(16)

Goku observaba a Milk mezclarse entre la gente y cuanto mejor veía que lo pasaba, más melancólico se sentía. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería, y admitir que no lo tendría no le resultaba fácil. Sobre todo cuando ella le dirigía aquellas miradas, con las que le daba permiso para atrapar aquello que tanto anhelaba hacía varias semanas. Por mucho que la noche fuera un éxito, en realidad había sido un fracaso. Aunque la pelinegra había apreciado el esfuerzo que había hecho, no había llegado a comprender que tenía mucho más que ofrecer al mundo de lo que creía, que debía darse una oportunidad y aligerar la carga que soportaba, que debía dedicarse a aquello que amaba, y no solo a hacer cosas para aquellos a quienes amaba.
Saberlo le resultaba doloroso, y Goku se dio cuenta de ese sentimiento, Milk no solo hacía que su cuerpo reaccionara, también su corazón estaba afectado. Le gustaba demasiado como para cometer un error aunque consiguiera arrancarle un sí, Milk no estaba preparada para un romance, y eso era todo lo que él quería pero incluso aunque él se planteara cambiar, Milk tenía otras prioridades. Lo mejor que podía hacer era salir de su vida en aquel mismo momento, y eso fue lo que Goku hizo.

Había sido la mejor noche de su vida, pero Milk todavía esperaba terminar con fuegos artificiales. No quería volver a casa sola, como siempre, después de la fiesta de graduación. Miró a su alrededor; Lazuli coqueteaba con un chico, varios amigos salían del local, claramente afectados por los cócteles; otros seguían bailando. Pero Goku se había ido sin despedirse y ella no estaba dispuesta a consentirlo era su primera noche libre desde hacía meses, había sido maravillosa y se merecía un final en consonancia. Al contrario que la noche del año anterior, en la que se había equivocado al creer que podría disfrutar de una noche de puro placer físico sin sufrir las consecuencias, en aquella ocasión, sabía a qué se exponía además, conocía a Goku, incluso le caía bien pero no tanto como para llegar a confundirse con lo que sentía.

Saber que para él no sería más que una más la liberaba de la leve inseguridad que sentía respecto a si estaría a la altura. En cambio ella tendría el mejor sexo de toda su vida. Era demasiado tentador así que le sopló un beso a Lazuli y salió del bar. Sus pies la llevaron con paso decidido, acelerado y en cuestión de minutos estaba ante la puerta de la casa de Goku.

Llamó con los nudillos. Él abrió casi de inmediato se había quitado la chaqueta y llevaba un trapo de cocina en la mano, la miró, primero desconcertado, y luego con un deseo que ocultó al instante, desviando la vista al suelo, la pelinegra se quedó paralizada, y la osadía que la había conducido hasta allí se desvaneció.

–¿No vas a invitarme a pasar? –preguntó con voz jadeante.

La expresión de Goku era de una agónica tensión; se transmitía a su cuerpo, con el que bloqueaba la entrada, y a su mano, con la que asía la puerta.

–Ya sabes lo que sucederá si te dejo pasar.

–Sí. Por eso he venido.

–Pero...

–No quiero ni una relación ni un romance, pero he cambiado de opinión sobre una noche juntos.

Él tragó saliva y se echó a un lado. Milk entró con paso decidido, sintiendo la sangre recorrerle las venas, y fue directa al lugar con el que había fantaseado las últimas semanas. La cama estaba arreglada y la lámpara encendida, la luz la cegó por contraste con la penumbra del
exterior.

–¿Qué pasó con el florero? –preguntó, al ver los fragmentos en el suelo.

–Tuve un accidente causado por la frustración –explicó él, que la miraba como si temiera que fuera a desaparecer súbitamente.

–No sueles ser tan torpe.

–Tampoco suelo sentirme frustrado.

Ella hizo una pausa, si estaba frustrado, ¿por qué no se alegraba más de verla?

–¿Por qué no estás contento? –Milk dio un paso hacia él–. Ha sido una noche perfecta, todo el mundo piensa lo mismo.

–Ese no era mi objetivo –soltó él con voz ronca–. Solo quería que tú lo pasaras bien.

–Y lo has conseguido –admitió ella–. Pero quiero más.

–Lazuli me advertió de que no tontee contigo. Que eres frágil.

Milk se quedó desconcertada y se sintió humillada. ¿Qué más habría dicho Lazuli?

–¿Tú crees que lo soy? –preguntó.

–Aparentemente no, pero tampoco el jarrón, y se ha roto al caerse.

–No te voy a dar la oportunidad de dejarme caer –Se defendió ella–. Solo quiero esta noche. No te voy a pedir que me prometas nada tampoco puedo darte más.

Él se aproximó con la mirada clavada en ella con un deseo incontenible. Ella retrocedió hasta que sus piernas chocaron con la cama y se sentó en el borde.

Observó a Goku con indisimulada admiración. Era tan fuerte, tan alto... Tan letal. Se dio cuenta de que, hasta ese momento, Goku había mantenido su deseo bajo control, pero que podría haberla tenido cuando quisiera. Su fuerza la habría desarmado, porque desde el principio había querido ser suya.

–¿Estás segura? –preguntó él, acercándose a apenas unos centímetros.

–Sí.

–Me gustas y quiero lo mejor para ti.

–Pues dámelo.

Él sonrió y sus ojos se iluminaron.

–No me hagas esperar más –suplicó ella. Lo quería más cerca, que dejara de hablar y la convenciera de que no se trataba de un error.

–La espera es importante –confesó él con una pícara sonrisa.

–Sabes a lo que me refiero.

Milk quería que sucediera deprisa. Sentirse liberada para siempre; él le recorrió el borde del vestido con los dedos y se lo subió hasta las rodillas.

–Deja que me acerque, Milk –susurró él, mirándola fijamente–. Deja que me
acerque.

Ella intuyó que se refería a algo más que a su cuerpo.

–Ya te estoy dejando.

–No –Goku se inclinó y le rozó el cuello con los labios–. Si vamos a seguir adelante, lo quiero todo –le acarició la mejilla y le susurró al oído–: ¿Estás segura de que quieres esto? Espero que lo desees tanto como yo o te derramarás.

–¿Tan increíble eres?

–Solo quiero asegurarme de que estamos en sintonía.

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