Capítulo 7: "Un día para recordar"

El incidente de la noche anterior me dejó un mal sabor de boca, por lo que había explicado Aaron, alguien tuvo la audacia de activar la alarma de incendio a propósito, eso alertó al celador de la escuela, quien llamó a la policía, y los bomberos llegaron por la alerta, un desastre total.

Llegué pasadas las dos de la mañana a casa, Aaron dejó a Anna y luego a mí. Lo obligué a que se apresurara en ir a casa, ya que se vendría un día muy largo y teníamos que descansar. Entré por la cocina y gracias al cielo los abuelos no se despertaron.

Me puse el pijama y les envié mensajes a Than, Vero y Berni, esperando que ya se encontraran a salvo, me dormí con el mensaje de Vero y Than respondidos, Berni nunca lo hizo. No pude esperar más y me quedé dormida, ni siquiera me importaba lo que pasara en las clases al día siguiente, como dijo Vero, no podían expulsarnos a todos.

Como cada mañana el canto desafinado de Ludovico me despertó, quería permanecer en cama, pero la pereza no me podía ganar. Me levanté y empecé a imitar el alarido de dolor de ese gallo, para que sintiera lo que yo sentía cada mañana, había veces que se me antojaba un plato caliente de sopa de pollo.

Me preparé y bajé a desayunar, me dirigí a la cocina, donde los abuelos me esperaban

—Buenos días, cariño, ¿cómo amaneciste? — me preguntó la abuela, le sonreí.

—Cansada— me quejé y me senté al lado del abuelo. —. Mi cuerpo está envejeciendo.

Ambos rieron.

—¿Cómo es posible que estés cansada? Ayer te acostaste temprano. —cuestionó el abuelo. Tomé un sorbo de mi café cargado, ¿cómo lo explicaba? "Es que me escapé en la noche y entré ilegalmente a la escuela", pues no.

—La pubertad. —respondí.

Comenzó a reír de nuevo. Suspiré por dentro, casi.

Me dediqué a comer con ganas y no emití palabra u opiné de lo que hablaban, el tema de mi cansancio quedó allí. Cuando terminé mi celular sonó, era un mensaje de Aaron, me estaba esperando afuera de casa.

Me levanté, y me despedí de ellos.

Por milagro ese mañana no nevó y hasta se podía ver un poco de sol en el horizonte, el día parecía que iba a ser perfecto. Salí de casa y corrí hacia mi novio, lo abracé fuertemente, sonrió y correspondió mi abrazo con ánimo.

Lo besé en los labios.

—Buenas, ¿cómo amaneciste? — preguntó de muy buen humor.

—Cansada, pero es por la pubertad. —respondí, haciendo que riera sin entender mi chiste. Me besó y me invitó a subir al auto.

Salimos camino a la escuela.

Cuando llegamos Aaron se estacionó y vimos a Verónica y Than hablando. Nos dirigimos a ellos. La chica apenas notó mi presencia y corrió, abrazándome con fuerza.

—Estoy tan enojada—espetó separándose de mí—. Alguien nos arruinó la noche y ya sé quién fue. —afirmó.

—¿Quién? —pregunté.

—¿Quién más? Obvio que debió ser Anna. Vino aquí solo para vengarse. —se cruzó de brazos.

—Esto demuestra que no es una aburrida—agregó Than—, consiguió que la policía y los bomberos vinieran, eso fue genial. —dijo emocionado, Vero negó con la cabeza, indignada.

—Esto no se quedará así, todos están enojados con ella, ya verá. No puedo creer que sea tan mala.

—No creo que haya sido ella—comenté—. Estaba conmigo en el invernadero cuando la alarma sonó. —expliqué antes que Vero me matara con la mirada, eso parecía haberla calmado.

—Pero si no fue ella, entonces, ¿quién? —nos quedamos en silencio, ¿quién pudo haber sido? No tenía idea, no conocía muy bien a mis compañeros, solo podía asegurar que Anna era inocente.

Observé a mi alrededor, faltaba algo.

—¿Dónde está Berni? —pregunté extrañada. Recordé el mensaje que le había enviado la noche anterior, el cual jamás había respondido.

—Es verdad, no he hablado con ella desde anoche, se suponía que se iría con nosotros a casa, pero Logan dijo que la vio irse antes—volvió a suspirar—. Mierda, estaba tan enojada con Anna que me olvidé de Berni—se quejó culpable, sacó su celular y comenzó a llamarla—. Tiene su celular apagado. —informó intentándolo de nuevo, pero cuando no logró comunicarse, negó con la cabeza.

—Puede que esté en el salón, entremos. —propuso Aaron.

Caminamos por el pasillo hasta el salón de química. Cuando entramos estaban nuestros compañeros hablando entre sí, mirando a Anna, que ya estaba ocupando su lugar. Eso me hizo sentir mal, todos pensaban que ella había sido. Le di un pequeño golpe a Vero, cuando llamé su atención apunté con mi mentón a Anna, Vero lo entendió de inmediato y asintió poniendo los ojos en blanco, se acercó a nuestros compañeros.

Dejé la mochila en mi lugar de siempre, y me percaté que Berni no estaba. Suspiré, la intenté llamar, pero no respondía.

—Berni no responde, iré a ver el pasillo, por si viene. —informé a los chicos y salí del salón.

Miré por todas partes, por si venía, pero nada. Miré la hora, tal vez se había quedado dormida, pero era extraño en ella.

Antes de volver al salón, me di cuenta de que mi nuevo amigo estaba al final del pasillo, a unos cuantos metros del profesor de matemáticas y Keegan. Le sonreí, pero al verme, bajó la mirada.

Decidí acercarme y agradecerle su ayuda, pero a medida que iba aproximándome a él, lo advertí cada vez más extraño. Cuando estuve a su lado, él, con la mano temblorosa apuntó al baño de mujeres.

Algo en mi estómago se contrajo, me había traspasado su miedo. Caminé lentamente al baño, que quedaba a unos dos metros de nosotros, tomé el picaporte, y cuando intenté girarlo, me di cuenta que estaba cerrado. Suspiré.

—Está cerrado. —le dije, pero él seguía apuntando la puerta. Insistí en abrirla, no sé porque, aunque la moviera, esta no se abriría.

—¿Qué hace? —me preguntó el conserje, que había llegado a mi lado con una gran sonrisa.

—Está cerrado. —insistí. Frunció el ceño, extrañado.

—Estoy seguro que la abrí, ¿o no? Deja ver—hizo lo mismo que yo, la puerta no abría. Sacó un manojo de llaves de su bolsillo—. Debí haberlo olvidado, anoche entraron a robar a la escuela, todo el mundo está vuelto loco. —comentó mientras buscaba algo.

Pegué una risita nerviosa, esperaba que no sospecharan de nosotros, aunque algo me decía que ya sabían que habíamos sido los delincuentes.

El conserje logró encontrar la llave y abrió la puerta para que pudiera pasar.

Antes de poner un pie adentro, me quedé atónita, sin poder creer lo que mis ojos estaban viendo.

El conserje dio un grito ahogado, llamando la atención de todos allí, luego se sumaron más gritos y lo único que pude hacer fue retroceder lo más que pude, llegué a la pared, aun sin poder reaccionar.

Hay situaciones en la vida que solo las puedes vivir a través de otros. Siempre hay una historia ajena a ti que no puedes creer, piensas: "eso nunca me va a pasar", ni siquiera te lo imaginas. Son cosas que están demasiado lejos, que un simple mortal no puede soportar, que las películas o los libros exageran, que nadie puede experimentar algo similar. Fui muy ingenua. Porque en ese momento lo estaba viviendo.

Los gritos seguían sumándose, no me dejaban pensar, no entendía que pasaba, todo era confusión. Tapé mis oídos por los gritos a mi lado, lo que había visto no podía ser Bernadette, la mujer colgada en el baño no podía ser Bernadette.

Me era imposible apartar la mirada, mis ojos no pestañeaban, comencé a temblar y mi corazón se aceleró. Había sangre por todas partes, el techo, las paredes, los cubículos, las ventanas, en todo. En los azulejos había escrito un mensaje:

"Lo pagarán caro".

Pero lo que más me estremeció es que la sangre provenía de mi amiga, de Berni, que estaba colgada, con los brazos destrozados por múltiples cortes, encima de un charco de sangre seca, en ella un cuchillo y el gorro de lana que le había regalado en año nuevo.

Mis piernas no soportaron mi peso y comencé a llorar, quería vomitar, eso no podía estar pasando.

Me atreví a desviar la mirada al salón, allí en el pasillo vi salir a Aaron, Vero y Than, que al verme empezaron a acercarse a mí. Fue demasiado rápido, no lo pensé mucho, creo que actué de manera inconsciente, fue mi cuerpo el que me obligó a poder hablar.

—No se acerquen—traté de decir con una voz débil, tomé aire—. ¡No se acerquen! —grité con todas mis fuerzas. Se detuvieron, seguí llorando—. ¡No se acerquen! ¡No se acerquen! —no podía respirar, mis lágrimas me estaban ahogando y no era la única que se encontraba así.

—¿Qué está pasando? —preguntó alguien a mi lado. Solo pude escuchar como cerraban la puerta de un golpe—. ¡Todos a sus salones, ahora! —gritó Keegan—. ¡Ahora, carajo!

—Dios mío, Dios mío. —se quejaba el conserje, llorando sin creer lo que había visto.

—Emily, debes levantarte. —dijo Keegan tratando que me pusiera de pie, pero no podía, mis piernas no respondían, las últimas fuerzas que me quedaban las había ocupado para detener a mis amigos, para que no la vieran así, eso me produjo más angustia.

Era una pesadilla.

***

Me quedé en un rincón, junto a otros estudiantes que habían tenido la desdicha de ver a Bernadette. Algunas chicas seguían llorando y otros parecían no entender lo que estaba pasando, yo era una de ellos. No podía asimilar lo sucedido, creía que era una pesadilla, que la noche anterior había sido la causante de un mal sueño que me tenía atrapada sin poder despertar, pero en el fondo, algo en mí decía que no podía soñar cosas así, porque mi mente no era tan perversa.

El señor Miller, nuestro profesor de matemáticas nos estaba consolando, mientras que el director y el orientador hablaban atónitos por lo ocurrido. Keegan estaba con ellos, tal vez discutiendo algo importante. El señor Miller se acercó a mí.

—La policía llegará en cualquier momento, es mejor que regreses al salón con tus amigos. —dijo en un tono calmado, casi paternal.

Asentí, y así hizo con cada uno, les habló para que volvieran y esperaran instrucciones. Caminé como zombie hacia mi salón, sin saber qué decir, cómo decirles lo que estaba pasando. Comencé a temblar, las lágrimas habían cesado, pero apeligraban en aparecer nuevamente, tenía que enfrentar la situación, no podía permitir que alguien más les dijera, debía ser valiente.

Cuando llegué, todos se quedaron mirándome, Vero se acercó a mí y me arrastró adentro, esperando alguna respuesta, pero no imaginé que las palabras no me saldrían. Aaron tocó mi hombro y Than se estaba mordiendo las uñas, vi a Anna al fondo, con los brazos cruzados con una mirada de preocupación.

Todos estaban expectantes a lo que debía decir.

—¿Es verdad que encontraron a alguien muerto? —preguntó Logan, que estaba al lado de Anna. Todos lo miraron feo, pero en el fondo sabía que tenían la misma duda.

Bajé la cabeza, mi corazón latía desenfrenado y quería llorar. Tomé aire y lo boté lentamente, mientras me secaba una lágrima. Asentí respondiendo a la pregunta de mi compañero.

Todos quedaron horrorizados, empezaron a hablar entre ellos, especulando.

—Lo siento...chicos—alcé la vista a Vero, que parecía no entender nada, todos se quedaron en silencio—. Era Bernadette.

Se escuchó un grito en el fondo de la sala y el bullicio volvió, todos quedaron atónitos. Than se acercó más a nosotros, Aaron bajó la mano que tenía sobre mi hombro, y Vero me tomó por los brazos, esperando que dijera que era broma, pero no podía mentirle así.

Las lágrimas aparecieron y se largó a llorar, corrió a la puerta y salió afuera del salón, solo pude escuchar sus gritos llamando a su amiga. Than y Aaron la siguieron, yo no tuve fuerzas para correr. Anna se acercó a mí y me ayudó a sentarme en la silla más cercana, todos en el salón estaban llorando.

Pasaron unos minutos y los gritos de Vero cesaron. Aaron entró nuevamente, con la mirada enrojecida, detrás de él lo seguían el director y Keegan, estaban serios.

Mi novio se acercó donde yo estaba y se puso de cuclillas frente a mí, tomando mi mano y secando mis lágrimas con la otra, era obvio que él quería llorar. Lo abracé fuerte, me preguntaba cuánto dolor estaría aguantando.

—Chicos, al parecer se enteraron de lo ocurrido, aun no podemos asimilar este suceso, pero estamos al tanto de lo sucedido anoche, así que necesitamos que se queden un momento, debemos hablar sobre esto. —informó el director, todos se asustaron.

—¿Dónde están Vero y Than? —le pregunté a Aaron en un susurro.

—Verónica se desmayó, Than la llevó a la enfermería.

Nos acomodamos en nuestros lugares y tuvimos que ir al gimnasio, donde todos los de último año fueron llamados. Yo quería ir con Verónica, pero no podía dejar solo a Aaron, que, a pesar de todo, parecía en shock, no sabía por dónde caminar y no respondía adecuadamente, así que me quedé con él.

Nos acomodamos en las gradas y esperamos, la policía había llegado a la escena y todos sabíamos que en algún momento nos interrogarían por lo sucedido. Temía que llamaran a mis abuelos y les dijeran que había visto todo.

El director se puso en medio de la cancha y alzó el micrófono.

—Lo que ha ocurrido hoy nos ha afectado a todos de la misma manera, quiero ayudarlos, en verdad, no diré nada, solo díganme lo que sepan, por favor. Entraron a la escuela sin permiso de los docentes o el mío, eso está claro. Quiero saber qué hicieron anoche, ¿alguno desea decirme? —rogó el director afectado.

Todos nos quedamos en silencio, nadie quería hablar. Keegan le pidió el micrófono al director.

—Chicos, es importante que nos digan que sucedió anoche, o tendrán que ser interrogados por la policía, les pedimos expresamente que nos dejaran a nosotros preguntarles ya que estamos seguros que no quieren enfrentarse a ellos. Solo tratamos de ayudarlos en lo que podemos, hoy su compañera ha muerto, por ella, se los pido, díganos lo que pasó anoche.

Me miró de reojo y luego a la clase. No lo entendía, en verdad.

—¿Qué tiene que ver la muerte de Bernadette con lo sucedido anoche? —preguntó Bratt. Todos asentimos.

—Bueno, no sabemos mucho, pero al ser ustedes las últimas personas que la vieron con vida, son sospechosos. —todos comenzaron a hablar sobre eso, los habían espantado. Pero tenía razón, cualquiera de nosotros podía haberle hecho eso a Berni.

—Es absurdo, es una tradición, todos saben que es la tradición. No hicimos nada malo—reclamó Bratt—. No estuvimos mucho tiempo, alguien activó la alarma de incendios, salimos todos corriendo.

Todos hablaron afirmando aquello.

—¿Quién vio a Bernadette correr con ustedes? —continuó Keegan.

Logan levantó la mano.

—Me crucé con ella en el pasillo, mucho antes de que sonara la alarma, parecía bien.

—¿Alguien más? —preguntó mirando a todos.

—Sí, yo también me crucé con ella en el pasillo, nunca pensé que iba... — dijo antes de ponerse a llorar Scarlett, una compañera más en la clase.

—Así que según ustedes Bernadette estaba en la escuela antes que sonara la alarma—afirmó Keegan mirando al director y al orientador—. ¿Quién fue la última persona que habló con Bernadette?

Nos quedamos en silencio.

—Yo le envié un mensaje en la noche, pero nunca respondió. —dije con la voz quebrada.

Keegan suspiró y asintió, le devolvió el micrófono al director y se alejó de la atención de todos, caminó a las gradas y se sentó entre todos los estudiantes.

—Gracias, profesor. Bien chicos, lo que hicieron de entrar a escondidas a la escuela está mal, ustedes lo saben y también saben que recibirán un castigo por eso, pero no ahora— informó el director—. Se les avisará el retorno de clases a su debido tiempo, al menos hasta que termine la investigación. Tal vez irán algunos policías a sus casas, para saber la historia—suspiró el director —. Bien, pueden retirarse.

Todos se levantaron de las gradas y salieron en silencio. Nos quedamos hasta que todos salieran, no podíamos decir nada, Aaron y yo no sabíamos qué decirnos. No sabía qué hacer, algo en mi me decía que debía ir con Vero y Than, pero otra parte me impedía compartir con ellos, era una intrusa. Conocía a Bernadette, me encantaba Bernadette, pero ellos eran amigos de toda la vida y su dolor no se comparaba al mío, jamás se iba a comparar, además, la había visto, ¿cómo enfrentarme a ellos si la había visto de esa manera? No podía, simplemente no podía.

—Es mejor que vayan con sus amigos. —dijo Keegan llegando a nuestro lado. Me tensé.

—Tiene razón, Emy, vamos con Vero y Than. —se levantó, pero yo no pude hacerlo.

—No puedo. —confesé. Aaron enmudeció, miró al profesor y luego a mí.

—¿Por qué no? —preguntó sin entender. Tenía terror de enfrentarlos, apenas podía hacerlo con él.

—Lo siento, no puedo. —dije con la voz quebrada.

—Todos afrontamos las adversidades de distinta manera, ve tú con tus amigos, es lo mejor por ahora. —agregó Keegan.

—Pero...—Aaron suspiró pesadamente—. No quiero dejarte sola, Emily.

Esbocé una sonrisa y me puse de pie para abrazarlo, hasta en momentos así se preocupaba de mí.

—Gracias, pero no me perdonaría que pasaras esta situación sin tus amigos, ellos te necesitan a ti y tú los necesitas a ellos. —respondí sin despegarme de él.

—También son tus amigos.

—Sí, pero sabemos que no es lo mismo. Me harías sentir tranquila si vas, yo no podré, te juro que aún no puedo.

Me alejé de él y recibí gustosa el largo beso que me dio en los labios. Finalmente se despidió de ambos.

Sequé mis lágrimas, sin poder creer lo que había pasado, simplemente quería escapar de todo, ¿cómo poder vivir con el recuerdo de un amigo muerto? Bastaba con papá, ¿ahora aquello? Resultaba más traumatizante.

—Hablé con tus abuelos. —dijo Keegan. Lo volteé a ver.

—¿Qué? ¿Por qué? —me alteré—. ¿Qué les dijiste?

—Lo sucedido, lo que viviste hoy requiere ayuda...

—No—lo interrumpí—. Yo debía decirles, ahora llamarán a mamá, y lo que menos quiero es que esa mujer tenga una excusa para llevarme de vuelta con ella. —espeté furiosa.

—Emily, era necesario, tal vez volver con tu madre sea lo mejor. —dijo de manera segura, como si conociera mi vida y todo lo que pasé, eso me enfureció más. No estaba bien, cualquier cosa me iba a alterar y lo sabía, pero no me importaba, quería golpear su cara.

—¿Qué sabes tú lo que es mejor para mí? ¿Qué sabes? ¡Nada! Prefiero morir antes de volver, así que jamás vuelvas a suponer lo que me conviene o no, ¿entendiste?

Le di la espalda, y corrí del gimnasio, quería llorar, pero estaba preocupada por mis abuelos, debía advertirles que no llamaran a esa mujer, si tenía que rogar, lo haría. La conocía, era capaz de cualquier cosa para restregarme en la cara que siempre tuvo razón, que Nome no era la mejor opción para mí.

***

Mis abuelos fueron a recogerme, y gracias al cielo no habían llamado a mamá, querían saber si estaba bien o no. Les mentí diciendo que Keegan había exagerado, y no había descubierto el cuerpo de Berni, que ni siquiera lo había visto, eso los calmó. ¿Cómo iba a explicar tal situación? Temía que me preguntaran, y después de un tiempo de reflexión, caí en cuenta que eso era lo que más temía, que mis amigos me preguntaran detalles. No lo iba a decir, sería un secreto que me llevaría a la tumba, no iba a tener corazón para explicarles en la posición que estaba su amiga, ¿quién podría hacerlo? Ni, aunque me hubiesen amenazado de muerte, lo iba a decir, a nadie.

Les pedí que no preocuparan a mamá, pero no parecían muy convencidos, simplemente rogaba que no lo hicieran.

Llegamos a casa y lo único que quería era sacarme la ropa que tenía, me sentía sucia, además, apenas vi mi cama sentí la necesidad de acostarme y dormir. Me preparé para eso.

Me di un baño, me sequé el pelo y me acosté, necesitaba dormir.

No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando abrí los ojos, tenía la sensación de que solo habían pasado unos minutos. Busqué mi celular y vi la hora, ya era de madrugada. Me senté y suspiré. El dolor de cabeza me estaba matando.

Tenía la boca seca y estaba deshidratada de tanto llorar. Me levanté a duras penas y bajé a la cocina por un vaso de agua. Había tenido pesadillas, tenía escalofríos en mi cuerpo por la imagen mental de lo sucedido. El chico raro estaba apuntando al baño y Bernadette apareció colgada.

Tomé un gran sorbo de agua y puse la vista fija en la despensa frente a mí, viendo mi reflejo en ella, había algo extraño, pero no lograba descifrarlo, y lo recordé, el chico raro apuntando al baño, ¿cómo sabía de Bernadette si estaba cerrado?

Cerré los ojos y suspiré, las manchas estaban volviendo a surgir, eso me preocupó, nunca aparecían así como así, solo en la nieve que me encandilaba, o eso supuse todo ese tiempo, la cabeza me zumbaba. Abrí los ojos y me congelé. En el reflejo de la despensa me veía claramente, pero detrás había algo más...Bernadette.

Solté el vaso, que se hizo añicos en el piso y volteé para buscarla, pero ya no estaba.

Mis abuelos llegaron rápido a la cocina, preocupados, yo seguía atónita. Toqué mi pecho y comencé a llorar, ¿qué se suponía que estaba pasando?

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