Capitulo 10
Katsuki sabía que las palabras de la anciana mayor eran de importancia pero no lograba comprenderlas y los demás tampoco, estaban en silencio, con expresiones confundidas y los ceños fruncidos, todos querían buscar una respuesta por sí mismos, incluso él pero, ¿qué se podía hacer ante términos que desconocía?
Su madre le dijo que no estaba mal preguntar por aquello que no pudiera comprender. Por otra parte, su padre le explico que nadie venía al mundo sabiendo todo sobre este, pedir explicaciones estaba bien.
Entonces, en medio de los pocos niños sentados a su alrededor, siendo el más joven, hablo en voz alta para que la anciana mayor le prestará servicio.
— ¿Qué son los ofricios?
—Oficios, se dice "oficios", Katsuki —corrigió la anciana mayor, una ligera sonrisa en su rostro por el niño valiente que se animó a preguntarle en un ambiente tan tenso —Los oficios son los trabajos que llevan a cabo sus padres desde que tenían su edad. Ellos practicaron los distintos oficios por su cuenta, hasta encontrar aquel en que eran buenos y ayudaba más a la aldea. Es su turno de hacer lo mismo.
Katsuki hizo una ligera mueca de comprensión en su carita, en lo que el resto de los niños asentían ante las palabras de la anciana. Entonces, al comprender aquella palabra, una pregunta surgió en su cabeza y sin pedir permiso —lo que estaba mal porque no era respetuoso— preguntó a la anciana.
— ¿Por qué solo se puede elegir un oficio, anciana Tsuki? —cuestiono el menor — ¿No sería de más ayuda para la aldea si una persona puede hacer un oficio o más?
—Has hecho una buena pregunta, Katsuki —felicitó la anciana, dejando pasar la osadía del niño debido a que le encantaba su entusiasmo, a diferencia de los demás que solamente cerraban la boca y se limitaban a asentir con la cabeza —Eso se debe a que lleva toda la vida aprender un oficio.
— ¡¿Toda la vida?! ¡Es mucho...auch!
La anciana Tsuki miro con malos ojos al anciano Kuro que entró en su carpa sin ser invitado y golpeo al pequeño niño de cabello cenizo y ojos rojos con su bastón de madera. No podía meterse en su enseñanza a los niños y lo sabía, por eso que hubiera entrado en su carpa era más irrespetuoso que el hecho de que el menor hubiera alzado la voz cuando debían mantenerse en silencio. Se paró de su silla, se puso delante del niño que se frotaba la cabeza y le gruño al anciano.
—Kuro, el ritual de aprendizaje aún no acaba. Los niños son míos hasta la tercer luna del mes —le recordó con seriedad —Te largas o usaré tu cadáver para ahuyentar a los monstruos está noche.
—Eh, solo quería saber cómo te iba con estos mocosos. Son un grupo pequeño, patético y alborotador —dijo lo último mirando al pequeño cenizo —Con horribles ojos del color de la sangre.
— ¡Cuida tus palabras! —gruño la anciana, usando un abanico en su falda para golpear al otro anciano en la cara y sacarle sangre con los dorsos afiliados del mismo — ¡¿Viniste solo a molestarme?! ¡Mejor vete, si no quieres que te recuerde quien de tus nietos también saco los ojos de la sangre de Katsuki!
El anciano Kuro hizo una expresión bastante fea y aterradora, a la cual Katsuki estaba acostumbrado desde que nació el segundo nieto del anciano, hijo de su primer hijo. El pequeño bebé, al igual que él, tenía ojos rojos como la sangre.
Cuando él nació, el anciano Kuro dijo que debía morirse. Asegurando que sus ojos rojos eran un signo de que malos presagios vendrían a su aldea. Del consejo de ancianos, únicamente él tenía esa idea terrible y catastrófica. Los demás ignoraban el tema y cuando más niños como él nacieron, supusieron que se debía a que estaban bendecidos por espíritus extraños. Pero, a la vez, el incremento de los monstruos se hizo notorio e hizo que el anciano continuará con sus acusaciones hacia él debido a que fue el primero en nacer con esos ojos y seguía diciendo que sería mejor si estuviera muerto.
Desde que nació su segundo nieto, se había mantenido callado y Katsuki sabía que lo evitaba cuando estaban en los mismos espacios de la aldea. No le importaba mucho lo que opinaba el anciano acerca de él, no ahora, más adelante, creería que tuvo la razón.
Kuro debió haberlo matado cuando tuvo su oportunidad.
—Espero que puedas enseñarle a todos estos niños lo que necesiten, Tsuki. Pero, personalmente, no me importaría si uno de ellos sale de aquí sin haber aprendido nada y termina muerto en el bosque —dijo el anciano a modo de despedida y salió de la carpa antes de que la anciana tuviera la oportunidad de reprenderlo nuevamente.
La anciana Tsuki contuvo las ganas que tenía de ir detrás del viejo hombre y golpearlo tan fuerte que nadie pudiera reconocerlo por un par de días. Se sereno a sí misma, se volvió a sentar y giro a ver a el pequeño cenizo, que se había quedado en su lugar, con las rodillas flexionadas y las manos en la tierra, una expresión molesta en su rostro pero sin decir una palabra. Por tradicion, no se consolaba a los niños que pasaban de los cinco años, pero hizo una excepción ya que Katsuki tenía recién seis años cumplidos y el anciano Kuro siempre había sido muy duro con él, le dió una palmada en la cabeza y al ver que el niño no lloraba aceptando el consuelo, la retiró. Se mordió los labios y volvió a hablar del tema que tanto le llamó la cabeza.
—Los oficios llevan un tiempo aprenderse. Por eso, una cosa es el "trabajo" y la otra el "oficio". Cuando hablamos de trabajar nos referimos a la fuerza física, mental y espiritual que necesitamos para llevar a cabo ciertas acciones —explicó la anciana —En cambio, el "oficio" es el trabajo ya ha aprendido y que podemos mejorar constantemente a nuestra manera. Por eso, cuando salgan de aquí se los dividirá en los distintos oficios dentro de la aldea. Cazadores, Herbolarios, Cultivadores, Representantes y Constructores. Los que no logren sentirse cómodos con un oficio, serán "Parejas". Se les enseñará las labores más domésticas dentro de la aldea y se casarán cuando sea el momento de traer una nueva generación de niños. También, si quieren, pueden aprender métodos de defensa y pesca. Pero la principal misión de las parejas es cuidar el bienestar de los niños, los enfermos y la aldea en general.
—Anciana Tsuki —alzó la mano una de las niñas, cuyas trenzas de color rubio estaban despeinadas y sus ojos marrones reflejaban curiosidad, espero con paciencia hasta que la anciana asintió permitiendo que siguiera hablando — ¿Cómo se eligen las parejas?
—Los ancianos las elegimos según los niveles. Por ejemplo, Katsuki tiene de mamá a una cazadora y de papá a un constructor, ellos fueron elegidos como pareja debido a que eran los más fuertes de su generación. Sus hijos, como se puede ver, son sanos e inteligentes, que es lo que más importa para poder mantener nuestro especie y el funcionamiento de la aldea —respondió la anciana y agrego en un tono serio —Cuando llegué el momento en que maduren, se formarán las parejas y tendrán que traer niños a la aldea. Pero una vez eso pase, nadie les obligará a seguir juntos. Los ancianos preferimos que se ocupen de los oficios, a que sean infelices criando a niños que no tienen la culpa de nada. Pueden separarse y volver a sus hogares paternos, el niño se criara bajo el cuidado materno pero el padre mantendrá sus obligaciones de proveerlo y cuidarlo. De lo contrario, será castigado. Con la madre pasaría lo mismo, pero es bastante raro que pase.
Katsuki vio como los niños con padres separados asentían con la cabeza y luego se mantenían pensativos. Nunca había pensado en eso hasta ahora pero, aparte de él, solo dos niños más en la aldea tenían a sus padres juntos y eran una "familia". Los demás adultos estaban muy...concentrados en sus trabajos, o al menos, eso decían sus padres cada vez que preguntaba porque parecían todos tan cansados a diario.
¿Sus padre tuvieron que ser pareja porque eran fuertes? ¿Eso era bueno? Sus padres se querían, se notaba en sus pequeños gestos, en sus miradas y palabras. Pero puede que no siempre halla tenido que ser así. A él no le gustaría que cuando llegara a "madurar" le obligarán a tener una pareja. No quería. Aún así, sabía que tendría que hacerlo. Puede que fuera joven, pero entendía que sin niños en la aldea, sus posibilidades de sobrevivir como especie se reducían. La existencia se basaba en la reproducción. Como los animales, sin crias, dejarían de existir.
La anciana Tsuki siguió explicando un par más de cosas pero el pequeño niño no prestó atención. Se fue a una punta de la carpa, se acostó de espaldas y se quedó viendo los dibujos en la tela, desgastadas flores y soles le dieron la bienvenida. El símbolo elegido por la anciana Hana y el anciano Kazu, los primeros ancianos que iniciaron su aldea. El sol representaba la eternidad, la inmortalidad, el fuego de la vida. Las flores la belleza de lo efímero, la felicidad y la fertilidad. Un símbolo tierno para un clan salvaje que comía lo que sea que encontrará en los bosques, que se oponía al supuesto señor de las tierras de Yuei —ellos estaban ahí desde hace muchísimo tiempo y no pensaban pagar por ello o inclinarse ante un pomposo idiota que quería cobrarles impuestos— y que defendía a las demás aldeas vecinas de los monstruos, porque sabía lo que pasaría si los dejaban pasar a su territorio.
Morirían todos. Así que, la aldea se basaba en un simple hecho para proteger a las demás, la supervivencia.
—Hey, Katsuki, Katsuki —lo llamó uno de sus primos, acostándose a su lado y mirando como él los símbolos de su clan — ¿Ya has pensado en los oficios? ¿Vas a ser cazador?
— ¿Por qué estás tan seguro de eso? —bufo el pequeño niño y escucho la risa de una de sus primas, la cual se sentó a su derecha y le miraba divertida — ¿De qué mierda te ríes, eh?
—Es que ser cazador se ajusta perfectamente a ti, Katsuki. La mayoría son personas delgadas, rápidas y despiadadas, ¡es el perfecto oficio para ti! ¡aparte dijiste que querías parecerte a tu mamá que defiende la aldea con mucho coraje! —expresó la niña con sinceridad —Además, si eres un cazador, yo también lo sería. Me sentiría muy segura al trabajar contigo, primo.
—Es cierto, aún siendo tan chiquito Katsuki es muy inteligente —asintió el otro niño —Hace que no valga de nada el lema.
— ¡Es injusto! —concordó la niña.
—No es mi culpa que sean mayores e inútiles —se burlo el pequeño cenizo, sentándose y mirando con superioridad a sus primos que hacían pucheros —Pero, ¿qué más da? Aún si son mayores y débiles, igualmente los defenderé y protegeré. Yo cuidare de toda la aldea.
—Ja, palabras valientes de un niño maldito —se sumó a la conversación otro de los niños, de unos ocho años, con ojos negros y cabello azabache —Di eso cuando mates a un monstruo. Si no es que antes sales corriendo del miedo a buscar a tu mamá.
Katsuki gruño al mayor que le saco la lengua burlonamente y después siguió concentrado escuchando la charla que daba la anciana Tsuki. Poco podría haber predicho él que, unos días más tarde, cuándo fuera con su generación a aprender del oficio de cazadores, este mismo niño se pondría delante de todos y le diría el lema de su aldea.
"El fuerte protege al débil. El mayor cuida del menor. Ese es nuestro lema."
Vería a este niño morir. Vería a parte de los niños en la carpa de la anciana Tsuki morir. Su generación, que consistía solamente de quince niños, siendo el más joven él con seis años y el más viejo con ocho años, quedaría reducida a cinco.
La aldea perdería a todos sus cazadores en un solo día.
Perdería a su madre y parte de su familia, en menos de una tarde.
Y todo lo que recordaría de eso, sería el olor a sangre junto con las imágenes del sol y las flores.
Shoto no podía entender porqué pero no quería dormir aquella noche. No es que estuviera ansioso por tener que ir mañana temprano a reportarle a Katsuki de que el anuncio para su matrimonio ya estaba planeado y hecho por Fuyumi. No, nada de eso. Estaba tranquilo al respecto y un poco aliviado de no tener que fingir delante del mago que realmente quería cortejarlo. Por ese motivo, se le hacía tan extraño que no pudiera dormirse y frustrado consigo mismo, salió de su habitación para recorrer un poco el castillo hasta llegar al jardín principal y acostarse ahí en el pasto.
La noche debería ser fría pero a él no le afectaba mucho, su ropa de piyama era ligera, pero igualmente no es como si pudiera enfermarse como una persona normal. Una pequeña ventaja para sus noches de insomnio era esta, que podía sentarse en el pasto húmedo y helado con la tranquilidad de que al otro día no se despertaría enfermo en su cama. Podía pasarse horar mirando las estrellas e incluso quedarse dormido ahí, sin preocuparse por su salud en lo más mínimo.
No es que pensará hacer eso, a la mañana siguiente no quería que su padre lo regañara por el comportamiento poco educado de un príncipe o que sus hermanos se preocuparan por él. Pero saber que podía hacerlo se sentía de alguna manera agradable para él. Siempre tuvo bastante libertad para hacer lo que quiso, quizás gracias a su madre y en ocasiones como esta era que notaba que su personalidad estaba bastante desligada de los deberes reales debido a esa educación.
Quizás, porque Rei pensó que no llegaría a ser un príncipe de verdad, no quiso que fuera educado tan rígidamente y le dió todas las libertades que podía. A veces, el bicolor comprendía porqué a Enji y a los instructores les costó tanto educarlo y formarlo como posible heredero al trono, él no quería estudiar para eso ni lo deseaba, debido a la falsa libertad que le dió su madre.
Pensar en el pasado no va a cambiar el presente. Mamá...solo quería ser libre también de todo este sufrimiento. Por mucho que todos los demás la odien, yo no puedo hacerlo. La amo. Incluso ahora. Haría todo lo que ella me pidiera. Haría todo si tan solo pudiera verla una vez más.
Las estrellas brillaban sobre su cabeza, formando las constelaciones que Touya le enseño hacia tiempo, busco entre ellas la constelación que tenía forma de copo de hielo y era la favorita de Rei. Al encontrarla, logro sonreír un poco y relajarse. Con ese pequeño vistazo a la constelación, finalmente, algo de sueño atravesó su cuerpo y el joven príncipe pensaba aprovecharlo para irse dormir a su cama de una vez. Se puso de pie, sintiendo lo húmeda que estaba su espalda pero sin prestarle atención y se dirigió por los pasillos del castillo, cuyas antorchas estaban apagadas y hacían difícil que uno se moviera, hasta su habitación. Una vez dentro, cerro la puerta y se acostó.
Logró cerrar los ojos por un par de horas, hasta que una de las sirvientas entro para despertarlo en el horario que le había pedido y con un buen desayuno. Generalmente, solía cenar con su familia en el comedor del castillo, pero Fuyumi y Enji estaban durmiendo hasta tarde debido al exceso de trabajo que tenían últimamente. Su hermana debido a los arreglos que debía hacer para su compromiso con el mago de la Torre y su padre porque un par de aldeas estuvieron advirtiendo de la presencia de extraños monstruos en sus alrededores. Por otra parte, Natsuo había partido el día de ayer hacia la frontera entre Yuei y el Reino de los Espejismos, dónde Touya comandaba a su ejército en la lucha que mantenía el pequeño reino contra los bárbaros invasores del otro lado del mar. Cenar en el comedor solo y rodeado de sirvientes era incómodo, por lo tanto, el cuarto príncipe había decidido desayunar por ese día en su habitación.
El desayuno fue bastante ligero y una vez termino, salió de su habitación rumbo a los establos de caballos, dónde encontró a Tenya acariciando a Didi, uno de los potrillos recién nacidos, el guardia imperial tenía una expresión muy gentil mientras lo hacía y le daba a el pequeño caballo una zanahoria. Pero apenas escucho sus pasos, adaptó una posición sería y le saludo con un mano en el pecho.
—Buenos días, su alteza —inclino la cabeza con respeto, pero después agrego en un tono más informal y agradable —Has llegado en hora, es la primera vez que no debo ir a buscarte para que te levantes de la cama.
—Tengo asuntos muy importantes que atender hoy —fue todo lo que dijo el cuarto príncipe en su defensa —Pero antes de eso, ¿cómo te fue con tu hermano?
Todoroki lamento haber hecho esa pregunta cuando vio que la expresión del más alto pasaba de amable a ligeramente angustiada y decaída. Didi intentó morder la zanahoria en su mano en lo que estaba distraído y solo eso hizo que Iida reaccionara, dándole la zanahoria al potrillo y viendolo a él dejando filtrar algunas de sus preocupaciones.
—La Torre no tiene información actual de él. La aprendiz del amo de la Torre, Uraraka-kun, me ayudó con lo que necesitaba debido a eso —contó el guardia imperial —Antes de irme, me aseguro que cuando tuviera noticias me mandaría a llamar.
—Espero que tengas noticias pronto —deseó el cuarto príncipe.
—Yo también —sonrió un poquito el más alto —Entonces, ¿qué asuntos hicieron que su alteza estuviera despierto tan temprano?
—Puedes llamarme por mi nombre, Tenya. Tampoco es como si hubiera muchas personas aquí —comento el cuarto príncipe dando un suspiro, sabiendo bien que la razón detrás de la cual su amigo no lo llamaba cómodamente se debía a los demás cuidadores de caballos que había en el establo y los dos guardias imperiales que custodiaban las puertas —No es necesario que estemos tan concientes de la posición del otro. Y me pone incómodo.
—De acuerdo, lo siento Shoto —se disculpo el guardia llevando una mano detrás de su cabeza con nervios e inquietud —Es la costumbre. Bien, dime, ¿dónde son estos asuntos tan urgentes?
—En la Torre. Con el mago Katsuki —informó el cuarto príncipe notando que se le pasó un detalle importante que debía decirle a su amigo —Ah, cierto, él acepto casarse conmigo.
Tenya se quedó con la boca abierta por un segundo, dejando el suficiente espacio como para que pasará una mosca, sus ojos abiertos en par en par demostraban lo incrédulo que se hallaba y Shoto tuvo que dar lo mejor de sí mismo, para no reírse cuando empezó a gritar y pedirle todos los detalles sobre ese asunto.
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