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Desperté algo mareada, eran las cinco de la madrugada. Me levanté y fui a tomar una ducha, por algún motivo comencé a tocarme y terminé masturbándome; lo más extraño es que no pude llegar al placer hasta que recordé la escena de Estefania y esa vendedora de ayer. Fue tan placentero que resbalé y mi tía llegó corriendo y preguntó si estaba bien, respondí que sí. Estaba con las piernas algo temblorosas después de venirme, afortunadamente la caída disimuló eso.

...

Esperé recostada con el uniforme hasta que se hicieron las seis y media. Luego fui caminando hasta la escuela, que, encima, llegué cuando recién abrían las puertas.

Me senté en el banco de la última fila con cara de pocos amigos, revisando con mi celu el instagram de Estefy. Ella es tan linda.

Hablando de Roma, ¿Adivinen quién llegó exactamente después de mí?

— Hola —me saludó la chica con un beso en la mejilla.

Yo no dije nada, es más, ni siquiera pude mirarla; del odio; de la vergüenza; de un montón de sentimientos que, si abría la boca, iban a salir como una oleada de insultos.

«— ¿Te pasa algo conmigo? —no respondí. — Al menos podrías ser educada, odiarme pero ser falsa, ¿No es eso lo que te sale mejor?

— ¿Qué estás diciendo? —comencé a ponerme furiosa y nerviosa que la mire a los ojos con una mueca de desprecio.

— Sí, se nota a leguas que todos los días te pones una máscara; pero últimamente se te está cayendo ¿No? —se sentó frente a mí recostándose contra la pared y esbozando una sonrisa de satisfacción.

Me quedé en silencio un momento pensando en como contradecir la gran verdad que dijo, y no se me ocurrió otra cosa que cambiar de tema sobre un pensamiento que viene rondando en mi cabeza desde ayer.

— ¿Qué hacías ayer con la vendedora?

— ¿Qué parece que hacia?- sonrió poniendo sus dedos en forma de v sobre sus labios, y lamiéndolos.

— ¿Eres...lesbiana? —pregunté con algo de asco en mi tono.

— ¿Qué si lo fuera?

— No, nada...supongo.

— ¿Supones? ¿Por qué? ¿Quieres que te lo haga a ti también?

— ¡¿Qué?!, ¡Que asco!, ¡No!

— Ok, calmate homofóbica. Ni que estuvieras tan buena de todos modos.

— ¿Y quién te crees para decirme que soy o no?

— Ah, entonces —sin darme cuenta se me acercó y me besó por un segundo.

— Bueno...sí estás rica, me gustas —me guiñó el ojo y se apartó de mí al ver que llegaban más alumnos.

"What?" pensé mientras sonreía inconscientemente.

Me levanté nerviosa y fui hasta los baños. Estuve frente al espejo observando lo roja que me puse, que cliché dios mío.

Volví al salón cuando sonó el timbre, algo inesperado sucedió entonces; Tomás estaba sentado en mi silla y frente a él estaba Estefania, estaban charlando de no sé que ridiculez y cuando me acerqué, sólo dejaron de hablar y la chica se fue a su asiento dejándome sola con él.

No emití palabra alguna puesto que no quería comenzar una conversación con el idiota que me dejó por alguien más bella, de todos modos lo que me afectara no era eso; sino el hecho de que me abandonó, eso es algo que todavía no me lo trago, porque; seamos honestos; cuando alguien te deja lo primero que haces es pensar en que falló. Pero yo no, a mí me importaba poco si él me quería o no, lo único que deseaba era tenerlo bajo control, y así con todos. Sin embargo, desde la llegada de la "chica perfecta" , mi reinado había sido golpeado y humillado por una cualquiera que se cree mejor que el mismo Dios.

Volviendo al tema de Tomás: él había tocado mi rodilla hace unos cinco minutos y yo ni cuenta me había dado por andar pensando en una chica.

Seguramente se preguntarán, o quizás no, ¿Por qué dedico tanto tiempo de mí en Estefania? la respuesta es simple, no lo sé, no puedo controlarlo, es que no entiendo por qué un ser tan insignificante como ella es honrada con el hecho de que la piense día y noche. Solo no lo sé.

En fin, quité la mano de mi ex novio e inmediatamente él intentó abrazarme por la cintura (todo sin comunicación alguna). Le dije: ya, a modo que se detenga, pero no me hizo caso y continuó tocándome.

Le solté un puñetazo a mi ex, me levanté del asiento, soltándole un "pervertido" que se oyó en toda la clase. Todos le echaron miradas asesinas a Tomás mientras él se ponía rojo como un tomate. Me fui al único sitio libre que había.

— Quita tu mochila —le ordené a Estefanía, la que se sentaba solita.

Ella me puso cara de buenita mientras hacía caso. Trató de hacerse la simpática al principio, pero yo sabía que era puro rollo. Igual, antes de que llegara el profe, se levantó y se fue a sentar con Tomás.

— No te desquites con él —me dijo Estefanía — Tomi no tiene la culpa de que no le hicieras caso como novia.

Ella se reía bajito en mi cara. Los murmullos empezaron a sonar más fuerte, no aguanté y me lancé sobre ella, a punto de arrancarle un mechón de pelo y partirle la nariz. Pero todos nos estaban mirando. Los ojos se clavaban todos en mí. Era una pesadilla.

Le di un beso en la mejilla a Estefanía y le deseé suerte con un gusano como mi ex.

— Debes estar acostumbrada a quedarte con los restos de otros —le contesté.

Ella se limitó a sonreír y luego, cuando estaba por perder los nervios, llegó el profe.

Mi cabeza era una olla exprés de ideas para liquidar a Estefanía. Esa maldita perra.
Pero lo peor era fingir que sus comentarios no me afectaban.

Podía escuchar a Tomás ligar con mi enemiga, pero ella no decía ni pío, y al girar disimuladamente pude ver cómo me miraba y cómo con velocidad apartaba la vista de mí.

"¿Qué carajos?" Me quedé pensando toda la clase. Maldita sea, esta chica no sólo interfiere con mi vida privada, sino que también con mis estudios. Joder.

...

Fin del horario escolar.
Estaba caminando a casa hecha polvo, no tenía ganas de pensar en nada, sólo quería dormir y no volver a abrir los ojos.

Iba arrastrando los pies hasta que escuché unos chicos que me silbaban y empezaron a seguirme, me apuré y en un segundo ya estaba corriendo por las aceras y todos me miraban como si estuviera loca. Dejaron de seguirme apenas empecé a correr, pero igual seguí, porque era una forma rara de sacarme toda la rabia que tenía encima.

Llegué a la parada de un bus (ni idea cuál) y recibí una llamada inesperada. Era Estefania.

Por alguna razón contesté, y de mala gana dije:

— ¿Qué?

— ¿Por qué estabas corriendo? —dijo ella.

— ¿Cómo lo sabes?

— Te estoy viendo.

No dije nada y busqué con la mirada por todos lados, no la encontré.

— Mentira, no te veo.

— No estoy a la vista —se rió divertida.

— Suenas como acosadora. ¿Dónde estás?

— En un coche —sonó una bocina dos coches detrás de mí. — Soy el que sonó recién —me quedé tiesa, no sabía qué hacer. —Acércate...no te voy a morder.

Con un poco de miedo me acerqué al vehículo, la puerta se abrió y ahí estaba ella, con su pelo liso castaño y esos ojos preciosos hipnóticos.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté.

— ¿Vas a subir?

— ¿A dónde vas? —insistí con mi interrogatorio.

— Voy a casa, ¿Te llevo?

— ¿Por qué lo harías?

— Tómalo como un viaje de paz, para que olvides y superes el hecho de que ya no eres nadie —Estefy reía.

—Vete al carajo —cerré la puerta del coche y me alejé, enseñándole el dedo medio.

Ella no paraba de insistir, pero la dejé hablando sola y caminé hasta mi casa.

Llegué mucho después que mi compañera enemiga, ella estaba en la entrada de su casa con un libro en la mano, el cual soltó en cuanto me vio.

— ¿Disfrutaste la caminata? —me sonrió con satisfacción.

La ignoré y le enseñé el dedo medio.
Intenté entrar a mi casa lo más rápido que pude, pero estaba cerrada y no había llevado mis llaves. En conclusión, me quedaba fuera de la casa hasta que llegara mi tía, cosa que no era poco frecuente.

Me senté en el porche y esperé paciente, tratando de distraerme con mi móvil para no verle la cara a mi vecina.

— ¿Está todo bien? —se acercó Estefanía unos minutos después.

Suspiré agotada.

— Sí, bien —respondí.

— Te quedaste fuera. ¿Quieres esperar en mi casa?

— ¿Quién cojones te preguntó? Métete en tus asuntos —le dije con rabia.

Ella se fue, y de pronto puso música a tope y empezó a bailar en su jardín delantero. Todo para joderme.

Le pedí furiosa que apagara eso, y ella respondió que no se callaría hasta que no accediera a hablar con ella.
Y lo hice.

Estefania es un tipo de persona a la que no puedo negarme, por razones inexplicables ella me causaba mucha intriga.

Era aún una tarde temprana, y ella sugirió dar una vuelta.

¿Por qué carajos no pude negarme?
Sé que no debería subir al mismo auto que mi enemigo, pero, qué más da, eso sería una buena estrategia para saber más de ella y así ejecutar mi plan de venganza.

Recorrimos un par de cuadras sin dirección, en completo e incómodo silencio hasta que en medio del camino Estefy frenó el auto y me preguntó:

— ¿Vas a ir a lo de Sam? —me miró seria, esperando mi respuesta.

— ¿Qué tanto te interesa?

— Es simple curiosidad. Todavía no tienes definido que vas a usar, ¿No? —interrogó, volviendo a poner el auto en marcha.

— No —respondí en seco. —¿Por qué?

—Conozco una tienda de ropa que queda cerca, elije algo, yo pago.

—¿Qué? No, no voy a dejar que me compres ropa.

—¿Por qué?

"Porque no debo aceptar la ayuda del enemigo" pensé.

—Porque...porque yo misma puedo pagarme.

—Es un regalo, es descortés que no aceptes —ella me miró sonriendo, como si se alegrara de mis reacciones.

—Está bien, pero te advierto que tengo gustos caros —dije en forma de broma para que se asustara.

—No hay problema, traje la tarjeta de mi padre.

—Oh...bueno. Y...este auto ¿También es de él?

—No, el auto es de mi mamá.

—Ah... —me quedé callada sin saber que responder. De pronto vino a mí la palabra "padres" y no lo pensé dos segundos antes de preguntar. — ¿De qué trabajan tus padres?

— Mi papá es abogado y mi mamá trabaja en una empresa, creo que se dedica a hacer videojuegos o algo así —rió nerviosa. — No sé muy bien.

— Ah, con razón- con razón era tan libre y tenía de todo.

— ¿Y los tuyos?

— No tengo —respondí inconscientemente.

— ¿Cómo?

— Me dejaron hace tiempo —dije sin mucho interés.

— Lo lamento —comentó tomando mi mano.

— Pues no lo hagas, digo, obviamente estoy muy bien sin ellos. Es decir, mírame, lo tengo todo, bueno...hasta que apareciste —la miré con desprecio y ella ponía una expresión de pena.

Odiaba esa expresión en el rostro de las personas. O tal vez se estaba sintiendo culpable, eso funciona para ejecutar mi plan.

Me acerqué al asiento de mi enemiga y tocando su rodilla le pregunté:

— ¿Cuando llegamos?

— Ah...a-aqui —ella estacionó el auto. —Ya llegamos.

Su voz se oía nerviosa.
Estefania bajó del vehículo y "corrió" a abrirme la puerta.

— Que caballerosa —le dije riendo.

Ambas entramos a una tienda que yo no conocía, pero había mucha ropa de marca y además demasiado cara. Me sentí apenada de que mi enemiga tuviera que gastar en mí, me hubiese gustado salir corriendo y dejar plantada a esa perra, pero cada vez que Estefanía me miraba a los ojos... todo se sentía bien.

"Merece gastar en mí después de todo lo que me está haciendo" pensé, para recordar el odio que le tenía, mientras entrábamos a la tienda.

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