Capítulo 12

El fin de semana se pasa rápido y ni hablar de la mañana del lunes.

La clase fue dinámica, distinta a las que solíamos tener. En general, me ha parecido genial. Con Meli, no volvimos a hablar sobre el asunto "Federico" sin embargo, ella está con él en este momento, en su segunda clase. Por mi parte, estoy en casa viendo cómo iré vestido a mi primer día de trabajo.

—Si es administrativo, debes ir con traje —dice Ana parada a mi lado.

—¿No crees que es mucho? A decir verdad, no tengo ni idea cómo debo ir —respondo frustrado.

—Tranquilo, lo harás bien. —Apoya su mano en mi hombro en señal de apoyo. —¿A qué hora debes estar allá?

—A las 15 pm.

—Aún tienes tiempo. —Llega Bruno gateando al cuarto. —Quédate un rato más con él y relájate, luego pensarás que te podrás.

—Tú, ¿te tienes que ir? —Me siento en el piso.

—Sí, tengo que ir a comer con una amiga. —Me doy cuenta que se torna colorada al pronunciar la palabra "amiga". Ana es de tez blanca y se nota cuando algo la ruboriza.

—Haré como te creo que es una amiga —río. —Ten, esto es tuyo. —Le entrego un sobre.

—Nos vemos mañana Seba, luego me cuentas como te ha ido. —Me saluda y se marcha.

Me quedo jugando con mi hermano. Trato de hacerlo caminar, pero aún le cuesta y termina por gatear.

Escucho que la puerta se abre, unos pasos se dirigen hacia donde estamos y la melena oscura de mi amiga aparece.

—Miren quienes tenemos por aquí. —Se une a nuestra ronda en el suelo.

—Eeeeli —pronuncia Bruno.

Los ojos de mi amiga se llenan de lágrimas, siente la emoción que yo sentí cuando trato de pronunciar mi nombre.

—Estuvimos un rato practicando, ese fue el resultado. —Sonrío por el logro de mi hermano.

—Los quiero tanto. —Me abraza.

—Nosotros a ti. —Bruno añade una risita de fondo. —¿Podrás cuidarlo hoy?

—Ayer te dije que sí, no me lo preguntes otra vez. —Lo toma en sus brazos. —Jugaremos toda la tarde, mientras él va a conquistar al mundo.

—No voy a conquist...

—Conquistar el mundo dije. —Me mira desafiante.

—Está bien, lo que tú digas chiquilla. —Me levanto. —Iré a hacer algo rápido para comer.

Busco las presas de pollo que compré antes de llegar a casa, lo condimente y lo acompaño con algunas papas. Todo listo, directo al horno.

Siento que alguien toca mi pie, Bruno llego. Lo levanto y voy en búsqueda de Meli, sin embargo, escucho que está hablando por celular.

—Sí, la pase bien hoy. —Escucho su risa. —Nos vemos mañana Fede, te prometo no llegar tarde.

Ese Federico está en todo. Suspiro, no sé porque me pongo tan paranoico con aquel sujeto, pero mi instinto no falla y, yo sé que tarde o temprano, no mandará una grande.

Vuelvo a controlar la comida, solo le faltan unos minutos y a mi me queda un poco más de una hora para irme.

Preparo la mesa, caliento la papilla de mi hermano y comienzo a servir. En eso, entra Meli con una gran sonrisa, se ve, que algo siente por Federico, no veo otra explicación para tanta felicidad por una llamada telefónica. Trato de quitarme esa idea de la cabeza, no es momento para torturarse, debo concentrarme en mi nuevo trabajo.

—¿Qué harás mientras no esté? —pregunto sentándome frente a ella.

—Acomodaré la casa, se ve que se te olvidó limpiar un poco. —Se burla.

Tiene razón, descuidé las tareas de la casa.

—Está bien, no le vendría mal —afirmo desanimado.

—¿Te pasa algo?

—Estoy algo nervioso. —Miento. —Aún no se que ponerme.

—Comamos y, cuando terminemos, te ayudo a elegir —contesta con una sonrisa.

Terminamos de comer y nos disponemos a revisar toda mi ropa. Entre ello, encuentro un jean negro con una camisa blanca ideal para una ocasión formal, pero no tanto.

—Yo creo que con esto te verás bien. —Deja la ropa en la cama.

—¿Zapato o zapatillas? —pregunto.

—Tú tenías unas zapatillas con un estilo similar a zapatos, ¿las tienes aún?

—Eres mi salvadora. —Busco entre mis calzados las zapatillas/zapatos, como yo los llamo. Todavía los tengo. —Sal, me cambiaré y me darás tu punto de vista. —Obedece y sale con Bruno en brazos.

Me termino de vestir y me veo al espejo. Creo que estoy bien, acomodo mi pelo y mi camisa.

Salgo y mi amiga me mira de pies a cabeza.

—Te ves perfecto, sin duda robarás muchas miradas en la empresa.

—Gracias, sin ti no hubiese podido. —Me acerco y le doy un beso en la frente. —Ahora me voy porque se me hace tarde.

Me despido de mi hermano y me marcho.

Tengo que caminar un par de cuadras para llegar a la parada de autobús. Por suerte, una señora me confirma que aún no ha pasado. Esperamos unos minutos, hablando de distintas cosas cuando llega nuestro trasporte. Dejo pasar a todos, y me subo.

Me toca ir de pie, veo a muchas personas hablando por celular, escuchando música y, algunas, hablan entre ellas.

Mi viaje dura alrededor de 30 minutos, pero hoy hay mucho tráfico así que espero llegar a tiempo.

Solo faltan 20 minutos para que sea la hora, y la multitud en la calle no se hace esperar. Gente con traje camina hablando por teléfono, se ven que son asuntos importantes, sus rostros lo demuestran.

Llego a mi destino, entro y la secretaría me indica que me están esperando en el octavo piso, como sabía que lo harían.

En el ascensor, me acomodo mis prendas. La primera impresión es lo que cuenta, y quiero dar la mejor.

Cuando se abren las puertas, el señor Ramírez me está esperando.

—Sebastián, que alegría verte. —Estrecha su mano. —Me gusta tu puntualidad, acompáñame bajaremos al segundo piso, ese será tu lugar de trabajo.

Sin dejar que le conteste, me mete al elevador y descendemos al piso número dos.

La bajada es silenciosa, y la incomodidad me invade. Varios empleados suben y saludan a mi acompañante. Un piso más y las puertas se abren.

—Este será tu piso, como verás hay varias oficinas. —Es cierto, un gran pasillo separa varias puertas de costado. Caminamos y nos paramos frente a una. —Está será tu oficina, pero no estarás solo, tendrás una compañera.

Dentro se encuentra la joven llamada Amelie.

—Te presento a Amelie Fernández, ella será tu compañera a partir de ahora.

—Que gusto volver a verte. —Se levanta de su silla y se acerca a saludarme.

—Lo mismo digo —respondo con una sonrisa.

—Veo que ya se conocieron así que espero un trabajo eficiente por parte de ustedes, señorita Fernández explíquele el trabajo que debe realizar al señor García. —Antes de irse me desea buena suerte.

—Muy bien este es tu puesto. —Señala un sillón con el escritorio y varios papeles sobre este. —Esos papeles hay que ordenar, por ser tu primer día te deje lo más fácil, solo los tienes que poner por orden de fecha.

—Parece fácil —contesto. —¿Tú que harás?

—A mí me quedan unos cuantos pedidos, si bien son pocos debo ordenarlos por los que ya se cumplieron, los que están en proceso y los pendientes.

—Si termino rápido te doy una mano, y esta vez, te la daré. —Le guiñó un ojo y me voy a mi silla.

Me puse manos a la obra, la pila de hojas no es grande, pero son varias las fechas que acomodar.

Noto la concentración en su rostro y me se escapa una pequeña carcajada. Mi compañera lleva sus gafas y, cada tanto, se las acomoda, al igual que su larga coleta.

—Listo —exclamo con Felicidades. —¿Te ayudo?

—Veo que posees una gran energía. —Sus ojos claros que clavan en los míos. —Ese pilón, revísalo si están todos los trabajos que la empresa realizo. —Señala un grupo de hojas en la mesa de al lado.

—Creo que has perdido energía —ríe al notar mi cara de concentración.

—Por ahora no, solo que me llama la atención todos los trabajos se llevaron a cabo.

—Sí, pasa que nuestro arquitecto es excelente, y es reconocido por varias arquitecturas que planificó y eso, conllevó a que la empresa se haga conocida. —Mueve su silla a mi lado. —Y tú, ¿a qué te dedicas?

—Estudio arquitectura, y el arquitecto de aquí, es jefe de cátedra de una materia de la universidad.

—Ahora entiendo porque te han contratado tan rápido. —Sonríe. —Me alegra tener algo de compañía.

Se muestra sincera, percibo su amabilidad y eso me agrada.

El ruido de la puerta anuncia que alguien quiere entrar.

—Pase —decimos a dúo.

—Muchachos les venía a avisar que el día a finalizados, mañana les espera un trabajo más duro así que por favor descansen bien. —El señor Ramírez llega a anunciar que nos podemos ir.

A decir verdad, se me han pasado rápido las horas. Solo fueron cinco horas, me explicaron, que por ser mi primera vez y, estudiar, trabajaré cinco horas, luego irán aumentando.

Con Amelie acomodamos la oficina, veo mi escritorio y pienso, que debo traer una foto con Bruno para decorar.

—¿Cómo te irás a tu casa? —pregunta poniendo su saco.

—En autobús, la parada está a unas cuadras.

—Venga hombre, te llevo en mi auto.

—No, no quiero tomarme ese atrevimiento. —Esquivo su propuesta.

—No es ningún problema, anda vamos.

—Está bien, pero solo por hoy. —Sonreímos y nos vamos para el ascensor.

Ya en su auto, le indico la dirección de mi casa y, por coincidencias de la vida, ella vive cerca.

Todo el camino hablamos sobre nuestra vida. Ella me cuenta que es estudiándote de administración de empresa, por eso está satisfecha con su trabajo. Por mi parte, le cuento sobre mi hermano, pero no sobre la ausencia de mis padres, no necesito que sienta lastima por mí.

En la puerta de mi casa, nos despedimos con la idea de volver a vernos mañana.

Camino hacia la puerta pensando en que, Amelie, es una chica agradable y conversadora. Cualquiera diría que tiene a cualquier a sus pies.

Entro y, Meli con Bruno, me esperan con un cartel que decía "Felicidades por tu primer día de trabajo", sin duda estás dos personas me llenan el alma.

—Vamos que la comida está lista. —Me da un beso en la mejilla y me entrega a mi hermano. Los saludo a ambos y nos disponemos a comer. Pero antes, me voy a cambiar de ropa por algo más cómodo.

Comimos, charlamos sobre la tarde de trabajo, y me cuenta todo lo que han hecho.

Me comenta que Bruno está cada vez más cerca de caminar y, que cada tanto, se largaba a llorar, pero le daba una de mi sudadera, y se calmaba, era porque me extrañaba.

Ya estamos todos listos para dormir, las luces se encuentran apagadas, mi hermano me espera para cantarle su canción y Meli aparece sin anunciar su llegada.

—Sebas —susurra. —Estoy orgullosa de ti, los dos lo estamos.

Sus palabras son las más sinceras que podré escuchar el día de hoy. Me pongo de pie, y me acerco a ella.

—Ustedes son todo lo que tengo ahora, y sé, que mis padres están orgullosos también. —La abrazo. —Gracias por todo, amiga.

Se separa, me da un beso en la nariz y se va.

Vuelvo a acostarme, los ojitos del pequeñín ya no dan más, así que no queda otra que cantar su canción.

Entra rima y rima, mis párpados se vuelven pesados, el cansancio me está pasando factura y es hora que me duerma.


---

Hola bellos lectores ❤️

Primero que nada ¡FELIZ AÑO NUEVO! Espero que este año traiga muchas cosas buenas en sus vidas. Sin duda, en la mía fue tenerlos a ustedes apoyándome día a día en esta pequeña historia.

En este año nuevo, todos tendremos nuevos objetivos, nuevas metas y sueños por cumplir. Yo, en lo personal, este 2017 cumplí algunos y, ahora, espero cumplir las que me faltan.

Les deseo lo mejor en sus vidas, les mando las mejores vibras y nos vemos en el próximo capítulo.

Si en verdad les gusto el capítulo, no olviden comentar y/o votar si en verdad lo merece ❤️

¡Un beso desde Argentina!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top