un límite de tiempo? —cuestionó el cenizo.
—No, pero se espera que no nos demoremos mucho —respondió el rubio y se enderezó para mirar fijamente hacia los ojos rojos del mago —Kyoka no quiere usarte como hicieron el resto de los humanos. Por eso, a cambio de que nos ayudes, nosotros te ayudaremos en todo lo que quieras. Incluso puedo patear al cuarto príncipe cuando te moleste si me lo pides, Katsuki.
El mago soltó un bufido que sonó hacia una risa y volteo hacia donde Shoto y Tenya estaban, no les habían sacado el ojo de encima en ningún momento y portaban expresiones muy serias que le hicieron reír. Extrañamente, encontraba un poco lindo aquel puchero del cuarto príncipe por no saber de qué mierda estaba hablando con los elfos.
—Te lo pediré si lo necesito —aseguró y el rubio asintió con la cabeza, después agrego —Entonces, ¿solo tengo que visitar la tumba de Hake y los dejarán casarse?
Ambos elfos asintieron. Los Concejales pensaron que era tan imposible que eso pasara que ni siquiera se molestaron con agregarles otra condición.
—Bien, es la petición más simple que he escuchado en toda mi vida y no me jode tanto cumplirla —sonrió levemente el cenizo notando los rostros iluminados de los elfos —Cuando termine lo de Shoto, haremos una rápida visita a Hake.
Kaminari soltó lo que sonó como un grito de victoria y sin darle ningún aviso, lo agarro del brazo y lo tiró hacia abajo para abrazarlo fuertemente, haciendo que el pequeño cenizo se asfixiara contra su pecho. En cambio Jiro estaba tan sorprendida de que hubiera aceptado, que pequeñas lágrimas que se esforzó por ocultar salieron por sus ojos y bañaron su rostro, murmuró repetidas veces "gracias" en lo que el rubio seguía asfixiando al cenizo.
— ¡Carajo, suéltame, suéltame! —reclamaba el niño pero el elfo estaba tan contento que ni lo escuchaba — ¡Suel...!
Estaba por seguir gritando en el idioma de los elfos cuando alguien lo alejó de los brazos del rubio y lo llevo contra los suyos. Aliviado de que el aire entrara a sus pulmones, el mago miro a su salvador de cabello bicolor, fingida —y aterradora— sonrisa cordial y ojos fríos y duros como el hielo.
—No sé de qué estaban hablando pero le agradecería al Líder Denki que no tocará tan libremente a mí prometido —hizo enfasis en la palabra el bicolor —Más en el estado físico que tiene en el que fácilmente podría lastimarlo.
— ¡Ni que estuviera hecho de cristal, bastardo! —gruño ofendido el mago pero el bicolor lo ignoro.
—Si nos disculpan, mi guardia personal me comentó que Katsuki estaba interesado en aprender sobre el tren y tengo unos cuantos libros que pueden interesarle.
Katsuki quiso soltar una protesta pero al escuchar la palabra "libros" y "tren" su cabeza le recordó su conversación en la mañana con Mei. Sinceramente, quería saber muchísimo más sobre la máquina que funcionaba tanto con energía mágica como humana. La académica no podía resolver todas sus dudas mientras trabajaba y siempre le encantó descubrir las cosas por su cuenta. Mirando a Shoto, se dió cuenta por la manera en que la comisura de sus labios se elevaba que estaba muy satisfecho de haberlo convencido tan rápido de abandonar a el Líder de Gadia y la Sacerdotisa de Isoe al irse a el último vagón a leer esos libros.
Pero, por alguna razón, no se enojo por eso.
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