🏁 5

Cuando me despierto, la fortuna ha decidido sonreírme por una vez porque Chase ya no se encuentra en el cuarto.

Con más desgana que motivación, salgo de mi cómoda cama y me dispongo a prepararme para salir (en otras palabras, voy a ponerme mi disfraz de hombre).

Me maquillo, me coloco mi faja y pierdo un poco más de tiempo bañándome en perfume de hombre. Después de bostezar unas mil veces, decido que es hora de ir a desayunar.

Según mis horarios, el desayuno se sirve a las ocho y media y las clases inician a las nueve. Con los ojos todavía entrecerrados, miro el reloj para ver cuánto tiempo me queda y... oh, no.

Ahora entiendo porque Chase no estaba en el cuarto. No es cuestión de suerte, por supuesto, es cuestión de que son las nueve menos diez. Me he perdido mi primer desayuno y, como siga así, llegaré también tarde el primer día de clases.

Por supuesto que el maldito Chase Jackson no me iba a despertar, pienso mientras bajo las escaleras de dos en dos; si ese demonio hiciera un buen acto por una vez en su vida, juro que se le caería la piel a trozos y se desintegraría.

Cuando llego a la cafetería (acompañada de veinte mil pensamientos sádicos que incluyen a Chase), descubro que apenas queda algo para comer y que todos están ya abandonando el lugar.

Gracias, dios, por hacerme una persona perezosa y nada mañanera.

Tomo una tostada pobre con algo de mermelada caducada y un vaso de zumo cuya fruta mejor no quiero conocer. Voy a comer en pleno silencio, disfrutando de mi mal humor, cuando Shane aparece cortando mi paso.

—¡Eh, tío! —golpea mi hombro como si no hubiera un mañana— Creía que no vendrías hoy.

—Me he quedado dormido.

—Ya veo —se burla de mi aspecto—. ¿Qué clase tienes primero?

Suspiro y mordisqueo mi pan. Ni siquiera voy a poder desayunar sentada hoy.

—Creo que física.

La sonrisa de Shane aumenta, no sé si por mi nulo estado anímico o porque vamos al mismo lugar.

—Genial, yo también —me quita la tostada de la mano y le da un enorme bocado—. Yo sé donde queda el aula, ¿vamos juntos?

—Un momento —aprieto los dientes—, ¿acabas de comerte mi tostada?

Shane se encoge de hombros, como si no fuera la gran cosa.

—No me la he comido —me devuelve el trozo de pan mordisqueado—, sólo he tomado prestado un trozo.

Con una mueca de asco, tiro lo que queda a la primera papeleta que encuentro y también deshecho mi zumo con sabor a cartón. Espero pillar algo delicioso en la hora de la comida o me veré obligada a sacrificar a Chase como alimento.

—Fingiré que no acabas de arruinar mi primera comida del día y dejaré que me guíes hasta mi clase.

—Te informo amablemente de que tu desayuno ya estaba arruinado de por sí.

—Touché.

Shane, satisfecho, se mueve con soltura por los pasillos de la Rallis. Si bien no ha asistido nunca antes, tengo asumido que ha venido varias veces de visita porque sus padres también fueron competidores alguna vez, así como los de Chase. Sin embargo, aunque mi padre ha sido uno de los mejores pilotos del mundo, a mí nunca me han dejado visitar el lugar por mi género.

Pero que se aguante la Asociación del Motor, que ahora estoy, no sólo pisando, sino también atendiendo su prestigiosa academia de «hombres».

En cuestión de minutos, llegamos a la clase, que ya está casi llena. Con la mirada, recorro todas las mesas para buscar un hueco libre en donde Shane y yo podamos estar juntos. Al fin, encuentro uno en la última fila.

Agarro a Shane del brazo y lo arrastro hasta la mesa libre. Cuando me siento, me doy cuenta de mi grave error, pues estoy justo detrás de Chase Jackson. Sin embargo, si éste se da cuenta de mi llegada, no hace ningún amago por demostrarlo.

—Oye, ¿qué tal tu primera noche encerrada con el súper adonis?

Giro mi cabeza hacia Shane, conteniendo las ganas de callarlo a golpes.

—Yo no le daría un apodo así, lo idolatras.

Shane bufa y despeina mi pelo, yo le dedico una mueca furiosa.

—Savan, te noto irascible —me molesta—, ¿no habrás tenido un sueño lujurioso con Chase?

Echo un vistazo rápido hacia mi enemigo, para cerciorarme de que no esté escuchando la horrible conversación que estoy obligada a mantener con el que yo llamo amigo. Por favor, que la hora acabe pronto.

—No he soñado nada.

—Si tú lo dices... —finge que no me cree— Ahora, dime, ¿qué tal la primera noche? ¿Duerme desnudo?

Contengo las ganas de meter un lápiz dentro de mi ojo a presión. Esto no está pagado.

—Ha ido bien —miento— y, no, para tu información, Chase no duerme desnudo.

—Bien —se encoge de hombros y sonríe—, así no tengo que tenerte envidia.

—Para mí sería un placer cambiarte al compañero, seguro que el tuyo es mucho más simpático.

Pero Shane no parece muy convencido y, por eso, sé al instante que algo ha ocurrido, algo que todavía no me ha contado.

—No te creas.

Elevo una ceja y activo a mi chismosa interior, una con la que la mayoría de hombres no cuentan, y que me da una ventaja cuando juego contra ellos.

—¿Por qué dices eso? No puede ser tan malo.

Shane dejó salir un suspiro dramático. Ay, no, aquí viene.

—Mi compañero es Ashton.

Abro los ojos, entre incrédula y muerta de la risa. A Shane le ha tocado por compañero de cuarto al amigo de Chase, Ashton Vega. Si bien no tiene el mismo nivel de maldad inyectada en sangre que nuestro querido enemigo, aún así sigue siendo algo malo. Menos mal que no soy la única desgraciada en esta academia.

—Está bien, en definitiva, no te lo cambio.

—Podrías mínimo no reírte de mí.

Yo me encojo de hombros, eximiéndome de la culpa como él suele hacer conmigo. Dulce venganza, Shane.

—Es difícil cuando los dos tenemos la misma suerte que la de una mosca atrapada en un vaso.

Sin embargo, a Shane no parecen afectarle mucho mis palabras, como de costumbre.

—Al menos yo soy gay —se jacta—, no me quiero imaginar lo que sufres tú. Debe ser un infierno.

Si tan sólo él supiera la ironía de la situación...

—Y que lo digas.

Shane está a punto de soltar otro de sus comentarios punzantes cuando la puerta de la clase se abre y revela al director Fitzpatrick. Como no hacemos silencio, decide golpear su mochila contra la mesa reiteradas veces. Apuesto mi fortuna a que se está imaginando la cara de alguno de sus alumnos más odiosos.

—Buenos días, chicos, os traigo un anuncio —desde la primera fila, Marvin levanta la mano—. No, Marvin, no soy vuestro profesor de física.

—No iba a decir eso.

—Vengo a anunciaros las nuevas noticias que tenemos sobre la Speed 1.

Un rumor se extiende por toda la clase. Incluso yo misma me hallo emocionada ante la idea de volver a competir en la Speed 1. Shane y yo compartimos una mirada de ilusión antes de volver a centrarnos en el director, que lucha por no romper algo.

—Ya basta, lo que traigo no son buenas noticias—al instante, el sonido cesa y la expectación crece—. La Asociación del Motor ha recortado las plazas para los estudiantes de la Rallis de tres a una.

El rugido vuelve a hacer temblar los cimientos de la academia y con motivos. Los estudiantes de la Rallis que ganan una competición anual organizada por la misma escuela tienen el derecho a participar gratis en la Speed 1. La rivalidad y competencia esos días hace que los nervios estén a flor de piel... y eso era cuando se daban tres plazas, ahora que sólo se nos otorgará una, no me quiero imaginar que ocurrirá.

—¿Qué? —grita Marvin— ¡Eso no es justo!

—¿Cómo es posible?

Los alaridos de cada estudiante enfadado se entremezclan con los gruñidos y las quejas. La sala se ha vuelto un caos.

Entonces, Marvin vuelve al ataque.

—Y, ¿cuánto será el premio esta vez?

—Este año, darán el doble de dinero, pero a cambio quieren que compitan la mitad del cupo oficial.

Aprieto los dientes con fuerza. Tenía la seguridad de que podía llegar a participar en la Speed 1 porque había tres cupos, ahora, tendré que luchar con más fuerza de la que tengo. Porque, aunque no lo quiera admitir, mi única competencia actual es Chase Jackson, mi peor enemigo y único piloto que podría robar mi sueño.

No lo permitiré. No he llegado tan lejos para perder contra Chase Jackson incluso antes de empezar la competición real.

—Pero, director —Marvin lo llama, haciendo que ruede los ojos—, ¿cómo se elegirá al ganador que irá a la Speed 1 este año?

—No me pagan lo suficiente —murmura Fitzpatrick por lo bajo—. Se organizarán dos carreras amistosas, el ganador será el único capaz de entrar en la Speed 1 de este año.

Otro gran murmullo pone a la clase en tensión. Ninguno está contento con la decisión que han tomado los directivos de la Asociación del Motor para este año.

—Y, director —¿podéis adivinar quién ha sido, verdad?—, ¿cuándo será la primera carrera amistosa?

—Mañana.

—¿Qué? —mascullo para que sólo Shane me escuche— ¡No nos han dado tiempo para prepararnos!

—Totalmente —se queja también Shane—, ni siquiera tengo mi moto aquí.

El director ordena la sala con otro golpe de su mochila. Ahora puedo asegurar que está imaginando la cara de Marvin sin duda alguna.

—No me ataquéis a mí, yo no he organizado esto —protesta y casi llora cuando Marvin levanta la mano por décima vez—. No, Marvin, no necesitas tener tu moto aquí, usaréis las que tenemos en la Rallis.

—No iba a decir eso.

—Como las carreras amistosas anulan cualquier tipo de clase —su amargura ha desaparecido por completo—, podéis iros a donde queráis. Por eso y porque el de física se ha pedido la baja de nuevo.

Con un último asentimiento feliz, el director Fitzpatrick abandona la sala, cargando con su andrajosa mochila al hombro.

Entierro mi cabeza entre mis manos, repentinamente atacada por el estrés. ¡Ni siquiera tengo tiempo para preparar la carrera de mañana! ¿Cómo haré para ganar si ni siquiera tengo una estrategia planeada o la ayuda moral de mi padre?

Sólo abandono mi tensión cuando Shane pronuncia las palabras mágicas:

—Bueno, ¿vamos a la cafetería?

Saco mi cara de entre mis manos y lo observo con una enorme sonrisa.

—Jamás diría que no a algo como eso.

Abandonamos la clase en silencio. Agradezco mentalmente que Chase haya desaparecido de mi panorama de visión, pues me encuentro más alterada de lo normal por la noticia de la Speed 1.

Pero, como de costumbre, mi suerte jamás es duradera, siempre efímera.

Cuando estoy a punto de doblar una esquina para alcanzar la cafetería, una mano me arrastra hacia atrás y me impide avanzar. Furiosa, me giro para toparme con los ojos verdosos de Chase Jackson. No podía ser otro, por supuesto.

—¿Qué mierda haces? —le gruño.

—Cálmate, Savan, pareciera que tienes la rabia.

Aparto su mano de mi cuerpo y lo observo con cara de pocos amigos. Lo último que quiero es tener que lidiar con él.

—¿No tienes a ningún chico al que atormentar o alguna virgen a la que sacrificar?

Chase arquea una ceja, escéptico.

—No suelo hacer eso los lunes —replica con ingenio—. Venía a decirte una cosa importante.

—Entonces, dispara rápido.

—Esta noche, tenemos una cena con mis padres.

Y cuando creía que mi día no podía ir a peor... Gracias, Chase Jackson, por absolutamente nada.

—¿Como que «tenemos»? —escupo con rabia— ¿A qué te refieres?

—No sé si eres amnésico o sólo estúpido —me observa, aparentemente aburrido—. El único motivo por el cual no le he contado a toda esta puñetera escuela lo que eres es porque me debes un favor. Estate preparada para las ocho.

Y, entonces, se marcha.

Para cuando Shane me alcanza, me dirige una mirada confusa cuando me ve sola.

—Creí que te habías perdido.

—Ojalá.

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