Capítulo Veinticuatro

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Habían pasado cuatro meses.

¡CUATRO MESES!.

Ya llevaba unos ocho meses o siete viviendo con Liam, no lo recuerdo exactamente.

Estaba en la cama, estirándome, bostezando, mientras mi guapo novio se estaba cepillando mirándose al espejo.

Se demoró un poco ya que también se estaba quitando la barba de días que le estaba creciendo. Me miró de reojo sonriendo.

Mi vida al fin tenía un toque de normalidad. Mi novio durmiendo conmigo, follando conmigo, yo preparando la cena, esperándolo para molestarlo, él trabajando en la piscina. Todo normal.

—¿Qué tanto me ves?. —Preguntó saliendo del baño, yo me tapé la cara con la sábana riendo.

—Nada. —Reí cuando sentí sus brazos rodearme la cintura.

—¿Estoy viviendo con una pervertida?. —Bromeó posicionándose encima de mi, y en el acto quitándome la cobija del rostro.

—Tal vez. —Contesté rodeandole el cuello con mis brazos.

—Me agrada vivir contigo señorita Juliens pervertida.

—No soy tan pervertida. —Me dió un casto beso antes de levantarse.

—Bueno, supongo que es hora de que me vaya. —Habló poniéndose la camisa, yo resoplé con fastidio.

No quería que se fuera...

—Que aburrido, tengo que quedarme aquí todo el día, ya las tareas no son suficiente distracción. —Me tapé de nuevo la cara con la cobija.

—Pues es mejor que ir al trabajo.

Me llevé una mano a la barbilla pensando.

—¡Eso es! ¡Quiero un trabajo!.

—Eso sería buena... ¿Qué?. —Preguntó como si no hubiese escuchado bien.

—Que conseguiré un trabajo.

—¿De pitufo en un restaurante? ¡O mejor! ¡En un museo, "Umpalumpas capturados en la vida real"!.

—Serás idiota.

—Si soy.

—Confirmamos.

—Nos vemos luego, enana. —Se inclinó y me puso la mano en el cabello agitandola. —No hagas travesuras.

—Solo soy dos años menor, tampoco hay que exagerar. —Añadí. —Y ya te dije que saldré.

—En fin, hoy tendré una hora de receso, me llamas entre la una o dos por si algo.

—¿Y si voy?.

—No, mejor que no. —Agregó esquivando mi mirada poniéndose los zapatos. Siempre que sacaba el tema de ir a su trabajo me evadía.

—¿Cuál es el maldito problema?. —Pregunté a la defensiva, no quería pensar que estaba ocultandome algo. Pero estos días había estado bastante sospechoso.

—Que quizás y con lo torpe que eres te caes a la piscina.

—No soy torpe, soy una maldita Diosa.

—No pienso discutir contigo por esto.

—A pues bueno, también tendré un trabajo en pocas horas y no te llevaré nunca. —Moví los hombros hacia arriba, él imitó mi acción.

—Por mí no hay problema.

Bufé molesta, él se inclinó para darme un beso y no dudé en girar la cara, pero Liam me tomó de las mejillas plantandome un parche que por poco y me deja tonta.

—Te quiero. —Susurró antes de tomar su bolso de trabajo y salir de la habitación. Tiempo después se oyó sonar la puerta de salida.

Saqué todo el aire contenido en mis pulmones levantándome para asearme.

...

—¿Tienes experiencia o trabajado como secretaria alguna vez en tu vida?.

—No señor, pero aprendo rápido. —Hablé nerviosamente para luego sonreírle al tipo que tenía al frente, de mas o menos cuarenta años.

—Lo siento, pero no cumples con nuestros requisitos, sin contar que hasta hace poco cumpliste los dieciocho. No necesitamos jóvenes irresponsables y sin experiencia en nuestra compañía.

Solté un gruñido un poco molesto para él, respiré hondo.

—Puedo hacer lo que sea, pero por favor, necesito el empleo. Le juro que haré lo que sea para conseguirlo.

—Pues eres muy hermosa, tal vez si puedas trabajar conmigo, si te dejaras, no sé. Tocar... —Puso una de sus manos en mi rodilla y no dudé en poner alerta mis cinco sentidos.

Fruncí el ceño notando como su mano se adueñaba de mi muslo.

¿Mi respuesta? : Una cachetada.

Demonios.

—¡Sal de aquí si no quieres que llame a seguridad!. —Gritó exasperado mientras se levantaba de golpe.

—A mi no me amenace viejo cochino asqueroso, lo puedo demandar.—Murmuré levantándome de la silla en la que estaba sentada, me encaminé a la puerta de salida.

—Haz eso y me encargaré que de ni de sirvienta te den empleo, además no tengo la culpa de que tengas pinta de zorra. —Les juro que estaba por irme, lo juro.

Me devolví por mis pasos apresuradamente hacía él, empuñé mi mano roja de la ira, me dolía demasiado la cabeza y no iba a dejar que ese viejo me tratara de esa forma. Mi puño fue directamente a su cara, fue tan impredecible que no pudo detenerlo.

Retrocedió y me miró un poco desconcertado, tomando su mandíbula y encajandola como si de verdad un puño de una Diosa como yo le, pudiera romper la cara. Le sonreí tímidamente e intenté irme, pero los de seguridad me tomaron de los brazos en la puerta de la oficina, impidiendome el paso.

—Llamamos a la policía, no puedes irte. —Aclaró uno de los hombres musculosos que me sostenían, yo me agité furiosa.

—¡Deberían de encerrarlo a él!. —Señalé con mi dedo índice al hombre que había golpeado minutos antes.

—Eso lo decidirá la policía. —Susurró el otro hombre que estaba a mi lado izquierdo.

Esperé unos diez minutos sentada en una tumbona, por poco y me duermo, estaba cansada de tanto caminar.

Sentí mis párpados pesados y luego de eso todo se volvió oscuro.

¿Señorita Juliens?. Hey...

Mmm. Siento que alguien me toca el hombro.

—¡SEÑORITA!.

—¡ESTOY VIVA!. —Grité de repente, el oficial a mi lado me miró extrañado.

—Es obvio que... —Tuve el presentimiento de que iba a bromear hasta que su compañero le dedicó una mirada molesta, yo carraspee mi garganta, el oficial hizo lo mismo.

—¿Cuál es el problema señor Petterson?. —Habló dirigiéndose al anciano.

Oh cierto, estaba buscando un trabajo.

—Vino a buscar trabajo y como no le dí el empleo me pegó un puñetazo en la nariz, creo que esta joven es un peligro para nuestra sociedad, ya luego va a matar y robar. —Hijo de puta.

¿Yo robar? ¡Eso es una ofensa!. Matar hasta quizás, ¿pero robar? Eso es caer un poco bajo ¿No cree?.

El oficial bromista me miró con ganas de reírse, pero se resistió porque su compañero lo miraba expectante a espera de alguna reacción.

—¿Dirá algo que no sean tonterías?. —Preguntó el oficial amargado.

—Cuenteles, dígale también que intentó pasarse conmigo. —Admití, el policía bromista me miró como tratando de encontrar un rastro de mentira, pero yo decía totalmente la verdad, debería ser un delito ser un policía tan bien formado, ya sé que estoy enamorada, pero eso no me impide aceptar que está bueno para otra chica buena que no sea yo.

—¿Usted es mayor de edad?. —Preguntó el gruñón, yo asentí, pero al ver que no me estaba mirando, si no que su mirada estaba fija en la libreta que estaba abriendo opté por hablar :

—Así es.

—No parece de más de dieciséis años. —El policía bromista me miró de arriba a abajo.

¡Que descarado!.

—¿Podria dejar de mirarme así? Soy una mujer comprometida. —Me tiré el cabello que tenía en el hombro hacia atrás, el policía quitó la mirada avergonzado, yo reí para mis adentros.

—Tiene usted una cara muy joven. —Insistió el policía gruñón.

—Cumplí dieciocho. —Aclaré cruzando los brazos sobre mi pecho.

—Pues es usted de muy baja estatura. —Se burló el policía bromista, yo lo miré mal.

—Eso no tiene nada que ver con mi edad. —Me defendí.

—Bueno, señorita Juliens. ¿Sería tan amable de acompañarnos a la estación?. —Indagó el policía gruñón, respiré hondo para no empezar a despotricar sandeces. —Llamaremos a su acudiente para que traiga su identificación.

—Pero... ¡Ya le dije que soy mayor de edad!. —Patalee como una niña, el policía gruñón me observó con desconfianza.

—Si, creo que prefiero que un mayor de edad se haga cargo de usted. —Concluyó.

Por el Dios de las bragas, maldita ley de mierda.

—Está bien, oficial. —Refuté.

Miré de nuevo al tipo causante de todo este lío, le saqué el dedo del medio seguido de la lengua, el policía gruñón se frotó la sien, mientras el bromista no aguantó más y estalló en risa.

—Hazte una operación en esa nariz, te quedó torcida. —Y sin mas que decir salí de ese lugar.

...

Estaba sentada en una banca de la estación policial, esperando que Liam terminara de firmar unos documentos para irnos a casa.

Era el colmo que no me creyeran que era mayor de edad, incluso después de mostrar mi documento de identificación lo negaron.

A lo lejos divisé a Liam caminando hacia mí, todo un galán, con esa camisa blanca que no dejaba nada a la maldita imaginación, ya había pasado todo este tiempo y sentía que en cada minuto se ponía más bueno y comestible...

Y como si así no estuviera lo suficientemente bueno.

—Listo, vamos a casa. —Pasó por mi lado caminando hacia la salida.

Me levanté rápido del asiento y me despedí de forma militar a los dos policías que habían tratado mi pequeño caso, el gruñón asintió con la cabeza mientras el bromista me devolvió el saludo queriendo reírse.

Caminé a pasos apresurados llegando a la salida, Liam ya estaba abriendo la puerta de su auto, estaba enojado, lo sabía.

Me senté en el copiloto, mi novio encendió el motor empezando a manejar.

No dijimos nada en todo el camino, era ese momento donde estaba enojado y no sabias que decir o que hacer para arreglar la situación.

Cuando llegamos al apartamento, me abrió la puerta para dejarme pasar primero, dejé mi bolso sobre la mesa, estaba nerviosa y tensa. No sabía si había hecho algo malo.

Me incliné un poco para quitarme las sandalias, él se tiró en el sofá llevando ambas manos a su cabello.

Me puse un mechón de cabello detrás de la oreja y me acerqué lentamente, como si tuviera miedo de lo que pudiera decirme. Me senté a su lado sin saber aún que decir, pero luego de darle vueltas al asunto decidí decir algo :

—Lo siento.

—¿Qué?. —Indagó quitando las manos de su cabeza, levantando su mirada, la cual chocó con la mía haciéndome temblar las piernas y el cuerpo entero.

—Que lo siento.

—¿Por qué?. —Preguntó frunciendo el ceño.

—Por eso, por causarte problemas. —Me miré las rodillas, reposando mis manos allí, queriendo que dejaran de temblar bajo la mirada penetrante de mi novio.

—¿Por qué no me llamaste? Hubiese ido en el momento en que quisieras.

—No es justo para ti, necesitas el trabajo, no puedes dejarlo solo porque yo necesito que resuelvas mis problemas...

—A mi me vale mierda cualquier trabajo, si me necesitas, llámame e iré corriendo. —Aclaró.

—Entonces... ¿Si estás enojado conmigo?.

—No estoy enojado contigo Ally, estoy enojado con el tipo que intento pasarse contigo. —Frunció el ceño antes de decir las últimas palabras. —¿No te tocó?.

Supongo que tocar la pierna no cuenta.

Negué con la cabeza.

—Pensé que estabas enojado conmigo. —Me acurruqué contra su pecho obligándolo a poner sus manos en mi cintura.

—Yo no podría enojarme contigo, eso está en contra de mi naturaleza, mujer. —Me apretó contra él besándome la cabeza.

—¿Pediste algo de comer?. —Levanté un poco la cabeza deseando que dijera que sí, lo único que había comido en todo el día era el desayuno y eso que había dejado la mitad.

—Hay maíces calientes en el microondas, pero si ya no están calientes yo si lo estoy...

—¡Maíces! —Exclamé ignorando su intento de coqueteo, corrí hacia la cocina deseando identificar el olor tan característico que tenía mi segunda comida favorita.

—Bueno, al parecer tienes hambre. —Bromeó encendiendo el televisor, yo por mi parte saqué los maíces del microondas y tomé un tenedor de la alacena.

—Muchas gracias, cariño. —Me senté a su lado mirando la pantalla, él no tardó en girar su cabeza hacia mí.

—Dame. —Intentó quitarme una papa frita pero me aparté.

—Creo que tú ya comiste, no seas pesado.

Se inclinó de nuevo intentando quitarme pero me volví a resistir.

—Al parecer la enana...

—Te iba a dar pero ya no te doy. —Me metí cinco papas a la boca masticando rápidamente.

—Era broma. —Se cruzó de brazos indignado formando un puchero en sus labios, yo le hice ojitos burlandome.

—Abre la boca así. —Indiqué abriendo mi boca.

—¿Cómo la abro?. —Si hubiese sido una chica de esas inocentes que no entendían nada de la vida sexual probablemente lo habría pasado por alto pero el ver su sonrisa de perversión me hizo latir mi entrepierna.

—No seas tonto y abre la boca para darte una papa. —Resumí. Imitó mi acción de hace unos segundos y después de recibir la papa francesa me dió un corto beso que me hizo reír.

—No quiero que intentes conseguir mas empleo, ya te dije que no es necesario, con el trabajo que tengo ya es suficiente.

—Quiero ayudar. —Formé un puchero en mis labios. Y era cierto, estaba cansada y aburrida de no hacer nada.

—No es necesario. —Insistió pero me negué. —Es más. Me ayudarías estando aquí, a salvo, me preocuparía mucho por ti si algo malo estuviera a punto de pasarte y ni hablar si te llega a pasar.

Decidí no hablar mas del tema, me incliné para darle un beso que siguió al instante, haciendo círculos con sus dedos en mi cadera.

—Mi mamá no me ha llamado. —Solté de golpe, su reacción solo fue fruncir los labios hacia un lado pensando. Yo por mi parte me metí otro bocado de comida a la boca.

—Quizás lo haga luego. —No, no lo haría, ni luego ni nunca. Mis labios formaron una sonrisa triste.

—Ya se que no debería ni de dirigirle la palabra pero, es mi mamá, no ha sido un claro ejemplo, pero ella me parió. —El chico a mi lado asintió con la cabeza presionando el botón del control que apagaba el televisor. Puso toda su atención en mí mientras terminaba de comer.

Tomó uno de mis mechones en su mano, acariciandolo levemente, pasando sus dedos por mi cuello, cosa que hizo que me estremeciera.

—Vi como te miraba ese policía. —Añadió con la voz ronca, yo tragué con dificultad esperando una escena de celos llena de toxicidad.

—¿Y..?

—Y que afortunado soy de tener una chica a los que todos ven, que cool poder llegar a tu lado, besarte y que digan "Él es muy poca cosa para ella", pero saber que mientras todos esos hombres te miran, tú estás solo conmigo. Eso me prende.

—¿Te prende mucho?. —Indagué levantando mi cara para ver la suya, sus ojos brillantes y sus pupilas dilatadas me daba a entender lo mucho que me deseaba.

—Si... —Susurró prendiendose de mi cuello.

Me besó la frente incorporándose en su lugar, yo estaba caliente, por el Dios de las bragas, claro que lo estaba, me metí otra papa a la boca mientras lo escuchaba suspirar pesadamente.

—¿Quieres hacer algo?. —Preguntó casi en un susurro, yo tomé esa oportunidad y sonreí de lado, maliciosamente.

—¿Algo... sexual?. —Dejé la comida a un lado y no tardé en sentarme a horcajadas encima de él.

—Hablaba de.....—Se detuvo cuando sintió mis labios tocar su cuello. —Joder, no importa. —Echó su cabeza hacía atrás tomando mi cabello en un puñado y yo me detuve para besarlo.

—Es raro que no hayamos tenido sexo en el sofá. —Lo besé una vez más.

—Entonces hay que reconsiderar esa idea. —Su voz ronca acarició mis oídos, prendiendome más de lo que ya estaba.

Bajó la copa de mi sostén, lamiendo mis pezones en el acto.

—Hoy dejaré que tengas el poder sobre mí. —Aclaré. Me besó una vez más antes de pasar sus manos por mis piernas.

—Siempre he tenido ese poder. —Susurró y no se porque ni siquiera intenté negarlo.

—Egocéntrico.

Moví mis caderas sobre su erección, cosa que lo hizo soltar un jadeo, sus manos fueron a mis caderas, guiando mis movimientos mientras chupeteaba mi labio inferior.

Deslizó su mano por mi abdomen, llegando a mis pantalones, metió su palma dentro de mis interiores, rozando mi intimidad, haciendome soltar un pequeño gemido.

—Estas mojada. —Mordió el lóbulo de mi oreja.

—Lo sé.

Se detuvo para pasar mi camisa por mi cabeza, yo hice lo mismo con la suya, las cuales terminaron en un lugar del que no tenía ni el conocimiento. Me levanté para desabrochar mis jeans, pero él fue más rápido a la hora de acostarme en el sofá y ayudarme a quitármelo.

Me besó el abdomen y las piernas mientras bajaba las bragas encharcadas que escondían mi sexo rosado. Paró y se quitó la ropa rápidamente sin dejar de besarme.

Me llenó de lametazos calientes, que enviaban mensajes nerviosos por todo mi cuerpo. Me besó una y otra vez, sin dejar un espacio libre que no tocara sus labios.

Tiró de mis caderas, apretandome contra él, diciéndome con su cuerpo lo mucho que quería estar dentro de mí. El deseo que surgía con solo vernos la cara.

—Joder, eres tan sexy. —Dijo en un aludido.

Siguió besándome, tomando mis pechos entre sus manos, manoseandome y adorando mi cuerpo.

Fui yo la que interrumpí, levantándome y tomándome el tiempo para arrodillarme en el suelo, Liam me miró curioso, yo solo sonreí observando su expresión.

Reí para mis adentros antes de besarle la punta de su miembro, el glande rosado que soltaba el líquido pegajoso que quería quitar con mi lengua.

Lo tomé con mi mano derecha y lo empujé adentro de mi boca, saboreandolo todo, intentando no ahogarme con el tamaño. Me observó con el ceño fruncido, soltando jadeos desesperados que hacían que me prendiera mucho más.

—Así... —Sentí su mano empujar mi cabeza, haciendo que su tronco grueso me llegara hasta la garganta. Ignoré las arcadas que llegaban sin aviso.

Nunca fui fan número uno del sexo oral, pero con Liam podría practicarlo toda la vida sin cansarme.

Me lo saqué escupiendo sobre el y llevándolo hacia arriba y abajo con mi mano.

Me lo volví a meter, gimiendo con las estocadas que lanzaba mi chico follandome la boca. Me apretó un poco el cabello y juré sentir que estaba por correrse y eso en vez de detenerme, me dió esperanzas para seguir...

Y quería más, porque me estaba gustando y amaba que a él también le gustara.

No le dió tregua a mi boca y se vino dentro de ella, paré un momento tratando de tomar aire por la nariz, sentía el líquido caliente bajarme como una cascada al rededor de la boca. Me lo saqué con cuidado intentando descansar aún con el líquido caliente. Estaba saboreando su contextura salada.

¡Que rico!.

Abrí la boca mostrándole todo lo que estaba a punto de tragarme. Tenía las mejillas encendidas, el cabello hecho un desastre y una capa de sudor cubría su cuerpo.

Sus ojos azules me miraron de arriba a abajo, expresivos, porque con esa mirada me pudo haber dicho más que mil palabras.

El líquido bajó por mi garganta, espeso, caliente y salado.

Liam me levantó del suelo y me acostó de nuevo en el sofá. Sostuvo una de mis piernas en su hombro y la otra en su mano izquierda.

—Pídemelo. —Sentí su miembro rozar contra mi intimidad, dándole pinceladas que me encendieron de nuevo.

—Quiero... —Jadee tomando sus hombros, aparentando mis dedos contra su piel.

—¿Qué quieres Ally?. —Susurró cerca de mi oreja, yo tomé aire antes de decir lo siguiente :

—Quiero que me folles.

—Tus deseos son ordenes para mí, enana. —Y dicho esto se empujó dentro de mí, recordándome...

Porqué estoy donde estoy, porqué soy feliz, porqué este es mi lugar seguro.

—Te quiero señorita Juliens.

—Te quiero señor Coulds.

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