Capítulo 18
La noche no tardo en llegar. Ritsu llevo a Katsuki por los pasillos del castillo, sosteniendo su mano sabiendo lo que para él significaba caminar nuevamente por ese lugar y lo guío hasta Shoto que estaba en su habitación. Ambos entraron sin tocar la puerta, cosa que al joven príncipe no le causó gracia pero que tampoco reclamo a ninguno de los dos.
— ¿No quieres cambiarte? —le preguntó al mago que seguía con la misma capa insulsa y negra —Podría pedirle a algunos sirvientes ropas de tu talla, Katsuki.
—No es necesario —miró por la ventana el más bajo —Ni que pensará quedarme por mucho tiempo en el banquete.
El más alto no comento nada y se puso de pie, el pequeño niño le dió una mirada sería para después ir a sentarse en una silla de la habitación y tomar un libro para leer, parecía indicar con eso que no tenía pensando acompañarlos hasta el salón. Le sorprendió un poco, debido a lo apegado que mostró estar al mago desde que se vieron y lo hizo sentirse algo aliviado, parecía que no tenía intenciones de acompañarlos al banquete.
—Vamos —indicó, empujando suavemente al mago por la puerta —Saludaremos y cuando empiecen a comer, podremos irnos.
Eso espero. Deje a Deku mucho tiempo solo y por muy fuerte que sea Kirishima, me sigue preocupando su estado.
En verdad, Katsuki quería volver a casa rápido. Mientras más pasaba el tiempo, más lo necesitaba. Una parte suya sabía que se debía más a que necesitaba la calma que le daba la magia de Izuku y la seguridad que amistosamente Eijirou siempre quería entregarle al sentir —por instinto— lo asustado e inseguro que estaba todo el tiempo que porque estuviera verdaderamente preocupado de que algo pasara. Eso le hacía sentirse patético, culpable e idiota. Lo distraía mucho. En lo que Shoto lo llevaba hasta el salón, solo podía preguntarse cuánto tomaría todo esto, cuánto tardaría en volver a "casa", si el pecoso estaría enojado con él cuando se vieran, si todo estaba bien, si podían volver a hablar sin que el bosque se alterará, si...
—Katsuki, ¿me darías tu mano?
El llamado del cuarto príncipe hizo que se detuviera y viera que delante suyo había una mano extendida con gracia, de dedos largos y pálidos, una mano que seguramente estaría helada y a la cual le sería doloroso sostener. La miró por un largo tiempo hasta que el bicolor volvió a hablarle.
—Es mejor si entramos juntos de esta manera, eso es lo que dijo Fuyumi-neesan —le explico al mago —Mí mano está muy fría y es doloso sostenerla por mucho tiempo, como si la piel se estuviera quemando. Pero te prometo que no será por mucho tiempo y haré lo posible por...
La boca del cuarto príncipe se cerró cuando sintió la mano del más bajo sosteniendo la suya, la piel cálida sufriendo contra la gelidez y los dedos callosos apretándose a su alrededor, con fuerza. El mago no se movió, solo sostuvo su mano, sin hacer sonidos de que le doliera o algo por el estilo.
—...Por soltarte después de un breve tiempo —terminó de decir, sintiendo sus mejillas un poco calientes y girando la cabeza hacia las puertas para que no se notará —Si te duele mucho, suéltame. No te preocupes.
Shoto solo obtuvo un ligero apretón en respuesta y, de alguna manera, sintió que Katsuki necesitaba de protección. Una protección que no sabía cómo darle, ya que no comprendía porqué en primer lugar la necesitaba, ¿no era bueno lidiando con muchas personas? Pero había estado bien en la Plaza de los Héroes, ¿le daba miedo que alguien quisiera atacarlo o juzgarlo? No parecía ser el tipo de persona que se asustará fácilmente, ¿o tenía miedo de otra cosa que él no consideraba? ¿qué podía generarle inseguridad y miedo? No lo sabía. Solo pudo tomar su mano y ver cómo los guardias abrían las puertas al enorme salón, pasar junto con el mago adentro y sentir la presión de todas las miradas puestas en ellos.
Dieron unos cuantos pasos al frente y uno de los guardias imperiales les anuncio, después hubo un par de aplausos cordiales y dos figuras se acercaron. Fuyumi quien sonría con naturalidad y Enji que portaba una mirada sería, analizando a la persona que se ocultaba tras una capa a un lado de su hijo. Una vez ellos llegaron, la "pareja" dió una pequeña reverencia en muestra de respeto.
—Katsuki —nombró el rey en un tono de voz severo y grave —Mí hija armó este pequeño banquete para ti, espero que sea de tu gusto.
—Lo es, su majestad —respondió el mago manteniendo las apariencias —Le agradezco a la princesa todo el esfuerzo que hizo.
—No fue nada, pronto serás parte de la familia y es lo menos que podía hacer por Shoto también —dijo la princesa con tranquilidad y haciendo como si conociera al mago desde hace tiempo —Los invitados fueron avisados de la durabilidad del banquete. No hace falta que pasen más tiempo del necesario si no lo desean.
—Pero Shoto deberá quedarse si se lo solicita —aviso el pelirrojo viendo hacia su hijo más joven que alzó una ceja cuestionando eso —No te has reunido en persona con algunos funcionarios públicos y nobles. Sé que te gusta el papeleo porque no tienes que verlos pero, a veces, debes interactuar con ellos, Shoto. Es importante para las negociaciones.
El bicolor disimuló una tranquila sonrisa y aprovechando que había algunos nobles escuchando, respondió audazmente.
—Es cierto, en los últimos días, las clases nobles parecen creer que la única conversación posible entre ellos y yo es si hay una espada de por medio —ignoró los leves jadeos de miedo a su alrededor y continúo hablando —Eso hiere un poco mis sentimientos. Conversaré con ellos adecuadamente está noche.
Enji evitó, por poco, rodar los ojos al notar que su hijo solo estaba usando su reputación —una muy mala— para asustar a un par de personas. En cambio, el mago suspiro y jaló de la mano del cuarto príncipe, llamando su atención delante de los otros dos miembros de la familia real.
— ¿Qué sucede? —cuestionó el cuarto príncipe al más bajo — ¿Te sientes mal, Katsuki?
—No deberías decir idioteces como esas en un lugar con tanta gente. Nunca sabes los rumores que podría generar o qué tanto lo llegarán a creer —advirtió el mago —Olvida si tienes el ego o el orgullo heridos, o si estás frustado con ellos. Cuando tienes una posición importante, es mejor que no te tengan miedo. El miedo solo lleva a malos caminos y puedes arrastrar al resto de tu familia contigo.
Parece hablar desde la experiencia. Suena triste.
El bicolor apretó los labios y sin poder consolar al mago, el pelirrojo los interrumpió.
—Tu compañero ha dicho palabras inteligente. Harías bien en recordarlas, Shoto —aseguró el monarca dándose la vuelta, sintiéndose satisfecho de haber visto al candidato de su hijo y comprobar su personalidad —Disfruten la noche.
—Yo también me retiro —inclinó la cabeza la princesa en señal de despedida —Estaré cerca por si necesitan mi ayuda.
Al retirarse el rey y la princesa, los nobles aprovecharon para acercarse a felicitar la pareja y hablar un poco con ellos. Como dictaban ciertas reglas, lo hacían en pares para no agobiar a la pareja y a medida que las conversaciones seguían sin progreso —debido a que las respuestas del principe eran algo cortantes y el mago ni siquiera contestaba— se retiraban dejando el turno a los siguientes. Fue muy tedioso y Katsuki podía sentir como Shoto se quedaba dormido de pie detrás de esa cara de piedra fría que mostraba a los nobles, antes de que se cayera al suelo y quedará en evidencia, tiro suavemente de él por sus manos unidas y obtuvo su atención, aparte de que el rostro del más alto se mostró un poco sorprendido de que sus manos siguieran unidas durante todo este tiempo.
— ¿No te duele? —pregunto en voz baja hacia el mago —Dije que podías soltarme si te dolía, Katsuki. Las quemaduras por hielo son horribles.
—No duele —susurro el mago ya que estuvo la mayor parte del tiempo transmitiendo su magia naturalmente hacia sus manos para no herirse —Quiero comer.
Shoto no tardo en entender que con eso quería decir que deseaba alejarse de los nobles y se abstuvo de suspirar de alivio delante de un par de ellos, que los miraban con curiosidad por su cercanía. En Yuei era común que las parejas mostrarán abiertamente su amor y cariño, pero entre la nobleza se sentía extraño y lo consideraban vulgar. Por eso ver al cuarto príncipe susurrando cerca del oído de su pareja y a la pareja hablando en voz bajita, solamente para el cuarto príncipe, les causó cierto desconcierto. Además de que todos notaron que sus manos estuvieran agarradas todo el tiempo y que el cuarto príncipe se puso delante del mago, como si buscará inconscientemente protegerlo o resguardarlo de sus miradas curiosas.
El cuarto príncipe se despidió de los nobles usando la excusa que le dió Katsuki de ir a comer y todos entendieron claramente la indirecta de privacidad. La pareja se dirigió hacia las mesas con bocadillos y el mago se soltó de la mano del bicolor para tomar un platito con verduras, otro con uvas y uno más con carne.
— ¿Realmente tenías hambre, Katsuki? —interrogó siguiendo el ejemplo de su pareja de servirse a sí mismo, aún cuando un sirviente se acercó para hacerlo y eligiendo pasta en vez de verduras y carne.
—No desayuné y alguien se fue sin dejarme si quiera la posibilidad de conseguir comida en este enorme palacio —se dirigió a una de las mesas libres el mago —El mocoso solamente encontró una manzana para que pudiera comer.
—...Lo lamento —se disculpo el bicolor recordando que por su extraña molestia contra Ritsu, había dejado solo al mago y ni siquiera mando a algún sirviente que pudiera atender sus necesidades, básicamente, dejo toda la carga en la espada sagrada — ¿Tenías mucha hambre? Tenemos bastante comida. Podrías comer incluso en una de las habitaciones del palacio, para mayor privacidad.
Katsuki arrugo el ceño debajo de la capucha, se sentó en una de las mesas decoradas y el principe tomó asiento a su lado, picoteo el pedazo de carne que tenía y se lo llevó hasta la boca, disfrutando de su sabor. Después, sintiéndose extrañamente cómodo y a gusto, hablo otra vez.
—No me gusta comer solo —confesó sin ver la expresión que pondría el más alto —Es deprimente.
Más cuando sé lo que se siente que halla alguien acompañándote.
El mago recordaba risas en las cenas, charlas, anécdotas, conversaciones más tristes y anuncios importantes, todo mientras la comida pasaba y las bebidas se iban. Un momento de alegría, de paz, de alboroto y diversión. Odiaba comer solo, porque lo hacía sentirse olvidado y únicamente le hacía añorar la compañía que ya no tenía.
—Oh, comprendo. A mí también me gusta poder compartir la comida con alguien —concordó el cuarto príncipe —Es agradable.
Katsuki solo emitió un bajo sonido de confirmación y continúo comiendo hasta acabar su plato. Shoto, para mostrar su agradecimiento hacia el mago que había permanecido ya un tiempo considerable en el banquete, se paró y se ofreció en ir a buscar unas bebidas, prometiendo que no demoraría. Entonces, el mago se quedó solo en la mesa y escucho unos pasos que se acercaban detrás suyo, como un sirviente acababa de levantar sus platos, supuso que los nobles querrían volver a acercarse para conversar. Se paró de la silla, se volteo y se dispuso a irse sin importarle si era grosero —no quería escuchar nada de la vida familiar de ese noble, sus logros, sus antecedentes o lo que sea que se le ocurriera decir— con esa persona, cuando se encontró con el rostro de una mujer rubia de ojos rojos y vestido negro con verde, cuya parte de la falta estaba cortada a los lados dejando ver unas piernas esbeltas blancas y una daga atada a una de ellas. A el lado de la mujer, se encontraba un hombre de aspecto sereno, de traje negro simple pero también con una espada en el cinturón de su pantalón.
A medida que ambos se acercaban, el corazón del mago se aceleraba y dentro de su mente se repetía está sinfonía : no, no, no, no.
No quería ver a esa mujer, ni a ese hombre. Pero su cuerpo se congelo dónde estaba, la misma magia pareció abandonarlo y lo dejo solo en ese enorme salón, que ahora parecía todavía más grande porque desde que Mitsuki Bakugou y Masaru Bakugou se acercaron a la mesa donde estaban el cuarto príncipe y el mago, nadie tuvo el valor de estar en sus cercanías.
La mujer rubia se detuvo, sonrió de una manera familia que a Katsuki le revolvió el estómago y lo miro de arriba a abajo.
—Tu capa es bonita, me preguntó si podré decir lo mismo de tu rostro el cuál está cubierto —empezó la mayor y luego, se rió —Oh, cielos, ¿dónde están mis modales? Me llamo Mitsuki Bakugou y él es mi esposo, Masaru Bakugou. Soy la matriarca de los Bakugou y Masaru es mi mano derecha.
Masaru se inclino levemente en señal de respeto para después pararse derecho. Katsuki siguió sin responder y Mitsuki se acercó todavía más, sentía en su anillo familiar que algo tiraba dentro de ella y una vez en su cabeza susurro bellamente.
Es él, es él, es él. Déjame ir con él. Déjame. Por favor, por favor.
El anillo de los Bakugou, el anillo de rubí nombrado "Lazo Familiar", dado de generación en generación, estaba respondiendo delante de esta persona de capa negra y holgada.
Mitsuki sintió que podría llorar, dió dos pasos más y acercó su mano derecha hasta la capa que cubría al mago, agarró los bordes sintiendo la fuerza de la magia e ignorando todo el dolor que sentía debido a la protección de la capa, la bajo, dejando al descubierto el rostro de un joven que era idéntico a ella, cabello cenizo, ojos rojos, piel pálida y rasgos salvajes.
En el salón los susurros no tardaron en llegar, aclamando el parecido entre ambos, el hecho de que el mago nunca hubiera dado su apellido, el que la matriarca de los Bakugou se halla acercado por cuenta propia a lo que pareció ser un desconocido. Pero Mitsuki los ignoro, solo podía concentrarse en el niño que tenía delante suyo, tan joven, tan perdido y asustado. Puso las manos en su rostro, acunandolo, sintiendo como se estremecía al contacto. Su anillo vibró felizmente, con una magia que jamás había sentido en su vida.
—Finalmente te encontré, Katsuki Bakugou —lo nombró viendo como los ojos del niño se abrían con asombro —Es hora de ir a casa. Está vez, te protegeremos.
Katsuki no supo qué responder, se sentía muy aturdido, su corazón dolía y esta mujer, idéntica a él, solo le traía más pesares. Sin siquiera notarlo, unos gritos empezaron a escucharse y de la nada, una enorme garra de un dragón rojo le agarro para alejarlo de la familiar desconocida.
Y vio que desde el suelo Izuku controlaba árboles y plantas para destruir todo el salón. O, al menos, para generar pánico.
Ojalá hubiera podido detener algo, decir algo, o hacer algo, pero ver a Mitsuki le dejo tan afectado, que cuando Eijirou salió volando por el techo con él sujetado entre sus garras y con Izuku subiendo a su cola, solo cerro los ojos y recordó el pasado.
Recordó el inicio de todo.
Nazuna, Aki, Mei y Kei, eran los más cercanos a su edad, aunque les separaban varias lunas. Yue, Cece, Taiyou, Ryo, Komei, Raiza y Shige, eran un año mayores. Fuko, Ichi y Kana eran dos años mayores. Por último, Katsuki era el menor de todos. La aldea estaba feliz por tener una generación con edades similares para que pudieran aprender al mismo tiempo y sus padres estaban orgullosos que entre los hermanos del grupo se ayudarán mutuamente. Por ejemplo, Kana cuidaba mucho de Mei que era su hermana menor, le decía que le convenía más ser una Cultivadora o una Pareja que ser Cazadora o Constructora, ya que las tareas que tenía no serían tan peligrosas. Por otro lado, Ichi el hermano mayor de Aki, vigilaba siempre que no cometiera errores en sus pruebas o veía si estaba feliz con las mismas, Aki no era un niño que expresará mucho sus sentimientos, a diferencia de Ichi que era ruidoso y siempre decía lo que pensaba.
Y se creía con el derecho de hacerlo constantemente.
— ¡Tía Rino, Katsuki no lo está haciendo como nos lo dijo! ¡Está haciendo trampa! —reclamó Ichi a su primo más joven.
— ¡No es trampa, estúpido! —gruño el niño de cabello cenizo y ojos rojos — ¡Estoy usando la cabeza a diferencia tuya!
Ichi hizo un puchero y Rino, que era la madre de Katsuki y una de las cuatro encargadas de cuidar a los niños ese día en el bosque para que aprendieran el oficio de Cazador, se acercó con pasos ligeros a ver qué sucedió. A diferencia del niño enojado, su hijo armó una trampa para conejos que parecía más compleja y que tenía un hilo más delgado. Curiosa, Rino se agachó para examinarla, apenas la rozó con los dedos, el hilo activo la trampa y le cortó un poquito en el proceso.
Rino cuyo cabello era negro y sus ojos también, observó que la trampa no tenía nada de diferente aparte del hilo más delgado que hacia que activarla fuera más posible cuando pasara la presa y aseguraba un resultado mortífero.
—Eso estuvo interesante —se limpio las hojas de su ropa negra y le dió una mirada a su hijo — ¿Cómo se te ocurrió, Katsuki? ¿De dónde sacaste el hilo?
— ¡Se lo estoy diciendo tía Rino, él hizo trampa! —reclamó otra vez Ichi — ¡Salió con ese hilo extraño de la nada y su trampa...!
—Ichi, no estaba hablando contigo, si no que con mi hijo. Además, no hables tan alto o los animales no aparecerán cerca y el clan no tendrá cena está noche, ¿te gustaría eso? —reprochó con severidad al niño que apretó los dientes y cerro la boca —Ve con la tía Sanae, he oído que Aki lo está haciendo bien con el arco para atrapar aves.
Ante la mención de su hermano menor, Ichi salió corriendo y dejo solos a madre e hijo en el bosque. Katsuki se sentó en el suelo y volvió a armar su trampa, Rino se arrodilló detrás suyo y lo observó.
—Katsuki, Ichi tiene razón en algo. Nunca había visto un hilo tan perfecto para hacer trampas, ¿de dónde lo sacaste? —quiso saber —No pensaré que hiciste trampa, pequeño. Mamá solo quiere saberlo porque podría sernos útil durante el invierno para las cacerías.
Katsuki se quedó callado, ya que él tampoco lo sabía, su hilo era normal hasta que lo toco y empezó a armar la trampa, pensando que deseaba que fuera efectiva, que pudiera atrapar a un conejo gigante y gordo y así hacer que todos tuvieran una buena cena. Quizás incluso el anciano Kuro estaría contento y ya no lo llamaría monstruo o niño maldito. Vería que podría ser bueno y hacer bien las cosas pero, ¿cómo iba a demostrar eso cuando el hilo se volvió tan delgado sin que diera cuenta y cortaba tan fácilmente al animal que lo tocará?
Sabía que una muerte piadosa para la criatura no estaba mal y los Cazadores fueron muy claros que no mataban por diversión, si no por necesidad. La carne era importante para pasar el invierno y para que sus cuerpos fueran fuertes, las pieles para darles calor en las noches frías y los huesos duros para fabricar armas. Pero su trampa no solo mataría al pobre conejo, si no también que lo decapitaria en el acto. Aún si el animal tenía un uso práctico para ellos, su muerte debería ser digna.
¿Qué pensaría su madre de él al ver eso? ¿Y si le decía que ella no podía hacerlo porque el hilo se transformó cuando él lo deseo? ¿Qué pasaría si los demás se enteraban? ¿No empezarían a decir lo mismo que el anciano Kuro?
Katsuki tenía miedo, tenía mucho miedo y no noto a su madre extendiendo su mano hacia él, queriendo tocar su espalda y consolarlo, quizás si la hubiera visto, si hubiera notado que Rino solamente veía a su pequeño y adorable hijo, se hubiera dejado llevar y habría confesado. Sin embargo, eso no sucedió, en cambio, se escucharon unos silbidos en el aire y sintió a su madre levantando su cuerpo del suelo, apretándolo contra el suyo ysaliendo corriendo abandonando a los demás niños que estaban aprendiendo a hacer las trampas. Dejando atrás a Nazuna, Mei, Cece, Taiyou, Ryo, Komei y Raiza, que la miraron sorprendidos y sin saber porqué los dejaban solos.
Pronto lo iban a descubrir. Muy pronto.
Katsuki comenzó a escuchar gritos de todos lados y las palabras desesperadas de su madre, "no, no, ¿por qué, por qué? ¡todavía es de día, maldita sea! ¡es de día! ¡esto no debería estar pasando!" Se notaba desesperada, dolida, triste, lo estaba apretando tan fuerte que apenas podía respirar y corría tan rápido que ni sabía a dónde estaban yendo, solo que se adentraban más y más en el bosque. Intento ver algo sobre el hombro de su madre, una razón por la cuál estuviera tan asustada y corriera tan rápido, pero solo podía ver árboles, flores, arbustos...oh, ahí estaba.
Entre todo lo verde, una mancha negra, un animal que se parecía a los lobos que no comían en la aldea y consideraban sus amigos. Un animal enorme de mandíbulas grandes, colmillos blanco llenos de sangre, apestando a algo podrido, se acercaba rápidamente a ellos, con dos más de sus compañeros.
Katsuki entendió finalmente porque Rino tenía miedo. Estaban por morir.
Nadie sobrevivía a los llamados Lobos Negros. Bestias mágicas que salían de noche a cazar, asesinando a todo lo que estuviera a su alcance, masacrando aldeas en cuestión de horas. Su aldea ya tuvo sus enfrentamientos con los Lobos Negros y estaba prohibido cazar de noche, ya que se creía que las bestias se sentían atraídas cuando había humanos en acción cerca. Pero, supuestamente, también atacaban únicamente de noche.
El sol seguía estando sobre sus cabezas, así que, ¿por qué esos animales habían salido?
— ¡Rino, Rino por aquí! ¡Rino!
Katsuki reconoció la voz de la tía Sanae, sintió a su madre girando en vertical y yendo en su dirección. Vio levemente que Sanea cargaba a Aki en su hombro derecho y que tenía a un cansado Ichi de la mano, el niño mayor se aferraba a ella con fuerza y sus ojos demostraban un terror inhumano. No supo nunca que intercambiaron ambas mujeres, solo que las dos empezaron a correr en una misma dirección y llegaron hasta una cueva, en el interior se encontraron con que Yue y Kana estaban muertas de miedo, abrazando a una asustada Mei.
—Tías...—sollozó Yue aterrada —L-Los monstruos.
—Lo sabemos, lo sabemos —respondió Sane —Iremos a alejarlos.
—Ustedes no salgan de aquí, ¿entendido? —ordenó Rino —Pase lo que pase, no salgan.
Los niños se quedaron solos y las mayores salieron, Katsuki ni tuvo tiempo de notar que ambas estaban llorando cuando se fueron. Solo se tambaleó hacia atrás y las vio irse, después, escucho gritos y luego silencio. Un largo silencio.
Las niñas volvieron a llorar. Aki se abrazo a su hermano mayor, Katsuki miro la entrada de la cueva vacilante, se puso de pie y dió dos pasos adelante, notando las figuras negras que se acercaban. Pero antes de que pudiera salir, sintió una mano en su hombro y vio a Ichi, que estaba temblando e igualmente lo empujó hacia atrás, dejando que su pequeño espalda, cubriera la suya que era todavía más pequeña.
—El fuerte protege al débil. El mayor cuida al menor. Ese es nuestro lema —empujó suavemente al cenizo hacía atrás otra vez y le dió una mirada de reojo, para después irse.
Katsuki extendió la mano queriendo detenerlo, pero tenía demasiado miedo y la bajo, los Lobos Negros esperaron ansiosos a que el niño saliera de la cueva. Ichi intento pegarles con rocas y así distraerlos para que se alejaran de la cueva, pero no sirvió de nada, los monstruos se arrojaron para destrozar su cuerpo y no dejaron nada más que sangre en el suelo. Una vez terminaron miraron en su dirección y se acercaron, lentamente, un paso a la vez, abriendo la boca mostrando la sangre y la carne que quedaba en ella, con sus ojos rojos brillando de la emoción por la cena.
El pequeño cenizo escucho el llanto de las niñas, el grito doloroso de Aki y por último, un aullido, un aullido desgarrador. Algo había estallado en su interior, el miedo, la ira, la tristeza, el dolor y se había transformado en algo nuevo, algo aterrador y algo desconocido.
Como el hilo de su trampa para conejos.
Pero no le importaba porque Katsuki ni podía llorar en ese momento. Se dió cuenta de lo que hizo, al ver al Lobo negro en el suelo, sin cabeza. Imagino al conejo y la trampa rara que hizo y lo llevo a la realidad de una forma extraña. Y lo hizo otra vez, apunto con su dedo derecho a los dos monstruos restantes y apunto a su propio cuello, cortando de lado a lado.
— ¡Mueran! —gritó y sintió dolor recorriendo su cuerpo, agotamiento, cansancio, una fatiga que nunca antes experimentó.
Katsuki se desmayó en la entrada de la cueva y los Lobos Negros de afuera, habían perdido la cabeza. Los demás niños siguieron llorando, pero ahora con emociones complicadas en lo que veían al más joven de todos ellos en el suelo, durmiendo.
Ese fue el inicio de la "magia".
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