Capítulo 2

—Esto es tu culpa, Izuku.

— ¡¿M-Mía?! ¡Tú me empezaste a perseguir, dragón loco!

Katsuki contuvo su magia, lo mejor que pudo, cuando encontró a un chico de pecas con cabello verde y un chico, en apariencia, de cabello rojo y dientes puntiguados discutiendo en el patio de su casa. La cual, gracias a su poderosa magia de camuflaje y transporte, se encontraba en el bosque de Yuei.

La parte dentro del bosque que se consideraba maldita y llena de criaturas mágicas salvajes, pero ese era un detalle menor. El "patio" de su casa se conformaba con una porción de tierra del bosque iluminada por faroles de color negro. Estaba seguro que los dos malditos que pusieron de cabeza su casa eligieron esconderse en ese lugar porque sabían que no podía matarlos ahí. Ya que en esa parte del patio tenía plantas que usaba para las pociones y otras flores que le gustaba cuidar para la experimentación.

Por supuesto, podía usar su magia para sacarlos de ese terreno y llevarlos a las profundidades del bosque. Pero prefería que pensarán que, por una vez, eran más inteligentes e ingeniosos que él. No les daría la satisfacción por demasiado tiempo.

—Deku, Kirishima —gruño, su magia fluyendo libremente por su cuerpo a diferencia de la Torre, donde se contenía para evitar romper algo —Quiero una puta explicación.

Deku —cuyo verdadero nombre era Izuku Midoriya pero al que él bautizó con ese nuevo apodo por múltiples razones— el chico de pecas y cabello de verde, de unos iluminados ojos esmeralda, se encogió en su posición y le dio una mirada nerviosa. En cambio, Kirishima Eijirou, el pelirrojo de dientes puntiguados, se cruzó de brazos y bufó. Con eso solo, el cenizo supo cuales serían las siguientes palabras que saldrían de la boca de ambos.

—Fue su culpa —declararon ambos a la vez, dándose una mirada de mutuo disgusto e imitando la posición ofendida del otro.

—Dije que quería una explicación de porque mí casa, la que les comparto, quedó hecha mierda —gruño el mago y contuvo, nuevamente, el impulso de llevarse a ambos dentro del bosque y matarlos —No que se echen la culpa mutuamente como niños idiotas. En Deku está permitido, en un dragón es indigno, Kirishima.

El pelirrojo le miró apenado, la cola que escondía detrás de su espalda se agitó y el pecoso hizo un puchero, capaz porque uso la palabra niño y no tanto la de idiota. Después de todo, el de ojos esmeralda podía reconocer sus errores y reconocerlos, a diferencia del dragón que siguió parloteando.

— ¡Pero fue su culpa, Katsuki! Él estaba jugando con mí tesoro —hizo énfasis en sus palabras para demostrar su punto —No debe tocarlo. Se suponía que no tenía porqué tocarlo.

—La espada me escogió, Kirishima-kun, tengo el derecho a usarla —murmuro el de pecas algo molesto para luego mirar al mago e inclinar la cabeza sutilmente hacía la derecha, de manera humilde y demostrando su arrepentimiento —Pero no tenía derecho a destrozar tu casa, Kacchan, lo siento. Quería esquivar a Kirishima-kun, que cuando se dio cuenta que estaba practicando esgrima con la espalda se puso como loco a perseguirme. Iré a limpiar el desastre y enserio que lo lamento mucho.

Katsuki asintió, admirando brevemente el don mágico e inútil de Izuku —aparte, de que era inconciente, haciendo que el pecoso ni notará cuando lo usaba en su beneficio— la sutil e imperceptible alteración en su humor que si bien seguía molesto, ya no se sentía capaz de matarlos por lo que hicieron. Lo dejo irse, en lo que se quedaba viendo hacía el pelirrojo, que estaba de brazos cruzados y estaba tercamente decidido a mantener su punto.

—No quiero dejarte medio muerto, otra vez, Kirishima —vió un leve escalofrío en la espalda del pelirrojo y eso bastó para calmar finalmente a su magia, más que el don del pecoso —Deja en paz a Deku cuando usa ese jodida espada. Tiene razón, es suya.

Es mía —contradijo el pelirrojo pero después su expresión cambio e hizo un puchero, cual niño al que le han robado sus juguetes —Es mí tesoro. No voy a dejar que alguien indigno la use.

—Entonces, deja que en primer lugar se vuelva digno. Si nunca lo usa, nunca lo será —suspiró, sintiéndose viejo y molesto por la razón de eso —Ve a ayudarlo. Ahora. O quemaré tu jodida cola y veré si puedo hacer estofado de dragón para cenar esta noche.

Eijirou entendió perfectamente la amenaza y salió disparado hacía la casa, yendo con el pecoso a ordenarla. No es como si les tomara mucho tiempo, el mago no tenía demasiada cosas en primer lugar. Pero les haría lamentar aquella destrucción a su hogar en la cena, la haría extremamente picante como para tener a ambos llorando toda la noche por un agudo dolor de estómago.

Oh, sí, eso sonaba aún mejor que matarlos piadosamente en la oscuridad del bosque.

—Shoto, espera.

La voz autoritaria venía a su espalda, lo que hizo que girará lentamente y alzará el mentón en señal de reconocimiento. Shoto estaba a mitad de camino a reunirse con Fuyumi, para ir hacia la Torre a llevar a cabo la primer parte de un elaborado y complicado plan.

Que Enji no supiera de ese plan era ser demasiado ingenuo por su parte. Pero el bicolor veía como positivo que no hubiera hecho el intento de intervenir, más que verlo medio molesto en las cenas y en la corte imperial con gestos obtusos, su padre se mantuvo alejado de sus asuntos y confiando en su juicio.

Ahora, suponía, que quería demostrar que estaba preocupado.

O tratar de hacerlo entrar en razón antes de que fuera demasiado tarde.

—Shoto —renovó el llamado, menos autoritario y con un toque cálido —Es la última vez que te lo preguntaré, ¿estás seguro de tu decisión? ¿cómo hermano, como mí hijo, como sucesor legítimo del trono?

Shoto nunca había estado más seguro de algo en su vida. Era la elección correcta. La mejor para Yuei. La mejor para su familia.

No la mejor para él. Pero ese punto no importaba.

—Sí, lo estoy —afirmó firmemente convencido —Es la mejor decisión, viejo.

Enji se le quedó viendo y el menor logro reconocer como los ojos celestes de su padre se volvían levemente transparentes, como lo habían hecho en aquel día, cuando los encontró a él y a su madre rodeados de nieve y sangre, pálidos cómo cadáveres, pero solamente uno de los dos estaba realmente muerto.

Shoto respiro hondo, no sintió el hombro derecho hasta que la mano pesada del pelirrojo se apoyó sobre él y le transmitió algo de calor, eso le hizo relajarse pero no permitió que su padre viera que también le provocó cierto dolor. No quería hacerlo sentir más culpable de lo que ya debía sentirse.

—Confió más en tu juicio que en el de los demás, Shoto, porque has tenido que madurar mucho más rápido que lo que cualquier otro niño —dijo el mayor en un tono serio —Pero puedes apoyarte en tus hermanos mayores y en mí, cuando sientas que es demasiado.

—Por eso mismo es que voy a buscar a alguien más que cumpla ese papel —respondió en un tono bajo el bicolor —Porque cuando sea demasiado, ustedes no podrán detenerme.

Enji frunció el ceño, abrió la boca levemente pero no respondió, soltó su hombro y se dio la vuelta, la capa roja moviéndose a su paso.

—Elige sabiamente, Shoto —susurro, por último, antes de irse.

Si supieras que elegí al candidato más peligroso posible.

Había que agradecer los pequeños milagros o en que su padre creyera que no estaba tan loco como para cometer la locura que estaba por hacer. Que siguiera pensando que era racional y lógico, mientras pudiera.

Por supuesto, en su opinión, su candidato era razonable y lógico, pero sabía claramente que eso no lo salvaría de la cólera de Enji cuando se enterará. Oh, estaría metido en numerosos problemas y seguramente Touya también pondría el grito en el cielo cuando se enterará. Ni que decir de Natsuo, era una verdadera suerte que no estuviera en Yuie todavía.

Pero bueno, era muy tarde para dar marcha atrás y sus hermanos mayores, junto con su padre, comprenderán que era necesario. Algún día.

El joven príncipe salió del castillo en dirección a la entrada, donde un carruaje bastante grande, adornado y vigilado por dos guardias reales, le esperaba. Dándole un saludo a los hombres uniformados que los acompañarían a él y a su hermana a la Torre de Yuei, se subió al carruaje y se topó con los ojos grises de su hermana, que había eligido para la ocasión un vestido azul claro, con adornos de flores y el cabello ligeramente atado en la parte de atrás. Lo evalúo unos segundos, antes de suspirar rendida —debió haber creído que querría retroceder en el último segundo— y dar la orden a los caballeros de que se podían mover.

—Le pedí al amo de la Torre una reunión formal con los candidatos, para discutir sus productos, como planeamos —inició la princesa una conversación suave y en voz baja —Pero, Shoto, si al que quieres se niega a asistir, tendrás que salir a buscarlo. Y por lo que tengo entendido, es lo que pasará. Es un mago poderoso que no le gusta fraternizar con otros pero no lo consideran peligroso. Sino, que es reservado y muy antipático. Y no me gusta eso. No te quiero solo con él.

—Creo que hay más posibilidades de que me escuche si estamos solos —respondió tranquilamente el menor, viendo cómo el ceño de la femenina se fruncía —No me haría nada. La Torre y la familia Todoroki están en buenos términos.

—Es un mago que no se asoció a la Torre, aún cuando se cumplió un buen tiempo desde que ingreso a la misma —le recordó la albina de mechas rojas parte de la información que recolectó para su hermano menor y que se negaba a que la dejara pasar —No tiene porqué importarle el bienestar de la Torre si decide atacar a un miembro de la familia imperial.

—Entonces, no haré nada que lo provoqué —prometió el bicolor viendo como su hermana quería protestar ese argumento, agrego con seriedad y calma —Que sea un mago poderoso no quiere decir que sea un peligro para mí. Y si llegará a tener mal temperamento, tampoco significa que vaya a hacerme daño con su magia. A lo sumo, quizás, si es alguien muy osado a lo mejor solo use su magia para colgarme de piernas en el aire y ya.

Fuyumi se quedó callada un segundo, después, el enojo que sostenía se fue partiendo como las ramitas pisadas por los niños que corrían en las calles al lado de su carruaje, queriendo saludar al príncipe más joven y a la única princesa de Yuei. Dejó una enorme grieta en sus ojos grises que dio paso a la tristeza y el miedo, dos emociones que el bicolor nunca quería ver en su hermana y estuvo a punto de decir algo para volver a hacerla enojar, porque era más sencillo tratar con ese enojo por su imprudencia que su tristeza debido a la impotencia a la que él la sometía diariamente, con solo su existencia. Se movió de su asiento delante de ella para sentarse a su lado y ella apoyo con cuidado, mucho cuidado, su cabeza en su hombro, trago saliva y su voz salió nuevamente pero no tan fuerte como antes.

—Eres el más joven de los cuatro, no tendrías que estar haciendo esto —murmuro mortificada —Debería ser Touya, Natsuo o yo. No tú. No tú. Tendrías que tener una elección libre, una vida normal dentro de lo que es ser un príncipe y no esto.

—Fue mí decisión —contesto, agarrando la mano de su hermana entre las suyas y esperando que ella no sintiera la intensa frialdad de las mismas.

—No lo fue —negó la mayor —Esa no fue una decisión, Shoto. Tuviste que pagar un precio que no te correspondía.

—Mamá me lo había explicado desde antes de llevarme ahí —continuó diciendo el bicolor, aunque su voz salió incluso más baja que la de su hermana —Sabía lo que me esperaba.

No hablaron más después de eso o más bien, Shoto fingió deliberadamente que no escucho las palabras siguientes de Fuyumi, declaradas en un tono tan frío como el hielo que sentía en su sangre.

—Y por eso jamás la perdonaré.

—No tienes que asistir.

Katsuki inclinó la cabeza hacía un lado y casi, casi, deja que el amo de la Torre viera una clara mueca de incredulidad en su cara. Pero se recordó que tenía la capa encima, que estaba bien cubierto ante los ojos ónix del mayor y que no había de qué preocuparse si lo veía realmente. Se quedó en silencio, procesando la información todavía y debido a eso, el azabache se tomó la tarea de repetir sus palabras.

—No tienes que asistir a la reunión, no creo que te guste hablar con la princesa y el príncipe acerca de la comercialización de tus pociones —opinó el mayor —De todos modos, estoy seguro que te ibas a negar. Te aviso para que después no puedas decir que no te lo conte.

—De acuerdo —dijo el mago más joven, pero agrego con cierta cautela —No me quieres cerca de la familia Todoroki, ¿verdad?

—Es lo contrario —respondió moderado y tranquilo el mayor —No los quiero a ellos cerca de ti. La princesa tiene oídos en lugares en los que no debe y no me gusta lo que han dicho.

La expresión de Aizawa se volvió oscura por un momento y el mago eligió no pensar mucho en eso, no quería meterse en las intrigas entre la familia Todoroki y la Torre de Yuei. No quería involucrarse en nada, particularmente, aunque no podía negar que sentía curiosidad. Se fue sin despedirse del viejo mago —lo cual, para otros era una falta de respeto pero que en él estaba permitido— para dirigirse por el largo sendero de la Torre hacía el bosque mágico y buscar su habitación de pociones. La cual, apareció ante el llamado de su magia en el mismo lugar de siempre y se adentro a ella para empezar su trabajo.

Tenía la dotación de siempre para elaborar. Una poción que investigar y unos hechizos de bajo riesgo que practicar. Sería un día largo, pero valdría la pena y el esfuerzo. Tambien de paso, pensaría en lo que había dicho Izuku sobre dejarlo acompañarlo a la Torre algún día. No creía que fuera viable, ya que el de pecas no podía estar lejos de Eijirou y dejar que el dragón en forma humana ingresará a la Torre sería como permitir que los demás magos se tirarán a él para investigarlo, lo cual no podía permitir. A veces, pensaba, sería más sencillo si no hubiera pasado tanto tiempo con ellos y así podría dejarlos a ambos por su maldita cuenta.

Pero no, paso un jodido año cuidando de ambos y ahora estaba hasta el cuello comprometido a cuidar de que ninguno hiciera una reverenda estupidez que podría costarles la vida. Ni siquiera la deuda con el amo de la Torre lo ataba a Yuei, eran ellos los que tenían su vida retenida aquí.

Bueno, al menos me dan un puto propósito para vivirla. Estuve muy cerca de matarme en ese jodido bosque si esos dos no hubieran aparecido.

Katsuki suspiro en lo que se concentraba en sus tareas y dejaba sus pensamientos aislados en el fondo de su mente. Al llegar a la mitad de su lote, unas páginas de su investigación sobre la pócima calmante y la decisión de que si iba a llevar al pecas a la Torre, tendría que ser sacando primero un par de promesas de Aizawa sobre no tocar ni una escama de cierto dragón, pensó que era un buen momento para un descanso y comida. En la habitación no tenía comida, ya que únicamente la usaba para trabajar y no le gustaba mezclar los alimentos con las pociones, así que no le quedaba de otra que salir y dirigirse a el comedor comunitario que tenía la Torre.

Cerro la habitación mágicamente, congeló las pociones mágicas y dejo una última anotación en su libreta antes de salir afuera. Los rayos del sol le hubieran molestado si no fuera por su capa, ya que era plena tarde y el día especialmente caluroso. Pudo escuchar el sonido de ciertos niños cerca de la laguna y por curiosidad —y una pequeña parte suya, que le decía que un niño imprudente podía pensar que sabía nadar cuando no era así— se acercó a ver qué estaban haciendo.

— ¡Kota, ya casi, ya casi!

— ¡Whoo, es increíble!

— ¡Tiene el don!

El cenizo reprimió brevemente el asombro de ver a Kota moviendo sus dedos sobre su cabeza, sosteniendo con una débil magia una burbuja de agua que debió sacar de la laguna, delante de la mirada de fascinación de los demás niños. Se suponía que la magia siempre estaba presente en quienes la tenían, solo se aparecía conscientemente cuando uno mismo empezaba a darse cuenta de ella y la usaba con su propia voluntad. Pero era difícil y costaba mucho esfuerzo. La edad en que un mago aprendía a usar su magia, variaba entre los doce años y los catorce años.

Kota Izumi tenía diez años recién cumplidos.

Debe tener afinidad elemental con el agua. La magia que usa está bastante cómoda con el agua.

El mago se quedó viendo el esfuerzo del niño azabache, el cual tenía las mejillas rojas y sudor corriendo de su frente, espero hasta ver los límites del muchacho y cuando la burbuja finalmente explotó, mojando al niño y causando las risas de los otros, que se acercaron a ayudarlo y secarlo, se acercó lentamente y las risas se detuvieron.

Los niños, con excepción del mojado Kota, saltaron y se abalanzaron a abrazarlo y a tirar de su capa. El cenizo reforzó sus escudos para que no se la quitarán pero no les prohibió el mantenerse cerca suyo.

— ¡Mago Katsuki, mago Katsuki! ¡Kota tiene el don!

— ¿Le enseñará magia? ¿Nos enseñará a nosotros también?

— ¡Uso el agua, mago! ¡Fue increíble!

—Sí, lo ví —asintió el mago, viendo hacía el niño que parecía esperar un elogio de su parte —Duro poco tiempo, pero para tu edad no está nada mal enano.

Kota hizo un puchero pero acepto el elogió y Katsuki lo secó, formando la misma burbuja de agua que el niño creo con su magia, la devolvió a la laguna y para entretener a los niños y divertirse un poco, creo un par de burbujas más y las hizo explorar sobre sus cabezas.

Los niños chillaron, rieron y gritaron de asombro cuando vieron un pequeño arcoiris creado por la lluvia mágica. El cenizo estaba disfrutando el momento, hasta que escucho una voz baja a sus espaldas y el mismo escalofrío que tuvo el otro día volvió a subir por su cuerpo.

—Es un espectáculo bastante hermoso.

Las voces alegres de los niños impidieron que escuchará los pasos, el día cálido evito que sintiera el frío y esos ojos azul y gris, tan tranquilos, le negaron el saber qué pensaba esa persona.

Pero esa cicatriz, la cicatriz que conocía todo Yuei y que incluso él no se salvo de conocer, le hicieron posible el saber a quién tenía delante suyo.

—Su majestad Shoto Todoroki —despojo su voz de toda emoción posible y se puso delante de los niños, los cuales le tiraban de la capa y se escondían ante el desconocido —Creo, que no está en el lugar que debería estar.

El príncipe maldito le sonrió levemente y Katsuki pudo sentir, como el escalofrío se convirtió en parte de su magia, que por primera vez, se salió un poco de su control en la Torre e hizo que debajo de sus pies, la tierra se secará por completo.

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