Capítulo 35: "En el cementerio"

En una ciudad pequeña los rumores se esparcen como fuego en pasto seco. Y lamentablemente, la víctima del último suceso que remeció a Nome, fue Aaron y su padre.

Mis abuelos y yo lo recibimos en casa, mientras se decidía que pasaría con él. Mamá no estaba muy de acuerdo con eso, una vez que se enteró de lo que supuestamente había hecho el padre de Aaron, se rehusó a escuchar o entender que lo sucedido con su padre no tenía nada que ver con su hijo. Pero digamos que, no me sorprendió su rección.

No pudo hacer mucho, no era su casa.

Pasaron unos días y al fin pudimos reintegrarnos a clases y, a pesar de lo sucedido y sabiendo que estaría en la boca de todos, Aaron decidió presentarse. Llegamos juntos y las miradas hacia él no tardaron, todos se preguntaban que había hecho su papá para estar detenido.

Nadie conocía la verdad, pero algunos más vivos de pensamiento pudieron sacar conclusiones obvias, que tal vez él había matado al papá de Berni.

Algunos lo creyeron, otros no, pero el chisme estaba allí y mantenía el ambiente animado en la escuela.

Cuando llegamos Than y Vero nos esperaban. Ella abrazó a Aaron y entramos a nuestra primera clase, la cual no fue tranquila ya que nos informaron que el castigo se había terminado. Después de la escuela debíamos ir directo a nuestras casas, no dieron explicaciones, pero pude notar preocupación en la mirada del señor Peck y el director.

Todo se estaba poniendo serio.

El invernadero aún seguía cerrado, perdiendo nuestro lugar de encuentro. Tenía que decirles a mis amigos lo sucedido, pero sin tener un lugar más privado, no sería fácil, había oídos por todas partes.

A la hora de almuerzo, mientras estábamos en la cafetería, les conté la situación lo más prudente posible. Ellos me escucharon con atención.

—¿Qué dicen? —finalicé.

—No sé...esto es mucha información. —se quejó Vero mirando a su alrededor.

—¿Qué se supone que debemos hacer? —preguntó Than.

—Necesito pensarlo, déjenme hablar con papá, ¿sí?

—Vero...

—Por favor, solo unos días, necesito unos días.

No pudimos negarnos, así que accedimos a aquello.

Les había arruinado la comida, pero necesitaban enterarse. Aaron tocó mi hombro en forma de apoyo y los cuatro nos quedamos en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. Comencé a jugar con mi comida y me detuve al cruzar miradas con alguien, me sorprendí en ver a Tanya a la entrada de la cafetería.

No la había reconocido, sobre todo porque la última vez que la había visto no se veía bien de apariencia. Se encontraba bien, sin ninguna muestra de cómo había muerto. Me disculpé con mis amigos y caminé hacia ella. Me puse uno de mis audífonos y la saludé.

Me sonrió incómoda y presentí que ya se había enterado de algunas cosas. Le pedí que me acompañara a un lugar menos concurrido y nos quedamos cerca del galpón, ya que allí no volaba ni una mosca.

—¿Cómo estás? —pregunté, se encogió de hombros, sus ojos reflejaban tristeza—. Lo escuchaste, sobre Alex.

—Anna lo comentó, después de eso han venido vagos recuerdos de lo que pasó, quería hablar con él, pero no lo encuentro.

Se cruzó de brazos observando a su alrededor.

—Se fue. —informé.

Se paralizó, frunció el ceño sin entender. Después de unos instantes sus ojos se cristalizaron y se largó a llorar. No me lo esperaba, se puso de cuclillas y se protegió la cabeza, no sabía qué hacer.

—Me dejó sola, me dijo que nos iríamos juntos, pero me dejó sola. —sollozó repitiéndolo una y otra vez.

No me atreví a tocarla o acuclillarme a su lado, algunos estudiantes pasaban cerca y no quería quedar de loca, pero tampoco quería dejarla llorar sin contención. De todas formas, no entendía por qué lloraba por él.

Mi vista se nubló un poco y pude distinguir como pequeñas sombras negras se acercaban a nosotras, específicamente donde Tanya, me causó escalofríos.

La obligué a levantarse y tomé sus hombros con fuerza.

—Él te mató. —afirmé para que volviera a la realidad.

—Lo sé, aun así, no puedo creerlo... duele mucho.

No pude enojarme con ella por sentir lo que sentía, la abracé sin importarme si alguien me veía. Ella siguió llorando y acaricié su espalda tratando de calmarla, no podía hacer mucho más que eso.

—Tal vez cuando recuerdes todo, podrás descansar. Pero no vale las lágrimas que derramas por él. Aprovecha el tiempo que te quede aquí con tu familia, yo estaré para ti, no me iré a ninguna parte. Sabes dónde encontrarme. —dije finalmente separándome de ella. Se secó las lágrimas.

—Gracias, Emily, eso significa mucho.

Le sonreí de medio lado. Ya estaba más calmada, tenía que aprovechar la oportunidad.

—Necesito hacerte una pregunta algo incómoda, sé que tal vez no lo vayas a recordar ahora, pero sí en el futuro, cuando eso pase necesito que me lo digas, por favor.

—¿Sobre qué?

—El asesino, quien está matando en Nome es el mismo que mató a Alex, sospecho que quiere vengarse de nosotros, ¿quién puede querer hacer eso? Alguien cercano a ti, que sepa lo que pasó.

Tanya ladeo su cabeza con ingenuidad.

—No lo sé...

—Júrame que me lo dirás si lo recuerdas, júralo, sin importar quién es esa persona.

—Emy...

Interrumpí tomando sus manos, prácticamente rogando.

—Moriremos si no lo detenemos, ¿entiendes eso? Yo no quiero morir, Tanya, no quiero.

Tal vez le trasmití el miedo que sentía a ella, porque asintió sin dudarlo.

—Te lo diré, lo juro.

—Gracias. —dije aliviada.

Si Tanya nos ayudaba, todo sería más fácil, pero no podía confiarme. Alex había mostrado una cara diferente cuando recordó todo, nadie me aseguraba que pasaría lo mismo con ella.

Rogaba que no pasara.

***

La estadía de Aaron en nuestra casa fue corta. Bruce, el padre de Verónica, insistió que él fuese a vivir con ellos, ya que es lo que la madre de Aaron le había pedido. Mis abuelos se decepcionaron un poco en dejar ir a Aaron, pero no tuvieron más remedio que aceptarlo, a pesar de todo, él seguía siendo menor de edad.

La más feliz con la noticia fue mamá, que todos los días me preguntaba lo mismo.

—¿Hasta cuándo estará ese niñito aquí?

—El tiempo que los abuelos quieran, eso puede ser para siempre.

—No se me hace correcto que alojen al hijo de un asesino.

—Mamá...

—Me preocupo por ti, ¿cómo puedes tener ese tipo de amistades? Me da escalofríos pensar que pudiste haber compartido con un hombre como su padre. Deberíamos irnos de Nome.

—Si te quieres ir, no te lo impediré.

—No me iré de aquí sin ti.

—Entonces, quéjate en silencio.

Después que Aaron dejó la casa, ella estaba feliz.

El fin de semana llegó y con eso, las responsabilidades. No importaba si un psicópata estaba detrás para asesinarte, lo primordial era hacer los deberes de la escuela. Ya estábamos en los últimos meses de clases y los profesores nos habían tapado en tareas. La nueva profesora de biología era algo nunca antes visto, divagaba mucho y no iba al punto, no le entendía nada.

Extrañaba a Keegan, él si sabía explicar, debí haberlo apreciado más.

Mientras pensaba en aquello y mensajeaba a Keegan para que me ayudara con las respuestas, escuché mi nombre afuera de la casa.

Él día estaba despejado y cuando me asomé por la ventana vi a Than saludándome desde la calle. Sonreí cuando empezó a dar saltos e indicaciones para que abriera la ventana, eso hice.

—¿A quién buscas? —pregunté animada.

—¡Emy! Vamos a dar un paseo, ¿quieres venir?

—¿Habrá comida?

—Claro.

—Bajo en cinco minutos.

Cerré y dejé la tarea para después. Me arreglé, avisé a mis abuelos y salí a su encuentro. Antes que pudiéramos irnos el abuelo salió a nuestra seguidilla y le pidió a mi amigo que me fuera a dejar, desde lo sucedido con lo del papá de Berni, el abuelo estaba más pendiente de lo que hacía, así que Than no tuvo más remedio que prometerle que me cuidaría.

Caminamos hacia el centro de la ciudad, donde nos encontraríamos con Aaron y Vero.

Hacía mucho tiempo que no salíamos a hacer nada, solo caminar y relajarnos. No había misiones suicidas o de espionaje. Than estaba muy animado y eso me puso feliz, necesitaba relajarme un poco.

Nos encontramos con los demás, que nos estaban esperando cerca de la cafetería.

—¿Qué panorama tenemos para hoy? —pregunté cuando nos sentamos en una de las bancas.

—Pensamos que sería bueno ir a ver a Bernadette, antes que todo se complique. —respondió Vero.

—Oh, Bernadette, sí es una buena idea. —afirmé, reencontrarnos con Berni sería bueno, además, hace mucho que no la habíamos ido a ver, me sentí un tanto ingrata.

—El clima nos acompaña, hagamos un picnic, tengo hambre. —propuso Than, eso me había gustado.

—¿Quieres comer en el cementerio? —cuestionó mi amiga con cara de asco.

—No me importa donde coma, lo importante es comer. —explicó con gestos exagerados, me hizo reír. Vero negó con la cabeza, pero no dijo nada.

—Me parece bien. —aceptó Aaron.

—¡Picnic con los muertos! —chillé emocionada, sin percatarme que tal vez me había excedido un poco. Than rio a carcajadas, Aaron se quedó procesando mis palabras y Vero se quejó estupefacta—. Ay, lo siento. Creo que estoy perdiendo la sensibilidad. —dije inocentemente.

—Mientras no se transformen en zombis. —continuó Than y no pude evitar reírme. Aaron esbozó una sonrisa y Vero se cruzó de brazos, indignada.

—¡Basta! No bromeen con eso.

—Perdón. —dijimos al unísono y eso nos provocó más risa.

Than abrazó a Verónica para que no se enojara y partimos al supermercado a comprar las cosas que necesitábamos para el picnic.

Al llegar al cementerio lo primero que me llamó la atención fueron los fantasmas que se encontraban allí. Había niños pequeños, ancianos, jóvenes, personas de mediana edad y muchas mujeres. Caminaban alrededor de las lápidas cruzándose unos con otros sin tomarse mucha atención. Flotaban en el aire y apenas cruzamos la reja de la entrada principal, sentí mucho frío.

Seguimos el camino de gravilla hasta llegar a la lápida de nuestra amiga. Cuando llegamos allí, limpiamos un poco y acomodamos todas las cosas. Nos sentamos en un semicírculo mirando a Bernadette de frente.

Verónica puso unas cuantas flores sobre la inscripción de la lápida, suspiró.

—Perdóname Berni por no venir antes, pero te prometo que de ahora en adelante vendré más seguido. —dijo mientras sacaba una que otra hoja seca cerca de ella.

—Todo se ve tranquilo. —dijo Aaron relajándose, levantó la cabeza hacia el cielo, cerró los ojos y respiró profundo.

A pesar de todo, si era un lugar tranquilo. Than me dio un pequeño golpe en el brazo para llamar mi atención.

—¿Qué ves? —preguntó curioso.

—Son muchos, nos observan, pero no se van a acercar. —dije como si nada y él se quedó mirando a su alrededor.

Comenzamos a comer y beber, mientras describía cada fantasma que veía. Sin darme cuenta habíamos empezado una trivia de adivinar la identidad de cada persona muerta o por lo menos, teorizar sobre su vida. Nos entretuvimos bastante, ya que las respuestas que dábamos no eran para nada serias.

—La extraño tanto—dijo Vero acariciando el cabello de Than, que había apoyado su cabeza sobre el regazo de ella—. Pero viendo lo que ha pasado, es un alivio que no haya podido ver todo lo que sucedió con su familia.

Los chicos asintieron, pero yo no pude responder nada, porque recordé el llanto desconsolado de Berni cuando encontraron a su hermana. No estaba tan segura de las palabras de Vero, quizás ella ya lo sabía, sabía todo lo que había pasado.

—Emy, ¿tú crees que lo sepa? —preguntó Than sacándome de mis pensamientos.

—Aun no entiendo cómo funciona la muerte, pero algo que nos han enseñado desde siempre es que, quienes no están, nos observan y cuidan. Suponiendo que eso es cierto, es posible que Berni lo sepa. —aclaré convencida de aquello.

No entendía cómo se manifestaba Berni ante mí, todo era muy ambiguo. Sueños que no me daban pistas y apariciones momentáneas. No entendía porque no podía ser algo más tangible como lo era Tanya y Alex, o los mismos fantasmas de ese cementerio.

Los chicos no dijeron mucho, la respuesta que les había dado no los calmó, pensar en que Berni si sabía de todo, les dolió.

Vero aclaró su garganta y dejó de acariciar a su novio. Este se enderezó y se acomodó cruzándose de piernas.

—Hablé con papá, se enojó conmigo, nunca lo había visto así. Me prohibió volver a tocar el tema—dijo Vero cabizbaja—. Creo que hay que hablar.

A pesar de su ánimo, sentí determinación de su parte, la abracé y le di un gran beso en la mejilla, había tomado la decisión correcta. Miramos a Than y este se cruzó de brazos.

—Quiero creer en papá y en que ellos no quisieron ser parte de esto. Si es la verdad, no hay que temer, ¿verdad? Pienso que debemos hacerlo, si ellos no pudieron, nosotros sí.

Nuestra atención se fue hacia Aaron, suspiró.

—Seré pesimista, pero creo que hay algo más que nos ocultan. Nadie mata a otra persona, que es tu amigo, por nada. Lo saben, ¿verdad? Si sale esto a la luz, ¿podrán soportarlo?

Nos quedamos en silencio, él tenía razón, las consecuencias eran muchas y los más perjudicados eran ellos, yo seguiría teniendo a mis abuelos, pero ellos, se quedarían sin el pilar de sus familias. Además, si el papá de Aaron mató a su amigo por miedo a que revelara lo que pasó con Tanya, me hacía dudar sobre la gravedad del asunto. Había algo más y de solo pensar eso me perturbó, ¿había más secretos sobre ese día? Al parecer, sí.

—No lo sé. —respondió Verónica. Than pasó su brazo sobre los hombros de ella y la acercó a él.

—No importa lo que pase, mientras los tenga a ustedes. —dijo mi amigo convencido—. ¿Está bien?

Verónica le ofreció una media sonrisa y él la besó para darle tranquilidad. Era cierto, nos teníamos los unos a los otros, no podíamos rendirnos tan fácilmente.

Sus miraras llegaron a mí y les sonreí.

—Hagámoslo.

Era un hecho, hablaríamos.

***

No nos dimos cuenta de la hora hasta que vimos que el sol se estaba poniendo, recogimos nuestras cosas, y mientras me sacudía el pantalón vi un fantasma que llamó mi atención.

Era un adulto mayor, de pelo cano y mirada risueña. Parecía estar leyendo el contenido de una lápida. Sin darme cuenta, levantó la cabeza y cruzó miradas conmigo, al percatarse que yo lo podía ver, me sonrió. Me dio mucha curiosidad y antes de que mis amigos guardaran la basura, me acerqué a él.

No me esperé que la tumba frente al señor fuera la de Tanya. Era bastante sospechoso.

— ¿La conoce? —pregunté nerviosa.

—No, cuando ella murió yo ya estaba aquí. Puedes verme. —afirmó fascinado por mi presencia.

—Sí, lo hago, no es al único. ¿Por qué mira su tumba? —continué, él tocó mi cabello y sonrió al notar que podía sentirlo al tacto.

—A veces lo hago, cada lápida cuenta una historia, y esta es la más interesante de todas. —explicó perdido en sí mismo, no parecía ser alguien muy cuerdo.

—¿Conoce la historia de la chica?

—He visto cosas y oído otras sobre ella.

—¿Cómo qué cosas?

—A mi parecer él lo está haciendo mal. —se quejó, levantó un dedo—Pero gana puntos por advertirlo—asintió—. Como siempre digo, el perdón es un don.

Abrí la boca sorprendida, ¿de qué mierda estaba hablando?

—No le entiendo nada. —me quejé, pero él solo rio y apuntó a mis amigos.

—Te están esperando.

Los volteé a ver y Vero se aproximó a mí, cuando iba a enfrentar nuevamente al señor, este ya había desaparecido.

—Emy, ¿qué haces? ¿Con quién hablas?

—Con un señor, que desapareció. Es mejor irnos. —concluí, recordando que los fantasmas estaban un poco locos.

Salimos del cementerio y nos quedamos en la entrada, el cielo estaba anaranjado y yo ya sentía algo de sueño.

—Ya es tarde, mañana será un día muy largo. —espetó Vero.

—Este es el adiós—dijo Than—. Debo ir a dejar a Emy a casa, se lo prometí al señor Marshall, te llamo cuando llegue, ¿sí? —informó dándole un beso a Vero, asintió.

—Nos vemos mañana. —se despidió mi amiga dándome un fuerte abrazo.

Aaron se despidió con la mano y ambos se fueron por el camino contrario al nuestro. Con Than esperamos que sus siluetas desaparecieran de nuestra vista para poder emprender camino a mi casa.

Me sentí algo nostálgica.

—Extrañaba tener un día normal. —dijo mi amigo cuando decidimos caminar, reí.

—¿Normal? ¿Llamas comer en un cementerio normal? —me burlé—. Lo tacharé de mi lista de cosas que jamás pensé hacer.

—Es mejor que saltar de una casa en llamas, ¿no crees?

—Ahora te ríes, pero ese día vi que casi te orinas.

—¿Dónde estabas mirando, pervertida? —me devolvió la broma y lo empujé, no podía estar seria con él por mucho tiempo.

El camino a casa se hizo ameno, me reía a carcajadas con lo que decía Than y no entendía cómo es que había podido vivir tantos años sin alguien como él en mi vida.

Llegamos a casa y grande fue mi sorpresa al ver el auto estacionado de Keegan y al mismismo Keegan afuera de casa, estaba acompañado de la abuela, que sonreía y hablaba animadamente con él. Than me dio un leve codazo en el brazo y lo apuntó con la barbilla, me puse algo nerviosa.

Nos acercamos a ellos y saludamos.

—Es bueno verlo, profesor. ¿Le llegó nuestro regalo? —preguntó Than.

—Me alegro de verlos, también. ¿Qué regalo?

—Genial, Than, arruinaste la sorpresa de toda la clase—lo regañé en broma y este trató de arreglarlo, pero solo empeoró todo, al final se rindió—. ¿Qué hace aquí? —pregunté para ayudarlo.

—Lo invité a comer, cariño—respondió la abuela, eso no me lo esperaba—. Than, ¿te quedas?

—Muchas gracias, pero tendré que rechazar su oferta, con el dolor de mi alma. Helena me espera, y si no llego, me regaña.

—Aprovecha que ahora te quiere, en unos años más, ni te va a mirar.

—Cállate los ojos, mi hermana me ama. Bueno, fue un gusto profesor, señora Marshall, nos vemos—dijo y lo abracé para despedirme—. Adios, a-mi-ga.

—Adios, a-mi-go.

***

Mamá se sentía indispuesta, así que prefirió no comer con nosotros. Algo en mí me decía que lo hacía solo para no enfrentar a Keegan, pero mamá no era de ocultarse cuando algo no le gustaba, simplemente lo enfrentaba y hacía incómodo el ambiente.

Comimos los cuatro y mis abuelos se dedicaron a hablar con Keegan sin dejarme oportunidad de decir algo, aunque no tuve necesidad de hacerlo, la conversación de por sí ya era entretenida y no necesitaba mi intervención.

Después de comer pasamos a la sala de estar para continuar la conversación. Miré la hora y me preocupé de mamá, no le hacía bien no comer, así que decidí subir a ver que estaba haciendo.

Al llegar a su habitación la vi durmiendo plácidamente, últimamente dormía mucho debido al embarazo. No le había preguntado cómo se encontraba y eso me hizo sentir una pésima persona. Mamá estaba allí, para solucionar las cosas conmigo, a su manera, claro, pero lo intentaba. ¿Valía la pena el resentimiento hacia ella? Su presencia cada día era menos molesta y tenerla cerca me hacía sentir un poco más cerca de casa.

No sabía muy bien qué hacer con ella.

Cerré la puerta con cuidado y me asusté al ver una silueta al otro extremo del pasillo, toqué mi corazón y gruñí sintiéndome ridícula, era Keegan, sonrió y se acercó a mí.

—Hola. —logré decir.

—¿Cómo está? —peguntó apuntando la habitación de mamá.

—Duerme, come y desprecia a los humanos, como un gato. —bromeé y le indiqué que camináramos hacia mi habitación—. ¿Cómo conseguiste que la abuela te invitara a cenar?

—La llamé, ya sabes, somos amigos muy íntimos.

Sonreí y entramos a mi habitación.

—Entiendo, ¿quieres que empiece a llamarte abuelastro?

Él asintió como si esa idea le gustara, hice un gesto de asco y me quejé de aquello. Él solo se rio de mi palabrería, aprovechando acercarse a mí.

Acarició una de mis mejillas sin dejar de mostrar su radiante sonrisa. Acomodó mi cabello detrás de la oreja.

—Te extrañé. —susurró tocando mi frente con la suya.

Busqué sus labios y nos besamos, yo también lo había extrañado. Nos separamos y él recordó que necesitaba usar el baño, le ofrecí el mío, así que entró dejándome sola.

Me senté en la cama, debía bajar antes que los abuelos sospecharan, si nos descubrían, sería el final.

El silencio en mi habitación me incomodó, se sentía solitario, odiaba esa sensación de vacío que me provocaba el estar sola. Los pensamientos de lo que pasaba en mi vida se amontonaban dentro de mi cabeza, no podía estar tranquila, no tenía que pensar en eso, no en ese momento, todo tenía que calmarse.

Antes de poder regañarme a mí misma por complicar todo, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, ¿qué me estaba pasando? Mi corazón se aceleró y sentí la presencia de alguien, pero no había nadie a mi alrededor. Me atreví a mirar hacia la calle, pero estaba vacía, cuando me di la vuelta para buscar en mi habitación, pegué un pequeño grito al ver a Alex en la puerta. Me tapé la boca con ambas manos sin poder creerlo.

Él se había ido, ¡yo lo vi irse! Entonces, ¿qué hacía allí? Me acerqué a él confundida, se veía algo agitado.

— ¿Alex? —lo llamé haciendo que se acercara a mi abruptamente y me tomara por los hombros, por un momento pensé que me iba a golpear, pero no lo hizo, pude ver el miedo en sus ojos—¿Qué haces aquí? —pregunté alarmada.

—Me ayudaste y te devolveré el favor porque no me gusta estar en deuda con nadie. —respondió con determinación, apretando mis hombros, me dolió un poco.

—No me toques—pedí quitando sus manos de mí, él retrocedió—. ¿Qué pasa? —se quedó en silencio—. ¿Hablarás?

—¿Emily?

Keegan había salido del baño, me miraba sin entender que pasaba.

—Ellos... lo siento. —dijo Alex.

Comencé a temblar, teniendo un mal presentimiento.

—Sé claro.

—Él los va a matar.

—¿A quiénes?

—En la escuela, ellos están allí. Él-él quiere, él qui-quiere ma-matarlos. —informó asustado, me acerqué a él entrando en pánico.

— ¿Quién quiere matarlos? ¿A quiénes quiere matar? —insistí, pero él negaba con la cabeza, hablándose a sí mismo, eso me hizo explotar—. ¡Alex, por dios, dime! —grité desesperada.

—Es lo único que puedo decir. —aclaró con la mirada perdida.

—¡¡Alex!!

Reaccionó a mi grito y gruñó.

—Verónica y Aaron.

No podía ser cierto.

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