🏁 10
No me molesto en ocultar las lágrimas delante de Chase, no cuando estoy tan jodida. Mi sueño está perdido por su culpa.
—¿Por qué lo has hecho? —cuestiono, con voz rota.
Chase luce confuso, pero sé que es una fachada para seguir engañándome.
—¿Qué se supone que he hecho, Savannah?
—No te hagas el inocente.
Él atraviesa la sala y corta la distancia que nos separa.
—No he hecho nada, sólo sé que no te he visto en la carrera.
—En la carrera que casualmente has ganado, ¿no es así? —rio sin gracia— Qué casualidad.
Su mirada se vuelve seria ante mi sarcasmo.
—No sé de qué me estás hablando —luce frustrado—, no sé qué ha pasado.
Seco mis lágrimas con rabia y golpeo su pecho, presa de la ira.
—Me has encerrado en un puto cobertizo para poder ganar la carrera —bramo—, ¡dilo!
Las facciones de Chase se tornan incrédulas, como si no supiera de que le estoy hablando. Mentiroso, traidor. Esto no se lo perdonaré jamás.
—Crees que yo te he encerrado para ganar la carrera amistosa.
—No lo creo, lo sé.
Ahora, su ira hace juego con la mía.
—¿Y por qué lo sabes, Savannah? —reduce su tono de voz como una amenaza silenciosa— ¿Acaso me has visto hacerlo?
—No, pero...
—¿Entonces? ¿Por qué he tenido que ser yo? ¿No te cansas de hacerme el enemigo?
Le lanzo una mirada de incredulidad que está cargada de veneno. ¿Cómo se atreve? Obvio que es el enemigo si no ha hecho otra cosa que fastidiarme.
—¿Quieres no ser el enemigo, Chase? —lo empujó de nuevo— ¡Pues empieza a comportarte como tal!
—Yo no te he encerrado en el cobertizo y, ¡joder! Tampoco fui yo quien rompió tu moto en la Speed 1.
Esta vez, es mi turno de lucir confusa.
—No te atrevas a m...
Chase pone una mano en mi boca, impidiéndome continuar con mi discurso agresivo.
—Te oí hablar ayer con tu padre, ¿vale? —admite, todavía enfadado— Le dijiste que yo fui quien saboteó tu moto, pero no es así. Sé que nunca te crees nada de lo que digo, no sé ni porque me molesto en hablarte.
Aparto su mano para poder expresarme, pero me he quedado en blanco. Cuando noto su mirada inquisitiva, me fuerzo a decir algo coherente.
—Si no has sido tú, ¿quién me está saboteando la carrera entonces?
Él se encoge de hombros.
—No lo sé, quizás, deberías revisar con quién te juntas.
Un chispazo de ira brota otra vez en mi interior.
—¿Te atreves a insultar a mis amigos? —niego, incapaz de creerlo— ¡Tu maldito amigo me tira la caña sabiendo que estoy contigo!
Sí, la relación es ficticia, pero el hecho es el mismo.
Mis palabras también surten efecto en él porque tensa su mandíbula y se acerca más a mí. Me da tanto miedo volver a sentir algo en su cercanía que me obligo a poner una mano entre los dos, tratando de hacer la distancia más grande.
—Ashton será un asqueroso —de nuevo, su tono es filoso—, pero jamás me encerraría en un lugar para ganar una carrera.
—¿Estás intentado culpar a Shane?
—Dime, Savannah, ¿a cuántas personas viste antes de que alguien te dejara allí?
—A Shane, Marvin, Matheo, Ashton y... —le dedico una sonrisa irónica—, casualmente, a ti también.
—Viste a Shane antes de que te pasara eso y, casualmente, como tú dices, también fue quien te ayudó con la moto cuando supuestamente yo la rompí. Dos casualidades con la misma persona, ¿eh?
Niego con la cabeza. No lo dejaré que llene mi cabeza de mentiras contra la única persona bondadosa en esta maldita academia de condenados. Jamás lo dejaré que me manipule así.
—Shane es un buen amigo, déjalo ya en paz. No ha sido él, sé que has sido tú. ¡Joder! —tiro de mi pelo— Tú mismo dijiste que querías ganar la Speed 1 por tus padres. Conseguiste la novia y ahora tendrás la plaza en la carrera. Felicidades.
Aunque parezca un discurso anímico, no puede sonar más depresivo en mis labios. Y, bueno, no me culpo, me encuentro de todo menos animada.
—¿De verdad crees que yo quiero ganar a costa de sabotear a los demás? —el dolor nubla su rostro— No sabes una mierda, Savannah.
Pongo mis brazos en jarras. Su nuevo discurso me deja boquiabierta y no para bien.
—¿Qué es exactamente lo que no sé, Chase?
Él aparta mi brazo de su cuerpo y se acerca a mí. Mi respiración se corta involuntariamente, siempre me pasa cuando lo tengo cerca y no hay vez que no me maldiga a mí misma por esa reacción tan inoportuna.
—No te das cuenta de que las personas como tú y como yo no caemos bien —me susurra—, o nos tiene cerca por conveniencia o por miedo, pero nunca por amabilidad.
—¿Y cómo se supone que son las personas como nosotros?
—Talentosas.
Su confesión me hace parpadear varias veces, replanteándome si realmente ha ocurrido o solo estoy en una de mis ensoñaciones. Sin embargo, es mi latido desenfrenado el que me hace darme cuenta de que estoy bastante lejos de estar en un sueño. Esto es muy real.
—¿Me estás llamando «talentosa» sin que nadie te apunte con una pistola? —elevo una de las comisuras de mis labios— Inesperado.
—¿Crees que no puedo admitir o reconocer que sabes pilotar?
Me encojo de hombros, tratando de aligerar la situación porque mi insensato cuerpo se está empezando a sentir caliente.
—Eres muy impredecible.
—Sí, pero no soy un tramposo.
Mi actitud segura decae. ¿Hay realmente alguna posibilidad de que no haya sido él? ¿Aunque sea la más mínima? Dios, mi cabeza no puede estar más liada en estos momentos. Pero, ¿y si estoy cometiendo un error?
—No sé si seré capaz de creerte.
—Lo harás eventualmente —pasea su mano por mi cabello corto y luego por mi mejilla—. Ahora, dime, Savannah, ¿dónde dormiste anoche?
—No es de tu incumbencia.
Seca, directa, al grano. Así es como tengo que mostrarme si no quiero acabar de nuevo sobre él en su cama besándolo. Y, por supuesto, eso no puede volver a pasar.
—No dormiste en el cuarto, lo sé porque no te vi. —continúa.
—Felicidades, Sherlock —le guiño el ojo con socarronería—, eres un detective maravilloso.
Su mirada se enciende con furia. Entonces, Chase desliza su mano por mi cuello y trata de seguir descendiendo.
—Estás muy chistosa hoy.
—Quizás, he dormido con Shane —le dedico una sonrisa falsa—, o a lo mejor con tu amigo Ashton.
La ira no hace más que crecer en su rostro. Perfecto. Esta partida la gano yo, Jackson.
—Si eso fuera cierto, todos sabrían de tu secreto.
—O tal vez he cambiado mi identidad por algo de sexo casual —me encojo de hombros, haciéndome la interesante—. ¿Quién sabe?
—No sabía que estuvieras frustrada sexualmente —es su turno de reír—, me lo hubieras dicho y no te habrías tenido que ir tan lejos.
Sus dedos rozan el inicio de mis pechos, haciéndome soltar un suspiro. Me maldigo al instante por permitirme esto, pero no soy capaz de moverme ni un milímetro.
—No quiero nada de ti, Chase. —mi voz sale cortada.
—¿Estás segura de lo que dices, Savannah? —se acerca a mi oído— Porque tu lenguaje corporal me comunica cosas diferentes de las que tu boca suelta.
—Estoy muy segura. —miento. Y el maldito lo sabe.
Es por eso que Chase se aleja de mí y rompe el contacto. El frío se cuela por mi cuerpo, haciéndome echar de menos su tacto.
Cuando se da la vuelta para irse, hago algo que no esperaba hacer jamás. Algo de lo que la futura Savannah ya se arrepentirá eventualmente. Tomo a Chase por el brazo antes de que se esfume y lo acerco de nuevo a mi cuerpo. Él me observa con una mueca sorprendida, pero no se aparta, simplemente aguarda a que yo haga algo.
Siento el miedo colarse por mi cuerpo lentamente, recordándome quien es él y quien soy yo, pero la atracción es más fuerte que la inseguridad. Además, yo he sido la que lo ha frenado antes de marcharse, ¿no es así? Haré que valga la pena.
Sacudiendo mis pensamientos de mi mente, enredo una de mis piernas en su cintura y acerco mi boca a la suya. Chase tarda exactamente dos segundos antes de apoyarme contra la pared y atacar mi boca con fiereza. Mis extremidades tiemblan ante el mar de sensaciones que me provoca su cuerpo firme y duro contra el mío.
¿Sé que me voy a arrepentir en un futuro no muy lejano? Sí. ¿Me importa ahora mismo? En absoluto. Y mucho menos cuando Chase cuela su mano por dentro de mi camiseta y masajea uno de mis pechos.
Arqueo mi espalda contra él, dándole más acceso a mi cuerpo. Lo quiero a él y lo quiero todo por irracional que sea. Chase parece captar la idea que transmito porque me hace subir sobre él y me carga en peso hasta la habitación. Sólo cuando estoy tumbada sobre su cama, se atreve a mirar para hablar.
—¿Estás segura?
Parpadeo, sorprendida. No esperaba que fuese a ser gentil. Chase, haciendo algo gentil.
—Sí.
—No quiero que luego te vayas.
—¿Qué? —mascullo, confusa y todavía agitada.
—Que necesito que me digas que estás segura porque no quiero que tengas que irte corriendo como ayer.
—Yo no...
—Sé que dormiste en la bañera, Savannah. —sus ojos me estudian, como si quisiera leer la verdad en ellos.
—Lo hice. —admito, derrotada.
—No quiero hacer nada contigo si después vas a estar incómoda.
Pero yo niego con la cabeza. Retrasar este momento sólo hará que la tensión crezca hasta que en algún inevitable momento tengamos que hacerla estallar. Sin embargo, si exploramos esta sensación ya, quizá las ganas se esfumen y pueda sacar al maldito Chase Jackson de mi cabeza.
Operación Olvidar a Chase de una vez iniciada.
—Estoy segura.
Él me estudia por unos largos segundos, dándome tiempo suficiente para arrepentirme. Cuando ve que no me voy a echar atrás, se coloca sobre mí con cuidado de no aplastarme y vuelve a juntar su boca con la mía.
A continuación, siento sus besos por todo mi cuerpo: por mis mejillas, por mi cuello, por mi pecho... Entonces, saca mi camiseta y yo hago lo mismo con la suya. La faja que me hace parecer un hombre es lo próximo que vuela y acaba en el suelo de la habitación. Ahora mis pechos están expuestos a él, que, para mi vergüenza, los mira con deseo y adoración. Pero no tengo tiempo de pensar mucho en ello cuando Chase toma uno de ellos y pasa su lengua por mi punto más sensible, haciéndome soltar un ruido extraño. Luego, masajea el otro con sus dedos.
Mi centro se siente más húmedo y sensible con cada segundo que pasa hasta que ya no puedo más. Lo aparto de mí y saco mis pantalones, él me imita también.
Llevo deseándolo tanto tiempo que yo misma soy quien saca la última prenda de ropa que cubre su cuerpo, dejándolo desnudo frente a mí. Observo su longitud mientras me muerdo el labio, él gruñe por la anticipación. Dios, daría lo que sea por volverlo a escuchar gruñir así.
Chase no pierde el tiempo y se lanza para besarme, pero yo tomo su miembro y lo masajeo de arriba a abajo, haciéndolo suspirar. Él aparta la tela de mis bragas y acaricia mi zona sensible durante un rato antes de introducir un dedo en mi sexo.
Todo en mi vibra mientras él mete y saca sus dedos en círculos, con lentitud y paciencia. Sus ojos verdosos examinan los míos, oscurecidos por el placer.
Siento que estoy a punto de terminar, por eso, me retuerzo contra él y dejo salir de mi boca sonidos que jamás me había permitido soltar.
Entonces, cuando estoy a punto de ver las estrellas, alguien llama a la puerta.
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