Capítulo 27
— ¿Por qué te enojas? No es como si hubiera hecho algo diferente a lo que acordamos —se quejo el rubio con un puchero —Además, ¡tú fuiste la primera en usar nuestro lenguaje con Katsuki!
— ¡Es diferente, idiota! Podría tratarse de un simple mago súper dotado e inteligente que sabe nuestro idioma, no pensaba que realmente fuera él —le agarro de las mejillas la azabache y se las estiró con fuerza — ¡La flor de Hake-sama pudo haberlo matado!
— ¡Pero no lo hizo! —discutió el de ojos dorados sintiendo un horrible dolor en su rostro que estaba siendo cruelmente torturado por la Sacerdotisa — ¡La flor de mí tatarabuelo funciono! Quería una prueba contundente de que fuera Katsuki Bakugou.
—Lo sé, pero no era necesario arriesgar su vida —bufó la azabache soltando la cara del contrario y suspirando —Conseguimos que los Concejales aceptaran la estúpida apuesta que hiciste, ¿por qué estás tan ansioso y tomas tanto riesgo?
—Porque se trata de la oportunidad que tengo de estar contigo, Kyoka.
La Sacerdotisa de Isoe se puso roja, sus manos apretaron los bordes de su vestido y se negó a mirar la honestidad en los ojos dorados del Líder de Gadia. Ella se enojo mucho cuando uso la flor de Hake con el mago de cabello cenizo y ojos rojos, la Flor de la Inocencia se creo para usarse en una única persona y si alguien más la tocaba, moriría. Hake Kaminari la diseño para que únicamente Katsuki Bakugou pudiera tocarla una vez más, no permitiría que nadie más lo hiciera, así de grande fue su amor filial por el niño.
Usar la Flor de la Inocencia fue arriesgado. Pero cuando veía a Kaminari siendo tan honesto y directo, no podía enojarse. Jiro tenía mucha debilidad cuando se trataba de él, la fuerza de enojarse en su contra le duraba poco y en menos de dos minutos ya lo estaba perdonando. Le tomo de la mano y el elfo rubio sonrió alegremente, intento mantenerse firme, pero no servía de nada cuando su rostro se encontraba notoriamente sonrojado y se seguía negando en mirarlo a los ojos.
Siguieron hablando un poco más en el lenguaje de los elfos.
—Tenemos que ser honestos con él. No soportaría la idea de no hacerlo —declaró la de ojos onix —Los humanos lo usaron terriblemente. Quiero contarle porqué estamos aquí, que lo sepa y que opine al respecto.
—Esta bien, Kyoka. A mí tampoco me agrada la idea de causarle daño al chico que mi tatarabuelo describió como "perdido, poderoso y aterrado" —frunció ligeramente el ceño el rubio —Pero no sé me ocurre como explicarle lo que necesitamos.
—No es muy complicado, considerando con que basta con que visite la tumba de Hake-sama —dijo la azabache —Seamos de ayuda con lo que sea que tenga que hacer con su alteza Shoto. Así no me sentiré tan culpable al pedirle ayuda.
Denki asintió y beso la mejilla de Kyoka para que volteara a verlo, ella lo hizo, un poco molesta por la sorpresa pero después cuando el rubio se le acercó, no retrocedió y acepto su beso. Estuvieron en eso menos de unos dos minutos hasta que escucharon por sus agudos oídos sonidos de pisadas, se separaron e intentaron parecer tranquilos. El rubio mantuvo las manos en las rodillas, viendo de reojo las esposas mágicas que tenía en las muñecas y bufando con disgusto, no le gustaba la sensación de su magia siendo oprimida pero la mirada de Todoroki dió realmente mucho miedo cuando el cenizo se desmayó. Por otro lado, la azabache siguió mirando por la ventana, viendo el paisaje, los árboles, el cielo que iba oscureciendo.
La puerta abriéndose no los tomo por sorpresa. Se quedaron tranquilos, aunque sentían los corazones latiendo fuerte y las manos ansiosas por volver a tocarse.
—Líder de Gadia, Sacerdotisa de Isoe, su alteza Shoto me ha mandado a quitar las esposas y preguntarles qué les gustaría cenar —entró Iida al vagón, con un porte serio pero que mostraba amabilidad y cordialidad —Con su permiso.
El guardia imperial se acercó hasta los asientos donde se encontraban los elfos, se arrodilló en el piso y le quitó las esposas al rubio que le sonrió aliviado, después se puso de pie delante de ambos y espero sus respuestas.
—Te llamas Tenya Iida, ¿no? —cuestionó el de ojos dorados —Puedes llamarnos Kaminari o Jiro. No hacen falta tantas formalidades si estamos viajando juntos.
—Agradezco la amabilidad pero tendré que rechazarlo —se inclino el guardia de forma respetuosa — ¿Qué les gustaría cenar?
—Saldremos al pueblo de Meishan por comida —respondió la azabache girando la cabeza hacia el guardia — ¿Cómo se encuentra Bakugou?
—El prometido de su alteza Shoto —hizo enfasis el guardia imperial en la palabra —Se encuentra en perfecto estado. Pese a lo que le haya hecho la flor que le dió el Líder de Gadia.
—Ya dije que era un remedio —mintió sin ninguna alteración el rubio —Sentía su magia muy alterada y la flor lo ayudara con eso. Hará que tome su forma más joven por unos días solamente.
—Aún así, hubiera sido bueno avisar —atacó el guardia imperial pero después se quedó un momento en silencio y agrego —Su vagón permanecerá abierto pero, les pido que no vuelvan muy tarde. Habrá un par de empleados haciendo guardia en caso de que quieran atacar el tren.
—Oh, ¿y si les ahorramos el trabajo?
Tenya observó como de la mano derecha del Líder de Gadia empezaron a salir pequeños rayos que se parecían a los truenos en las tormentas de la estación otoñal y de la mano izquierda de la Sacerdotisa de Isoe se esparcieron lo que imagino eran pequeñas sombras oscuras. Los rayos y las sombras salieron de la ventana al lado de la azabache, cubriendo parcialmente las demás ventanas y el guardia imperial no tuvo ni que preguntar qué hicieron ambos elfos cuando escucho el sonido de un trueno cayendo haciendo eco entre las paredes metálicas del tren.
— ¡Ya está! ¡Protección de Elfos de la mejor calidad! —aplaudió el de ojos dorados — ¿A Katsuki y su alteza Shoto les molestaría cenar con nosotros en Meishan? Quiero disculparme por hacer enojar tanto a su alteza.
—Se lo comunicaré a su alteza —asintió el guardia imperial —Pero es posible que responda que no.
—No puedo imaginar porqué se negaría —se rió el rubio.
A veces, realmente, no entiendo a ciertas personas.
Iida se dió la vuelta para abandonar el vagón, cerro la puerta y vio que Ritsu le miraba con un poco de curiosidad.
—Siento la magia de los elfos en el tren —avisó el niño — ¿Se lo pediste?
—No, lo hicieron voluntariamente —contesto el guardia —Ritsu-kun, no tengo mucha idea de la magia de los Elfos, solo que es poderosa en cuanto protecciones y que puede controlar toda magia de la naturaleza, ¿sabes algo más aparte de eso que crees que deba tener en cuenta?
—No. Pero sería bueno que tuvieras en cuenta que los Elfos son criaturas muy parecidas a los humanos —se giro el niño —Pero cuyos sentimientos son más intensos y no pueden extinguirse sin importar el tiempo que pase.
Ritsu miraba a Katsuki, el cuál estaba con la capa de Shoto cubriendo sus rodillas y leyendo un libro, mientras que el cuarto príncipe preparaba lo que parecía ser un té. El cenizo se encontraba agazapado en una esquina, era un niño más pequeño que él, delgado y bajito, con ojeras y el cabello finito, las puntas de sus dedos estaban llenas de cortadas y podía ver en su dorso pequeñas cicatrices.
Desde que lo vio la primera vez tuvo miedo de acercarse, porque esa era la forma "original" de su creador, la de un niño indefenso y escuálido. Le hacía sentir rabia y tenía miedo de decir algo que no debía en su presencia. Así que se mantenía a una prudente distancia pero lo suficientemente cerca por si el cuarto príncipe hacia algo que pudiera disgustarlo.
— ¿Estás bien, Ritsu-kun? —preguntó el más alto al notar el rostro tenso del menor —Pusiste mala cara.
—El tren me da algo de mareo —sonrió el niño para evitar preocupar al guardia imperial —Nada grave.
—Oh, toma asiento unos minutos entonces —sugirió el más alto — ¿O te gustaría bajar para ver Meishan? Es un pueblo pintoresco.
—Prefiero quedarme adentro —declinó el niño —Escuche que Todoroki y tú saldrían del tren a comprar lo que necesitamos.
—El mago Katsuki nos confecciono una lista muy detallada que se ajusta a nuestro presupuesto —algo que impresionó al guardia imperial por la cantidad de cosas que eran —Con insumos que podemos conseguir fácilmente en Meishan, ¿no quieres salir del tren debido a eso? ¿quieres hacerle compañía?
—Se transformo en un niño y quedó, parcialmente, indefenso —en el sentido psicológico, ya que, en realidad esa era su forma más fuerte para usar la magia —No me agrada la idea de dejarlo solo.
Iida pensó que esa consideración se debía a que Ingenium tenía un sentido de la justicia bastante alto. Nunca le pasó por la cabeza que Ritsu lo hacía porque quería verdaderamente quedarse con el mago y cuidarlo de manera devota.
No le insistió con que fueran a Meishan y después de un rato, él y Todoroki dejaron el tren.
Katsuki estuvo quieto diez minutos. Escucho los pasos de Shoto y Tenya alejarse. Los pasos de los Elfos también. El ruido que hizo la locomotora al apagarse. Lo único que quedó fue el viento, el sonido del viento le hizo pensar en Izuku y empezó preguntarse si estaría bien, si ya habría llegado a las zonas fronterizas con Eijirou, si lo recibieron adecuadamente o si lo lastimaron. La angustia empezó a manifestarse en su magia, elevando el libro que tenía el cuarto príncipe para entretenerse y que le prestó al verlo aburrido, levito también las tazas blancas, el azucarero y un par de cojines. Podía ver lo que estaba haciendo pero no conseguía detenerse.
Mierda, no servía para estar solo. Odiaba estar solo. Pensaba, pensaba y pensaba. Su cabeza lo torturaba y no tenía nada para distraerse. Prefería seguir hablando con el cuarto príncipe sobre el ritual que esperar para la maldita cena de esa noche.
El cenizo se bajó del asiento, sintiéndose un poco desequilibrado por la diferencia de altura que tenía ahora con su entorno, desde la otra punta del vagón Ritsu se acercó a ayudarlo. La espada que creo era más alta que él por una cabeza y su cuerpo más ancho, haciendo que quedara cubierto por su sombra. Su tacto, su calor y su magia familiar —porque era suya— le hicieron sentirse menos tenso e inquieto, pero aún así la sensación de ansiedad no lo dejaba tranquilizarse por completo.
— ¿Quieres salir Katsuki-niisan? —adivinó la espada que estuvo viendo las expresiones de inquietud en el mago desde que todos se fueron.
—Sí, con urgencia —gruño el cenizo, arreglando la capucha sobre su cabeza y ajustando su ropa con magia para que no le quedará holgada —Imagino que no me vas a dejar irme solo.
—Podría ser peligroso —respondió simplemente el niño, poniéndose una chaqueta y un par de botas.
—Yo soy peligroso —dijo el mago abriendo la puerta del vagón con un poco de dificultad debido a lo pesada que era para sus delgados y débiles brazos —El que me quiera hacer algo será el que tenga problemas.
Ritsu sonrió levemente y salió detrás del cenizo a la parada del tren, una butaca de madera en un estado más humilde de la que el mago vio en Yuei y mucho más pequeña. Pero pudo ver desde el exterior como las vías de metal se seguían extendiendo por metros y metros más hacia el bosque. Cuando pasarán Meishan, estarían todavía más cerca del Muro del Dragón, una estructura que nacía en las zonas de fronterizas de los Bakugou y cubría todo Yuei, menos las Playas del Paraíso. Un muro de piedras negras gigante que se extendía como si fuera una montaña y estaba cargado de una magia ancestral poderosa.
Katsuki tuvo ganas de vomitar al pensar en eso. Ojalá pasarán por la puerta del muro durante la noche, así no tendría que verlo. Pero de todos modos, sentiría su magia y la culpa lo invadirá haciendo que quiera volver a esa puerta por voluntad propia una vez más.
El viento frío de la noche lo saco de sus pensamientos e hizo que elevará la cabeza hacia el pueblo de Meishan, el cuál estaba iluminado por faroles y por las personas que caminaban con sus veleros en mano. Se podía oler la comida callera, las risas de los niños que caminaban por las calles y la música que tocaban en las posadas los viajeros por unas cuantas monedas. Parecía ser un pueblo rural común y bastante animado.
—Katsuki-niisan, espere, nos vamos a perder —lo detuvo Ritsu agarrando al cenizo por el hombro para que dejara de caminar —Hay muchas personas.
Katsuki dejo que la espada lo arrastrará hacia una esquina de un puesto donde las personas no los chocarían, podía escucharlos reírse y verlos comer sin preocupaciones. Se perdió un poco en eso, ¿cómo era posible ser así? ¿vivir únicamente pensando en uno mismo y su felicidad? Para él se sentía como un lujo el poder elegir ciertas cosas, incluso ahora se sentía como un lujo el no tener nada que hacer y eso mismo le hacía sentir culpable y que buscará hacer algo por su cuenta. No podía estar quieto, se le juntaban la ansiedad y la angustia en su interior, pensaba en todos los errores y pecados que cometió.
Por eso, cuando Eijirou destrozo su casa, se sintió, en parte, feliz y aliviado. Apareció alguien con quién podía desquitar parte de la ira, la frustración e impotencia que sentía, pudo sacar a flote sus sentimientos por una vez. Y luego, Izuku, alguien a quien podía cuidar, que necesitaba su protección, que tenía miedo y que querría depender de él.
Sin ellos, el cenizo estaba seguro que no hubiera durado mucho tiempo en el bosque, aún si construyó una casa, aún si pensó en ir a Yuei y vivir ahí, aún si quería vivir, estaba convencido que hubiera sido cuestión de días antes de que se ahorcara en algún árbol o que fuera a pedirle a Mori algo muy cruel. Seguía vivo gracias a ellos.
¿Y si algo les pasaba? ¿Y si los Bakugou, si esa mujer llamada Mitsuki les hacía algo? ¿Y si el bosque le hacía algo al pecoso? ¿Y si no podía controlarse? ¿Y si Yuei se convertía en un bosque mientras él no estaba para evitarlo? ¿Y si...?
— ¡Cuidado, cuidado!
— ¡¿Qué es esto?!
— ¡Un tornado, corran, corran!
— ¡Katsuki-niisan! —grito alarmado Ritsu — ¡Katsuki-niisan!
El niño no sabía bien qué pasó, le quitó los ojos por un segundo al cenizo para ir a buscarle un bocadillo —creia que eso podría ayudarlo— y cuando estaba volviendo un tornado se encontraba en el lugar, arrasando con un puesto de chucherías y asustando a los pueblerinos.
— ¡Katsuki-niisan!
El cenizo escucho el llamado desesperado de Ingenium y vio lo que había hecho, el viento lo protegía de las demás personas que corrían de un lado al otro, el pecho se le apretó y se tapó los oídos, intentando olvidar todas las cosas que su cabeza le quería obligar a recordar.
La muerte de su madre, sus primos, los Lobos Negros. La muerte de su padre. La muerte de Yue. La masacre de las Montañas Akiha y Kino. El monstruo Shigaraki. La espada One For All y su primer portador. Yuki Hirose. El acuerdo con el señor feudal Todoroki. La creación del Muro del Dragón.
Todos esos eventos, todas esas personas, cada una especial a su forma, apuntando su dedo a su espalda como si fuera una daga afiliada y repitiendo una palabra.
Monstruo, monstruo, monstruo.
¡Monstruo!
Katsuki se mordió los labios, inhaló profundamente y exhaló, su cuerpo temblaba y sus ojos soltaban lágrimas, pero logro calmarse sofocando sus sentimientos y mandando al carajo todos ellos. Se puso de rodillas en el suelo, con la frente tocando la roca caliza de la que estaba hecho, su garganta soltó un grito agudo y elevado. El viento dejo de rugir en sus oídos y el cansancio en su pequeño cuerpo se hizo presente, escuchó los pasos de alguien acercándose apresuradamente y agachándose a su lado. Como estaba llorando no quería alzar la cabeza, solo quedarse ahí tirado y no moverse.
Había olvidado que la Flor de la Inocencia sacaba a relucir todos sus sentimientos, sin que tuviera la mínima oportunidad de sofocarlos hasta que era tarde pero haciendo que después sintiera la mente y el corazón ligeros como una pluma.
Aún así, el proceso era muy doloroso. Sacaba muchos sentimientos a flote y recuerdos que guardo muy dentro suyo para jamás volver ver.
—Katsuki-niisan, tranquilo, ya pasó. Ya pasó —repetía Ritsu frotando la espalda del cenizo, escuchando sus sollozos y los gruñidos que soltaba —Se termino. Termino.
Katsuki asintió, la cabeza le daba vueltas y sentía el rostro sucio de todo lo que lloro aparte de la tierra debido a que la apoyo contra el suelo. Intento sentarse pero entonces sintió un empujón y vio que Ritsu lo estaba cubriendo de un grupo de personas que se acercaban, se veía nervioso y pudo entender porqué cuando vio los rostros que los miraban.
La Sacerdotisa de Isoe, el Líder de Gadia, Shoto Todoroki y Tenya Iida.
—Ritsu-kun —lo llamo el guardia imperial viendo por sobre el hombro del niño al cenizo en suelo, con el rostro húmedo y sucio — ¿Qué sucedió?
Kaminari y Jiro habían escuchado la conmoción desde el restaurante que eligieron en la posada de la calle principal y al sentir la magia poderosa en el aire, no dudaron en salir de ahí para ver qué pasó. Todoroki e Iida estaban en el mercado, así que vieron a las personas corriendo y gritando de un lado al otro cuando empezó todo, se acercaron para ver qué pasaba y si podían ayudar en algo. Los cuatro se encontraron delante del tornado cuando había acabado, escucharon los gritos de un niño y tuvieron el mal presentimiento de saber de quién se trataba.
En el momento en que vieron a Ritsu corriendo apenas el viento se acabó, agacharse delante de la figura que quedaba en el suelo y consolarlo, supieron que era Katsuki el que causó tal descontrol. Y cuando lo vieron el suelo, con lágrimas empapando su rostro y un poco de tierra en sus mejillas, empezaron a acercarse.
El cuarto príncipe no podía describir cómo se sentía delante de esa imagen. Era una mezcla de ira y frustración que no sabía explicar. Se quedó callado al lado del guardia imperial que hizo primero las preguntas a Ingenium que se paró delante del mago como si tuviera miedo que le hicieran más daño.
—Katsuki-niisan se...—empezó a explicar Ritsu que sintió un tirón en su ropa y al girar se encontró con el cenizo estaba negando con la cabeza, parándose y ocultandose detrás suyo — ¿Katsuki-niisan?
—No les digas —susurro el de ojos rojos con la voz rasposa por el llanto —No les digas.
Ritsu hizo una mueca. Por un lado, le debía honestidad a Iida al ser su espada, estaba creada para eso, la honestidad y la sinceridad hacia sus amos. Por otro lado, su creador a quien adoraba y deseaba proteger le estaba pidiendo que no dijera nada acerca de lo que acababa pasar que, en palabras humanas, debía ser un ataque de pánico mezclado con magia. Dudo bastante pero, finalmente, se dió la vuelta y abrazo al cenizo contra su pecho, para que los demás no pudieran verlo. El cenizo le devolvió débilmente el abrazo.
—No les digas —repitió.
—No lo haré —prometió y giro la cabeza para ver al guardia imperial que esperaba su respuesta —Lo lamento, Tenya.
—...De acuerdo, está bien, ¿el mago Katsuki se encuentra herido? —preguntó el más alto y la espada negó con la cabeza — ¿Quiere volver al tren?
Ritsu sintió a Katsuki asintiendo contra su pecho y le transmitió esa información a los demás. La Sacerdotisa de Isoe quiso acercarse para calmar a el mago con su magia pero la mirada de advertencia de Shoto la hizo retroceder y que se quedará al lado del Líder de Gadia.
—No debiste darle la Flor de la Inocencia —susurro en su idioma a el rubio —Ahora su alteza Shoto está en nuestra contra.
—En mi defensa, pensé que era un matrimonio político y que no sentía nada por Katsuki. No esperaba que se enojará tanto —se encogió de hombros el de ojos dorados — ¿Crees que tenga sentimientos por él, Kyoka? Entonces sí que tendría derecho de estar enojado conmigo. La flor del tatarabuelo borra el raciocinio y hace que afloren los sentimientos negativos.
—Aún no sé porqué creo esa flor. Parece más un castigo que un regalo —suspiró la azabache —Aunque quizás deseaba que Katsuki pudiera expresar un poco el dolor que sentía.
—Es una posibilidad. En ese entonces, tal vez, no era tanto el dolor como el que lleva ahora —reflexionó el rubio —Parece...como que necesita llorar por décadas para aliviarse.
La Sacerdotisa de Isoe asintió cuidadosamente con la cabeza y junto con el Líder de Gadia se dispusieron a acompañar a el guardia imperial, al bicolor y a los niños devuelta al tren. Katsuki quiso caminar muy por detrás de todos pero no deseaba alejarse de Ritsu —el único con quién se sentía un poquito seguro— que iba casi al frente. Sus pies se arrastraban por la tierra y dejaban atrás el caos que causó, se detuvo un segundo y volteo para ver el pueblo.
¿No lastimo a nadie, verdad? ¿El viento no azotó a alguna persona? ¿Que pasaba si alguien murió por su causa? ¿Y si...?
—Katsuki.
Alguien lo levanto del suelo y lo llevo contra su pecho, el frío le hizo saber que era Shoto y aunque no debería, se sintió seguro cuando lo sostuvo. Sus piernas colgaban flácidamente a los costados y sus manos se sostuvieron de la capa que usaba el cuarto príncipe para cubrirse. Seguía viendo las luces del pueblo a lo lejos y el corazón le empezó a latir fuerte, pensando en los heridos, en las muertes, en la destrucción.
—Katsuki.
El cenizo escucho algo que caía al piso y entonces recordó que el bicolor había dejado el tren para comprar las cosas que le pidió. Todas eran alimentos y un par de remedios para casos de emergencias, pero aún así le preocupó que algo pudiera romperse. Una mano grande apoyándose en su espalda le hizo estremecerse, era fría y ardía, pero no le dolía mucho gracias a su magia.
—Katsuki, dejaremos dinero mañana para que puedan reparar los daños —susurro el bicolor pensando en todas y cada una de las cosas que podrían estar angustiando al mago —No hubo heridos, el viento solo te rodeo a ti y aisló a los demás, no lastimo a nadie. La conmoción no debió durar mucho tiempo. Deben estar todos bien.
— ¿Y si no lo están? —cuestiono en voz baja, escondiéndose en el cuello del más alto y haciendo un enorme esfuerzo por no hacer visible el nudo en su garganta.
—Lo están —aseguró el cuarto príncipe —Mañana puedo comprobarlo, te lo prometo.
Katsuki quiso decir algo más pero termino cerrando la boca y Shoto estaba por agarrar la bolsa que dejó caer al suelo, cuando Ritsu se adelantó y con una mueca ligera módulo "llévalo así hasta el tren" en lo que tomaba la bolsa. Quizás el niño sabía algo que él no, que el cenizo estaba herido o agotado y por eso le pedía aquello. De todos modos, por su cabeza nunca paso la idea de soltarlo una vez lo abrazo. Siguió caminando con el pequeño mago en brazos, con las miradas curiosas de Denki y Jiro y la interrogante de Tenya. Las ignoro y se concentró en el peso del cuerpo en sus brazos, era muy pero muy liviano, olía levemente a naranja y sintió que sus manos eran pequeñas y tenían un par de cortadas.
¿Qué clase de vida había tenido como para que su cuerpo fuera así cuando era un niño? Estaba seguro que él pesaba el doble a su edad, que tenía una altura promedio y no más heridas que un par de raspones en las rodillas.
Los Bakugou consideraban a los niños tesoros. Las madres se caracterizaban por ser sobreprotectoras, amorosas y cuidadosas con sus hijos. Los padres solían ser estrictos con sus hijos pero igual de amorosos y solidarios. Se los educaba desde pequeños pero no tenían que ser formales todo el tiempo, eran libres de jugar en las zonas fronterizas tanto como quisieran, se los alimentaba adecuadamente y tenían magos especializados cuando alguno nacía débil o enfermizo.
Si Katsuki era un Bakugou, ¿por qué tenía ese aspecto tan descuidado y abandonado?
— ¿Te gusta el arroz con carne, Katsuki? —preguntó el bicolor al niño que se había acomodado en su hombro —Trajimos eso para cocinar está noche.
—No tengo hambre —se negó el cenizo.
—No comiste en todo el día y queda un trayecto largo —repuso el cuarto príncipe —Debes comer algo. Por favor.
—...Mierda, bien, no pongas esa expresión —se quejo el de ojos rojos —Comeré.
—Dos porciones —exigió el más alto.
Katsuki rodó los ojos pero asintió y Shoto sonrió, sintiendo por primera vez, un peculiar latido en su corazón.
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