Capítulo Treinta Y Dos

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—Ally, hey. Enana —escuché una voz a lo lejos, despertandome de mi deseado sueño.

Quién sabe que estaba soñando la pervertida esa.

—Mm...—musité limpiandome la baba que salía de mi boca. Noté a Liam hacer una mueca de asco y limité por estregarle la mano en la cara.

—No...—escuché que balbuceo mientras amenazaba con limpiarla, yo lo fulminé con la mirada.

—Igualmente te gusta mi saliva —me encogi de hombros incorporandome en el asiento.

—¡Chicos! —un grito terminó de despertarme y giré mi cabeza para observar a Connor correr hacia nosotros.

—¿¡Que sucede!? —hablé alterada. No sabemos cuando pueda pasar algo malo.

—Ya nació —dijo aquel con una sonrisa al llegar a nosotros.

—¿Podemos verla? —fue lo primero que pregunté, Connor me miró antes de asentir con la cabeza.

—Esperemos a que el doctor venga a autorizar —informó, a lo que yo empecé a dar brinquitos de emoción.

—¿Está bien la bebé, nació en buen estado?.

—Es prematura, así que estará un tiempo en la incubadora.

—Ah —musité con un poco de tristeza, quería llevarmela a casa ahora mismo y jugar con ella.

—¿Siguiente visita para la bebé de la señorita Smith? —habló el doctor acercándose con su libreta. 

—¡¡Yo!! —grité de golpe, el hombre me sonrió de una forma extraña, debo decir que me dió desconfianza, mas no le presté mucha atención.

Empezó a caminar, yo solté la mano de Liam aún no muy segura, para ir junto a el doctor. Paramos en una habitación con una ventana de vidrio grande, podía divisar varios bebés metidos en cajitas transparentes. Entramos en aquella habitación y él me llevó a la vitrina donde se suponía que estaba la hija de Karol.

—Es ella —murmuró, yo voltee mi cara a la vitrina número 324.

Era pequeña, una niña extremadamente pequeña, su cabello era rubio con reflejos castaños poco visible porque no tenía demasiado, sus ojos de un azul claro como los de su padre, sus mejillas rosadas le daban un toque de ternura, sus manitos estaban cerradas, vestía un enterito palo rosa, que había elegido yo, no podía sacar de mi cabeza que esta niña es extremadamente hermosa. Respiré pesadamente al notar mis mejillas mojarse con mis lágrimas, sonreí con melancolía y me arrodillé en el suelo.

—Utilice los guantes por favor —insistió el doctor pasándome un par de guantes ciruganos, a lo que yo asentí y me los puse con cuidado. Pasé mis manos por el orificio redondo que había en la caja transparente.

Sus manos, sus pies, todo de ella era increíble.

—Hola Annie, soy la tía Alanna —dije tomando su manita, ella la apretó fuerte. Quizás fue mucha fuerza para ella, quité su mano de mi dedo y acaricie un poco su carita. Podría morir de amor por ella.

—Terminó el tiempo —informó el doctor aún detrás de mí, yo fruncí el ceño sin mirarlo, pues me daba mala espina.

—Solo un poco mas —pedí en un murmullo, él se rió, yo me levanté del suelo fijando mi vista en aquel.

—Ponte en cuatro y tal vez te deje quedarte un poco mas —lo miré de una forma extraña.

No podía pasarme esto de nuevo, era increíble que después de todo lo que había pasado volviera a esto, no, no, no y no. Me negaba a vivir la misma mierda.

—Creo que ya...que ya me voy. Adiós princesa —Retiré la mano de Annie y cuando estuve por salir...

—Wo wo wo, espera hermosa, solo quiero conversar, no seas maleducada —su mirada cochina me hizo pasar un escalofrío por el cuerpo, gritandome que debía correr, y yo ya estaba empezando a tener un ataque de ansiedad, mi respiración se tornó pesada y me sentía ahogada.

—Déjame salir o juro que voy a gritar —amenacé y como lo imaginé no sirvió de nada, porque fue rápido al taparme la boca.

—Si gritas, podrías reventar los tímpanos de todos estos bebés incluyendo a tu hermosa sobrina, ya que son extremadamente frágiles. ¿Quieres que quede sorda?.

¿Podía un grito dejar sorda a una bebé prematura?. Debí prestar mas atención a las clases de ciencias naturales.

Bufé, él retiro su mano lentamente.

—Vamos, solo quiero verte un poco las tetas —intenté apartarme pero él me acorraló contra la pared —Solo un poco —susurró contra mi cuello, mordiendolo en el acto.

Empezó a luchar para bajar mi camisa y dejar a la vista un seno.

El tacto de su lengua, nunca llegó. Porque en ese momento recordé que había pasado por demasiadas cosas y no iba a dejar que volviera a ocurrir.

Soy fuerte y puedo con esto.

No tengo la culpa de que me haya pasado miles de cosas.

Puedo impedir que me toque, porque mi cuerpo es solo mío y yo decido quien puede tocarlo y quien no.

Y desgraciadamente para él, yo era un tesoro sagrado.

No tardé en reaccionar y poner mi mano contra su cara, aquel se vino contra mí, muy valiente por ser hombre, pero no fue tan valiente cuando mi pie se estrelló contra sus geniales.

—¿Ya no eres tan fuerte, verdad? —murmuré organizando mi camisa.

Respiré hondo antes de salir, me encaminé por el pasillo en busca de la sala de espera, a lo lejos divisé a Liam y me pegué dos palmadas en la cara para actuar con normalidad.

No pasó nada. Me repetí.

—¿Sucede algo? —escuché preguntar pero no respondí.

Pensé que al estar a su lado podía actuar como si nada hubiera pasado, pero me equivoqué porque mis manos empezaron a picarme, quería un abrazo de él.

Pasé mis manos por su cintura, pegandome como una garrapata. Había tenido tanto miedo.

Él sostuvo mi cara en sus manos tratando de decifrarme, yo la aparte avergonzada. Si se enteraba haría un alboroto, o tal vez no, Liam no era de los busca pleitos.

—¿Que pasó Alanna? —preguntó con aspecto serio, yo tragué saliva queriendo encontrar mi voz.

—Nada —dije, él asintió no muy convencido.

Ratos después llegó el doctor. Maldito feo. Tenía que dar los informes sobre las visitas y yo hubiera deseado no verlo, porque cuando lo hice me empezaron a sudar frías las manos.

—Pueden irse, la señorita se quedará aquí toda la semana, los horarios de visita son a las nueve de la mañana y cinco de la tarde. Creo que necesitan descansar —noté como me observó de reojo, yo esquivé su mirada nerviosa. Pude imaginar que Liam lo notó, ya que no había dejado de mirarme la cara.

—¿Que le hiciste? —habló mi novio de repente.

—¿Yo? —dijo el doctor señalándose a sí mismo.

—¡¿QUE LE HICISTE A MI CHICA!? —gritó, nunca había reaccionado así, por lo tanto me sorprendí.

Observé como Liam se abalanzaba encima de él, tomándolo del cuello de la camisa y estrellándolo contra la pared.

—Sueltame chico —advirtió el doctor, pero Liam estaba muy molesto como para hacerle caso.

—¡¿TE TOCÓ?! ¡¿QUE TE HIZO?! —me preguntó Liam al girar la cabeza hacia mí, no sabía que decir, si decía que sí, lo golpearia y no quería que Liam tuviera problemas, y si le decía que no, le mentiría, así que solo agaché la cabeza en señal de rendición.

Escuché un estruendo y la volví a levantar, en menos de un minuto le había roto la nariz de un puño.

—¡LIAM, BASTA! —grité pero fue en vano porque nisiquiera me miró, solo lo levantó del suelo sin escuchar mis súplicas y estrelló su puño contra su mejilla derecha.

—¡Hijo de puta! —habló, yo me apresuré a tomar su mano antes de que lo golpeará una vez más.

—¿¡DONDE DEMONIOS ESTÁ CONNOR!? —grité alterada intentando separarlos. Pero era como una pulga separando dos perros.

—¡NADIE TOCA A MI CHICA, ¿ENTIENDES?!.

—Lo siento, perdón —susurraba el desgraciado, Liam lo dejó en el suelo, con los ojos morados y la nariz rota, en mi opinión, su cara era una mierda.

—Liam —lo llamé tomándole el brazo, él me miró con el ceño fruncido pero luego se relajó —Vamos a casa —le dí una mirada de súplica, no quería que esto terminará peor de lo que ya lo estaba.

—¡Llamaré a la policía! —gritó una enfermera que se había acercado a presenciarlo todo.

Primero mira el show y después llamará a la policía ¿eh? Poquito chismosa.

—Dejalo así, me lo merezco —dijo el doctor, Liam se apresuró a salir del hospital mientras yo tomaba mi bolso del suelo y trataba de apresurar el paso.

Subí al auto con él, tenía sus manos en su cabeza, yo guardé silencio por unos segundos.

—Lo siento, Ally —susurró, yo negué con la cabeza.

—Tranquilo, gracias por defenderme, no fue la manera correcta, pero gracias.

—No quería que vieras esa fase de mí.

—No sucede nada. Se supone que debo quererte sea como seas, y lo hago.

Empezó a conducir, observé sus nudillos sangrados, se había lastimado y todo por mi culpa.

No tardó en llegar al edificio y entramos en silencio, él abrió la puerta y me dejó pasar primero como siempre lo hacía. Era lo que mas me gustaba de Liam, que era caballeroso y bueno, hasta con el que no se lo merecía. Tal vez si le contaba lo de la señora Luz entendería. Dejé mi bolso en el sofá y me dirigí a preparar algo de desayuno, eran las cuatro de la mañana así que ya no contaba como cena.

Hice unos huevos revueltos, con salchicha y tocino, también hice café y serví para los dos. Dejé los platos en la mesa y me fuí a buscar un poco de alcohol con algodón para limpiar las heridas de Liam. Cuando volví lo vi sentado en el sofá con la vista perdida en el suelo, pero al verme sonrió. Me acerqué a él.

—Préstame tu mano.

—¿Ésto no es muy cliché?.

—Cállate y dame tu mano —insistí sintiendo el color carmesí tornarse en mis mejillas, él me tendió su mano aún divertido.

—Eres increíble, mujer —formuló, me puse un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Estaba pasando el algodón por sus nudillos y nisiquiera protestó, mi cabello se vino un poco hacia adelante de nuevo y él con su otra mano lo apartó para ponerlo donde estaba, detrás de mi oreja.

—Te ves sexy —Yo reí ante su intento de coqueteo.

—Es mi ropa formal —me miró de arriba a abajo con una sonrisa torcida. Rodé los ojos.

—¿Formal? —preguntó —. ¿Quieres ver como no es formal? —sonreí cuando noté su mano subir por mi pierna. Lo miré con la cabeza de lado.

—¿Tu nunca te cansas? —indagué con una sonrisa.

—¿De ti? Espero que nunca.

Me acerqué a su cara y pude ver como entreabrio los labios, nisiquiera lo besé, solo sonreí.

—Te espero en la cama —hablé contra su oreja.

—Al demonio la cama —me miró a los ojos antes de tomar en un puñado mi cabello y besarme salvajemente, me senté a horcajadas encima de él iniciando con la terapia.

...

Creí que lo que sonaba era la alarma del despertador pero era mi celular, no miré el número que me estaba llamando ya que estaba un poco dormida todavía.

—Hola Alanna —escuché la voz de mi mamá despertandome de golpe, pensé dos veces en colgar —, no me cuelgues por favor.

—¿No dijiste que ya no me ibas a buscar? —pregunté toscamente, ella empezó a llorar. La conocía, era teatro del bueno.

—Te extraño mi amor —pude reirme de no ser porque sentía tristeza al ver donde podía llegar todo esto.

—Linda, yo no quiero que me digas esas cosas después de lo mal que nos tratamos, nisiquiera me detuviste cuando salí de esa maldita casa —hablé tan enojada que podía sentir al celular apretado en mis manos decir: déjame respirar.

—Por eso quiero pedirte perdón, eres mi hijita Alanna, quería contarte que he ido a terapia, porque acepto que después de la muerte de tu padre no lo superé del todo, por eso era la razón de mi comportamiento.

—Nada podrá justificar lo que me hiciste y dijiste.

—Lo sé, pero por eso te pido perdón, quiero que sanemos juntas como...

—¿Ahora si quieres sanar? Después de todo lo que pasé ¿Quieres sanar?.

—Ya se que suena egoísta, pero fui a terapia...

—¿Y eso que? La terapia no ayuda para una mierda...

—Me hizo entender que te amo Alanna, Dayan también esta arrepentida, nosotras te amamos cariño. Somos tu familia.

—No lo sé, también dije cosas horribles por la rabia y no me siento preparada para esto —Empecé a notar las lágrimas bajar por mis mejillas de alguna manera Liam se despertó, me abrazó y puso su cabeza en mi cuello.

—¿Entonces no vas a venir?.

Lo pensé unos segundos, no podía seguir así con mi mamá, a pesar de todo era verdad, eran la única familia que tenía.

—Esta bien mamá, iré con Liam, no quiero que lo traten mal, ni a él, ni a mí —hablé amenazadoramente.

—Esta bien, te amo —susurró mi madre, yo no le respondí, solo colgué la llamada.

—¿Ya esta mejor? —preguntó mi novio —Es tu mamá, es obvio que no puedes escapar ni dejar de hablarle, al fin y al cabo ella te trajo a este mundo.

—Cállate y bésame mejor —Él soltó una risa y puso un dedo en mi boca, luego salió de la cama y entró al baño a cepillarse yo lo seguí e hice lo mismo.

Una cena con mamá después de 8 meses.

Ya en la tarde me puse un vestido rosa pegado al cuerpo con escote atrás y adelante, con brillitos muy elegantes y unos tacones blancos para que resaltaran, el blanco sale con todo, apliqué un poco de rimel y lápiz de labios para preguntarle a mi pareja que se colocaba su camiseta:

—¿Ya estás listo? —El asintió y tomó mi mano para luego besarme.

—Todo estará bien, no te preocupes tanto —asentí con una sonrisa.

—Vamos —agarré mi bolso blanco que hace juego con mis zapatos, salimos del edificio despidiendonos de la recepcionista y fuimos a su auto.

Condujo en silencio hasta mi casa. Mis manos temblaban, estaba nerviosa.

Al llegar rodeó el auto y me abrió la puerta como solía hacer siempre. Entrelazó nuestras manos y tocamos el timbre.

Se escucharon pasos viniendo hacia la puerta, la señora que me dió la vida, abrió aquella y me sonrió con nostalgia, empezó a llorar mientras se tiraba a mis brazos para abrazarme. Yo también la había extrañado, a pesar de todo nunca fue tan mala.

—Perdón, perdóname mi niña, eres mi hija, mi todo mi amor —murmuró acariciando mi cabello y sinceramente, me sentí la persona más incomoda del planeta.

Las lágrimas amenazaron con salir, pero no me lo permití, mi ego era más grande que la tristeza.

Nos separamos, ella nos invitó a pasar, nos sentamos en el comedor mientras mi mamá estaba en la cocina sirviendo el almuerzo, Dayan empezó a bajar las escaleras, yo la observé detenidamente, tenía un vestido azul corto, ceñido al cuerpo. Se detuvo frente a mí con lágrimas en sus ojos y me sonrió, luego también se tiró a abrazarme y me dio las gracias por haber venido, yo asentí en modo de decir que estaba bien.

Al principio no hablamos de nada, era un silencio no tan incómodo, simplemente estábamos disfrutando de la comida, me gusta la comida de Liam, pero extrañaba la de mi mamá. Me preguntó por mis estudios y la puse al tanto, de que había pasado la secundaria y estaba trabajando en una cafetería, luego con el tiempo, estudiaría veterinaria.

A ella se le veía muy feliz, Dayan tenía un empleo como cajera en un supermercado y allí conoció a un chico llamado Christian, pero no es Grey, es Christian Vergara, no se le rían no tiene la culpa. Ellas intercambiaron unas palabras con Liam preguntándole como iba en sus estudios y en que estaba trabajando, que si estábamos viviendo bien o si necesitaba algo.

Yo simplemente dije que estábamos de maravilla.

Estaba a punto de terminar de comer, cuando sentí las ganas de vomitar, me levanté tapándome la boca y me dirigí al baño, Liam me siguió angustiado y tomó mi cabello para que no lo huntara de los líquidos que estaban saliendo de mi boca.

Me limpié con la mano y me las lavé al igual que la boca, recordé que había dejado mi cepillo viejo aquí y lo tomé para cepillarme, no quería que Liam me diera un beso y se disgustara por mi aliento.

—Quizás te cayó mal algo —habló mi novio observandome bajar las escaleras, yo asentí poco convencida.

Volvimos a la mesa en silencio y mi mamá me miró con una ceja enarcada.

—Toma un poco de jugo para... —me tendió Dayan un vaso pero la tonta lo dejo regar encima de mi vestido.

Me levanté para limpiarme un poco y me invadió la risa.

—Eres tonta —negué con la cabeza riendo.

—¿Excusa para bañarnos con la manguera? —preguntó en son de broma.

—¡La manguera! —exclamé tirando de la mano a Liam, hacia el baño.

—Si yo me mojo, ustedes también —murmuré tomando a Dayan de la mano, mi mamá reía de fondo, encendí la manera empezando a empaparlos a ambos.

—Hey, eso es trampa —masculló Liam agarrandome por la cintura, tirando de mí hacia atrás, obligándome a soltar la manguera.

Yo no podía parar de reír, era muy divertido.

—Los bañaré —habló Dayan empezandonos a mojar a ambos.

Los tres nos reíamos como tontos retrasados y mi madre, ella solo estaba mirando divertida desde la puerta.

Todo lo bonito terminó cuando volvieron a darme ganas de vomitar, me incliné en el baño y sentí las manos de Liam sostener mi cabello de nuevo, y la de Dayan acariciando mi espalda.

—Demonios... —susurré limpiandome la boca.

—Que asco... —susurró Dayan con una mueca de fastidio y volvió a dispararme con la manguera.

Podía pensar en un posible embarazo, pues se supone que mi regla debía llegar hace un mes, tenía que salir de dudas, después me haría una prueba para descartar la idea.

Al final, decidí tomar la mano de Liam, no me sentía tan bien después de todo, me había mareado demasiado.

—Creo que es mejor que ya nos vayamos a casa —insistió mi novio leyendome la mente.

Mi mamá y Dayan estában mirándosen con...

¿Complicidad?. No lo sé exactamente.

—Bueno, muchas gracias por venir, llámame —dijo mi hermana dándome un beso en la mejilla, mi madre se acercó con los brazos abiertos para abrazarme.

—El secreto está a salvo conmigo —susurró tan suave que por poco no la escucho.

La miré de una forma extraña a lo que ella respondió con una risa

Cuando Liam y yo llegamos al apartamento nos dimos una ducha juntos y luego vimos películas de de terror hasta las doce de la noche. Estábamos quedándonos dormidos así que apagué el televisor y caí en los brazos de morfeo.

...

Abrí los ojos sintiendo malestar, miré la hora en mi celular, las tres de la mañana, no se porque estoy acostumbraba a vaciar mi vejiga a esta hora.

Desperté a Liam para que me acompañara, ya que estaba oscuro, se dirigió conmigo al baño, no me culpen, soy muy miedosa.

Se paró en el marco de la puerta mientras me observaba orinar, me levanté del sanitario y me lavé las manos, me dirigí a su lugar y le di un pequeño beso, ni tardaron en aparecer las ganas de vomitar.

Me dirigí de nuevo al sanitario a botar lo que había cenado, él me levantó el cabello y me quitó la liga de la muñeca para recogerme un moño alto.

—No sé si tal vez había algo que te cayera mal, pero te veo así desde hace días, aunque no te había visto vomitar desde que comimos donde tu madre, no quiero pensar mal de ella pero... ¿Y si le echó algo a la comida?.

—Mi mamá a veces se equivoca cuando habla pero no me haría eso, sería mucho, ella no es capaz de matarme, ya se me pasará, solo me duele un poco la panza, quizás estoy enferma.

Me encogi de hombros restándole importancia.

—Lo mejor es que vayamos al hospital, contigo así ni me dan ganas de ir al trabajo.

—¡No! —dije mas fuerte de lo que pretendía —digo, no, no hay necesidad.

—Pero tenemos que ir a hacer pruebas, para descartar una enfermedad intestinal.

—Relájate, me he sentido mejor —mentí —, no hay que alarmarse, ya estoy tomando los medicamentos.

Nos dirigimos hasta la cama para dormir de nuevo, mañana me haría la prueba de embarazo, eso ya estaba decidido y tenía que recurrir a mi madre, ella sabía más del tema.

—Mañana quiero ir a casa de mi mamá, me gustó estar con ellas —me acarició la espalda.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó, negué con la cabeza.

—No quiero que vayas conmigo, puedo ir sola, además ya me siento mejor y tú debes de ir a trabajar.

—Como digas, enana —habló antes de cerrar sus ojos, más tarde tendría que levantarme para ir al café, le contaré a Martina y a Luz, pues también necesitaba saber su opinión.

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