Venganza (parte 2)
Narra Estefanía
- No voy a preguntar por qué estás así. Sólo déjame ayudarte -le dije a Azul mientras le trataba los raspones que tenía en su cuerpo.
- E-es que...no deberías -la oí murmurar. - Eres muy amable, gracias.
Le pedí que se fuera a bañar, que le prestaría ropa y que incluso la dejaría dormir en mi casa. Azul estaba en una especie de trance, así que tuve que ayudarla un poco. Cuando la iba a desvestir en el baño, ella reaccionó con brusquedad y me empujó, haciendo que cayera sobre mis nalgas.
Me quejé, y levanté la vista buscando una explicación, pero la pobre chica estaba petrificada y a punto de llorar.
Entendí que nada bueno le había pasado antes de que la fuera a buscar.
Intenté hablarle suave y traerle agua. La invité a sentarse. Conseguí calmarla. Le prometí que no la tocaría.
Pedí permiso para tomar sus manos.
Abrí la ducha esperando a que el agua estuviera tibia.
- Azul, ¿Puedes escucharme? Nos vamos a meter ambas en la ducha, ¿De acuerdo? -ella se negó. - Estarás bien, tranquila. Estaremos con la ropa puesta, no voy a tocarte.
De a pequeños pasos logré meterla y que el agua comenzara a empapar su cuerpo completo. Yo también me mojé, pero valía la pena. Esa chica estaba traumatizada.
Azul rompió en lágrimas de la nada. No paraba de repetir que se sentía sucia, horrible y que tenía miedo. Mucho miedo. Hice el ademán de abrazarla y ella se lanzó a mí, desconsolada.
La toqué con suavidad y precaución de no alterarla.
El agua se llevaba sus lágrimas y en un susurro amable le dije:
- Está bien. Todo estará bien. Puedes llorar. Llorar te hará bien.
La miré de reojo, estaba roja por el llanto. Levantó su mirada y se encontró con la mía.
- Quisiera ser tan linda y fuerte como tú. -expresó la chica mientras hacía una mueca de puchero.
Me sentí halagada. Me reí por dentro. En verdad estaba tratando con una adolescente con problemas de conflictos internos y externos.
La abracé fuerte, ella no se quejó y correspondió.
- No seas tonta. Eres mucho más hermosa y fuerte que yo -besé su frente como una madre lo haría. - , siempre lo has sido.
Las lágrimas volvieron a salir, pero está vez una sonrisa se bosquejo antes de acercar su rostro al mío. Y estando de puntitas, Azul me besó.
Así no es como lo había planeado. Esto parece ser demasiado problemático.
Se separó de mí. Sus ojos apenados preguntaban "¿Y?"
¿Qué debería hacer?
- Q-qué bonito. Besas muy bien -dije nerviosa.
- Eres muy amable.
Sin dejarme pensar, la chica se abalanzó hacia mí, apoyándome contra la pared, debajo de la ducha, y me besó con más intensidad.
Era obvio que ella había tenido una idea equivocada de mis acciones y que me estaba utilizando como medio para no pensar en su reciente trauma.
Yo también pensaba en usarla, pero no así, esto podría tornarse personalmente peligroso.
Bueno. Mientras sean sólo besos.
Decidí seguirle el juego.
Sus manos dejaron de tocar mi rostro y comenzaron a levantar mi blusa. Estaba en sostén toda mojada frente a Azul.
Apretó uno de mis pechos con fuerza mientras me besaba de una manera ruda. Un gemido doloroso se escapó de mis labios y al mismo tiempo el timbre no paraba de sonar. Eso me hizo reaccionar.
Tomé a Azul de las muñecas y la alejé con delicadeza, explicándole que debía de ser más tranquila y que alguien estaba llamando a la puerta.
- Tengo que abrir, Azul. -me apresuré a alejarme, pero ella me sujetó del brazo.
- Espera...-la expresión de vergüenza en su rostro era muy adorable. - ¿No me dejarás sola, verdad?
Sonreí con cariño.
- Toma bien la ducha..mi cuarto está al lado. Te veré ahí.
Ella asintió y comenzó a desvestirse.
Salí despacio hasta las escaleras y luego bajé corriendo para ver quién demonios tocaba tanto el timbre.
Laura estaba agitada, entró sin saludar y demandó saber dónde estaba su mejor amiga. Notó que yo estaba toda empapada, pero el paradero de Azul le importaba más.
Le expliqué la situación, excepto lo de los besos en el baño.
Laura quiso subir a ver a su amiga, pero me interpuse, celosa de que ella le importara más. Le inventé una excusa tonta y le pedí que le diera tiempo a solas.
- ¿Tiempo a solas? Se nota que tú no la conoces -me reprochó mi vecina.
Enojada, sostuve sus brazos en un abrazo, el cual la puso muy nerviosa, exigiendo a gritos que la soltara. Lo hice.
Le dije que ya había presenciado un caso así. Mentira. Y que lo mejor era darle tiempo a que se calme. Y para que yo me calme, pues después de ese forcejeo pasional aún tenía la respiración jadeante. Le ofrecí agua por el momento, ella aceptó.
Laura me miró dudosa.
- ¿Qué?
- ¿Qué le harás? Siempre quieres algo de las personas. Sé que las chantajeas.
- Yo no hago tal cosa que dices. -me defendí. - Yo sólo quiero ayudar a Azul, es todo.
- Claro. Porqué eres taaan buena persona. -dijo, Laura con sarcasmo.
Acercándose a mí, apoyando su cuerpo contra el mío, poniendo ambos brazos al costado mío, sujetando la mesada, acorralándome.
¿Qué mierda con que todas me acorralan hoy?
Su rostro está tan cerca. Sus pechos. Quiero besarla. Quiero besarla.
Pero...pero ella me lastimó, hace tanto tiempo.
Todo lo que siento, ¿Será sólo físico?
Toqué una pequeña cicatriz que tenía en el lado izquierdo inferior de mi cabeza, allí en donde el cabello no me volvía a crecer.
Me reí por lo bajo. Una risa de esas que hacemos para no llorar.
- Eres igual a mí -murmuré.
En ese juego tonto de miradas confusas y traicioneras que teníamos se escucha la voz de Azul, llamando a mi nombre para que la fuera a ver.
Laura se apresuró a subir y llegué justo para verla con una expresión de sorpresa.
Azul corrió y la abrazó.
Laura le cuestionó muchas cosas. Para empezar si estaba bien y por qué había venido conmigo en vez de su mejor amiga.
La situación era muy extraña y no sé por qué, pero Azul explicó que quería quedarse conmigo.
Después de pensar que su preocupación fue en vano, y que su mejor amiga la estaba traicionando, mi vecina dejó mi casa y la escuché llegar a la suya y azotar la puerta al entrar.
Oí gritos indistintos de ella y su tía. La vi llegar a su habitación y luego cerrar las ventanas.
Suspiré agotada.
- Ella te gusta. ¿Cierto?
Mierda. Olvidé que Azul seguía allí.
Yo estaba apoyada en el marco de la ventana. Me percaté de las múltiples cortadas carmesí que Azul tenía en sus regazos. Y algún que otro moretón en su abdomen.
Me preocupé. Su problema parecía muy serio. Ella notó mi cambio de expresión.
- ¿Estás bien? - interrogué - Hay que llamar a la policía.
- Primero respóndeme, Estefi. -Azul me miró con curiosidad. - ¿Te gusta Laura?
- Y-yo ...
Escuché un auto frenar, el garaje abrirse y música country en la radio.
- Estefi, preciosa. ¿Estás en casa? - escuché una voz gritona de la planta baja.
- ¿Quienes son?
- Mis padres... volvieron.
Sentí que me faltaba el aire.
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