Capitulo 11

Izuku se sentía sobre una nube de algodón, lo cual era curioso, ya que nunca conoció el algodón hasta que vio las almohadas rellenas de Katsuki y las abrazo contra su pecho las noches en que se sentía angustiado. Por eso, la sensación era tan extraña, sus piernas y espalda no le dolían, su cuello tampoco y el lugar donde estaba era cálido, muy diferente del piso frío cubierto de paja al cual estaba acostumbrado. Se giro en la nube, pensando si caería del cielo al bosque y se sentó con pereza, sus ojos esmeralda observaron el lugar donde estaba y finalmente, su corazón se hundió.

Ahora sabía porqué estaba tan cómodo. Se encontraba en la cama del mago, las sábanas de un suave y desgastado azul cubrían su cuerpo y podía escuchar a alguien escribiendo a una escasa distancia. Al hacer más movimientos para acomodarse, esa persona se dió la vuelta y le miro por sobre el hombro.

—Hasta que al fin te despiertas, tonto Deku. No tienes ni una idea de lo jodido que fue cuidarte.

—Y-Yo...lo lamento, Kacchan —se disculpo, avergonzado y nervioso — ¿Me...ahogué en la laguna?

—No, los espíritus del agua no son criaturas mágicas maliciosas. Te soltaron cuando te sacaron un poco de la magia de All For One —explicó el mago —Pero debido a tu propia e inútil magia, el que te recuperarás de su ataque fue lo difícil. Para colmo, mi magia y la tuya no son compatibles. Tuve que cuidarte usando la forma tradicional.

— ¿O sea...? —titubeo en preguntar el de pecas al no saber a dónde se dirigía el mago con su explicación.

—Te deje dormir y le dije a Kirishima que te diera parte de su magia. Llevas tres días en mi jodida cama, Deku.

A el de ojos esmeralda se le fue todo el rojo de la cara, se puso pálido y salto fuera de la cama, tropezando con la sábana y cayendo al piso de cara.

— ¡Lo siento, lo siento mucho, Kacchan! —se empezó a disculpar desde el suelo, sintiendo ardor en su nariz y dolor en sus piernas por el inesperado movimiento — ¡N-No quería causarte problemas, realmente lo lamento! ¡Lo...!

Antes de que pudiera seguir disculpándose, Katsuki le tapó la boca, sus ojos rojos reflejaban molestia y su entrecejo estaba fruncido, pero sus palabras, pese a lo rudas que podían sonar, fueron amables.

—Ya cállate, Deku. No es tu culpa ser jodidamente débil y tener un objeto mágico ridículamente fuerte en tus manos. Es imposible que estuvieras alerta todo el tiempo que llevas la espada contigo y te volverías loco si lo intentas —retiro su mano de la boca del pecoso y lo ayudo a volver a la cama, revisó su pulso nuevamente con magia y suspiro aliviado al encontrarlo bien —Aparte de privarme de un sueño cómodo, no me diste ningún otro maldito problema. Ahora, quédate quieto, te haré una revisión más por si acaso.

Midoriya asintió, todavía avergonzado y sintiéndose culpable, dejo que el mago lo revisara. Se acostó en la cama como le pidió, cerro los ojos cuando se lo dijo y uso un poco de la magia del bosque cuando se lo indico. Fue una revisión rápida que no pasó de los dos minutos y al acabarse, el cenizo se sentó en la cama, pareciendo satisfecho que todo estuviera bien con él.

Como aparte de su madre, nadie más jamás se había mostrado preocupado por él, a el de pecas le causaba todavía cierta vergüenza y timidez que el mago lo hiciera. Le esquivo la mirada y estuvo tentado en esconderse debajo de las sábanas.

—Te traeré algo de comer —dijo el mago después de unos segundos de silencio —Y le diré a Kirishima que venga a darte un poco más de magia. Estás estable, pero sería mejor si tus defensas fueran más altas.

El de pecas no objeto nada, se quedó en silencio en la cama y espero, una vez el mago salió de la habitación, el dragón entro casi al instante, tenía la misma actitud de siempre, le miraba por encima del hombro al acercarse y cuando se sentó a su lado en la cama, tomando su mano para darle la transferencia de magia, lo hizo de una manera ruda y sin siquiera preguntarle. No es como si hubiera esperado que mostrará preocupación por lo que le sucedió pero, al menos, un comportamiento un poquito más amable hubiera sido agradable.

Como Eijirou parecía querer estar en silencio y no verlo, él hizo lo mismo, giro la cabeza para ver hacia la ventana, la luz del sol de la tarde y los árboles del bosque le daban la bienvenida a través del cristal, era una bonita vista para el ojo común, para él se sentía como si estuviera viendo su futuro lugar de entierro. No queriendo pensar en eso, se concentro en la sensación de magia entrando por su cuerpo. Contraria a la magia de Katsuki que se sentía como agua limpia fluyendo por su ser al igual que un manantial o la del bosque que destrozaba su interior como si un arbusto espinoso estuviera naciendo de sus órganos, la del dragón era igual a el fuego de una chimenea en un día de Invierno. Cálida, amable y relajante, invitaba a cerrar los ojos y tomar una siesta. Su magia se sentía muy bien, le otorgaba calma y le daba bastante somnolencia, pese a que pasó un largo tiempo durmiendo.

El de ojos esmeralda pensó que descansar un poco más no estaría mal, se apoyo contra el cabecero de madera de la cama y sus párpados bajaron, haciendo que el bosque desapareciera pero que la luz del sol y la calidez del pelirrojo permaneciera. Estaba por dormirse en serio, cuando escucho el débil y bajo llamado del dragón.

—Izuku, Izuku —lo nombró pero no obtuvo respuesta — ¿Izuku?

¿Primero me ignoras y después me llamas? No te entiendo Kirishima-kun.

Infantilmente, el de pecas eligió tener los ojos cerrados e ignorar los llamados de Kirishima, sin saber que eso era precisamente lo que el dragón quería. Una vez comprobó que Midoriya estaba "dormido" se atrevió a soltar aquello que tenía retenido en su pecho desde que lo vio desaparecer en las profundidades de la laguna.

—Lo siento, Izuku. No pude salvarte. Lo siento. Lo siento en serio —apretó la mano que tenía entre las suyas, esa débil y frágil mano humana —No volverá a pasar. Lo prometo. Te protegeré mejor.

El de pecas sintió su corazón acelerarse pero no abrió los ojos, tenía miedo que de hacerlo el dragón dijera que todo era porque él tenía a su espada en su poder y que protegerlo, equivalía a proteger a All For One. Podrían ser mentiras, una excusa del dragón para no decirle que verdaderamente le importaba y se preocupaba por él, pero aún le dolería demasiado escucharlo. Así que, fingiendo estar dormido, dejo que su cabeza cayera sobre el hombro del pelirrojo y sintió que, muy despacio, le acariciaba la cabeza.

De alguna manera, sintió que no fue la primera vez que recibía aquella torpe y tosca caricia.

Katsuki preparó unas gachas de arroz y pescado para el de pecas, una comida llena de nutrientes y ligera debido a que acababa de despertarse. No tardo mucho en hacerla, era un platillo sencillo y práctico, aparte de que contaba con pescado fresco para hacerlo. Lo sirvió en unos cuencos de madera, lleno un vaso de vidrio con una mezcla de jugo de naranja y limón, tomó un pan de sésamo negro y se dirigió hasta su habitación. Al empujar la puerta, vio que Eijirou estaba sentado en el piso, una expresión de meditación en su rostro en lo que observaba a Izuku que estaba de espaldas en la cama.

Era la misma posición que usó todos los días mientras el pecoso dormía. Después de darle su energía mágica, se quedaría sentado humildemente en el piso, algo indigno para un dragón y no se movería hasta entrada la noche o hasta que él lo echara del dormitorio para dormir en paz. El mago suponía que sería la manera que tenía de castigarse por no haber protegido bien al de pecas y reevaluarse cómo guardián.

No tenía mucho sentido criticarlo por esto. Si quería sentirse culpable, que lo hiciera. Él se limito a dejar la comida en el escritorio y caminar hasta el de ojos esmeralda, le dió un golpecito en el hombro y noto, ligeramente, que incluso antes de tocarlo el niño en su cama se movió. Sin embargó, el dragón fue más rápido y silencioso en retirarse de la habitación. Encontró ambos comportamiento curiosos pero no los analizó a fondo y los dejo pasar como si no tuvieran relevancia.

—Hey, Deku, te traje la comida. Siéntate bien —indicó el cenizo poniendo la bandeja en el regazo del más bajo y una almohada detrás de su espalda —No creí que te fueras a dormir tan rápido, ¿te sigues sintiendo cansado?

—No...—murmuró el de pecas, sin querer decir que fingió dormirse para que el pelirrojo no se diera cuenta que escucho su disculpa y sintió sus caricias por unos buenos minutos hasta que bajo de la cama y se sentó en el piso —La magia de Kirishima-kun me dió algo de sueño, es todo. Muchísimas gracias por la comida, Kacchan. Lamento mucho todo esto, ¿qué pasó con tu trabajo en la Torre? ¿me tuviste que cuidar?

—Por supuesto que sí. Antes muerto que pedirle otro favor al maldito de Aizawa —gruño el mago sin ocultar su disgusto por el amo de la torre —No te tienes que preocupar mucho por eso. Fuí a la media tarde de ayer e hice un lote de pociones para toda una semana. No se atrevera a quejarse de mí.

— ¡¿Todo un lote?! ¡P-Pero eso debió consumirte mucha magia, Kacchan! —se desesperó el de pecas, dejando de lado la bandeja con comida y viendo hacia al mago con preocupación obvia en sus ojos esmeralda — ¿Estás bien? ¿No necesitas dormir? ¿Descansar? ¿Meditar para recuperar la magia? ¿O...?

Midoriya se detuvo cuando escucho una leve risa. Era una risa que ya había escuchado un par de veces antes, pero que siempre sonaba igual de dolorida y burlona. La expresión del mago era suave, tapándose la boca con el dorso de la mano, evitando que el sonido saliera otra vez pero ya había llegado hasta sus oídos. Él odiaba esa risa, sonaba dulce y linda, pero odiaba que parecería estar cargada de sufrimiento.

Porque parecía que el mago se reía de que alguien más llegará a preocuparse por él.

Se quedó callado y el cenizo bajo la mano que cubría su boca, sus ojos rojos parecían divertidos y a la vez, muy solitarios.

El de pecas solo pudo apretar fuertemente la sábanas de la cama con un sentimiento abrumador de enojo e impotencia incomprensibles.

—Eres tan tonto, Deku. No es necesario que te preocupes por mí. Magia es lo que me sobra —afirmó, poniéndose de pie y despeinado el cabello verde del menor —Mejor come y vuelve a dormirte.

—Sí...gracias otra vez, Kacchan —murmuro y el mago asintió como si nada, dejándolo solo y un poco triste — ¿Fue tan tonto de mi parte el preocuparme? Pero...sin importar lo fuerte que sea Kacchan, ¿que hay se malo en eso? No entiendo, ¿todas las personas se llevarán así?

—No todas. Pero él siempre fue un caso muy especial.

El de pecas sintió un escalofrío, la voz que acaba de oír sonaba femenina y clara, venía del lado derecho de la cama y cuando giro la cabeza lentamente, conteniendo de milagro un grito de horror en su garganta, pudo ver una pequeña figura femenina con grandes alas rojas sentada en el marco de la ventana de la habitación. Estaba absorto ya que era la primera vez que veía a una hada en persona y no sabía cómo responderle, dejo la comida de lado y se paró despacio, pero la hada se adelantó y voló hasta las sábanas de la cama, elegantemente quedando de pie en su rodilla. No pudo evitar el examinarla con cuidado, el cabello corto rosado, la piel rosa pálido, los ojos amarillos, los pequeños cuernitos y las maravillosas alas.

Las hadas eran criaturas mágicas a las cuales los dibujos no les hacían la mejor justicia. Estaba tan absorto por su belleza, que no sabía qué decirle y el hada encontró eso gracioso, se rió de manera dulce y pequeña, en lo que volaba hacia arriba para mirarlo a los ojos. Únicamente entonces, el de pecas pudo reaccionar.

—H-Hola —tartamudeo nervioso — ¿Conoces a Kacchan?

—Sip, se podría decir que lo conozco —respondió con una sonrisa —Me llamo Mina, ¿y tú?

—Izuku Midoriya.

Mina hizo una expresión pensativa, sus alas se movieron para volar alrededor de la cabeza del pecoso y finalmente, como si se hubiera convencido de algo, dió un asentamiento con la cabeza.

—Tienes una energía mágica muy poderosa —mencionó la de cabello rosado —Por culpa de la espada. Y él está contigo. Es extraño. Los elfos no previnieron esto.

— ¿De qué estás hablando, Mina-san? —quiso saber curioso y confundido el de pecas.

—Además, tienes a un dragón de tu lado también. Ugh, odio los dragones. Solo saben dañar la naturaleza —murmuro molesta el hada pero después agrego de manera paciente y cálida —Pero ya no podemos quedarnos al margen sin hacer nada. Fue injusto antes. Los elfos se culparon, el bosque se culpo y todos nosotros también. Él se fue. Y ninguno de nosotros pudo evitarlo. Eso estuvo mal. Se debe cambiar.

El hada hablaba muy raro, de una manera en que el de ojos esmeralda no podía seguirle el hilo, pero pedirle explicaciones sobre lo que le estaba contando se sentía fuera de lugar. No quería interrumpirla. Era como si el sonido de su voz lo hubiera dejado en trance. Únicamente, podía escucharla y verla.

Vagamente, recordó que en un libro se mencionaba que las hadas tenían habilidades parecidas a las de las sirenas. Quienes la vieran y escucharán, quedarían en medio de un trance por su belleza y la magia natural que cargaban. Tenía un menor efecto adictivo y de manipulación que las sirenas, pero seguía siendo difícil ignorarlo o intentar hablar con un hada.

Aunque, para empezar, se suponía que los humanos no podían hablar con las hadas. Solo escuchar sus canciones. No mantenían conversaciones fluidas.

Izuku no debería poder comunicarse con Mina y sin embargo, lo hacía. El hada sabía porqué podía hacerlo, por eso, esperando que el mago abandonará al pecoso, se metió en la habitación y se decidió a cumplir con un objetivo.

Usando sus alas para volver a colocarse sobre las rodillas del pecoso, lo miro de manera inofensiva e inocente en lo que le proponía un trato.

—Quiero convertirme en tu compañera. A cambio, dame parte de tu magia y energía, Izuku. Te prometo que te seré más útil que esa espada.

Chronos. El dios del tiempo.
Hace mucho tiempo atrás, una familia noble llamo a un dios y lo sometieron a su voluntad. El dios que llamaron era poderoso, cruel y violento. Estaba molesto por haber sido llamado a la tierra, por haber tenido que dejar los placeres y lujos del cielo. Aún así, como el dios estaba sometido, cumplió los deseos de la familia.
A su manera.
Cuando la familia pidió que peleará, lo hizo.
Cuando la familia pidió que creará alianzas, lo hizo.
Cuando la familia pidió que construyera muros, lo hizo.
Pero a cambio de cada cosa, el dios Chronos exigió un precio. Por pelear, uso las vidas de los demás para hacerlo, haciéndose así fuerte y poderoso para vencer a sus enemigos. Por las alianzas, a cambio destruyo parte de los territorios y las familias que no eran enemigos. Por construir los muros, pidió las vidas de la misma familia.
Chronos era el dios del tiempo. La magia que usaba podía modificar el tiempo a la manera que quisiera, según su conveniencia y deseos. Y en cierta manera, fue de mucha ayuda en los inicios del reino, pero también fue conocido por su crueldad y violencia.
A Chronos no se le podía negar nada. Lo que que el dios pidiera a cambio de sus servicios, debía ser pagado o traería graves consecuencias. Por eso, al final, la familia lo encerró en una habitación, en una puerta donde el tiempo y el espacio no existían, lo encarcelaron usando su propia sangre, para que jamás pudiera volver a ver la luz.

Mitsuki cerro el libro de cuentos infantiles con el ceño fruncido y una sensación de náuseas en el estómago, lo empujó dentro de su gaveta en el escritorio y se prometió a sí misma quemarlo apenas llegará la noche. Realmente, no era la primera vez que encontraba uno de esos libros en las manos de los más jóvenes, pero por alguna razón hoy en verdad le afecto bastante y le impidió seguir con sus deberes. Se paró de la silla donde paso gran parte del día sentada, se estiró y camino hacia la ventana, acariciando sutilmente el anillo de su mano derecha en el dedo anular, el rubí brillo al contacto con la luz y el oro blanco también. La sensación de angustia del anillo se transmitió a ella mientras estuvo leyendo el libro, como si estuviera sufriendo a la par suya. Lo acarició suavemente y luego, se fijó en quienes jugaban en el patio, los hijos más jóvenes de su casa, disfrutaban libremente al aire libre y sin ninguna preocupación.

Los niños no deberían haber tenido ese libro, ¿quien mierda se atrevió a dejarlo en sus manos? No pudo haber sido nadie de la familia. Tal vez, algún sirviente. Pero ya hubieron muchas accidentes relacionados a los libros que hablaban de Chronos como para que los sirvientes no entenderían que bajo ninguna circunstancia podía caer en las manos de las generaciones jóvenes. No, su instinto le decía que alguien más lo hizo y eso le ponía nerviosa.

¿Dónde estás? Este libro fue dejado aquí por algún motivo. Alguien sabe que estás aquí, alguien más que no es Masaru ni yo. Es una advertencia. Una alerta que dice "no te metas". Si no te encuentro pronto, ¿cómo podré cumplir la promesa?

Mitsuki se llevó una mano a la cabeza, acariciando el cabello cenizo corto que tenía y guío su mano hasta sus ojos rojos, aquellos que se reflejaban levemente en el cristal de la ventana.

—Un niño no debería sufrir tanto por segunda vez, ¿no lo crees, Katsuki?

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