(24) ~Final~
Las palabras de Lazuli resonaron en la cabeza de Goku a lo largo de la semana siguiente. El recuerdo de Milk lo torturaba. Noche tras noche, se repetía la última conversación que habían mantenido y soñaba con las noches que habían pasado juntos. Ella se había enfurecido con él por no abrirse; aun sí, al menos en un par de ocasiones, sí se había abierto a ella, y Milk le había ofrecido su apoyo con una incondicionalidad que le había derretido el corazón. ¿Por qué entonces ella no aceptaba su ayuda?Hasta aquel entonces, se había limitado a sentir el dolor de ese rechazo, pero había llegado el momento de comprender la verdadera razón. Además, Lazuli tenía razón cuando lo acusaba de apatía. Necesitaba valor.
Un valor como el de Goten, que le impulsara a ir en busca de lo que necesitaba, de la persona a la que más necesitaba. Aquella cuyo amor y cuya risa significaba más que nada en el mundo para él. Entró en el bar y fue directo a la barra en la que estaba Milk. Ella lo miró sorprendida y se ofreció a servirle. Solo verla fue como respirar por primera vez una bocanada de aire fresco después de haber estado al borde de la asfixia.
–Me gusta el pasador del pelo –confesó él, por decir algo.
Milk se llevó la mano al pasador, que había hecho ella misma, y sonrió.
–¿De verdad?
–Me encanta.
–Por ahora no tengo tiempo para un vestuario completo, pero sí puedo
hacer pequeños accesorios.
–Es una gran idea.
–Es poca cosa –respondió ella –, pero tenías razón: lo necesitaba.
–Me alegro por ti –expresó él, deseando que también lo necesitara a él.
Sus miradas se encontraron y Goku estaba demasiado cansado como para seguir fingiendo. No tenía energía para romper la fría pared que se había creado entre ellos; solo quería abrazarla y tenerla a su lado. Para siempre pero Milk se alejó para atender a otros clientes y Goku se sintió desvalido. Ir al bar en Año Nuevo, el día más ajetreado de todo el año, para intentar hablar con ella, había sido un error. Sin tan siquiera tocar la copa que le había servido, se marchó.
La pelinegra alzó la mirada y la dirigió hacia la esquina, rogando que Goku siguiera allí, pero no estaba. Poniéndose de puntillas, justo llegó a ver su espalda cerca de la salida. No, no, no. Aparecía en el bar con aire perturbado y... vulnerable, y luego desaparecía. No podía ser. Ella tenía que decirle unas cuantas cosas que llevaba ensayando en su mente desde hacía días y que estaba decidida a expresar.
Salió de detrás de la barra y se abrió camino entre la clientela, llamando:
–¡Goku!
Inicialmente él no la escuchó y salió a la calle, pero cuando Milk lo llamó por segunda vez, se detuvo y ella corrió para darle alcance. Indiferente a la gente que pasaba a su lado, lo miró fijamente, y al descubrir una profunda emoción en su mirada, se quedó con la mente en blanco.
–Por Dios, no llores –susurró él.
–¡No estoy llorando! –protestó ella. Y se sorbió la nariz. Qué sentido tenía
mentir–. Esta bien, estoy llorando.
–¡Milk! –la llamó Ten–. A Roshi le está dando un ataque de nervios. Tienes
que volver.
–¡Me importa una mierda! –gritó ella de vuelta.
–Deberías volver – Le sugirió él con dulzura–. No quieres perder el trabajo.
–Ya lo sé, pero...
–Y tienes que concentrarte en tus exámenes.
–Tampoco me importan los exámenes.
Goku la miró en silencio, a la espera.
–Bueno, sí me importan –la pelinegra resopló–. Pero en realidad, lo único que me importa de verdad eres tú –admitió en un susurro–. Y no quiero que desaparezcas de mi vida –concluyó a la vez que una lágrima le rodaba por las mejillas.
Goku suspiró y dio un paso hacia ella –Milk, haría cualquier cosa por hacerte feliz. Y si eso significa dejarte, lo haré, aunque sea lo último que deseo.
Milk sacudió al cabeza con molestias –¿Qué te hace pensar que lo mejor para mí es que desaparezcas?
–Es lo que me has pedido.
–Quizá actué como una idiota.
Goku miró a Milk en silencio. –¿Qué quieres que haga? –preguntó finalmente.
–No sé si puedes darme lo que quiero.
–Sé que quieres ser independiente y lo respeto. Si quieres dedicarte al derecho corporativo, me parece genial. Me tragaré mis estúpidos temores y te apoyaré. Si en cambio decides hacer arte y venderlo, me gustaría mantenerte. Puedes pedir lo que quieras.
Ella negó con la cabeza de nuevo. –Lo siento, pero no puedo depender de ti –no podía entregarse completamente a un hombre que no sentía lo mismo que ella.
–¿Quieres que renuncie a todo? –saltó él–. Lo haré. Daré todo mi dinero y hasta la camisa que llevo puesta. Solo quiero apoyarte –concluyó, angustiado.
–¡No comprendes que no quiero tu dinero! –gritó Milk–. Quiero todo lo demás: tu amor y tu apoyo emocional, no económico. Tu fuerza, tu humor, todo lo que te hace maravilloso. Te amo, y solo quiero que me ames.
Goku la miró, perplejo. –¿Por qué nunca me lo dijiste? Nunca me lo has demostrado. Te daba vergüenza desearme.
–Eso no es verdad. ¿Qué querías que hiciera? Jamás has estado con una
mujer más de una semana. Tenía que protegerme a mí misma. No podía pensar en ello más que como una fantasía que acabaría pronto.
Él la miró, inmóvil –¿Qué crees que siento por ti?
–Lujuria.
–Desde luego que sí –él dio un paso hacia ella–. Pero aunque ahora mismo estoy enfadado, también siento admiración y respeto y por encima de todo, amor.
Milk ladeó la cabeza y él le alzó el rostro para que lo mirara a los ojos.
–¿Por qué crees que quiero dártelo todo? Porque te quiero más de lo que
he querido nunca a nadie.
–Goku –susurró ella.
–¿No entiendes que soy la persona adecuada para ayudarte con tus estudios? ¿No sería más fácil sabiendo que puedes hacer conmigo lo que quieras una vez hayas acabado de estudiar, y que podemos estar juntos tanto como queramos?
A la pelinegra le costaba creerlo. Goku masculló algo y, abrazándola, la besó como si fuera la única manera de convencerla y Milk anhelaba dejarse convencer y sentirse segura en sus brazos.
–¿De verdad tengo que regalar todo mi dinero? –preguntó él–. ¿Si fuera un estudiante pobre lo compartirías todo conmigo?
–Desde luego pero no lo eres, por eso es una situación tan desequilibrada
–habló ella con un suspiro de tristeza.
–Pero eso solo es temporal, en un par de años, te habrás licenciado y tendrás un buen salario con el que podrás proporcionarme el estilo de vida al que estoy acostumbrado.
Milk soltó una carcajada. –¿Y cuál es ese estilo?
–Cenas en restaurantes caros cada noche...
–Mejor, una ensalada en el bar de la esquina.
–Sexo todas las noches...
–Y cada mañana.
–También –Goku la besó de nuevo–. Por cierto, tenías razón, hago mi trabajo porque me hace sentir mejor persona. Me gusta ayudar a chicos desfavorecidos porque me reconcilia con el mundo. Así que no debo ser tan mala persona –él suspiró–. Pero tampoco soy bueno del todo, no quiero sentirme demasiado próximo a nadie, y me oculto tras una fachada porque como tú, odio el fracaso; cuando descubrí que la relación de mis padres era una farsa, juré que nunca me casaría, y que no tendría hijos para no fallarles, ya no tengo opción, cariño, no me interesa nadie más, quiero que lo nuestro funcione. Me haces mejor persona.
–Yo tampoco soy perfecta.
–Nadie lo es, pero tú te esfuerzas tanto que vas a matarte y no necesitas ser siempre la mejor. Si fracasaras, te querría igual. ¿Lo comprendes? Te amaré pase lo que pase.
Milk abrió los ojos sorprendida al comprender finalmente la profundidad del amor que Goku sentía por ella.
–Eres un ser humano maravilloso –continuó él.
–No es verdad –gimió Milk–. Contigo me había dado por vencida porque estaba aterrorizada. No estaba dispuesta a cambiar mis prioridades por temor a descubrir que tú solo querías pasarlo bien una temporada.
–Y lo hemos pasado maravillosamente –admitió él, sonriendo–. Pero podemos pasarlo aún mejor si me das una oportunidad.
Goku estaba ante ella, desnudando su alma, haciéndole una oferta que Milk no podía rechazar. Tras la máscara solo quedaba un hombre genuino y cariñoso. Aunque hiciera comentarios arrogantes, como si se creyera una bendición para el género femenino, en el fondo era un hombre con las inseguridades de cualquier otro ser humano a pesar del dinero y del éxito, seguía dudando que alguien pudiera quererlo por quien verdaderamente era. Por el hombre al que ella amaba.
–Solo te necesito a ti –contestó ella.
Y él necesitaba alguien a quien solo le importara él en esencia, afortunadamente, esa persona era Milk.
Ella se abrazó a su cuello y le ofreció los labios para que la besara.
–Tienes que ir a acabar tu turno –le recordó él.
–Así es –respondió ella –. ¿Me esperarás?
–Siempre.
***
–Haremos sesiones de dos horas –anunció él al día siguiente, después de desayunar–: Dos horas de estudio y dos horas de sexo.
–¿Llamas a eso "encontrar el equilibrio"? –preguntó ella, sarcástica.
–Desde luego –contestó él con toda serenidad–. Siempre que lo cumplamos las veinticuatro horas del día.
Milk rio. –¡Qué gran equilibrio!
–No tiene sentido que vayamos en contra de nuestra naturaleza, ¿no
crees? –Goku le guiñó un ojo–. Por el momento, yo tengo que ocuparme de la jurisprudencia y la cafeína; luego, me dedicaré al servicio de masajes.
–¿Servicio de masajes?
–Por dentro y por fuera –coqueteó él con una sonrisa sensual.
Milk sintió sus músculos internos contraerse –Quizá deberíamos cambiar el orden de las actividades.
–No, cariño, primero el trabajo y luego el placer –respondió él, y se colocó en el extremo opuesto del escritorio, delante del ordenador.
Ella se sentó a su vez y se colocó delante una gran cantidad de papeles –Más vale que el placer compense esta tortura –masculló.
–Milk –la nombró él con voz aterciopelada–. Te aseguro que va a ser espectacular.
Y lo fue...
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