🏁 15
Estoy arreglándome para bajar a clase cuando alguien toca a la puerta. Es un golpe desesperado que viene seguido de muchos más.
Con el ceño fruncido de molestia, me asomo a ver si Chase está por ahí para abrir, pero no parece tener muchas ganas de salir. Soltando un bufido exasperado, soy yo quien finalmente se dirige hacia la puerta para abrir.
Cuando mismo lo hago, Shane se abalanza sobre mí y me tira al suelo. Cierra la puerta mientras yo lo miro con los ojos abiertos del susto, todavía sin levantarme.
—¿Estás loco? —acaricio mi brazo— ¡Me has hecho daño!
—Savan, tenemos un código rojo de emergencia.
Ruedo los ojos, realmente de mal humor. No me juzguéis, es muy temprano como para poder estar feliz.
—Déjame adivinar, te gusta Chase de nuevo y vienes a ver si te puedo prestar un calcetín suyo.
—¿Quién quiere un calcetín mío? —grita el aludido por detrás.
—¡Nadie! —chilla Shane con voz aguda mientras me dirige una mirada molesta— Savan, es algo aún más grave que eso.
—Por Dios, sólo dilo de una vez.
Entonces, saca su móvil y teclea un par de veces. Para este punto, yo ya estoy resoplando y nerviosa. Necesito mi dosis de azúcar mañanera para volver a funcionar como una persona normal.
—Alguien ha... —su voz suena extrañamente temblorosa— filtrado una foto tuya.
Ni siquiera me esfuerzo en cambiar de expresión. Yo nunca le he pasado fotos a nadie como para que se filtren. Sabía el riesgo que corría y, por eso, siempre he sido precavida y reservada.
—¿A qué te refieres con filtrar, Shane?
Cuando el aludido va a responder, Chase sale del cuarto, alarmada y blanco con el móvil entre sus manos.
—Savannah, hay algo que deberías de ver. —me dice.
Ha usado mi nombre real delante de Shane y eso me hace saber que algo realmente malo ha ocurrido. Desesperada y con el corazón en un puño, le arrebato el teléfono a Chase de las manos.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Es una foto mía en la que se ven mis pechos y mi cara. Aparentemente, estoy durmiendo y alguien ha subido mi camiseta. El perfil anónimo que lo ha publicado también ha adjuntado fotos de mis artilugios de mujer (que yo misma había ocultado) y de mi ropa interior.
Esto ha sido una invasión a la privacidad en toda regla.
Chase me quita el móvil y pasa un brazo por mi cintura, tratando de calmarme.
—Me van a expulsar, ¿no es así? —cuestiono en un hilo de voz.
Chase y Shane comparten una mirada nerviosa. No necesito que abran la boca para saber que la respuesta es un sí. En cuanto la foto llegue (que llegará) a dirección, retirarán mi matrícula y me denunciarán.
Mi sueño, por bonito y duradero que haya sido, se ha acabado hoy.
—¿Quién ha podido hacer algo así? —pregunta Shane, casi para sí mismo.
—Espera —me aparto de Chase—, solamente en dormido con tres personas en ese tiempo.
—No estarás pensando que he sido yo, ¿verdad? —acusa Chase, dolido.
Yo niego con la cabeza, segura.
—No, pero ha podido ser Pete o Ashton.
—¿Como haremos para saberlo? —me dice Shane.
Yo sonrío, malévola. Ya sé a dónde tengo que ir para averiguar la verdad.
Ni siquiera me mareo en cubrir mis atributos de mujer cuando me acerco hasta la puerta para abandonar el cuarto. Sin embargo, cuando estoy a punto de conseguirlo, Chase me agarra del brazo y me lo impide.
—¿Estás loca? Te matarán si sales ahí fuera.
—Tengo que hacer una cosa.
—Savannah —suelta Shane con timidez, como si estuviera diciendo un nombre prohibido—, Chase tiene razón. No puedes dejar este cuarto.
Resoplo. Si no me dejan abandonarlo, tendré que contarles mi plan porque no hay manera en este mundo de que yo no consiga la identidad del impostor en este mismo instante.
—Mira, el otro día fingí que tenía que ir al baño en medio de clase, pero en realidad fui a los cobertizos de nuevo.
—Lo sabía. —se queja Shane. Chase eleva una ceja, confundido.
—¿Y bien?
—Descubrí que hay una cámara de grabación, pero para verla tendría que colarme en el despacho del director Fitzpatrick.
Ambos hombres me fruncen el ceño. Ruedo los ojos, ¿por qué son tan cortos de mente?
—¿No será más fácil pedírselo a Fitzpatrick? —cuestiona Shane, lógico.
—No —gruño—. No sabemos quién está detrás de esto, debemos ser discretos.
—Así que tenemos que robar información privada e ilegal del despacho de nuestro director. —resume Chase.
—No tenéis porque participar, podéis...
—De eso nada —me corta Shane—, yo te ayudaré. No vas a hacer algo divertido sin mí, cabrón —parpadea torpemente un par de veces—. Quiero decir, cabrona.
No lo quiero admitir, pero siento cierto alivio al tener su apoyo. Había creído que él podía ser el culpable y creo que mi corazón se habría roto si hubiera sido así. Realmente, ¿por qué sospeché de él? ¡Literalmente, Marvin y Matheo me odian! Ellos tienen muchas más papeletas de ser los culpables.
—Yo también me apunto —comenta Chase—. Necesitarás la máxima ayuda posible.
Muerdo mi labio, pensativa.
—Está bien, este es el plan —les informo—. Shane, tienes que distraer a la multitud que haya en el pasillo para que pueda bajar a la planta baja hasta el despacho. Chase, tú debes entretener al director y sacarlo de allí para que yo pueda entrar.
—Este es el peor plan que he oído nunca.
—Coincido con Chase.
Les lanzo una mala mirada a ambos que los hace callar de inmediato. Yo estoy al mando hoy.
—Voy a disfrazarme con todo lo que pille para disimular. Vosotros id empezando.
—Sí, jefa.
—En diez minutos, todo debe de estar listo.
Tanto Shane como Chase se quedan mirándome, en un silencio incómodo. Arqueo una ceja a modo de pregunta.
—¿No hay espacio para dudas? —cuestiona Shane.
—No, no lo hay. ¿Algo más?
—Supongo que no. —se resigna Shane.
Les dedico una sonrisa para nada sincera y les doy la espalda.
No tengo nada preparado para esta ocasión, pero aún así me pongo mi faja junto con unas gafas de sol, una sudadera grande y un gorro que tapa el color de mi pelo. No es muy creíble, sin embargo, valdrá para pasar desapercibida si voy rápida.
Ahora solo falta que los chicos hagan bien su parte del plan.
Mentiría si dijera que no estoy nerviosa, que mis manos no tiemblen o mi corazón no bombea sangre más rápido de lo normal. Ni siquiera haciendo ejercicios de respiración consigo hallar la calma.
Y es normal. Alguien ha decido arruinar mi sueño publicando una foto mía desnuda. Mientras yo estaba durmiendo. Me siento asqueada y violada, expuesta y mancillada.
Pero mi hilo de pensamientos se corta cuando escucho a través de la puerta a Shane gritar.
—¡Está ahí! ¡La mujer ha entrado en esa sala!
Ese es mi momento.
Espero a que el jaleo pase un poco antes de abrir la puerta y salir. El pasillo está totalmente despejado, Shane ha hecho su papel como un actor profesional.
Me oculto bajo las escaleras cuando veo a Chase discutiendo acaloradamente con el director Fitzpatrick en la puerta de su despacho. Él me ve y tira de la manga del director, llevándolo fuera hacia el pasillo. No sé de qué hablan ni a dónde se lo lleva, pero nada de eso me importa cuando veo la puerta vacía y sin vigilancia.
No me lo pienso ni dos veces. Corro hasta el despacho y me encierro ahí.
Hago un baile de alegría mientras voy hasta el ordenador, lista para hackearlo como Shane me había enseñado alguna vez.
Pulso un par de teclas, cliqueo un par de veces y... ¡listo!
Rebobino hasta el día de la carrera amistosa y hasta el momento en el que yo entré. En el plano, aparecen Chase y Ashton hablando y tomando sus motos del otro cobertizo, entonces, yo entro en el mío.
Contengo la respiración. Veo a Shane con Marvin y Matheo, charlando mientras van a la línea de meta. Pero, en el último segundo, Shane se despide de ellos y va hasta el cobertizo en donde yo me encuentro. Y entonces lo cierra.
Cubro mi boca con la mano, tratando de que no se me escape ningún sollozo. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo ha podido traicionarme?
Pero, entonces, caigo en la cuenta de algo aún peor. Él sabe que estoy aquí, infringiendo otra regla más mientras husmeo en información privada.
Rápidamente, apago el ordenador y cierro la pantalla. Debo salir de aquí antes de que Shane venga y me entregue a las autoridades.
Trato de abrir la puerta, pero, como no, alguien la ha bloqueado y para colmo no he traído mi móvil conmigo. Maldigo en voz alta y camino por el despacho, sintiéndome como un león enjaulado.
Mi instinto se pone alerta cuando la puerta hace ruido, indicándome que alguien va a abrirla.
—Le juro que está aquí, director. —oigo la voz de Shane.
Si no salgo de esta maldita academia ahora, no solo mi sueño habrá acabado, también mi libertad.
De nuevo, más ruido.
Más voces.
Están a punto de entrar. Me van a atrapar.
Todo se ha acabado, después de tanto esfuerzo, me he quedado a medio camino.
Antes de que la cerradura ceda y la puerta se abra, me las apaño para abrir la ventana y colarme. En el patio de la Rallis, ni siquiera me giro para ver si me están siguiendo, sólo corro y corro hasta que mis piernas no pueden más.
Entre lágrimas de traición y sudor, veo un coche que me pita a lo lejos. No sé quién es y tampoco tengo fuerza para volver a escapar, así que simplemente dejo que venga hacia mí. Total, ya estoy perdida.
El coche se abre revelando a Chase y a su chofer chivato. Casi lloro de alegría cuando tira de mí y me hace entrar. En el asiento, me dejo caer contra él y al instante me envuelve entre sus brazos. Aspiro su aroma, sintiéndome más segura.
—Chase —su nombre suena como un lamento lastimero—, él... él me ha...
—Ya, ya lo sé —me aprieta más contra él—. Lo he visto hablar con el director. No te encontraba por ningún lado, creí que había llegado demasiado tarde, Savannah.
Yo niego y me incorporo en mi sitio, todavía con lágrimas en los ojos.
—Lo siento, debí haber confiado en ti. Tenías razón.
Me siento como una estúpida. He sido tan crédula que no he visto la verdad ni teniéndola delante de mis propios ojos.
—No te preocupes —acaricia mi cabello—, lo entiendo. Todo se va a solucionar.
Pero yo niego, dolida.
—No es cierto. Todos han visto mi foto.
—La policía ya está rastreando al responsable porque Shane no estuvo ese día en el cuarto con nosotros —sus palabras suenan lejanas para mí—. Ahora descansa un rato.
Y eso hago. Cierro mis ojos y dejo que sus brazos me arrastren hasta un profundo sueño.
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