🏁 8

El camino de vuelta a la academia es silencioso y yo sé exactamente porqué.

Me he pasado de la raya cuando le he dicho a los padres de Chase que su hijo necesitaba agallas para ganarle a Savan, es decir, a mí misma. Después de soltar ese comentario, Chase se ha ido al baño, Melina se ha abanicado con rencor y su padre ha soltado una enorme risotada y me ha dado la razón.

Podría haber sido peor, sí, pero también me arrepiento un poco de haberme ido de la lengua. Se supone que debía jugar a la muñeca de casa perfecta y he conseguido el efecto contrario.

Cuando llegamos a nuestra habitación, el silencio pesa tanto que me ahoga y, por eso, me veo obligada a romperlo.

—¿Estás enfadado?

Los músculos de su espalda se tensan, como si no esperara oír mi voz esta noche. Se gira para mirarme, con expresión vacía.

—¿Tú crees?

Titubeo, no sé qué hacer en una situación como esta.

—No lo sé, por eso te he preguntado.

A grandes zancadas, Chase elimina la distancia entre nosotros. Mi corazón se acelera cuando mi espalda choca contra la pared, dejándome saber que estoy totalmente atrapada en la boca del lobo.

—¿Por qué me iba a enfadar, Savannah? —su aliento me acaricia— ¿Quizás, porque has usado cada una de las oportunidades que has tenido para atacarme?

—Yo n...

—¿O a lo mejor porque te has salido de tu papel de novia varias veces?

Una furia seca se instala en mi estómago.

—Eso no es cierto.

—O tal vez estoy enfadado porque le has dicho a mis malditos padres que lo que me hace falta para ganarte son agallas, Savannah.

Me niego a que este chico me deje sin palabras, por eso, opto por cambiar de tema.

—Si lo que querías era una novia hueca, sabes que no soy la mejor para eso.

—Ya, lo he comprobado esta noche.

—De todos modos, no he hecho nada malo —intento apartarlo de mí, pero no se mueve—. Incluso le he caído bien a tu padre.

Oculto media sonrisa orgullosa que amenaza con salirme porque no creo que sea el momento más adecuado.

—A mi padre le cae bien todo el mundo —bufa—, no has logrado la gran cosa.

—No todo el mundo. —le recuerdo.

—Lo dices por tu padre, James Anderson.

La mención de mi padre me pone en alerta. Como no sé si está lo suficientemente enfadado como para atacar a la persona que más quiero en el mundo, decido desviarme un poco. Porque un simple comentario en falso hacia mi padre pondría la situación mucho más sangrienta de lo necesario.

Convivencia, Savannah, piensa en la convivencia.

—No sé porque te quejas —me encojo de hombros—, he sido tu novia y los periodistas te han fotografiado en veinte poses diferentes, eso era justo lo que tú querías.

El suspiro que suelta a continuación me recuerda de nuevo lo cerca que nos encontramos. Cuando observo sus ojos verdes, me pierdo un poco en la intensidad que contienen.

—Me hubiese gustado que no me hubieras atacado de mil maneras distintas. Tienes una lengua muy filosa, ¿sabías?

Como para dar fe, saco mi lengua y se la enseño. Chase sonríe.

—Bueno —me aclaro la garganta—, si ya has terminado de sermonearme, me gustaría recuperar mi espacio vital.

Eso parecer recordarle que está pegado a mí porque se aleja, pero no lo suficiente.

—Será mejor que descanses para lo de mañana.

Lo observo apoyada contra la pared, con una ceja enarcada.

—Creí que había dejado claro que te faltan agallas para ganarme.

De nuevo, una sonrisa irónica brilla sobre sus labios.

—Muy astuta, Savannah.

Con eso, se da la vuelta y se encierra en el baño. Suelto un quejido de dolor antes de empezar a quitarme el vestido, la peluca y los tacones que están taladrando mis pies lentamente. Cuando voy a dejarme caer sobre la cama, aún sin llevar el pijama puesto, escucho mi móvil vibrar dentro del cajón.

Lo abro para sacarlo, por si acaso es mi padre y... efectivamente. Descuelgo el teléfono automáticamente.

—¿Savannah?

—Sí, soy yo. ¿Pasa algo?

—Eso debería preguntarte yo a ti —suelta un gruñido de incredulidad—. Toda la prensa está hablando de una tal Savannah que es ahora la novia de Chase Jackson. ¿Qué casualidad, no?

Suelto una risa nerviosa que no denota nada de diversión. Pero por supuesto que mi padre iba a ver las fotos e iba a saber que esa Savannah era yo.

—He tenido que hacer un trato con él. Créeme, tampoco ha sido fácil para mí.

—Te ha descubierto, ¿no es así?

—Efectivamente.

Mi padre deja salir un chasquido de disgusto.

—¿Estás segura de que no quieres que vaya a por ti? Si Chase hace...

—No, papá —no lo dejo terminar porque sus palabras me provocan escalofríos de temor—. Tengo la certeza de que Chase no me delatará. Tenemos una tregua.

Pero no es cierto. No puedo confiar en Chase para nada y no sé si en algún momento puede intentar delatarme, pero lo que sí tengo claro es que no quiero abandonar mi sueño. Voy a conseguir esa plaza en la Speed 1 y, cuando gané, conseguiré que los jefes de la Asociación del Motor me escuchen para cambiar las reglas sobre la participación.

—¿Estás segura de lo que estás diciendo?

—Sí. —miento.

Papá tarda unos segundos más en volver a hablar, como si estuviese procesando todo.

—Se os veía muy felices en la foto.

Casi tiro el teléfono al suelo de la impresión.

—No lo creo.

—Te conozco —presiona más—. Parecía como si te gustara. O tal vez te gusta.

Ahogo un grito de pura rabia.

—¿Has perdido la cabeza? Jamás me gustará un Jackson. ¡Los llevamos criticando desde los albores de la existencia, papá!

Pero él simplemente suelta una risa ante mi ataque de histeria.

—Sus padres son el verdadero villano, el chico casi no tiene la culpa. Si te gustara, no te culparía.

—No me gusta. —refunfuño.

—Está bien, pues no te gusta.

—Además, él fue quien saboteó mi moto cuando competía en la Speed 1, ¿o acaso lo has olvidado ya?

—¿Cómo sabes que fue él?

La actitud defensiva repentina de mi padre me hace soltar un alarido de enfado. ¿Por qué ahora parece caerle bien el maldito Jackson? ¡Es nuestro rival!

—¿Quién va a ser sino? No estás siendo lógico.

—¿Segura?

—¡Sí!

Mi padre suelta un largo y sonoro suspiro.

—Te dejo que descanses para la carrera de mañana.

Ahogo un gemido de frustración. Con todo el jaleo de cenar con los padres de Chase, ni siquiera he pensado en la carrera amistosa.

—Adiós. Te quiero.

Él me devuelve la despedida y cuelga.

Entonces, cuando estoy a punto de tomar mi pijama, Chase sale del cuarto de baño y entra a nuestro cuarto. Mis mejillas se calientan al instante en el que él se percata de que no llevo ropa.

—¿Estás intentando seducirme o algo? —se burla antes de echarse sobre su cama.

Avergonzada, corro a cubrir mi cuerpo semidesnudo con las sábanas.

—Ya quisieras. —le gruño de vuelta.

Con una sola mano, alcanzo mi pijama y me lo pongo como puedo, sin salir de debajo de mi colcha, aunque Chase no haya mirado en mi dirección ni una sola vez más. En su puesto, ha tomado un libro de su mesilla y ahora se dispone a leerlo.

Maldito egocéntrico y creído Jackson. Seguro que sabía que todavía no estaba vestida y ha entrado para molestarme a mí.

—La próxima vez que quieras verme desnuda, sólo avisa —le dedico una mirada arrogante— para que te pueda decirte que no.

Ni siquiera se digna a despegar su atención del libro. Con que esas tenemos, ¿eh?

—La próxima vez que decidas pasearte por nuestro cuarto desnuda, sólo avisa para poder largarme de la academia.

Me incorporo sobre mi colchón, negándome a creer sus palabras.

—No te lo crees ni tú.

—¿Ah, no?

—No —afirmo con una seguridad que ni siquiera yo sé de dónde ha salido—, cuando me besabas hace unas horas no parecía lo mismo.

Mis palabras consiguen el efecto esperado porque aparta el libro y me observa. Tiene una sonrisa plasmada en su boca, pero su mirada es cautelosa, como si estuviera tanteando el terreno antes de saltar al agua.

—Me parece curioso que seas tú quien saque el tema porque has dicho que solo era un beso y ya. Además, has sido tú la que me has besado a mí.

Me encojo de hombros, restándole madera al asunto.

—Lo he hecho porque me has dicho que sería necesario.

—¿Estás segura, Savannah?

Oh, de eso nada. No voy a dejar que me incomode con el tema del maldito beso bajo ningún concepto. Por eso, curvo mis labios en una mueca cruel.

—¿Acaso no lo estás tú, Chase?

—Yo no he sido el que ha sacado el tema.

—¿Esa es tu excusa?

—Y, ¿cuál es la tuya?

—¡Yo no necesito ninguna excusa! —mi voz se eleva de manera inesperada.

Chase eleva una ceja sin perder la diversión en su semblante, luego, su mueca se vuelve malévola. Automáticamente sé que lo que venga a continuación no va a ser bueno para mí.

—¿Sabes? Creo que ni siquiera ha sido un beso creíble.

Parpadeo un par de veces, confusa.

—¿A qué te refieres?

Chase se incorpora, poniéndose de cara frente a mí. Cuando me observa, el latido de mi corazón se acelera y las palmas de mis manos se vuelven sudorosas. ¡Pero no estoy nerviosa! Es sólo la química.

—Estoy diciendo que tu beso no se lo habría creído nadie. No tenía pasión suficiente.

—Mentira.

Mi estómago se pone del revés cuando Chase se acerca a mí aún más. Agh, ¿quién mierda ha puesto las camas tan juntas?

—Sé lo que me digo.

Ante su respuesta, ladeo la cabeza de manera desafiante. Si Chase Jackson quiere jugar, entonces seré la mejor maldita jugadora de todas las partidas.

—Y, ¿qué sugieres que cambie, sabio Chase?

Intuyo que he caído en su trampa porque sus ojos verdes se oscurecen y sus facciones lucen incluso más malévolas que antes. Si es que eso es posible.

—Creo que deberías morder mi labio y poner tu mano en mi pelo.

No hay manera de que no me sonroje ante sus palabras. Dios, ayúdame.

—Lo tendré en cuenta para la próxima vez.

Con cada respiración que tomo, lo siento más y más cerca, como si se acercara a mí cuando parpadeo.

—También creo que deberíamos intentarlo antes de que nos vuelvan a ver en público.

Eso me descoloca un poco.

—¿Cuándo?

—¿Qué tal ahora?

Eso definitivamente termina por descolocarme.

—¿Te refieres a ahora de ahora? —mi voz sale aguda por los nervios.

—Por supuesto —de nuevo, su sonrisa cruel—, ¿o acaso tienes miedo?

Mi cuerpo se congela cuando, lentamente, empieza a desabrochar los botones de la camisa de su pijama. Trato de evitarlo, pero mi mirada cae irremediable sobre su torso desnudo.

De pronto, mi cerebro recuerda que me está desafiando y se concentra. Vamos, Savannah, tú puedes.

—Yo nunca tengo miedo. —miento. Y él lo sabe.

—Entonces, ¿qué haces que no estás aquí? —palmea sus muslos.

Sé que me está engañando, que juega a provocarme para que yo caiga en sus trampas, pero no puedo evitarlo. Decidida, salgo de mi cómoda cama para sentarme sobre él. Su mirada se vuelve oscura cuando repasa mis labios, yo los remojo.

La anticipación es lo que va a matarnos y, por eso, agarro su pelo como me ha dicho y junto mis labios con los suyos. Chase me corresponde al instante, introduciendo su lengua en mi boca y pegándome más a él cuando me toma por la cintura. Por un momento, me dejo llevar e incluso dejo salir un ruido vergonzoso de mi boca. Sin embargo, eso sólo es más leña para el fuego de Chase, que ahora me acerca más a él.

Tal y como me ha pedido antes, corto el beso y me dedico a morder su labio suavemente. Cuando me aparto lo suficiente como para poder mirarlo, la oscuridad en sus ojos me saluda, latente de lujuria. Mi cuerpo se desintegra al pensar que yo he sido la que le está provocando esto.

Pero Chase no pierde el tiempo pensando, en puesto de eso, me toma de la barbilla y vuelve a besarme con una intensidad arrasadora. Me sujeto de sus hombros para no caer de bruces al suelo por culpa de todas las sensaciones contradictorias que siento cuando me besa.

Mi cerebro protesta y me recuerda que yo odio a Chase Jackson, pero mi corazón salta de alegría cuando agarra mi trasero con posesividad. Mis quejas mentales son acalladas cuando Chase desplaza sus besos de mi boca hacia la zona sensible de mi cuello.

Muerdo mis labios para no dejar salir ningún sonido horroroso más de mi boca. Pero Chase capta mis intenciones y separa mis labios de mis dientes con un dedo. Incluso mientras me está volviendo loca, me permito maldecirlo en mi mente.

—Chase... —su nombre deja mis labios a modo de suspiro.

Él toma mi cara para ladearla y seguir atacando mi cuello. Siento que mis piernas se vuelven gelatina y, por una sola vez en mi vida, agradezco estar sobre Chase para no derretirme en el suelo.

Cuando se aburre de mi cuello, Chase alza su cabeza para mirarme mientras dirige su mano a uno de mis pechos. Al instante, dejo salir un suspiro que lo hace sonreír, esta vez sin su malicia característica.

Seguir admirando su rostro me duele y, por eso, lo acerco a mí para volver a besarlo. Me pierdo en sensaciones cuando mi sexo roza su bulto dentro de sus pantalones.

En ese mismo instante, sé que le habría dicho que sí a lo que fuera.

Y, por ese motivo, en ese mismo instante, me levanté como pude y salí corriendo de la habitación que compartimos.

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