Capítulo 38: "Asesino"
Al otro día le pedí a Than que se reuniera conmigo para ir a visitar a Aaron. Le diría que me iría, pude haberlo hecho por teléfono, pero no lo sentí correcto.
Me pasó a buscar en el auto de su padre y en el camino le conté que ya no viviría en Nome. No le agradó la noticia, pero no me dijo nada. Pensé que reclamaría o se enojaría, tal vez pedirme que me quedara, pero Jonathan no lo hizo, simplemente no dijo nada.
Eso me hizo cuestionar el irme de Nome. Me pregunté si lo hacía por mí o por comodidad. Huir era fácil, siempre lo fue, de hecho, cada vez que huía de un problema me sentía calmada, pero el dejar la ciudad no me tranquilizaba, me angustiaba.
Estaba cansada de ser tan vacilante en mis decisiones, tenía que madurar. No lamentarme, en el fondo si me iba lo lamentaría, si me quedaba, no lo sabía. Tenía que confiar en la certeza, no quería volver a arrepentirme de nada.
Llegamos al hospital y entramos como de costumbre. No sabíamos si podíamos ver a Aaron, no lo habíamos hecho en todo ese tiempo, pero teníamos fe que el doctor y su madre nos dejarían.
Cuando llegamos al piso de cuidados intensivos, pude ver al padre de Vero allí, junto con el padre de Than. Al otro extremo se encontraba el director hablando con la madre de Aaron. Cerca de nosotros estaba Harper, que se veía realmente demacrada. Than se acercó a la mamá de Aaron.
Yo pasé al lado de Harper sin tomarle atención, saludé a los padres de mis amigos, y esperé. Bruce, el papá de Verónica, se veía acabado. No sabíamos cuándo sería el funeral de mi amiga, no entendía por qué se demoraban tanto en entregar el cuerpo, sentía que era injusto que no pudiéramos darle una despedida como correspondía.
En el fondo, quería estar allí cuando eso sucediera, para despedirme de Verónica.
—Su mamá nos permitirá verlo—interrumpió mi amigo mis pensamientos. Se me revolvió un poco el estómago. Harper nos tomó atención, había escuchado lo que Than había dicho, él lo notó y negó la cabeza en respuesta a ella—. Solo a nosotros. —informó, provocando el enojo en ella.
No quería sentir lastima por Harper, pero no podía evitar sentirla. Pude haberla ayudado, pero decidí no hacerlo pensando que tal vez Aaron no quería que ella lo viera así.
Nos acercamos a su habitación, y nos quedamos de pie frente a la puerta. Ninguno de los dos se atrevía a abrirla.
—No sé si sea capaz, Than. —confesé.
—Yo tampoco puedo... pero hay que hacerlo. —dijo tomando aire, botándolo lentamente por su boca. Abrió la puerta y ahí lo vimos.
Mi corazón se detuvo al verlo allí tan... desvalido. Estaba conectado con tantos cables que ya no quedaba ser humano por donde meterlos. Un tubo salía por su boca y lo único que se oía era el pitido de la máquina que mide los latidos del corazón.
Se me hizo un nudo en la garganta porque no me había imaginado lo mal que él estaba. Aun tenía la marca de los golpes que recibió, las heridas vendadas, no tenía mucha piel expuesta, parecía una momia. Si no me hubieran dicho que en esa habitación se encontraba Aaron, yo no lo hubiera reconocido.
Volví a llorar de rabia y de pena. Than, sollozando se acercó a él y tomó su mano.
—¿Cómo puede estar muerto si su corazón aun late? —cuestioné.
—Lo que lo hace latir es la máquina, no él—respondió mi amigo. Nos quedamos en un largo silencio, tratando de asimilar que era el adiós—. No quiero que te vayas, Emily—dijo Than, finalmente—. Es más fácil para ti irte, pero yo no puedo, si te vas... ¿qué se supone que haga? Sería perderte a ti también—confesó con la voz quebrada—. Perdón si soy egoísta.
Negué con la cabeza, era un alivio para mí que él pudiera decirme lo que sentía. Sus palabras hicieron que me decidiera de una vez por todas.
—Me quedaré—informé—. Dijiste que si nos teníamos el uno al otro podríamos con todo, no quiero correr de esto y dejarte atrás, me quedaré.
Abracé a mi amigo y nos quedamos un rato más, no sé por qué, pero algo en mi me decía que esa sería la ultima vez que lo veríamos.
Nos despedimos de él y salimos de la habitación, no esperé encontrarme de frente con Keegan. Than lo saludó y se quedaron conversando, no tuve el valor de integrarme. A lo lejos vi al director hablando con Harper, ella lloraba y él la consolaba.
—¿A qué hora parten? —me preguntó Keegan.
—Se supone que ahora, pero ya no me iré—dije atenta a su reacción, esbozó media sonrisa y asintió—. Tengo que decírselo a mamá. —le informé a mi amigo.
—Te llevo a casa, necesito hablar contigo, ¿te molesta, Than? —preguntó Keegan.
—Eso debe decidirlo Emy, no yo. —respondió mi amigo, extrañado. Me miró confundido y me encogí de hombros, no era el momento de explicarle mi situación con él.
Acepté su petición, lo había pensado toda la noche, y al igual que quedarme en Nome, sabía cuál decisión haría arrepentirme toda la vida.
Antes que pudiéramos siquiera caminar a la salida, el director se acercó a nosotros.
—Chicos, ¿cómo están? Vieron a Aaron—asentimos. Él pegó un gran suspiro, compadeciéndose de nosotros—. Es increíble lo que está pasando, por favor, cuídense, ¿sí? —dijo ofreciéndonos media sonrisa—. ¿Nos deja? —me preguntó directamente, ¿cómo lo sabía? No quería responder, así que solo asentí—Es una verdadera lástima. Buena suerte en su viaje señorita Marshall.
Me pidió permiso para abrazarme y se lo permití, me sentí una idiota en no haberle dicho que no me iría y más ridícula pensé que me sentiría al retractarme, así que le seguí el juego.
Nos separamos.
—Debo volver, hablamos después, Than. —dije abrazando a mi amigo, él me dio un pequeño beso en la mejilla.
—Creo que también me iré. —dijo mi amigo, el director tocó su hombro.
—¿Me podrías dar un aventón a la escuela? No traje mi coche.
Than asintió y los cuatros salimos hacia el estacionamiento. Me despedí de ambos y subí al coche de Keegan, mirando de reojo como mi amigo se alejaba por el camino contrario.
***
Nome se encontraba tranquilo, pero sabía que ya atardeciendo se pondría a llover. Estaba ansiosa sobre cómo le iba a decir a mamá que no me iría con ella. Su plan era conducir a Anchorage y de ahí quedarnos hasta conseguir un vuelo a Nueva York, me había pedido que hablara con Mía para tener pasajes más rápido, pero me negué, eso la hizo enojar. Provocó que no me hablara esa mañana, el ambiente en casa era muy tenso, la abuela ya no disimulaba el desagrado que producía mi madre en ella.
—Al final te quedas. —afirmó Keegan.
Nos habíamos mantenido un rato en silencio.
—Por Than, me quedo por Than. —aclaré, él sonrió.
—A tu mamá no le gustará la noticia.
Claro que no le gustaría, ya me estaba poniendo en la peor situación.
—Y tampoco le gustará verme contigo, pero tendrá que acostumbrarse—dije sabiendo que Keegan ya no era una persona grata para mamá. Lo miré de reojo, era obvio que eso a él no le importaba—. ¿Quieres saber mi respuesta? —pregunté suponiendo que ese era el motivo por el cual quería hablar conmigo.
—Ya sé tú respuesta—respondió calmado—. Y está bien, la entiendo. —me mostró media sonrisa, sin apartar su vista del camino.
A pesar de todo lo que había pasado, ¿por qué no me sentía diferente estando a su lado? No tenía malos recuerdos de él, nunca me sentí incómoda, aun en ese momento, no sentía incomodidad o desagrado. Debería haber estado furiosa con él, pero no me nacía. Por lo menos, después de la conversación que había tenido con Keegan el día anterior, me sentí menos vulnerada.
De la nada, y sin esperármelo, dejó un celular sobre mis piernas.
—¿Y esto?
—Perdiste el tuyo. Puse algunos números, incluyendo el mío, no puedes estar incomunicada. —respondió calmado.
Encendí el celular.
—Keegan...
El pegó una pequeña carcajada y negó con la cabeza, me miró de reojo.
—Vicent, me llamo Vicent, ya te lo dije, y me gustaría que me llamaras así, Keegan es mi apellido. —explicó un poco más relajado.
Suspiré, no me iba a poder acostumbrar, aunque en un principio si se me había hecho raro que Keegan fuese su nombre, pero había conocido a tanta gente con nombres raros en mi vida, que no quise cuestionar nada.
—No me gusta—dije finalmente, cruzándome de brazos, él frunció el ceño—. Me gusta Keegan, no Vicent. —afirmé.
Era cierto, la persona que me gustaba era Keegan, siempre fue él.
—Créeme, contigo siempre fui Vicent. —respondió como si hubiese leído mis pensamientos.
Mi corazón dio un brinco de emoción, quería saber eso, quería creer eso, pero, ¿iba a poder? No respondí nada más. Él no insistió.
Le agradecí el celular y le pedí que me dejara unos metros lejos de casa, no quería problemas con mamá, así que detuvo su auto. Me sonrió nervioso y desbloqueó el seguro de mi puerta.
La abrí, pero me quedé allí, pensando en lo corta que era la vida. Si tenía que sufrir por Keegan, lo haría.
Lo miré nerviosa, pero a la vez decidida, le daría una respuesta. Sin que él lo esperara me acerqué y le robé un beso. Quedó congelado. Le sonreí para que entendiera que estábamos bien. Él suspiró aliviado y me abrazó fuertemente, al solo sentir su calor me reconfortó.
Me separé de él, ganándome un pequeño beso de su parte.
—Nos vemos, Vicent. —me despedí bajándome del auto.
Corrí a casa sin mirar atrás. Lo primero que pude ver fue el automóvil rentado de Ronald y mamá pasándole su maleta para que la acomodara en el maletero. Al notar que llegaba, se acercó a mí.
—Ve a buscar tus maletas, rápido. —me apuró, le iba a decir que no me iría, pero la abuela salió de casa y me llamó.
Se acercó a mí.
—¿Cómo está Aaron, cariño? —preguntó tomando mi mano, realmente se veía preocupada.
Volví a entristecerme, ella me abrazó, conteniendo mi pena. ¿Por qué la abuela se comportaba más como una madre que mi propia madre?
—En cualquier momento se irá, abuela—susurré cerca de su oído y ella asintió, ya lo sabía. Se alejó de mí y acarició mi mejilla, ofreciéndome media sonrisa, no podíamos hacer mucho. Mamá se aclaró la garganta, tenía mucha prisa—. ¿Podemos hablar, mamá?
Ella a regañadientes aceptó y subimos a mi habitación. Lo primero que vi fue mi maleta sobre la cama, me acerqué a ella y la abrí, empezando a sacar mis cosas. Mamá frunció el ceño.
—¿Qué haces?
—No me puedo ir, mamá, me quedaré en Nome. —informé lo más calmada posible. A mamá casi se le salen los ojos.
—¡¿Estás loca?! ¡Te lo prohíbo! Tú no te quedas aquí, Emily Marshall—chilló furiosa.
—Ya lo decidí, mamá.
—¡No! —se aproximó a mi maleta y comenzó a poner las cosas que había sacado dentro de ella. Traté de quitar sus manos de mi ropa, pero ella me empujaba para que no la detuviera—. Tú vienes conmigo, punto. No hay discusión—sacó algunas chaquetas de mi closet y las tiró a la cama, trató de meterlas a la maleta, pero era obvio que no iban a entrar, mamá estaba temblando de frustración—. Nos iremos de este infierno. Vine aquí, soporté la mierda de tus abuelos, tu indiferencia, los recuerdos de Caleb y puse en riesgo mi embarazo para llevarte de vuelta a casa, no me iré sin ti.
Continuó dejando mis demás cosas sobre la cama, ya me estaba colmando la paciencia.
—No te lo pedí. —contesté, eso la enojó más, se detuvo y me enfrentó.
—¡No lo hiciste! Pero aquí estoy, ¿no entiendes que te puede pasar algo? Emily, ¿qué hago si te pasa algo? Pero claro, no ves mis preocupaciones como algo válido para ti, porque eres egoísta. Ya no soporto los nervios que me provocas—se le cristalizaron los ojos—. Vienes conmigo.
—¡No! No iré, se acabó. Me quedo en Nome, y no hay nada en el mundo que puedas hacer para llevarme contigo.
—¡Soy tu madre!
—Legalmente soy mayor de edad, pregúntale a Ronald si puedes hacer algo contra eso.
No pudo responderme, pero estaba roja de cólera. Ella quería golpearme y esperaba que me diera vuelta la cara de una cachetada, pero no lo hizo, prefirió sacar su frustración tirando mis cosas al suelo, aplastándolas con los pies. Algunas cosas delicadas se hicieron añicos, mis perfumes los aventó a la pared, rompiéndolos. Rescaté mi computador, unos segundos antes que despejara mi escritorio de un movimiento.
Gritó y se quejó, lloró a mares y se victimizó, pero no cambié de parecer. Me senté sobre la cama y la dejé ser, ya no me importaba. Después de haber desordenado mi habitación, salió de ésta sin siquiera mirarme.
Lo único que pude hacer fue observar el lugar con cansancio, me demoraría un mundo en volver a ordenar todo. Traté de recoger algunas cosas y a lo lejos pude ver el encendedor que Jaden me había regalado.
Lo recogí con cuidado y se me formó un nudo en la garganta.
—No, no, no...se rompió. —dije triste. No podía creer lo descuidada que había sido al dejar que mamá lo rompiera.
Traté de arreglarlo, pero solo conseguí que se rompiera más. Cuando la parte de arriba se despegó de lo demás, me di cuenta de algo sorprendente, dentro del encendedor había algo. Lo volteé sobre la palma de mi mano y vi caer un pequeño pendrive, dejándome anonadada.
Sin pensarlo mucho, tomé mi laptop y conecté el dispositivo. Lo primero que vi al revisar los archivos fue la miniatura de un video y tres imágenes que parecían ser fotos de un papel.
Al abrir las imágenes comencé a sudar frío, era la foto de una carta, con una letra que pude distinguir perfectamente bien. La leí temblorosa.
"Periodista, ¿quieres saber la verdad? Bueno, te la presento. Al parecer no fueron tan inteligentes al querer grabar sus hazañas. Esto llegó a mí un día de aburrimiento, solo exploraba entre las cosas de uno de ellos y lo encontré. Tal vez vomites o te de rabia, cualquier persona cuerda sentiría eso, pero al perecer estos hombres no, ¿lo puedes creer? Lo he visto unas cuantas veces, para no olvidar ningún detalle, si ese video se pierde, podré recordarlo perfectamente. ¿Por qué te envío esto a ti? Porque estás en peligro, periodista. Ellos ya saben que tienes este video en tu poder, y que eres un riesgo, jamás querrán que alguien más se entere de la porquería que hicieron.
Puedo decir que esto es mi culpa, porque yo les dije que tú sabías, me disculpo de antemano, pero me estorbas. Sabes mucho y eso no me conviene, y no me ensuciaré las manos contigo, dejaré que ellos lo hagan. Son capaces de cualquier cosa para ocultar su secreto.
Yo solo me estoy divirtiendo, viendo cómo se matan entre ellos.
Si eres inteligente, huirás de Nome antes que alguno te atrape, pero si eres valiente, esperarás tu muerte. A menos que ya estés muerto.
Dejo en tus manos la decisión de qué harás con el video, si lo guardarás y si sales vivo, lo rebelarás, o simplemente dejarás que yo continue divirtiéndome con estos bastardos.
Entenderás que merecen lo que les está pasando. No se puede perdonar algo así, al fin y al cabo, perdonar es un don que no tengo".
Tuve que releer unas cuantas veces la carta, pero no podía entenderla del todo, así que, con temor, reproduje el video.
Grave error.
Lo primero que pude escuchar fueron los gritos de una chica, pidiendo que la dejaran, a cuatro hombres encima de ella y otro de pie, un poco alejado, observando todo.
Los chicos reían a carcajadas mientras uno de ellos abusaba de ella. Comencé a temblar al reconocerlos. Un chico, que estaba amarrado a una silla y amordazado, intentaba gritar, pero los mismos gritos de la chica y las risotadas del resto, lo tapaban.
No lo podía creer, cuando uno de ellos termino, vino otro y le hizo lo mismo, nunca había sentido ese tipo de angustia en mi vida, tuve que detener el video y tratar de calmarme, no podía ser cierto que había una evidencia de lo que le habían hecho a Tanya, no podía creer que esos hombres eran los padres de mis amigos.
Estaba segura que el chico de la silla era Alex y el otro Ian. Bajé el volumen al video y busqué a papá, pero él no aparecía. Lo adelanté y llegué a una parte en donde no pude seguir, era mucho, demasiado para mí.
Era un video muy largo, de baja calidad, pero se podía distinguir todo tan bien.
Me dio asco, rabia, angustia. ¿Qué se suponía que tenía que hacer con ese video? Solo se me ocurría ir a la policía y entregarlo, ahí estaba la prueba del asesinato de Tanya. Por ese video, Jaden había muerto.
No entendía porqué él me lo había dado, no me dejó ninguna pista, nada de los motivos. Si mamá no hubiera tenido su ataque de rabia, jamás lo hubiera descubierto.
Me paseé por mi habitación, de un lado a otro, en estado de shock, con la adrenalina a mil por hora corriendo por mi cuerpo, aclarando mis ideas y los pasos a seguir. No tenía estómago para ver nuevamente el video o siquiera seguir reproduciéndolo, la imagen mental de lo que le hacían no se me iba a ir nunca.
Simplemente eran unas bestias repulsivas. Me imaginé a mi misma en esa situación y me dio escalofríos y pena. Solo podía pensar en Tanya, la pobre Tanya.
—Dios, es verdad que te quedas, cariño, ¿estás bien? —interrumpió mi abuela. Me asusté al verla, no sabía que decir—. Anna te busca. —informó sacándome de mi shock.
Que aparición más oportuna. Por un momento pensé en decirle a Anna sobre el video, pero, si a mí me había afectado, no quería imaginar cómo iba a reaccionar ella, así que desistí de inmediato.
Le agradecí a la abuela, y aunque me preguntó porque estaba tan pálida, no pude disimular mi desconcierto. Salí de la habitación, tropezándome con mis cosas, chocando en el marco de la puerta. Bajé las escaleras torpemente, procurando no caerme.
Salí de casa y vi a Anna allí, en la vereda, estaba de brazos cruzados, viendo el automóvil de Ronald, estaba sola.
Al verme se acercó a mí, saludándome.
—Perdón por no venir antes, pensé que necesitabas espacio, siento lo de los chicos, en verdad—dijo sinceramente—. Me enteré que te vas, así que vine a despedirme.
Tenía la garganta tan apretada que no podía decir nada. Seguía temblando, mi corazón estaba muy acelerado, en cualquier momento iba a explotar.
—Gra-gracias. —logré decir a duras penas. Ella parecía perdida en sus propios pensamientos. Jugaba con sus dedos, como lo vi hacer muchas veces a Tanya.
Cada vez que veía a Anna, más notaba el parecido con su tía.
—Emy...no sé si sirva lo que diré ahora, pero la noche que murió Bernadette—se cruzó de brazos—, vi a alguien. —comentó nerviosa.
—¿Qué? —pregunté frunciendo el ceño, ella negó con la cabeza.
—No sé porque te lo digo ahora, no creo que sea importante...
—Anna, ¿a quién viste?
Mordió su labio inferior.
—Al director. Esa noche él me vio y me escondí en el invernadero, tenía miedo que llamara a mi abuela y le dijera que estaba allí.
Quedé helada, ¿qué hacía el director allí esa noche? Presentía algo raro, había algo allí que se aproximaba a mí, una idea, pero no podía formularla.
—Por eso no te sentías bien esa noche...entonces, ¿fue él quien hizo sonar la alarma de incendios?
—No lo sé, al final recibimos el castigo, así que pensé que no me regañaría.
Cerré los ojos e imaginé la escena que muchas veces había soñado. Berni corriendo, pidiendo ayuda, alguien detrás de ella, lo visualicé, vi la cara del director en la escena. Luego recordé al señor del cementerio, "perdonar es un don" me había dicho.
"perdonar es un don que no tengo", "el perdón es un don, señorita Marshall"
No lo podía creer.
—Es él... es él. —susurré y recordé con horror que Than se había ido con él.
Anna no entendía lo que decía y no me quedé a explicárselo. Corrí dentro de la casa y tomé las llaves de la camioneta de mi abuelo. Solo había una persona que podía confirmarme todo, y ese era Alex.
Mamá me vio salir a toda prisa, aunque gritó preguntándome que hacía, no me detuve. Yo era un manojo de emociones que no combinaban, no sabía que hacer realmente, no pensé muy bien las cosas, solo hice lo primero que creí correcto y eso era ir a la escuela a enfrentar al fantasma.
Cuando hice andar el auto, comencé a llamar a Than, rogando que estuviera en su casa y que, si mis sospechas eran ciertas, él no le haya hecho nada. Pero no respondió.
Llamé a Keegan, pero para mi mala suerte él tampoco respondió. Lo intenté unas cuantas veces, pero ninguno de los dos tomaba mis llamadas.
Me sentí tan frustrada.
Llegué a la escuela y con miedo vi el auto de Than estacionado. Creyendo lo peor, entré y lo busqué entre los pasillos, pero todo estaba muy silencioso y sin presencia de alguien. Gracias a la luz del día, se podía ver con mejor claridad las salas de clases. Caminé hacia el invernadero y los vi. Tanya y Alex, hablando. También vi al anciano, escondido. Me tensé.
— ¿Por qué no me dijiste que a quien protegías era a tu hermano? —pregunté interrumpiendo su plática. Alex abrió los ojos, sorprendido, pero no respondió. Solo eso necesitaba para saber que lo que suponía era cierto, el director era el asesino.
—Todo es mi culpa. —respondió.
Negué con la cabeza, ¿por qué seguía diciendo eso? No lo entendía.
—Yo lo vi, estabas amarrado, no pudiste hacer nada, ¿cómo eso puede ser tu culpa? Ellos...ellos...son unos cerdos...—dije recordando la asquerosa escena. Tanya me miraba sin entender.
— ¿De qué hablas, porque dices eso? —preguntó confundida—¿Cómo que debes proteger a tu hermano?
Mordí el interior de mi mejilla, sin saber cómo responderle. Alex bajó los hombros y miró a Tanya con una enorme pena, a ella se le cristalizaron los ojos.
Ellos se entendían sin siquiera emitir una palabra. Aun había cosas que no entendía de ambos, de la situación. Me acerqué a Alex.
—Él estaba ahí, también, observando todo, ¿por qué se está vengando de algo en lo que fue cómplice? —dije con la voz quebrada.
—Yo...yo no quiero esto, pero yo soy culpable, pero no quiero esto. —susurró sin mirarme a la cara.
—¿No me escuchaste? Lo vi, vi lo que le hicieron. Hay un video, Alex. —aclaré haciéndolo callar, frunció el ceño.
—No entiendo. —continuó Tanya.
—Él no te mató, su hermano y sus amigos te mataron, pero él los está defendiendo.
—Yo fui, yo fui, ¡yo fui! —chilló tapándose los oídos—. ¡Pero yo no quiero esto!
— ¿Crees que protegiéndolo pagarás por lo que según tú hiciste?
Bajó sus manos.
—Tal vez, yo estoy condenado al infierno Emy, pero ellos también.
—¡¿Y por qué lo tenían que pagar mis amigos?! Fueron ellos, no sus hijos. Tu hermano está enfermo. Pero no me quedaré tranquila, lo va a pagar.
Saqué mi celular y marqué a Than, pero no respondió. Insistí, pero nada. Tenía que salir de allí y hablar con la policía.
—Llamas a tu amigo—preguntó de pronto Alex, asentí. Tragó saliva—Ya es tarde.
Comencé a temblar, sin creerlo.
—¿De qué hablas?
—Él se lo llevó.
No podía ser cierto. Comencé a hiperventilar y marqué a Keegan, pero no respondió, le dejé un mensaje diciéndole lo del director, tenía que encontrar a mi amigo.
—¿Dónde está? ¿Dónde se lo llevó?
— ¿Ian? — preguntó Tanya interrumpiendo la respuesta de Alex. Ambos miraban a la entrada del invernadero, me volteé para ver al director allí, sonriente.
Me dio escalofríos y comencé a sudar frío, tenia que salir de la escuela.
— ¿Qué hace aquí señorita Marshall? —mi corazón se detuvo. Estaba como siempre. La misma pose, la misma sonrisa, todo igual. Me concentré en pensar que estaba hablando con mi director y no con un asesino, pero no me sirvió, estaba temblando y prácticamente gritaba por dentro.
Traté de calmar mi corazón y forzar una sonrisa.
—Vine a... despedirme del invernadero, no pudimos terminarlo. —mentí alejándome un poco de él, estaba en medio de la entrada, no podía salir sin hacerlo sospechar.
—Que lindo detalle de su parte, este lugar guarda muchos recuerdos.
Asentí, sin saber que responder. Alex se acercó a mí, espantado y preocupado
—Corre, niña, él ya lo sabe. ¡Corre! —dijo el anciano detrás de mí, me congelé.
—¿No crees que es muy tarde? —continuó el director—. Te deben estar esperando.
Tragué saliva.
—Lo-lo hacen, me esperan. La verdad es que me escapé y ahora todos deben estar desesperados buscándome... me iré señor Abrams.
Él asintió y me ofreció su mano como forma de despedida. La recibí con temor, la estrechamos y cuando la iba a soltar, no esperé que me jalara hacia él, tirándome al suelo.
No sé cómo, pero tomó una pala y me pegó con ella en la cabeza, de ahí en adelante, todo se volvió oscuro.
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