(3)
Roshi le dedicó una mirada furiosa pero se suavizó en cuanto vio al hombre que tenía delante, Milk los observó, Goku pareció aún más alto y fuerte cuando se interpuso entre Roshi y ella, y temió que su actuación pusiera su trabajo en peligro, ella podía controlar a Roshi, el rubio ignoró su muda súplica y se volvió hacia Roshi, la pelinegra contuvo el aliento, pero súbitamente, Goku esbozó una de sus encantadoras sonrisas, matizada solo por su natural arrogancia.
–Me llamo Goku Son –Se presentó, tendiendo la mano, sin la menor muestra de incomodidad–. Me gustaría alquilar el local.
–Roshi –se presentó este, estrechándole la mano –. Es un bar muy popular y lo bastante grande como para que no sea necesario cerrarlo por una pequeña fiesta.
–No es pequeña, quiero el local al completo –contestó Goku con calma–. El precio no es ningún problema.
Milk observó el cambio que se producía en Roshi a medida que este evaluaba a Goku: el traje de diseño, el reloj de oro, la autoridad que emanaba...
–Estoy seguro de que podremos alcanzar un acuerdo –habló en un tono radicalmente distinto.
–Seguro que sí –expresó Goku, sonriendo una vez más–. Me gusta la atmósfera de este bar.
Ella vio cómo el encanto Son entraba en acción mientras Goku acordaba una cita con Roshi, era evidente que conseguía todo lo que quería, que estaba acostumbrado a que las puertas se abrieran para él, al igual que las piernas de las mujeres.
Aunque Milk se sintió aliviada de haber salvado su puesto de trabajo, también sintió una violenta irritación por haber sucumbido tan fácilmente, Goku lo tenía todo: dinero, cerebro, encanto, belleza. ¿Sabría lo que era luchar por algo, esforzarse? Ella sí sabía lo que significaba tener que trabajar para conseguir las cosas.
–Te doy dos minutos antes de volver a la barra–ordenó Roshi.
–Claro – respondió mientras él se marchaba. Luego se volvió hacia Goku–: Me temo que vas a tener que cumplir lo del alquiler del local.
–Encantado –expresó, que no parecía alterado en lo más mínimo–. Estoy seguro de que una noche aquí puede ser de lo más divertida.
Milk decidió ignorar el tono insinuante.
–¿Hay algún motivo para que des una fiesta?
–¿Quién necesita motivos? –él se encogió de hombros.
–Es verdad, la vida es una fiesta, ¿no?
Goku rio y dio un paso hacia ella.
–Siento que nos hayan interrumpido, las cosas se estaban poniendo interesantes.
–Las cosas se nos estaban yendo de las manos y lo lamento –corrigió ella, molesta –. Me tomaste por sorpresa.
–Vaya –dijo él tras una pausa–. ¡No quiero imaginar qué puede pasar si te aviso con tiempo!
Ella sacudió la cabeza y le dio la espalda.
–No va a haber otra oportunidad.
Goku le tomó la mano y la hizo voltearse hacia él, ella, a su pesar, lo miró a los ojos y la intensidad que vio en ellos la perturbó sin embargo, y aunque le gustara el sexo, lo concebía como parte de una relación, no como un divertimento de una noche además, tenía cosas más importantes de las que ocuparse, como trabajar, estudiar y, al menos ocasionalmente, comer y dormir además, Goku siempre conseguía lo que quería con demasiada facilidad, y ella no estaba dispuesta a entrar en esa categoría.
–¿De verdad te has creído que la fotografía era el reclamo de una mujer con la que no has hablado en al menos cinco años? –preguntó despectiva.
–No recuerdo que hayamos hablado nunca –dijo él, riendo–. Que yo sepa, Lazuli y tú se paseaban por ahí disfrazadas de góticas, pero ahora que veo las fotografías que me mandaste me pregunto si deberían haber ido como pareja a la fiesta de graduación.
–Nos acompañó el novio de Lazuli.
–¡Ah, un trío! –bromeó él riendo con más fuerza.
–Puede que no te acuerdes, pero Lazuli intentó que me acompañaras.
–Es verdad –admitió él, que pareció recordarlo en ese momento.
Al contrario que él, ella no había olvidado la noche más humillante de su vida, Goku había ido a casa por vacaciones con una rubia perfecta, de ojos azules y aspecto de niña rica; y se habían pasado la tarde en el sofá, besándose.
–Llevabas un vestido de Lazuli –recordó él, pensativo.
–Así es.
A ella le sorprendió que lo recordara, Lazuli le había dejado un vestido rosa, de aire romántico con él había pretendido encajar por una vez en su vida, ser como las demás en lugar de destacar pero había descubierto que el traje no hacía a la persona tenía dieciséis años y nunca la habían besado, había tenido que esperar a los dieciocho, cuando, ya en la universidad, el honor le había correspondido a un chico que la había tratado con dulzura hasta que consiguió lo que quería.
Pero la noche de la fiesta de graduación, había sido tan ingenua como para creer que sería perfecta, que bailaría y la besaría el guapísimo hermano de su mejor amiga sin embargo, el sueño de ser una princesa duró cinco minutos: los que tardó en comprobar que Goku la ignoraba.
–Estabas demasiado ocupado con una rubia exuberante como para contestar –expresó con brusquedad.
–Es verdad – admitió, manteniendo la sonrisa.
Milk recordaba lo mal que le había sentado ser interrumpido, la expresión de deseo en su mirada, el instinto posesivo con el que había sentado a la chica en su regazo, con la mano cerca de sus senos y cómo, por unos segundos, había deseado ser aquella chica.
–Todo eso es pasado –declaró esforzándose por sonar indiferente–. El problema es que seas tan patético como para ver a una mujer en biquini y te lances a conquistarla, aunque sea la misma mujer a la que has ignorado durante una década.
–Hace una década eras una niña –comentó él con picardía.
–Eso da igual –se ofendió.
–A no ser que esa noche fuera significativa para ti –comentó él, sonriendo –. ¿Tenías una atracción con el hermano mayor de tu amiga? –ante la mirada de indignación de ella, se acercó y añadió–: No habrías sido la única.
Aunque fuera verdad, ¡cómo podía ser tan arrogante! Milk sacudió la cabeza con condescendencia.
–A esa edad, las chicas tiene tan poco criterio como los chicos, y se fijan en
lo que tienen más cerca.
–¿Así que tú no tenías una atracción conmigo? –preguntó él con una sonrisa incrédula.
–No tenía tiempo para esas tonterías.
–¿Y con quién solías fantasear? –preguntó Goku en un sensual susurro.
–Con nadie.
–Así que eres rebelde por fuera y santita por dentro –al ver que ella se tensaba, él continuó–: No me extraña que con solo tocarte hayas estallado después de tanta represión.
Ella no pudo contestar porque en el fondo él tenía razón, la abstinencia tenía que haber sido la causa de que hubiera reaccionado como un animal hambriento.
–¿Habrías querido que te acompañara a la fiesta? ¿Por eso me rechazas
ahora? ¿Exploté la burbuja de tu fantasía adolescente?
Él se acercaba tanto a la verdad que Milk se sintió mortificada, pero jamás lo habría admitido.
–Seguro que has estallado muchas burbujas, pero te aseguro que la mía no –respondió en tono indiferente–Siempre he sabido cómo eras de verdad bajo esa capa de supuesto encanto.
–¿Y cómo soy?
–Egoísta, mimado, arrogante, insoportable.
–¿Eso es todo? –tras una pausa, él preguntó–: ¿No quieres añadir que
no me encuentras atractivo?
–¡Cómo puedes ser tan vanidoso!
–Digas lo que digas, me deseas –susurró él, antes de reír–. La forma en que me besaste, no engaña.
–Me besaste tú.
–Pero a los dos segundos estabas enganchada de mi camisa.
–Intentaba separarte de mí.
Goku soltó una carcajada y Milk volvió con paso firme hasta la barra, pero en cuanto se volvió, él ya estaba al otro lado, esperando a ser atendido.
–Será mejor que te vayas –dijo ella–. Tengo que trabajar –añadió, y empezó a cortar rodajas de limón.
–No –dijo él–. Te necesito más que nunca.
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