🏁 4
Siento mi corazón golpetear con violencia dentro de mi pecho. Creo que jamás me había sentido tan nerviosa.
—Más vale que tengas una explicación científica para esto, Savan.
Cubro mi cuerpo con mi toalla, rezando porque todo esto sea simplemente una pesadilla y ya. Pero no lo es y, por eso, Chase no se desvanece en el aire cuando lo deseo.
—No es lo que parece.
Sí, un intento patético, lo sé, pero, ¿qué harías vosotros en mi lugar?
—¿Ah, no? No me jodas, Savan, o debería de decir Savannah.
Mi nombre real puesto en sus labios me hace encogerme de miedo.
—Chase, no, en serio, no...
—Y una mierda —señala mi cuerpo ya tapado—, eres una mujer. Nos has tomado el pelo a todos.
No lo puedo evitar, dejo salir las lágrimas que llevo guardando desde hacía días ya. Ni siquiera me importa que mi peor enemigo me vea en este estado, no cuando toda mi carrera peligra.
—Sé lo que piensas, pero no es así.
—Explícamelo, entonces.
Chase se adentra en el baño y cierra la puerta. La línea de su mandíbula se encuentra tan tensa que parece como si fuera a estallar en cualquier momento. Seco mis lágrimas con una rabia que no me pertenece y lo encaro.
—¿Te parece normal que no me dejen competir sólo por el género con el que nací?
La ira en sus facciones se suaviza.
—Savannah, esto...
—No, estoy hablando yo, Chase —lo corto con severidad—. Llevo toda mi vida subida a una moto, desde que tengo uso de consciencia, y cuando alcancé la edad legal mi padre me enseñó a conducir para competir. Ha sido mi sueño desde que nací y, ¿tú crees que es justo no poder cumplirlo sólo por no ser un hombre?
Por un momento, parece que las palabras se han quedado atascadas en la garganta de Chase. Casi creo que lo he convencido. Casi.
—Entonces, ¿has ensayado y falsificado todo para ser un hombre y colarte en la Speed 1 y la Rallis?
Un bufido irónico se escapa de mis labios.
—Sí, eso es exactamente lo que he hecho, aunque esta academia no formaba parte de mi plan inicial. Fue más bien un daño colateral. Aún así, ¿eso es con lo único que te has quedado de todo lo que he dicho?
—Más o menos.
Cuando hace el amago de irse, todas mis alarmas se disparan en mi cabeza. Lo agarro del brazo antes de que se marche, totalmente presa del pánico.
—No puedes contárselo a nadie.
—¿Estás loco? Quiero decir, loca.
—Chase, si se enteran...
—Te expulsarán de la Rallis y no volverás a pisar una pista de la Speed 1 en tu vida, ya lo sé.
Mi pecho se encoge ante sus palabras, dándome cuenta del futuro que podría esperarme. Tengo que hacer lo que sea para cambiar su opinión y que no me delate. Me he dejado la piel en esto, no puedo permitirme perderlo todo por culpa de Chase Jackson.
—Dime cuál es tu precio.
Ante eso, mi compañero de cuarto arquea una ceja.
—¿De qué estás hablando?
—Te estoy pidiendo que me digas lo que quieres a cambio de tu silencio.
Su semblante se vuelve maquiavélico de unas maneras inimaginables y es por eso que me veo obligada a fingir que estoy de una pieza. Se trata de Chase, aprovechará cualquier oportunidad para echarme a los lobos.
—Así que, ¿así funcionaremos?
—Si es necesario para conservar mi puesto en la Speed 1, sí.
Chase camina hacia mí a paso lento y sólo frena cuando se encuentra a unos centímetros de mi cuerpo. Un dedo suyo se pasea por mi mejilla, obligándome a apretar la toalla que tapa mi cuerpo desnudo con mayor fuerza.
—¿Y si yo no quiero que sigas en la Speed 1?
—¿Por qué? ¿Te da miedo que te gane?
Sus ojos verdes se endurecen y su mano cae a su costado, rompiendo el contacto físico.
—No, no es miedo lo que siento ahora mismo.
—¿Me puedes decir ya qué es lo que querrás a cambio de que no me delates?
—¿Sabes? Desde hace un tiempo, mis padres me están presionando mucho.
—Sí, no se ven muy simpáticos —me lanza una mirada de advertencia—. Perdón, pero no sé a dónde quieres llegar con esta charla acerca de problemas paternales.
Chase lanza un bufido exasperado y se lleva las manos a la línea donde crece su cabello.
—Sabía que esto no iba a funcionar.
—¡No, espera! —lo agarro del hombro— Está bien, lo siento, me lo tomaré en serio. Lo prometo.
—Bien. Mis padres quieren que gane la próxima Speed 1 y... que consiga una novia.
Mi estómago se pone del revés ante sus palabras y, quizás, es el efecto del alcohol, pero siento que voy a vomitar en cualquier momento.
—No entiendo a dónde quieres llegar.
De nuevo, su rostro roza la exasperación.
—Ellos creen que, si aparezco con una novia, mi fama crecerá y los periodistas volverán a centrarse en mí.
Dejo salir un suspiro disimulado cuando veo que no se refiere a que deje de participar en las carreras. No vamos tan mal, entonces, ¿no?
—Oh, vale, ya lo pillo —le lanzo una sonrisa tensa, él me mira inquisitivo—, quieres que te busque una novia.
Su mano golpea su propia cara con tanta fuerza que me veo obligada a retroceder.
—Eres realmente retardada.
—¿Perdón?
—Dios, no te perdono —me gruñe—. No tengo tiempo ni ganas de que me consigas una novia, quiero que tú finjas que eres mi novia, Savannah.
Juro que el color de mi cara se desvanece junto con mis esperanzas de salir ilesa de este embrollo.
—¿Yo?
—Sí, tú. La única mujer en una academia de puros hombres.
—Pero nosotros nos odiamos, no puedes querer que sea tu novia. —trato de hacerlo razonar.
Fracaso estrepitosamente.
—No voy a dejar de odiarte porque finjas ser mi novia, de hecho, puede que incluso te odie más —me lanza una sonrisa de lado—. Esa es mi condición, dime si aceptas o tengo que publicar tu identidad en Twitter.
Para cumplimentar su amenaza, hace el amago de sacar su móvil del bolsillo. Un momento... ¿no lo debería de tener requisado? ¿Quién mierda contrató a Fitzpatrick como director?
—Está bien, lo haré —murmuro con dejadez—, pero sólo porque no me queda otra.
Chase se encoge de hombros, como si mi situación actual le diera igual. Bueno, lo más seguro es que sea exactamente eso.
—Perfecto. Ya te comunicaré cuando tengamos que cenar con ellos.
De nuevo, trata de salir, pero yo no lo dejo.
—Espera, ¿no será raro mi aspecto? Es decir, parezco un hombre.
—No hay nada que una peluca, un buen vestido y un poco de maquillaje no arreglen. O eso dice mi madre, yo nunca lo he hecho.
Sigo teniendo dudas, pero, bah, ¿a quién le importa? Si se dan cuenta de la farsa, será Chase quien se lleve la peor parte y a mí este chico me da absolutamente igual. Lo que sea con tal de guardar en secreto mi identidad.
—Bueno —hago un aspaviento—. Ahora, ¿podemos poner en práctica la regla esa de que no podemos estar en la misma habitación?
Chase adopta una sonrisa felina.
—Estaba deseando que me lo pidieras.
Y, dicho esto, abandona el cuarto de baño.
En cuanto mi peor enemigo deja de estar en mi campo de visión, toda mi seguridad y confianza se derrumba. Todavía desnuda, suelto la toalla y me hago un ovillo en el suelo. Ahora mis lágrimas son imparables.
¿Cómo he podido dejar que algo como esto ocurra? Debí ser más precavida, debí solicitar el cambio de habitación nada más ver a Chase Jackson en el pasillo. Ahora toda mi carrera como piloto depende de que mi peor enemigo no quiera delatarme para que me expulsen.
¿Acaso la suerte jamás va a estar de mi parte?
He pedido totalmente las ganas de darme esa ducha caliente y relajante, así que guardo la toalla y me pongo el pijama. No me esfuerzo en ponerme la faja ni tampoco me dejo el maquillaje de hombre, total, ya no hay nadie a quien convencer de mi masculinidad falsa.
Hago una bola con la ropa de la fiesta y la tiro al cesto para lavar. Antes de abandonar el baño, hago un par de ejercicios de respiraciones porque, aunque me encuentre totalmente desolada, lo mejor será ocultárselo a Chase. Nunca hay que dejar que el enemigo vea tus debilidades.
Me encamino a mi habitación, pero cuando voy a entrar me percato de que Chase ya está dentro. Por las maldigas reglas, doy un paso atrás y hago el amago de irme. Sin embargo, la voz de Chase interrumpe mi escapada.
—Para dormir, no usaremos esa regla.
Me giro hacia él, observándolo con una ceja enarcada. Está tumbado en su cama mientras lee un libro cuyo nombre no alcanzo a ver.
—¿Ah, no?
—No —niega de nuevo—, a no ser que te guste dormir en el sofá.
—Pero si no tenemos.
—Pues por eso mismo.
Con un bufido cargado de molestia, ignoro mis pensamientos malignos y entro en el cuarto. ¿Qué otra opción tengo? No tengo nada de ganas de dormir en la bañera y despertar mañana con el cuello peor que Frankestein.
Pero, cuando cierro la puerta y me siento sobre mi cama, me percato de que algo está mal. Mi corazón se acelera mientras observo su sonrisa arrogante. Oh, no, ¿qué mierda ha hecho el maldito Chase?
Entonces, me doy cuenta.
La cama que yo había tomado por escondite para mis cosas privadas no era la mía, sino la suya. Y ahora Chase tiene en la mano un tampón abierto.
—¡Ay, dios! —me levanto abruptamente— Dame eso.
Forcejeo con él para que me lo devuelva, pero Chase pelea con más fuerza que yo. Será maldito.
—Me parece un invento muy peculiar —comenta con sarcasmo—, ¿serías tan amable de decirme cómo se llama este algodón con forma de tubo?
Derrotada, dejo de pelear contra él y me quedo a unos centímetros de su cuerpo.
—Es un maldito tampón, Chase.
—Interesante.
—No, no es interesante, es para la regla.
—¿Regla? —repite como si fuera chino mandarín.
—Sí. Periodo, menstruación, mis días.
—Está bien, lo he pillado —me devuelve el tampón—. Sólo no sé porque los guardarías bajo mi cama. ¿Creías que necesitaría alguno?
La burla en su tono me hace querer golpearlo con todas mis fuerzas, pero lo único que hago es apartarme de él todo lo que puedo y más.
—Sí, quizás juegue a meterte uno por el culo a presión.
Lejos de mostrarse ofendido, su mueca de diversión aumenta.
—Será mejor que no continúes hablando de mi trasero —añade con tono superficial—, algunos podrían creer que te gusto, Savannah.
—Preferiría tragarme mi propia regla, Chase.
De nuevo, muestra una sonrisa antes de volver su atención al libro que estaba leyendo.
—Ya se verá.
Ofendida y altamente molesta, me meto en mi cama y me tapo hasta arriba. No sé porque me esfuerzo si sé que esta noche no voy a poder conciliar el sueño, no cuando las clases van a empezar y yo tengo tanto en juego. Tengo tantísimo para perder y tan pocas probabilidades de salir victoriosa que siento un enorme nudo en la garganta.
Me niego a llorar. Mis opciones son malas, pero Chase no es consciente de eso y no creo que sea una buena idea hacérselo saber con un llanto nocturno. Yo tomé la decisión de asistir a la Rallis cuando podría haberme quedado en casa e ignorar que mi sueño tiene género y no es el mío. Pero no lo hice, me armé de valor e hice lo posible por cumplir la meta que algún día me propuse y, por eso, no me acobardaré ante ningún obstáculo. Si mi jugada sale bien, quizá podría conseguir que las mujeres puedan competir sin tener que pasar por lo que yo.
Hay una esperanza y eso es combustible para mi fuego.
Con ese último pensamiento, cierro mis ojos con una sonrisa.
En algún punto de la noche, un susurro corta el silencio:
—Has hecho lo correcto, Savannah.
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