Capítulo Treinta Y Uno
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Estaba en un lugar oscuro, poco visible, un olor putrefacto se hizo presente en mi nariz, lo ignoré por completo intentando levantarme del suelo.
—¿Hola? —pregunté al ponerme de pie, pero un golpe a mi vientre me hizo soltar un grito desgarrador. Me sostuve la panza intentando alivianar el dolor.
De un momento a otro fue como si se encendieran las luces, yo no entendía nada, absolutamente nada.
Todo estaba en blanco y bajé la mirada al sentir algo bajando por mis piernas. Me temblaron las manos cuando noté un charco de sangre debajo de mí.
Retrocedí asustada, no sabía que me pasaba, o al menos que era lo que estaba por pasar.
Me limpie el sudor de la cara apenas abrí los ojos y me miré las manos que estaban temblando. Tal vez había soñado que me llegaba mi período porque en realidad era mi deseo en este momento.
Divisé al chico desnudo que dormía plácidamente al lado izquierdo de la cama, me dirigí desnuda al baño luego de tomar mi celular y ver la hora en él.
5:47 a.m.
Me lavé la cara y los dientes, sabía que ya no podía dormir más, así que luego de volver a la cama me entretuve viendo como el cabello de mi novio se le pegaba a la frente cada que respiraba.
—Buenos días... —susurró una hora después.
Se corrió hacia arriba quedando más alto que yo, a lo que puse mi cabeza en su pecho y pase mi brazo por su torso, enredandole mis piernas con las suyas.
—Te levantaste temprano —dijo apretandome contra él.
—Si... —fue lo único que dije.
—Tengo que ir a trabajar —me dió un beso en la frente antes de sentarse en la cama.
Y es que se veía tan jodidamente sexy recién levantado.
A diferencia de ti.
Oh, cállate Cheryl.
Ambas sabemos que me extrañas.
Estoy bien, gracias.
Lo observé salir de la cama, mi mirada pervertida fue inmediatamente a su culo, que lo tenía tan bueno a pesar de no tener mucho. Me miró de reojo cuando tomó sus bóxer y se los puso, luchando por acomodarse la erección mañanera que había surgido.
—Al parecer tu bicho se despertó contento.
—Si, y el que estés desnuda no ayuda mucho —bromeó caminando hasta el baño.
Yo por mi parte esperé que se fuera para arreglarme e ir con Karol a comprar ropa para la bebé.
—Que no perra, eso no —le dije a Karol por enésima vez, la cual que seguía insistiendo que el enterito que había escogido era para el nacimiento de mi sobrinita.
Ya solo faltaba un mes para que naciera, y para que yo cumpliera un año de estar junto a Liam, todo parecía estar tan bien, Sophie no volvió a aparecer en la piscina, como lo prometió.
Y lo mejor es que habían terminado los problemas con Liam, no más secretos, no más mentiras.
Una cosa importante en la que pensaba cada día, era en que debía de arreglar las cosas con mi mamá, pero yo era muy orgullosa para ceder tan fácil con un simple perdón.
—Es que ese me gusta —me puso un puchero mostrándome de nuevo el enterito, y al final yo asentí con la cabeza.
—¿Ya pensaron un nombre? —indagué, ella no tardó en asentir con la cabeza.
—Se llamará Alfonsa Roberta —explicó con una sonrisa extraña.
—No seas así, te odiara toda la vida —reí.
—Annie, así se llamará...
Annie, parecía un nombre hermoso y tierno, así que asentí con la cabeza orgullosa.
Esbocé una sonrisa y sostuve un vestido rosa pálido entre mis manos, se lo mostré y era tan hermoso que lo tomó en sus manos emocionada, midiendoselo en la barriga.
De repente las ganas de vomitar se me hicieron presentes de nuevo, tapé mi boca intentando retener mi desayuno.
—¿De nuevo al baño? —preguntó divertida, yo asentí con la cabeza, empezamos a caminar tranquilamente hacia el baño del almacén, era la tercera vez que me pasaba hoy.
—Haz estado vomitando mucho, Lana —soltó mi mejor amiga, negué con la cabeza mientras bajaba la tapa del baño, me acerqué al grifo para lavar mis manos.
—Algo me debio de caer mal —expliqué.
—Esa excusa solo funciona en la rosa de Guadalupe. —se burló estallando en carcajadas a lo que yo rodé los ojos.
—Estas loca, yo no estoy embarazada, he estado tomando las pastillas, si lo estuviera lo notaría, porque tendría poderes de mamá o algo así —hablé nerviosa.
—Esperemos que no, no te imagino siendo madre.
Seguimos eligiendo ropa, y entre mareos y más vómitos a mitad del camino me dirigí al apartamento. No le dije nada a Liam, no quería que se preocupara más de lo que estaba.
—Liam —le llamé, él se quitó la camisa antes de girarse hacia mí, yo me estaba recogiendo una coleta alta para ir al café.
—Dime —masculló.
—¿Tu quisieras tener hijos conmigo? —le solté sin muchos rodeos, él pensó las palabras antes de abrir la boca.
—Claro que sí, pero primero quiero que termines tus estudios, ya saliste de la secundaria y ahora estás descansando pero me habías dicho que querías hacer cursos y quiero que cumplas tus sueños primero, después quiero que nos casemos y luego si podemos tener veinte minis Liam y treinta Alanna's junior.
Las expresiones con sus manos me hicieron reír tanto que al rato me dolía la panza.
—Pero digo, por ejemplo, es un ejemplo, solo es un ejemplo, si digamos ahora mismo estoy embarazada.¿Tú me dejarías solo por qué no quieres arruinar tu vida? —me pasé la blusa por la cabeza esperando su respuesta, su cara era de pánico completo.
—¡¿Estás embarazada?!.
—¿Qué? No, claro que no, te dije que solo era un ejemplo —lo vi suspirar antes de empezar a formular.
—Claro que no cariño, yo no te haría eso, yo te quiero y nunca dejaría que criaras un bebé sola, si estas embarazada alguna vez antes de lo que te dije igual lo amaré porque es mi hijo y tú la mujer con la que quiero estar —empezó —pero ahora no creo que lo estés ya que nos hemos cuidado y haz tomado las pastillas —asiento con la cabeza no tan segura de habermelas tomado todas las veces que estuvimos juntos.
Me incorporé para darle un beso profundo antes de tomar mi bolso de la mesa pequeña, mi novio había salido temprano por la razón de que no abrirían la piscina, solo era el mantenimiento.
—Vuelvo a las siete o seis.
—Ok —habló mordiendome los labios.
Salí de casa dispuesta a trabajar las siguientes horas.
...
—Aquí esta el suyo señora Luz, con espuma y azúcar doble —le dejé su famoso café en la mesa.
—Gracias Alanna —agradeció con una sonrisa amable antes de tomar un sorbo.
—Es un placer atenderla —hablé sentandome en la silla de al frente—Abuela, ¿Tiene usted parientes?.
—Si mija, pero todos se fueron, incluso tengo dos hijos, pero cuando uno tiene hijos solo son prestados, cuando ellos crecen toman sus caminos y uno queda así como yo, solo y feliz —por un momento pensé que era verdad, pero el ver la melancolía en sus ojos supe que había algo falso en esas palabras.
—Oh. ¿Entonces, vive usted sola?.
—Tengo un gato callejero que va cuando quiere, así que no estoy tan sola.
Me gustaría poder llevarla a vivir conmigo, pero sé que Liam y yo apenas nos estamos adaptando, y pues no estoy segura si él lo aceptaría.
Ya luego veré que hago.
—¿Sabía usted que es una persona increíble? —le dije con una sonrisa, ella rió.
—Estás haciendo mejor el café que antes Alanna, felicidades —puse cara de póker cuando evadió mi cumplido.
—¡Alanna, atiende la mesa cinco! —gritó Martina desde su puesto, yo me puse de pie, tenía que terminar el turno.
...
Estaba tan, pero tan cansada volviendo a mi casa. Había hecho todo lo posible para salir a las cinco y treinta, y al parecer había funcionado.
Apenas crucé el semáforo empezó a vibrarme el celular en el bolsillo, indicándome que me estaban llamando, pude divisar el nombre de Connor en la pantalla, inmediatamente contesté.
—¿Ocurre algo? —pregunté con el ceño fruncido.
—E-Ella... ella se orinó o no sé que le pasó pero está gritando como una loca. ¡ALANNA, NECESITO AYUDA! —habló tan rápido que apenas le entendí.
—¿Dónde estás? —pregunté.
—¡¿Es Lana?! —la escuché gritar antes de chillar.
—¡En nuestro apartamento! —gritó exasperado y me apresuré a tomar un taxi.
—¡CALLATE MALDITA SEA, ERES UN INÚTIL! —escuché de fondo.
—¡TÚ ERES LA QUE ESTÁ GRITANDO!.
—¡Connor, necesito que se calmen! Ya voy para allá... —grité empezando a asustarme. Me subí al primer taxi que vi —Carrera 37 con 13 —le dije a la mujer que asintió con la cabeza.
—¡QUÉ TE CALLES LA BOCA, ¿NO VES QUE POR TU CULPA ME ESTÁ DOLIENDO?! —gritó Karol de nuevo.
—¡NO TENGO LA CULPA!. —dijo su novio...
—¡SI LA TIENES, TE DIJE, "COMPRA CONDONES DE LOS CAROS", PERO NUNCA ME HACES UNA MIERDA DE CASO!.
—¡¿QUE IBA A SABER YO QUE UN CONDÓN SE ME IBA A ROMPER?!.
—AY DIOS, POR FAVOR NO ME HAGAS ESTO, ¡CONNOR AYÚDAME!.
Por el Dios de las bragas que histéricos.
—Señora...¿Podría apresurarse?, la chica a la que me dirijo va a parir en pleno apartamento —me froté la sien.
—Llamaré una ambulancia entonces —informó, yo asentí dándole las gracias.
A los segundos aparcó el taxi en la entrada del edificio y me apresuré a salir cerrando la puerta, subí las escaleras lo más rápido que pude, lo mejor es que vivían en el segundo piso, divisé a Karol apoyada en el marco de la puerta de su apartamento.
Me dirigí hacia ella corriendo y la ayudé a moverse para bajar las escaleras.
—Respira. Uno...Dos...Tres... —le expliqué mientras inhalaba y exhalaba. Ella repitió mi respiración.
Notamos que la señora del taxi no se había ido aún y que los paramédicos se acercaron para ayudarme con ella, y finalmente la subieron en la ambulancia.
—¿Alguien que desee ir en la ambulancia con ella? —preguntó uno de ellos.
—Ve tu Connor, eres el papá de la bebé —él asintió empezando a subir, pero paró cuando notó que ella intentaba pegarle patadas cuando subió.
—NO, ÉL NO. ¡NO COMPRÓ UN CONDÓN CARO! —no le hice caso a los paramédicos que empezaban a reírse, cuando cerraron las puertas de la ambulancia me subí al taxi, la mujer empezó a conducir.
Por mi parte llamé a Vanesa, que me contestó en un dos por tres.
—Hola mi Lana preciosa...
—¡Hora de ser abuela! Ven al hospital del centro... —fue lo único que dije antes de colgar, no tenia tiempo para contar el chisme.
—¿Qué va a tener? —preguntó la morena al volante.
—Será niña —resumí entusiasmada.
—¿Eres su tía? —indagó.
—Algo así.
—¿Y está bien?, noté que tenía algo de sangrado.
—Nacerá prematura, debía nacer para finales del otro mes —luego de eso asintió y aceleró.
Estacionó el taxi y yo pagué para bajar, luego me adentré en el hospital.
—Tenemos que esperar aquí —murmuró Connor cuando me senté a su lado en la sala de espera.
—Ya le llamé a Vanesa —informé.
—Gracias, ni lo había pensado, también tengo que avisarle a mi mamá —sacó su celular empezando a marcar los dígitos de su progenitora.
—Tengo que llamar a Liam —susurré para mi misma sacando mi celular del bolsillo.
Luego de tres timbres escuché su voz:
—¿Pasa algo, cariño?.
—Karol va a tener su bebé. ¿Puedes venir al hospital?.
—¿No nacería para finalizar diciembre?. Apenas va a iniciar...
—Liam cállate y ven al hospital que te necesito.
—Esta bien cariño, ya voy, ya voy —habló antes de colgar.
Estuve esperando a Liam, media hora después lo vi entrar por las puertas del hospital, con una camisa blanca y chaqueta de cuero negra, los lentes de sol le quedaban perfectos. ¿Todo eso era mío? Cada día era menos creíble que ese chico se haya enamorado de mí.
Me buscó con la mirada, yo sonreí divertida al verlo buscándome, al verme se dirigió hacia mí y se sentó a mi lado.
—Hola cariño —saludó dándome un beso —. Hola papá —chocó los puños con Connor.
—¿Por qué tardaste tanto? —pregunté.
—Estaba durmiendo, además estas cosas se demoran—habló restándole importancia. Yo rodé los ojos.
—Tengo sueño —susurré recostando mi cabeza en su hombro.
—Duerme un poco, al rato te despierto.
Y con eso cerré mis ojos.
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