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Lo primero que hicimos fue acercarnos a los estantes de vestidos. Cada uno más brillante o más hermoso que el otro.
—Sólo aceptamos tarjetas de débito o efectivo, niñas. ¿Pueden sus padres o tutores legales pagar el costo de estas prendas? —preguntó la vendedora, era una chica, pero se veía mayor de edad.
Me sentí un poco ofendida por su comentario, es decir, si tratará a todos sus clientes como pobres pues me iría de aquí; pero la que pagará es Estefanía, no yo, aunque es cierto que es demasiado costoso por un simple vestido.
Estefanía se quedó observando a la mujer con una mirada crítica, sonrió un poco y luego habló:
— Gracias, "anciana." Entiendo que la tienda tenga sus políticas de pago, pero no es necesario hacer comentarios sobre la situación financiera de los clientes. Estoy segura de lo que puedo y no puedo pagar. Si tu nos desprecias de esa manera, simplemente buscaré otras opciones en otro lugar. Hay otras tiendas en las que valoran a sus clientes sin importar su aspecto. ¡Gracias de todos modos!
Mi compañera me tomó del brazo, llevándome a la salida.
— Como sea, seguramente ni siquiera podrías pagar lo más barato de este lugar. Sólo estás presumiendo —murmuró la vendedora.
Estefi se detuvo y me pidió que la esperara afuera.
Me quedé viendo la escena a través de las ventanas de la tienda. Ellas se veían molestas, discutieron y alzaron la voz, luego mi compañera le mostró algo en su celular y la vendedora se quedó sorprendida, sus expresiones cambiaron y la otra chica comenzó a tratar a Estefanía de manera amable, su lenguaje corporal era uno totalmente distinto al de cuando entramos, pero mi enemiga-compañera se mantenía rígida. Antes de salir, la vendedora le dio un papelito y la beso en la mejilla.
— ¿Qué fue eso? —fue todo lo que pude decir.
— ¿Qué cosa? ¿La discusión? Perdona por traerte a este lugar de mierda, ya no es lo mismo desde que trajeron a esta nueva chica. Pero hay lugares con gran variedad por aquí. ¿Vamos?
Seguimos caminando un poco hasta llegar a otra tienda, esta vez fuimos bien recibidas por un muchacho bien parecido, con los ojos almendrados y una mandíbula cuadrada, él se veía tan sexy, y yo estaba soltera.
"Le pediré su Instagram en cuanto nos vayamos", pensé.
...
El tiempo pasó, Estefi me traía una montaña de ropa.
El cubículo se llenó de pilas de vestidos, trajes enterizos, faldas y demás. Yo no alcanzaba a probarme todo y además no me decidía.
Pensaba en salir con lo que tenía puesto, un enterizo rojo sangre y pedirle a Estefanía que se detuviera con las prendas por un momento. Pero ella no estaba cerca, sino en un lugar apartado, charlando muy animadamente con el vendedor.
Eso me molestó un poco, es decir, ella siempre me quita lo que quiero. Era claro que a aquel estúpido muchacho le atraían más los senos y las curvas de esa maldita castaña que yo. Yo tengo muy buenas cosas también.
"Estefanía, pagarás por esto", pensé.
Cuando se percató de que la estaba mirando, se alejó del vendedor sin pensarlo y se acercó hacia mí.
Me llené de rabia y vergüenza, por el hecho de que me descubrió mirándola.
Me escondí en el probador, como si eso fuera suficiente para evitar que me encontrara.
Quería quitarme la ropa rápido, volver a mi uniforme y salir corriendo.
Entonces la castaña entró en el cambiador conmigo y me miró de arriba a abajo en silencio. Me sorprendió con sólo habiéndome quitado la parte de arriba del enterizo, la cual me subí de inmediato.
— ¿Qué? Me estoy cambiando, dame privacidad —le pedí. Aunque en realidad no podía verla a la cara.
— Sí, disculpa. —ella se volteó. — Sólo venía a decirte que creo que te queda mejor el rosa.
— ¿Qué? No jaja. El rosa nunca combinó conmigo —dije, levantando mi rostro para verla.
— ¿Podrías probar este vestido? —me hizo la petición con la prenda siendo extendida hacia mí por su mano izquierda, mientras que con la derecha se cubría sus ojos.
— Lo haré una última vez. Ya estoy cansada.
Me cambié frente a ella para demostrarle que no sentía ningún complejo por su presencia.
Ella era bonita, tengo que admitirlo. Es muy atractiva físicamente. Pero yo soy hermosa, inteligente, amable y un sin fin de buenas cualidades. No sé que más le ven a ella.
Mi piel se vistió de un hermoso color rosa chicle que resaltaba mis mejores atributos. El brillo de la tela hacía relucir mis dorados rizos.
Este vestido, era el indicado. Miré su precio en la etiqueta y mi ilusión desapareció.
Estefanía se quitó la mano de los ojos y exclamó:
— ¡Pero si te queda divino! Mira como resalta tus pechos y marca esa figura que tienes, ¡Dios mío!
— Lo sé, es muy costoso.
— Estás buenísima —balbuceó. — Lo llevamos.
— ¿Estás loca? Es carísimo.
— No me importa. Te dije que te pagaría uno y lo haré. Te lo mereces —susurró lo último.
¿Por qué? Quiero preguntarle esos repentinos cambios de actitud y por qué está haciendo esto.
Se lo preguntaré. No. Tengo que aprovecharme de lo que sea que esté intentando hacer por mí.
Tal vez quiere hacerme lucir pobre, a lo mejor subiendo el recibo de que quien pagó fue ella. Quizás me sacó fotos mientras me cambiaba y las distribuye entre los depravados de la escuela por más dinero.
¿Pero, por qué lo haría? No tiene razones para hacerlo, ella ya me ha superado y claramente no necesita dinero.
Estefanía pagó por mí y me llevó a casa. Pasé todo el camino sobre pensando la misma idea.
La castaña me preguntaba cosas triviales que no recuerdo, que me hacían reír o me enfadaban mas no demasiado.
Pasarlo con ella fue... interesante. Fue como pasarlo con azul, pero...como si este nivel de confianza que tuvimos hoy ya tuviese mucho tiempo.
Llegamos y el despedirme me resultó muy extraño. ¿Debía besarla en la mejilla como lo hago con mis amigas o simplemente decir adiós?
Bajé del auto sin decir nada, me acerqué hasta mi portico mientras la veía estacionar en su entrada.
Estaba en completo silencio, analizando la situación.
Estefi me saludó desde lejos, yo no dije nada. Ella puso las llaves en la cerradura de su puerta, bajando la mirada. Eso sería todo, no la vería sino hasta la fiesta de Sam.
Recordé que estoy haciendo todo esto para superarla, para volver a ser el centro de atención, para hacerla pagar por haberse llevado todo lo que es mío; pero antes de que entrara a su casa le grité:
— ¡Te veo más tarde!
Me puse nerviosa por el simple hecho de decirle que la volvería a ver, que esperaba verla, que tenía ganas de hacerlo. Abrí la puerta y me encerré dentro. Estaba agitada de los nervios y sentí como mi pecho hacía cosquillas mientras yo sonreía como una tonta.
Esto no debería pasar.
Sólo estoy feliz de haberla hecho gastar en mí. Sólo se siente como una amiga, una amiga más.
Pero no es una amiga, no puede serlo. Ella es mi enemiga.
Este sentimiento me aterra.
— Bueno. El vestido. Todo es por el vestido. El vestido es muy bonito —me dije a mí misma.
Recordé algo mientras miraba la rosa tela. ¿Qué le había dado la vendedora a Estefanía en ese papelito?
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