Capítulo 33: "¿Adiós?"

Se cancelaron las clases y nos enviaron a casa hasta nuevo aviso. Nadie más, aparte de nosotros y los profesores, sabíamos que el cuerpo podía tratarse del hermano del director. A pesar que nuestros compañeros trataron de sacarnos información, ninguno de los cuatro tenía ánimos de explicarles la historia de nuestro descubrimiento.

Aaron seguía afectado, Verónica aún estaba en negación y Than, bueno, él trató de sobrellevar el tema de la mejor forma posible, pero sabía en el fondo que se encontraba muy enojado con todo.

Por mi parte, estaba decidida a saber la verdad de lo sucedido con Tanya, y los únicos que podían darme esa respuesta, era mis abuelos.

Era incierta la situación, no sabía si ellos se tomarían a bien o mal mis preguntas, pero tenía que insistir, aunque eso me costara un poco mi buena relación con ellos.

Llegué a casa y me dirigí a la cocina, sabiendo que todos estarían allí. Lo primero que vi fue a mi abuela llorando, siendo consolada por el abuelo, que tampoco se veía muy bien. Mamá estaba sentada a su lado.

Demoré en darme cuenta del motivo de sus lágrimas, hasta que recordé el incidente del señor Spencer y lo pude entender, la abuela estaba llorando por él.

Hice acto de presencia, ganándome su atención, mamá caminó hacia mí y me saludó con un beso en la mejilla, yo ya no tenía energía para negarme a nada. La abuela se secó las lágrimas y trató de ofrecerme una sonrisa.

—Cariño, llegaste temprano. —dijo intentado recomponerse.

—Sí, supongo que ya saben lo que pasó con el papá de Bernadette. —dije con pesar, provocando de nuevo su llanto.

—Ay, sí. Que terrible situación, pobre Spencer. —gimoteó dejándose abrazar por el abuelo.

—No me explico cómo pudo pasar esto. —comentó el abuelo, desconcertado. Mordí el interior de mi mejilla, tenía que hablar en ese momento, no podía esperar más.

—Si lo saben, todos lo saben—aclaré sentándome en la mesa, causando sorpresa en ellos—. Mamá, nos puedes dejar solos, ¿por favor? —pedí haciéndola fruncir el ceño.

—Si se trata sobre mí, creo que tengo derecho de estar aquí.

—No es sobre ti, mamá. —la regañé con la mirada y esta se sintió ofendida.

Asintió y salió de la cocina en silencio, dejándonos solos. Me aseguré que en verdad no estuviese cerca.

—¿Qué sucede, cariño? —preguntó la abuela una vez que cerré la puerta con llave y me acerqué a ellos, volví a sentarme.

—Eso es lo que quiero saber, ¿qué sucede? ¿Por qué se han empecinado en ocultar lo que pasó hace más de veinte años? ¿Qué pasó con Tanya?

—¿A qué viene todo esto? —cuestionó el abuelo con sorpresa en su rostro.

—Cariño, no te entendemos.

—Alex Abrams mató a Tanya y todos lo saben. Pero por una extraña razón se hizo pasar por suicidio para proteger a mi padre y a sus amigos, ahora quiero saber el porqué, ¿por qué los están protegiendo? —exigí saber. La abuela palideció y el abuelo no sabía que decir, frunció el ceño mirándome a mí y luego a su esposa, tratando de descifrar de qué estaba hablando.

—Lily, ¿qué está pasando? —tomó su mano.

—Abuela...—insistí.

—Tanya se suicidó, Emily. —sentenció, eso me produjo desasosiego, negué con la cabeza un poco decepcionada.

—No, y lo sabes.

Mi abuela bajó la cabeza, estaba a punto de volver a llorar. Necesitaba que hablara, que dijera algo, pero parecía que ella estaba batallando consigo misma. Seguí insistiendo, el abuelo también lo hizo y finalmente, ella suspiró pesadamente y se secó las lágrimas que estaban a punto de salir por sus ojos. Se veía abatida, como si rememorara ese día en su cabeza.

—Fue en el baile de tu padre. Él y los chicos estaban felices, radiantes. Esa noche, ellos salieron a beber a un lugar apartado, allí se les unió Tanya. Compartieron un largo rato hasta que ella decidió irse sin decirles donde. Ian estaba tan preocupado por ella, que la empezaron a buscar, pero no la encontraban. Así pasaron casi toda la noche, hasta que, por fin, la hallaron. —logró decir antes de ponerse de nuevo a llorar, mi corazón latía rápido, imaginándome lo peor.

—Lily...

La abuela miró al abuelo.

—Oh, lo siento tanto. Alex había abusado de ella. La encontraron moribunda, cuando la iban a ayudar Alex apareció y los amenazó con un arma. Les ordenó que movieran a Tanya de lugar, así que fueron a la escuela—seguía sollozando—. No tuvieron opción.

Tuve que tragar saliva para que las palabras aparecieran.

—¿Ellos la colgaron? —pregunté aterrada, ella asintió—. ¿La mataron? —comencé a temblar ante esa situación, ella abrió los ojos como dos lunas, sorprendida que yo llegara a esa conclusión.

—No, cuando llegaron a la escuela ella ya estaba muerta. —explicó acongojada. Eso me alivió un poco, pero no mucho.

—No puede ser, ¿cómo pudiste ocultarme eso por tantos años, mujer? —se quejó el abuelo, igual de impactado que yo, eso hizo que ella se entristeciera más.

—¿Qué más querías que hiciera? Si se enteraba toda la ciudad de lo sucedido, ¿qué futuro iban a tener esos niños? Fueron víctimas de las circunstancias, no merecían lo que les estaba pasando.

—¿Cómo lograron hacerlo pasar por suicidio? —pregunté.

—Foster ayudó. El padre de Bruce habló con él sobre lo sucedido, antes que encontraran el cuerpo sin vida de Tanya.

—¿No te das cuenta que gracias a eso Alex escapó? —cuestionó el abuelo.

—No previmos eso, cariño.

—Claro que no. Ahora ese loco está asechando la ciudad, matando a diestra y siniestra. ¿Qué seguridad le podremos dar a nuestra nieta?

Seguridad, ya no teníamos y eso no se debía precisamente a Alex. La abuela no supo que responder.

—Hoy encontraron en el invernadero el cuerpo de Alex—informé—. La persona que mató a Bernadette y su hermana, no fue él.

—¿Cómo es posible?

La abuela estaba anonadada, me encogí de hombros.

—No sé, no sabemos qué pasará, pero los amigos de papá están asustados y nosotros en peligro. No nos podemos quedar en silencio...hay que ir a la policía y contar lo que pasó.

Afirmé. Lo creí correcto. No podíamos quedarnos callados con algo así, debíamos hacer algo.

—¿De qué hablas? —preguntó la abuela asimilando lo que había dicho.

—Hay que decirles la verdad sobre lo que sucedió con Tanya, el caso se reabrió, es momento de hacer bien las cosas, abuela.

—Emily, no puedes hacer eso, piensa en tus amigos.

—Eso hago.

—No. Si toman detenidos a los chicos, ¿qué pasará con Than y su hermanita? Solo tienen a Anthony. Lo mismo con Verónica, Bruce se encarga de mantener el hogar, su mamá tiene demencia y la madre de Verónica no sabría qué hacer con todos los gastos. Aaron se quedará solo, es orgulloso, no irá donde su madre, Emily, por favor.

Quedé pasmada, no había pensado en eso, pero aun así ¿era una buena excusa para no hacer nada? No supe que decir, porque algo en mi se quebró un poco y darme cuenta que hacer el bien traería consecuencias que perjudicarían a mis amigos, me hizo dudar.

¿Era justo seguir encubriendo a esos hombres? Tanya estaba muerta, Bernadette estaba muerta y todo por ocultar lo sucedido. No quería ser parte de esa complicidad, y me sentía terrible por todo lo que Tanya perdió por aquello.

No les respondí, no me sentía enojada con la abuela, no podía, de hecho, la entendía, pero no podía prometerle algo que no iba en mi decidir si hacer o no, ese problema no solo era mío, sino también, de mis amigos.

Le di un beso en la mejilla y salí de la cocina, necesitaba tomar aire.

Salí de casa con una idea en la mente.

***

Estaba lloviznando y hacía frio, pero no me importó, necesitaba hablar con Anna y explicarle un poco la situación. No sé porque, pero me sentía en deuda con ella y su abuela, porque yo me había enterado de lo que le había pasado a Tanya y ellas no. Yo la veía, hablaba y notaba que su muerte no había sido tranquila, y eso jamás lo sabrían ellas, por lo menos, yo no sería quién para decirles.

Toqué a su puerta y me recibió con sorpresa.

—Marshall, ¿qué haces aquí? —preguntó al verme.

—¿Podemos hablar?

Me invitó a entrar y busqué a Tanya, pero no estaba a la vista. Tenía un nudo en la garganta, porque no era fácil asimilar lo que había ocurrido, cómo papá estuvo involucrado en la muerte de quien se supone era su amiga. Recordé las palabras de la abuela de Anna y como él fue el único en llorarla. En ese momento cuando lo pensé se me hizo hipócrita, yo no hubiese podido mirarla a la cara.

Pero ahí estaba yo, dispuesta a enfrentar lo que él y sus amigos no pudieron hacer.

La abuela de Anna apareció desde la cocina.

—¿Quién llamó? Oh, la nieta de los Marshall—apenas la vi no pude resistir las ganas de llorar. De pena, frustración, rabia. Solo podía pensar en todo el sufrimiento de esa pobre mujer—. Dios, ¿qué sucede? —trató de calmarme guiándome hasta la sala de estar.

—Lo siento tanto, no es justo. Por protegerlos a ellos Tanya no tuvo justicia, no debió haber sido así. —aclaré tratando de calmarme. Me senté en el sofá y la señora miró a su nieta.

—¿Le dijiste algo, Anna? —preguntó regañándola.

—No, abuela. —se defendió sentándose a mi lado. Negué con la cabeza, secando mis lágrimas.

—Mi abuela me contó todo. Lo siento, en verdad lo siento. —sollocé.

La mujer se sentó en una de las sillas que estaba frente a mí y suspiró, mirando hacia la ventana.

—No, no debes disculparte, tú no has hecho nada.

Era cierto, pero ¿por qué me sentía tan culpable? Anna fue a la cocina y volvió con un vaso de agua, el cual me lo tomé de un solo trago, me sentía mejor.

—¿La policía ya sabe de esto? —pregunté sin especificar mucho, pero ella me entendió.

—No sé qué te habrá dicho tu abuela, pero debe ser más de lo que nosotras sabemos. Pero sí, saben nuestra versión.

Eso significaba que no estaban muy lejos de la verdad.

—Hablaré con la policía y les diré lo que ella me contó—informé nerviosa, estando segura que mis amigos estarían de acuerdo conmigo—. No se los diré a ustedes, por respeto.

La abuela de Anna esbozó una sonrisa triste.

—Eres una niña muy valiente, Emily. Veo que Anna no se equivocó contigo.

Miré a Anna.

—¿Hablaste bien de mí?

—No. —respondió sin titubear, reí.

—Somos amigas. —le informé a su abuela, ella asintió.

—Ya lo veo.

—No lo somos. —insistió, pero eso provocó que riera con más ganas. Se quejó, pero no dijo mucho más.

Me puse de pie.

—Perdón por molestarla.

—Está bien, no te preocupes. Anna, ¿y tus modales? —ordenó a Anna, esta puso los ojos en blanco.

—Bien, ¿te acompaño a la salida? —dijo sin ganas, haciendo enojar a su abuela que se puso de pie y abrió mucho sus ojos como advertencia—¡Es broma! Quédate a comer, si no lo haces será una terrible ofensa. —dijo con inocencia.

Me volví hacia ella.

—Después de lo que te voy a decir, no sé si quieras que me quede. —susurré.

—Subamos.

Me disculpé con la abuela de Anna y ambas subimos a su habitación.

Me sentía extraña, jamás había imaginado que iba a entrar a la habitación de Anna. O sea, era totalmente inesperado, sobre todo por el cómo habíamos empezado nuestra retorcida amistad, si eso se podía llamar amistad.

Era un espacio bien iluminado y sencillo. Vi varios posters de distintas bandas, algunas las reconocí, como Black Mist, y otras no. Sus paredes eran de distintos colores que armonizaban bien, era agradable estar allí.

Anna se acomodó en su cama y yo al lado de ella.

—Pensé que Tanya estaría por aquí.

—¿No lo está? —preguntó mirando a su alrededor, esperando a verla—. Tal vez se enteró de lo que pasó en la escuela...oh, cierto, murió el papá de Reynolds, que mal.

—Lo sé, tal vez lo mataron.

—¿Por qué lo habrán hecho? Primero sus hijas y después él. Pareciera que tienen algo en contra de esa familia.

Suspiré.

—No creo que el papá de Berni haya estado en los planes del asesino.

—Todos dicen que el bastardo de Alex fue.

Me quedé en silencio. Chasqueé la lengua.

—De eso quería hablar contigo—dije algo incómoda, pero no podía echarme para atrás—. No solo puedo ver a tu tía, también puedo verlo a él. Hoy en el invernadero se encontró el cuerpo de Alex. Lleva muerto casi la misma cantidad de tiempo que Tanya. El asesino es alguien más, alguien que tal vez conoció a Tanya y quiere vengarse de los cómplices.

—¿Qué? Perdón, es mucha información. ¿Muerto?

En verdad la había dejado sorprendida. Tuve que explicarle la situación, a grandes rasgos sin revelar mucho. Había cosas que ella no debía saber porque eran muy personales, pero si era mi deber hablarle sobre lo de su tía.

—Creo que es momento de contarle todo a Tanya. —dije finalmente, ella frunció el ceño.

—¿Por qué ahora después de todo este tiempo?

—Tal vez empiece a recordar. Tal vez sepa quién es el asesino.

—Esos hombres, tu papá y sus amigos, ¿tuvieron algo que ver con su muerte?

—No directamente.

—Lo supusimos, pero es bueno tener la certeza de que era así. Tenía la ilusión de que Alex estuviera vivo para que pagara por lo que hizo, pero alguien se adelantó.

—Y ese alguien viene por nosotros. —sentencié, ella negó con la cabeza.

—Eso no lo sabes.

—Sí lo sé, Anna, lo sabemos. Por lo mismo, tendré que dañar a Tanya con su pasado para salvar mi futuro.

Ella se cruzó de brazos y no me dijo nada, pero era cierto, Tanya podría ayudarnos a atrapar al asesino antes que él nos atrapara a nosotros

***

No pude ver a Tanya y contarle lo sucedido, pero tuve la tranquilidad de que Anna lo haría por mí. Aunque ella no veía a su tía como yo, lo único seguro era que Tanya sí pasaba mucho tiempo en su casa.

Con eso en mente, volví a la mía. Hablé con la abuela y traté de tranquilizarla para que no se sintiera extraña a mi alrededor, ya tenía que lidiar mucho con el abuelo, no quería ser un peso más para ella.

La noche llegó y después de mucho tiempo, volví a soñar con Bernadette. La misma escena de siempre, ella en la escuela pidiendo ayuda, corriendo de alguien, yo de pie sin saber cómo ayudarla. De pronto, algo hizo que el verdadero terror recorriera mi cuerpo, Alex. Estaba allí, corriendo detrás de Berni, sonriendo. Traté de controlar la pesadilla, pero esta me dominó a mí, no podía cambiar o hacer algo, solo observar.

Desperté con el canto de Ludovico, toda traspirada y con la respiración agitada. Me asusté al ver la hora, pero recordé que no tenía escuela, así que me quedé en cama por un rato más. ¿Por qué había soñado con Alex? ¿Era un mensaje de que tenía que hablar con él?

Lo más probable es que estuviese alterado por lo sucedido el día anterior, presentí que él se había reconocido, estaba casi segura que el cuerpo era de él, aunque teníamos que esperar unos días antes de saber si realmente era Alex. Aun así, solo había una forma de poder saberlo antes que cualquier persona.

Me levanté y duché lo más rápido que pude. Tenía que buscarlo.

En la escuela no habría nadie, pero eso no iba a impedir que yo pudiera ingresar y buscarlo, él no se movería.

Bajé al primer piso y tomé mi chaqueta del perchero. Mamá se acercó a mi tomándome por sorpresa, estaba acompañada de la abuela.

—¿A dónde vas, Emy? —preguntó mamá.

—Debo ir a la escuela.

—Hoy no tienes clases, ¿por qué irás? —comenzó a interrogarme. Me acomodé la chaqueta.

—Se me quedó unos cuadernos y libros que necesito para una tarea. —mentí. Ella se cruzó de brazos.

—¿Quieres que te acompañe?

—No es necesario, gracias. —respondí a la defensiva, mamá no era tonta, sabía que tenía algo entre manos. Pero para mi suerte, no insistió más.

—¿No comerás, cariño? —preguntó la abuela, sonreí y negué con la cabeza.

—No me demoro.

Me despedí de ambas y emprendí camino hacia la escuela.

Corrí solo de impaciencia haciendo mi camino más corto. Entré sin problemas y me dirigí directo al invernadero, esperando encontrarlo allí, pero para mi asombro, el invernadero estaba cerrado. Había solo otro lugar donde él podía estar. Bueno, dos. Pero esperaba que estuviera en el salón de biología.

Me dirigí allí, pero al llegar, no estaba. No había nadie. Suspiré ofuscada. El único otro lugar era la oficina del director, pero no estaba cien por ciento segura que en verdad estuviese allí. Cansada de todo, me senté, rogando que apareciera.

Junté mis manos y lo invoqué con todas mis fuerzas, que por favor apareciera junto a mí. Estuve así por unos minutos hasta que apareció, no lo podía creer.

—Me llamaste. —anunció entrando al salón.

Su apariencia había cambiado, se veía bien, sin ninguna lesión o sangre en su cuerpo. De hecho, se veía idéntico a como lo vi la primera vez que lo conocí, pero con una diferencia en su mirada, allí había dolor, mucho dolor. Pero no lo dejó ver en su lenguaje corporal, ni en su rostro tenso.

—Te encontraron—afirmé y él asintió sin cambiar la expresión en su rostro—. ¿Recuerdas todo? —volvió a asentir—¿La mataste? —él se quedó un momento pensando, finalmente asintió. Mordí mi labio inferior, la pequeña esperanza que él no hubiese sido se esfumó, que tonta había sido en darle, aunque sea un poco de misericordia a Alex—. ¿Qué pasó realmente esa noche? —quise saber, pero él al parecer no me escuchó.

Se sentó sobre una mesa, mirando sus manos.

—Se acabó, todo se terminó, Emily. Nada tiene sentido, nada—explicó con tosquedad—. Maté a la mujer que más amaba en la vida, la maté. Yo lo hice, con estas manos. —me las mostró y sonrió de medio lado.

—¿Sabes quién es el asesino? —me atreví a preguntar, esperanzada.

—Lo sé, sí. —algo cálido se instaló en mi pecho, me estaba emocionando. Me acerqué un poco más a él.

—¿Él te mató?

—Sí, lo hizo.

Asentí, estaba a punto de saber quién era.

—¿Quién es? —pregunté de inmediato, pero no recibí respuestas de él. Se bajó de la mesa y metió las manos en los bolsillos de sus pantalones, entré en pánico—A-Alex, me dirás quién es, ¿verdad?

Comencé a temblar a no recibir respuesta. Luego de un largo silencio, me miró.

—No puedo. Lo que hace es justo.

—¿De qué estás hablando? ¿Qué nos mate es justo? —reclamé, seguía temblando, pero de indignación.

—Todos deben pagar, no solo yo.

—¿Hasta tu hermano?

—Sí, hasta él. Si deben morir, que así sea.

No lo podía creer, quería pensar que era una broma, pero no, él estaba determinado, eso me mató. Ahí me di cuenta que esa era su verdadera cara, había olvidado por completo que él era un asesino. Seguía mirándolo como al Alex que conocí en mi primer día de escuela, a ese muchacho impaciente y alegre que lo único que quería era descubrir su identidad, el que siempre acompañaba a Tanya y contaba con entusiasmo las novedades que escuchaba por los pasillos. Ese Alex ya no estaba, más bien, nunca existió.

No pude evitar sentirme mal por eso, de llorar solo por el coraje que sentía al no poder hacer nada, en haber tenido esperanzas con alguien así. Lo odiaba, juro que lo odiaba.

—Eres un desquiciado, no sientes la más mínima empatía o arrepentimiento. La mataste de una forma tan cruel y vil, que no sé qué me pasaba en la cabeza para creer que un sociópata como tú pudiera ayudarme. Si la traicionaste a ella, ¿qué esperaba para mí? —espeté con rabia, haciendo que retrocediera.

—No debiste confiar, tonta. Deberías irte de aquí, antes de terminar como yo, ¿entiendes? Vete, sal de Nome. —advirtió enojado, lo miré con asco.

—No.

Se quedó en silencio, siguió retrocediendo.

—Entonces, morirás.

—Que así sea. —sentencié, eso hizo que siguiera alejándose de mí.

Bajó la cabeza y empezó a transparentarse. Me paralicé al ver como se desvanecía en el aire. Movió su boca, pero no salió ninguna palabra audible, se estaba yendo.

Cuando desapareció completamente, caí en cuenta de lo que estaba viviendo y volví a romper en llanto. Todo era tan injusto e incierto, me sentía una tonta al llorar por él, pero no podía resistirlo, me dolía. Maldito Alex, me rompió el corazón sin darme cuenta.

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