🏁 14

Nunca he sido una de esas personas que, cuando tienen un problema, huyen. Por eso, había conseguido entrar en la Speed 1 y también colarme en esta academia de hombres como si fuera uno de ellos. Sin embargo, en cuanto se me ha presentado un mínimo bache con Chase, he salido corriendo como alma que es perseguida por un demonio.

Eso no era algo propio en mí.

Como no puedo echar el tiempo atrás, en cuanto el chofer de Chase me deja sola en la academia, me encamino hasta mi cuarto y tomo mi teléfono. Podría marcar su número con los ojos cerrados.

—¿Papá? —pregunto con alivio cuando descuelga.

—Dime, cariño.

Presiono una mano contra mi boca, ahogando un sollozo. Me han pasado tantas cosas que ni siquiera sé por dónde empezar... o cómo hacerlo sin llorar.

—¿Savannah?

—Perdón —mascullo entre lágrimas—, es que...

—¿Qué ha ocurrido, cariño?

—Chase... me quiere y... —me ahogo con mis propias palabras— alguien me encerró en un cobertizo para que no pudiera competir.

—Sav, tienes que ir más despacio o no te entenderé.

Tomo una inhalación profunda para calmarme un poco y trato de empezar de nuevo.

—Creo que voy a quedar fuera de la Speed 1 porque alguien me saboteó y me encerró en un cobertizo. Ahora sólo tengo una carrera para remontar o me quedaré fuera.

—Lo siento mucho, cariño. ¿Se lo has contado ya a Fitzpatrick?

—No —mi voz se rompe de nuevo—, nunca hace nada. Voy a intentar colarme en su despacho para mirar las cámaras.

Lo oigo suspirar a través del móvil.

—¿Sabes que no puedo aprobar eso, no?

—Y tú sabes que yo lo haré igual.

—Esa es mi niña.

Dejo salir una pequeña sonrisa. Sólo mi padre sería capaz de animarme en un día tan horrendo como este.

—Papá, creo que no ha sido Chase.

—¿Tú crees?

—Lo creo. Tenías razón.

—Siempre la tengo —se ríe cuando hago un ruido de protesta—. Hablando en serio, deberías confiar en Chase o al menos apoyarte en él hasta que encuentres al culpable.

—¿Por qué? Siempre hemos odiado a su familia.

Mi padre se toma unos segundos antes de responder.

—Porque veo en él lo que veía en su padre antes de que cambiara.

—Nunca me contaste porque pelearon.

No quiero admitir que me pica la curiosidad, pero lo cierto es que así es.

—Es una historia muy larga —deja salir una exhalación sonora—, pero, en pocas líneas, Meline lo hizo cambiar para mal cuando empezaron a salir. Nuestras diferencias nos separaron.

—Lo siento.

—No lo hagas. Ahora cuéntame qué pasa con el Jackson menor.

Me llevo una mano a las sienes para masajearlas, sintiéndome repentinamente abochornada. ¿Cómo voy a resumir nuestra historia de manera concisa? ¿Sin parecer una loca?

—Me ha dicho que nunca me ha odiado en realidad.

—Te dije que en la foto se os veía muy acaram...

—¡Papá! —lo corto a mitad— Ve al punto.

—Está bien, perdón.

—Básicamente, me convenció de fingir ser su novia para que yo dejara de odiarlo porque, según él, está enamorado de mí.

—Yo me lo creo.

—Pero, ¿por qué lo defiendes? —bramo, molesta.

—Te he dicho que veo algo bueno en él.

—También ha intentado convencer a Meline para cambiar las normas de la S1 y permitir la entrada de las mujeres.

Escucho a mi padre aplaudir al fondo, pero eso honestamente sólo crispa más mi humor decaído de por sí.

—¿Ves? Sabía que tenía que ser Team Jackson.

Dejo salir un chillido de indignación, el mismo que hacía cuando era cría y quería convencerlo para que me diera más helado.

—¿Puedes apoyarme a mí?

—Es que tú no estás intentando convencer a Meline de cambiar las normas.

—¡Pero yo soy tu hija!

—¿Y eso que más da?

—¡Papá!

Él se ríe, contagiándome su buen humor.

—Vale, vale, que te enfadas —tarda unos segundos en volver a estar serio—. ¿Por qué no tratas de pensar en lo que sientes por él y, cuando lo sepas, hablas con él? Creo que os debéis una conversación.

—Es que ya sé lo que siento por él.

—¿Y bien?

Muerdo mi labio, nerviosa. Nunca antes he pronunciado las palabras en voz alta, aunque me haya dado cuenta hace un tiempo. Decirlo lo hace más real y eso me aterra.

Sin embargo, sé que debo hacerle frente a esto. Nunca he dejado que nada me domine y no voy a empezar ahora.

—Estoy enamorada de él.

—Por fin lo asumes.

—Papá, por dios.

—Sólo resalto lo obvio. Bueno, revisa esas cámaras de la manera menos ilegal posible y habla con ese chico.

—Está bien, mandón.

—Te dejo que voy a cocinar macarrones.

Bufo y ruedo los ojos antes de colgar.

Me siento mucho más liviana y despreocupada que antes, pero el sentimiento dura poco. Pronto escucho la puerta abrirse y el miedo me invade de nuevo.

Me asomo por la puerta de la habitación sólo para ver a Chase entrando, preocupado. Cuando me ve, su mirada se torna ansiosa, pero también sorprendida. Supongo que, después de que saliera corriendo, pensó que ya no querría estar por aquí cerca.

—Savannah.

Se acerca a mí, yo lo dejo.

He sacrificado muchas cosas por estar aquí, por lograr ser una piloto, pero creo que va siendo hora de que me permita algún lujo también. Por eso, cierro los ojos cuando Chase acaricia mi mejillas.

—Lo siento —le digo luego de un rato—, no debí salir corriendo de esa manera.

—Yo también lo siento. Creo que no he elegido el mejor momento para contártelo todo.

Me aparto de él, rompiendo el contacto.

—Ahora es un buen momento para que termines.

Lo noto ponerse tenso, sin embargo, asiente. Luego, camina hasta el cuarto y se sienta en su cama, invitándome a mí a hacer lo mismo.

Nuestras rodillas chocan ligeramente, pero eso no me causa tantos nervios como la incertidumbre que siento ante lo que va a decir.

—La primera vez que realmente te vi fue cuando me ganaste en los últimos segundos de carrera, en tu primera Speed 1. Ese día, sentí tanto furia como admiración por ti, incluso cuando creí que eras un hombre.

—Lo averiguaste antes de que yo viniera a la Rallis, ¿no es así?

Chase asiente, confirmando mis mayores sospechas.

—Lo averigüé durante tu segunda carrera. Estaba volviendo al vestuario porque olvidé mi toalla cuando te vi. Debiste creer que ya nadie entraría y aprovechaste para cambiarte, sin embargo, yo entré justo cuando te quitabas la camiseta.

Mentiría si os dijera que no estoy más sonrojada que un tomate.

—¿Me viste...? —no acabo la frase, no me atrevo.

—No —niega con vehemencia—, me fui en cuanto me percaté de que eras una chica. Ni siquiera supe que se trataba de ti hasta que vi que solo faltabas tú por llegar. El resto de competidores estaban en sus motos. Fue ahí cuando alguien saboteó tu vehículo.

Asiento, tratando de asimilar toda la información. Me siento estúpida por haber asumido todo este tiempo que el culpable era Chase sólo porque era mi mayor rival.

—Entonces, ¿por qué no me delataste ese mismo día? —cuestiono en un hilo tembloroso de voz— Pudiste contarles a los jueces sobre mi identidad y me habrían descalificado al instante. Habrías garantizado tu puesto.

—Te dije que yo no gano a base de saboteos, Savannah —se acerca a mí, dejándome sin habla—. A raíz de que me enteré de que no eras un hombre, no pude dejar de pensar en ti. Ni un solo día. Te habías metido en mi cabeza como una lacra, pero tú me odiabas.

—Yo creía que tú me odiabas a mí.

Él niega lentamente, analizando cada palmo de mi rostro.

—Nunca te he odiado —confiesa—. El día de la fiesta, cuando subí y te vi desnuda, no puede fingir que no te había visto, te habrías dado cuenta. Por eso, te hice creer que no sabía de tu identidad y que, para guardar el secreto, debíamos hacer un trato.

—Pero lo cierto es que ya guardabas el secreto desde hace tiempo... —susurro, pasmada.

—Bastante tiempo.

—Espera —me giro abruptamente hacia él, asustándolo en el proceso—, ¿me estás diciendo que me has visto dos veces desnuda y yo a ti ninguna?

Chase pasa de estar asustado a confuso y, luego, divertido. Puedo ver cómo usa una de sus manos para ocultar su sonrisa de mí.

—En serio, Savannah, ¿ahora estás pensando en eso?

—¿Tú no? —arqueo una ceja.

—Bueno, tengo que admitir que la imagen de tu cuerpo lleva tiempo torturándome.

Sus palabras mandan una oleada de electricidad y calor a todas las partes sensibles de mi físico. Por eso, aclaro mi garganta e intento volver a concentrarme.

—Entonces, no has sido tú. Todo este tiempo no has sido tú.

—Intenté explicártelo varias veces, pero no le creías —suspira—. He visto la oportunidad de decirte la verdad de una vez por todas cuando me has preguntado que si estoy enamorado de ti.

—¿Lo estás? —cuestiono de nuevo, incapaz de creerlo aún.

—Lo estoy. Desde hace más tiempo del que imaginas.

Yo asiento, nerviosa. Mi corazón se acelera en una carrera de la que no quiero ser partícipe.

—Yo... yo no...

Las palabras no me salen, pero a él no le importa. Toma mi mano y me hace callar con un sonido.

—No necesito que digas nada todavía. Sé que es demasiada información para un solo día.

—Es sólo que no entiendo porque me lo has dicho justo ahora —lo observo, sus ojos verdes son profundos como el mar—. ¿Por qué ahora y no antes, o cualquier otro día?

—Porque algo cambió entre nosotros desde la última vez que nos besamos —explica, ligeramente avergonzado, pero seguro—. Yo siempre te he besado de verdad, pero sentí que tú lo hiciste por primera vez en esta misma cama, justo antes de que mis amigos nos interrumpieran.

Dejo salir una media sonrisa que no expresa felicidad en absoluto.

—Creía que si te dejaba besarme, la química se pasaría y podría olvidarte.

—Y, ¿ha sido así?

—Para nada —muerdo mi labio mientras lo observo—, de hecho, ha tenido el efecto contrario. Desde ese momento, yo tampoco puedo olvidarte.

Chase cierra los ojos, luego, los abre. Parece como si estuviera cerciorándose de que esto es real. Lo es.

—Yo no quiero que me olvides, Savannah —susurra, muy cerca de mí—. Quiero que te acuerdes de mí todo el tiempo, que sólo quieras besarme y tocarme a mí. Incluso que sólo quieras seguir odiándome a mí, si eso es necesario.

Me pierdo en la profundidad de sus ojos verdes, que me observan como si fuera algo que él realmente anhela. Algo que desea.

Me quiere. Cuando yo pensaba que él trataba de sabotearme, ha resultado ser todo lo contrario y ahora que lo sé no pienso desperdiciar el valioso tiempo que tenemos.

Me olvido de las cámaras del cobertizo, de la carrera amistosa e incluso de mi falsa identidad al tiempo que uno mis labios con los suyos. Esta vez, no por una relación falsa, sino porque lo quiero.

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