Capítulo 8: "El pasado me sigue"

Empecé a tener pesadillas frecuentemente. Ese fin de semana fue el peor de mi vida. Soñaba con Bernadette, ella pedía ayuda, pero nadie la notaba, corría por los pasillos de la escuela tratando de escapar, mientras el ruido de la alarma escondía sus gritos. Yo estaba allí de pie, observando, sabiendo que era una pesadilla, llorando de frustración por no poder hacer nada, y despertaba de la misma forma, frustrada.

Me aislé del mundo, no había llamado a Aaron y las veces que él intentó contactarse conmigo lo ignoré. Me sentía una basura de persona, pero aún no estaba preparada para enfrentarlo, mi cabeza era un lío y lo único que estaba dentro de ella era Bernadette y el chico raro.

Al comienzo de la semana decidí levantarme temprano a alimentar a las gallinas y pasaba las tardes con Ludovico, que resultó una gran compañía, no era tan estúpido como creía.

De vez en cuando escuchaba a la abuela lamentarse por la desdicha de los padres de Bernadette, ya que Tina había desaparecido y agregarle el dolor de perder a su hija menor, era algo difícil de soportar, le encontraba la razón.

El padre de Berni parecía un buen hombre, sentía pena por él.

Su funeral aún no se llevaba a cabo, la investigación seguía en curso y por lo que la abuela me había dicho, la policía llegaría a nuestra casa en cualquier momento para tomar mi declaración, temía que me pidieran describir la escena, no quería eso, pero si quería hablarles del chico raro y mis sospechas sobre él.

Aunque nadie sabía lo que le había pasado a Bernadette, lo que yo vi no era algo que una persona se haría a sí misma, estaba casi segura que a ella la habían matado.

Dejé a Ludovico en mis piernas y respondí los mensajes de James y Mia, quienes no sabían nada de lo sucedido, no quería preocuparlos de más. Pero no podría ocultarlo por mucho tiempo, notarían cualquier cambio en mi estado de ánimo, incluso si era en un mensaje de texto.

Tenía una lucha interna, ya que iba a ser bueno para mí desahogarme con mis amigos, pero malo para ellos porque no estarían tranquilos con lo sucedido en Nome.

Pegué un grito frustrado, miré a Ludovico esperando que me dijera que hacer, eso era imposible, los animales no hablaban.

Acaricié su cabecita, sentía un peso en el corazón, había algo que me tenía ansiosa y no sabía que era.

—Emily, ¿ya estás de pie? —preguntó mi abuela entrando a la habitación—. La policía llegó, quieren hablar contigo, si no estás lista, les diré que vengan en otro momento, cariño. —informó preocupada.

La policía ya estaba allí, debía terminar con eso de una vez por todas. Dejé a Ludovico a un lado y negué con la cabeza.

—Bajaré.

Bajamos y nos dirigimos a la sala de estar, allí había un hombre y una mujer hablando con mi abuelo. La mujer no era como la que había venido días atrás, era más baja y fornida, y su compañero, un uniformado de la policía, la superaba por varios centímetros, era muy alto. Ambos me saludaron y el abuelo me sonrió para darme ánimos.

Me senté en un sofá, mientras mi abuela les indicaba a los detectives donde sentarse.

—Hola Emily, soy la detective Ellen Perry y él es el oficial Kurtis Hamill. Hoy queremos hablar sobre lo sucedido con Bernadette, al igual que tus compañeros pedimos la mayor colaboración posible—se presentó amablemente. Sacó una pequeña agenda y revisó uno de los papeles—. Hablamos con Anna Turner, y nos comentó que esa noche estaba contigo, ¿es así? —empezó.

—Sí, nos encontramos en el invernadero. —respondí, la mujer anotó en su agenda.

—¿Dónde fue la última vez que viste a Bernadette?

—En el pasillo principal, estábamos Than, Aaron, Vero, Bernadette y yo, nos separamos para la prueba de valentía.

—Y luego fuiste al invernadero a reunirte con Anna. Cuando sonó la alarma corriste con ella, la dirigiste por una salida secreta que ella no conocía, ¿es así?

¿La dirigí? No entendía lo que me decía. Negué con la cabeza.

—Primero fui a la enfermería y al baño de mujeres, en el camino me encontré con varios compañeros...uno de ellos me dijo que en el invernadero estaba el premio.

—¿Cuál de tus compañeros?

Me quedé en silencio.

—No recuerdo su nombre, lo siento.

La mujer me miró con seriedad.

—Hemos interrogado a todos, ninguno nos ha dicho algo sobre el invernadero, solo Anna. Ustedes fueron las únicas que estuvieron allí.

Todos nos quedamos en silencio, ¿cómo era posible? Ya habían interrogado a todos, supuse que el chico raro les había mentido, pero ¿por qué?

—Él me ayudó, él fue quien nos indicó donde estaba la salida—respondí nerviosa—. El celador venía y el chico me llamó, me dijo que lo siguiera y eso hicimos.

La detective asintió.

—Anna y tú lo siguieron—afirmó. Asentí—. Es extraño, Anna no nombró a nadie más que tú. ¿Puedes describir al chico? —preguntó. ¿Cómo que no lo nombró? Describí a mi compañero con lujo de detalles, ¿se habían puesto de acuerdo para mentir? ¿Por qué lo harían? Ella anotó algo en su libreta—. No hay ningún chico con esas características, Emily.

Me quedé de piedra.

—¿Cómo qué no? —reí más nerviosa aún—. Él me dijo que Bernadette estaba en el baño—solté—. Él-él lo hizo, él me dijo...

Me alteré un poco, mi abuela se sentó a mi lado, tratando de calmarme.

—¿Cómo es eso? —continuó la detective—. ¿Él te dijo que estaba muerta?

Negué con la cabeza.

—Mi nieta está algo alterada—advirtió mi abuela—. Ella vivió un momento traumático, no está en condiciones para hablar.

—Lo entiendo—dijo la detective—, pero es importante que nos dé todos los detalles posibles, identifica a una persona que no está en nuestra lista de testigos, es importante saber quién es, sin un nombre y solo con la descripción, no podemos hacer mucho. Además—volvió a mirarme—, suena como alguien sospechoso. Por favor, recuerda más detalles. ¿Hay otro compañero que pueda identificarlo? Un amigo cercano, tal vez.

Fruncí el ceño, ¿amigo cercano? No hablaba con nadie, nadie lo tomaba en cuenta, vestía raro y solo lo veía en el salón de biología...siempre vestía lo mismo...ropa no adecuada para el invierno y siempre que estaba cerca de él hacía frío. En lo único que pude pensar fue: "No puede ser, no puede ser".

—Emily. —insistió la detective.

—¿De qué hablábamos? —pregunté.

—Del chico.

—¿Cuál chico? —cuestioné fingiendo no saber nada. La detective esbozó media sonrisa y asintió.

—Es mejor que vengamos en otro momento, Emily necesita descansar.

Se puso de pie, junto con el policía, se despidió de mí y mis abuelos la acompañaron a la salida.

Me puse de pie y corrí a mi habitación a vestirme, necesitaba comprobar lo que creía, era loco, muy loco, pero no imposible, estaba empezando a recordar más cosas.

Bajé y salí de casa sin decirle a mis abuelos, y corrí a toda prisa a la escuela, no caía nieve, pero hacía mucho frío y eso me complicaba las cosas, pero corrí, corrí como si mi vida dependiera de ello.

Llegué antes de lo esperado y entré sin problemas, al llegar a la entrada principal me detuve, el pasillo estaba despejado, no había muchas personas, así que caminé al salón de biología, cuando entré lo vi allí, sentado, al final de todo. Mi corazón se detuvo cuando notó mi presencia, sonrió.

— ¿Quién eres? — pregunté.

—No lo sé. —respondió con resignación.

— ¿No lo sabes? ¿Qué clase de broma me estás haciendo?

—¿Broma? No, yo no intentaba burlarme de ti, solo respondí a tu pregunta.

—No la respondiste exactamente —me acerqué más a él—. Todo este tiempo pensé que eras un inadaptado, pero ahora sospecho otra cosa. ¿Cómo sabías que Bernadette estaba allí?

—¿Crees que yo la maté? —preguntó curioso.

Mis ojos se cristalizaron, estaba a punto de decir la mayor locura de mi vida.

—Los muertos no pueden matar, ¿o sí? —cuestioné nerviosa. Él sonrió.

—Al fin te diste cuenta, Emily. —dijo feliz.

Empecé a hiperventilar, no era posible. Me apoyé en una de las mesas, ¿cómo es que podía ver a un fantasma?

—¿Estoy soñando?

Él negó con la cabeza.

—Lo siento por lo de tu amiga, la vi esa mañana, me sentí triste al verla así, dudé en decirte o no—dijo levantándose de su asiento—. No debí hacerlo, te hice pasar un mal momento.

—¿En verdad estás muerto?

—Puedes preguntarle a él si es que me ve. —respondió mirando a mi espalda. Me volteé para ver a Keegan, parecía desconcertado.

—Emy... ¿con quién estás hablando?

— Con él. — respondí apuntando al chico.

—Allí no hay nadie...—vi miedo en sus ojos, y ante esa declaración me estremecí. Dirigí nuevamente mi atención al chico y luego a Keegan, era cierto, no lo podía ver.

El chico me dio una mirada de: "Te lo dije" en mi cabeza solo pasaba: "¡Oh por Dios, puedo ver un fantasma!". Comencé a reír nerviosa, era lo más descabellado que me había pasado en la vida, ¿cómo es que no me había dado cuenta? ¿Qué tan idiota podía ser?

Keegan se acercó a mí.

—¿Qué haces aquí Emily?

—¿Tienes café? Tengo una historia loca. —comenté, él no entendía nada.

***

Cinco años. James y yo ya éramos amigos y estábamos en plena etapa de imaginar cosas. Tenía un amigo "imaginario" el señor Cooper. Era un anciano muy enérgico, que me contaba historias para dormir. James nunca lo pudo ver, pero yo le traspasaba todas las historias que me contaba, éramos felices con él. Mamá odiaba al señor Cooper, tanto así que creyó que no era normal que una niña de cinco años se comportara de esa manera. Ahí fue cuando visité al primer psiquiatra de mi vida.

Mamá me decía que yo no era normal, que debía dejar de tener amigos imaginarios, e insistió en terapia para que me convirtiera en una niña sana. Después de muchos tratamientos, me negué a verlos, porque a mamá le molestaba y no quería perder el cariño de mamá, porque al verme hablar sola, se enojaba y enojada daba miedo.

Papá decía que era una etapa, pero esa etapa no pasaba y también comenzó a preocuparse. Me estaba aislando del mundo y el único amigo real que me estaba quedando era James, apoyó a mamá en que debía tratarme.

Siempre creí que ellos no existían y comencé a ignorarlos, después de un tiempo, desaparecieron. ¿Si esos amigos imaginarios no eran imaginarios? Si no, ¿fantasmas? Podía verlos, ¿y si el chico raro no era el único al que podía ver? ¿Por qué en ese momento? ¿Tenía algo que ver con la muerte de papá?

Todas esas historias y dudas se las hice saber a mi profesor, esperando saber qué pensaba de toda la situación. Keegan tomó un sorbo de su café, saboreando cada gota, al parecer tenía mucho que decir, pero no sabía cómo.

—Tal vez deba volver a casa. —dije levantándome de la banca del invernadero. Habíamos ido allí para hablar tranquilamente. Keegan compró café, ya que el frío nos quemaba.

—Estoy agradecido que hayas confiado en mí para contarme esto, pero ¿qué tratas de decirme? ¿Que por arte de magia vuelves a ver personas muertas? —dijo lo último en voz baja, ya que estaba el jardinero merodeando por allí.

—O puede que tenga una enfermedad mental o un tumor cerebral. —concluí, esas ideas ya las tenía hace poco. Keegan suspiró.

—Esperemos que no sea así. Lo importante es que no comentes sobre esto a nadie, no puedes decir que existe un compañero en clase que realmente no existe. —dijo resignado.

Esbocé media sonrisa.

—Hoy fue la policía y puede que haya dicho...algo—respondí sabiendo que la había cagado, volví a sentarme—. ¿Crees que estoy trastornada?

—¿Quieres la verdad? —asentí—. Sí. Lo que pasó con Bernadette te debe haber afectado mucho—iba a protestar, pero me detuvo con un gesto—. Sé que me dijiste que lo veías de antes, aun así, es algo que no se puede creer con tanta facilidad.

—Si te pruebo que existe, no tendrás otra opción más que creerme—dije decidida—. Verás que sí puedo verlos, aunque aún me cuesta identificar quién está vivo o no—apunté al jardinero—, pero estoy segura que ese señor está vivo.

Keegan frunció el ceño y miró donde apuntaba.

—Allí no hay nadie. —bajé la mano.

—Me falta práctica, como sea, me voy. —nuevamente me puse de pie y salí del invernadero.

Me despedí de mi profesor con un gesto de manos, necesitaba hablar con James.

***

Hablar con James y Mia, como lo supuse, me ayudó mucho. Aunque también como lo creí, se preocuparon demasiado, no solo por el asesinato de Bernadette, sino también por el hecho de que podía ver fantasmas. James compartió ciertas experiencias cuando éramos niños que yo no recordaba, y habló sobre las sombras negras que volví a ver el último tiempo. Se supone que cuando era niña no me gustaban esas sombras, porque hacía que la gente se pusiera triste o hacían que se comportaran de mala manera. Por lo tanto, siempre evitaba acercarme a esas personas, aunque nunca tuvimos muchos problemas, porque por alguna razón, esas sombras siempre se esfumaban cuando yo estaba cerca.

Lo medité bastante, a muchas personas las vi con esas sombras, pero cuando se me acercaban estas desaparecían, y yo lo relacionaba con que mis ojos estaban volviendo a enfocar bien. Quedé sorprendida.

Pasamos largas horas hablando, me consolaron y me dieron las fuerzas suficientes para enfrentar lo que se me venía y también me aconsejaron en afrontar las cosas, ya que solía siempre escapar de lo que me incomodaba, me ordenaron en ir a ver a mis nuevos amigos.

Esa noche volví a soñar con Berni, la misma escena, la misma situación. La angustia al estar allí volvió y cuando desperté solo quería llorar, ¿y si no era una pesadilla cualquiera? ¿Si en verdad eso sucedió? Estaba segura haber visto a Berni en el reflejo de la despensa, era ella, ¿y si estaba tratando de darme un mensaje? ¿Y si algún fantasma de la ciudad vio algo? Sabía que no debía involucrarme en las investigaciones, ¿pero si eso ayudaba a atrapar al asesino de Bernadette?

Esos pensamientos calmaron un poco mi pena y el llanto, tenía que ir a ver a mis amigos.

Me levanté temprano y le pedí a mi abuela que me ayudara a hacer algunas galletas, tal vez no los ayudaría a pasar la pena y la incertidumbre, pero podíamos comerlas juntos y sentir pena e incertidumbre unidos.

Una vez que las galletas estuvieron hechas y se enfriaron un poco, las empaqué y salí a casa de Aaron, pasaría allí primero. Lo había llamado y enviado un sin fin de mensajes, pero no respondió ninguno. Sentía un nudo en el estómago, fui una ingrata en no haberle respondido, y tenía más que merecido que él no me respondiera.

A mitad de camino comenzó a nevar, y apresuré el paso para llegar a mi destino. Cuando estuve allí, toqué a la puerta, pero nadie respondía.

Esperé cinco minutos, observé alrededor de la casa, pero no había signos de vida. Volví a insistir, pero nada. Suspiré, y sospeché que podía estar con Than

Cuando tomé el celular para llamar a mi amigo, me topé con el papá de Aaron, que venía con unos cuantos perros detrás de él, uno de ellos era Aquiles, que al verme se acercó a mi corriendo. Le acaricié la cabeza, estaba más hermoso que antes. El padre de Aaron de acercó a mí y saludó con torpeza, eso me recordó mucho a mi novio, que para mí mala suerte, no venía con él.

—¿Vienes a buscarlo? —preguntó, asentí—. Si no respondió es porque debe estar con Jonathan, tal vez con Verónica. ¿Quieres esperarlo?

—No, muchas gracias. Iré a casa de Than, si llega dígale que me llame.

—Bien—se quedó en silencio, iba a despedirme, pero él me interrumpió—. Sobre lo de Bernadette, Aaron no está muy bien, conmigo no quiere hablar, pero como eres su amiga, espero que contigo sí. Si lo ayudas...estaré agradecido.

Le sonreí.

—En realidad Aaron y yo somos novios—aclaré, eso lo tomó por sorpresa—. Como su novia, haré lo posible para que pueda hablar de cómo se siente, sé que a él no le gusta eso, pero lo intentaré.

Él asintió y sonrió.

—Gracias... ¿novios? Ese muchacho—suspiró—, puedes venir cuando quieras Emily. Así podré mostrarte las fotografías de tu padre.

Papá, por un momento había olvidado que estaba en su ciudad, asentí ante su propuesta, me daba mucha curiosidad. Me despedí de él y de los perros, y emprendí camino a la casa de Than.

La nieve caía suavemente sobre mí, se sentía por una extraña razón, cálida. Vi unas cuantas personas caminando sin rumbo, miré las inexistentes huellas que dejaban a su paso. Estaban muertos.

Algo en mi se estremeció, ¿y si todas las personas que creí ver no estaban vivas? ¿Y si Nome no era tan concurrido como lo había imaginado? Tenía que practicar con mi renovada habilidad, no siempre habría nieve para notar si alguien era de este mundo o no.

Seguí mi camino, observando todo, buscando algo que los diferenciara.

—¡Emily! —escuché mi nombre detrás de mí, me volteé, era Aaron. Sonreí y comencé a saludarlo animadamente con mis manos, él vino corriendo hacia mí y me abrazó con fuerza.

—¿Estás bien? —pregunté cuando apoyaba su cara entre mi cuello y hombro, negó con la cabeza. Acaricié su cabello y me sentí culpable, solo había pensado en mi—. Lo siento, fui egoísta, no pensé en cómo te sentías. —me abrazó con más fuerza.

—No tienes que disculparte—susurró—. Simplemente, no te vuelvas a ir.

Hice que se alejara de mí y le sonreí. Estaba enrojecido y sus mejillas heladas por haber corrido, se veía hermoso, le di un pequeño beso en los labios, lo único que quería hacer era compensarlo con creces.

—No lo haré—tomé su mano. Y él, en un gesto rápido, acercó sus labios al dorso de mi mano, dándole un beso, sin despegar su mirada de la mía—. Si sigues haciendo cosas así, no me iré nunca. —bromeé, sacándole una sonrisa.

—Eso espero. —respondió acercando su boca con la mía.

No sabía que sucedía, pero ese mero instante me hizo estar más conectada que nunca con él. 

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