🏁 11
Me cubro con la sábana y me pongo la ropa lo más rápido posible mientras Chase sale a atender a quien quiera que nos ha interrumpido.
Aprieto los dientes tan fuerte que me duele la boca. Si no nos hubiesen molestado, no sé qué habría llegado a ocurrir. Bueno, sí lo sé y eso lo hace peor.
Suelto un gemido de disgusto cuando las voces se cuelan en el piso, haciéndome saber que la persona que ha irrumpido aquí quiere entrar.
Me levanto de la cama de un salto ágil y corro a cubrirme con la faja, luego, con mi camiseta, que ahora está hecha un desastre arrugado. Una vez que todo lo importante está cubierto, paso a ponerme los pantalones.
Suspiro con alivio. Mi secreto está a salvo si a alguien se le ocurre entra...
Y, como si me estuvieran oyendo los astros, Ashton abre la puerta del cuarto abruptamente y se cuela, como si estuviera en su casa. Un Chase agitado y preocupado le sigue de cerca, pero se relaja cuando comprueba que estoy completamente vestida.
—¿Ves, tío? —le gruñe Chase— Te he dicho que no estoy con nadie.
Ashton se encoge de hombros mientras me estudia con la mirada.
—No es mi culpa, tienes cara de sexo.
Suelto una risa ahogada que trato de disimular con una tos fingida cuando Chase me mata con la mirada.
—Tu amigo está en sequía, tío. —comento yo, abandonando la habitación.
—Yo creía que había conseguido colar a su novia aquí —Ashton sube y baja las cejas— o, peor, que la estaba engañando con un tío.
—Ya basta.
—Eso sería muy gracioso. —mascullo yo.
—Y que lo digas —sigue Ashton, ignorando a su amigo—, me habría reído de él durante años.
—¿Podemos concentrarnos ya? —la voz de Pete se cuela por la estancia.
Ni siquiera me había percatado de que ha venido junto con Ashton.
—Casi, espera —le guiña un ojo a Chase—. Si la engañas, avísame, que yo la consolaré.
Chase aprieta los dientes con rabia. Yo tapo mi boca para que no vea que estoy a punto de reírme.
—Si estudiaras más y miraras menos a mi novia, te iría mejor, capullo.
Pero Ashton se encoge de hombros, como si fuese un mal sin solución.
—Ya me va bien, ¿para que quiero que me vaya mejor?
—Touché. —respondo yo.
Sí, estoy dándole la razón a Ashton sólo para molestar a Chase. Ya sé que no es muy maduro de mi parte, pero, ¿quién dice que tenga que ser madura con él?
—Savan —la voz de Chase vibra por todo el cuarto—, ¿no tienes nada mejor que hacer?
—Sí —se ríe Ashton—, algo como lanzar dardos a una diana que tenga la cara de Chase.
—Es una idea maravillosa.
—Ay, dios mío. —suspira Pete.
—En serio, vete. —me gruñe Chase.
¿Ah, sí? ¿Eso es lo que quiere Jackson? Pues no se lo daré.
—¿Por qué? Ni que fuerais a hacer una fiesta de pijamas o algo así.
El silencio que le sigue a mi afirmación me hace sospechar de que los he pillado. Les dedico una mirada incrédula a los tres.
—¿Es en serio? —cuestiono, incrédula— ¿No sois un poco mayores?
—¡Eh! —se queja Pete— Las pijamadas no tienen edad.
—Eso, Savan.
Me tapo la boca con una mano para evitar reírme delante de ellos.
—Aplicamos la regla número uno —me recuerda Chase—, la de no estar en la misma habitación que el otro.
Vale, lo pillo, esto es una indirecta (bien directa) para que me largue y los deje tener su fiesta nocturna en paz. Sin embargo, algunos dicen que es mejor tener al enemigo el doble de cerca que al amigo.
—Quiero quedarme.
—¿Qué? —dicen los tres a la vez.
Ruedo los ojos, molesta con su actitud escéptica.
—He dicho que yo también quiero hacer la fiesta de pijamas.
—Pero, ¿no decías que era infantil? —Pete entrecierra sus ojos hacia mí, desconfiado.
—Sí, Savan —Chase aprieta la mandíbula—, deberías ir a hacer cosas de mayores a otro sitio.
Me encojo de hombros, nada dispuesta a ser yo quien pierda esta batalla.
—He cambiado de opinión.
—No puedes hacer eso. —protesta Chase.
—¡Sí puedo!
—Vete.
—No.
—¿Podemos calmarnos? —interrumpe Pete, temeroso.
—¡No! —le gritamos los dos a la vez, haciendo que retroceda.
—Te irás. —sentencia él.
—¿A dónde? Dime. —lo reto yo.
—A cualquier otro sitio.
—No quiero.
—¡Este es mi cuarto! —sus fuerzas están decayendo. Voy a ganar enseguida.
—Lastima que este también es mi cuarto.
Y, sin más, salto sobre la cama de Chase, como si no hubiese estado unos minutos antes aquí mismo acostada gimien-
No vayas por ahí, Savannah.
—Está bien —Ashton se encoge de hombros—, ¿empezamos?
Una lenta sonrisa victoriosa se extiende por mi rostro al tiempo que Chase ruge tan fuerte que parece que quiera provocar un terremoto. ¿Creías que me podías ganar, Jackson?
—¡Sí! —grita Pete, ajeno a nuestra pelea no verbal— Vamos a empezar ya.
Los tres se sientan sobre la cama de Chase, aunque no logran hallar una postura cómoda por la longitud de sus piernas. Este es el único momento en el que agradezco no haber nacido muy alta. Primera y última vez.
—¿Qué haremos? —cuestiono, ocultando cualquier rastro de emoción.
Pero lo cierto es que si estoy algo emocionada. Mi noche iba a ser deprimente si me hubiera quedado sola porque sólo habría podido pensar en que alguien está intentando que no logre llegar a la Speed 1 y que me costará mucho lograr mi plaza con una carrera menos, sin embargo, la «fiesta de pijamas» (como ridículamente la llaman ellos) podría despejarme un poco.
—Primero, vamos a jugar a las cartas.
Pete saca una baraja de póker y empieza a repartir con parsimonia. Sin embargo, lo que yo creía que iba a ser una partida tranquila cambia en apenas unos minutos.
—¡No te tocaba a ti! —le grita Chase a Ashton.
—¿Y tú qué sabrás de turnos?
—¡No es tan complicado! —sigue él, iracundo— Era mi turno, no el tuyo. Has hecho trampas.
—Y una mierda.
—Y una mierda tú, tío. Esta partida ya no vale.
—¿Podemos relajarnos? —cuestiona Pete cuando ve que Chase va a mezclar todas las cartas. Digno de una rabieta de crío pequeño.
—No, Pete, no podemos. —le responde con molestia.
Pongo un dedo sobre mi boca para que no se den cuenta de que me estoy riendo o el ataque pasivo-agresivo de Chase podría recaer directamente sobre mí. Anotaré en mi lista mental nunca cabrear a Chase Jackson con un juego de póker.
—¡Tío! —grita Ashton cuando Chase arruina la partida mezclando las cartas— No sabes perder, en serio.
—Todavía no había ganador. —recuerda Pete, siempre ignorado.
—Yo sí sé perder, tú no sabes jugar.
—Vete a la...
Está bien, debo cortar esta rivalidad antes de que acaben dándose golpes y destrozando lo poco que hay de cuarto. Así, decidida, me aclaro la garganta y llamo su atención. Los monos dejan de pelear.
—Tengo una idea mejor.
No sonrías malévolamente, Savannah, o nadie te escuchará.
—¿Qué idea? —la mirada de Chase ya es sospechosa, cautelosa. Mierda, seguro que se me ha escapado alguna sonrisilla malvada sin querer.
—Eso, ¿qué idea, Savan? —repite Ashton. Ya han olvidado su momentáneo conflicto.
Pete, el único que parece tener coherencia en esta sala, me dedica una mirada agradecida, siendo él sólo el que se ha percatado de mi plan conciliador. Ah, no entiendo porque la OTAN no me contrata.
Me pongo en pie y voy hasta mi armario de cosas. Meto la mano sin sacar nada y rebusco a ciegas... Ah, aquí sólo hay compresas, eso no es. Tampones tampoco, cuchillas de afeitar... ¡Bingo!
Saco el artículo con cuidado de no tirar nada que me delate y, cuando los miro a ellos, juro que rezo por no haberme equivocado y haber sacado un sujetador en su puesto. Gracias a diosito, ese no ha sido el caso.
Los tres chicos me miran con la boca abierta, como si no se pudiesen creer esto de alguien tan digno como Savan Anderson.
—¿Alcohol? —tartamudea Pete.
—Y del bueno. —respondo yo.
Chase desliza una sonrisa malévola por su rostro mientras que Ashton simplemente frunce el ceño.
—Simplemente, quieres emborracharte porque alguien está jodiendo tu carrera, ¿no es así? —Ashton hace que me dé un tic nervioso en el ojo.
Por suerte, Pete le da un codazo y le susurra que no puede decir eso a los demás.
Sin embargo, Ashton tiene la razón. Sería feo de mi parte no admitir que estoy destrozada por dentro, que mi sueño podría hacerse trizas si no aprovechaba la oportunidad de la Rallis para conseguir un puesto fijo en la Speed 1 y, así, anunciar que soy mujer para poder cambiar las reglas. Mi sueño no sólo me ayudará a mí, también a muchas otras chicas que están en mi situación y, por eso, me tiene que salir bien.
—Ashton tiene razón —murmuro mientras abro la botella—, pero vosotros también tendréis vuestros problemas, ¿no?
—Pues sí. —admite Ashton, quitándome la botella y bebiendo directamente de ella.
—¡Guarro, no chupes! —se queja Pete.
Chase está tan mortalmente callado que casi creo que le ha dado un infarto raro si no fuera porque no me quita el ojo de encima. Y, bueno, no nos mintamos, su mirada me manda una onda de calor hacia todo el cuerpo.
Rompo el contacto visual y le arrebato la botella a Ashton para darle un trago de la misma forma que ha hecho él.
—Genial —protesta Pete—, beberemos todos con microbios.
—No seas tonto. —se queja su amigo.
—No lo soy. Más os vale no tener mononucleosis.
—¿Mono qué? —repite Ashton, frunciendo el ceño.
Cuando Pete está a punto de soltarle un párrafo acerca de una enfermedad de la cual no quiero saber, decido cortar el rumbo de la conversación.
—¿Tú no bebes, Chase? —lo miro mientras juego con la botella en mis manos.
Él me sostiene la mirada, dejándome claro que acepta el reto. Toma el alcohol y bebe durante un largo rato. Mañana me odiará por el dolor de cabeza que va a tener, pero supongo que eso hoy no importa.
Me dejo caer sobre la cama de nuevo y doy una palmada para atraer la atención de todos, aunque ya me estaban mirando de todas maneras.
—Así es el juego —me aclaro la garganta, dramática—, uno dice una cosa y, si la habéis hecho, debéis beber. Lo importante es que debéis ser altamente sinceros o seréis expulsados.
—Está bien —acepta Ashton—, yo empiezo. Yo nunca he arruinado una partida de póker porque sabía que iba a perder.
Pete y yo reímos mientras que Chase bebe con mirada asesina especialmente dirigida a un Ashton furioso.
—Lo sabía.
—Me toca —dice Chase rápidamente—. Yo nunca he sentido atracción por alguien de este círculo.
Cuando sus ojos no abandonan los míos, sé exactamente lo que está haciendo. Mientras le dirijo una mirada mordaz, tomo la botella y bebo bajo la atenta mirada de todos.
Sin embargo, antes de pasar el turno a otra persona, Chase también bebe. Sin dejar de observarme, sus ojos verdes se oscurecen mientras el líquido cae por su garganta. Nos ha dejado al descubierto.
—¿Estáis liados? —cuestiona Ashton con esperanza— ¿Has dejado ya a Savannah libre?
—Que dejes a mi novia, zoquete.
—Mi turno —chilla Pete—. Yo nunca he robado un maniquí de una tienda.
Se hace un silencio extraño, entonces, Pete bebe.
—¿Tú entiendes el punto del juego? —lo critica Ashton, él se encoge de hombros.
—Es mi turno ahora —suelto un suspiro, es mi oportunidad de oro—. Yo nunca he encerrado a alguien en un cobertizo.
Cuando veo que Pete bebe sin pensárselo, mis ojos se ensanchan. Automáticamente, todas las miradas se dirigen hacia él, como culpable.
Siento mi corazón estrujarse por dentro hasta que... Pete sonríe con hipo de borracho incluido antes de pronunciar:
—Fue una vez a mi hermano, quería comerse mi porción de tarta.
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