Capítulo 1
Afuera de la ventana puede ver el cielo azul, el sol en lo alto y algún pájaro volando en las cercanías, una imagen cotidiana pero que solamente ahora le resulta tan hermosa.
Shoto se inclina en la silla de su escritorio, siente las piernas entumecidas y reprime una mueca de dolor, pese a que no hay nadie que pueda verla. Camina lentamente hasta la ventana y coloca los dedos en el cristal, sintiendo el frío de la superficie. La empuja para abrirla y se sienta en el borde de la ventana, como vio tantas veces a Rei hacerlo, con los pies colgando y sintiendo el calor del sol en su cara. Es tan agradable que no le importaría quedarse ahí todo el día hasta que el sol desapareciera por el horizonte.
—Shoto, traje tus...¡sal de la ventana, sal de ahí! ¡¿en qué estás pensando?! ¡puedes caerte!
El adolescente con cabello rojo y blanco puede sentir los brazos delgados rodeándolo antes de que suceda, percibir el aroma de las flores antes de que lo toquen. Y cuando sucede, simplemente, agradece que su hermana mayor, Fuyumi Todoroki, no lo halla tirado al suelo al sacarlo de la ventana con una fuerza que no corresponde a una joven de veinte tres años.
—Por todos los Dioses de Yuei, ¿acaso quieres matar a tu hermana, Sho? Se me salio el corazón cuando te vi ahí.
—Lo lamento, neesan. No lo volveré a hacer —se disculpa, comprende porque se alteró tanto, pero le parece un poco exagerado de su parte y la última parte de lo que dijo, debe admitir que no la cumplirá — ¿Qué decías antes?
Fuyumi es una mujer bella. No hay otra manera de describirla, incluso cuando ve a su hermano menor con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Cabello largo albino mezclado con mechones rojos, demostraba elegancia y a la vez, fuerza. Una figura esbelta que usaba siempre vestidos de colores claros, nada cargados como las demás damas en la corte imperial, mientras que en su cuello blanco tenía joyas de colores verdes y en sus dedos delgados anillos con piedras rojas. Además de ser hermosa, la flor del invierno —en un reino donde siempre había sol— más preciada de Yuei, también era una mujer inteligente, astuta y estratégica.
Si fuera más dura, menos indulgente y tuviera la capacidad de olvidar ciertas cosas, ella sin dudas sería una reina espectacular.
Pero Shoto sabia bien que su hermana mayor no podía jugar un papel tan cruel dentro del palacio. Por eso, estaba satisfecho con que hiciera su parte con la información y nada más.
—Oh, claro, traje tus informes —dijo la albina de mechas rojas, pasándole al menor una carpeta llena de documentos —La Torre de Yuei es un lugar difícil en el cual recaudar información pero conseguí la más que pude de los candidatos que querías.
— ¿El que mencioné sigue siendo la mejor opción? —interrogó el menor en lo que hojeaba los informes de su hermana.
—Sí, sin historial familiar, ni relaciones con otros reinos —afirmó la mayor pero con el ceño fruncido agrego —Lo que me hace pensar que él es la peor persona posible. Alguien sin pasado es peligroso, Shoto.
—Si lo fuera, no estaría tranquilamente ayudando a la Torre —opinó el bicolor —Causaría desastres en la capital en busca de alguna revolución u otras cosas, él no ha hecho nada de esto en sus dos años con la Torre. Es suficiente para mí.
—A papá le dará un paro cardíaco —suspiro la mayor pero sabía bien que eso era lo último que le importaba al menor — ¿Cuando debo concretar una cita? El amo de la Torre de Yuei no acepta invitados fácilmente, aún si somos la familia imperial.
— ¿No podemos ir ahí de sorpresa? —cuestiono el bicolor y su hermana mayor negó con la cabeza —No creo que el amo de la Torre de Yuei tomé bien una carta que diga, "el joven príncipe de Yuei irá en busca de un candidato a ser su esposo". La quemaría y haría como si nunca la hubiera recibido.
—Por eso le enviaré una que diga que el joven príncipe y la segunda princesa quieren ver el progreso de los nuevos productos que está comercializando la Torre —sonrió la albina de mechas rojas —En lo que yo hablo con el amo de la Torre, tú puedes buscar a los candidatos.
¿Ven? Fuyumi era hermosa y astuta.
En cambio, Shoto era directo y mortal.
—Es un plan perfecto, neesan. Hagámoslo antes de que Touya-nii regrese.
Juntos era una combinación poderosa y letal.
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Por algún motivo, le recorrió un escalofrío y tuvo que voltear para ver si dejo una de las ventanas de la sala abiertas. Mientras elaboraba esa poción se suponía que necesitaba un ambiente sin alteraciones y aunque una pequeña ráfaga de viento frío no podría considerarse cómo tal, a Katsuki no le gustaba la idea de cometer un solo error.
Nunca quería cometer errores. Menos cuando de magia se trataba.
Dejo la cuchara de madera dentro del caldero negro, con un poco de magia se siguió moviendo lentamente en lo que él caminaba hacia las ventanas, del otro lado de ellas podía ver un patio y a unos cuantos niños jugando ahí. Ellos lo saludaron con una sonrisa al verlo asomarse pero él les ignoro y apoyó la mano sobre los cristales de las ventanas, al ser tan viejas, las filtraciones de viento eran posibles. Por eso, les ponía siempre un hechizo cuando debía hacer las pociones.
Aizawa le preguntaba siempre porque no usaba la bendita sala diseñada para eso y él debía responderle, en cada ocasión, que hacía lo que se le daba la gana. Al fin y al cabo, sus pociones mágicas eran perfectas como las hacía en esa pequeña y vieja sala, ¿no? Ante eso, el amo de la Torre ya no podía reprocharle nada.
Aún así, trabajar en una lugar tan tan viejo tenía sus desventajas. Humedad, viento, bacterias. Que estuviera cargada de magia residual de quienes estuvieron ahí antes no ayudaba con esas cosas. Así que era mejor ser precavido. Tomar conciencia y cuidado.
Katsuki podía parecer todo lo contrario a eso pero era bastante cuidadoso. Meticuloso al punto que, incluso entre los magos, resultaba excéntrico.
El hechizo estaba dónde debía estar, las filtraciones del aire veraniego de Yuei seguían estando en el exterior, podía seguir haciendo la poción con tranquilidad. Pero todavía sentía algo de frío en la nuca, un viento helado que le erizaba los vellos en esa zona y le hacía apretar los dedos contra el cristal. Como si se tratara de un mal presagio. Una señal de advertencia.
Supuestamente, la magia podía avisar a sus usuarios cuando estaban en una situación de peligro pero a Katsuki le parecía una completa y absurda mentira, un mito idiota solamente creído por la gente estúpida e ignorante.
La magia en sí era un peligro, ¿por qué avisaría a los desafortunados de su propia desgracia? No tenia sentido.
Uno de los niños fue hasta las ventanas y Katsuki se apresuro a volver a la parte de atrás, a las sombras, ya que estaba sin la parte de arriba de la capa puesta. Vio al niño golpear el cristal, mover los labios pidiendo que saliera, una vez oculto su cabello cenizo bajo la capa larga negra se acercó hasta la ventana, dejando solamente a la vista sus ojos rojos.
Kota Izumi seguía ahí, una sonrisa adorando su infantil rostro, al mago le causó una pequeña ternura pero debía volver a su trabajo. No podía jugar con el niño ahora. Hizo un movimiento de mano que elevó al azabache unos metros sobre el aire, que causó los gritos de los demás niños que llegó a escuchar desde el interior de su sala, giro los dedos y luego, volvió a dejar al niño en el suelo, asegurándose de ver que los pies del pequeño azabache tocarán con seguridad la tierra.
Kota le debió gritar algún insulto que no llego a entender, estaba pálido cual un fantasma pero Katsuki estaba seguro que disfrutó la experiencia de elevarse en el aire y no tardaría en molestarlo para repetirla. Paso lo mismo cuando lo arrojó al lago y le apresó en una burbuja de agua, el niño podía respirar perfectamente pero aún así le dio un poco de pánico estar sumergido en lo más profundo. Le gritó, insulto e intento golpearlo, pero al final, se divirtió. Por lo tanto, no le importaba mucho que estuviera enojado ahora con él. Se le pasaría bastante rápido.
Era lo bueno ser joven. El enojo, como la tristeza, desaparecían con el menor indicio de diversión y felicidad.
Cuando los niños se alejaron, el mago se enfocó nuevamente en la poción en su caldero, debía ser de un gris oscuro y hasta ahora no pasaba del blanco con puntitos negros, le agregó un par de especies y uso unos conjuros adicionales, incrementó la temperatura del fuego y en un minuto con treinta segundos, tuvo un hermoso color gris satinado. Se deshizo del fuego y dejo a la poción enfriar.
Era la última del día de su lote. Ya podía dejar la maldita Torre e irse a casa.
No obstante, como siempre, unos golpes en su puerta arruinaron su oportunidad de escaparse. Katsuki se aseguró que la capucha no se le cayera con un hechizo de fijación y limpio la sala con dos movimientos más de sus manos, podría usar su varita, pero no quería generar una explosión. Ya le pasó una vez y el amo de la Torre no dudo en agregarlo a su deuda, aún cuando se trató de un error inocente.
Y hablando del maldito mago de la Torre, deberia apresurarse y abrirle la puerta, antes de que el viejo mago decidiera entrar como la última vez que se negó a verlo. Tirando la jodida puerta abajo y sumando eso también a su deuda.
Oh, sí, Katsuki lo odiaba con todo su ser. Pero aún así, le abrió la jodida puerta y le dejo pasar.
—Buenas tardes, Katsuki, ¿ya has terminado, no? Vine a buscarte para la cena.
—Para obligarme a asistir a la maldita cena —corrigió el mago más joven —Algo que sabe bien que odio hacer.
Aizawa Shota, el amo de la Torre de Yuei, era un hombre de cabello largo azabache con un par de rizos, ojos oscuros y un porte intimidante, aunque llegaba a parecer un hombre muy simple cuando bostezaba y se quejaba del sueño que sentía todo el tiempo. Como mago, el cenizo debía admitir que lo admiraba un poquito, después de todo, pese a contar con treinta y cinco años, era uno de los amos de la Torre más jóvenes de la historia. La mayoría llegaban a ser amos cuando tenían cincuenta años o más, al ya haber acumulado una gran cantidad de poder y conocimientos. Un hombre poderoso pero con una personalidad molesta e irritante.
¿En qué lo encontraba molesto e irritante? Pues, se preocupaba mucho por él, pese a que era su propia culpa que estuviera en la Torre de Yuei endeudado hasta los cincuenta años, aproximadamente o incluso puede que más.
Aizawa lo quería en la jodida Torre, no le cabía dudas de eso. Si era por su talento o otro motivo, no le interesaba. Lo seguía detestando.
—Socializar con los demás te hará bien —dijo el azabache ignorando el obvio malhumor del otro —Lo único que haces cuando vienes aquí son las pociones y de vez en cuando estás en la biblioteca, haciendo una investigación de la cual no quieres ni hablar. Interactuar un poco con los demás te podría ser entretenido. Tambien te ayudaría a mejorar como mago.
—Ya soy el mejor mago de esta jodida Torre, no necesito la ayuda de nadie más —gruño, pasando por el lado del azabache y saliendo de la sala — ¡Cerrado!
Aizawa logro salir antes de que lanzará el conjuro sobre la sala y la hiciera desaparecer. A Katsuki no le gustaba que los demás andarán tocando sus cosas y en esa sala tenía la mayoría de sus instrumentos, por eso prefería que se mantuviera oculta. Cuando el amo de la Torre le vio mal por eso, él se encogió de hombros y siguió caminando como si nada por el patio, los niños ya no estaban por ningún lugar y el sol se ocultaba por el horizonte. A lo lejos, una enorme torre de piedra negra se alzaba en el campo.
La Torre de Yuei era, literalmente, una torre gigantesca creada con el inicio del mismo imperio, donde trabajaban todos los magos de manera independiente pero que necesitaban la protección de la familia imperial, los Todoroki, para comercializar sus productos y servicios. La magia era un elemento peligroso y los magos una presa de los mercenarios de otros países en busca del poder, con la familia imperial podían gozar de cierta protección y trabajar, hasta cierto punto, con libertad.
A Katsuki no le interesaban esas cosas pero las aprendió estando en la Torre. Número uno, la lealtad es al reino de Yuei, no a la familia Todoroki, los magos no se involucraban con la sociedad aristócrata, era para problemas y no los necesitaban. Número dos, la Torre es también un refugio para magos extranjeros y criaturas mágicas, eso fue en primer lugar lo que le metió en problemas y lo hizo contraer una deuda. Número tres, los magos y sus familias pueden vivir en la Torre, si eso les hace sentir más seguros. Número cuatro, los magos no deben tomar el juramento de los caballeros del reino de Yuei. Número cinco, todo contrato comercial hecho por la Torre debe ser aprobado por el rey de Yuei. Esas serían las cinco cosas más importantes que aprendió y las cuales seguían en su cabeza como un recordatorio. Las demás, sinceramente, no las sabía y tampoco le importaban.
Al llegar hasta la inmensa Torre, el azabache le abrió las puertas dobles con un chasqueo de dedos y ambos pasaron al interior, siendo el primer lugar donde estaban el comedor.
El primer piso de la Torre era una recepción. Así que, obviamente, el mayor debió haberles ahorrado a ambos el tener que subir las escaleras.
— ¡Aizawa-sensei, Katsuki-kun, ya era hora! ¡Estábamos por comer sin ustedes!
Una maga de bajo nivel, recién ingresada a la Torre, Uraraka Ochako les recibió. Usando un vestido de color marrón, una capa negra cubriendo sus hombros y su cabello castaño corto atado en una coleta, tenía la misma edad que Katsuki y había llegado mediante Aizawa, por eso lo llamaba profesor en vez de usar su título formal. Una joven agradable y con bastante potencial para la magia, pero sin mucha experiencia.
—Lamento la demora, Uraraka —se disculpo el mayor —Ve a tu lugar. Tu también Katsuki. Y no quiero el mismo truco de la última vez, te quedas hasta el final.
El mago encapuchado bufo, en la cena de la noche anterior había usado un pequeño hechizo de ilusión para huir. No sabe en qué momento el mayor se dio cuenta pero su truco le dio unos minutos para escaparse de la Torre. Era de esperarse que dejará en claro que no podría volver a repetirlo.
Sentirse irritado por eso a estas alturas ya era inútil, así que el cenizo se resigno en ir hasta su lugar dado en la punta de una larga mesa donde muchos magos curiosos, viejos y jóvenes, se le quedaban viendo hasta que se sentaba. Escogió desde el inicio ese asiento por esa razón, detestaba todas las miradas de esos magos. A la mierda eso de que querían conocerlo, solo querían saber porque mierda usaba una capucha todo el tiempo y su nivel de magia era tan elevado siendo tan solo un mocoso.
Que se quedarán con las ganas de saberlo.
La cena paso lenta, aburrida y llena de ruido, tres cosas que hicieron que el mago pensará seriamente porque no destruía todo el maldito lugar y se ahorraba tanta tortura. Tenía la magia de sobra para hacerlo. Pero, al final, sabía que no lo haría porque el esfuerzo tampoco lo valía. Una vez termino de comer, lo que él consideraba un gran logro, se puso de pie e hizo desaparecer su plato junto con el vaso de agua que le sirvieron. Aizawa le miró a lo lejos, desde el cabezal de la mesa, tenía en sus ojos ónix una mirada cansada así que el joven mago asumió que contaba con el permiso para irse. El amo de la Torre no pelearía para que se quedará más tiempo.
Unos cuantos magos lo saludaron cuando se paró de la mesa, Uraraka grito una despedida pero el cenizo los ignoro a todos en lo que salía hacía el patio y aparecía en un pasillo oscuro. La salida de la Torre parecía sacada de un libro de cuentos de terror, de esos donde los magos no hacían más que jugar con la vida de las personas y la naturaleza.
No que no lo hicieran pero en un ambiente más normal y menos aterrador que ese condenado pasillo que siempre debía atravesar cuando quería irse a su casa.
Katsuki contuvo la respiración en lo que caminaba por el largo pasillo de madera hasta la puerta doble de roble negro y salía, finalmente, al exterior. La Torre de Yuei quedaba en la capital del reino, así que no se sorprendió de ver a personas todavía por las calles, yendo a sus casas o disfrutando del mercado nocturno que cerraría en dos horas más. Hombres acompañando a mujeres, niños corriendo, un par de carruajes, la vida nocturna en el reino era bastante activa. Se pregunto si sería en especial por el festival de verano que se celebraría dentro de un mes u otra cosa.
¿Siempre habría sido así? No lo sabía, llevaba apenas dos años en Yuei, no tenía idea de cómo era la vida antes. Había tradiciones que recordaba pero todas para él fueron recientes, para los demás eran antiguas, así que eso lo hacía sentirse desorientado y prefería no pensarlo mucho.
Katsuki salió de la Torre en dirección hacía la calle de enfrente, atravesó la enorme plaza principal del reino sin ver los monumentos históricos ni por asomó y se encaminó hacia las calles aisladas, los callejones. Cuando llego a cierta pared de piedra caliza vieja y degradada, dio tres golpecitos con los nudillos de su mano derecha, la piedra cedió y dio paso a una puerta de madera blanca, giro la perilla de metal oxidado y entro a su hogar.
El cual estaba hecho un jodido desastre. Su sillón favorito estaba destrozado, los libros en el piso y las especies que había recogido en la última luna llena se encontraban hechos cenizas junto al fuego.
— ¿¡Ahora que mierda hicieron?! ¡Maldita sea! ¡Deku, Kirishima! ¡Está vez sí que los matare! ¡Vengan aquí! ¡¿Donde mierda se escondieron?!
Oh, sí, el mago no podía vivir un solo día de su vida en paz. Y eso, que volvió a la vida recientemente.
¿Lo peor? Que no tenía la remota idea de que todo podría volver todavía más complicado en cuestión de días.
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