Capítulo 11: "La explosión"
Las campanas sonaron mínimo unos cinco minutos, la iglesia quedaba relativamente cerca de casa, pero nunca se había oído sonar a esas horas de la noche.
La iglesia en Nome era una de las estructuras más lindas que tenía la ciudad, había visitado el lugar un par de veces, por petición de la abuela, que iba todos los domingos sin falta a la misa de la mañana y participaba activamente en las actividades dentro de la misma. De hecho, me había ofrecido con ilusión a que me uniera al grupo de jóvenes, pero me negué, porque no era alguien creyente y se me hacía hipócrita hablar de algo que no me convencía.
Esa noche al oír la campana, algo en mi cuerpo me decía que me escondiera. La tormenta se estaba intensificando y Keegan siguió con la misión de cubrir todas las ventanas posibles.
Sin esperarlo, la puerta fue golpeada con fuerza y el llamado de una voz que reconocería hasta con los ojos cerrados, se hizo escuchar dentro de casa. Le abrí a Aaron, que jadeaba cubierto de nieve, resistiendo el viento.
Apenas me vio me abrazó.
—Diablos, ¿estás bien? ¿No te pasó nada? —se alejó de mí, revisando mi rostro con sus manos, ya que la oscuridad no dejaba que nos viéramos con claridad.
—Estoy bien, pero, ¿qué haces acá?
—Vine a saber cómo estabas, la ciudad es un caos, es como si una bomba hubiera caído en el centro de todo. Pero veo que, sí te encuentras bien, eso es un alivio.
—No debiste venir con esta tormenta, mira cómo estás, deberías estar en casa. —lo regañé, pero en el fondo me había puesto feliz saber que se había tomado esas molestias por mí.
—Una tormentita como esta no iba a impedir que viniera a verte—dijo dándome un pequeño beso en la frente—. Y para que estés más tranquila, los chicos están bien, pasé por sus casas de camino aquí. —informó.
Fruncí el ceño, sus casas quedaban al lado contrario de la mía, la casa más próxima a la de mis abuelos era la de Aaron.
—¿No estabas en tu casa? —cuestioné. Él se quedó un momento en silencio, sonrió.
—Claro, pero...decidí ir con ellos primero—explicó algo nervioso—. Tú abuelo querrá ayuda, ¿qué necesitan que haga? —se encaminó la sala de estar, se detuvo—. ¿Profesor? —señaló a Keegan con sorpresa. Él lo saludó como si nada.
—Es bueno verte Aaron, si quieres ayudar, sería bueno que puedan cubrir las ventanas de la habitación de Emily, ¿puedes con eso?
Aaron aceptó sin decir mucho. El abuelo llegó junto a nosotros y agradeció la presencia de mi novio allí. Como lo había indicado Keegan, él le pidió que cubriera mis ventanas.
Ambos subimos a mi habitación y Aaron se puso a trabajar en ello, lo ayudé alumbrando para que le fuera más fácil, no demoró nada en hacerlo, era un chico muy habilidoso.
—¿Qué hace el profesor aquí? —preguntó martillando el último clavo, dejándonos en la completa oscuridad, solo se podía ver lo que mi linterna alumbraba.
—Tuvo problemas con su auto, el abuelo lo ayudó y lo trajo, por la tormenta ya no se pudo ir—expliqué con normalidad, pero no respondió—. ¿Pasa algo?
—No, nada, solo se me hizo extraño verlo aquí, eso es todo—a decir verdad, si era una situación extraña, pero no imposible. En ese momento pensé que a Aaron no le había agradado que el profesor estuviera en casa, eso me hizo sentir algo culpable —. Debería ir a ver las demás habitaciones, no queremos que todo se humedezca.
—Aaron...
Lo atraje hacia mí y lo besé, lo tomé por sorpresa, pero estaba tan agradecida de tenerlo allí, conmigo, que no supe cómo hacérselo saber. Aaron me sujetó por la cintura y no perdió el tiempo, me acercó más a él y profundizó el beso, dejándome sin aliento. Parecía desesperado y ansioso. Me había besado con Aaron antes pero no de esta forma, algo mucho más íntimo y húmedo, como si ambos hubiésemos aguantado por mucho tiempo el vernos y estábamos frente a frente, dejábamos sacar todo ese anhelo que teníamos acumulado.
En otro momento, en otra circunstancia, ese beso llevaría a algo más. Estuvimos así por varios minutos, el frío había pasado a segundo plano y el calor se apoderaba de mi cuerpo, no quería soltarlo, pero si no lo hacía me quedaría sin aliento. Me alejé de él jadeante y seguimos besándonos un rato más, hasta que escuchamos que alguien subía por las escaleras y nos apartamos para que no nos descubrieran.
Tenía una sonrisa boba en mi cara que, gracias a la oscuridad nadie la pudo ver.
Mi abuelo llegó donde nosotros y se llevó a Aaron a que lo ayudara en otra habitación.
***
Ludovico comenzó a cantar y apenas lo escuché me desperté. Estaba durmiendo acurrucada a lado de mi abuela, tapada hasta la cabeza. A mi alrededor estaba mi abuelo, Keegan y Aaron de pie, conversando tranquilamente, mientras la abuela acariciaba mi cabello, no me percaté cuando amaneció. Estábamos en el sótano.
La noche anterior, apenas terminaron de cubrir todas las ventanas, nos acomodamos para pasar la noche, pensé que no podría dormir, pero apenas me recosté, caí en un profundo sueño.
Saludé a todos allí y me levanté para abrazar a mi novio. Reparé en la venda que tenía Keegan en su mejilla, la abuela lo había curado mientras yo dormía.
Subimos al primer piso y me quedé anonadada. La luz del día dejó ver lo que sucedió, la tormenta estaba dando tregua, pero lo que encontramos allí me dejó helada. Sabía que había sido un desastre, pero jamás pensé qué tanto.
Keegan se asomó afuera de la casa, mientras Aaron, sosteniendo mi mano, hacía a un lado los escombros de los vidrios rotos con su pie.
— ¿Qué pasó anoche? —pregunté horrorizada.
—La ciudad explotó—explicó Keegan—. Hay vidrios por todas partes. Es mejor que me vaya y vea lo que sucedió. —nos informó.
Mi abuela le devolvió su ropa ya seca, después de unos minutos, Keegan abandonó nuestra casa.
Comenzamos a limpiar, y entre tanto, le marcaba a Verónica y Than, pero no respondían. Me preocupé y le insistí a Aaron que fuéramos a verlos. Una vez que terminamos de limpiar, nos dirigimos a pie hasta el centro de la ciudad. Caminamos en silencio, soportando la nieve que caía sobre nuestras cabezas, viendo horrorizados las casas afectadas por las explosiones, ¿cómo era posible? Primero lo de Bernadette, luego lo de Tina y ahora eso, ¿qué clase de loco nos estaba atormentando?
Entre más nos acercábamos a la ciudad, mayor era el desastre, se podían ver vitrinas rotas, semáforos sin funcionar, autos completamente destruidos. Miré a Aaron que estaba igual de impactado que yo. Nos detuvimos al ver un tumulto de gente a las afueras de la iglesia. Nos acercamos sin esperar lo que nos encontraríamos. Me tapé la boca con las manos cuando leí un rayado que estaba en una de las paredes de la iglesia, "Volví y me los llevaré conmigo" estaba allí escrito con pintura roja, supuse que era pintura.
— ¡Aaron! —escuchamos el llamado de Than. Corrió a nosotros y nos abrazó a los dos—. Qué bueno que estás bien, Emily, esto es una locura, todo Nome fue atacado
— ¿Absolutamente todos? —pregunté anonadada. Él asintió
— Vero cree que esto tiene que ver con Bernadette y Tina, el asesino está asechando Nome. —continuó asustándome más.
A lo lejos estaba Keegan entre la multitud, estático leyendo el mensaje, no tenía expresión, se encontraba realmente serio. Pero vi algo, en esa gran multitud unos cuantos no estaban vivos.
Pude diferenciar a muchos, pero en especial a una muchacha, que ya había visto con anterioridad, lo entendí todo. Por eso había desaparecido tan abruptamente el día que fui a comprar las botas a la tienda del padre de Berni. Verónica llegó junto a nosotros, separándose de su mamá, su papá no parecía estar con ellas. Apenas nos vimos nos abrazamos, se veía tranquila.
—Esto es una declaración de guerra, el asesino de Berni y Tina amenaza a la ciudad, lo que significa que no serán las únicas—resolvió con rabia. Yo no sabía que decir, pero resultaba convincente, ¿iba a volver a pasar? —. Hay que buscar la forma de detenerlo. Intenté hablar con papá, pero se molestó que estuviera metiendo mi nariz en lo que no me corresponde, no sé qué más hacer.
—Tal vez no involucrarnos, aun así, no sabemos si lo de las chicas y esto tengan una conexión. —dijo Aaron.
—¡No seas ingenuo! Es obvio que sí tienen conexión. —reclamó Vero, alterada, pero Aaron no se dejó amedrentar.
Continuaron así por minutos, contradiciendo lo que decía el otro, tratando de hacerse entender lo inentendible. Than y yo nos quedamos escuchando cada palabra, y me resultaba difícil elegir un bando. Vero tenía razón, era extraña la situación, pero Aaron también tenía un punto que era mucho más alarmante, que las dos situaciones no tenían nada que ver una con la otra, por lo tanto, había más peligro.
No involucrarnos era la acción más prudente, pero se hacía inevitable intentar que Verónica cambiara de opinión, y más aún dejarla sola en sus teorías.
Al final no llegaron a un acuerdo, simplemente dejaron de intentarlo. Aaron y yo volvimos a casa de mis abuelos y tratamos de dejar el tema de lado, pero él se veía enojado y cansado, en el último tiempo lo veía mucho así.
Cuando le preguntaba que le sucedía respondía torpemente, pero sabía que había algo que no lo estaba dejando descansar tranquilo, podrían ser muchas cosas, el conflicto con sus padres, la muerte de Bernadette o la preocupación por Verónica. Notaba el esfuerzo que hacía de mantenerse firme frente a mí, por lo mismo, dejé de presionarlo y hacerlo sentir cómodo a mi lado.
***
Pasaron muchos días desde el incidente de las explosiones, y no había una explicación de cómo sucedieron, la ciudad era un caos, pero de a poco, se fue normalizando todo. Y con eso, mi vida escolar.
Escuché el desagradable canto de Ludovico.
Abrí los ojos y me senté en mi cama, miré la hora y suspiré al darme cuenta que eran las seis de la mañana. Pensé que mi relación con Ludovico había cambiado, pero el muy infeliz seguía despertándome y no había hecho ni el esfuerzo de cambiar de repertorio de su desagradable canción. Me recosté nuevamente. No quería levantarme, solo dormir un poco más.
— ¡Buenos días! —dijo la abuela entrando a mi habitación, yo solo saqué mi mano y saludé, dando luces de que no quería levantarme—. ¿Lista para volver a clases? Te esperamos para tomar desayuno con el abuelo— abrió las cortinas y se recostó a mi lado dándome un gran beso en la mejilla—. Hoy será un mejor día. —susurró en mi oído.
Tenía razón, tenía que ser un mejor día.
Las clases se habían aplazado por más días después del incidente de las explosiones, pero después de mucho el director y los del consejo aprobaron que ya era seguro volver. Eso no me convencía, había ocurrido un homicidio dentro de la escuela y un "atentado" en la ciudad, ¿era seguro? Al parecer para mis abuelos y la ciudad completa, sí.
Bajé a desayunar con mis abuelos y comenzamos con la plática habitual, sobre el clima, lo que harían en el día y esas cosas. En esos días que estuve prácticamente encerrada en mi casa, me atreví a preguntarles ciertas cosas a ellos y me di cuenta de algo, jamás responderían a mis dudas y desde ese momento en que me atrevía a preguntar en adelante, había dos temas tabúes en la mesa y en la casa de los abuelos Marshall, uno era lo de Berni y el presunto homicidio y el segundo lo que pasó en la ciudad, el mensaje en la iglesia y su conexión con mi amiga.
Estuve todos esos días tratando de explicarme del por qué sucedió lo que sucedió y ellos no parecían interesados en calmar mis dudas y no eran los únicos.
La ciudad escondía muchos secretos, todos ocultaban algo.
Aaron me fue a buscar y nos dirigimos a la escuela, nos sentíamos ansiosos y yo me preguntaba si Vero se atrevería a ir después de todo lo sucedido. Aaron decía que sí, pero también creía que a mitad de camino podía arrepentirse, él estaba nervioso en cómo iba a reaccionar él y sus amigos al llegar al colegio sabiendo lo que había pasado allí, yo estaba igual, sobre todo porque tenía el recuerdo de Bernadette muerta.
Cuando nos estacionamos vi a Than y Vero en la entrada. En verdad me emocioné en verla ahí. Me bajé y corrí a ella abrazándola fuertemente.
—Viniste. —chillé emocionada.
—Claro que sí—suspiró—. Pero no es fácil. —la solté lentamente y le sonreí.
Estaba segura que para nadie lo era. Pero se necesitaba bastante valentía para hacerlo.
—Pensé que no vendrías. —se acercó Aaron le dio un beso en la frente y me abrazó dándome un beso en la mejilla. Vero rio.
—Sí, a mitad de camino quería devolverme a casa, pero Than me convenció. Si no enfrentamos esto ahora, no sé cuándo lo podremos hacer. —reflexionó con melancolía en su voz.
Nos quedamos en silencio, era tentador escapar, pero teníamos que enfrentar nuestra realidad y seguir adelante.
No éramos los únicos en esa disyuntiva, varios de nuestros compañeros se acercaron a donde estábamos preocupados de lo que podría pasar, no se sentían cómodos y encontraban absurdo que las clases comenzaran con todo lo sucedido, pero en el mundo de los adultos, las cosas avanzan de formas distintas y misteriosas, no podíamos hacer nada más que acatar órdenes y seguir las reglas.
Cuando el timbre sonó, algunos profesores nos dieron la orden de ir al gimnasio. Caminamos hasta allí y nos acomodamos en las gradas a esperar a que todos en la escuela se sentaran. Aaron me tomó de la mano y apoyó su cabeza en mi hombro, cerrando los ojos mientras yo le acariciaba el cabello. Lo tenía más largo de lo normal y brillaba como nunca antes lo hizo, estaba cansado.
Than apoyó su cabeza en mi hombro libre, pero Aaron lo empujó con la mano, haciéndome reír. Él se quejó de lo mal amigo que era.
De a poco comenzaron a llegar más estudiantes y profesores. El director estaba en el centro del gimnasio con el micrófono en la mano, se podía ver al señor Peck a su lado, como también a Keegan, que conversaba amenamente con una hermosa mujer de pelo largo y oscuro como la noche, llevaba una bata blanca y saludaba a todos los profesores allí como si los conociera de toda la vida, yo nunca la había visto.
—Bienvenidos, a una nueva jornada de escuela—dijo el director haciendo que todos le prestáramos atención—. En este último tiempo hemos sufrido pérdidas irrecuperables, y somos conscientes que estar aquí hoy, es difícil. Pero me enorgullece verlos a pesar de todo, eso confirma que en nuestra escuela estamos formando a hombres y mujeres fuertes que se sobreponen a las adversidades de la vida.
Los profesores comenzaron a aplaudir, por lo tanto, todos aplaudimos a sus palabras.
—Sabemos que les preocupa lo que pueda pasar, a sus padres también, por lo mismo, hemos tomado ciertas medidas que el señor Peck informará. —dijo pasándole el micrófono al orientador.
—Gracias. Nadie se quedará después del horario de clases, se les vigilará que lleguen a casa y no se desvíen en el camino—todos comenzaron a hablar preocupados—. Además, los de último año recibirán su castigo hoy en la primera clase que tienen con el señor Conelly, lo hemos hablado entre todos y es una decisión unánime, sin reclamos muchachos. —advirtió al escuchar los alegatos de mis compañeros.
¿Castigo? ¿No era mucho castigo haber perdido a una amiga? Lo encontré estúpido, por lo mismo, estaba igual de molesta que los demás. Miré a mis amigos y estaban en silencio, se veían incomodos y no entendía por qué. Aaron apretó mi mano con fuerza y desvió la mirada a sus pies.
—Chicos, chicos—nos llamó el director—. Sé que pueden estar cuestionándose las medidas, pero deben admitir que cometieron un grave error y deben asumir las consecuencias de aquello, su seguridad está garantizada—trató de calmarnos, al parecer sirvió—. Antes de que vayan a sus clases, debemos darle la bienvenida a nuestra nueva enfermera la señorita Harper Fisherman, ella fue estudiante de nuestra escuela, ya muchos la deben conocer.
Fruncí el ceño, segura de haber escuchado ese nombre antes.
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