(12)

— Goku...

Su padre se había llevado el dedo a los labios, como si considerara al pelirubio suficientemente mayor y hombre como para guardar aquel secreto, aquel día, los sueños de Goku y el respeto que sentía por su padre habían estallado en pedazos. Tomó entonces la decisión de no ser nunca como él, ni de trabajar en su bufete y para vengarse, eligió dedicarse a los niños pobres pero pronto descubrió que a su padre le daba igual lo que hiciera, que no le importaba lo suficiente como para sentirse afectado. No sentía verdadero amor por sus hijos, y por eso lo compensaba con dinero, solo le importaban el poder y las mujeres, y mantener la apariencia de una familia perfecta.

—Pensé que mamá no lo sabía y que la estaba protegiendo – Goku había ocultado el secreto a su madre y a su hermana aunque sentía que las traicionaba.

–Pero estabas equivocado –le ayudó Milk.

Él  asintió –En casa se celebra una barbacoa anual para el personal de su oficina y vi cómo mamá saludaba a aquella mujer con una exquisita cortesía, dejando claro sutilmente que aunque su marido tonteara con ella, jamás abandonaría a su esposa.

Su madre era tan egoísta como su padre sabía lo que quería y estaba dispuesta asumir el inconveniente de que su marido le fuera infiel el dinero y el estatus social eran más importantes que la verdad. Su principal preocupación era proyectar una imagen perfecta y en aquel momento, Goku decidió no participar en aquel juego, y alejarse lo más posible de su casa.

Miró a Milk, era la primera persona a la que se lo contaba, y se arrepintió
en cuanto vio que lo miraba con compasión.

–No pienso casarme nunca –comentó con firmeza–. Me niego a mentir como ellos.

–¿No crees que una relación duradera es posible?

–Para mí, no.

–¿No estás dispuesto a correr el riesgo?

–¿Para qué? Puedo tener todo lo que quiero –Goku sonrió, adoptando su habitual actitud frívola. Las mujeres con las que se relacionaba también
conseguían lo que querían: buen sexo, cenas sofisticadas y mucha diversión. No tenía nada de lo que avergonzarse–. Me gusta mi trabajo, pasarlo bien y ser independiente. No me gustan las complicaciones.

–Si es lo que quieren las dos partes, supongo que no hay problema.

Goku miró a la pelinegra por el rabillo del ojo.

–Yo no quiero una relación. Solo pasarlo bien.

–Mensaje recibido con toda claridad –contestó Milk.

El de ojos esmeraldas se sentía desilusionado, cansado, resignado.

–¿Y qué pasa con la química que hay entre nosotros?

–Que no va a ninguna parte, es una situación típica, ya sabes, el hermano mayor de una amiga...

–Y la mejor amiga de una hermana.

–¡Maldito cliché! –expresó ella, encogiéndose de hombros, aunque fracasó al intentar forzar una sonrisa–. Hemos visto demasiadas películas y ya sabes: uno siempre quiere lo que no puede tener.

–Pero podemos ser amigos –admitió él, que no quería perder el contacto con ella.

–Por ahora, organizaremos la fiesta de Lazuli –se limitó a decir Milk.

¿Y luego no volverían a verse? Aunque él supiera que probablemente era lo mejor, no era lo que deseaba.

Apretó el volante con fuerza y continuaron el viaje en silencio.
Tras dejarla en la universidad, desde la que tendría que ir a trabajar al bar, decidió ir a casa de sus padres. No recordaba cuándo había ido por última vez pero confiaba en que sus padres no estuvieran.

–¡Hola! –saludó al llegar, por si acaso, al tiempo que desconectaba la
alarma.

No recibió respuesta y subió las escaleras, su dormitorio y el de Lazuli seguían tal y como los habían dejado estaban en un piso distinto al de sus padres, cada uno en un extremo del pasillo y separados por varias habitaciones de invitados, aunque su hermana y él habían estrechado vínculos con los años, el abismo entre sus padres y ellos había aumentado.
Estaba allí para buscar algo en el dormitorio de Lazuli, al ver las fotos y diplomas en casa de Milk, había recordado que durante un tiempo su hermana había sacado cientos de fotografías de hecho, sus padres habían convertido un cuarto de jugar en cuarto oscuro, intentado estimular aquella afición y alejarla de los chicos y de las discotecas aunque hacía tiempo que había sido reconvertido de nuevo en dormitorio, las cajas con fotografías seguían en el armario.

Goku se sentó en el suelo y su corazón se fue acelerando a medida que las revisaba. Milk era la modelo en casi todas ellas aunque los cambios eran sutiles, él observó cómo sus pómulos se iban marcando y sus ojos ojos que inicialmente reflejaban resentimiento y desconfianza, iban adquiriendo un brillo de alegría a menudo, aparecía fotografiada con un libro en la mano, la mayoría habían sido tomadas mientras estaba distraída y resultaba preciosa, en las que posaba, se apreciaba lo bien que Lazuli y ella lo pasaban juntas algunas hicieron reír a Goku, que como se había ido a la universidad en cuanto cumplió diecisiete años, se había perdido aquel periodo de la vida de su hermana.

Salir de casa había sido un alivio, y por entonces era demasiado egoísta como para pensar en ella. Él había creído que ella no sabía nada, pero estaba equivocado, como había descubierto más tarde, todos se ocultaban tras una fachada de mentiras; su padre dedicándose al trabajo, su madre a obras de caridad, su hermana convirtiéndose en una rebelde capaz de cualquier cosa por llamar la atención. ¿Qué otra cosa le quedaba a él que ser un playboy? Se detuvo ante una foto de Milk vestida para la fiesta de graduación y se dijo que debía haber estado más atento.

Milk posaba apoyada en un coche destartalado, aparcado en un jardín invadido por las malas hierbas. La dejó a un lado y continuó. Milk con un sombrero extravagante, Milk envuelta en una cortina, Milk con un excéntrico vestido... Todas ellas tenían algo en común: mostraban las creaciones de Milk, coloridas, personales, únicas. Con ellas parecía querer decir "esta soy yo, mírame" ¿Qué había sido de aquella mujer atrevida? ¿Por qué se había convertido en una sombra, siempre vestida de negro e intentando pasar desapercibida? ¿Qué había pasado con su alegría?

Goku contempló la fotografía que había apartado y esbozó una sonrisa. La que necesitaba una fiesta no era Lazuli, sino Milk.

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