Capítulo 25

—Necesito saber quién es, Meli.

—Pronto tendremos noticias Sebas, nos pidieron que nos quedemos aquí y eso haremos.

Acostados en la cama, observando el techo, esperamos algún llamado de Acuña. Desde que se ha ido, no pudimos dormir, a excepción de Bruno, él ya se había quedado dormido hace una hora.

—¿Y si fue Federico? —pregunto cerrando mi puño. —Si llega a ser él te juro que...

—Cálmate, por favor. —Agarra mi mano. —Sea quien sea, las pagará como corresponde.

Nuestras miradas se unen, sé que ella saldrá lastimada, al fin y al cabo, es su novio.

Beso su frente en señal de apoyo, en este momento ambos nos necesitamos y debemos seguir nuestras vidas, pase lo que pase.


La alarma del celular de mi amiga comienza a sonar, no sé en qué momento nos quedamos dormidos. Bruno, está despierto jugando con sus piecitos, al parecer, él pudo dormir tranquilo.

Meli, baja de la cama con cuidado y apaga su celular. La observo mirarlo atentamente, como si estuviera leyendo algo.

—¿Pasa algo? —Me siento y tomo a mi hermano, que recibe mi abrazo con alegría.

—Es Acuña, quiere vernos en la comisaría cuando despertemos —dice seria.

Me levanto lo más rápido que puedo, entro al baño y me doy una ducha; a pesar de ser tan temprano, mi cuerpo agradece que el agua corra por él. Mis músculos se relajan al sentir el agua tibia. Al salir, mi amiga ya no se encuentra en mi habitación, mi hermano está en su cuna y es hora de que lo cambie, y lo deje listo para cuando Ana llegue.

Con Meli desayunamos en silencio, ninguno dijo nada, pero está claro que no iremos a la universidad, ambos estamos ansiosos y nerviosos por saber que nos tiene que decir César.

El timbre suena, debe ser Ana.

—Buenos días —dice entusiasmada, pero al notar mi rostro, su expresión cambia. —¿Sucede algo?

—Anoche encontraron al culpable del accidente.

—¡Oh, Sebas! —Se acerca y me abraza. —¿Has tenido oportunidad de verlo?

—No, cuando se enteraron, salieron corriendo de mi casa y no nos han dicho nada. —Dejo que pase y cierro la puerta. —Ahora debemos ir a la oficina de César, quiere hablar con nosotros.

—Bueno, vayan y cuando vuelvan me cuentan todo. —Camina a la habitación.

Busco a mi amiga en su cuarto, ya me está lista para irnos.

Por suerte, la comisaría no está lejos de casa, así que el viaje es solo de unos minutos. El camino es silencioso, se notan los nervios en el auto, a pesar, de que el cielo anuncia que será un agradable día, la tensión es mayor.

Entramos y una oficial nos indica a donde nos estaban esperando.

—Chicos, que bueno que llegaron. —Nos recibe César.

Nos encontramos en un cuarto oscuro, con un gran vidrio que separa la habitación con otro. Del otro lado, una pareja adulta se encuentra sentada frente a una gran mesa con un hombre y una mujer frente a ellos.

—Esos son los padres de Federico —dice Meli con sorpresa.

—Correcto señorita, son ellos y están siendo interrogados.

—¿Ellos son los culpables? —pregunto con cierto aire de afirmación.

—No Sebas, pero ellos cubrieron todo el hecho, los culpables son sus hijos.

—No puede ser. —Meli se apoya en la pared. —Es imposible, Fede no parecía ser esa clase de chico.

—Sé que es tu novio Meli, pero él es el principal encubridor de todo esto. —Se acerca a ella y apoya su mano en el hombro de mi amiga.

—¿Ellos dónde están? —pregunto con frialdad.

—No lo sabemos, cuando llegamos habían huido.

Observamos cómo el interrogatorio avanza. Los señores Vazquéz justifican su encubrimiento diciendo, que no podían delatar a sus hijos y pensaban, que no había cometido un hecho grave. Esas palabras me enojan, ninguno fue capaz de buscar más allá de lo que ellos dijeron, confiaron en que no habían cometido ningún delito y, ni siquiera, preguntaron si hubo heridos en el accidente que provocaron.

El interrogatorio finaliza sin saber, la locación de los culpables y, mis nerviosos colapsan.

—¡¿Eso es todo?! Tiene que seguir buscándolos. —Me dirijo a César y los oficiales que se encuentran de nuestro lado.

—Tranquilo, nadie dijo que no lo haríamos.

—Señor. —Un oficial entra desesperado al cuarto. —Tiene que ver esto, es urgente.

Salimos y nos dirigimos a la oficina de Acuña. Sobre el escritorio se encuentra una carta que llama nuestra atención. Él, comienza a leer y su rostro se empalidece.

—¿Qué pasa? ¿De quién es? —dice Meli quitando el papel de su mano y poniéndolo frente a nosotros para leer.

"Para Sebastián y Melanie:
Se preguntarán dónde me encuentro, eso nunca lo sabrán o, tal vez sí quien sabe. Yo fui la responsable de la muerte de tus padres, es cierto, pero ellos se lo merecían. ¿No te acuerdas de mí? Soy Sonia, la pequeña Sonia que olvidaste por muchos años. Éramos tan buenos amigos, pero ellos siempre dijeron que no era buena influencia para ti y nos separaron. Desde el día que dejaron de venir al parque, juré vengarme y mira ahora, lo logré. Claro está que tuve ayuda de mi iluso hermano, entró en tu vida sin sospechar nada; se aprovechó de tu tonta amiga, y ella nunca se enteró, lástima que ella está enamorada de ti, hubiese sido un placer poder verte sin sufrir por el amor de ella. En fin, espero poder verte en donde nos conocimos.
Con amor, Sonia.

PD: ¿Cómo está Bruno?"

Tomo del brazo a Meli y salgo corriendo hacia el estacionamiento, esa última pregunta me causó un gran dolor en el pecho, no quiero que nada le pase a mi hermano.

—¿Quién es Sonia? —pregunta entrando al auto.

—Es una antigua amiga, pero yo tenía cinco años cuando la conocí, no la recordaba hasta ahora. —Me quedó pensando en sus palabras, se nota que odiaba a mis padres, pero ellos nunca le hicieron nada a ella ni a su familia.

—¿Y qué pasó que la dejaste de ver? —Conduce rápido.

—Ella es dos años más grande, cuando la conocí tenía siete años, y tenía algunas conductas extrañas que mis padres llegaron a pensar que podría copiar. —Pienso en esas tardes en el parque, nunca creí que aquella pequeña niña, podría ser la culpable de todo mi dolor.

—¿Qué tipo de conductas?

—La que recuerdo ahora, que en verdad nos marcó a mí y a otros chicos que iban al parque, fue cuando empujó a un nene de apenas tres años por el tobogán, se fracturó gran parte de su cuerpo, desde ese día dejé de ir a jugar allí.

—¡Santos cielos! Esa mujer está loca.

Mi miedo crece al ver la puerta de mi casa, no espero a que Meli estacione y bajo, corro lo más rápido que puedo y, al entrar, mi piel se congela. Ana está tirada en el piso, desmayada; me acerco y trato de hacerla reaccionar.

—Ana. —Golpeo con suavidad su rostro. —Ana, ¿Qué pasó?

Poco a poco, va racionando y lo primero que hace, es tomarse la cabeza.

—Federico, vino y golpeó mi cabeza. —Se la toma con las dos manos.

Mi corazón se acelera, me dirijo a mi habitación y mis piernas pierden la estabilidad al notar, que mi hermano no está en su cuna. Busco por toda la casa, pero no hay rastros de él.

Meli está con Ana, con un hielo en su cabeza.

—Ana necesito que recuerdes lo que pasó, por favor Bruno no está en ningún lado —digo desesperado, tengo miedo de lo que le puede llegar a pasar.

—No recuerdo mucho, solo sé que pregunte quién era, al escuchar que era Federico, abrí y ahí se vuelve todo negro, perdón.

Acuña llega con varios oficiales a mi casa, de inmediato se ponen a revisar todas las habitaciones.

—Lo encontraremos, no te preocupes. —Me abraza.

—Todo es mi culpa, debería haber estado yo cuidándolo. —Comienzo a llorar. —No lo quiero perder, es todo lo que tengo.

—Señor, encontramos una nota.

"Bello Bruno, igual de lindo que tu hermano. ¿Será que tendrá las mismas energías que tú tenías cuando jugábamos? ¿Le gustará jugar en el tobogán conmigo?
Espero que nos veamos prontos, en el lugar donde nos conocimos. Ven solo, quiero recordar viejos tiempo, querido amigo. Ten cuidado con lo que haces, o sin querer un dulce bebé podría resbalar.
Sonia."

Trato de salir corriendo, pero una mano me detiene.

—¿A dónde crees que vas? —Me agarra César.

—A buscar a mi hermano, ella está loca no quiero que le haga algo. —Forcejeo para salir de su agarre.

—No irás a ningún lado, tenemos que planear el operativo para recuperar a Bruno y atraparlos a ellos —dice con seriedad.

—¡¿OPERATIVO?! MI HERMANO ESTÁ EN PELIGRO Y LO ÚNICO QUE TE IMPORTA ES ¿UN OPERATIVO? —gritó alterado.

—Sebas, cálmate por favor. —Aleja a Acuña y se pone frente mío. —Lo traeremos sano y salvo, pero tiene razón no podemos ir sin ningún plan, no sabemos si están armados, es peligroso para todos.

No puedo soportarlos, dejo a todos en el living y me encierro en mi cuarto.

Camino de un lado para el otro, esto no debería estar ocurriendo. Si tan solo hubiese convencido a mis padres de seguir yendo al parque hace años, nada de esto estaría pasando. Todo en mi culpa... por mi culpa ellos no están y ahora, mi hermano corre peligro. Las lágrimas comienzan a correr por mi rostro.

—¡TODO EN MI CULPA! —grito y me tiro al piso a llorar. El dolor que siento es grande, no sé cómo seguir; tengo miedo de perder lo único que me quedaba en este mundo, no quiero que nada le suceda.

Escucho abrirse la puerta, habían olvidado que existen las copias de llave. Meli entra y se tira al piso a mi lado, abrazándome.

—No llores, por favor. —Irónico que ella diga eso, ya que también lo estaba haciendo. —Te prometo que lo traeremos a salvo.

Nos abrazamos y nos quedamos unos minutos en silencio, lo único que se escucha en la habitación, es nuestra respiración tratando de respirar, a causa del llanto.

—Es mi culpa, Meli —digo sin fuerzas. —Si algo le pasa, me muero.

—No le pasará nada —interrumpe César. —Ya tenemos un plan y te necesitamos con fuerza, traeremos a salvo a Bruno, cueste lo que cueste.

- - -
¡Oh por dio! Secuestraron a Bruno, ni yo puedo creer lo que mi malvada mente puede llegar a imaginar para escribir 😭

¿Cómo están bellezas? ¿Qué les pareció el capítulo de hoy? Espero que les guste, tanto como me gusta escribirlo y darle vida a esta historia.

No olviden comentar y/o votar si en verdad lo merece. Además, les dejo el banner con la información sobre el grupo de lectores, allí hablo con ustedes y subo curiosidad de la novela.

Nos vemos en el próximo capítulo, y debo decir, que estamos cerca del final :')

¡Un beso desde Argentina!

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