🏁 7
Cada vez que el chofer toma una curva, la pierna de Chase choca con la mía. Ese contacto debería de molestarme hasta que me tirara de los pelos, sin embargo, lo único que siento es un manojo de nervios que atacan a mi estómago.
Mi tensión se multiplica por dos cuando Chase se acerca a mi oído para susurrar:
—Estás muy tensa.
Inhalo un par de veces en un intento claramente fallido de relajarme. Esta noche hay demasiado en juego como para no sentir miedo.
Cuando voy a responder, Chase señala disimuladamente al chofer con su dedo índice.
—Es un chivato —me comenta en un tono aún más flojo—, todo lo que hagamos se lo contará a mi madre luego.
Asiento casi imperceptiblemente antes de meterme en mi papel de falsa novia inocente.
—Es normal que esté nerviosa, cariño —intento no vomitar—, voy a conocer a tus padres.
Chase juega con un mechón de mi peluca para luego bajar a deslizar ese mismo dedo por uno de los tirantes de mi vestido. Su mano se queda ahí, debajo de mi acelerado pulso que ahora es totalmente capaz de notar. Nada me puede parecer más vergonzoso.
—Estoy seguro de que les vas a encantar, cariño.
—Eso espero. —me sale un susurro nervioso.
Él lo nota. Juro que Chase es totalmente consciente de mi estado de ánimo y, para echarle más leña al fuego, instala su mano en la cara interna de mi muslo. Me estremezco al instante en que su mano hace contacto con mi piel, apartando la tela de mi vestido.
Como veo que el chofer tiene una mueca horrorizada y se le han quitado las ganas de mirarnos, vuelvo mi rostro furioso hacia Chase, que ahora tiene una gran sonrisa pintada. Cuando sus dedos trazan círculos sobre mi pierna, la ira se derrite como si de hielo se tratara y es reemplazada por un calor abrasador.
—¿Se puede saber qué estás haciendo? —siseo entre dientes.
—Relajarte.
Mi mano se dispara hacia su brazo, tratando de impedirle que llegue más lejos, aunque mi cuerpo lo desee. No puedo olvidar quién es, no debo perder de vista al enemigo y ese es mi más ni menos que Chase Jackson.
—No lo necesito —mi voz suena más aguda de lo normal—, estoy perfectamente bien.
—Si tú lo dices...
Él, sin perder su mueca descarada, saca la mano de mi vestido y la deja en su regazo. Sigo sin poder respirar con normalidad, pero al menos ahora me siento más tranquila. Y el chofer también.
Después de esta noche, necesito alejarme de Chase como sea. Si no pongo distancia, me da miedo lo que pueda pasar entre nosotros. Nada debe ocurrir entre nosotros dos.
Mis pensamientos se disipan cuando el coche frena frente a un restaurante de esos que incluso de lejos puedes ver lo caros que son. Mi estómago ruge de pensar en lo deliciosos que deben ser los platos aquí.
Chase abandona el auto y me ayuda a salir, a pesar de la mordaz mirada que le dedico porque me veo perfectamente capaz de bajar sin ayuda suya. Pero, como de costumbre, me ignora y pone una mano en mi cintura.
—¿Preparada para conocer a la familia Jackson?
—En realidad, ya sé quiénes son.
Él parece recapacitar por unos breves segundos.
—Oh, claro debí saberlo antes —maldice—. Si tu apellido es Anderson, solamente podías ser hija de...
—James Anderson. —termino por él.
Su sonrisa arrogante me incita a golpearlo en la barriga, pero eso no sería muy profesional de mi parte. Aunque me sentaría de maravilla.
—¿Qué?
Chase se encoge de hombros mientras nos encamina hacia dentro del restaurante en donde sus padres ya deben esperar.
—Nada. Sólo considero que debí haber adivinado que eras hija de...
—¿Uno de los mejores pilotos del mundo? —lo interrumpo en tono mordaz.
¿Estoy a la defensiva? Sí y lo sé, pero es porque no soporto que nadie hable mal de mi padre y no creo que, de entre todas las personas del mundo, vaya a ser Chase el que adore a mi padre. No cuando sus padres son también el enemigo.
—Lo fue. —admite sin embargo.
—Cómo esto sea una pulla o...
—Savannah, relájate —la diversión se pierde entre sus palabras—, no estoy atacando a nadie. Es un hecho real que ha sido uno de los mejores pilotos de la Speed 1, al igual que tú.
Me sonrojo un poco, pero no por el halago, sino por no haber visto que realmente tenía buenas intenciones.
—Bueno —aclaro mi garganta, avergonzada—, tu padre también fue uno de los mejores pilotos. John Jackson.
—Lastima que ambos se retiraran tan pronto, ¿no?
Me encojo de hombros, reticente a darle la razón por hoy.
—Supongo que es lo que toca. La edad.
Chase me dedica una mirada divertida, como si hubiera leído mis intenciones acerca de llevarle la contraria en todo. ¿Te pensabas que teníamos una tregua, Jackson?
—Te recomiendo que cuando mi padre saque cualquier tema sobre carreras, finjas que no tienes ni idea acerca de pilotaje o motos.
Le dedico una mirada incrédula.
—No puedes estar hablando en serio.
—Si te haces la tonta, tu secreto será más fácil de guardar, Savannah.
Odio saber que tiene razón. Maldito Chase Jackson.
Estoy a punto de soltarle un comentario filoso cuando diviso a sus padres en una mesa frente a nosotros. Ambos se ponen de pie en cuanto nos ven llegar.
Su madre, Melina Jackson, es una mujer rubia y guapa, pero lo más importante de ella es la personalidad fría y calculadora que oculta detrás de su fachada de mujer perfecta. A pesar de su género, es una de las principales jefas de la Asociación del Motor.
Su padre, por otro lado, es idéntico a Chase. Tienen el mismo cabello castaño, los mismos ojos verdes e incluso la misma molesta manera de gesticular. John Jackson es el cabecilla de la Asociación del Motor, una palabra suya y todas las reglas habidas en el mundo del pilotaje podrían cambiar.
Melina es la primera en acercarse para saludar. Le da un beso sonoro en la mejilla a su hijo y, luego, me repasa con la mirada cuando se aparta. Empiezo a pensar que el vestido que ha traído Chase para mí ha sido demasiado.
—Cariño, ¿tú quién eres?
Voy a responder, pero John Jackson se me adelanta.
—¿No es obvio, Melina? —comparte una mirada cómplice con su hijo.
Trato de evitar jugar con mis manos para que no noten que estoy muy nerviosa, pero no lo logro.
—Soy Savannah. —digo por fin.
—Mi novia. —agrega Chase.
John se acerca a mí para envolverme en un abrazo que le devuelvo con cierta incomodidad. ¿Qué diría mi padre si me viera cenando con nuestros mayores enemigos, a los que hemos criticado desde que aprendí a hablar?
Me trago mis inseguridades y me obligo a sonreírles, radiante.
—Así que... Savannah —inicia su padre, yo asiento—. Siento que te conozco de algo.
Mi sonrisa flaquea. Por supuesto que incluso con una peluca John Jackson vería el parecido que compartía con mi padre, James Anderson. Quizá, debería retractarme y huir, salir corrien...
—Papá, deja de agobiarla.
John levanta las manos en son de paz, dejando de prestarme atención. Casi se me escapa un suspiro de alivio. Sin embargo, los ojos calculadores de Melina siguen puestos en mí.
—Bueno —dice con una sonrisa apretada—, será mejor que tomemos asientos y cenemos pronto.
Nadie se atreve a contradecirla. Nos sentamos en una mesa redonda en donde yo quedo al lado de Chase y en frente de Melina.
El camarero viene enseguida y pregunta que qué queremos, pero estoy tan aturdida que dejo que Chase pida por mí. El peor momento llega cuando se va y nos quedamos en silencio porque Melina alza la voz y pregunta:
—Entonces, ¿desde cuándo os conocéis?
Chase y yo compartimos una mirada rápida y disimulada.
—Desde hace unos meses. —contesto yo.
—Desde hace unos años. —responde él a la vez.
Ambos giramos la cabeza al mismo tiempo
para dedicarle una mirada furiosa al otro. Melina arquea una ceja mientras que John nos ignora y da un trago a su copa de vino.
—Unos meses que se han convertido en años. —lo intenta arreglar en vano.
Melina parece pasar por alto nuestro desacuerdo, como si no fuera algo un hecho relevante en su vida.
—Y, ¿por qué no nos la has presentado antes, Chase? —dirige su veneno hacia él— Parece una joven encantadora.
De nuevo, me fuerzo a poner mueca de chica feliz que para nada está fingiendo tener una relación con su enemigo porque la ha pillado desnuda y ya sabe que no es ni de lejos un hombre.
—Lo es —me da una sonrisa fugaz—, pero he esperado hasta el mejor momento.
—Pues nadie lo diría —comenta su padre con tono tosco—. He oído que mañana tienes la primera carrera amistosa para clasificar en la Speed 1.
—Así es.
—Esperamos que seas el ganador. —aunque suene a afirmación, puedo escuchar la clara amenaza que baña las palabras de Melina.
Por dios. Tiene que ser horrible vivir bajo su presión, sin embargo, algo me impide apiadarme de Chase. Algo quizás llamado rencor.
—Se intentará. —su voz se vuelve amarga.
—Y, si no ganas, al menos aplasta al maldito Savan. —gruñe su padre.
Menos mal que no llevo nada de comida en la boca o me habría ahogado y muerto ahora mismo. No te tenses, Savannah, actúa normal...
—Savannah —me llama Melina—, ¿sabías que nuestro hijo es uno de los mejores pilotos de la Speed 1?
Yo asiento sin querer pronunciar palabra.
—Antes ganaba todas las carreras —inicia John— hasta que llegó el maldito Savan...
—Bueno —interrumpe Chase—, creo que es suficiente de este tema por hoy. A Savannah no le gusta mucho las mo...
No lo dejo terminar. Ni de coña me va a poner de excusa para cortar el tema de la Speed 1, no cuando podría ganarme el favor de sus padres y conseguir que cambien la norma de nada de mujeres en los circuitos.
—En realidad, me encantan las motos.
Ahora tengo toda la atención fija en mí: la de sus padres porque están asombrados y la de Chase porque está planeando rebanarme con un cuchillo de untar mantequilla. Siento su mirada irascible penetrarme el cerebro.
—¿Ah, sí? —cuestiona Melina— ¿Has pilotado alguna vez, cariño?
Si tú supieras, chica...
—Sí, unas pocas veces.
—Y —sigue John—, ¿has visto alguna carrera de mi hijo?
—Por supuesto.
Ahora, puedo sentir a Chase temblando de ira a mi lado. ¿No estás contento, Jackson? No haberme traído para hacer de muñequita graciosa que agrada con todo lo que dice. Yo jamás podré ser así.
Entonces, los ojos fríos de Melina vibran con una chispa de algo que no reconozco, pero que puedo intuir cuando pregunta:
—Si tanto sabes... ¿qué crees que necesita nuestro hijo para ganarle de una vez a Savan?
Con mi mejor sonrisa, me inclino hacia ellos como si fuese a revelarles el secreto de sus vidas. La expectación en sus ojos es combustible para mí.
—Agallas. Le faltan agallas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top