🏁 6
Me veo obligada a frotar mis ojos varias veces, sólo para comprobar si lo que veo es real o un truco más de mi mente.
Pero lo es.
Frente a mí, tengo un poderoso vestido granate, de tirantes con un corte largo y un escote que da vértigo. Ni siquiera cuando iba vestida de mujer me ponía algo así, de hecho, siempre he sido demasiado perezosa como para arreglarme.
—Si lo sigues mirando así, lo vas a desgastar. —se burla Chase.
Parpadeo un par de veces para salir del hechizo en el que me encuentro metida.
—Es sólo que...
—Savannah, póntelo y ya —me lo tiende—. No puedes presentarte ante mis padres vestida de hombre.
Tomo la prenda de ropa entre mis manos con delicadeza, pero le dedico una mirada mordaz al que me la ha regalado.
—Podrías haber buscado algo más discreto, ¿sabías?
Lo peor es que sé a ciencia cierta que ha comprado el traje más ostentoso que ha encontrado en todo el mercado textil solamente para molestarme a mí. Por eso, mi odio hacia él se vuelve aún más ferviente.
—Tú lo has dicho, «podría» —oculta una sonrisa irónica—, pero no lo he hecho. Ahora ve a arreglarte o llegaremos tarde.
Mascullando mil maldiciones entre dientes, entro al cuarto de baño para enfundarme en el dichoso vestido. Me he maquillado ligeramente y me he puesto una peluca pelinegra que me hace parecer literalmente otra persona. Estoy... deslumbrante.
Intento subir la cremallera del traje varias veces, hasta que me doy por vencida. Reuniendo el poco valor que me queda, decido llamar a Chase o no podremos salir de aquí hoy. Y no os imagináis lo
odioso que se pone cuando está de mal humor.
Mi compañero de cuarto se asoma por la puerta, con cara de pocos amigos.
—¿Qué te pasa?
Intento, de verdad lo trato con todas mis fuerzas, evitar sonrojarme, pero no lo consigo. Esto es patético cuanto menos.
—No puedo subirme la cremallera.
—No jodas.
Rodando los ojos, Chase se acerca a mí para ayudarme. Inconscientemente, desliza un dedo por la parte baja de mi espalda, que me manda un escalofrío directo por todo el cuerpo. Siento que mi respiración se ha atascado y sólo vuelve a funcionar cuando Chase sube la maldita cremallera y aparta sus manos de mi cuerpo.
Del entumecimiento, tardo varios segundos en poder volver a moverme. Pero cuando lo hago, me aseguro de que Chase Jackson esté bien lejos de mí. Como debe de ser.
Abandono el baño y me dirijo felizmente hacia mis zapatillas deportivas, sin embargo, un Chase poco amable se interpone en mi camino. En su mano cuelgan un par de tacones que harían a cualquier mujer quebrarse un tobillo o los dos a la vez.
Espera, ¿no estará insinuando...?
—De ninguna manera. —trato de apartarlo para llegar hasta mis cómodas zapatillas.
—Savannah, no puedes ponerte eso.
—Oye, respétalas, ¿vale? —lo amenazo con la mirada— Me han acompañado durante bastante tiempo. Son familia ya.
Chase eleva las cejas, como si no creyera lo que está escuchando con sus oídos.
—¿Seguimos hablando de unas zapatillas de deporte?
—Son mías. Estoy en mi derecho a...
De nuevo, me interrumpe.
—Perdiste el derecho a elegir cuando hiciste este trato conmigo —su mirada es perversa. Juro que lo odio—. Ahora, ¿te pones los tacones o llamo a Fitzpatrick?
Le quito los zapatos de un estirón poco amistoso y me los coloco de mala gana. No me pierdo la sonrisa satisfecha que me dedica cuando cojeo un poco, nada acostumbrada a llevar este tipo de calzado.
Aprieto los dientes para no soltar una maldición que me regalaría otros cuatro años más de karma. En su puesto, practico a andar un poco hasta que me siento más suelta y cómoda. Incluso me atrevo a mirarme durante un rato en el espejo, admirando como luzco. Llevaba tanto tiempo fingiendo ser alguien que no era que casi había olvidado lo bien que alguna vez me sentí siendo mujer.
Pero mi ensimismamiento acaba cuando siento la pesada mirada de Chase en mi silueta. Me giro hacia él y le suelto un gruñido tosco para que no olvide quién soy. Él suelta una risa corta en respuesta.
—Ya estás lista. Vámonos.
Me tiende un brazo, pero yo titubeo.
—¿Es realmente necesario? —lo contemplo, indecisa. No quiero tomarlo del brazo.
—Savannah, vamos a tener que fingir que estamos enamorados —recalca la palabra, haciendo que me dé un espasmo—. Esta noche, vamos a hacer mucho más que agarrarnos del brazo.
Eso enciende todas las alarmas que tengo en mi cabeza. Ay, no, ¿cómo no había pensado yo en esto antes? ¡Ni siquiera me he preparado mentalmente para lo que está por venir! Chase debe leer el pánico escrito en mi rostro porque aparta su brazo y pone algo de distancia entre nosotros.
—¿Estás bien?
No me esperaba que fuera a ser indulgente conmigo, sin embargo, aquí está, tratando de darme algo de espacio.
—Sí.
—Savannah, sé que no me vas a creer, pero nunca haría esto sabiendo que no quieres —se aclara la garganta con incomodidad—. Sólo quiero aclarar que, si vamos hoy a esa cena, probablemente nos tengamos que besar.
—¿Probablemente? —repito como una estúpida.
—Sí. Como un 98% de probable.
Mi garganta se queda seca. Mis manos tiemblan. Sólo durante mi momento de pánico me permito realmente mirarlo: ha peinado su cabello oscuro hacia atrás, se ha vestido con un traje formal negro y... sus ojos verdes parecen una profunda laguna hoy. Trago saliva, ¿cómo alguna vez pude decirle a Shane que este hombre no era atractivo?
¡Ya vale, Savannah! Es tu enemigo, no puedes pensar eso. ¡Concéntrate!
—No importa. —miento. Lo que sea con tal de mantener mi identidad en secreto.
—¿Seguro?
—Sí. —No.
—Puedo cancelar la cena si no vas a estar bien.
Sé, por la forma en que me mira, que si se lo pido la cancela. Pero no me puedo permitir eso. Chase es mi enemigo, me odia, y sabe mi mayor secreto y el que me podría destruir la carrera. Hoy actúa indulgente, pero, ¿qué cosas atroces me hará mañana?
No puedo confiar en él y por eso...
Me acerco a Chase cuando menos se lo espera, lo agarro por las solapas de su traje y... estampo mis labios contra los suyos. Al principio, no se mueve, de hecho, juraría que no está ni respirando, pero luego deja una de sus manos en mi cintura y me acerca hacia él, profundizando nuestro beso.
Su lengua juega con la mía por unos breves instantes hasta que me aparto. Me gustaría decir que tengo menos miedo que antes, pero estaría mintiendo más de lo que lo suelo hacer de normal.
—¿Ves? —intento sonar casual, como si no estuviera temblando— Un beso es sólo eso.
Sus ojos se han oscurecido en algún momento de la noche y casi puedo ver una chispa de... Pero, cuando parpadea, lo que sea que haya creído ver ya ha desaparecido. Y ojalá pudiera decir yo lo mismo del incesante latido alocado de mi corazón.
Pero esta reacción no tiene nada que ver con Chase, ¿verdad? Es la química. Sí, eso. ¿Quién habrá sido el tonto que la inventó?
—Si eso es lo que crees... —Chase se encoge de hombros y abre la puerta para salir.
Yo lo sigo, todavía con mil dudas carcomiéndome por dentro. No importa, me digo, lo único realmente importante es ganar ese puesto en la Speed 1 y estoy dispuesta a sacrificar lo que sea con tal de lograrlo.
Caminar por los pasillos de la Rallis siendo abiertamente mujer es algo liberador. Siento que, por primera vez, puedo ser yo misma sin ocultar partes de mí y me molesta bastante que todo esto sea (en parte) gracias a Chase Jackson.
Nuestra caminata es tranquila porque no hay estudiantes a esta hora fuera de la cafetería, en donde sirven la cena, sin embargo, la paz se acaba cuando diviso a Ashton y a Pete, los amigos más cercanos de Chase (eso si es que este ser sin sentimientos tiene amigos de verdad).
La atención de ambos amigos cae muy brevemente sobre Chase y demasiado tiempo sobre mí. Me siento tan observada e incómoda que me pego más a Chase, por irónico que suene.
—¡Eh, tío! —lo llama Ashton— ¿Con quién vas?
Chase nos hace frenar cerca de ellos. Mi corazón late tan fuerte que me duele la cabeza. ¿Qué pasará si me siguen mirando y se dan cuenta de que soy yo, Savan? Un chico que en realidad es una chica, una impostora.
¿Por qué mierda no habré aceptado el brazo de Chase? Ahora me sentiría mucho más cómoda si lo hubiera hecho. Maldigo a mi yo del pasado por ser más terca de lo que debería estar legalmente permitido.
—Es mi novia —les explica a sus amigos con desgana—. Se llama Savannah.
Estoy tan tensa que, cuando me dan sus manos para estrecharlas con la mía, sé a ciencia cierta que estoy bañada en sudor. ¡Genial! No hay nada mejor que tocar una mano sudorosa y asquerosa. Sin embargo, los chicos no parecen haberse dado ni cuenta de mi problema, en cambio, no dejan de mirarme con asombro.
—¿Pero novia novia o sólo novia? —cuestiona Ashton, sin importarle que esté aquí mismo.
Pete y Chase comparten una mirada dudosa. No los juzgo, yo tampoco entiendo cómo funciona el cerebro de Ashton.
—¿Qué cojones dices, tío? —brama Pete.
—Es bastante obvio, ¿no? —me observa directamente a mí. Es tanta la presión que siento que me obligo a encogerme de hombros— ¿En serio? Soy un genio incomprendido.
—Como tú digas. —replica Chase a mi lado.
Ashton rueda los ojos, como si fuese el único inteligente que habita en esta academia.
—Quiero decir que si es una novia temporal o realmente estáis bajo la química cerebral a la que algunos llaman «amor».
—Ashton, no puedes preguntar eso. —le susurra Pete, aunque todos lo hemos escuchado, menos el propio Ashton que ni lo mira.
—Estamos bajo la química cerebral que algunos llaman «enamoramiento», Ashton —le gruñe Chase—. Ahora, si eres tan amable de dejar de comerte a mi novia con la mirada, tenemos una cena a la que atender.
—¿Con tus padres?
—Sí.
—Y, ¿con los suyos?
La pregunta de Pete me hace encogerme en mi sitio. Lo mucho que echo de menos a mi padre a diario es insano, pero la muerte de mi madre... eso es algo de lo que me niego a hablar.
Como la atención está totalmente focalizada en mí, intuyo que soy yo la que debe encargarse de esa pregunta, que es inocente (por mucho que me cueste creerlo).
—No —les dedico una sonrisa apagada—, a mis padres los conoceremos otro día.
Ignoro lo mucho que me duele. Nadie jamás podrá conocer a mi madre, ni siquiera cuando tenga una pareja de verdad. Tampoco podrá verme ganar ninguna carrera o estar ahí para ayudarme. La he perdido para siempre, la muerte me la ha arrebatado.
—Debéis iros ya —recomienda Pete—, si el director Fitzpatrick viera a una mujer aquí...
—Bah, te sorprendería. —suelta Chase con descaro.
Le doy un codazo disimulado, pero él aprovecha para poner un brazo detrás de mi espalda. El contacto se siente cálido en mi piel y, aun así, me recorre un escalofrío de pies a cabeza. Pero no es por Chase, me recuerdo, es por la maldita química.
—Hasta luego, idiotas. —les despide Chase.
—Adiós, idiota y, ¡hasta pronto, guapa! —me guiña un ojo antes de que me vaya— Si te aburres de Chase, ya sabes donde enc...
Ashton no puede terminar de tirarme los tejos porque Pete le propina un golpe seco en la nuca. Lo último que veo antes de volverme es a ellos dos tratando de darse puñetazos en el estómago. Agh, hombres.
Suspiro más relajada cuando Chase aparta su brazo de mi cintura, aunque pronto me doy cuenta de que sólo lo ha hecho para que entre en un coche negro, que seguramente será suyo.
Me abre la puerta con una sonrisa fingida y yo bato las pestañas hacia él con la misma poca veracidad. Gestos fingidos, de eso trata lo nuestro.
Y sigo repitiendo la misma frase en mi mente cuando Chase se sienta a mi lado, demasiado cerca para mi gusto.
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