(14)

Goku la miró atónito y Milk notó que se ruborizaba.

–No sé... –balbució–, se me ha ocurrido que es el tipo de cosa que harías por aquel entonces.

Goku negó con la cabeza, así que no lo había hecho, ni ella pero solo imaginarlo la excitaba hasta nublarle la mente.

Milk optó por ser sincera –No soy capaz de concentrarme si estás cerca –masculló–. Ni siquiera puedo pensar.

Él la miró fijamente en silencio, tan inmóvil que Milk se preguntó si respiraba, a la tensión sexual que sentía se sumó una creciente vergüenza por haber admitido que la perturbaba.

–Quizá lo mejor será que ultimemos los detalles de la fiesta por teléfono –
continuó.

Ém parpadeó y ella tuvo la sensación de que podía leerle la mente.

–¿Eso es lo que quieres? –preguntó él.

–Creo que es lo mejor –dijo ella alterada.

Goku volvió a observarla en silencio, hasta que susurró:

–¿Qué vas a ponerte?

Ella se quedó paralizada, tanto la pregunta como la forma en la que Goku la miraba habían traspasado la línea entre el tono amistoso y el íntimo, y Milk sabía que la culpa era exclusivamente suya.

–No lo sé.

–Espero que no vayas de negro.

–Lo intentaré – respondió, que sentía calor y escalofríos alternativamente–.
Te has esforzado mucho –añadió, intentando cambiar el tono de la conversación–. Lazuli va a estar encantada.

–¿Tú crees? –preguntó él con una sonrisa que conmovió a Milk–. Eso
espero.

Se levantó bruscamente, recogió sus cosas y se fue.

La pelinegra lo echó de menos al instante, pero sabía que era la decisión correcta, volvió la vista al papel, pero tardó en concentrarse en los nombres y casos que debía memorizar. Cuanto antes pasara la fiesta, mejor; Goku no le mandó ningún mensaje en los siguientes días, pero había dejado a Milk preocupada con qué ponerse para la fiesta, por primera vez en muchos años, quería estar lo más guapa posible, pero a su estilo, alternativo y personal, el problema era que no disponía ni de tiempo ni de dinero, sin embargo, tenía un vestido que no había vuelto a ponerse nunca y que podría combinar con una chaqueta, fue a por él a casa de sus padres y, tras recogerlo, no pudo evitar sonreír durante todo el camino de vuelta a su casa, divertida con la posible reacción de Goku. Una vez se vistió, fue a buscar a Lazuli, tal y como habían quedado, para salir a tomar una copa por primera vez en meses.

–¡Qué guapa! –exclamó la rubia en cuanto la vio.

–Lo mismo digo.

–¿Dónde vamos? –preguntó Lazuli con ojos brillantes.

–Si no te importa, le prometí a Roshi que pasaríamos por el bar.

–Fenomenal.

Milk envió el mensaje "vamos para allá" en cuanto subieron al taxi. Luego charló animadamente durante el recorrido, contando anécdotas de su trabajo de camarera. Cuando llegaron a la puerta, el corazón le latía aceleradamente, Ten le abrió para dejarles pasar y le guiñó un ojo con complicidad. Tras un silencio inicial, se escuchó un grito colectivo:

–¡Sorpresa!

Unos gritos la ensordeció momentáneamente, pero Milk rio, la lluvia de confeti que les cayó encima le pareció un poco excesiva y ella se volvió hacia Lazuli para ver cómo reaccionaba. Solo entonces se dio cuenta de que esta la miraba a ella con una espléndida sonrisa. Y entonces escuchó que la gente gritaba:

–¡Milk, Milk, Milk!

La pelinegra miró a su alrededor, perpleja, entonces, se escuchó un gritó al unísono:

–¡Felicidades, Milk!

Ella se tapó la boca con una mano y sacudió la cabeza.

–Pero si esto es para ti –intentó decir.

–No –Lazuli se acercó con una sonrisa pícara–. Te engañamos.

Aturdida, la pelinegra permaneció inmóvil, ni siquiera podía respirar; Black riendo, sus compañeros de universidad, Roshi, sus compañeros del café. Todos la habían engañado. Todos estaban allí por ella. Lazuli la tomó por los hombros sin parar de reír.

–Pero si no es mi cumpleaños –declaró.

–Como no pudiste celebrarlo porque estabas trabajando, hemos decidido ocuparnos nosotros.

La azabache miró a la gente y consiguió esbozar una sonrisa, aunque seguía sin asimilar la situación. Entonces vio a Goku, y Milk supo que estaba en peligro. Con un traje, corbata y camisa negra, irradiaba un aura de contenida sexualidad, la elección era un perfecto complemento al vestido de graduación reciclado que ella llevaba. De haber sido una pareja no lo habrían planeado mejor, el problema era que no lo eran pero Goku sí había planeado todo aquello. ¿Qué quería decirle con ello? ¿Era una estrategia de seducción? ¿Un gesto de amabilidad? Ella sentía el corazón latirle con tanta fuerza que temió desmayarse.

Goku se adelantó al resto del grupo y le dio un abrazo.

–Una vez empezamos a hablar, cambié de idea –le susurró al oído–. Pensé que sería más divertido organizar una fiesta para ti.

Luego se separó de ella y le miró a la cara con expresión dulce y sincera.
¿Así que todas las consultas eran por ella y no por Lazuli? Milk parpadeó varias veces para contener las emociones que la desbordaban: alegría,incredulidad, agradecimiento, confusión.

Una vez más sintió frío y calor simultáneamente, parte de ella habría querido escapar y quedarse sola. O mejor, a solas con Goku.

El de ojos esmeraldas se había quedado paralizado al verla, pero en cuanto recuperó la capacidad de moverse sintió una inyección de adrenalina acompañada de un intenso deseo. Respiró profundamente y se obligó a relajarse; Milk le había dejado claro que no habría nada entre ellos y él lo había aceptado. El problema era que, aunque lo dijera con palabras, su actitud la contradecía, sus ojos negros permanecían fijos en los de él, sabía que le gustaba, pero que estaba decidida a resistirse y él la respetaría; para algo era un hombre y no un animal. No había organizado la fiesta con esa intención pero en aquel instante vio por primera vez la rendición en sus ojos. El sí que tanto anhelaba.

Llevaba el vestido de la graduación, un vestido rosa que le realzaba el busto, con lazos en la espalda desnuda, los esfuerzos de Goku por dominarse fueron en vano. ¿Cómo podía contener el deseo de acorralarla contra la pared y poseerla hasta hacerle gritar, cuando ella lo miraba así? Pero estaban en una sala llena de gente y eso no era ni lo que Milk ni lo que él querían. Ella tenía sus prioridades y él estaba decidido a respetarlas.

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