Capítulo 27: "Otra vez, mamá"

Alex me evitaba. Después de confesar que él había matado a Tanya, algo en mi se rompió. Esa pequeña esperanza de que fuera mentira, se esfumó, él era el asesino y no podía mirarlo de otra forma, menos viendo a Tanya y a su cuerpo dañado. Sabía que no merecía mi lástima, de hecho, me regañaba a mí misma en sentir un poco de pena por él, no la merecía.

Cómo él me ignoraba, yo lo ignoraba. Si él había sido el responsable, significaba que mi papá y los papás de mis amigos no tenían nada que ver con la muerte de Tanya, entonces, ¿por qué tanto misterio? ¿Por qué el asesino los tenía en la mira?

La nueva información que tenía quería compartirla con alguien, pero por una extraña razón, se me hacía difícil comentárselo a Verónica y Than. Las únicas personas en las cuales pensaba eran en Jaden y Keegan.

No sabía nada del primero y no quería saber nada del segundo.

Los últimos días se me habían hecho difíciles, Aaron había vuelto a la escuela y me negué rotundamente a hablar con él. Su presencia era más tolerable, el primer día de su regreso casi quería sacarle la cabeza del cuerpo, pero me controlé. No volví a llorar ni de pena ni de rabia, simplemente seguí con mi vida, diciéndome a mí misma todos los días que nada había sido mi culpa, nada.

Los que la tenían más difícil era Vero y Than, que no sabían que hacer o cómo actuar. Les hice las cosas más fáciles y les pedí que se quedaran con Aaron, él se veía peor que yo, además, Anna me permitió juntarme con ella en los recesos y en el almuerzo.

Aunque había días donde Than se unía a nosotras, Verónica jamás dejó solo a su amigo, para ella era imposible compartir con Anna, aunque sea una comida.

Y así pasamos un tiempo, el castigo ya se estaba terminando y nosotras por nuestra parte, hacíamos bien nuestro trabajo, siempre vigiladas por el anciano malas pulgas. Evitamos siempre invadir su espacio, no queríamos salir dañadas, aun así, se me hacía extraño que desde siempre custodió ese lugar, como si allí estuviera enterrado un tesoro.

Decidí no tomarlo en cuenta y enfocarme en mi trabajo.

Than llegó a mi lado y me mostró un papel con el número 3 escrito. Miré mi propio papel y sonreí.

—Nos tocó juntos. —informó.

Keegan había tenido la grandiosa idea de hacer un trabajo en equipo y, para mi suerte, me había tocado con Than.

—Estos son los temas de investigación, quiero que hagan pequeño ensayo—caminó por toda la sala entregando un papel—. Avanzarán en clases, así que no les tomará mucho tiempo en prepararlo. Los puntos a evaluar están en el papel. Cualquier duda, saben dónde encontrarme. Esta será la última evaluación que les haré. Su maestra volverá y yo me iré. —dijo con media sonrisa.

Mis compañeros comenzaron a quejarse ante esa noticia, se habían encariñado mucho con Keegan y debo admitir que yo también. A pesar de todo, era un excelente profesor, apoyó mucho a todos con el tema de Bernadette y eso mis compañeros lo apreciaban mucho, su partida no era buena para los ánimos.

—¿Sabías que se iba? —me susurró Than, asentí—. Que mal, era mi profesor favorito—levantó la mano para llamar la atención de Keegan, este le dio la palabra—. ¿Se va de Nome?

Keegan sonrió.

—Sí, no tengo mucho que hacer aquí.

—¿Y abandonará a Harper? —preguntó Logan, todos rieron. Keegan suspiró.

Tuve la tentación de mirar a Aaron, que estaba sentado lejos de nosotros, pero me contuve.

—No hay nada que me retenga en Nome, si eso es lo que quieren saber. —explicó.

Todos comenzaron a preguntar cosas al profesor y este pacientemente les respondía con alguna broma, aligerando el ambiente. Me quedé en silencio, por primera vez en mucho tiempo había caído en cuenta que Keegan se iría de Nome. Nunca pensé en esa posibilidad cuando contó de su marcha de la escuela, no me entró en la cabeza que irse de la escuela era irse de Nome.

En todo ese tiempo me dio mi espacio, seguía saludándome a mí y a mis amigos y por mera cortesía le respondía, pero no me acerqué a él y él tampoco se acercó a mí. El tema de que Aaron y yo habíamos terminado era muy sabido en todas partes y sentí que Keegan sabía cuáles eran las causas de ese rompimiento, porque él supo siempre lo de Aaron y Harper.

Reflexioné mucho sobre ese tema, si había perdonado a Than y Vero, ¿por qué no lo iba a perdonar a él? Nada me decía que no tenía razones para ocultarme el amorío de mi novio, quería saber, pero ya no sabía cómo abordarlo.

La clase terminó y nos dirigimos al invernadero junto con Anna.

Nos tocaba limpiar la fuente que estaba en medio y yo era la encargada de ir a buscar los implementos de limpieza. Cuando salí del galpón e iba a doblar por el pasillo hacia el invernadero, vi a Keegan y Harper hablando. Retrocedí un paso y me escondí, él parecía irritado.

—¿Por qué no me habías dicho que te ibas? —preguntó Harper, de solo escuchar su voz, me indignaba. A ella también la evitaba, pero para mi suerte, fueron muy pocas las veces que la tuve que ver. Me asomé para ver sus caras.

—Pensé que ya lo sabías, tú te enteras de todo, ¿no? —respondió Keegan haciéndola reír.

—Tienes razón, la verdad es que estoy feliz que te vayas.

—Gracias, yo estoy feliz de irme.

—¿Volverás a tu ciudad? —él asintió—. Pensé que te quedarías por Emily. —Keegan rodó los ojos y yo fruncí el ceño.

—Esa obsesión tuya con Emily. No sé si estás enamorada o qué, pero deberías detenerte un poco, ¿no crees? —Harper se quedó en silencio y su expresión cambió—. Ya bastante daño has hecho, solo detente.

—¿Ahora soy yo la mala? ¿Solo porque Aaron me eligió a mí y no a ella? —dijo con altanería, fue un trago amargo para mí y mi dignidad, Keegan sonrió.

—¿De qué estás hablando? Por lo que sé Aaron ya no te quiere en su vida. Pobre muchacho, darse cuenta de esta manera que ha sido manipulado por tanto tiempo.

—Él solo está confundido, cuando aclare sus ideas volverá a mí, siempre vuelve a mí. Eso no es manipulación, es amor.

Keegan rio con ganas, haciéndola enojar.

—Hablé con él, me contó toda su historia, yo no vi amor allí, sino, abuso. Abusaste de un niño, ¿no te das cuenta? —Harper bufó indignada, pero no pudo decir nada—. Eres una depredadora y no lo sabes. Es mejor que cuides tus pasos, porque mientras siga dando clases aquí, me encargaré que tú no te acerques a él.

—¡¿Con qué cara me dices eso?! Has estado persiguiendo a esa chiquilla que es menor que tú.

Él se cruzó de brazos.

—¿De qué hablas? Yo y ella no tenemos nada. Jamás he traspasado un límite, jamás la he manipulado en algo, jamás la he obligado a nada, ¿puedes decir lo mismo en tu caso? Incluso eres mayor que yo, deberías comportarte como una mujer de tu edad y no como una adolescente con falta de atención.

Harper abofeteó a Keegan, con los ojos cristalizados de rabia, él hizo una mueca de fastidio, pero mantuvo la compostura.

—Tú no entiendes nada, yo lo amo y eso nadie lo puede negar, ni tú, ni ella, ni siquiera Aaron, ¿entendiste?

—Empieza a hacer las cosas bien, déjalo en paz.

Harper comenzó a llorar y le dio la espalda, caminando hacia la enfermería. Keegan gruñó y negó con la cabeza. Retrocedí y volví por el camino hacia el galpón, algo desconcertada. Lo que había dicho Keegan fue tan genial que no pude evitar sentirme feliz, la había dejado sin palabras y por un momento sentí menos enojo con Aaron, debía hablar con él, aclarar la situación y finiquitar nuestra historia de la mejor manera posible.

No había tomado en cuenta la diferencia de edad entra Harper y él, ni si quiera fue un indicio para mí, hasta que lo escuché de Keegan y tenía razón, Harper al menos era ocho años mayor que nosotros.

Con esos pensamientos volví hacia el invernadero, cuando doblé por el pasillo, Keegan seguía allí, cruzado de brazos, mirando a la nada, traía los audífonos puestos. Suspiré al verlo, ¿había sido muy injusta con él? En ese momento creía que no, tenía derecho a estar enojada.

—¿A quién supervisas? —le pregunté llegando a su lado, no me vio venir, así que se asustó un poco al notar mi presencia. Se sacó uno de sus audífonos y sonrió.

—Estaba tomándome un descanso. —explicó. Tomé uno de sus audífonos y lo puse en mi oído, sonreí.

—¿Jinjer? —pregunté. Abrió la boca, sorprendido, y luego sonrió sin poder decir nada—. ¿Qué?

—¿Los conoces? Tú, Emily Marshall conoce a Jinjer.

—Claro que los conozco, no vivo bajo una piedra. Aunque no es la música que me gusta, a James le fascina. Además, la vocalista es hermosa—aclaré—. ¿Te gusta el Groove metal? —asintió—. Eso sí que es inesperado—Keegan seguía mirándome, poniéndome algo nerviosa, tragué saliva y le devolví el audífono—. Bueno, nos vemos.

—Espera—me detuvo antes que pudiera dar un paso—. ¿Estás bien? Digo, ¿estamos bien?

—Sí. —respondí con media sonrisa. Y me despedí.

***

Llegué a casa cansada, pero de buen ánimo, a pesar de todo, había sido un gran día, tenía la sensación de que todo se estaba alineando para que siguiera el camino correcto.

Antes de poder sacarme la chaqueta, la abuela me recibió en la entrada con una sonrisa enorme, traía el delantal de cocina y me tomó una mano.

—Hola, cariño, te tengo una sorpresa—informó emocionada. Me arrastró hacia la cocina. Su entusiasmo me ilusionó y no pude ni siquiera pensar en cuál sería la sorpresa hasta que vi a mamá sentada en la mesa. Mi sonrisa se apagó de inmediato. Al verme se puso de pie y sonrió—. Mira quién te vino a ver. —dijo la abuela contenta, yo no pude decir nada.

Mamá se aproximó a mí y me abrazó. Sentí un escalofrío cuando me tocó y me apretó en sus brazos, toda la calma que había ganado ese día, se había ido en segundos.

Se alejó de mí y me dio un beso en la mejilla.

—Mira lo alta que estás—dijo mamá feliz—. Gracias por cuidarla.

La abuela sonrió, pero al verme tan seria su expresión cambió a confusión.

—¿Cuándo llegaste? —le pregunté a mamá.

—Hoy en la mañana.

—¿Por qué viniste?

—Bueno, no pude estar en tu cumpleaños, así que decidí darte una sorpresa y traerte tus regalos. —explicó con una sonrisa nerviosa.

—Me iré a cambiar. —informé saliendo de la cocina.

Subí a mi habitación, quería gritar, lo que menos esperaba era que ella llegara a casa de mis abuelos, ni siquiera sabía que iba a ser tan descarada en hacerlo. Gruñí e hice un berrinche en silencio, tratando de sacar toda mi frustración de manera discreta. Golpeé y di patadas en el aire. Me tiré sobre la cama y grité sobre la almohada, no la quería cerca, lo que menos necesitaba era su maldita presencia.

Escuché un golpe en la puerta y supe de inmediato quien era. Me senté sobre la cama y la vi.

—¿Podemos hablar? —preguntó entrando sin permiso, vaya sorpresa.

—No entiendo que haces aquí, ¿acaso no te diste cuenta que me fui de Nueva York a esta parte del mundo para no verte la cara? ¿Qué pasó por tu cabeza al creer que venir aquí era una buena idea? —reclamé indignada.

—Pensé que el tiempo que has estado aquí te había servido para pensar mejor las cosas, pero veo que no.

—No, me ha servido bastante para darme cuenta que no quiero tener ningún tipo de relación contigo.

—Emily, por Dios, ¿cómo dices eso? Soy tu madre, te di la vida, te alimenté, te vestí, te di educación, ¿acaso alguna vez te faltó algo? No, claro que no, porque te lo he dado todo, hasta te seguí el juego con esta idea estúpida de venirte a vivir aquí. No sabes todo lo que he sacrificado por ti.

—Oh, gracias mamá, había olvidado que eres la única madre en el mundo que le ha brindado a sus hijos las necesidades básicas. Y perdón por todos los sacrificios que tuviste que pasar al criarme.

—No lo puedo creer, pensé que ibas a madurar un poco, pero sigues siendo la misma hija de papi de siempre, que decepción, Emily.

—¿Decepción? Tú hablando de decepción. Ay, mamá, ¿qué sabes tú de decepción? Si comenzamos a comparar, yo gano.

—¿Sigues con eso? Ya te expliqué que fue un error.

—No, mamá, error es confundir la azúcar con la sal, lo tuyo fue consciente.

—Había olvidado lo moralista que eres. Tú, la señorita perfección, la que nunca ha hecho nada malo en su vida. Emily, la boca castiga y cuando a ti te pase, cuando tus hijos te hagan sentir de la misma forma que me estás haciendo sentir, lo entenderás.

—Descuida, mamá. Algo que aprendí de ti es como cagarla, así que espero no seguir tus mismos patrones, si lo hago, me mato.

—Que fácil es para ti hablar sin saber.

Reí.

—Pero mamá, hablo por lo que sé, imagínate si hablara sin saber, no terminaríamos nunca.

—Siempre tienes respuesta para todo, simplemente cállate, cállate un rato. Con tu padre estábamos mal desde hace mucho tiempo, y tú lo sabías, ¡no es mi culpa!

—Te doy la razón en eso. Hace tiempo estaban mal, lo sé. Pero tu decidiste acabar con nuestra familia de esa forma. No solo lo engañaste a él, sino también a mí, ¿y sabes que es lo peor? Jamás te disculpaste.

—Claro que lo he hecho.

—¡No! ¡No lo hiciste! ¿Y sabes por qué no lo hiciste? Porque no te arrepientes de haberlo hecho. No te importó que papá haya muerto, no te importó que yo me haya ido de casa por tu causa, no te importó acostarte con ese infeliz en nuestra casa porque tu única preocupación en la vida has sido tú. ¿Y ahora vienes a decirme que estás aquí porque te intereso? Mamá, no te creo. Ahora dime, ¿qué haces aquí?

Se quedó un momento en silencio, con los ojos cristalizados de rabia, no de pena, la conocía demasiado bien.

—Tengo que contarte algo, importante—tragó saliva—. Estoy embarazada.

Comencé a reír con ganas, lo último que faltaba.

—Es increíble. —dije aun riendo, se veía molesta.

—Aunque no lo creas, aun puedo tener hijos. —respondió ofendida.

—No me rio por eso, supongo que es del infeliz.

—No lo llames así.

—Que lindo como lo defiendes, pero es un cretino.

—¿Ni siquiera te pondrás feliz porque tendrás un hermano?

Esa palabra me dejó descolocada, tendría un hermano y por un instante temí que fuera de mi madre. La relación con mi madre era ambivalente, nunca supe si me quería o me odiaba, si estaba orgullosa de mi o decepcionada. En público me trataba bien, pero cuando estábamos solas, nunca fue amable. Muy por el contrario de papá, que me animaba y apoyaba. A veces sentía que mamá odiaba la relación que tenía con él. ¿Y si a esa criatura la trataba de la misma forma que me había tratado a mí? Suspiré.

—¿Cuánto tienes?

—Doce semanas.

—¿Y lo quieres tener?

—¡Sí! —respondió indignada.

—Felicidades, entonces. No sé qué más esperas de mí. Supongo que te casarás con él, a Nana no le va a gustar nada esta noticia, aún recuerdo cómo te trató cuando se enteró de lo que hiciste.

—Nos casaremos—afirmó—. Ella ya lo sabe, está muy feliz.

—No dudo que esté feliz en tener otro nieto, pero el tema de casarte con él, ¿en verdad está feliz?

—Tendrá que aceptarlo, al igual que tú.

—Viendo la situación, dudo que me dejes tener alguna relación con tu hijo sin condiciones.

—Con tu hermano, no lo olvides. Y podrás verlo cuando quieras, no quiero perderte, Emily.

—Mamá, hace mucho que me perdiste. Pero si tendré un hermano, deberé protegerlo de ti y tu futuro esposo.

Ella frunció el ceño, sin poder creer mis palabras.

—Que mal concepto tienes de mí, Emily, ¿tan mala madre fui contigo? No merezco todo el odio que me das. Cometí un error, sí, hice mal las cosas, y me arrepiento, pero lo intento, juro que lo intento. No es fácil para mí, ¿no puedes ponerte en mi lugar? ¿En todo lo que he tenido que pasar? ¿La valentía que tuve que tener para enfrentarte y decirte esto? —dijo con lágrimas en los ojos.

No sabía si me faltaba empatía o simplemente estaba acostumbrada a las reacciones de mamá, pero no me conmovió ni un poco. Lo único que se me ocurría pensar es que utilizaría su embarazo como excusa para decir y hacer lo que quisiera. Amaba a mamá, extrañaba a mamá, pero solo a una parte de ella, la cual, veía muy poco.

Lamentablemente.

—En esta historia no todo se trata de ti mamá, y aun no lo entiendes. Pudo haber sido distinto si te hubieras preocupado un poco en lo que yo sentía. Jamás lo hiciste ni antes ni ahora. Sigues siendo tú, tú y tú. Que yo esto, que yo aquello. Toda mi vida viví así y la única persona que reforzaba lo bueno que tenía era papá, no te volveré a reprochar que lo hayas engañado con su mejor amigo, ya me cansé. Espero que, de ahora en adelante, hagas bien las cosas.

Mi madre se secó las lágrimas y miró hacia la ventana, no sabía que estaba pasando por su mente, pero sospechaba que no les había tomado importancia a mis palabras.

—Te dejaré sola. Cuando te calmes y aclares tus ideas podremos hablar como personas civilizadas, estoy embarazada, no lo olvides, esto me hace mal.

Puse los ojos en blanco y la eché de la habitación con un gesto. Salió de mi habitación, dejándome con el corazón adolorido.

—Jódete. —susurré para sentirme un poco más tranquila conmigo misma. Ni siquiera tenía ganas de llorar, no sabía qué hacer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top