PRÓLOGO 1.2
17 años de edad...
CRISTIANO
https://youtu.be/igNVdlXhKcI
- ...puedes si quieres cariño, con esos leños... - La voz alegre de tía Vangelis, se siente en mi espalda.
Aunque la escucho responder por mi ofrecimiento de ayuda, sigo mirando hacia un punto fijo en un extremo del estanque y que se une con el bosque.
- ...mientras más leña, más grande será la gran y bonita fogata, en la noche de pijamada y cuentos! - Prosigue feliz.
Pausa.
Porque no contesto, pero juro que estoy al mismo tiempo atento a lo que dice.
Y a todo.
- ¿Cristiano? - Su mano reposando en mi hombro con ternura, hace que voltee y me saque de mi vista.
- ¿Cris cariño, todo bien? - Me dice, para luego sobre un gran mantel a cuadros en rojo y blanco entre sus manos, extenderlo sobre una mesa de madera armada para la merienda de la tarde y que flamea en el aire por la brisa.
Sacudo mi cabeza por mi puta mente.
Mierda.
- Perdón, tía... - Digo sonriendo y caminando en busca de más leños apilados en un rincón.
Dios, necesito calmarme...
Levanto varios de grueso grosor sin esfuerzo y los llevo a los apilados uno sobre otros, donde papá y tío Hero decidieron la ubicación de la enorme fogata, para todos nosotros esta noche.
A un lado del inmenso jardín de la casona y a algunos metros, donde levantamos las carpas para pasar la noche con todos los chicos.
Idea que comenzó con tía Vangelis, unos años atrás para festejar y dando la bienvenida a la llegada del verano.
Y ahora, es una costumbre familiar para estas fechas como también con cada festejo y se fue sumando de más niños vecinos invitados, trayendo alguna colación enviada por sus madres y convirtiéndose en algo así, como más multitudinario con el tiempo en medio centenar de chicos de la zona acampando, cenando salchichas y dulces, para luego pasar la noche entre historias de terror, fogata y buena música con amigos.
La brisa de la tarde con los primeros rayos de sol arribando el estío y dándole su bienvenida es cálida, tibia y con cierto dejo de frescura al contacto del rostro, reconfortante y como invitándote a correr por todo el parque y sus alrededores.
Y si eres de los valientes y con sangre vikinga a meterte al agua fresca de él.
Y sonrío levemente, mirando un sector opuesto.
Donde Caldeo y Juno, lo hacen nadando y jugando entre sí.
Juntos.
Como siempre.
Porque, es su bosque y su estanque.
Como ellos lo llaman.
Y aman nadar.
Y por ello los únicos audaces de eso, con un nana Marcello corriendo de orilla a orilla que con toallas en manos los vigila atento, ante cualquier señal de estornudo por parte de mis amigos.
La noche va cubriendo el lugar y con ello la magia de la fiesta campestre da comienzo.
Algunas farolas se encienden en partes del jardín, acompañando la gran fogata.
Sus leños atizándose por la mano diestra de papá avivan más las llamas con todos nosotros alrededor de ella, mientras tío Hero y Vangelis reparten finas ramas con dulces desde sus puntas, para dorarlas sobre ella y degustar su sabor a caramelo caliente.
El sonido del fuego repiqueteando, bajo la la suave melodía de la radio.
Las charlas animadas de todos los niños vecinos.
Algunos pequeños y otros de casi mi edad charlando entre sí, invade y envuelve la noche aproximándose.
De Caldeo y Jun sentados y envueltos ambos en la misma cobija, mientras ella le lee algo a mi silencioso mejor amigo.
Que absorto le presta solo atención a ella y al libro entre sus manos, pese a que muchas niñas alrededor de la fogata quieren captar su mirada gris y cristalina como el hielo.
Y sonrío, luego.
Ante una Hope comprobando y caminado entre cada invitado, que no les falte nada y de forma organizada ofreciendo más dulce o gaseosa a cada uno.
Pero deteniéndose a limpiar con su pulcro pañuelo, los bigotes de chocolate caliente por beber de mi otro mejor amigo.
Un Caleb algo infantil pese a sus negativas de no querer eso y con miradas de mierda por parte de ambos, que luchan y forcejean por ello.
Se me escapa una risa por eso.
Cruzo más mis brazos sobre mi pecho, apoyado en el árbol que estoy observando todo con satisfacción y algo de tristeza.
Tal, porque la noche es mágica y que todo está bajo control.
Ya que todos disfrutan y ríen.
Y triste.
Un leve resoplido, me ahoga desde mi lugar.
En como mis ojos otra vez, buscando con disimulo a mi vista entre la semi oscuridad donde estoy atento a todos y que nunca dejé de observar como vigilar que nada le pase durante la tarde.
A Tatúm.
Mi Tate.
Porque ya, no habrá más para mí y a días de cumplir mis 18, largas vacaciones de verano con los chicos.
Es el último como adolescente estudiantil, ya que fines de este y principio de otoño, empiezo mi carrera como policía, pero de la fuerza especial de esta.
Lo que siempre soñé.
Como mis padres y Collins.
Y ya no más con los chicos veranos enteros, siempre juntos jugando.
Ya no más, Tatúm en mis pensamientos y necesidad de ella las 24 horas de mis días.
Porque, así siento ellos.
Solo por y para ella...
Que vestida con unos pequeños shorts en rojo a lunares blanco y la parte de arriba de su bikini con estampa a cuadros multicolor, camina saltarina entre invitados e invitado al ritmo de música, acomodando mejor sus lentes de armazón negro iguales a los de tío Hero en el puente de su nariz.
Y yo quiero golpear bien fuerte en la cara al que diseñó esos short diminutos y tan lindos, para una niña de tan solo 16 años.
Mierda.
Y niego pasando de forma pesada, una mano por mi cara para luego frotar mi cuello.
Carajo.
Una niña.
Suspiro profundo.
Una niña, que está comenzando a tener el jodido cuerpo de una mujer...
Pero también y ahogo una risita por su combinación de ropa y texturas.
Y siempre el color rojo entre ellas...
Su color favorito.
Cosa, que me encanta.
Y carajo con mi puta bipolaridad y no ponerse de acuerdo, poniéndome de peor humor.
Por este sentimiento que tengo por ella.
Niego.
Ya que, no puedo.
Es familia.
Y yo, soy mayor...
Pero mis conjeturas éticas se van a la mierda y la tensión vuelve a mis hombros como mi mirada, cuando uno de los invitados acompañado de otro que no logro reconocer, se detienen hablar con ella.
Ese tal Ben, que se mudó con su familia y es nuevo en el barrio.
Siempre está atento a ella.
Lo sé.
Observo como la mira.
Y siempre la hace reír.
Como ahora.
Y mi sangre siento hervir corriendo entre mis venas, porque comparten mucho en común.
La edad.
Pasatiempo de visitar Hospitales Infantiles.
Suspiro resignado.
Y como ella, que quiere ser médica pediatra.
Él, enfermero infantil.
¿La pasión de ambos?
El cuidado de niños enfermos.
Y mierda con eso.
Porque el fisgón y fans de Tate, parece simpático y no pude encontrarle nada negativo que me alertara, maldita sea.
Y jodidamente no quiero que me caiga bien este chico versión de un sexi y joven Gandhi contemporáneo de piel como pelo moreno y ojos azules.
Algo le susurra sobre su oído, bajo la música y apoyando con sutileza la mano libre de la lata de gaseosa que sostiene en su hombro, para que sea suficiente para mí y quiera lanzarme sobre él.
Pero otra, me detiene sobre el mío y mi arranque de celos.
Volteo sobre ese hombro para ver la de Caldeo toda tatuada y que con una suave presión de ella, me niega como su rostro en su silencio de siempre y cubierto por su pelo que cae sobre él, con la capucha de su abrigo que lleva encima.
Dios.
Mi amigo asusta alguna veces, por esa forma inesperada y tan sigilosa de aparecer que tiene tipo felino.
Como algo ancestral y lo llevara en su jodida sangre africana.
- ¡Qué! - Gruño entre silencio y ademanes de brazos con poca paciencia. - ¡¿Que no haga, qué?!
Señala con su barbilla a Tatúm y al mirón que aún, la mantiene en una conversación divertida con su otro amigo.
Y mi pecho se cierra de los celos por ver.
Mierda, mierda y re mierda.
- Solo iba a ver que sucede entre ellos... - Me justifico.
Caldeo ladea su cabeza poco convencido.
- ...hay algo amenazante en ellos...sus posturas... - Señalo con ambos brazos, en vano intentando calmarme. - ...no lo ves? - Exclamo algo fuerte, ganándome una mirada de ellos.
En especial de su amigo, que no se quién es.
Y por eso, como una elevada de ceja de Tatúm observándome, mientras juega divertida con sus dedos con el hilo rojo que le regalé años atrás por arreglar unos de mis juguetes y lleva atada a la otra, mientras no deja su conversación con Ben.
Caldeo, me rueda los ojos divertido.
No me cree.
Porque tiene razón.
Carajo.
Y exhalo, un profundo aire por eso.
- ...esa mujer me va a matar, amigo... - Me rindo, apoyando de forma cansada un brazo y parte de mi cuerpo, sobre el viejo árbol.
Caldeo sabe mis sentimientos.
Para qué, fingir con él.
Y dejo caer la cabeza, mirando mis pies.
- ...yo, no sé... - Respondo sincero.
Porque realmente, no sé que hacer.
Y la presión de calma de la mano de Caldeo sobre mi hombro, se transforma en unas palmadas de comprensión, que es interrumpida por la hora de juego, antes de ser servida la salchichas caliente como cena.
- ¡Escondidas! - Chillan felices Hope y Juno a coro como todos, encendiendo las pequeñas linternas que nana Marcello y mis tíos, reparten a cada uno y que todavía no son tan necesarias por la cierta luz diurna que se confunde con la llegada de la noche.
El juego de siempre y de cada año de verano, donde el equipo perdedor limpia y levanta al día siguiente, los festejo de la noche de campamento.
El juego favorito de todos antes de los cuentos de terror y la cena para dar más suspenso a la noche.
Y mi juego favorito por años.
Para encontrar siempre a Tatúm, bajo sus desplantes furiosos de por qué, ella y no otras.
Sonrío triste sobre la alegría de todos, por comenzar el juego y ante esos lindos recuerdos de sus enojos, por siempre encontrarla.
Porque, simplemente.
Te quiero, Tate...
Me digo y le respondo en mi silencio como años atrás y ahora observándola, mientras se prepara como todos.
Por quererte nena.
Mucho.
Pero, hoy no.
Con mi último año de esto.
No.
Ya no más.
Caldeo tiene algo de razón.
Suficiente de pendejadas por Tatúm y ahora yo, soy el que palmeo a Caldeo dando la vuelta.
- Diviértete, amigo... – Murmuro y negando, mientras Juno corre a nosotros para darnos las linternas. - ...yo, paso... - Finalizo, ganándome sus miradas curiosas desde su lugar.
Y camino esquivando algunos niños que corretean por todo el jardín, tratando de pasar inadvertido entre ellos y bajo la voz tronadora y alta de tío Hero que sacando un papel sorteado, indica que las chicas deben buscar a los chicos, repitiendo las reglas y que el equipo perdedor toca limpieza al otro día.
Rebuzno.
Chicas buscando chicos.
O sea.
Ese tal Ben, buscado por Tate.
Genial.
Simplemente genial, me repito costeando el estanque y sacudiendo mi cabeza como si eso, desacomodara la imagen de ellos juntos y como rompecabezas los separara.
Y maldigo para mis adentros, pisando el pequeño muelle de este y sus viejas pero fuertes maderas que crujen ante mi primer pisada.
Miro a través de un hombro como entre la semi oscuridad, las pequeñas luces van y vienen de las linternas por la mano de todos, entre el bosque y los alrededores, bajo chillidos algunos infantiles y otros divertidos por el juego, huyendo y dando comienzo al mismo.
Sonrío sin ganas.
Pero sonrío.
Retomando mi pasos por este y de un salto al bote que reposa a su orilla y amarrado a una cuerda.
El cielo despejado con su centenar infinito de estrellas, cubre mi visión al recostarme sobre él.
Es agradable y se siente bien.
Y cierro por eso mis ojos unos segundos y entrelazando mis manos sobre mi pecho.
El croar de una ranas del estanque, se confunde con el aleteo de una garza retomando su vuelo sobre el agua y una leve sonrisa se dibuja en mis labios y por lo que voy a decir.
- ¿Qué, haces acá? Deberías estar jugando como los otros... - Murmuro, casi sobre la oscuridad total y sin abrirlos.
No hace falta.
Fue cuidadosa y suave.
Pero la podría presentir a ciento de distancia y desde mi perímetro, aunque ella no lo sepa.
Su perfume de siempre a flores.
Como sus movimientos siendo pausados o no, como gestos en su rostro.
Como ahora, que sin voltear a verla a par de metros mío y de pie sobre el muelle, puedo sentir que me observa con cierta mueca indecisa, pero postura decidida.
Yo siempre, te siento Tate...
Su linterna se enciende para iluminarme a pleno sobre mis ojos recostado, obligándome a cerrar estos con más presión y cubrirme con un brazo.
- ¡Oye, esa mierda duele! - Exclamo agrio, incorporándome y fregándolos con ambas manos y preguntándome, que demonios hace acá.
Se ilumina ella bajo su barbilla, mostrando su sonrisa de satisfacción bajo una de sus cejas elevadas, muy a lo tío Hero.
Mi rostro lucha por no sonreír, maldita sea.
Porque, es dulcemente aterrador.
TATÚM
Siento su mirada sobre mí.
Como siempre.
Y aunque muchas veces como esta, debería sentirme incómoda.
No lo hago y nunca lo hice.
No lo siento, así.
Otra vez ella y de ese color verde como el bosque de casa, me observa mientras Ben me detiene sobre la ronda de la fogata, para presentarme a su primo que vivirá cierta temporada con su familia, me dijo.
Parece agradable como él y aunque quiero prestar atención a sus charlas divertidas, disimulo muy bien mientras juego con el hilo rojo que tengo como pulsera y que llevo en una de mis manos.
Pero, fracaso.
Ya que, mis sentidos están alertas a Cristiano que a cierta distancia de todos y como siempre con su extraño carácter entre huraño y glacial, pero sobreprotector.
Que vigila y observa todo como a todos.
Tan igual a tío Grands.
Su padre.
En especial a mí, aunque como yo lo quiera ocultar.
Pero me alerto, al notar que sus fuertes hombros se tensan como su postura bajo el árbol en que se apoya y sobre ya, la oscuridad haciéndose dueña de la tarde y logrando ver por el rabillo de mis ojos la estrechez de los suyos.
Desaprobando cuando mi amigo Ben, me susurra en el oído algo por la elevada música y griterío de todos los niños alrededor de la gran fogata de campamento.
Sintiendo, que todo él quiere venir hacia mí.
Pero la presencia de Caldeo lo detiene.
¿Eh?
¿Pero, por qué?
Y limpio mis manos sudadas, por el calor que me trasmite mi cuerpo sobre la tela de mis pequeños short, ante su mirada que llena de descontento y enojo que no logro entender.
Porque están llenos de tristeza y esa tristeza, es cálida y fría.
Loco, pero real.
Que colisiona contra mí, como dos camiones de carga enfrentados.
Fuerte.
Sobre mi cuerpo.
En especial en mi pecho.
Y como si el contenido de sus vagones al volcar, llenaran de cierta sensación nueva y poderosa dentro mío.
Una sensación.
Rara.
Desconocida.
Que arde, pero no quema.
Que vengo sintiendo.
Fue creciendo.
Y hasta haciéndose ya, familiar y parte de mí.
Por él.
Por el díscolo.
Pocas pulgas.
Agreste.
Frío.
Y sobreprotector, dando indicio que en ese corazón de hielo, lata algo rojo.
Del Cristiano jodido Grands...
- Estoy jugando, Cristiano... - Respondo a su pregunta de pie y sobre el muelle, sin dejar de iluminarme con la linterna y obviando, su maldición muy poca caballera que despotricó contra mí.
Pendejo insensible.
- ...te caché... - Prosigo triunfante y arqueando más mi ceja. - ...deberás limpiar lo mío, mañana...
Pasa sus manos de forma agotada por su cara, tirando su pelo claro hacia atrás.
Suspira.
- ...Tate, vete... - Bufa, apoyando sus brazos en sus rodillas flexionadas, provocando un suave movimiento del viejo bote sobre las calmas aguas. - ...no participo del juego... - Me mira y sus hombros caen. - ...y quieres cubrirte, por Dios! - Susurra alto, pero no fuerte para no llamar la atención de todos.
Me miro.
- ¿No me queda, bien? - Pregunto algo apenada.
Es mi primera vez usando dos piezas de baño y cuando la elegí mis hermanas como mamá, me dijeron que me quedaba muy bonito.
Cubriendo donde lo tiene que hacer y moderno para una chica de mi edad.
¿Y lo más lindo?
Entre sus estampados locos y raros que amo, predomina mi color favorito.
El rojo.
Que me llevó a convencerme su compra y porque, pese al color y como me sentaba.
Muy en el interior mío.
Me pregunté, si a Cristiano le agradaría.
Sip.
No lo sé bien, el por qué.
Pero me lo hice frente al espejo del vestidor de la tienda, observando en detalle como las piezas de la bikini, cubrían y dibujaban cada curva como contorno de mi cuerpo ya desarrollado.
De una mujer.
- ...carajo... - Solo es su respuesta con un gruñido, sacándose la camisa estilo leñadora a cuadros azul y blanca que lleva puesta abierta, para quedarse solo con la camiseta blanca bajo ella. - ...póntela... - Me ordena de mala gana y evitando mirarme al lanzármela.
Está molesto.
Su rostro y mirada me lo dice, como postura indiferente a mí.
A él, no le gustó...
Y lágrimas amenazan bajo mis lentes, como lo que oprime mi pecho por sus palabras y falta de interés.
Mis manos sobre mi pecho rodeando la linterna entre mis dedos, aprietan con tanta fuerza esta como su camisa que si tuviera la corpulencia de papá, la rompería en mil pedacitos.
Mis labios tiemblan.
Pero, saco fuerza con un fuerte respiro para gritarle.
- ¡Eres una bestia sin corazón, Cristiano Grands! - Chillo, lanzando sobre su cabeza la linterna con ira y pisoteando su camisa con bronca con mis pies que no me puse y tiro contra el piso.
Pero para mi desgracia, reflejo es lo que le sobra al pendejo cretino y logra esquivar mi objetivo y que solo, rebote en parte de su hombro y no en ese lindo como rudo rostro que tiene, para con un suave glup, hundirse a las aguas calmas del estanque.
- ¡¿Estás loca?! - Gruñe.
Pero no contesto.
Mi respuesta es mi resoplido inestable, fruto de mi respiración irregular e impotente que baja y sube con mis hombros.
- ¡Púdrete! - logro decir viendo como último de él antes de voltearme y salir de acá, que muerde su labio inferior y mira el cielo estrellado con un bufido.
¿Pide misericordia?
No me importa.
Aunque, apuro mis pasitos.
Y hago bien, porque siento los suyos saltando del bote, para venir detrás mío.
Ay, Dios...
CRISTIANO
Salta entre la pequeña partes rocosas en medio de la oscuridad.
Pero mi Tate no es Juno, que con lo ojos vendados caminaría y cruzaría esto, por conocerlo como la palma de su manos como Caldeo.
Y por eso, apuro mis pasos por miedo a que se golpee por la densa noche.
- ¡Quieres parar! - Le grito por sobre los chillidos de algunos, siendo descubiertos y otros buscados en parte del bosque y los alrededores del gran jardín.
La carcajada de Juno se siente en la lejanía de este y Tate, no duda en buscar a una de sus hermanas.
- ¡Jódete! - Me chilla, haciendo a un lado y luchando contra unas ramas con sus manos.
Le ruedo los ojos en plena oscuridad y casi alcanzándola.
Pero qué, cabrona.
Y a la mierda todo.
Por esa calma que intentaba mantener hoy a la tarde.
Calma que no poseo y la invento por ella, todo los días de mi vida.
Jodida calma que fabrico y la transformo en indiferencia, desde que me di cuenta.
Que amo a Tatúm Mon.
La tomo por la cintura y la atraigo contra mí.
- Eres un autentico dolor de cabeza, pendeja... - Gruño, bajo su queja por sentirme contra ella y detener su carrera.
Sus manos intentan abrir y separar mi brazo que rodea su cintura, arañándome y clavando sus uñas sobre mi piel para zafarse de mí.
Pero mi fuerza no se compara con la suya.
Lucha.
Me insulta.
Patalea.
Y vuelve a luchar.
Pero, su forcejeo se detienen de golpe.
Cuando, sobre mi lugar.
Quieto y segundo antes dejándome golpear, recibiendo todo sus ataques y hasta arañazos como patadas.
Apoyé mis labios con suavidad en uno de sus hombros desnudos.
Porque, me di por vencido.
Y me quedé silencioso.
Aceptando todos esos golpes de momentos antes, solo para sentir por primera vez a la chica de mis sueños contra mí.
A mi nena...
TATÚM
La ira que me llenaba.
Se calmó.
Mis ganas locas de patearlo como clavarles mis uñas sobre su piel, hasta dejarles marcas para que me liberara y me dejara en paz.
También, se apaciguaron.
Por un contacto.
Solo uno.
Pequeño.
Y que nunca se movió, después de hacerlo.
Como tampoco, se elevó de mi piel.
Chiquito.
Cálido.
Latente.
Y sigue en mi piel.
Los de sus labios, reposando sobre mi hombro desnudo y la tibieza de ellos sobre él.
Mis manos se aflojaron sobre su brazo que me tiene aprisionada, pero no me suelto de él y hago lo que algo de mí, me demanda.
Acariciar algo temblorosa la longitud de él, rodeándome y sintiendo con el roce de mis dedos recorriéndolo, la firmeza y marcada forma de su brazo que se tensa ante mi caricia y delinea la rigidez de sus músculos, por abajo de su camiseta mangas largas y la suavidad de su algodón.
Estaba nervioso.
Pude sentirlo cuando sus labios sin separarse de mi piel, susurró.
Me confesó.
- Tate, yo te amo...
Sus palabras y respiración acariciaron mi cuello y mi saliva se atragantó en mi garganta, impidiendo mi habla.
- Jodidamente me gusta...tu traje de baño... - Murmuró, ante mi silencio. - ...jodidamente me gusta todo lo que llevas y calzas siempre... - Suspira sobre mi pelo, aspirando el perfume que me puse.. - ...yo, te quiero Tate... - Me besa sobre él.
Puedo divisar muchas linternas a cierta distancia y alrededor de nosotros, jugando y esquivando los árboles entre su tupidas ramas de hojas en la oscuridad y sobre el griterío de todos.
Pero ya, no me importa el juego.
Ni los que ellos hacen.
Me vuelvo despacito sobre su brazo, para encontrarme entre la oscuridad de la noche.
Nuestra noche.
Con sus ojos también en esas linternas y el murmullo de las hojas secas pisadas en la lejanía, por la corrida de todos.
No me mira.
Lo evade.
- ¿Tú, me amas? - Murmuro bajito también, para que no nos escuche nadie.
Y por vez primera, no quiero que nos encuentren.
No quiero seguir corriendo en busca de una de mis hermanas y no quiero, que terminen estos minutos con él.
Pero sí, quiero.
Que me conteste y con cuidado elevo mis manos a su rostro, para obligarlo a que lo haga.
Y cierra los ojos, por el contacto de mis dedos acunando sus mejillas.
Pero los abre para mirarme profundamente y asentir con su cabeza sincero, entre la semi oscuridad del bosque y los rayos plateados que atraviesan entre sus ramas, por la luna llena desde la altura.
- ¿Tú, me amas, Tate? - Me pregunta suave.
Y esa sensación rara, pero conocida.
Que me arde, pero no quema y que se hizo parte de mí, colma y da tibieza a mi pecho.
Y se expande más, ante su duda temblorosa.
De puntitas de pie me elevo frente a su pecho y por ese brazo que jamás me abandonó, para tratar de nivelar su altura y llegar a su barbilla, susurrarle.
- Si... - Suspiro feliz, de sentirme decirlo en voz alta. - ...yo te amo mucho, Cristiano...
Y así fue.
Como esa mágica noche con Cristiano nos dijimos con nuestro primer beso, nunca abandonarnos.
Nos prometimos amarnos, bajo más de ellos suaves y sellándolos con nuestras bocas.
Y con caricias descubriéndonos el uno y el otro, mientras nos fuimos despojando con cuidado de cada prenda con amor, para después seguir besando cada zona de ellas.
Ingenuos.
Temblorosos.
Y atolondrados en ello.
Por ser nuestra primera vez de los dos.
Nos prometimos bajo esa noche estrellada, que nada ni nadie se interpondría entre nosotros, tumbados sobre la hierbas y ese colchón de hojas secas por muchos otoños que tanto hablaba Junot.
Abrumados ambos por tanto amor y por cuan, intensamente bien se sentía.
Cristiano deslizándose protegido, en mi interior con ternura y amor.
Y yo, envolviéndolo.
Tierra y hojas blandas en mi espalda y la suya.
El aroma a viento e hiervas fresca del bosque, con su oscuridad colmándonos.
La humedad de ellas, con nuestra propia humedad.
Y nuestros casi desnudos cuerpos, amándose.
- Tate... - Murmuró con sus pálidos ojos verdes, sin dejar de mirarme con ternura y amándome despacito y cuidado. - ...no existo, sin ti... - Acarició mis labios con los suyos. - ...Tú, me haces quién soy...yo te amo, para siempre... - Me prometió entre nuestros bajos jadeos y haciéndome el amor.
Me apreté más a él, si se podía.
Lo abracé más a él, si se podía.
Y lo besé más profundo, si se podía.
Para sentirlo.
Y para que él también lo haga, bajo mi sonrisa y nuestra unión.
Una vieja amistad desde nuestros nacimiento.
Un flirteo inocente, pero sincero de niños.
Todo eso, para caer profundamente enamorados ahora de adolescentes y entregarnos por este amor que nos sentíamos.
- Te amo, Cristiano... - Con mi garganta apretada de la emoción, murmuré acariciando su mejilla con mi mano y sin dejar de mirarnos.
Cristiano la acunó con una de las suyas, provocando que sus dedos engancharan en el hilo rojo de mi muñeca y este, se desatara.
Pero en vez de caer.
Este, como con vida propia.
Envolvió estos.
Los suyo y los míos.
Entrelazádolos con la suavidad de su textura roja.
Y sonreímos por eso, para luego besarnos profundamente y recibir al mismo tiempo el orgasmo de ambos.
El mío, temblorosa y feliz.
Y el de él, viniéndose dentro mío.
Ninguna palabra era correcta o lo suficientemente importante, para expresar lo que sentimos ambos, cuando nos amamos y perdimos nuestra virginidad esa noche.
Confianza.
Felicidad.
Entrega.
Amor.
Me sentía llena de él, en cuerpo y alma.
Y nada en mi vida, había sido tan perfecto o importante en ese tiempo.
TIEMPO...
Que sin embargo.
Fueron promesas rotas y jodidas mentiras, que Cristiano me dijo esa noche.
Porque, esa vez.
Fue la primera y última vez.
Que lo vi, cerca de mí...
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