Capítulo 42: "Todo sucede en Nome"

Traté de mantenerme un poco activa, ordenando mi habitación, no tenía algún panorama para ese día. Había despertado un tanto ansiosa y había tenido pesadillas toda la noche, no sabía que me pasaba y tenía algo de temor en pensar que algo malo sucedería otra vez.

Golpearon la puerta y pude ver a Anna, me saludó algo nerviosa y le sonreí, era bueno verla de nuevo.

—Demoraste en venir. —dije con falsa molestia, ella esbozó una sonrisa, parecía no estar cómoda, y la entendía.

Debía ser difícil para ella estar precisamente en casa de mis abuelos. Le ofrecí que se sentara mientras Anna observaba mi habitación. Después de un largo silencio, suspiró.

—Te debo una disculpa—afirmó, yo no entendía a que se refería—. Por ocultarte lo que había visto esa noche.

Se refería a eso, la verdad, no le había tomado mucha importancia.

—No te preocupes, quien iba a imaginar que él sería el asesino.

Ella chasqueó la lengua.

—Aun así, si lo hubiera dicho, tal vez habría sembrado la duda.

Me quedé en silencio, eso era cierto, pero, aun así, no era justo que ella cargara con eso.

—No te sientas mal, no es tu culpa. Pero cuéntame, ¿cómo está tu abuela? Ellos fueron descubiertos. —dije tratando de cambiar el tema, pero eso la hizo entristecer.

—Mi abuela está muy triste y enojada, solo quiere que esas mierdas paguen lo que hicieron, pero también se siente mal que inocentes hayan muerto. Los asesinatos en Nome de ahora en adelante estarán vinculados con la muerte de mi tía.

Tenía razón, los nuevos rumores en la ciudad era que todo se había producido por Tanya. No importaba las razones, Tanya era la responsable de enloquecer a Alex, a tal punto, que hizo que matara a diestra y siniestra. Cuando lo escuché, me sentí asqueada.

—Tanya solo fue una excusa para él. Lo que digan sobre ella son solo estupideces. A veces me sorprende la estupidez humana. —comenté enojada.

—¿Cómo está ella? ¿Sabe lo que pasó? ¿Cómo lo tomó?

Me quedé en silencio, sin saber como describir las emociones de Tanya al enterarse de todo.

—La verdad, es que no la he visto desde ese día, que él intentó matarnos. No sé si ya esté descansando, podría buscarla, pero se me hace un poco difícil moverme como quisiera. Pero no creo que lo haya tomado bien, ¿quién lo haría?

—Entiendo...—dijo bajando la mirada, había algo más.

—¿Qué pasa?

—Es que mi abuela ha soñado con mi tía. La ve triste y llorando, con un gran dolor en su corazón. Estaba rodeada de sombras negras, que la consumían. Por eso te preguntaba cómo estaba.

Sombras negras, eso no me daba buena espina. Me preguntaba si seguían atrapados en la mina, aunque eso se me hacía difícil imaginar, Ian había salido, ¿por qué ella no? No me gustaban los sueños que daban mensajes abstractos, ¿y si Tanya necesitaba ayuda? No sabía muy bien que hacer.

Estaba de manos cruzadas.

Anna se quedó un rato más, pero no podía dejar mucho tiempo sola a su abuela, verdaderamente me preocupé, pero no había mucho que podía hacer.

Los días pasaron tranquilos, mamá volvió a Nueva York y Nana se quedó un poco más. Consiguió un buen terapeuta para mi y Than en Anchorage, así que debíamos asistir una vez a la semana.

La investigación contra los padres de mis amigos y el viejo jefe de policía seguía su curso, al igual que el del director. Los juicios vendrían pronto, Than y yo estábamos ansiosos porque teníamos que testificar, se me revolvía el estómago en solo imaginar que tenía que verle la cara nuevamente al verdadero Alex.

James y Mia volvieron a la ciudad para terminar la escuela y nosotros decidimos dar exámenes libres, con todo lo sucedido, no teníamos el valor de volver a ese lugar.

Nos estábamos recuperando físicamente, las secuelas serían mínimas, lo que complicaría en sanar, sería nuestra mente. Aparentábamos estar bien frente al resto, pero cada uno de nosotros sabía que eso no era cierto. Los gritos de mis amigas seguían allí, merodeando. La sensación de ser golpeada y tocada, no iba a ser fácil, para ninguno de los dos.

Lo que más nos perturbó fue los funerales de Verónica y Aaron. Se decidió hacerlo juntos, iba a ser tan triste. Sus padres no estaban, había una historia trágica que no demoró en esparcirse en toda la ciudad, ojos morbosos espectando lo que pasaba, no sabía si estaba preparada para aquello.

Creo que nunca lo estuve, pero de todas maneras igual fui.

Como lo imaginé el funeral fue muy concurrido. Estaba prácticamente todo Nome allí. Me sentí incomoda, así que me alejé un poco de la multitud, para llorar sin ser observada. Traté de no tomarles atención, pero vi algo por el rabillo del ojo que me dejó sorprendida.

Lejos de la muchedumbre pude ver a Ian, solo.

Todo ese tiempo pensé que se había ido, pero no, seguía merodeando. Me acerqué a él con cautela, secando mis lágrimas, esperando que no fuera producto de mi imaginación.

—¿Ian? —lo llamé, él me ofreció una sonrisa entristecida—. ¿Dónde está Tanya? —pregunté una vez que estuve frente a él.

—Está con él—respondió con voz baja. Fruncí el ceño sin entender, suspiró—. Está con mi hermano.

No me esperaba esa respuesta.

—¡¿Qué?! ¿Por qué?

—De alguna manera, se siente responsable. No sé qué hacer.

Me crucé de brazos, así que el sueño de la madre de Tanya se debía a eso. Mordí el interior de mi mejilla, saber eso me molestó un poco.

—Bueno, si ella quiere quedarse con él, es su decisión. —dije finalmente, no aprobando que desperdiciara su tiempo en alguien como Alex.

Ian comenzó a llorar.

—Es que no lo entiendes, la están consumiendo. Mi hermano la está consumiendo. Si la vieras, te darías cuenta que no debería estar cerca de él. —explicó afligido.

Iba a consolarlo, pero aun había una muralla entre los dos que no estaba dispuesta a derribar. Solo debía enfocarme en Tanya.

—¿Necesita mi ayuda? —pregunté temerosa, él asintió.

—A mi no me escucha, por obvias razones. Me pidió que no te lo dijera, pero...no merece esto.

—¿Por qué no te has ido?

—No me iré sin ella.

Entendí su preocupación, y solo se me ocurría una cosa para poder ayudarla, pero no me agradaba, de hecho, me daba miedo. Me costó un mundo en hacerme a la idea de ver a Alex en el juicio, que no sabía si sería capaz de enfrentarlo cara a cara por Tanya.

Busqué entre la gente a Keegan, el cual se encontraba cerca de mis abuelos, junto con los demás policías. Le envié un mensaje, pidiendo que se acercara a mí. Una vez que lo vio y me encontró con la mirada, caminó a mi encuentro.

Estaba nerviosa, pero me dije a mi misma que debía hacer algo por Tanya, que dejara de lado mis temores y la ayudara. Había sufrido tanto que no merecía seguir protegiendo a alguien que actuó igual o peor que los asesinos de ella.

—¿Qué sucede? ¿Te sientes mal? —preguntó preocupado, negué con la cabeza.

—¿Hay alguna posibilidad que pueda ver a Alex?

—Emy...—dijo algo sorprendido.

—Por favor, necesito verlo, solo eso. ¿Puedes ayudarme? —rogué con lágrimas en los ojos.

Él suspiró.

—Lo intentaré.

***

Después del funeral le expliqué la situación a Keegan y a Brown. Aunque a ella aun le costaba asimilar todo, decidió ayudarme, haría todo lo posible para tener una visita a la cárcel.

Nunca pensé que fuera tan rápido.

Él día para ir a ver a Alex llegó haciendo que mi estómago doliera. El sol calentaba y el cielo estaba despejado, estaba tan hermoso Nome que se me hizo irónico que no pudiera disfrutar de la brisa porque estaba muerta de miedo por dentro.

Pero tomé valor de donde no sabía que tenía y acompañada de Keegan, fui a verlo a la cárcel.

Ni siquiera tomé atención cuando me registraban o me preguntaban algo, estaba tan enfocada en lo que iba a pasar, que no me di cuenta si respondí bien o mal. Uno de los guardias me dejó en una sala larga, donde se podía escuchar mis pasos haciendo eco, al final de ésta había un lugar donde podías hablar con los reclusos. Separado por un vidrio. A Keegan no lo dejaron entrar, así que estaba sola.

Nunca había estado en un lugar así, jamás imaginé que pisaría un lugar así. Y me sentí algo desprotegida al ver que no había nadie más allí.

Me acerqué a las sillas y me senté a esperar. Apoyé mis codos sobre el mueble que me mantendría separada de Alex. Cuando lo vi entrar, toda la ansiedad y el terror desaparecieron.

Se mostraba menos intimidante, pero al verme allí esperándolo, sonrió de manera petulante. Pero no era a él quien precisamente quería ver, sino, a Tanya.

Me entristeció al verla a su lado, rodeada de sombras negras que ensombrecían su mirada. Su piel se transparentaba y parecía estar muy agotada, como si esas sombras fueran el peso de los crímenes de Alex.

—Señorita Marshall, se ve bien—dijo el infeliz, pero yo no pude quitar mi mirada de Tanya—. Que honor su visita. —comentó con burla, pero no lo tomé en cuenta.

—Tanya—la llamé lo más calmada que pude, esperando que ella me notara. Apenas dije su nombre me miró a los ojos—. Este no es tu lugar, y lo sabes. No puedes cargar el peso de sus decisiones. No es tu culpa. Por favor, ven conmigo. —rogué con un nudo en la garganta.

Tanya niega con la cabeza, pero no dice nada.

—¿De qué estás hablando? —preguntó él, riéndose nervioso.

—Tanya, déjalo ir—me puse de pie y le ofrecí mi mano—. Es momento que descanses.

—¿Qué pasará con él? —preguntó en un susurró

—Tendrá que vivir con esos demonios, siempre los ha tenido, no cambiará mucho. Vamos. —insistí.

Ella se tomó un momento, pero finalmente aceptó. Atravesó una de sus manos el vidrio y la apretó contra la mía. La atraje hacia mí, mientras las sombras negras la dejaban de rodear y se apartaban de nosotras.

Al no sentir el peso de las sombras Tanya tomó una gran bocanada de aire, todo su semblante había cambiado. Observé de reojo a Alex y este empezó a ser consumido por esas cosas, entrando en su cuerpo, rodeándolo completamente.

Teníamos que salir de allí. Antes que pudiera dar un paso atrás, él golpeó la mesa, poniéndose de pie, estaba molesto.

—¡Maldita perra! ¡¿qué pretendes?! —gritó con furia, se había agitado. Apretó sus nudillos y se volvió a sentar como si nada—. Señorita Marshall, debe ser más clara. No me haga perder el tiempo.

—No hablaba contigo. —respondí dándole la espalda, tomando la mano de Tanya sin soltarla por miedo a que se arrepintiera. Ella lo miraba con lágrimas en los ojos, rogando o esperando algo de él que nunca llegaría.

La risa de Alex hizo eco en la sala, me detuve y me volteé a verlo,

—¿Cómo estuvo el funeral? Lastima que no pude estar allí—bufó con una sonrisa—. ¿Qué pasa? ¿Dije algo malo? Ay, no tienes sentido del humor, vamos Marshall, ríete conmigo.

Comencé a temblar de rabia. Me acerqué a él, soltando la mano de Tanya.

—Si fuera tú no estaría tan feliz. Fracasaste, seguimos vivos. Tu única misión en la vida era vengarte y ni siquiera eso pudiste hacer bien. Eres mediocre, y morirás mediocre. Mientras yo y Than, seguiremos nuestras vidas, recordando felices a nuestros amigos, tú, estarás solo. ¿Qué sentido tiene vivir ahora, Alex?

—Algún día te mataré—respondió desafiante.

—No vivirás tanto—afirmé—. ¿Te digo un secreto? Morirás por tu propia mano, si lo haces, que sea de noche.

—¡¡PERRA!! —gritó golpeando el vidrio, pero lo único que consiguió fue dañarse a sí mismo.

Le mostré el dedo del medio y salí de allí lo más rápido que pude, empujando a Tanya a que nos fuéramos de allí.

Cuando llegué al lado de Keegan, mi cuerpo se sintió muy cansado, tanto así que tuve que apoyarme en él para salir de ese lugar.

Tanya lloraba en silencio, pero no mostró signos de querer volver al lado de Alex, eso verdaderamente me calmó.

Una vez afuera, me percaté que Ian nos estaba esperando. Suspiré.

Tomé a Tanya por los hombros y la puse frente a mí, obligándola a que levantara la cabeza.

—Él estará bien, dentro de sus circunstancias, obviamente. Pero créeme, el que tú hayas pasado tantos años aquí no fue en vano. Es momento que puedas volver a ese hermoso y tranquilo paisaje, donde los problemas no existen.

Ella asintió y me abrazó, le correspondí el gesto.

—Gracias, por todo—susurró en mi oído, esa sería nuestra despedida definitiva. Se alejó de mí y dirigió su atención a Ian—. Te perdono. —espetó sinceramente. Él comenzó a llorar como niño pequeño.

—No lo merezco. —sollozó con mucho dolor.

—No, pero yo quiero hacerlo. Debemos irnos.

Él me miró y asentí, tenía que irse. Gesticuló un gracias con su boca y me dieron la espalda, desvaneciéndose con el viento.

Al verlos desaparecer no pude resistir la pena que me producía, había compartido tanto con ellos que jamás imaginé que las cosas terminarían así. Sequé una que otra lágrima que se me había escapado, no podía seguir llorando, al menos tenía la seguridad de que estaban descansando. Keegan tomó mi mano y se acercó a mí para abrazarme.

—¿Cómo te sientes?

No lo sabía, pero algo en mi se había renovado, Alex era un payaso a mis ojos.

—Mejor, se fueron en paz, además, pensé que enfrentar a Alex sería lo peor del mundo, pero no, de echo me sirvió. Espero se pudra, el muy infeliz. Me llamó perra, ¿qué se cree? Deberían cortarle la lengua al sinvergüenza—me alejé de él—. Es mejor volver—dije esperando su respuesta, pero se me quedó mirando fijo, con una sonrisa boba—. ¿Qué? —pregunté a la defensiva.

Se acercó a mi y me besó apasionadamente, dejándome casi sin aliento. Mi corazón comenzó a latir rápidamente, no había cosa en el mundo que me gustara más que los besos que me daba Keegan. Tan cálidos, deseosos y adictivos que cada vez que me daba uno, me dejaba con ganas de más.

Me acaloré completamente, tanto así que tuve que detenerme. Le sonreí jadeante.

—¿Quieres que seamos novios? —preguntó de repente. Fruncí el ceño.

—Pensé que ya lo éramos. Se lo dije a mamá, a mi abuela, a Nana, a Mía y James, hasta Than lo sabe. —respondí contando con los dedos, él hizo una mueca de dolor.

—¿Qué hacemos? Les mentiste—dijo con un tono de burla y entrecerré los ojos acusadoramente, él volvió a reír—. Es broma, es broma. Solo quiero asegurarme y que no estés arrepentida. Que dices, ¿lo oficializamos?

—¿No tendrás problemas?

—Ya los tengo, pero puedo lidiar con ellos. —afirmó con confianza.

—Ya no estoy tan segura—dije molestándolo, él me acercó a su cuerpo e hizo un puchero, lo encontraba tan lindo, sonreí—. Obvio que quiero, idiota.

Me volvió a besar.

Uno nunca puede saber cuando los pequeños momentos de felicidad vendrían, pero deberíamos ser capaces de poder aprovecharlos.

Keegan me hacía feliz.

Estaba feliz.

***

El día de nuestra primera sesión con el terapeuta había llegado. Para no demorar mucho, decidimos tomar un vuelo directo a Anchorage.

Than parecía ansioso y no precisamente por volar. Cuando despegamos seguía preguntándome que cosas debía decir para que no lo trataran de loco, porque loco estaba, pero no quería que nadie lo supiera, eso me causó gracia.

—Si me pregunta algo, ¿qué respondo? —continuó.

—Lo que te preguntó, supongo—me burlé y él se rio al notar lo tonto que había sonado, pero entendía su nerviosismo—. Todo estará bien, cuando salgas te sentirás mejor y más tranquilo.

—Es que no sé qué decir. Ya me conoces, soy tímido—bromeó, eso me hizo reír con ganas—. Mira, es Miley—susurró, vi a la sobrecargo hablando con un pasajero, tenía la misma sonrisa de siempre—. ¿Crees que irá al juicio del viejo Foster?

—Es su abuelo, supongo que sí. ¿Tú irás?

—No quiero, pero lo haré, por Helena. Además, él me lo pidió, no pude negarme. —respondió.

Antes de ir a Anchorage Than había decidido ir a visitar a su padre, no fue algo fácil para él, pero a mi parecer, fue lo mejor.

—¿Qué hablaron?

—Me pidió perdón, que tenía miedo de decepcionarnos. No era su intención haber hecho lo que hizo de joven, que fue un error—negó con la cabeza—. Como si matar a alguien, violarlo y torturarlo fuera un error. Espero que algún día se de cuenta y deje de victimizarse. Al final solo se lamenta de que lo hayan descubierto.

Mi amigo tenía razón, ¿alguna vez se arrepentirían de verdad por lo que hicieron? ¿Alguna vez papá se arrepintió de lo que había hecho?

Los últimos antecedentes que supimos de toda la situación era que el viejo Foster había arreglado la escena. Alex encontró el video de Tanya y se los envió a los papás de mis amigos, extorsionándolos.

—¿Y los demás? ¿El padre de Aaron y Verónica? —pregunté al recordarlos. Él suspiró.

—No pregunté por ellos, ¿tu abuela te ha dicho algo?

—Nada, es mejor así, supongo...

Me quedé en silencio al ver a una persona que conocía de antes. Una anciana merodeaba por el pasillo, sonriendo a los pasajeros, al notarme ensanchó su sonrisa y se acercó a mí.

—¿Qué pasa? —preguntó Than mirando al pasillo, para él, vacío—. ¿Un fantasma? —adivinó, asentí.

—Nos volvemos a encontrar, que alegría. Oh, es otro chico, ¿él si es tu novio? —dijo apuntando a Than.

—Es mi amigo—expliqué algo nerviosa. Ella asintió, esperaba algo—. Usted es la mamá de los gemelos Abrams, ¿no es así?

—Lo soy, sí.

—¿Sabe lo que pasó?

La mujer vio por la ventanilla del avión, pensativa.

—Sí. Las malas noticias vuelan, ¿conociste a mi hijo?

—A los dos. —respondí sorprendiéndola, tocó su corazón y sus mejillas se sonrojaron.

—Presentía que él seguía aquí. —dijo melancólica.

—¿Sabe lo que hicieron? Lo de Tanya y...la venganza de su hijo.

Asintió.

— Yo orillé a que ambos se odiaran. Mi Alex mató a mi Ian, siempre lo supe, pero me hice la desentendida con eso, hasta que me enteré lo que le hicieron a Tanya. Allí reaccioné, pero demasiado tarde. Solo pude dar pocas pruebas de que ellos lo habían hecho, morí antes de saber si servían o no.

Abrí la boca sin poder creerlo, ella había sido la responsable de que reabrieran el caso de Tanya.

—¿Fue usted? Señora, no se sienta mal, gracias a eso se reabrió el caso, quienes mataron a Tanya están esperando un juicio—expliqué un poco emocionada—. Pero Alex también lo condenarán.

—Él debe pagar por lo que hizo. —respondió cansada.

—¿Lo está esperando a él para poder descansar? —pregunté, porque se me hacía extraño que después de todo ese tiempo siguiera arriba del avión en el cual ella había muerto. Respondió afirmativamente, lo iba a esperar, que mal por ella—Ojalá que su espera valga la pena, señora. —dije un poco disgustada, ella lo notó.

Se acercó un poco a mi y me sonrió con mucha tristeza.

—Perdonar requiere paciencia. Yo no la tuve en vida, pero si en muerte—explicó, y yo no pude responder nada más—. Que tengas un buen viaje.

Caminó hacia la cabina, me quedé meditando. Mi amigo me dio un pequeño golpe en mi pierna con su rodilla.

—¿Qué pasó? —preguntó con curiosidad.

—¿Te conté cómo llegué a Nome? —pregunté y él entrecerró los ojos, negando con la cabeza.

Y entonces empecé a contar la historia, otra vez. Desde la muerte de mi padre, el engaño de mi madre y mi primer encuentro con Vicent. La señora fantasma del avión, de la cual no me di cuenta que lo era y lo que vino después.

Si me hubieran preguntado qué esperaba de vivir en Nome, jamás respondería asesinatos o desapariciones. Solo esperaba lo bueno, nuevos amigos y experiencias gratas, eso lo tuve, pero acompañado de desgracias.

A pesar de aquello, si me preguntan por Nome, lo primero que se me viene a la cabeza son los buenos momentos y las personas que conocí, y el cariño inmenso que recibí y sigo recibiendo de las personas que amo.

Todo podía suceder en Nome, aun así, decidí quedarme un poco más, para poder sanar.

Fin...

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