Declaración
Miguel Ángel Colucci, un magnate petrolero de 30 años, iba en su auto, muy seguro de sí mismo mirando los alrededores mientras se dirigía a la casa de la que hasta ese día, sería su mejor amiga, Alejandra Bennett. Por fuera se veía igual de serio y confiado que siempre, pero lo cierto es que muy en el fondo se estaba muriendo de los nervios.
Al llegar a la casa de su amiga, aparcó el coche, se bajó y para su sorpresa, ella salió inmediatamente a recibirlo, una buena señal, lo estaba esperando. Se abrazaron y se besaron en la mejilla, como cada que se veían.
Alejandra y Miguel, se subieron al coche y encendieron la radio. Él se había negado rotundamente a decirle a dónde iban, pues lo cierto es que tenía planeados distintos escenarios; pero el último, sería el más especial de todos. Eligió esa fecha ya que era el cumpleaños de su amiga, la cual sentada junto a él, no dejaba de hablar y contar cómo había estado su mañana, las llamadas que recibió y todo lo que le ha costado convencerse de venir con él.
A sabiendas de que era demasiado temprano como para que Alejandra haya desayunado, se dirigió a un restaurante, no era nada del otro mundo pero lograron reírse y pasarla bien, cosa que ayudó a Miguel a relajarse un poco y sentirse más confiado respecto a su decisión.
Al terminar, volvieron a montarse en el carro, solo que esta vez, Alejandra no pudo contenerse más y preguntó:
—¡Miguel! Dime adónde me llevas, tengo derecho a saberlo —Hacía pucheros en su asiento como una niña de 5 años, y eso que estaba cumpliendo 27.
—Ya te he dicho que no, ahora sigue hablando mientras llegamos al siguiente lugar —Miguel se burlaba de ella mientras encendía el carro.
—¿Cómo que siguiente? ¿Planeas llevarme a varios lugares? —Alejandra se emocionó.
A Miguel sin darse cuenta, se le había ido la lengua, por lo que antes de seguir metiendo la pata, en un tono seco le dijo:
—Yo no dije eso pero no esperarás que te saque solo para que desayunes en un restaurante y vuelvas a eso que llamas hogar —Había sonado más cortante de lo que pretendía, por lo que Alejandra solo bufó molesta, conociendo el carácter de su amigo.
Optó por encender la radio, cantar e imitar la coreografía de cada canción que sonaba, de una manera bastante deficiente cabe destacar, pero que los hizo reír a ambos. Entre canciones y risas, llegaron a su siguiente destino: El parque de atracciones.
Alejandra encontraba graciosa toda esta situación, pues su amigo odiaba esos lugares repletos de niños, pero supo que estaba haciendo un esfuerzo por hacerle pasar un gran día a ella, por lo que decidió seguirle la corriente; aunque no entendía muy bien ese arrebato tan repentino, y es que nunca habían salido con el único fin de divertirse, siempre sus salidas se entrelazaban con alguna diligencia que alguno de los dos tuviera que hacer.
—Te advierto que solo me subiré a cinco atracciones, así que elige —aclaró Miguel cuando empezó a ver la emoción con la que ella observaba todo.
—Era demasiado bueno para ser verdad. —Alejandra no disminuyó su emoción. Luego de una cuidadosa inspección, sonrió con malicia y dijo—: Quiero subir a la noria, el carrusel, los botes de remo, la casa embrujada y por último... la montaña rusa, justo en ese orden —Ella se burlaba de la cara de Miguel Ángel, sabía que le tenía miedo a las alturas y si le iba a tocar subirse solo a cinco atracciones, pues no se lo dejaría tan fácil.
Miguel sabía la malicia que había oculta detrás de la sonrisa de su amiga, pero no quiso darle el gusto
—Muy bien enana ¡Empecemos! —dijo con la suficiencia que lo caracterizaba, tampoco se la iba a dejar fácil.
Y desde ese momento, el tiempo pasó muy rápido, se montaron en la noria, el carrusel y los botes de remo, donde ocurrió un leve acercamiento entre ambos.
Gracias a que Alejandra no hacía lo que Miguel Ángel le decía, estuvieron diez minutos dando vueltas en el mismo sitio, algo que a ella le causaba mucha gracia. Cuando estaban por bajarse, Alejandra no piso bien y casi se cae, de no ser porque Miguel envolvió el brazo en su cintura a tiempo, causando un acercamiento entre el cuerpo de ambos que hizo que ella se sonrojara y se apartara rápidamente de él.
Mientras hacían la cola para la casa del terror, Miguel Ángel notó que desde los botes, Alejandra no decía nada. Él intentó buscarle conversación pero ella parecía ensimismada y no entendía que le había pasado.
—Si quieres nos vamos —dijo obstinado de verla así.
—¡No! No quiero irme —Enseguida reaccionó, no quería irse, la estaba pasando bien.
—Entonces sigue comportándote como antes. Desde que nos bajamos de los botes no has parado de estar ida —Miguel Ángel no quiso decirlo así pero no pudo contener sus palabras. Alejandra desvió la mirada y con el ceño fruncido dijo:
—¡Lo siento! —Él asintió y le agarró la mano justo cuando les tocaba entrar a ellos.
Todo estaba demasiado oscuro, solo unas velas colgadas en la pared iluminaban el lugar, dejando ver sombras, fantasmas hechos con retazos de tela e imágenes que a simple vista parecían satánicas. Gritos y ruidos se oían por todo el lugar pero a Miguel Ángel eso no le daba miedo, le causaba gracia.
Por otro lado, Alejandra estaba que se moría de miedo. Se maldecía una y mil veces por haber elegido esa "atracción", no lo pensó cuando lo dijo, todo por estar concentrada en joder a Miguel Ángel de alguna manera.
Iban caminando y de la nada, ella sintió como la agarraban del tobillo y la jalaban, causando que casi se cayera, pero se aferró al brazo de su acompañante como si la vida se le fuese en ello y empezó a gritar:
—Sácame de aquí ¡Vámonos ya! Vámonos —Sin poder evitarlo, rodeó su cuello con sus brazos y sus caderas con las piernas, tenía mucho miedo.
Miguel estaba preocupado, sabía que no aguantaría ese lugar pero nunca imaginó que al primer susto, se pondría así ¡Estaba temblando! Como pudo la agarró por la cintura y trató de despegársela, pero no estaba dispuesta a soltarlo. Con sumo cuidado, posó su mano en el cabello y empezó a acariciarlo mientras le susurraba en el oído:
—¡Tranquila! Estoy aquí contigo, nada malo va a pasarte. Es solo actuación. No te asustes ¡Estoy contigo! —Alejandra escondió su rostro en el hombro de Miguel Ángel y esperó a que él la sacará de ahí, sin atreverse a levantar la cara nuevamente.
Miguel Ángel caminaba buscando la salida, ese sitio podía ser muy confuso debido a los ruidos y gritos. Sin embargo, logró ver una puerta entreabierta y a una pareja saliendo por ahí, así que se dedicó a seguirlos; pero no contó con que al salir, cayera directo a una piscina.
—¡Maldición Miguel Ángel! Ahora estamos empapados —Alejandra nadaba hacia la orilla de la piscina. Él solo pudo reírse, pues si no lo hacía, terminaría por explotar. Vio como ella intentaba salir apoyándose en sus brazos así que la tomó por la cintura y la elevó para después salir él.
—Ya que esta elección salió mal, después de la montaña rusa, nos iremos a otro sitio y no preguntarás nada porque me la debes —Miguel la tomó de la mano sin decir nada, sabiendo que ella quería hacerse la dura para no mencionar lo que pasó en la casa del terror.
No tardaron nada en subirse a la montaña rusa, Miguel solo podía aferrarse al asiento mientras Alejandra gritaba y reía por las expresiones que su amigo intentaba contener. Al llegar a la parte más alta y descender de golpe, fue inevitable que él gritara. Sin embargo, alentado por Alejandra, subió los brazos y se dejó llevar. Aunque le costó aceptarlo, se divirtió como nunca en su vida.
Al bajarse, ella se acercó a una tienda y compró dos algodones de azúcar.
—Bueno gruñón, vamos al siguiente lugar —Entrelazó su brazo con el de él y lo guió hasta el carro mientras le ofrecía uno de los algodones.
Esta vez, Miguel Ángel emprendió el camino hacia su destino final, el lugar donde llevaría a cabo su plan y donde por fin, podría confesarle sus verdaderos sentimientos a Alejandra. Ella se dedicó a hablar todo el camino, lo cual ayudó muchísimo porque no dejó que se formara un silencio incómodo.
Se bajaron del auto apenas llegaron y él pudo disfrutar de cómo Alejandra aspiraba el aire salado que había en aquel lugar. Sin pensarlo dos veces, agarró la caja que tenía escondida debajo del asiento, se la guardó en el bolsillo de su pantalón y se llevó a Alejandra a las rocas más lejanas que se podían observar, ya que era donde menos gente había.
—¿Por qué estamos aquí Miguel Ángel? —Alejandra no entendía qué era lo que él pretendía.
—Bueno... primero quiero decirte que esto fue algo que llevo tiempo planeando, quería que se extendiera un poco más pero no aguanto las ganas de sacarme esto que llevo dentro. Eres mi mejor amiga, sabes que no suelo abrirme con nadie pero contigo lo he hecho y todo eso se debe a una sola razón: ¡Me gustas!
»Y sé que debí decirlo desde que empecé a sentirlo pero no hubiese soportado tu rechazo. Ahora ya no tengo miedo y estoy seguro de que puedo hacer que te enamores de mí como yo lo estoy de ti. Solo quiero que me des esa oportunidad.
Alejandra quedó boquiabierta y tuvo que abrir y cerrar la boca dos veces, solo para terminar diciendo:
—Pero... tú no puedes hablarme enserio ¡Es absurdo!
—¡No es absurdo! Sorpresivo si, pero es lo que siento y... —No pudo continuar, Alejandra lo interrumpió
—¡Miguel Ángel por Dios! ¿Te estás escuchando? Tú y yo no podemos tener nada, no puede haber nada entre nosotros más allá de lo que tenemos —Alejandra no paraba de mirarlo como si fuese un bicho raro.
—¿Por qué? ¿Por qué no quieres darme la oportunidad de enamorarte? —Miguel no podía creer que esta fuera la reacción de su amiga, realmente no fue lo que esperó.
—Porque... yo no... tú... todo esto es solo... un capricho —Alejandra desvió la mirada y Miguel Ángel pareció entender que lo que ella sentía, era miedo, no le creía del todo pero él todavía tenía un as bajo la manga.
Sacó su teléfono, marcó un número y esperó pacientemente a que atendieran. Solo dijo un simple y seco "¡Hazlo!". Eso fue suficiente para que cientos de fuegos artificiales estallaran en el cielo, que junto con los colores del atardecer, le daban un aire de ensueño.
Alejandra estaba absorta en aquella imagen pero quedó aún más sorprendida, cuando vio como un helicóptero se colocaba a una altura prudencial de ellos y extendía una escalera.
—Quiero que veas algo —dijo Miguel Ángel extendiéndole la mano, ella la tomó dudosa.
Subieron juntos y por indicaciones del piloto, se colocaron unos auriculares, gracias a los cuales podían escuchar sus voces. El piloto comenzó a maniobrar y a elevar el helicóptero a lo que fácilmente podían ser unos dos mil metros del suelo.
Miguel Ángel le hizo una seña a Alejandra para que viera hacia abajo y al hacerlo, vio un letrero de flores que decía:
¿Quieres ser mi novia?
A ella se le salieron las lágrimas de la emoción y dijo:
—No puedo creer que estés haciendo esto por mí —Miguel le acarició las mejillas con suavidad para limpiar sus lágrimas.
—Cuando se trata de ti no tengo límites. No te has fijado pero debido a que hago todo esto por ti, ni siquiera me dan miedo las alturas, —Él sonrió, tal como pensó, ella no había caído en cuenta—, es que por tratarse de ti, me vuelvo todo un cursi y... me gusta. Déjame compartir esta parte de mí contigo —La veía, expectante.
Alejandra volvió a mirar hacia el letrero y de nuevo a Miguel Ángel, lo quería, claro que lo quería, y sabía que enamorarse de él sería lo mejor que podía pasarle en su vida.
—Claro que si ¡Si quiero ser tu novia! Quiero sacar ese lado cursi que tienes y verlo todos los días, quiero que compartas eso conmigo y quiero... quiero darte todo lo que te mereces —Alejandra asentía efusivamente.
—Eso ha sonado más a una amenaza —bromeó Miguel Ángel para quitarle un poco de tensión a todo ese asunto. Sacó la caja que había guardado en su bolsillo, la abrió y le mostró el pequeño colgante, era una estrella y cada punta contenía una letra. Se lo colocó a Alejandra con sumo cuidado y le mostró el dije—. Debes empezar desde la M —indicó con una sonrisa.
Alejandra lo tomó en sus manos y logró leer lo que decía "Mi Ale". No pudo evitar sonreír ante ese detalle.
—¡Eres de lo más cursi! Y me encanta —Fue ella quien tomó la iniciativa de besarlo. Colocó una de sus manos sobre sus mejillas y con lentitud se fue acercando a su boca. Al principio fue un ligero roce, pero la lengua de Miguel pidió permiso para entrar en la boca de ella, y se lo concedió.
Era una danza entre ambos, una guerra, pero no de poder, sino de cariño y amor. Ambos se perdieron en los labios del otro sin poner atención a nada más.
Fue Alejandra quien rompió el contacto y al sonreír, le dijo:
—Al tratarse de ti, todo sale perfecto —Volvió a juntar sus labios para luego abrazarlo.
—¡Corrección cariño! Al tratarse de nosotros, todo será perfecto —Miguel Ángel la abrazó y le indicó al piloto que debían aterrizar, pues ahora que todo había salido bien, quería terminar de disfrutar el día con su novia, sabiendo que los días venideros, serían de ensueño, solo por poder pasarlos a su lado.
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