(18)
La pelinegra se despertó sobresaltada y se separó de Goku con extremo cuidado de no despertarlo. Sigilosamente, tomó su teléfono, lo preparó y cuando él se removió, ella levantó la sábana y lo fotografío antes de que pudiera reaccionar.
–Ahora estamos iguales – comentó ella con una pícara sonrisa con la que quiso disimular el dolor que sentía.
Goku parpadeó y sus labios se alargaron en una sensual sonrisa.
–De haberme avisado, habría posado mejor –bromeó.
–La borraré cuando tu borres la mía comentó ella.
–No pienso borrarla –declaró él, riendo–. De hecho, la copié en mi laptop. Queda muy bien en tamaño grande.
–Eres un pervertido –gruñó ella con una mueca.
–Y tú una ingenua. ¿Crees que me importa que tengas mi foto desnudo?
–Ya veo que no – habló ella, recordándose con quién estaba.
–Miau –Goku se acercó hacia ella a cuatro patas, imitando a un gato al acecho–. ¿Por qué no hacemos una película? Ven, eres la protagonista.
Milk tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantenerse firme.
–Eres un pervertido –repitió.
–Vuelve a la cama –pidió él quedándose de rodillas.
–Tengo que ir a trabajar –le recordó ella, consciente de que si se quedaba cedería a la tentación.
–Estás bromeando –riñó él. Cuando Milk negó con la cabeza, añadió–:
Llama y di que estás enferma.
–Se acabó, Goku. Ya no tiene misterio, ahora ya sé qué se siente ahora tú puedes volver a tus tres mujeres a la semana y yo a mis estudios.
Por una fracción de segundo se preguntó qué iba a decir él. Este desvió la mirada, y solo la volvió hacia ella cuando dominó sus emociones. Con gesto indiferente se tumbó en la cama y apoyó la cabeza en el brazo. Parecía un dios griego, y Milk recordó que había dicho que no había nada como empezar el día con sexo. Cerró los ojos y trató de ahuyentar la tentación y las imágenes que la acosaban. Tenía que ir a trabajar, y antes debía ir a cambiarse a su casa. Empezó a vestirse.
–Si quieres, te puedo dejar ropa.
No, eso implicaría volver a verlo para devolvérsela, y ella no podía permitírselo. Ya le iba a costar un esfuerzo sobrehumano olvidar el maravilloso amante que era.
–No creo que me sirviera, pero gracias de todas formas –habló, volteándose de espaldas para que él no viera que se ruborizaba.
Después de aquel día no habría ninguna razón para que siguieran viéndose. Ella volvería al trabajo y el estudio, y él a salvar a niños y salir por la noche. Habían pasado la noche juntos, eso era todo y no se repetiría.
***
Cuatro días más tarde, ella estaba exhausta, pero gracias a dos cafés y un bollo aguantó las dos primeras horas de su turno en el café. Había accedido a hacer un doble turno, y luego iría directamente al bar. Tenía que ocupar cada minuto, porque en cuanto estaba sola y en silencio, su mente vagaba donde no debía. Si el sexo no era más que una experiencia de liberación física, ¿por qué tenía tal fijación con Goku?
Roshi la miró cuando llegó al bar, y a pesar de que se había retrasado, se limitó a sonreír.
–Tenemos una fiesta privada en la sala VIP esta noche –anunció.
–¿Qué cliente alquiló? –preguntó ella.
–Goku, pidió que les atienda Black, va a pagar el doble del precio habitual.
Ella sintió un calor intenso, seguido de un frío helador. Se suponía que Goku iba a desaparecer de su vida. No sabía si alegrarse o enfurecerse.
–El problema es que Black se ha cortado y está de baja –continuó Roshi–. ¿Podrías hacerlo tú?
–¿Me correspondería una doble paga? –preguntó ella.
–Tendré que consultarlo con el cliente.
–Ya me ocuparé yo –confirmó Milk, empezando a preparar la barra.
Media hora más tarde fue a la pequeña sala VIP con la sangre en ebullición.
–Hola, Goku –saludó fríamente–. ¿Qué pasa, no te gustan mis cócteles?
–Pensé que no querrías trabajar para mí –admitió él, dedicándole una de sus encantadoras sonrisas. Se acercó a la barra tras la que había ido ella–. Creía que no querías verme.
La pelinegra se encogió de hombros. –Me da lo mismo, me han dicho que has ofrecido pagar el doble a Black, y el dinero me vendría bien.
–No quería que sintieras que lo hacía por caridad.
–Pero como no lo haces por eso, no pasa nada. Sé comportarme como una
profesional.
–¿Segura?
–Desde luego. ¿Acaso tú no?
–Yo no estoy trabajando –habló él sin borrar la sonrisa de su rostro–. Estoy aquí para pasarlo bien y coquetear con el personal.
–¿Quieres coquetear con Black? –bromeó ella–. Lo siento, pero está de baja. Vas a tener que aguantarte conmigo –añadió con gesto altivo.
–¿Eres consciente de lo que estás haciendo?
–Mezclar bebidas.
–¿No crees que estás mezclando otras cosas?
–¿No se supone que podemos ser amigos?
–Claro que sí –respondió él.
Goku fue a recibir al primer invitado. A medida que llegaron lo demás, Milk fue sintiendo una creciente inseguridad. Había mujeres extremadamente guapas, además de inteligentes; casi todas abogadas y aunque se dijo que también ella lo sería pronto y que no valía menos que ellas, no consiguió librarse de un incómodo sentimiento de inseguridad.
Tantos años pensando que debía estar agradecida por tener la oportunidad de estudiar, y saber que tenía unos orígenes familiares que nunca le permitirían encajar en aquella clase social, habían condicionado la percepción que tenía de sí misma.
Observó a Goku riendo con una mujer y súbitamente pensó que, pidiendo que les atendiera Black, había querido ahorrarle la humillación de verlo con otra. ¿Cómo no se le había ocurrido antes?
Goku sabía que todos los hombres estaban pendientes de ella. Precisamente para evitarlo, había pedido que Black los sirviera, pensando que en algún momento de la noche podría salir a la sala grande, charlar un rato con Milk y ver qué tal lo recibía. Pero en lugar de eso, la tenía ante sí, riendo y bromeando con los clientes mientras los servía, y no conseguía apartar la vista de ella, como un adolescente enamorado que esperara a que su amor le haga alguna señal. ¿Realmente no quería pasar otra noche con él? ¿Le había bastado con una? Él era demasiado egocéntrico como para creerlo y para poder verla y ponerla a prueba, había buscado la excusa de la fiesta.
Milk se arrepentía de la decisión que había tomado, Goku era aún más guapo de lo que recordaba, más divertido, más ingenioso. Y ella solo podía pensar en escaparse con él y atacarlo en un oscuro rincón para disfrutar de una sesión de sexo rápido, frenético... y espectacular.
Tampoco ayudaba que Goku se hubiera colocado a su lado y no apartara la mirada de ella. Estuvo a punto de caérsele una botella y le irritó ver que Goku sonreía con satisfacción.
–¿Tienes un mal día o es que te cuesta concentrarte si estoy cerca?
–No seas cruel –riñó ella, ruborizándose.
Él enarcó las cejas. –¿Cruel? Cruel fuiste tú al decir que te bastaba con una noche – susurró.
–Es tú medida –susurró ella de vuelta.
–No necesariamente. Puede que sea más impredecible de lo que crees.
Milk sujetó el cuello de la botella e intentó bromear.
–¿Le habrías dicho lo mismo a Black? –cuando Goku se limitó a mirarla en silencio, añadió–: ¿Por qué no pediste que te atendiera yo?
–Porque pensé que te ofendería.
La pelinegra se sirvió un vaso de agua. En realidad Goku tenía razón.
–Esta noche te voy a acompañar a casa – declaró él.
–¿Esperas que te dé un beso de buenas noches? –preguntó ella con ironía, cuadrándose de hombros.
–Me preocupa tu seguridad –admitió él con un brillo malicioso en la mirada–. Y quiero algo más que un beso.
–¿Ah sí? ¿Qué quieres?
En lugar de palabras, Goku le respondió con la mirada, Milk se dio
media vuelta.
–Voy a pedir a Zamas que me sustituya –afirmó –. Nos vemos en la puerta a la hora del cierre.
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