Capítulo 17: "Entrevista"
A la noche le envié un mensaje a Jaden para saber si estaba bien, me respondió en la madrugada diciendo que lo había pasado de maravilla. Aunque pregunté porque, no quiso responderme, ya me estaba acostumbrando a su poca cooperación. Aaron por su parte, dijo que su papá le dio una advertencia, que por ahora ya no teníamos un lugar para planificar nada, y que lo más probable es que el hombre advertiría de esto a nuestros padres, en mi caso, a mis abuelos.
Los días siguientes tratamos de que se calmaran las aguas. Mis abuelos se veían preocupados, pero no se atrevieron a preguntarme o hablar conmigo y yo no insistí en buscar información con ellos, al parecer, notaron que las habían cagado en decirme sobre lo de Tanya.
Keegan empezó a actuar igual que siempre, como si el incidente en casa de Aaron no hubiera sucedido, de hecho, se mostró más comprensivo y agradable. En el fondo, agradecí que actuara así, aunque me perturbaba.
Evitamos hablar del tema en la escuela, pero cuando estábamos seguros de que nadie nos veía, hablábamos sobre nuestro siguiente paso y necesitábamos la ayuda de alguien mayor y ahí entraba Jaden en el juego.
Sí, seguíamos insistiendo con él, porque al final de cuentas teníamos el mismo propósito, descubrir si lo de Tanya tenía relación con lo de Bernadette, y de paso, contarles a mis amigos fantasmas su origen.
Estábamos sentados en las gradas del gimnasio, donde se encontraba uno que otro compañero realizando los tiros antes de la práctica, mientras nosotras hacíamos tiempo antes de juntarme con Jaden, no era un día de castigo, el eterno castigo que nos tendría amarrados hasta que se terminaran las clases.
—¿Les contamos que el veintitrés de marzo tenemos el partido? —preguntó Than, ambas negamos con la cabeza. Sonreí.
—Es el día de mi cumpleaños—informé—. Más les vale ganar.
—Encestaré en tu honor, bebé. —dijo Than tratando de darme un abrazo, pero Aaron se lo impidió.
—¿Cómo que bebé?
—Perdón, tú eres mi bebé, ven aquí. —y lo abrazó dándole un gran beso en la mejilla. Este gritó y luchó para separarse de él, pero no lo logró. Verónica se reía a carcajadas a mi lado. Empujé a Than para que soltara a mi novio. Ambos se separaron.
—¿Piensas hacer algo especial para tu cumpleaños? —preguntó Verónica.
—No, tal vez le pida a la abuela que horneé a Ludovico—bromeé, no quería que eso pasara—. Me gustaría una fiesta, pero por respeto a Berni no lo haré. Tal vez los invite a comer, así que cómprenme un regalo. Y no, Than, tú no puedes ser mi regalo. —me adelanté a mi amigo, quien ya estaba preparado para decirlo, sonrió con inocencia.
—Tú te lo pierdes.
Miré la hora en mi celular, tenía que juntarme con Jaden, estaba nerviosa. No sabía si aceptaría que ambos fuéramos a hablar con la abuela de Anna. Ya era un milagro que aceptara juntarse conmigo, estaba preocupada por lo que Keegan le habría hecho, tal vez le advirtió que nunca más nos molestara.
No quería pensar en eso. Mi celular sonó y vi un mensaje del susodicho.
Jaden: En la cafetería del centro, en quince minutos.
Emily: Allí todos nos verán.
Jaden: Lo sé, no te preocupes, te espero.
Suspiré ofuscada. Me puse de pie.
—Me tengo que ir. Les contaré todo después, estén atentos a sus teléfonos. —asintieron. Besé a mi novio y me despedí de mis amigos.
Prácticamente corrí hacia la cafetería. Estaba lloviendo a mares, la chaqueta no iba a protegerme de ese aguacero. Pero no me rendí, seguí corriendo hasta llegar a mi destino, empapada hasta los calzones, pero entera.
Cuando entré a la cafetería vi a Jaden en una mesa del fondo, con una taza de café humeante, al verla se me antojó. Llegué con él y lo saludé, me miraba divertido, como si verme así fuera de lo más gracioso. Lo más probable era que el rímel lo tenía corrido. Me senté y me ofreció el café. Le sonreí en agradecimiento, dejé mi bolso a un lado y me quité la chaqueta y el gorro. Suspiré.
—Odio la inestabilidad climática de este lugar—me quejé—. ¿Te encuentras bien? No te veo golpeado, además, estás vivo. ¿El profesor Keegan te dio muchos problemas? —pregunté preocupada.
—Que va, me ofreció una cerveza, ahora somos amigos, ¿qué te parece? —fruncí el ceño—. No me mires así, ¿cómo me iba a negar a tan amable petición?
—¿Te amenazó? —sonrió—. Si te hubiera amenazado no estaríamos aquí hablando en público, supongo que salió todo bien.
—Supones bien. Pero cuéntame, pequeña, ¿a qué se debe esta cita?
—No es una cita y tengo algo que te puede ayudar. Con mis amigos creemos que después de lo que te hicimos pasar deberíamos ayudarte. Tengo la dirección exacta de la casa donde vive la madre de Tanya, ¿qué te parece?
Se le iluminaron los ojos.
—¿Hablas en serio? Pero que gran noticia, ahora me arrepiento de hablarle mal de ti a mi novia. Lo aceptaré con gusto—fruncí el ceño, ¿por qué hablaría mal de mí? —. Bien, ¿cuál es la dirección? —empecé a jugar con mis dedos y le ofrecí una de mis sonrisas nerviosas, bajó los hombros, derrotado—. ¿Ahora que quieres?
—Quiero ir contigo.
—¿En serio? ¿Solo eso? Bueno por mí no habría problema, pero tu profesor se enojaría.
—Tenemos todo planeado, él no se enterará.
—Me parece que sus planes no funcionan.
—Este sí, por favor, necesito saber una cosa pequeñita, ganas más tú que yo, ¿sí? —junté mis manos e hice un puchero, el rio.
—Si me miras así, no me puedo negar.
—Genial, mañana a las tres de la tarde, afuera de la cafetería, ¿tienes auto? —asintió—. Perfecto, así llegaremos antes.
—Es una cita.
—No, no es una cita. Además, ¿cuántos años tienes?
—Cincuenta, ¿a qué no te lo esperabas?
—Te ves de cincuenta y uno, me cerraste la boca. —respondí haciéndolo reír.
—Eres simpática, me agradas, le hablaré bien de ti a mi novia. —esta vez fui yo la que rio. No era desagradable, los dos actuábamos a la defensiva, pero en ese momento pude relajarme un poco.
Bebí del café, estaba delicioso e hizo que mi cuerpo dejara de temblar de frío.
— ¿Emy? —me llamaron, miré sobre mi hombro para ver a Harper, quien me sonreía, parecía demasiado alegre—. ¿Estás en una cita? —eso me extrañó, claro que no estaba en una cita, ella sabía muy bien que estaba saliendo con Aaron.
—No es una cita. —aclaré, pero Jaden ya estaba de pie, con una sonrisa boba.
—Que va, yo no podría ser cita de la pequeña, es prácticamente una bebé—le ofreció la mano y Harper la apretó—. Jaden Aida, un amigo de Emy de hace mucho tiempo, años, mejor dicho. La conozco desde que jugaba con barro en mi barrio. ¿No es así, pequeña? —yo asentí sorprendida, aun no entendía porque le mentía, pero no iba a decir nada para contradecirlo, debía haber sido por algo.
— Harper Fisherman, mucho gusto. —se presentó.
— ¿Por qué no te sientas con nosotros, Harper? —le preguntó Jaden como si nada y con mucha confianza.
—Ah, es que, ya tengo una cita, así que...
—No hay problema, mientras me acepten en su mesa está bien. —interrumpió Keegan.
—Que sorpresa, si es mi nuevo amigo, ¿cómo estás? —se dieron un apretón de manos. ¿Qué estaba pasando? Harper y Keegan se sentaron a nuestro lado, con una café en la mano—. No pierdes el tiempo, ¿hace cuánto salen?
Harper rio coqueta.
—No estamos saliendo. —respondió Keegan, haciendo que Harper se incomodara. Quería reírme en su cara, pero me limité. Solo pedía que por favor la tierra me tragara.
Jaden comenzó a platicar como si nada, diciendo abiertamente que era periodista, yo solo me limitaba a escucharlo, su historia era bastante interesante.
—Así que pasaste toda tu vida en Japón. —añadí a la conversación. Él asintió.
—Mis papás se separaron. Mi papá se vino a Estados Unidos y mi mamá se quedó conmigo en Japón. —me sonrió. Que tipo más genial.
— ¿No habías dicho que conocías a Emy desde que era niña? —preguntó de pronto Harper. Keegan me miró y levantó una ceja sabiendo que habíamos mentido. Jaden comenzó a reír y asintió.
—Claro, yo siempre venía a pasar las vacaciones con él. Así conocí a esta pequeña. Que desconfiada eres. —tomó un sorbo de su café dejándola en silencio.
—Tiene cincuenta y un años. —dije como si fuera un dato interesante. Jaden se rio.
—Cincuenta—corrigió. Se acercó a Harper—. Veintiocho en realidad—le dijo en un susurró que pudimos escuchar perfectamente—. Eres una mujer interesante, ¿tienes algo que hacer este fin de semana?
Harper sonrió sin esperarse esa proposición. Miró a Keegan, tal vez esperando que él dijera algo, pero él se mantuvo en silencio, era obvio que ella no quería aceptar, pero me sorprendió que no supiera como rechazarlo.
—Tienes novia, descarado. La llamaré y le diré. —lo regañé.
—Le caes mal.
—No me importa, entre mujeres debemos apoyarnos, se llama sororidad. ¿No te lo enseñaron en la universidad?
—La pequeña Emily sacando las garras. —se burló y no tuve más remedio que reír.
Harper me miró con algo de nerviosismo, Keegan se había cruzado de brazos y no despegaba la vista de la chica, ¿era preocupación? Tomé más de mi café, no sé qué había entre los dos, pero de que algo había, algo había.
Pegué un estornudo y agradecí que los mocos no salieran volando. Jaden me pasó una servilleta.
—Te resfriarás, pequeña. Te dejaré en casa.
Iba a rechazarlo, pero Keegan negó con la cabeza.
—Yo la iré a dejar, muy amigos pueden ser, pero pareces borracho. —dijo como advertencia.
—Sí, bebí un poco, perdón.
—No es necesario—comenté poniéndome la chaqueta—. Me puedo ir sola.
—No es una opción. —agregó Keegan. Harper frunció el ceño.
No quería problemas con Aaron, ¿y si Harper le iba con el chisme? Aun mi novio debía trabajar en sí mismo y la confianza.
Tomé mi mochila y no se me ocurrió otra manera digna de irme de allí que corriendo. Los tomé desprevenidos, Keegan me llamó, pero yo ya estaba decidida a no mirar atrás, llovía, no tan fuerte como antes. Los años de gimnasta sirvieron.
Salí de allí a toda velocidad, haciendo que fuera imposible que me siguieran.
Corrí hasta llegar a casa.
***
Amanecí algo congestionada, la mojada del día anterior había hecho su efecto en mí. Aun así, traté de componerme, ya que tenía una misión importante, más bien, teníamos una misión importante.
Las clases se nos hicieron eternas, pero teníamos claro que hacer. Verónica se encargaría de Anna, no queríamos que le diera la locura de irse temprano a su casa por el simple hecho de que yo no estaba cumpliendo con mis tareas. Aaron se encargaría de Keegan, vigilaría que no saliera del colegio, por lo menos, que no sospechara sobre nuestras andanzas y Than, bueno, él debía ir a práctica sí o sí. Mi novio fingiría malestares estomacales para no tener problemas.
A la hora de salida cada uno fue a su lugar y, cuando estuve segura que nadie me seguía, salí de la escuela al centro de la ciudad. Llegué a tiempo, Jaden ya me estaba esperando. Con precaución me subí al auto y le indiqué donde debía ir, además, de dejarle en claro que mis amigos sabían mi paradero, él no dijo nada, solo asintió.
Nos tomó cinco minutos para estar frente a la casa que los chicos me habían indicado. Era grande, algo descuidada, se notaba que no la habían pintado en años. Daba un ambiente de soledad y abandono. Por lo que sabía, Anna vivía sola con su abuela y nadie sabía el porqué, más bien, a nadie le importaba realmente lo que le pasara a Anna
— ¿Segura que es aquí? —asentí—Bien, bajemos...
—Espera—lo detuve—. No es una mujer fácil de tratar, debes estar preparado.
—Los casos difíciles son los que más me gustan, tendré cuidado. No te preocupes, lo que hace a un periodista un buen periodista, es lo humano. No hables a menos que sea necesario, ¿sí? —sus palaras me sorprendieron, pero me mantuvieron llena de confianza.
Nos bajamos del auto y caminamos hacia la entrada, ya allí Jaden golpeó la puerta y esperamos. Rogaba por dentro que la mujer estuviese.
La puerta se abrió haciéndolo callar y una mujer de avanzada edad se asomó por la puerta con el ceño fruncido. No parecía tener ánimos de visitas, pero cuando nos analizó de pies a cabeza, decidió abrir más la puerta.
— Buenas tardes, ¿usted es la señora Rebecca Turner?
—¿Quién busca?
—Jaden Aida y ella es...
—La nieta de los Marshall—interrumpió la mujer—. Anna me ha hablado de ti—sonreí incómoda, eso no era bueno—. Eres igual a tu padre, lástima—fruncí el ceño, ¿qué quería decir con eso? —. ¿Qué quieren?
—Soy periodista, señora Turner, quiero hablar sobre su hija Tanya, si me lo permite.
La mujer endureció la mirada.
—¿No me pueden dejar tranquila? —iba a cerrarnos la puerta en la cara, pero Jaden en un movimiento rápido, se lo impidió.
—Sabemos que lo que le sucedió a su hija fue un homicidio y no un suicidio. Por favor, señora, solo queremos que de una vez por todas se escuche su versión de la historia.
La mujer bajó la mirada, al parecer la estaba convenciendo. Se hizo a un lado y nos dejó pasar. Jaden fue el primero en entrar, yo le seguí y me quedé cerca de él, la mujer me analizaba completa. Yo traté de desviar mi atención a la casa. Aunque por fuera se veía triste, por dentro todo cambiaba, era cálida, linda y acogedora. Nos invitó a la sala de estar, donde había muchos retratos de una hermosa chica, Mia fantasma, quiero decir, Tanya. También pude apreciar algunos de Anna y un hombre que supuse era su padre.
Se sentó en un viejo sofá y nos indicó que hiciéramos lo mismo, quedamos frente a frente
—Tu padre es Caleb Marshall—nuevamente asentí. Miró por la ventana y sonrió—. Mi Tanya y tu padre eran amigos, lástima que él haya muerto. Fue el único que se acercó a nosotros para llorar por ella.
—Sentimos mucho lo que pasó con su hija, pero ¿por qué todos insisten en que fue un suicidio? Debe haber una explicación para aquello. —continuó Jaden.
—Yo jamás creí que mi hija se haya suicidado... Tanya era una chica alegre, inocente, dulce y muy querida. Con su papá la amábamos con toda nuestra alma, la criamos bien. Para su hermano era la luz de sus ojos. Nunca discutíamos frente a ella y si discutíamos eran cosas sin importancia, que no podrían perturbar a nadie. Por eso me extrañó que ella muriera así. Una noche salió y nunca más volvió. —explicó con una pena que me partió el corazón.
— ¿Recuerda la última vez que vio a su hija? —preguntó Jaden.
—Todos los días, muchacho...—suspiró nuevamente—. Mi bebé se había graduado de su último año, estábamos tan orgullosos...—sonrió—, la noche que desapareció, nos pidió permiso para salir a una pequeña reunión con sus compañeros, iban a estar sus amigos, así que no pudimos decirle que no... de ahí todos saben la historia. Mi hija no se mató, a ella la mataron.
—¿Sospecha de alguien?
Ella esbozó una sonrisa amarga.
—Todos saben quién fue su asesino, el muy cobarde escapó—dijo con rabia, no sé porque tenía el presentimiento que se venía algo terrible—. Mi hijo lo buscó por cielo, mar y tierra, quería hacerlo pagar por todo, pero murió antes de poder encontrarlo. Dejó a mi nieta sola, su madre me pidió que la cuidara. Mi esposo murió de pena, y yo me convertí en la loca del pueblo. Suicidio decían, ja, locos ellos que taparon el sol con un dedo.
—¿Quién asesinó a su hija?
—Me da asco pronunciar su nombre...Alex Abrams, ese muerto de hambre le robó la vida a mi niña. —respondió con la voz quebrada.
Me quedé de piedra, no podía ser cierto.
—¿Alex Abrams?
—Es el hermano gemelo del director de la escuela. —expliqué en un susurro audible, Jaden lo anotó en su celular.
—Era un muchacho raro—continuó la mujer—, Tanya le tenía mucho aprecio y no entiendo por qué. Ian es diferente, un muchacho atento pero su hermano, un desastre. De celos la mató, de eso estoy segura.
—Reabrieron el caso de su hija, ¿por qué? —cuestionó Jaden, eso no lo sabía, ¿cómo que habían reabierto el caso?
—Vinieron unos policías la otra vez, y me lo dijeron—sollozó un poco, se limpiaba las lágrimas con dificultad—. Después de veinticinco años, al fin mis plegarias fueron escuchadas, nunca perdí la fe. Solo quiero que se sepa que no se suicidó, porque ella no hubiese hecho eso jamás.
—¿Qué decía la autopsia?
—No me entregaron autopsia, muchacho. Solo un papel que decía que ella se había quitado la vida, nada más.
—¿Por qué cubrirían a Alex? —la mujer se quedó en silencio—. A menos que no fuera él a quien cubrían.
Miré a la mujer, esperando a que respondiera, pero ella negó con la cabeza, temerosa y entristecida.
—No quiero hablar más. — concluyó.
No pudimos seguir, Jaden asintió y agradeció el tiempo que se había tomado en responder sus preguntas. Mi mente ya no estaba presente, el tema de Alex y Tanya, ¿cómo era posible que el destino los había juntado de esa manera después de la muerte? Lo encontraba tétrico, y hasta de mal gusto. Me hubiese gustado preguntarle más cosas sobre Tanya, pero realmente no me sentía bien del todo, el remedio que la abuela me había dado esa mañana ya no estaba haciendo efecto.
Nos despedimos, demasiado cargados de emociones, al menos yo lo estaba. Jaden acarició mi cabeza.
—No te ves bien, pequeña. ¿Pudiste resolver tu duda? —esbocé una sonrisa y asentí. No solo había resuelto mi duda, sino que había hecho que tuviera más.
Caminamos hacia su automóvil y me detuve porque tenía la rara sensación de que alguien nos estaba mirando. Observé la casa de la madre de Tanya, pero no había rastros de que ella estuviera espiando por la ventana. Miré alrededor de nosotros, pero no encontré nada sospechoso, pero esa sensación de que alguien sí estaba atento a nosotros no se iba. Jaden me tomó del brazo y emprendimos camino calle arriba, dejando su auto atrás.
—No te des vuelta—me ordenó—. Nos están siguiendo—me estremecí, no eran alucinaciones mías—. Lo mejor es separarnos—sacó su celular y marcó rápidamente—. Estoy con la pequeña, ven a buscarla...—alejó su celular e hizo un gesto de dolor—, sí sé, ¡solo ven!
Lo miré sin entender.
—¿A quién llamaste? ¿Quién me viene a buscar? ¿Por qué abandonas tu auto? —cuestioné asustada.
—Lo siento pequeña, debí decirte que hace unos días me vienen siguiendo, y con lo sucedido con las explosiones, debo ser precavido. Llamaré una grúa para que recoja mi auto—explicó tratando de sonar calmado, pero podía sentir su nerviosismo en las palabras que decía—. Esperemos por allá. —apuntó a una esquina.
Volvió a llamar, esta vez a la grúa. Me quedé cerca de él, preocupada. No sabía si era buena idea llamar a Aaron, y había olvidado por completo que Jaden ya se había encargado de que alguien viniera por mí.
Luego de unos largos minutos pude ver un auto a lo lejos y me sentí aliviada y algo preocupada al percatarme de la persona que manejaba, era Keegan.
—¿Cuál es tú problema? —no sabía a quién le preguntaba. Una vez que estuvo frente a nosotros, parecía algo molesto—. Emily, sube al auto. —ordenó con seriedad sin dejar de mirar a Jaden.
—No, tenemos que esperar a que llegue la grúa. —dije con miedo de dejar solo a Jaden, porque se notaba en la cara de Keegan que lo único que quería hacer era golpearlo.
—Pequeña es mejor...
—Cállate. Eres un hombre adulto, ¿cómo se te ocurre exponerla así? Pensé que te había quedado claro que no debías involucrarla en tu tonta investigación.
—Yo se lo pedí—lo defendí—. Yo insistí en esto...
—Emily, ¿crees que él se dejaría manipular por ti? ¿No te das cuenta que él te ha estado manipulando para que le des lo que quiere? —sus palabras fueron como un balde de agua fría, ¿acaso eso era cierto? Me sentí sumamente vulnerable. Me abracé a mí misma, estaba empezando a sentir mucho frío, y no podía responder ya que mi cabeza quedó en blanco.
—No la envenenes contra mí—advirtió Jaden, Keegan bufó—. Llévatela.
—¿Pero el auto? —pregunté.
Keegan nos miró a ambos y luego al auto, sin esperármelo le quitó las llaves a Jaden que traía en la mano y se dirigió a donde lo había estacionado. Se me salió el corazón. Iba a gritar para detenerlo, pero Jaden se me adelantó, pero ni las advertencias de él hicieron que Keegan se detuviera.
No sé cómo, pero revisó abajo del auto, en las puertas, el motor, el maletero y entró en él y lo hizo andar sin problemas. Suspiré aliviada, ya me había imaginado la explosión, Keegan muerto, Jaden y yo tirados en el piso por la onda expansiva. Se estacionó frente a nosotros y se bajó del auto.
—Vete. —dijo enojado a Jaden, este se subió y se marchó. Sin antes darme una mirada de "lo siento".
Keegan abrió la puerta del acompañante y no pude negarme a subir, mis ultimas energías se me habían ido cuando Keegan se había arriesgado a hacer funcionar el automóvil de Jaden. Juro que muchas imágenes se cruzaron por mi mente, nada lindo. Sentía mi cuerpo agotado, tenía ganas de llorar y me sentí frustrada y triste.
Me acomodé en el asiento, y cerré los ojos esperando que todo se terminara, que Keegan no me regañara como la tonta que era y que simplemente dejara pasar aquello. Pero claramente, mi profesor no se iba a quedar callado.
—¿Te encuentras bien? —preguntó. Eso no me lo esperaba, ya me estaba preparando para algo peor. Negué con la cabeza—. Mira, no quería comportarme así, pero debes tener cuidado con él. Confías demasiado en las personas en muy poco tiempo, eso hará que te dañen, debes ser más precavida.
—Keegan, le quitas la diversión a la vida—abrí los ojos, seguíamos estacionados—. Descubrí las identidades de mis amigos fantasmas, y estoy triste. ¿Podrías dejar tus lecciones de hombre viejo y experimentado para otra ocasión? Solo quiero ir a casa, dormir y olvidarme de este asunto por mucho tiempo.
—Está bien—dijo resignado—. Pero debemos hablar de esto...
—Keegan—lo interrumpí—, eres un imbécil que se subió a un posible coche bomba, sigo temblando, por favor, no hagas que me arrepienta de sentirme aliviada cuando el auto se puso en marcha sin explotar.
El rio y negó con la cabeza.
—Emily Marshall, eres mucho.
—¿Ah?
—Eres mucho.
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