(21)
Milk sabía que podía ofrecerle algo. Era poca cosa, pero no tenía mucho más que darle como consuelo. Aunque no había puesto una fecha, después de las Navidades se separaría de él. Había sido una estúpida pensando que podía salir ilesa.
–Haces un trabajo maravilloso –susurró.
–Se ve que no lo bastante bien –masculló él–. Tenía que haberlo previsto. Espero que esté bien.
–Seguro que sí –Ella lo abrazó con fuerza–. No te sientas mal. Ayudas a mucha gente, y también le ayudarás a él.
Goku temía que Milk estuviera equivocada, tanto respecto a aquello como a unas cuantas cosas.
–Hago esto para sentirme bien, para creer que sirvo de algo –confesó–. Pero no creo que sea así.
–Claro que sí –dijo ella –. Tienes un enorme talento y lo pones a disposición de los más vulnerables. Eres muy generoso.
–Milk, según tú, solo ayudo a niños para conquistar mujeres – Habló él, intentando desesperadamente decir algo superficial que aligerara el tono, como siempre que una situación le resultaba demasiado emotiva.
–No eres tan egoísta como te gusta hacer creer a la gente.
¡Cuánto se equivocaba! Goku sabía que, tal y como muchas mujeres se habían encargado de hacerle saber, era egoísta.
–Hoy no voy a ser buena compañía –confesó, incómodo por lo vulnerable que se sentía con Milk–. No me encuentro bien.
–Lo sé.
Él miró a Milk, la preciosa, inteligente y dulce Milk; la primera mujer de la que quería más de lo que ella estaba dispuesta darle. ¿No era irónico que la mujer que había cambiado las reglas del juego no quisiera que las reglas cambiaran? Él había asumido el papel de buen compañero de cama, de tipo con el que pasarlo bien. ¿Y tan malo era pasar unos minutos de diversión en medio de una vida ocupada? Aun cuando fuera con la misma mujer ¿qué diferencia había? Claro que era diferente, y saberlo le resultaba aquella noche particularmente doloroso. Porque ella le importaba mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir, y sabía que no tenía la menor probabilidad de tenerla. No había sitio para él en su vida. Sus padres eran lo primero, y era lo justo. Él había interpretado tan bien y durante tanto tiempo el papel de playboy, que era lógico que Milk solo vieran en él eso. Estaba tan abatido que se sabía capaz de cualquier cosa. Así que intentó volver al tono superficial.
–¿Querías algo? –preguntó, insinuante.
Pero la pelinegra no respondió en el mismo tono.
–La verdad es que sí. Qué quieres que haga.
Goku tosió al sentir algo en el pecho que parecía aplastarlo.
–Creía que había dejado claro que lo único que quiero que hagas es ser tú misma.
–No me refiero a eso, tú me has hecho muchas veces lo que yo quería. Ahora es tu turno. ¿Qué quieres que haga? Soy tuya.
La verdad era que el rubio no podía pensar cuando ella la miraba con aquella dulzura y aquella increíble sonrisa.
–¿No quieres jugar con cuerdas o esposas? –bromeó finalmente ella.
Su risa oprimió la lengua y el corazón de Goku. Todo lo que él quería era que Milk le diera la bienvenida como siempre lo hacía, que siguiera disfrutando de estar con él, que su pasión no decayera. Anhelaba su abrazo, la suavidad de su cuerpo. Eso era todo; un abrazo era todo lo que quería. La tomó de la mano y tiró de ella.
–Abrázame –susurró.
Y solo sintió alivio cuando ella lo envolvió con su cálido cuerpo.
***
Milk nunca llegaba del bar antes de la madrugada. A Goku le angustiaba pensar en ella caminando sola a esas horas, pero ella no consentía ni que la recogiera, ni que le pagara un taxi. Así que, sin ella saberlo, le había pedido a Ten, el portero del bar, que le dijera que se había mudado cerca y la acompañara. Le irritaba que ella no se dejara ayudar, pero más aún, la obsesión que tenía él con hacerlo. Era una locura. Como era una locura que estuviera desvelado, esperando a oír la llave en la puerta. Jamás había dado antes una llave a una mujer. Aquella mañana había visto lo cansada que estaba, había tomado dos
cafés antes de ir a trabajar. Luego iría directamente al bar. Necesitaba dormir.
Goku odiaba verla trabajar tanto habiendo dormido tan poco la noche anterior, y que él fuera el culpable, por haberle contado sus problemas con Goten, cargándola con su propia frustración. Finalmente, escuchó la puerta y las pisadas de la pelinegra. Se tumbó boca abajo y cerró los ojos para hacerse el dormido, pero no le dio tiempo a apagar la luz.
–¿Goku?
Él ignoró el susurro y se concentró en mantener una respiración pausada, ella le tocó el hombro y tuvo que evitar sobresaltarse. Milk necesitaba
dormir.
–¿Goku?
La pelinegra suspiró, y percibir su desilusión estuvo a punto de quebrar la voluntad de él, pero la compensaría por la mañana, además, era el día de Navidad y tendrían toda la mañana para ellos.
Milk se separó de la cama y él la miró de reojo. Aunque le daba la espalda, por la postura de los hombros supo que estaba cansada y vio que se frotaba la frente como para librarse de un dolor de cabeza residual antes de empezar a desnudarse. Goku volvió a maldecir lo que trabajaba y que no le dejara ayudarla. Él podría financiarla para que al menos dejara uno de los dos trabajos. Estaba tan ocupado pensando que ni siquiera se dio cuenta de que ella se había volteado.
–Estás despierto –gruñó en tono acusador.
El cerró los ojos automáticamente, pero sabía que era demasiado tarde.
–¡Goku!
–Estaba dormido –mintió.
–¡Fingías dormir! –contestó Milk , indignada–. ¿Por qué? –antes de que él contestara, lo hizo ella–. Te has hecho el dormido como un marido que quisiera evitar la obligación de tener sexo.
–Milk...
–¿Ya te aburriste?
El dolor que se palpaba tras la indignación hizo reaccionar a Goku, que saltó de la cama.
–¿Te parece que estoy aburrido? –preguntó, señalando su erección. Él solo quería perderse en el interior de ella y encontrar cobijo. Quería todo lo que ella conseguía: olvidar los pensamientos que lo atormentaban, sentirse tan cerca de ella como la noche anterior.
–Bastaba con que me hubieras dicho que no viniera –protestó ella, ignorando la prueba material de su deseo.
–Quería que vinieras.
–¿Y por qué te hacías el dormido? –preguntó ella, cruzada de brazos.
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