(8)
Dadas las circunstancias, lo que le preocupaba a Milk era que no fuera precisamente escribir a lo que quisiera dedicar toda la noche, ella volvió al trabajo, pero no pudo evitar observar a Goku de reojo cuando este volvió a la mesa con las tres mujeres. Al cabo de un rato, llegaron dos amigos de él, y Goku los presentó al grupo a partir de ese momento pareció distraerse de la conversación, y cada vez que Milk miraba en su dirección, lo descubría observándola.
Ni siquiera necesitaba dedicarle unas de sus sugerentes sonrisas para que ella lo encontrara irresistible era el hombre más guapo que conocía, y por mucho que estuviera preocupada con la universidad o que supiera que él tonteaba con todas, no podía dejar de desearlo. ¿Le habría ofrecido Goku ayuda para llevársela a la cama? Quizá sí pero lo importante era que ella estaba decidida a impedirlo. Consiguió marcharse cuando estaban a punto de dar la una para entonces, los amigos de Goku y las mujeres se habían ido, mientras que él, que llevaba ya horas bebiendo solo agua, la estaba esperando.
–Así que tu casa está cerca –comentó Milk, al llegar junto a él a la vez que se
cargaba la pesada mochila a la espalda. Necesitaba mantener la conversación en un terreno neutro en lugar de hacer lo que más le apetecía: acurrucarse contra él y dejar que hiciera con ella lo que quisiera.
Goku se limitó a asentir, efectivamente, su casa estaba prácticamente al final de la calle, a la vuelta de la esquina, en una pequeña calle de casas antiguas que habían sido renovadas, cada una a su estilo, pero todas con un gusto exquisito. Debían valer una fortuna.
–¿Por qué vives aquí? –preguntó ella, refiriéndose a un barrio alternativo y bohemio, en lugar de una de las exclusivas urbanizaciones que Goku podría haber elegido.
–Me gusta la atmósfera además, es céntrico y hay muchos restaurantes.
–¿No cocinas?
–Raramente.
Ella esperó a que él abriera la puerta, temiendo haber cometido un error, le costaba creer que fuera a poder concentrarse teniéndolo al lado.
–Permite que te la enseñe –sugirió él, ya en el vestíbulo de suelo de madera.
–No hace falta –señaló ella, estaba arrepentida. Debía haber escrito cualquier cosa para salir del paso usando los libros de texto que tenía en su piso.
–Claro que sí. Si no la ves ahora, sentirás curiosidad y no podrás concentrarte.
Milk no pudo evitar sonreír.
–¿Lo dices porque todas las mujeres sienten curiosidad por ver tu
dormitorio?
–Exactamente –admitió él–. La cocina y el comedor están en este lado.
Fueron hacia el fondo de la casa, que daba a un jardín que la oscuridad impedía ver aunque Goku no cocinara, tenía una cocina perfectamente equipada.
–El servicio de invitados está por aquí –Goku la rozó al pasar a su lado para abrir una puerta que quedaba enfrente–. Hay dos habitaciones más, una es mi despacho; la otra, una biblioteca y lugar de trabajo de mi ayudante –añadió, abriendo las correspondientes puertas.
Milk entró en la que había descrito como biblioteca.
–Tienes una sección completa dedicada a libros para niños –comentó, sorprendida.
A Milk le hizo gracia el orden que reinaba en los estantes y concluyó que
Goku no había bromeado al mencionar su trabajo como ayudante de biblioteca, sacó uno de los libros y lo abrió, en la primera página, con letra infantil, estaba escrito "Goku Son".
Él suspiró. –Me gusta leer.
–¿Y te gustan los niños?
–A veces –admitió él, y al tiempo que devolvía el libro a la estantería, se apresuró a añadir –: Pero no pienso tener hijos, ya hay por ahí demasiados, traumatizados por padres mezquinos.
–¿Crees que tú lo eres?
–Sin duda –al ver que ella sonreía, Goku añadió–: Siempre he pensado que uno aprende de sus padres, y los míos no fueron el mejor ejemplo.
–Pero al menos sabes lo que no hay que hacer.
–Nunca es tan sencillo. En mi despacho veo familias disfuncionales a diario y ahora... –Goku salió de la habitación–, mi dormitorio. Al ver que Milk titubeaba, dijo: –No te preocupes, no voy a comerte.
Ella entró, Goku tenía la cama más grande que había visto en su vida.
–¿Por qué es tan alta? –preguntó.
–Porque soy alto.
–Debe ser peligroso caerse de ella – comentó ella pensando que, sentada, no llegaría con los pies al suelo–. Parece una cama del Olimpo.
Aparte de la gigantesca cama, la habitación estaba vacía.
–Me alegra saber que te hago pensar en los dioses griegos.
No era justo que empezara a bromear cuando a ella le quedaba una noche de trabajo por delante pero no pudo evitar tensar la cuerda.
–¿Y qué te inspiro yo?
Goku miró hacia la cama. –Mejor no te lo digo.
–¿Te da vergüenza? –bromeó ella.
–No quiero avergonzarte a ti, que es distinto.
Ya era demasiado tarde.
–Después de haberte mandado una foto practicante desnuda, dudo que puedas avergonzarme.
–Pero solo era una imagen, no podía tocarte.
Ella se quedó sin aliento al imaginar cómo y dónde fantaseaba Goku que la tocaba. Notó que se ruborizaba al instante.
–Se ve que te gusta provocar con la palabra supongo que lo necesitas como válvula de escape de una vida que has planificado al milímetro. –gruñó ella a la defensiva.
–Me sorprende que te importe –Goku se inclinó hacia ella–. Me temo que no estás segura a mi lado.
–¿Y has esperado a decírmelo cuando estoy a solas contigo en tu casa...?
–Milk sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero no pudo evitarlo. –Y de noche.
Ella desvió la mirada hacia el bonito diseño que bordeaba la parte baja del papel de la pared.
–¿Compraste la casa decorada? –preguntó cambiando de tema.
–No, la diseñé yo –respondió él.
–Pero pensabas en las mujeres que la ocuparían.
–No, pensaba en la cabaña que tenía de pequeño en un árbol. ¿La recuerdas?
Milk la recordaba perfectamente, Lazuli y ella tenían prohibido subir.
–Este dormitorio me da la misma sensación de libertad –continuó él –. Y, para que te enteres, aquí no duerme ninguna mujer.
–¿Porque dedicas otro dormitorio a tus sesiones de seducción? –preguntó, incrédula–. ¿Uno con preservativos y juguetes eróticos?
–No necesito juguetes –se vanaglorió él con una media sonrisa–. Y ya has
visto que no hay más dormitorios.
–¿Quieres decir que eres soltero? –peguntó Milk, fingiéndose sorprendida.
–No, prefiero ir yo a su casa así puedo escaparme más fácilmente por la
mañana.
–¡Mira que eres malo! –bromeó ella sin poder contener la risa.
–Al contrario, soy bueno, las mujeres tienden a estar más relajadas en su propio medio.
–¿Aguantas hasta la mañana o sueles escaparte por la noche a escondidas?
–Jamás –respondió el rubio, dando un paso hacia ella–. No hay nada como el sexo matutino, luego las dejo recuperándose.
–Y soñando con un nuevo encuentro que nunca tendrá lugar –continuó ella, esforzándose por mantener el tono cínico en lugar de aceptar que estaba deseando besarlo y amanecer en su cama.
–¿Por qué estropear un bonito recuerdo? –Goku sonrió–. Una noche es bastante, dos empieza a ser un problema.
Ella pensó que para ella lo sería desde la primera, su única noche con alguien había sido seguida de un espantoso día.
–Y ahora –dijo él, aproximándose tanto que Milk apenas podía respirar–, ponte a trabajar en el despacho o en la biblioteca. Mientras lees, yo reuniré la documentación que necesitas.
Milk suspiró, jurándose que no estaba desilusionada porque no la hubiera
besado, y lo siguió al despacho.
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