Capítulo Treinta Y Seis
Ya terminado el camino hacia la casa de mis suegros, me bajé del taxi y con una sonrisa resplandeciente me acerqué al enorme portón.
Sabía, o al menos presentía la cara de Liam escuchando una noticia como esas. Planeaba decirle, quedarme y que luego me follara duro de la emoción de tener un bebé conmigo.
Entusiasmada toqué tres veces la puerta. La puerta de la mansión se abrió, dejándome ver una de las empleadas, joven de unos treinta algo, de piel blanca, con ojos esmeraldas.
—Hola, buenas tardes señorita Juliens —habló con el acento francés que tanto la caracterizaba.
—Hola, buenas tardes. Oye, ¿me harías un favor?. Es que necesito saber si Liam sigue aquí, ¿está arriba? —pregunté amablemente con una sonrisa.
—¡Oh! si señorita, creo que sigue estando aquí. La verdad no he subido, estaba en el jardín trasero cortando la maleza.
—Bien, hablemos más bajo, es que es una sorpresa —hablé mirando mi panza.
—Esta bien, señorita —contestó antes de hacerse a un lado y dejarme pasar.
Entré a la casa un poco, o mejor muy nerviosa, todo estaba igual que hace una semana, estos días había estado hablando un poco con Renata por whatsApp. Ella no me había nombrado que se irían de vacaciones, pero luego Liam me lo aclaró y me ofreció pasar una noche en casa de aquellos.
Subí las escaleras de madera acariciando el barandal, traté de no hacer mucho ruido, de verdad quería sorprenderlo, ver su cara de emoción cuando me viera gritar: "¡estoy embarazada!.
Me dirigí a su cuarto, bueno, el que que era de él cuando vivia en ésta casa. Divisé la pegatina de una banda en su puerta, respire ondo antes de abrir con cuidado.
En ese momento memoricé tantas cosas, había pasado tantos momentos con Liam, que en ese momento no era consciente de que en cuestión de segundos, esos recuerdos iban a ser derrumbados.
Giré la manija y por un momento abrí con una sonrisa.
—¡Sorpre... —me detuve a mitad de la frase al ver aquella imagen. No quería pensar que fuera real, pero era lo más real que pudieron ver mis ojos.
Mi chico...
Con el que había vivido muchos momentos, con el que había superado mis miedos, mis fantasmas y mis inseguridades. Chico que me había prometido tantas cosas, ese que me trataba tan bien, que era un caballero, que solía parar de hablar cuando veía que iba a llorar o no me gustaba la conversación, con ese que tuve gran confianza desde el principio, al que le había abierto mi corazón, con el que había experimentado el amor y la lujuria al mismo tiempo, ese que me hacía feliz con una mirada, el que se esforzaba por cada día verme sonreír.
Me había engañado. Me había utilizado. Había jugado con lo poco de amor que quedaba en mí.
No podía pensar claramente, no podía impedirlo. De un momento a otro sentí las lágrimas apoderarse de mis ojos y la rabia me controló.
Podría soportar todo en el universo, pero soportar ver aquella imagen, era imposible.
Mis puños se cerraron y si tuviera uñas ya me había lastimado la palma de mis manos, apreté mis labios en busca de mi voz, de algún grito, de alguna palabra, pero nada salió de aquellos. Simplemente froté mis ojos, limpiando todo rastro de tristeza, y con todas sus mentiras presentes, aquellas que estuvo diciendo alrededor de este año, logré articular:
—¡Que bonito! —hablé tan fuerte, hasta el punto que él abrió sus ojos azules que me ponían al borde de la locura.
Despertando, se frotó los ojos un poco confundido, miró a su alrededor antes de mirar a mi lugar, probablemente pensó que estaba soñando, porque no se inmutó hasta que notó la chica que estaba de espaldas, dormida junto a él. Calló en cuenta que es la realidad. Que no era sólo un sueño, como yo también lo deseaba, también deseaba que sólo fuera una mala pesadilla.
—No es lo que crees, Ally. No saques conclusiones —formuló levantando sus manos en señal de rendición, le di vuelta a la habitación y no pensé dos veces en tomar la lámpara que estaba encima de la mesa de noche.
Liam se sobresaltó cuando la estrellé contra la pared que estaba a su lado.
—No es lo que crees, Ally —lo imité furiosa —¿Entonces que se supone que es, Liam?.
—Déjame explicarte, por favor —suplicó, yo miré sus ojos azules, que ahora yacían más oscuros que de costumbre.
—¿Explicarme? —murmuré irónicamente.
—No hagas esto, deja que busque mi ropa...
Y eso fue todo para terminar con mi cordura, ser tan, pero tan descarado de venir a pedir tiempo para vestirse.
Me quité uno de mis tacones y lo lancé apuntando a su cabeza, estaba ciega de ira, estaba furiosa, enojada, derrotada, traicionada. No me importaba matar a alguien en ese momento, no me importaba nadie.
—¿Desde cuando, Liam?. ¿Desde cuándo me pones los cuernos con ella? —sentí más lágrimas caer por mis mejillas, no podía evitarlo, había impactado justamente en el corazón, y odiaba, odiaba que se hubiese metido ahí.
—Alanna, por favor, cálmate un poco, te digo que...
—¿Qué me calme?, ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué era lo que no te bastaba? —pregunté en un sollozo, tratando de no seguir llorando como una imbécil frente a él.
—Ally... —trató de acercarse pero no lo dejé llegar a mi, ya que retrocedí.
—Te dí mi confianza. ¿Y sabes que es lo que más duele?. Que haya sido con esa maldita —dije señalando la cama donde dormía la chica, que ha pesar de haberse metido, no tuvo la culpa de haberse enamorado de él, yo también me he metido en muchas relaciones en el pasado, y no por disfrutar, se les debe llamar con comentarios misoginos, solo que cuando encuentras una imagen así, con el amor, al que creías el de tu vida, no piensas muy bien lo que dices.
—Ally, solo déjame hablar...
—Já, debí hacer lo mismo que hacía con todos los idiotas con los que estuve —interrumpí —, una buena follada y hasta nunca. Es más, debí haberte mandado a la mierda después de utilizarte la primera vez —reí sarcástica, limpié las lágrimas bruscamente de mi mejillas.
—No es lo que crees, te lo juro yo...
—Vete a la mierda, Liam —seguido de esto me acerqué a su cara y la giré de una cachetada que se escuchó en toda la habitación —Usa frases más originales. Iré a recoger mis cosas, y por si no está claro, hasta aquí llegó lo nuestro...
—Alanna... —insistió poniéndose rápidamente la camiseta.
—No me busques, ni me llames, no te servirá de nada. Y oye, te felicito, te salió muy bien el teatrito de que me amabas, eres buen actor. Deberías estudiar eso en la universidad, probablemente te acepten enseguida.
—¿Quién es esa amor?. Por fi, vuelve a la cama —escuché a sus espaldas.
La sangre me hervía, mis oídos pitaban, mi cabeza dolía. Apreté los dientes intentando contener la rabia acumulada, pero fue muy tarde, porque en un dos por tres, ya tenía a Sophie tomada del cabello.
La saqué de entre las sábanas, aquella pataleó y rogó que la soltara, pero no lo hice, no paré a pensar que no era con ella con la que tenía que desquitarme. La tomé de la barbilla y después de escupirle la cara hablé...
—¡YA ESTARÁS CONTENTA, HIJA DE PUTA. ¿SABES QUÉ, ZORRA?, QUÉDATE CON ESE IMBECIL, QUE SON TAL PARA CUAL! —se la lancé encima de él girándome para irme, no quería dramas. Solo quería encerrarme y llorar, y llorar.
Salí de la habitación apresurando el paso para dirigirme a la puerta principal, escuché a Liam gritar mi nombre detrás de mí pero hice caso omiso, no quería sus explicaciones de mierda, ya bastante tenía con las de las historias clichés que contaban en los libros. La idea de este cuento, no era cambiar, nunca debí hacerlo, ni por mi, ni por el mundo.
Estaba apunto de salir, pero sentí una mano, que tiró de mi brazo hacia atrás. Lo encaré, con mis ojos llenos de lágrimas, estaba tan rota, dolía tanto, mucho peor que la primera vez, esto fue la cereza del pastel, todo lo que el me prometió, todo lo que me esforcé para no estar mal, para controlarme, para no ser infiel. Todo se había esfumado, las ganas de tener una vida a su lado, se habían ido. Así como mi corazón se cerró de nuevo, y frente a él, estaba la chica vulnerable, la cual en unas pocas horas, se convertiría de nuevo en un gran témpano de hielo.
—¡SUELTAME! —grité, él no prestó atención a mis palabras, y ese fue su error.
—Dejame explicarte por favor —rogó de nuevo, pero de eso solo recibió otra cachetada.
—¡HIJO DE PUTA!. ¡MALNACIDO!. ¡VETE A COMER MIERDA!. ¡TE ODIO! NO MERECES NI QUE TUS PADRES TE QUIERAN.
Retrocedió, y casi sonreí al ver que le afectaban mis palabras, me había hecho daño, quería hacerle daño también. Mis manos temblorosas se dirigieron a su pecho, golpeandolo una y otra vez. Mis lágrimas no paraban de caer.
Detrás de él, estaba Sophie, poniéndose sus zapatos para salir. Le di otra cachetada a el que era mi chico antes de girarme hacia su amante, rabiosa.
—¡¿QUIERES QUE TE AYUDE CON ESO, MALDITA PERRA?! —me acerqué a ella con el fin de volver a agarrarla. Ella rasgó mi brazo un poco por sus uñas largas, yo tomé su cabello ignorando que sus manos me estuvieran perforando la piel.
No sentía nada, absolutamente nada.
—Sueltame estúpida —chilló en un intento de zafarse de mi agarre, pero fue inútil cuando lo intensifiqué más, hasta yo sentí que le clavaba los dedos en el cráneo. Que estaba descargando mi problema en ella.
—¡VAMOS PERRA, REVUELCATE! —La estrellé contra la puerta y la abrí antes de que ella pudiera levantarse.
Volví a tomarla del cabello y la arrastré hacia afuera, haciéndola retorcer del dolor cuando la bajé por las escaleras, la solté ya estando en el jardín, en el césped.
—SUELTAME, LOCA —gritó, pero no le presté mucha atención.
Estaba consumida por la rabia.
¿Quién era en este momento?. ¿Un chico bad boy que todo lo resolvía con peleas?. Ni siquiera tuve tiempo para pensar en eso.
—¡¿TE GUSTA ESO, PUTA?!. ¡¿POR QUÉ NO COMES UN POCO DE CÉSPED YA QUÉ TE COMISTE A UN MARIDO AJENO?! —pregunté, me posicioné encima de su espalda para tomarla del cabello y empezar a meter pedazos de pasto con tierra en su boca.
Me valía mucha verga si el pasto tenía mierda, no me importaba en absoluto.
—Eres... —intentó hablar, pero la callé metiéndole un puño en la nariz, cosa que hizo que empezará a sangrar. Me asusté un poco cuando cayó inconsciente.
Te estás pasando de la raya. Para ya, Alanna. Es suficiente.
Es cierto, era suficiente. Me levanté de encima de ella y me miré las manos, estaba temblando aún.
Me giré hacía la derecha, donde se situaba la puerta y observé a Liam parado allí, ni siquiera tenía una expresión, solo me miraba con los labios entreabiertos, me acerqué hacía a él y noté que se ponía tenso, más sin embargo solo agarré mi bolso, que estaba a su lado y me lo puse en el hombro.
—¿Podrías escu... —cuando pensé que no podía ser peor, empezó a llover.
—A partir de ahora somos desconocidos, no me hables, no me mires, no respires cerca de mí, estas muerto Liam. ¿Comprendes?.
Él sólo me miró asintiendo, y eso terminó por romperme.
Quería que me siguiera rogando. Que me explicara las cosas así yo no quisiera escuchar, pero lo aceptó. Y eso lo hacía un hombre que nunca fue para mí.
Sentí un jalón por detrás que me hizo caer de culo al suelo y me levanté rápidamente para ver a Sophie limpiandose la boca.
—No quiero más peleas, regalada —murmuré tratando de llevar la calma.
—Regalada, será tu mamá —dijo en forma de burla, mostrando sus dientes llenos de sangre.
—¡Oh claro!, los insultos de niños de primaria, pero si te tranquiliza, ella también —hablé con tranquilidad.
—Ven, pelea como una mujer, la que gane es la que se quedará con Liam.
—En ese caso, mírate. Que poca dignidad tienes. ¿Peliar por un hombre? Eso jamás, nunca te pegué por él, sino porque me arrebataste una oportunidad para ser feliz. Pero ya, quedatelo, te lo regalo —me sacudí un poco la ropa y me acomodé el cabello.
—Te da miedo.
Ok, hasta aquí había llegado la poca paciencia.
—¡Que te calles, que me estresas! —y así lancé mi puño hasta su nariz de nuevo, ella retrocedió cayendo al suelo, volví a sostener tierra con hierva en mis manos y se la metí toda a la boca —Ya que con esa boca te tragaste la verga de ese inútil, supongo que te gustaría que estuviera llena, agradeceme.
—Eres... Eres una perra.
—Oh, claro que lo soy, pero yo, soy una perra alfa, no como tú, tú eres de esas que se arrastran, yo siempre voy adelante.
De pronto mis oídos captaron el sonido de un auto acercándose y divisé salir a la señora Clara, el señor Coulds, y por último Renata.
Ellos estaba tan concentrados hablando de algo mientras caminaban hacia las rejas, Liam seguía plasmado en la puerta como un idiota que no asimilaba las cosas y Sophie seguía en el suelo intentando sacar la tierra de su boca. Murmurando cosas como "Qué asco" "Maldita perra loca", lo normal.
La señora Clara fue la que notó primero mi presencia y dijo algo a su hija, Renata se acercó a mí, me dijo algo que no escuché bien y me abrazó. Seguido la observé meterle una pequeña patada en las costillas a la chica que estaba en el suelo, para que se percatara que ya estaban los dueños de la mansión en casa.
—¿Que haces en el suelo? —preguntó con curiosidad, Sophie se levantó llorando.
—La perra, está loca —masculló antes de levantarse y buscar la salida del jardín.
—Lo siento, me tengo ir —seguido de eso salí corriendo. No solía huir de mis problemas, pero necesitaba salir de ahí.
Estaba dolida, cansada y la lluvia cada vez se intensificaba más.
Caminé sin rumbo alguno durante media hora, por todas partes, con mi bolso que era lo único que me acompañaba, acaricié mi panza mojada por la ligera lluvia que caía sobre mi.
Estaba sola, sin marido, sin casa, sin hogar, sin familia, sin felicidad.
Me sobresalté cuando un auto sonó su bocina, retrocedí un poco antes de dejarlo pasar.
—Tranquilo bebé, todo va a estar bien, mamá está aquí para cuidarte y protegerte, no necesitas de ese bueno para nada, yo te amo, eso debe ser suficiente.
Sonaba ridículo hablarle a mi tripa, pero sentía la necesidad de hacerlo, al fin y al cabo, ahora lo que había en mi vientre y la señora Luz, eran mi única familia.
Y una vez más el llanto se hizo presente, presentía que sería un error enamorarme de nuevo. Y así fue, fue un error, pero estaba tan feliz de haberlo cometido, sin él, no tendría mi bebé en mi barriga.
—T-Te juro que haré lo posible para, para... —sollocé, limpié mi nariz —Dios mío... ¿Era tan difícil dejarme ser feliz? —grité a la nada.
Allí, tirada en el suelo, llorando a mares, me di cuenta que estábamos llendo demasiado rápido, que nos hicimos novios y ya luego vivíamos juntos. Que no eramos difíciles sino imposibles, que el universo nos envió tantas señales del porqué no debíamos estar juntos y solo las ignoramos.
Ahora estoy embarazada y todos los momentos felices, las cosas que vivimos, eran pasado. De nada servía recordar, lo que en este año fue, lo que pude hacer por él, pude darlo todo, lo dí todo.
No sé como fue que logré llegar a la puerta de la casa de mi mamá, pero al tocar el timbre y ver su rostro, me desplomé en sus brazos. Lloré como nunca lo había hecho, solté todo, la frustración de estos años reprimida, mi dolor, mi tristeza, recordando el pasado, el presente y pensando en el futuro.
Ella acarició mi cabello, luego vi a Dayan abrazarme, ellas no sabían que pasaba pero igual me apoyaron. Metí mis manos al bolso con el fin de sacar las cosas de los estudios que comprobaban mi embarazo, ahí estaba, el fruto de mi amor por él, por Liam.
—¿Que pasó? —preguntó Dayan, mi mamá solo la fulminó con la mirada.
—Luego les cuento —dije limpiando mis lágrimas y sorbiendo mi nariz.
—Alanna, tu celular está sonando —informó Dayan, yo saqué mi celular del bolso, y sin ver el nombre en la pantalla lo estrellé contra la mesa.
El celular de mi madre también comenzó a sonar, Dayan me tendió una manta para que me calentara, mientras mi mamá contestaba el teléfono.
Intercambió un par de palabras con la persona que estaba del otro lado, y sin decirme nada me tendió su celular.
—Es Robert, el padre de Dayan.
—¿Mi papá? —dijo mi hermana, sonando indignada
No tenía tanto contacto con él, pero aún así habíamos hablado un par de veces hace años. No sabía para que me necesitaba.
—¿Hola?.
—Hola Alanna. Cuánto tiempo. ¿Cómo estás?.
—¡Hola Robert!, he estado bien, gracias por preguntar —traté de no sonar triste, pero me salió demasiado forzado.
—¿Está mi hija ahí? —preguntó, yo asentí como si pudiera verme pero luego caí en cuenta y contesté:
—Si, ¿Quieres hablar con ella?.
—Luego hablaré con ella, la razón por la que te llamo es otra.
—¿Ah, si? —pregunté mordiendome las uñas.
—Probablemente no lo ibas a aceptar, pero tu mamá me contó que estás embarazada y quería ayudarte. Así que he decidido hablar directamente contigo, ya que tu respuesta podría ser diferente a la que pensamos.
—Bien. ¿Cuál es tu propósito?.
—Quiero que vengas a vivir aquí a España, puedo pagarte una universidad y conseguirte un trabajo, para que tu bebé tenga un buen futuro, recuerda que en el pasado fui mejor amigo de Marcos y para mí sería un honor cuidar de su más preciado tesoro, al final siento la necesidad de hacerlo, tu padre me ayudó bastante mientras vivió. ¿Qué dices?.
En este momento era justo lo que necesitaba, era como si el destino me estuviera ayudando, claro que sí quería irme, el padre de Dayan tiene mucho dinero, pero más que todo, es que es importante para mi, así podría tener un futuro mi bebé, tener una madre con un buen trabajo, y vivir en una buena casa. Claro que no quería abusar de su dinero.
—Acepto tu propuesta, pero...
—¿Pero...?
—Tengo dos peticiones.
—Pide lo que quieras.
—La primera, quiero llevar a alguien.
—¿Tu Novio?.
—No, es alguien muy importante para mí.
—Oh, entonces está bien, compra los boletos a mi cuenta que te enviaré por mensaje.
—Dame unas horas y listo, quiero irme lo antes posible.
—¿Y la segunda condición?.
—Que me pagues todo, pero cuando tenga trabajo y gane mi dinero, vas a dejar que te pague peso por peso.
—Pero...
—Sin peros, voy a ir a que me faciliten la vida, no a que me la resuelvan.
—Perfecto, entonces en unas horas llámame para confirmar que vienes. Te espero, hasta luego querida.
—Adiós. Y oye... Gracias por esto, lo necesito.
—Es un placer.
Y con eso colgó.
Fui a cambiarme la ropa mojada y luego bajé de nuevo las escaleras, me encontré con Dayan, que estaba frotándose los ojos, había estado un poco sensible desde que llegó.
—¿Enserio quieres irte? —preguntó mi hermana mayor, con un puchero.
—Luego te contaré, lo prometo, ahora solo llamaré a la señora Luz —empecé a marcar su número en mi móvil.
—¿Hola? ¿Ally?. —preguntó, sonreí con la imagen mental que me dió.
—Empaca tus cosas, llegó la hora de tu secuestro —rió al oreo lado de la línea.
—¿Enserio me vas a sacar de aquí? —casi note la melancolía en su voz.
—Te lo dije abuela, el día en que te secuestre no te opongas, envíame la ubicación, iré por ti en una hora, así que empaca rápido.
—Esta bien jefa, te espero —afirmó.
Colgué y marqué al siguiente número: Martina.
—¡Hola tonta!, cuenta el chisme, confiesa tus pecados pecadores.
—Escúchame Martina, saldré de la ciudad y...
—¿Te irás?. Bien, entonces supongo que quieres que te dé un descanso, tranquila, lo hago con gusto, organizaré los papeles para unas semanas y...
—Martina, me voy para siempre, no creo que vaya a regresar, o si lo hago será dentro de unos años —ella guardó silencio un momento.
—¿Pero que pasó? Estaba todo tan bien...
—Cambiaré de número, mi celular se ha dañado, todo se rompió por dentro —mentí en parte —, así que te estaré escribiendo por otro número, tranquila no voy a desaparecer del todo, me sé tu número de memoria, estaremos en contacto.
—No voy a poder tener una compañera tan leal como tú —dijo con tristeza y oí como sorbia sus mocos.
—¿Estas llorando? —casi me burlé, ella que era tan alegre y anti-lágrimas.
—Estoy haciendo café y me cayó una gota en el ojo —me dispuse a reír ante su excusa.
—Luego te llamaré, tengo que llamar a más personas.
—Cuidate Alanna, y por favor come bien, no quiero que nada le haga daño al bebé.
—Tranquila, me cuidaré bien.
—Adiós, te quiero.
—También te quiero boba.
Colgué la llamada y llamé el próximo número.
—¿Karol?.
—Hola contacto desconocido. —yo entrecerré mis ojos.
—Donde no reconozcas mi voz te parto la cabeza —le recriminé.
—Menos violencia en frente de la bebé, lo tengo en altavoz.
—Karol, me voy a ir.
—¿Al infierno? —preguntó divertida.
—No idiota, me voy, estoy hablando enserio, voy a vivir a España.
—No me hagas ese tipo de bromas que estoy débil y...
—No es una broma, pasó algo malo de lo que te hablaré luego.
—No puede ser, tu no te irás —chilló.
—Es lo mejor, siento que lo necesito, al menos irme por unos años.
—Quédate donde estás. Tengo que despedirme como es debido.
—Karol iré a empacar y...
—Iré por ti.
—No tonta, no quiero llorar, no me gusta despedirme.
—Estaré en casa de tu mamá esperándote, no se habla más.
Sin más nada que decir, colgó. Está era la más difícil
Llamé a Luke, últimamente no tenía tanto contacto con él, pero aún así, merecía saber que no voy a estar aquí, que me iría, que no volvería.
—Hola Luky-Trukie.
—¡Diosa!, vaya, hace casi un mes no sé nada de ti. ¿Cómo estás?.
—Me voy a vivir a España —solté de golpe, no tenía tiempo para tener la conversación normal que todo el mundo tiene.
—Vaya...
—Así es, solo quería decirte.
—Mierda, no contaba con esto, te juro que estaba intentando sacar tiempo para salir con la loca de Karolina y contigo, sabes que la universidad me tiene mal y todo eso...
—Relájate, no estoy enfadada. Simplemente, gracias por estar conmigo cuando llegué a la ciudad, sin duda es algo que nunca olvidaré.
—¿Sabes qué? A la mierda las tareas y los trabajos, iré a despedirme de ti, aunque sé que eres muy emotiva y no te gustan las despedidas.
—Luke...
—No puedo dejarte ir sin verte una última vez.
Y me colgó el muy hijo de fruta.
Mi mamá estaba sentada en una de las sillas de la mesa, Dayan estaba a su lado, susurrando cosas, o mejor sacando conclusiones. Le entregué el celular a mi mamá, ella lo aceptó dejando la taza de té encima de la mesa.
Me levanté.
—Dayan. ¿Me podrías acompañar al apartamento?. Es que no quiero ir sola.
—Claro, vamos —ella tomó las llaves de la mesa del comedor y salió por la puerta principal. Yo la seguí en todo momento.
Nos montamos en el carro de mamá, ella empezó a manejar mientras yo miraba mi reflejo en el retrovisor del carro. Me veía espantosa, ahora si parecía una puta trasnochada, mi maquillaje corrido de tanto llorar y mis ojos hinchados, además de que tenía la cara pegajosa por las lágrimas revueltas con agua, ni siquiera pensé que podría verme así.
—¿Por qué no me dijiste que me veía así de horrible? —dije a Dayan que estaba a mi lado.
—Yo te veo igual que siempre —respondió con cierta burla.
—Tonta. —hablé limpiando un poco mi cara con mi blusa.
Llegamos al edificio y bajé del auto, me fijé que trajera mis llaves en mi bolso, y efectivamente estaban allí.
—Espérame aquí, no tardo —susurré, mi hermana asintió.
Saludé a la recepcionista antes de pasar al ascensor, lo bueno es que tal vez Liam no había venido, ni vendría en un buen tiempo.
Me apresuré a ir al ascensor y dirigirme al quinto piso, donde estaba el apartamento de Liam.
Ya teniendo todo empacado, arrastré la maleta por el suelo, recordé tantas cosas, cosas que no quisiera que se quedaran en mí para siempre, pero eso era imposible, inconscientemente toqué la cadena que yacía colgada de mi cuello, la cadenita que Liam me había dado.
Estaba en el pasillo del apartamento con mi maleta, mirando las fotos de Liam y mías pegadas en la pared, era la historia de todo lo que pasamos juntos, pero hasta aquí llegaba, mi ego no lo dejaba explicar y no me importaba escuchar sus mentiras, ya bastante había tenido con las que escuché al rededor de mi vida.
Recordé nuestro primer encuentro...
—¿Tu nombre es…
—Alanna.
—Soy Liam, un gusto
Sus palabras dolían cada vez que se hacían presente en mi cabeza.
—¿Celosa?.
—Ya quisieras.
¿Era posible ser todo y después ser nada?.
—Te quiero...
Sin duda era la palabra que más me dolía haber escuchado de su boca, una palabra afirmativamente falsa.
Con la que ni siquiera yo podría haber jugado, porque al parecer yo si me había enamorado, pero él solo había fingido quererme. Él solo había estado mintiendo. Y es así como no pude salvarme de eso. Porque le creí...
Agarré una foto de Liam y la metí en mi bolso, salí del apartamento, decidida a lo que venía después, me subí al auto y mi hermana me ayudó a subir la maleta a la cajuela.
—¿Segura de que llevas todo? —me preguntó ella al subir, yo asentí con la cabeza para permitirle conducir.
Estuve en silencio todo el camino acariciando mi panza, mi bebé estaba allí dentro y aún era muy pequeño para saber que sucedía por fuera de la barriga. No sé lo que el futuro me deparará, pero espero que sea algo bueno, porque por algo suceden las cosas.
Llegamos a casa y me apresuré a encender el ordenador y comprar los boletos, tuve tanta suerte que el siguiente vuelo a España era en una hora.
Cuando bajé las escaleras me alegré al tener a mis dos mejores amigos abajo, los abracé y entre lágrimas y besos, empecé a despedirme de ellos.
—¿Entonces, llevarás a Luz?.
—Así es, literalmente ella ilumina mi camino, no quiero dejarla aquí, está sola y sin familia.
—Me parece bien —contestó Luke.
—Prometemos ir cada tres meses, cuando llegue la quincena —habló Karol limpiandose los mocos.
—Con que hagamos videollamada todos los días me conformo.
—También te estaré llamando —avisó Luke —, ya no voy a perderme nada, ni a dejarte sola. Lo prometo.
—¿Promise?.
—Promise —chocamos los puños.
—Despidanse del bebé —hablé, Karol se agachó para besar mi panza, Luke no se vió muy sorprendido, ya sospechaba que Karolina le contaba hasta cuantas veces me bañaba al día.
—Te amo bebé lindo —le habló a mi barriga —, iremos a visitarte, lo prometemos.
Luke puso sus manos encima de las de Karol, y también se agachó para besar la punta de mi ombligo, cosa que me hizo cosquillas.
—Estás pequeño, pero hay muchas personas que ya ansiamos conocerte.
—Es tan lindo ver el grupo junto —me limpié una lágrima que rodaba por mi mejilla.
Ellos se levantaron para abrazarme.
—De ahora en adelante, así será Diosa, así será.
...
—¿Era con cuarenta y siete? —preguntó mi hermana mayor sacándome de mi trance.
—Pues así me la mandó la señora Luz —hablé, ella sonrió.
—Entonces si, es esta casota —murmuró bajandose del auto, yo la imité.
Observé la gran mansión en frente de mis ojos, a lo lejos, de veía una anciana arrastrando una maleta y poniéndose unas gafas de sol como toda una diva, la esperé en la entrada del jardín y cuando llego a nosotras habló:
—Estoy lista para ser secuestrada —me tendió la maleta, yo la recibí con una sonrisa, para luego dársela a Dayan, ella la metió en el baúl.
—Entonces sube, tenemos un vuelo a España esperándonos.
—¡España! ¡Amo España!.
—Y yo a ti, abuela —bromee.
—Te quiero Alanna, y cualquier problema que te haya hecho tomar esta decisión, no lo vale. Eres una chica increíble, nunca te olvides de eso, él se lo pierde si no lo ve —ella tomó mis dos mejillas en sus manos. Y así fue como terminé llorando como una imbecil.
—Y tú eres una abuelita muy cool e increíble —Le dí un beso en el moflete y la ayudé a entrar en el auto.
Todo el trayecto estuvo hablándome de lo ansiosa que estába por vivir conmigo y por ir a España, que había visitado miles de paises, pero España, era su favorito.
Y sin más, cuando llamaron el número de asiento que teníamos, subimos, y dejé todo atrás, dejé mis fantasmas atrás. Decidí que esta vez no sería como la primera, esta vez sabía que quería, sabía superar, sabía que no podía quedarme atascada. Ya no era una niña, ahora tenía que hacerme responsable del bebé que tenía en el vientre.
Y de nuevo, una nueva puerta se abría en mi vida, un nuevo país, una nueva historia.
Y no escapaba, sólo hacia lo mejor para mí, para el bebé, porque necesitábamos paz, y estando solo nosotros, podríamos conseguirla.
Nota de la autora.
Y LISTO!
LLEGAMOS HASTA AQUÍ. MUCHAS GRACIAS A LOS QUE ME ESTÁN LEYENDO, A LOS QUE DECIDIERON LLEGAR HASTA EL FINAL. A TI QUE LEES ESTA NOTA.
Lo siento si los hice esperar mucho, necesitaba un respiro, ya que sabrán que estaba mejorando un poco los capítulos, para que el libro fuera más decente.
El colegio (liceo o instituto) me tiene un poco asfixiada, ya que he tenido que estar muy al pendiente de las tareas. Espero que me comprendan.
Mucha gente me ha escrito al privado, y quiero decirles a todos QUE LOS AMO, hoy, hace 8 meses que este libro está público, y la verdad, se me hace hermoso que haya llegado a tanto en tan poco tiempo, aún así estando mal redactado y en alguna ocasión, con una palabra mal escrita.
Espero y aspiro, que no se queden aquí, ya que el segundo libro volverá a estar público en una semana. !Y TAMBIÉN MEJOR ESCRITO!.
Ya no los agobio más, gracias por leer, son lo mejor. Y sin más que decir, me despido.
—Pau.
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