ᴛɪᴇᴍᴘᴏ
Narra Estefanía
Un breve tiempo después...
El aula estaba cargada de un silencio que pesaba sobre mis hombros como una losa. Laura y yo compartíamos el mismo espacio, pero estábamos a años luz de distancia. Cuatro meses. Solo cuatro meses para terminar la escuela, y sin embargo, cada día se estiraba como un interminable camino de espinas.
Laura me miraba de reojo, sus ojos celestes como un cielo en primavera. Antes, esos ojos solían brillar con complicidad, con promesas susurradas en la penumbra de nuestras noches compartidas. Ahora, eran dos luceros distantes, fríos como el hielo.
¿Por qué lo hice? ¿Por qué manipulé sus sentimientos, tejí una red de mentiras para atraparla en mis brazos? La respuesta se esconde en los recovecos de mi corazón, en los rincones oscuros donde guardo mis miedos y mis deseos más profundos.
Laura se levantó y caminó hacia la ventana. El sol se filtraba entre las cortinas, pintando su cabello de un dorado intenso. Cerré los ojos y pude sentir su calor, su aroma a lilas y a lluvia de verano. Pero no podía tocarla. No podía abrazarla. No podía besarla.
—Estefanía —dijo su voz, un susurro que me atravesó el pecho—. Necesito tiempo para pensar.
Tiempo. Esa palabra se clavaba en mí como una daga. Tiempo para que Laura decida si podía perdonarme, si podía seguir amándome después de mis confesiones. Tiempo para que yo me torture con los recuerdos de lo que fui, de lo que hice.
Solía preguntarme si Laura sabía que cada día que pasaba sin ella era como una eternidad. Cada segundo era una gota de agua que caía sobre mi piel, erosionando mi voluntad. La extraño tanto que duele. Duele como una herida abierta, como un grito atrapado en mi garganta.
¿Por qué la amo? Porque Laura es el sol en mi cielo gris. Porque su risa es un bálsamo para mis heridas. Porque cuando me mira, ve más allá de mis errores y mis secretos. Porque me hace querer ser mejor, merecer su amor. Porque me he dado cuenta que cada encuentro que tuvimos, desde el primer día en que nos provocamos, ella nunca ha sido falsa conmigo. Era lindo verla intentar ocultar sus sentimientos.
Pero ahora, en ese aula silenciosa, no podía hacer nada más que esperar. Esperar a que el tiempo nos devuelva lo que perdimos. Esperar a que Laura encuentre en su corazón la fuerza para perdonarme.
Mientras tanto, el reloj avanzaba con crueldad. Las agujas se arrastraban, marcando los minutos que nos separaban. Y yo sentía la distancia como un abismo insalvable.
Quizás, al final de todo, el amor no es solo un sentimiento. Es también una prueba de resistencia, una lucha contra el tiempo y las sombras. Y yo estoy dispuesta a luchar, a esperar, a amar a Laura incluso cuando todo parece perdido.
Porque si hay algo que he aprendido, es que el amor no se mide en metros ni en kilómetros. Se mide en suspiros robados, en miradas compartidas, en la promesa de un futuro juntas.
Así que allí estaba yo, en ese aula vacía, con el corazón en pedazos y la esperanza como única compañera. Esperando a que ella tenga la última palabra, si ese hasta pronto sería para siempre o no.
La ansiedad me ganaba. Quería hablarle, quería estar con Laura. Cuesta tanto amar. Sé que fue mi culpa.
Desearía no estar tan loca por su corazón. Porque, a pesar de todo, sólo ella logró ver a través de mis encantos manipuladores y lograr sacarme de quicio algunas veces.
Aún me pregunto cuál será ese trágico pasado que mencionó Azul. Sé que con mis habilidades puedo conseguir que su tía me lo diga. Pero amar también es respetar y si quiero saberlo, entonces será Laura quién me lo diga.
No hay nada que hacer, excepto esperar. Carajo, estoy tan enamorada que me está matando.
Narra Laura
Un día cualquiera...
El salón de clases se había convertido en un escenario de telenovela, donde cada paso que daba hacia mi pupitre era un episodio más de este drama sin fin. Estefanía estaba allí, tan cerca pero a la vez tan lejos, y su sola presencia me hacía sentir como si estuviera caminando sobre brasas ardientes. ¿Cómo es que nuestra historia se había torcido tanto?
Estefanía, su nombre era como una melodía triste que no podía dejar de escuchar. Ella, la chica que me enseñó a soñar con los ojos abiertos, que me hizo volar alto en las alas de sus falsedades. Y ahora, aquí estaba, mirándome con esos ojos que eran un mar de "lo siento" y "te quiero".
¿Por qué no podía simplemente borrarla de mi vida? ¿Por qué no podía actuar como si nunca hubiera existido entre nosotras esa chispa? Porque Estefanía era más que un cúmulo de errores; era también la risa que resonaba en mis días más grises, el roce suave de su mano que calmaba mis tempestades, las promesas que susurrábamos cuando nadie más nos escuchaba.
Pero con ella venía el dolor, un dolor tan fuerte que parecía que me iba a partir en dos. El dolor de sentirme traicionada, de descubrir que nuestras noches bajo la luna estaban manchadas por secretos oscuros. El dolor de quererla con todas mis fuerzas y al mismo tiempo tener miedo de perderme en ese querer.
Me senté en mi pupitre, sintiendo cómo el mundo se reducía a ese pequeño espacio. La luz del sol jugaba a través de las hojas de los árboles, creando patrones de luz y sombra que bailaban en el suelo. Estefanía estaba ahí, tan cerca que casi podía tocarla, pero sabía que no debía. No podía dejarme llevar por la corriente de sus ojos como antes.
—Laura —su voz rompió el silencio, una melodía quebrada—. ¿Podemos hablar?
Quería hablar, quería gritar, quería decirle todo lo que sentía. Pero las palabras se quedaron atrapadas en algún lugar entre mi corazón y mi boca. ¿Cómo le decía que mi corazón estaba hecho un lío, que parte de mí la odiaba pero otra parte quería correr hacia ella y no soltarla nunca?
—No, ahora no —mis palabras salieron afiladas, como si cada una fuera una espina—. Necesito tiempo, tiempo para digerir todo esto, tiempo para curar las heridas.
Ella asintió, y su mirada era un fuego que no podía apagar. ¿Qué veía en mis ojos? ¿Veía el caos, el dolor, el amor que aún se aferraba a las paredes de mi alma?
El reloj seguía su marcha implacable, y aunque intentaba no mirarla, no podía evitarlo. Observaba cada detalle de su rostro, cada gesto que antes me enamoraba. Y me preguntaba si alguna vez podríamos volver a ser lo que una vez fuimos.
Porque la amaba, la amo con todo lo que soy. Su corazón es un mapa de secretos y cicatrices que aún quiero descubrir. Porque cuando me besa, siento que el mundo se detiene y solo existimos nosotras dos.
Pero también sé que el amor no lo es todo. No puede borrar las mentiras ni sanar las heridas del alma. Y mientras el tiempo sigue su curso, me pregunto si algún día podré perdonarla, si algún día podré volver a creer en sus palabras.
Por ahora, aquí estoy, en este aula que se ha vuelto un refugio de silencio, con un corazón roto y la esperanza como mi única aliada. Esperando que el tiempo nos guíe, que nos devuelva lo que se perdió.
Los días pasan como si fueran hojas arrastradas por el viento otoñal. Se suceden uno tras otro, sin pausa, sin descanso. Y yo me dejo llevar por esa corriente, permitiendo que el tiempo haga su trabajo. ¿Cuántos días han pasado desde que Estefanía reveló sus secretos? No podría contarlos con exactitud, pero los siento en cada suspiro, en cada noche sin dormir, en cada lágrima que recorre mi rostro, en cada sueño y pesadilla donde ella es la protagonista. Ella ha llenado cada rincón de mi mente, haciéndome olvidar incluso el dolor que una vez me causaron mis padres. ¿Qué es esto que siento? ¿Es amor o es solo un eco de lo que fue?
Después de un tiempo, volví a escribir en mi diario:
Día 1: El dolor es fresco, como una herida abierta. Me alejo de Estefanía, evito su mirada. El aula se estrecha, y cada palabra que intercambiamos y que no lo hacemos es un puñal en mi corazón. Necesito espacio, aire, tiempo para respirar.
Día 5: Las palabras de Estefanía siguen resonando en mi mente. "Te amo, Laura. No dudes de eso." ¿Cómo puede ser tan complicado? La amo, pero también la odio por lo que hizo. Me pregunto si alguna vez podré perdonarla. Si alguna vez podré volver a confiar en sus promesas. Si ya de por sí era difícil confiar antes de ser su novia, ¿Ahora qué debo hacer?
Día 10: El silencio entre nosotras es un muro infranqueable. Pero también es un espacio donde puedo pensar, donde puedo analizar mis sentimientos. ¿Por qué la amo? Porque su corazón es un laberinto de secretos y cicatrices, y yo quiero explorarlo. Porque cuando me besaba, el mundo desaparecía y solo existimos ella y yo.
Día 15: Estefanía me envió mensajes, llamadas. Pero no respondí. No puedo. Cada vez que veía su nombre en la pantalla de mi teléfono, mi corazón se aceleraba. ¿Qué quiero? ¿Qué necesito? ¿Perdonarla o alejarme para siempre?
Día 20: El aula sigue siendo un campo de batalla. Pero esta vez, cuando Estefanía se acerca, no la rechazo. La miro a los ojos y veo su arrepentimiento, su deseo de enmendar lo que rompió. Y algo en mí se quiebra. ¿Es posible que todavía la quiera?
Día 25: Hablamos. Por fin. Las palabras fluyen entre nosotras, tímidas al principio, luego más seguras. Estefanía me cuenta sus miedos, sus razones. Yo escucho, sin juzgar, esta vez ya preparada para entenderlo todo. Porque el amor no es solo un sentimiento. Es también una prueba de resistencia, una lucha contra el tiempo y las sombras.
Día 30: Estefanía me toma la mano. Sus dedos son cálidos, como un refugio en medio de la tormenta. "¿Podemos intentarlo de nuevo?" me pregunta. Y yo, con un poco de emoción, asiento. Porque estoy intrigada en conocer a esta verdadera Estefanía, a una Estefanía con miedos y debilidades. A esta adorable chica que se desvive porque le hable otra vez. Quizás, y sólo quizás, pueda intentar perdonar.
Ella me invitó a una cita. No es mi primera vez, pero aún así me emociona. Me emociona estar a solas con mi novia después de tanto tiempo. Mas no dejaré que lo note. Si ve que aún siento algo por ella podría utilizarlo y aprovecharse de mí otra vez.
No, ya no dudaré más. Esta última oportunidad es la definitiva, si Estefy arruina esto, el adiós será para siempre.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top