🏁 1

Mierda, la he liado.

Debería haber ignorado esa carta y haberla tirado a la basura cuando pude. Pero no lo hice y ahora estoy parada como una estúpida frente a la puerta de la escuela Rallis, la mejor del mundo.

La ilusión se entremezcla con el miedo, haciendo que mi corazón se acelere dentro de mi pecho.

Esto no está bien, nada bien.

Tomo mi pesada maleta con una mano y decidido entrar, pues de todos modos ya no hay vuelta atrás ahora que he cogido un avión hasta California y mi padre me ha pagado la matrícula. Él no ha aprobado mi farsa acerca de mi identidad, pero tampoco ha querido frenarme ahora que he logrado entrar a Rallis.

Este es nuestro sueño. Y por fin se está haciendo realidad.

Camino a paso lento por los pasillos sintiendo el peso de algunas miradas curiosas y varios cuchicheos. Me dan ganas de gritar «sí, chicos, soy yo, la ganadora de la Speed 1», pero no lo hago porque no creo que un hombre haga algo como eso. Y yo ya no soy Savannah Anderson, ahora soy Savan. Si quiero sobrevivir, debo acordarme de eso en todo momento.

Cuando llego a la oficina del director, toco un par de veces antes de pasar. Se trata de un cuarto pulcro y ordenado, con tan sólo un escritorio y tres sillas. Todo esta pintado en blanco y negro (incluso el traje del hombre frente a mí) lo cual me hace sentir como en una película antigua. El director, un hombre calvo, elegante y de barba pronunciada, me saluda y me hace sentarme.

—¿Es usted Savan Anderson, señor?

Si usted supiera...

—Sí, ese soy yo.

Cuadro mis hombros como tantas veces he practicado en el espejo para parecer más firme y segura de mí misma. Estos meses de entrenamiento deben dar su fruto ya.

El hombre asiente y se gira desde su silla para sacar unos papeles de un cajón. Aprovecho para observar la placa que tiene en la mesa, en donde pone su nombre: «director Fitzpatrick». Contengo la risa cuando pienso que su nombre va totalmente acorde con su aspecto físico: remilgado y escrupuloso.

—Debe firmar estos papeles donde acuerda que acepta estudiar aquí y competir en nuestro nombre.

—Por supuesto.

Me tiende un boli y yo lo tomo con manos temblorosas. Leo todos los documentos en donde aparecen también datos ficticios como mi dni de hombre. Siento un nudo de nervios cerrándome el estómago, ¿estoy realmente haciendo esto?

—Ah, y por supuesto su firma también significa que corrobora que todos sus datos son verdaderos.

El director Fitzpatrick no lo puede ver, pero juraría que ahora mismo me caen enormes gotas de sudor por la frente.

Sin embargo, ya hay vuelta atrás. Llevo meses planeando esto. Debo seguir adelante y tragarme mis dudas.

Mi mano tiembla un par de veces más sobre la hoja perfectamente impresa a ordenador. Entonces, firmo.

Cuando acabo, aparto el papel de mi vista, pero aún así el peso en mis hombros no desaparece. Siento que estoy tomando la decisión correcta y a la vez no porque, joder, este es mi sueño, pero no se siente bien cumplirlo de manera tan poco legal.

Aunque, pensándolo bien, ¿qué culpa tengo yo de que ellos no sepan ver el valor de una mujer? Les enseñaré lo que Savannah Anderson puede hacer sin la necesidad de haber nacido con el sexo masculino.

La enorme sonrisa y el repiqueteo impaciente de los dedos del director Fitzpatrick me saca de mis pensamientos.

—¿Estás bien, Savan? Luces un poco pálido.

Trago saliva. Nada está correcto, pero debo proyectar la impresión contraria para que mi plan funcione. Mi futuro depende de mis nulos dotes de actriz, vaya plan.

—Todo en orden, director.

Su ceño se frunce un poco, más no comenta nada al respecto. En su puesto, toma unos papeles y me los tiende. Voy a terminar con la cabeza loca de tanta letra junta.

—Aquí están tus horarios, debes atender a todas tus clases sin falta, ¿entendido?

—Por supuesto —contengo la respiración, llega la peor parte—. Y, ¿dónde dormiré?

El director oculta una risa. Quizá, cree que mi pregunta se debe a que estoy cansada, cuando la realidad es que estoy asustada hasta la médula de pensar que alguien podría descubrir mi secreto con algo tan cotidiano como estar en la ducha. Aún así, me mantengo firme en mi papel.

—No debes preocuparte —su mirada se vuelve cálida, casi paternal—. Las habitaciones son compartidas, dos personas por habitación, tú ya tienes a tu compañero instalado. Que suerte, ¿no?

Oh, dios, no. Pues claro que no.

Cruzo los dedos para que me toque con Shane, el único chico simpático que atenderá Rallis este año. Nos conocimos en mi primera competición y me ayudó con un problema en mi moto, sin embargo, no sabe nada de mi secreto. Creo que Shane es la única oportunidad que tengo de sobrevivir a este año sin que me descubran.

—No tengo idea —suspira con cansancio—, apenas puedo recordar vuestros nombres.

—Está bien. —le dedico una sonrisa forzada y tomo todos mis papeles del escritorio.

—Ten un buen día y bienvenido a Rallis. —me dice, entusiasmado.

—Gracias.

—Oh, y si necesitas ayuda con cualquier cosa, no dudes en venir.

Me despido del director Fitzpatrick con una mueca tensa y salgo de su despacho. Nada más salir, casi soy derribada por Shane.

—¡Eh, tío! —me da un golpe tremendo en el brazo.

Finjo que no me acaba de hacer un moretón que necesitara asistencia médica y le devuelvo el puñetazo.

—¿Qué hay, Shane?

—Acabo de llegar, estoy a punto de instalarme. —señala su maleta.

—Yo también. ¿En qué habitación te ha tocado?

Mi corazón late con esperanza. Vamos, por favor, diosito, nunca te pido nada, tan sólo dame esto.

—En la 352.

Asfixiada por los nervios, leo mis papeles para ver en cual voy yo. En el primero, sólo dice tonterías sobre el edificio y, en el segundo, salen mis horarios nada más. Cuando estoy a punto de tirarme de los pelos (o de los pocos que tengo ahora que voy disfrazada de hombre), Shane arquea una ceja y me señala el número de habitación en el papel que tengo justo delante.

—Oh, claro, ya lo estaba viendo yo. —miento como una bellaca.

—A veces eres bien raro, Savan.

Voy a sonreírle, pero mi buen humor se queda atascado cuando leo el maldito número. La 353.

—Mierda, no vamos juntos.

Y, aunque trato de sonar ligera, por dentro estoy gritando y llorando. Mis oportunidades de que no me descubran son casi nulas. Estoy perdida.

—No importa —se encoge de hombros y empieza a caminar—, estamos al lado.

Claro, para él es fácil decirlo, él no es una mujer haciéndose pasar por un hombre en una academia a la que claramente no puede asistir.

—Ya, pero no es lo mismo.

—Oh, Savan —despeina mi cabello con malicia—, no te pongas así. Me haces sentir gay.

Sonrío y lo empujo con las ruedas de mi maleta.

—Tú eres gay, Shane.

—Lo sé, pero no me suelo sentir como uno.

Ruedo los ojos y alzo mi maleta, pero no para golpearlo (aunque me encantaría), sino para subirla por las escaleras hasta nuestro cuarto.

—Para ser la mejor escuela del mundo, podrían haberle construido un ascensor. —comento, casi sin respiración cuando vamos por el segundo piso.

—No seas perezoso, maldito. Sólo queda un piso.

—No lo soy, sólo daba una sugerencia.

—Y, ¿tú eres el que gana todas las malditas carreras? —se mofa.

—No es mi culpa que tú seas algo lento.

—Yo y, aparentemente, Chase Jackson.

La mera mención de su nombre hace que todo mi cuerpo se tense sin siquiera poder disimular. Chase Jackson solía ser el ganador indiscutible de la Speed 1 antes de que llegara yo. Al haber robado su título y el amor de la prensa, su odio hacia mí es inmenso. Si Chase descubriera mi secreto, no dudaría en usarlo para arruinar mi carrera.

—Cambia esa cara —se queja Shane—, pareces haber visto un fantasma.

—Parezco haber sido poseída por un Chase Jackson.

Shane se ríe, pero sus mejillas se vuelven ligeramente coloradas.

—Quitando tu rivalidad con él, está muy bueno.

—Para nada. —bufo con enfado.

—Miéntete como quieras, pero vuelve locos incluso a los hombres hetero.

—Yo soy un hombre heterosexual y te aseguro que no estoy loco por él, ni de lejos.

Shane suelta un grito dramático y finge desmayarse, yo ruedo los ojos.

—Tú eres un hombre raro, Savan. Yo daría lo que fuera porque Chase me...

—¡Suficiente! —mi voz sale más aguda de lo que pretendo, provocando una risa por parte de mi amigo.

Lo último que necesito ahora es una charla sexual donde uno de los participantes es mi mayor enemigo.

—Serás puritano.

—Lo que tú digas, Shane.

Nos paramos frente a las respectivas puertas de nuestras habitaciones. Desde aquí, el número 353 parece reírse de mí, recordándome que no sé con quién tendré que pasar el resto de noches durante unos nueve meses. Ay, madre mía, ¿por qué creí que esto sería buena idea?

—Esta noche hay una fiesta de bienvenida, ¿vendrás? —me pregunta antes de abrir su puerta.

—Supongo. —suspiro, incapaz de calmar mis nervios.

—Oh, vamos, no seas así —me reprende—. Estás cumpliendo tu sueño y tienes más humor de funeral que de fiesta. ¿Te pasa algo?

Me encojo de hombros, tratando de aparentar algo de más calma. Soy una mentirosa pésima, no sé cómo he llegado tan lejos.

—Es un cambio muy brusco, quiero adaptarme bien a la intensidad de Rallis, sólo es eso. —miento.

La culpabilidad debería de azotarme por ser así de cruel, pero no me llega ninguna emoción de ese estilo. Ellos me han obligado a mentir por sus reglas tan injustas.

—Te adaptarás, eres un piloto increíble para el poco tiempo que llevas en este mundo.

—Gracias, Shane —le dedico una sonrisa pequeña y sincera—. Te tendré en cuenta cuando sea millonario y famoso.

—Más te vale —me guiña un ojo—. Llámame cuando te desocupes para ir a la fiesta.

—Está bien.

Y, con eso, se adentra en su nuevo cuarto, dejándome sola.

Decir que tengo miedo es quedarse más que corto, estoy temblando de pavor. Ya que es imposible que me toque con Shane, rezo porque sea alguien amable o alguien que apenas esté en el cuarto. Quien sea menos...

Abro la puerta. La manilla se gira soltando un chirrido feo y potente.

—¿Quién anda ahí? —cuestiona desde dentro una voz varonil y ronca.

Con un sólo dedo, hago que la puerta ceda y se abra.

Tomando mi maleta, me cuelo en las profundidades de la que será mi nueva casa. En medio del pasillo, me quedo quieta. Mis ojos conectan con los suyos antes de soltar una maldición que haría a mi padre taparse los oídos con miedo.

Chase Jackson es mi maldito compañero de cuarto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top