CAPITULO FINAL

AMANDA

Yo controlo.

Esa es la famosa frase.

La frase que tantas y tantas veces hemos dicho.

Y dice, cualquier persona a una cierta adicción.

Como yo.

Que no se va adueñar de mí, decía.

Porque sé, como va estocomo hasta donde puedo llegar y controlarlo, me repetía con cada sonido de mis pasos por mis elegantes tacones altos, en esos escondidos Boulevares de zonas de mala muerte que tenía que ir para llegar a ellas.

Una y otra vez.

Dónde, la miseria y el bajo mundo reina, siendo testigo en esas calles de los que las venden y te dan acceso.

Como a los que la consumen.

Los adictos.

Cual vi que no existe razón social para la drogas, ya que puede ser clase baja.

Otros, marginales de la sociedad.

Estudiantes en escapadas nocturnas o a plena luz para su compra.

Gente de poder o como yo.

Siendo en un principio, mi consumo social.

Tal vez en el baño de alguna fiesta de gala.

Otras, por el ofrecimiento de alguien "amigo" en un momento de vulnerabilidad, cuando solo necesité un abrazo con amistad, pero ese abrazo era un pequeño papelito que envolvía ello a modo consuelo y no, un oído para escucharme con un gesto de cariño.

Algo esporádico y de poca cantidad en un comienzo.

Y donde al fin.

Esta caían sus gramos como la nieve a las montañas o a una ciudad en un día de invierno.

Puñados.

Grandes.

Y yo, dejándome llevar por ella y las circunstancias que me embargaban, creyendo no sé si la solución a ellos, pero sí, encantándome más y más.

Con cada inhalación, pastilla o alguna cápsula de Vicodin.

Por la sensación que me colma tras consumirla luego.

Y como lo feo según yo de mi vida, se alejaba de mí, gracias a ello.

Por un instante o por el tiempo de efecto de esas drogas, pero que valía la pena, porque mi agonía ya no estaba.

Ninguna pena.

Ningún dolor y la amargura que uno cree en su momento, que no tiene consuelo o que si la hay, reemplazando ese abrazo que necesitabas antes.

Ese gesto de cariño que urgías como un grito en silencio, pidiendo comprensión en tus distintas formas de llamar la atención sean correctas o no y dentro de tu irracionalidad de comportarte, era un pedido de ayuda o cariño sincero al fin.

Pero que se fue adueñando y solo, legado a lo que te mata en vida.

A las drogas.

Empezando mi calvario.

Uno que poco a poco y día tras día, sobre ese yo controlo.

Perdí mi familia.

Amigos.

Mi piso.

Y hasta mi trabajo.

Uno, que me apasionaba y era muy buena en ello.

La mejor.

Porque era la reina y así, me hacían sentir.

Donde las mujeres me envidiaban y los hombres me adoraban.

Y de uno de ellos en una fiesta de beneficencia.

Me enamoré...

De la perfección hecha hombre.

Y también, un rey.

El del acero.

El gran empresario.

Herónimo Vincent Mon.

Pero, sobre esa posibilidad que tuve de ser parte de su reinado, bajo sus condiciones.

Tales, que comencé a corromper sobre mi esperanza por amarlo y derrocar con el tiempo.

Y a su vez, dependiendo de mi secretas adicciones a las substancias siempre.

Perdí.

Y con mucho daño colateral en esa derrota con consecuencias imperdonables.

Y que aún.

Yo, sigo pagando...

Cumpliendo mi condena y en ella, ingresando a una rehabilitación para arrancar con una nueva vida.

Vida que con vida, pagué mi castigo merecido y como otra, que vino después.

Una luz en tanta oscuridad, ocho meses después.

El nacimiento y fruto de una relación enfermiza con Gaspar Mendoza.

La de nuestro hijo Matt, que se gestó y nació entre sombras con barrotes y aunque, no fue algo programado y deseado.

Y no fue, ese hijo de Herónimo como tantas veces anhelé junto a mi almohada.

Sino.

El de su mayor enemigo y que mi embarazo, lo viví sobre mi condena.

Tratamiento.

Periodos violentos por la abstinencia.

Ansiedad con mis pánicos.

Y por tal, fue criado bajo la tutela de un familiar mío, mientras cumplía mi sentencia.

Y tras ella también, viéndolo esporádicamente y justificando mis viajes continuos por Europa a ese decadente pasado.

Porque, siempre fue huir.

Siempre.

Siendo mala madre como lo es su padre.

No afrontar y solo devolver amor a ese hijo que nació de esa nefasta unión con Gaspar con caprichos y deseos materiales.

Riquezas y una gran vida económica que le dio este, al enterarse en su perpetua de mi embarazo como a mí, en mi libertad luego de cumplirla.

Pero aún, sufro de un castigo moral luego de esta y en mi último viaje si cabe un beneficio de redención por mi delito.

Quiero recuperar a mi hijo.

Salvarlo.

Sobre un momento de lucidez dentro de mi pánico y de sentirme humillada por lo que hice y fui, al ser verdaderas mis tristes sospechas en mi visita al penal después de mucho tiempo a Gaspar.

Que este, lo que hizo no fue por amor paternal.

Mantener ese contacto por amor a ese hijo.

No.

Solo, dejó crecer.

A un instrumento.

Un continuando a la tercera generación que nació de su padre y concluya lo que él falló.

Y mis manos tiemblan al sentir una llamada entrante y ver el nombre de mi hijo en la pantalla mientras salgo del penal.

Porque, no es arriba de un ring.

Mi hijo, es esa continúa y como la condena de Gaspar.

Una perpetua venganza, heredada a Matt...

TATÚM

Cierro la puerta de entrada con un pie, luego de despedir a Cristiano mientras acomodo mejor a Lulú entre mis brazos y camino en dirección a las escaleras.

Hora de un baño.

- Solo será un momento, nena... - Le prometo al dejarla en el corralito de seguridad de su habitación, sobre sus balbuceos de felicidad al notar parte de sus juguetes en un rincón, provocando que suelte una risita mientras chequeo la seguridad de este, notando que se pone de pie y con menos esfuerzo se dirige a ellos.

Su bañera en la ducha comienza a llenarse como cubrirse de una fina capa de espuma con aroma a manzana por su loción de ducha, que inhalo sonriente mientras compruebo la temperatura del agua.

Arrugo mi nariz.

- Mierda... - Murmuro acomodando mejor mis lentes, al notar que no está muy cálida y secando mi brazo con una toalla.

Bufo.

Tendré que verificar el termotanque.

- Vuelvo enseguida, cariño... - Le susurro al volver a la habitación y besando su frente.

Un gorjeo alegre de mi Lulú aplastando un peluche por abrazarlo, me vuelve hacer sonreír caminando escaleras abajo y al cuarto de lavado.

- ¿Apagado? - Frunzo mi ceño al llegar y frente a este, sobre su encendido nuevamente.

Extraño...


MATT

La aspereza de la corteza del árbol en que me encuentro detrás y apoyado, jode parte de mi espalda con su contacto.

Puto y viejo árbol que se encuentra entre las dos propiedades.

Una, que parece vacía y a la venta por el cartel, estacado en su frente.

Y la otra.

De ellos.

Que observo en detalle la superficie como dimensiones.

Y no puedo evitar una mueca, ya que no es gran cosa.

Una mediana casa estilo chalets de dos plantas en su blanco y tejas coloniales.

La recorro con la mirada desde mi escondite.

Algo vulgar y nada ostentosa.

Le falta algo de mantenimiento por sus años, pero el sonido de la puerta de entrada saliendo ellas, para despedir a ese imbécil.

Responde uno de mis por qué, de esta casa algo antaña.

Y mis manos se hacen puños de la impotencia ante un llamado en mute de mi celular a mi madre.

Porque, no sé como va a terminar.

Pero sí, como empezar mi venganza.

Y sobre su desespero al rogarme que me detenga, porque siempre sospechó mis intensiones.

Y que no lo haga.

Pero bajo mi algo nerviosa voz, le digo.

- Ya... - Luego de unos segundos y tras una dura respiración. - ...lo hice mamá... - Finalizo dejando caer, la mano que sostiene mi celular, que contra sus gritos, logro escuchar sobre mi móvil, haciéndome por un pequeño momento dudar de toda esta mierda.

Pero vuelvo en mí, por lo que putamente emana sobre los detalles por arreglar lo que podría haber sido mío.

Este hogar.

Y aprieto mis ojos con fuerza, para reprimir mi angustia como dolor y mucha ira.

Furia envuelta con ese sentimiento que poco a poco se estuvo adueñando de mí, con el paso de los años sobre los dichos que siempre me contó mi padre de los Mon.

Venganza.

Y con ello, apago mi celular.

¿Por qué, Tate?

¿Por qué, él y yo no?

Lentamente y sobre mis pensamientos colmándome lleno de interrogantes, retrocedo con cautela mientras los veo felices desde portal del frente como conversan y se saludan felices.

Y mis dientes rechinan por ello.

Como una familia.

Y hago otro tranquilo, pero sigiloso paso hacia atrás y en dirección al jardín trasero.

¿Por qué, Tatúm?

Y recorro con mis ojos las paredes externas como ventanas de la casa, ya fuera de su perímetro visual.

Yo, te hubiera comprado una mansión nena y no esta pocilga.

Miro su viejo coche estacionado a un lado y que utilizo detrás de este, como refugio también, ante alguna mirada vecina curiosa.

- Hasta el coche de tu sueños, cariño... - Susurro bajito, sacando del bolsillo de mi chaqueta un par de guantes de látex y me los pongo lentamente y con prolijidad.

Y una sonrisa leve, tiñe mis labios al notar al tantearla en el primer intento.

La puerta trasera sin seguridad.

Sonrío más.

Como, hasta invitándome a ello.

A entrar...

CRISTIANO

¿El tránsito?

Tranquilo.

¿Peatones y comercios?

Como se debe.

- 10-4. - Respondo al radio y sobre mi ronda, casi finalizando a mi zona designada, porque todo marcha bien.

Demasiado bien.

Un demasiado que me jode y martillea mi cabeza, sin saber el por qué.

Pero sí, por quién.

La mujer rubia y elegante que visitó al hombre en la silla de ruedas en el penal.

Mis dedos juegan nervioso sobre el volante, mientras freno y doy paso en la avenida que me encuentro a un grupo de niñitos de edad preescolar, que de la mano uno con otros tipo fila india y sobre la vigilancia de su maestra, cruzan de forma pausada y tranquila, la senda peatonal como se debe.

Provocando que sonría al verlos e imaginando a mi hija cuando llegue a esa edad.

Pero con esos segundos de linda imaginación, esta cae al reanudar mi marcha y jodidamente, volviendo a ese pensamiento extraño y que taladra mi cabeza.

Y suspiro de mala gana y sin llegar a nada con mis conjeturas, mientras otra cosa me interrumpe de ellos.

El sonido de mi celular con una llamada entrante.

- Grands... - Murmuro agrio y siguiendo ya camino a la departamental, chequeando la hora por terminar mi primer ronda.

Un tiempo para comer algo como retomar mi segunda y consecutiva guardia.

Una de 24h.

Pero la voz de la asistente Yaritza del otro lado, hace que cambie mi postura sobre mi asiento a una mejor, al oírla como el tono de mi voz.

Pidiendo mi presencia al juzgado de menores por unos nuevos papeles a completar.

Y vuelvo a sonreír mientras pido giro, aprovechando mi tiempo de almuerzo para hacer eso.

Ya que, es buena señal para los últimos trámites de adopción de Luz.

Todos estos meses fueron positivos sus informes, sobre su siempre mirada inquisidora en nosotros ante ello.

Pero, algo llama mi atención en las últimas palabras de la trabajadora social.

Que le fue imposible contactarse con Tate y por eso a mí.

Y acelero mientras busco en la pantalla su contacto, pero sobre otro suspiro trato de calmarme y lo cancelo, lanzando mi móvil al asiento del acompañante.

Tate me dijo sobre la marcha de irme, que daría un baño a Lulú y eso lleva su tiempo y totalmente ignora a su móvil, cuando lo hace.

Sacudo mi cabeza.

Deja de sospechar y preocuparte por todo Cristiano.

Me reprocho...


AMANDA

Mis manos tiemblan más de lo normal, al escuchar la voz de mi hijo del otro lado del teléfono.

Y tuve que buscar apoyo en un coche vecino, por sentir flaquear mis piernas.

- Matt, hijo... - Logro balbucear, sobre la mirada de alarma de mi chófer que al verme casi desfallecer y no logro dar siquiera otro paso para llegar al nuestro, corre a mí, para socorrerme.

- Madam Adams... - Logra decir, tomándome de un brazo.

Pero lo detengo sobre la marcha a que siga hablando con una seña, aunque dejo que me auxilie a caminar mientras abre la puerta para mí, y me ayuda a tomar asiento en la parte trasera.

- Matt, no lo hagas... - Ruego sin soltar mi teléfono.

Le imploro.

Y ahogando ciertas lágrimas entre mis palabras, rezando que no haya hecho nada y apretando más contra mí, las solapas de la fina y elegante gabardina mora que llevo puesto, desafiando el calor que rige gobernando por el verano.

Porque, no quiero que nadie pese al tiempo me vea.

Me reconozca.

- ...ya... - Logra decir nervioso, luego de unos segundos y tras una profunda respiración. Dios, no. - ...lo hice mamá... - Finaliza.

Vuelvo a negar.

- Hijo, no...no... - Exclamo, obligando al chófer que a la espera de mi orden, apure la marcha. - ...hijo...dónde estás?

No me responde, pero sí, logro escuchar un sonido ronco.

Jesús, por favor...

- ...Matt...dónde estás? - Repito, apurando más a mi chofér sobre ya las calles conduciendo.

Y ya, no me contesta.

Pero apretando más contra mi oído me celular, noto que no colgó la llamada y puedo sentir su respiración agitada.

Una inyectada.

La de odio y fuera de sí.

Tan parecida a la de su padre.

- ¡Matt! - Grito.

No me obedece.

Solo escucha.

Otro sonido.

¿De qué, Santo Dios?

He intento adivinar sobre mi angustia.

Parece que abre algo, uno en seco y arrastrado, para luego.

Cortar la llamada...

- Madam... - La mirada interrogante de mi chofér sobre el espejo retrovisor, me saca de mis enloquecedores pensamientos que hacer.

Y por ello.

Mis labios tiemblan a juego con mis manos.

Por lo que voy a decir.

Algo, que jamás pensé.

Pero...

La única solución y aprieto más mi gabardina contra mí, y dando un final ya definitivo a todo.

Mi paz.

Más lágrimas.

Y crucificación a mi hijo.

Pero, ya no más.

Sufrimiento psicológico y moral intenso para ambos...

Y exhalo una profunda respiración, para poder dar la orden a mi chófer de donde ir.

- Al predio TINERCA... - Cierro mis ojos.

Dios...

Después de tanto tiempo.

- ...urgente... - Ordeno.

CRISTIANO

Agradezco con un ademán de mi barbilla a la secretaria que abriendo la puerta del despacho de la jueza Beluchy por mí, me da paso a su interior.

Recibiéndome ella misma y que al verme, se pone de pie para darme la bienvenida con una sonrisa e indicándome que tome asiento en la silla libre del otro lado de su escritorio, junto a la asistente Yaritza de pie junto a ella.

- Lamentamos ser inoportunas señor Grands, sobre su horario laboral... - Pide disculpas al verme con mi uniforme y sobre mi ademán que no hay problema, mientras tomo asiento.

- Hora de almuerzo. - Justifico algo nervioso.

Porque, siempre estoy nervioso y sudo por más que todo marche bien sobre la adopción de nuestra Lulú.

Jodido y hermoso calvario.

La jueza vuelve a tomar asiento en frente y sonríe más, al escucharme apoyando una carpeta y abriendo esta, que la asistente le alcanza mientras nos saludamos.

- Después de un tiempo estipulado, señor Grands...y bajo la mirada como observación clínica de la asistente Yaritza, sobre su tutela con su esposa con la menor... - La señala. - ...siendo para ustedes este periodo algo conflictivo, prolongado y lleno de desafíos... - Prosigue con un ademán de su mano sosteniendo su pluma, para luego ver que firma al final de una de las hojas sin dejar de echar una última mirada en esta. - ...por la burocracia algo tediosa en que nos regimos... - Me mira y me sonríe. - ...que estoy apta para decir... -

¿Qué?

¿Qué, por Dios?

- ...que apruebo con mi firma. - Señala la hoja, volviendo a guardarla en la carpeta y entregando nuevamente a una por demás sonriente Yaritza. Dios la bendiga. - Para que pase a Nación y se les otorgue en breve y definitivamente a Luz su adopción. - Finaliza feliz y con su brazo derecho extendido frente a mí.

Miro la carpeta sobre el pecho de la trabajadora, para luego el brazo que sigue esperando que estreche la mano de la jueza.

- ¿O sea, que ya está? - Pregunto.

Ambas asienten.

- ¿Lulú, es nuestra? - No me la creo.

Y vuelven a afirmar al unísono.

- ¿Nadie, no las va a quitar ya? - Suelto, sin reaccionar por la emoción que empieza a colmarme.

- Nadie, familia Grands. - Me responde la jueza, sobre la negación silenciosa pero sonriente de Yaritza.

Y algo cálido envuelve mi mano y por ello, bajo mi mirada a ese contacto que nunca me di cuenta.

Mi mano estrechando la suya.

Y con la libre, enjugo unas lágrimas que juegan en mis ojos.

- Gracias...muchas gracias... - No sé, que decir.

Porque, solo me salen esas palabras sinceras y niega con una seña a la asistente a que lleve la carpeta y empiece con el trámite final.

- No nos agradezca, señor Grands. Si a alguien se agradece... - Apunta hacia arriba. - ...es al altísimo... - Acomoda su chaqueta. - ...nosotros, somos solo una... - Busca pensativa, las palabras correctas. - ...herramientas o instrumentos de él, digamos en la parte legal... - Me hace sonreír. - ...para que otorguemos lo que tanto predica.

Y quiero agradecer nuevamente.

En realidad.

Un millón de veces agradecerle.

Hasta si pudiera, le construiría un monolito en su nombre a esta mujer, que aún con su avanzada edad y años de profesión, sigue intacta e intachable ejerciéndolo.

Pero la intromisión de alguien abriendo la puerta, mientras se va la asistente me calla.

- Lo siento, jueza Beluchy...- Se disculpa una voz de hombre y una que reconozco. - ...pensé que se encontraba sola...

En realidad nos reconocemos, cuando me pongo de pie y nivelamos las miradas.

- Tranquilo, cariño... - Dice esta.

Me mira.

-...se conocen verdad, con el fiscal Harris?

Y asiento, estrechando su mano a modo saludo.

Asesora en muchas cosas legalmente a tío Hero, aparte de ser mano derecha en la administración de un gimnasio con su mujer que el mismo tío compró y donó hace años a su viejo entrenador el Polaco.

- Si. - Respondo, palmeando luego su hombro. - Pero, ya me voy. Debo regresar a mis guardias, los dejo solos... - Murmuro, saludando nuevamente a ambos.

Pero.

Algo me detiene y hace mirar sobre un hombro a ellos a mitad de mi andar y hacia la puerta, que quedó a medio abrir.

Un.

- ...el informe en detalle que me pidió de la libertad condicional semestral, del caso Adams/Coppola, Jueza... - Que dice Harris, entregándole otra carpeta.

Un momento.

¿Tía Vangelis, no es Coppola?

¿Caso, contra un Adams?

Y algo empieza a colmar cada célula que integra mi sistema nervioso como una electricidad, reactivando estas y su función.

Un motor.

Uno estimulando el bombeo de mi sangre a mi cerebro y este, al llegar.

Flash.

Imágenes.

Llegando hasta mí.

Tío Hero en algún momento hablando de ello algo y fuera de nuestro alcance siendo niños.

Pero no de mí, justo entrando a la casona por un vaso de limonada fresca de tanto jugar con los chicos en el jardín.

Como escuchar sin saber mucho por Tatúm como sus hermanas, que tía Vangelis en su juventud fue atacada por una loca en el estacionamiento del Holding hiriéndola de peligro creo que un hombro y su bajo vientre.

Y meses atrás, papá comentar algo en la oficina de una disputa.

Una contienda pasando a mayores por leer un litigio a mi alcance de un tal Mendoza.

Y mi mente retrocede a antes, mientras me vuelvo en dirección a Harris y la jueza decidido.

A tiempo más pasado y mucho más.

Con pisadas fuertes, provocando que ambos me miren perplejos, cuando sin previo aviso como tampoco permiso, tomo ese informe bajo sus miradas sin entender y leo la primer página.

Y doy vuelta la segunda sin perder tiempo y absorbiendo, cada jodido renglón escrito y mi cerebro, también lo hace.

Y con ello.

Esa neblina de dudas se va disipando como aclarándose todo y removiendo más imágenes que me colman.

De nuestra infancia.

Como la vez que jugando en la calle y a metros de la casona con Tate y sus hermanas.

Un silencioso Caldeo en skate, dejando que un pequeño Caleb se monte en ella y aprenda.

Para luego después, un par de bicicletas llegando montado en ellas por niños de nuestra edad.

Un alegre Ben presentándose como nuevo en la vecindad, mientras señala hablando con nosotros su casa a cercanas cuadras.

Y detrás de este.

Gruño.

Un taciturno primo, viviendo con él.

Matt.

Y cierro mis ojos, sobre la carpeta entre mis manos que arrugo por la fuerza de mi ira.

Matt Adams.

Un niño.

Y ahora un hombre.

Pero uno en su momento que Tate con su vocecita infantil, mientras cocía el brazo de una muñeca de trapo de sus hermanas y verificaba su corazón.

Comentó con cierta lástima a todos nosotros en una merienda y tras un tiempo, hacerse muy amiga de Ben contra mis celos.

Y estas hojas entre mis dedos, me lo confirman.

Su primo llevaba, por no se qué.

Y lo sigue haciendo.

El apellido materno...

- Tate... - Solo logro decir elevando mi vista de la carpeta, olvidándome donde estoy o con quienes, mientras corro en dirección a la puerta y a la salida lanzando esa carpeta como hojas.

Importándome nada.

Sin saber si me llevo alguien puesto en el trayecto afuera y hacia el estacionamiento, donde dejé mi camioneta.

Porque, no veo y no escucho tampoco.

Solo, el sonido del motor rugiendo que me dice que ya estoy en ella como mi salida a toda marcha sobre chirriante acelerada, mientras en el proceso y con mi celular, intento comunicarme con Tate, pero me manda directo al buzón de mensaje.

- ¡Maldita sea! - Grito y acelerando como puedo, sobre un congestionado tráfico y zigzagueando entre coche y coche encendiendo la sirena.

En dirección a nuestra casa...

TATÚM

- Perfecto. - Sale de mí, nivelando la temperatura del termotanque una vez listo, mientras apago mi celular y lo dejo a un lado, para que nada interrumpa el baño de mi princesa.

Y sobre una canción de moda que tarareo bajito saliendo del cuarto de lavado, un escalofrío me recorre, causando que sobre mis brazos desnudos por llevar una camiseta de mangas cortas, las cruce sobre mí, dándome algo de calor con mis manos a mi piel erizada y que me detenga a mitad del pasillo, arrugando mi nariz.

Y baje mi mirada al piso de este, por notar una pequeña franja de luz sobre esta dibujándose.

Acusando estar.

¿La puerta trasera, abierta?

Y hago una mueca, porque estoy segura que la dejé cerrada temprano.

Y aún, abrazada a mi misma me volteo sobre el pasillo para mirar al final de este, dónde distingo la puerta a medio abrir y golpeándose algo esta, por la brisa mañanera por su juego abriendo y cerrándose por la corriente de aire, que va y viene la poca luz diurna que ilumina el pasillo con cada paso que doy a ella.

Nerviosa, sin saber por qué.

Lento.

Y con una cautela que me llena también, casi llegando a ella mientras extiendo una de mis manos, para tomar su picaporte sobre su ir y venir por la brisa.

Pero, cerrándose de golpe en el momento justo de agarrarlo, por la misma correntada de aire, haciendo que brinque sobre mi lugar y ahogue un grito.

Grito...

Que se transforma en una risita, mientras acaricio y palmeo mi pecho por el susto y doy un giro a su cerrojo, para que la brisa no me juegue otra mala pasada.

- Mierda con ustedes y hacerme ver pelis de terror de chicas... - Murmuro, riendo y volteando como maldiciendo a mi hermana Juno y a Amely siendo fans de ello y por incitarme a ellas muchas noches de pijamadas a mirarlas con potes de helados y palomitas.

Risa que se apaga, mientras frotando mi frente por el susto que pasé y sobre el piso de este, casi llegando a la sala para retomar las escaleras.

La luz iluminando en su comienzo, me muestra la pisada de alguien, por pequeños dejos de lo que parece tierra y ciertas ramita de césped.

Bajando automáticamente mis ojos a mis pies, porque yo llevo solo medias.

Y un nuevo escalofrío.

Recorre mi columna y cada parte de mi ser, al elevar mi vista en dirección a las escaleras que con su altura y cada escalón, notar que la puerta de la habitación de Luz que dejé cerrada.

Está abierta...

HERÓNIMO

Si Marcia me hubiera notificado por el intercomunicador, que bajó de los mismos cielos el Todopoderoso para charlar conmigo.

No me hubiera sorprendido tanto.

Tampoco, el que gobierna las tinieblas.

Si ese mismo que piensan.

El mismísimo Diablo en persona.

Que con su rojo color, cuernos, cola larga y ese gran estridente entre sus manos.

No me causaría para nada temor, por más mierdas que venga a decirme, que me lleva al infierno porque fui pecador, me porté muy mal y bla bla bla.

O sea, viejo.

Cambia el repertorio, porque aburrís.

¿Se entiende?

Bien.

Pero, aquí estoy.

Sip.

Asombrado y sentado como cada mañana en mi oficina de mi piso 30.

¿Dije, asombrado?

Atónito puede que también, con algo de...

¿Cómo, les explico?

Dentro de ese asombro, algo confundido.

Confusión.

Si, esa es la palabra.

¿Por qué, dicen?

Simple.

Porque, putamente algo me dice que para nada bueno.

Y cuando, algo no es bueno.

Yo, pienso en mi familia.

Y eso, es lo único que me puede hacer temblar.

Por miedo.

Sip.

Miedo a que les pase algo.

Y eso siento al ver a la única persona, que jamás creí volver a ver después de tanto tiempo.

Mierda.

¿Cuántos años, ya de la última vez?

Si.

Ella misma.

La que sospechan, si estuvieron leyendo anteriores escenas escritas por Cristo.

Amanda Adams.

Frente y del otro lado de mi escritorio, sentada.

Silenciosa ante la presencia de Marcia que aunque está, quiere disimular como yo la conmoción de verla después de mucho tiempo con todo lo que sucedió y ante mi silencio también.

De forma rápida pero con precisión, deja donde señalo con mi pluma dorada de siempre una taza de café a Amanda, para luego otra a mí, marchándose y cerrando la puerta tras ella.

Para dejarnos solos.

Seguido con una de sus mano, que no logra pasarme desapercibido.

Cierto y leve temblor crónico, cuando empuja el pocillo con su café y lo hace a un lado negando.

- No bebo café... - Al fin habla. - ...evito todo tipo de consumo adictivo.

Sin mirarme.

Como evitando una confrontación directa de nuestras miradas.

¿Temor?

Y elevo una ceja.

Por estar lejos esa vieja Amanda arrasadora y que se desayunaba por su carácter, quién se le cruzaba o como fémina de turno mías, llevándose el mundo por delante con su soberbia y belleza.

Aunque esta última, pese a los años y lo que padeció, sigue en el registro en sus lindas facciones, pese a señales y signos de haber vivido tristezas como el propio estrago de sus adicciones, pasándole factura a lo largo de este tiempo.

Pero vigente, su siempre cuerpo estilizado y de piernas kilométricas.

Vestida elegantemente y con su pelo algo más corto, pero con su rubio de toda la vida muy bien cuidado, al igual que su mirada clara y maquillada.

Algo más apagada, tal vez.

Pero, la profundidad verde de ellas.

- ...estoy limpia, poco más de 18 años... - Murmura, aunque tímida y con cierto orgullo, aún evitando contacto visual conmigo.

- Me parece bien.

Mierda.

No sé que decir, porque me supera esta situación.

Y exhalo una dura respiración que no estaba consciente de haber retenido en mi pecho, aflojando mi manos como postura sobre mi sillón.

- Amanda, seré claro. - Me pongo de pie tirando mi silla hacia atrás y elevándome frente a ella, provocando que se encoja sobre su lugar.

Aflojo mi corbata.

- Esta situación de tenerte acá, me sobrepasa. - Acomodo mejor mis lentes. - Dónde, un cóctel peligroso de emociones juega en mi interior, entre tomarte de un brazo con ira por todo lo que hiciste y echarte de mi piso por mi gente de seguridad, por más que hayas cumplido tu puta condena... - Gruño. - ...o pedirte sobre ese enojo creciente porque no puedo perdonar, pero quedándome un gramo de caballerosidad en algún escondido y sin uso rincón de mí, ya que domina mi curiosidad... - Señalo la puerta de mi oficina cerrada. - ...y que por eso, consideré que pases...

- Tuve un hijo con Gaspar... - Me interrumpe de golpe.

¿Eh?

Y algo de mí, se viene abajo.

Dejándome estático sobre mi lugar, pero haciendo puños mis manos a mis lados por sentir nombrar a Gaspar, después de mucho tiempo.

¿Y un hijo?

Y aunque, dentro de ese irracional momento que vivimos con rayo, lleno de mierdas como amenazas y las cuales terminaron en ese nefasto final.

Uno, que yo creí cerrado ese ciclo con mucho sacrificio.

Dolor.

Y sufrimiento, dónde la mayor víctima fue mi rayo de sol y mis hijas.

Pero, un final feliz en fin.

Ese cierto temor dentro de mi curiosidad por su abrupta presencia después de tanto y me lo confirma, con esa confesión ajena a mí.

- ¿Hijo? - Sacudo mi cabeza, intentando acomodar mis ideas.

Asiente.

Seguido.

Dios.

De deslizar su silla para atrás y acto seguido, ponerse en cuclillas en el piso y sobre sus talones.

Frente a mí.

¿Pero qué, mierda?

Y ahora sí, elevando su rostro desde su posición.

¿Está, pidiendo perdón?

Mirarme fijo, profundo y con lágrimas en ellos arrodillada.

Para luego un.

- Salva a mi hijo, Herónimo... - Me ruega, juntando sus manos. - ...salva a tu hija...

¿Qué?

¡QUÉ!

Y ya, no me contengo.

Inclinado y sacudiendo sus hombros, gruño fuera de mí.

- ¡¿De qué, me hablas, mujer?! - Con enojo pero rogando yo ahora, la vuelvo a sacudir. - ¿Quién, es tu hijo Amada? ¿Quién, es hijo de Gaspar? - Grito sobre sus lágrimas y sin dejar de pedirme perdón.

- Yo, cambié Herónimo... - No me responde lo que pregunto. - ...pago en vida, mi arrepentimiento y por ser mala madre... - Niega nerviosa y temblando sobre mis manos apretando sus hombros, pidiendo respuesta. - ...pero, Gaspar hizo... - Colapsa. - ...crío a semejanza de él a Matt... - Y su cuerpo, cae con brusquedad contra el piso al soltarla.

Y yo con ella y desde mi lugar, en el momento que la puerta es abierta por Grands y Marcia al sentir mi grito.

Mi pecho le cuesta respirar por la impotencia.

Y miedo.

Uno terrorífico que había enterrado metros bajo tierra y vuelve a renacer.

El mismo miedo y pavor, que tuve y solo una persona me lo puede originar.

Gaspar Mendoza.

Azotando mi mente como una bofetada, ante ese recuerdo de sus palabras años atrás.

La vigente venganza sobre mí, pero de forma colateral a lo que amo.

Mi familia.

En su momento, rayo de sol pagando esa consecuencia.

Y ahora, una de mis hijas.

Señor, no lo permitas...

Miro a ambos.

- Localiza a Rodo que vaya por Caleb...y a tu hijo, que corra por Tatúm... - Grands asiente, mientras me levanto deshaciéndome de mi saco de vestir en el trayecto a la puerta, mientras aflojo más los botones de mi camisa. - ...yo, voy por Hope al estudio de baile...

Ya que, putamente no sé por cual me habla por su estado de nervio que se adueñó de Amanda que sigue tirada en el piso.

Miro a Marcia.

- Llama a una ambulancia por asistencia médica... - Señalo a Amanda totalmente colapsada en el piso y sobre sí, por su estado nervioso. - ...habla con Mel y dile lo que ocurre, pero que no diga nada a rayo... - Elevo un dedo amenazante. - ...que jodidamente la llene de trabajo y la mantenga horas extras trabajando en su box, porque no la quiero metida a mi mujer y a su culo inquieto en esto.

- Pero señor, su esposa tiene un turno con el... - Intenta, decirme algo.

- ¡Es una orden! - Grito, sin hacer caso y ya encaminándome por el pasillo de mi piso y en dirección a los ascensores seguido de Grands, ya con el celular llamando y hablando al mismo tiempo por el radio dando órdenes.

TATÚM

La pesadez de mis pies de momentos antes, con cada paso que daba por el pasillo y hacia la puerta trasera abierta momentos antes.

Ahora, es una vertiginosa carrera por correr escaleras arriba, sobre mi corazón golpeando fuertemente mi pecho por una adrenalina de alarma y terror.

Un desosiego, me detiene al llegar a la habitación de Lulú y sobre su puerta abierta al ver.

Dios, no...

El corralito y sin Luz dentro.

Pero, girando leve mi rostro, petrificada sobre mi lugar.

Sentado tranquilo en una silla y en un rincón, junto a un perchero rosa de pie al lado y bajo los gorjeos festejando feliz Lulú por estar sobre su regazo y por hacerle caballito.

Un sonriente, Matt.

Uno que no me mira, porque está absorto mirando a mi bebé y su risita entre sus brazos, por ese galope fingiendo la pierna que la carga, como un caballo moviéndose.

Pero, notando mi presencia.

- Viniste al fin... - Dice tras una pausa y ahora sí, lentamente. - ...Tate... - Mirándome.

Una, de un azul plomizo, bajo sus cejas enarcadas y sobre una media sonrisa lúgubre y llena de promesas pérfidas.

Intento caminar, extendiendo mis manos a él.

- Solo dame mi bebé, Matt... - Trago saliva, sobre otro lento paso. - ...deja que la acueste y hago lo que me pidas...por favor... - Ruego.

No sé, que hacer y miro de reojo por todos lados buscando algo, porque tampoco quiero que lo note.

Y una de sus manos, abandona de sostener mi hija y Lulú que se balancea por ello y esa falta de estabilidad sobre el regazo de Matt, me hace acercar, pero me detiene con un ademán de ella en alto.

- No lo hagas, Tate... - Me dice suave y sin dejar de mirarme a través de sus pestañas, por besar su cabecita. - ...provocaras que se me caiga la niña... - Me advierte amenazante, pero sin abandonar su tono dulce.

Inhala fuerte su perfume y cierra sus ojos.

- ¿Por qué, lo bebés tienen ese olorcito tan lindo y propio de ellos?

Asco.

Y algo, revuelve mi estómago al verlo hacer eso.

- ...por qué, Tate? - Me pregunta ante mi silencio, sacando una pequeña navaja de su bolsillo trasero de su jeans y fingiendo curiosidad, rascando su revuelto pelo arena y denotando que ni siquiera se peinó.

Como sus ojos inyectados, bajo esa calma amenazante que tampoco durmió.

- Porque, todos... - Señalo a Lulú y tartamudeo. - ...todos los bebés, son hermosos Matt...criaturas inocentes y lindas... - Junto mis manos. - ...por favor, Matt... - Vuelvo a rogar, pero esta vez cayendo de rodillas tranquila y sin abandonar mis ojos de esa daga que lleva su mano con guantes ¿Dios, para qué? - ...deja que ponga a la nena en su corral... - Trago saliva. - ...y así, estás libre para mí...

Y me mira curioso por eso.

Saco lentamente mis lentes, procurando que mi mano en el proceso no tiemble como todo mi ser lo hace en mi interior.

Lo dejo sobre un lado de mí, en el piso en que estoy sentada sobre mis rodillas con lentitud y logrando que se olvide por un momento de mi bebé y que al captar su atención, esa filosa hoja se aleje algo de ella.

Para luego, de a una por vez.

Ahora elevando ambas manos sobre mi cabeza y sin dejar de mirarlo, ahogando mi sollozo.

Y con mis dedos, comienzo también a deshacerme de cada una de mis docena de hebillitas con forma de animales del zoo en el piso.

Que sin ellas, mi pelo empieza por mechones de mi siempre recogido a caer con su largo y cubrir mis hombros como pecho.

Primero uno, luego otro y así, sucesivamente.

Intento sonreír, mordiendo mi labio inferior.

- ¿Déjala, si? - Miro su corralito mientras a gachas y con ayuda de mi manos, gateo lento a él.

Y lo que me importa.

Hacia mi hijita.

Me detengo a metro de él, manteniendo mi posición sumisa.

- Lo que quise, ya lo tengo Matt... - Miro a Luz. - ...la adopción de la bebé, aprovechando la ayuda del idiota... - Murmuro rezando, para parecer segura y disimulando mi pánico y lo que voy hacer, tomando el ruedo de mi camiseta con mis manos y subirlo, seguido con ayuda de ellos de sacarme de forma lenta esta y por mi cabeza para quedar en sujetador.

Otra sonrisa.

- ...me contó sobre tu amenaza, luego de esa noche del campamento... - Una mano intentando no dudar y reprimiendo mis náuseas, obligo con mis dedos a tocar su rodilla sobre su mirada desconfiada.

Pero, continúo al ver que no se opone en acariciarla.

- ...eres voyeur, Matt... - Lo miro profundo, mientras me levanto lentamente con ayuda de un pie seguido del otro despacio. - ...te gustó lo que viste? - Muerdo mi labio, otra vez.

Hasta el punto de casi sangrar.

Porque lo que tengo como fin engatusar, rogando que así, sea por escasos segundos y en realidad también para que ese dolor en mí, active mi sistema nervioso.

Y de un movimiento rápido y con un.

- ...por qué, a mi no depravado! - Grito con todas mis fuerzas e ira y logrando tomar como puedo, un paragua que cuelga del pechero, para golpear con violencia su rostro y rogando que Lulú no sea lastimada por él.

Y sobre el apabullamiento y confusión de Matt, que esquivo su ataque de la navaja bajo sus blasfemias y abrazando contra mí y de forma protectora a Luz contra mi pecho logrando sacarla de su regazo, mientras su otra mano intenta despejar la vista como dolor por recibir mi golpe.

Y yo, no dudo ni pierdo ese agradecido y precario tiempo, corro.

Llorando, porque ya no me contengo escalones abajo y apretando más contra mi pecho a mi hija, sobre sus gritos llamándome y sentir sus pasos inestables, que por el aturdimiento de su golpeada visión, escucho su andar tambaleante y viniendo hacia nosotras, pero con fuertes pisadas amenazantes mientras intento abrir la puerta de entrada.

Pero, no puedo.

Está con cerrojo y por lo que parece, una rama como encontré en el piso sobre la huella marcada introducido en su cerradura y quebrada para no ser sacada.

Y una maldición con mi sollozo, se mezcla al ver que tampoco cuelgan mis llaves con la de acceso a la cochera.

Donde el sonido de ellas por sonar entre sus dedos sobre una risita lunática sale de él, desde arriba intentando bajar y trastabillando en los escalones, provocando que su risa aumente.

Porque, todo esto.

Le parece, perversamente divertido.

- Cerré a mi placer, Tate... - Exclama, al sentir que pruebo una ventana en abrir, fregando sus ojos con la mano que sostiene el cuchillo y con cada pausado como tambaleante escalón que baja. - ...y tú, en tu ignorancia cerraste con seguridad la que faltaba... - Otra risa. - ...no tengo nada, nena... - Otro y otro escalón, mientras busco en mi desesperación que hacer. - ...lo que añoré, porque jamás nadie me dio... - Pestañea y me mira ya fijando su vista en mí, apoyándose sobre el barandal. - ...una familia. - Subraya. - ...tu padre me lo robó...

¿Qué?

Y de un movimiento se aleja de su apoyo, para dar otro paso más escalón abajo.

Uno que casi llega a la sala y yo retrocedo ante ello, abrazando más a Lulú contra mí.

- ...y cuando creí, que podía alcanzar una... - Sonríe ante ese recuerdo. - ...al conocernos de niños. Añorando y envidiando tu familia. - Eleva sus manos. - Al gran clan Mon, respetado y querido por todos... - Baja estas, para hacer un ademán. - ...donde y por un momento... - Achica ese ademán de sus dedos. - ...tan solo un momento, creí que podía conseguirlo sobre la esperanza que mis tíos y hasta el estúpido de mi primo me inculcaban, para que olvide mi pasado...una condena... - Palmea uno de sus fuertes hombros. - ...una mochila que nunca pedí y la heredé por nacer... - Baja el último escalón. - ...llega otro hombre...aparece y me roba esa ilusión. - Me señala con el cuchillo sobre su brazo extendido. - Tú... - gruñe. - ...ese jodido y maldito, polic...

Algo, lo interrumpe.

El forcejeo de la puerta, que minuto antes intenté abrir.

- ¡Tate! - Escucho con cada sacudida furiosa, que la puerta es sometida por la fuerza abismal detrás de ella, intentando entrar.

Y el dique que contenía se quiebra al escuchar a Cristiano del otro lado, tensando mi pecho que protege a Luz de emoción.

Porque él ya está aquí, por nosotras.

Como siempre lo estuvo.

Vociferando en su lucha y con rabia llena de amor, con cada golpe por abrirla con nuestros nombres en sus labios.

Beso a mi bebé retrocediendo escasos pasos a la cocina, aprovechando la situación sobre el aturdimiento de Matt al sentirlo, porque Cristiano fuera de su calma de siempre por el orden y la autoridad en que se rige, puede asustar no solo con esa mole de cuerpo que Dios le dio.

Sino, también.

Extra acojonar como estremecer a cualquiera, cuando ese pequeño eje de equilibrio se desacomodaba llevándolo de esa paz armoniosa a desatar su temperamento asqueroso, bajo un estrés de amenaza por un ser querido.

A provocar una tercera guerra mundial o vencer por si solo y sin necesidad siquiera de arma alguna o batallón.

Su enemigo, solo contra sus puños.

- Parece, que tendremos espectador... - La voz amenazante y caminando a mí, de Matt responde a los gritos de Cristiano.

Que al escucharlo sobre mi grito de intentar huir, cuando viene a mi dirección, sus empujes y forcejeos aumentan, intenrando siempre abrir la puerta.

Pero, es vano que escape por el tamaño de la casa.

Solo me limito antes de ser atrapada, en dejar a Lulú bajo la pequeña mesa de la cocina y como puedo y en el último intento antes de sentir las manos de Matt tomándome por la cintura, encerrarla como puedo con el par de sillas para no permitir que gatee hacia mí.

Que al verme que pierdo el equilibrio sobre una fuerte bofetada que recibo de él, para detener mi lucha por ser apresada, su llanto se hace presente y la escucho, cuando casi perdiendo el conocimiento por el golpe, veo venir el piso a mi dirección y con el impacto sobre todo un lado de mi cuerpo como mi mejilla arden ante mi caída.

Y algo tibio y de sabor metálico, brota de mi labio partido ante un segundo golpe de Matt directo a mi mandíbula, mientras siento que me arrastra de los pies por el piso sobre mi desmayado cuerpo por el dolor y en dirección a la sala.

Y como puedo, elevo una mano a Lulú para calmarla, que con su inocencia y bajo la mesa sobre las sillas echadas por mirarme llorando, observa mi mano que como puedo y contra el dolor, imito una canción infantil.

Y detiene algo su llanto, sin dejar de mirar mi mano moverse.

La mano, que tiene rodeando mi muñeca mi alianza de matrimonio.

El hilo rojo.

Y una lágrima, brota de mi ojo.

Intento sonreírle.

No llores, mi bebita hermosa.

Pero otro dolor me embarga.

La mano de Matt, obligando al tomar con brusquedad mi barbilla golpeada con sangre y que por su fuerza, el sonido de mi mandíbula se desencaja para obligarme a que lo mire, mientras sube amenazante la otra que sostiene la navaja, poniéndose a horcajadas sobre mí.

Sus ojos son frenéticos y se estrechan, como su respiración irregular hasta el punto de escupir saliva por ser acelerada, cuando me habla con fiereza.

- Tu marido no podrá hacer nada, nena... - Gargajea entredientes, inclinándose y provocando, una oleada de náuseas al sentir su aliento tan cerca.

Casi pegado a mis labios lastimados, mientras intento huir de ese contacto repulsivo.

Pero es inútil, ya que su fuerza es mayor.

- Yo no tengo nada, Tate...te lo dije... - Me recuerda. - ...mi venganza, será por dos matándote... - Ríe, lamiendo el hilo de sangre que escapa de mis labios.

Intento nuevamente salir, pero es en vano el esfuerzo y sus piernas se aprietan más sobre mi cuerpo.

- ...el sufrimiento de tu padre por la pérdida de un ser querido en honor a mi padre... - Señala la puerta con su barbilla, pero sin perder contacto visual conmigo. - ...y el dolor de un chico policía. Un tipo normal enamorado...y pronto viudo...porque, jodidamente no cumplió su promesa y me las va a pagar... - Exclama, sobre los gritos de Cristiano que no paran.

Empujes.

Y mas gritos de otras personas, mezclándose en la lejanía lo que parece el sonido de patrullas acercándose.

Ya, nada importa y si me preguntan.

Todo esto, no sé cuanto duró.

Porque a veces en situaciones como estas, los segundos son minutos y hasta a veces, convirtiéndose en desgarradoras horas.

Pero, con la poca fuerza que tengo y sobre sus palabras, sin dejar de mirarlo encima mío y a su amenazante empuñadura de la navaja.

Lo escupo y digo.

- Un hombre normal... - Alusión a sus palabras. - ...hace cualquier cosa, por salvar a su gente o familia Matt... - Lo miro. - ...pero, olvidaste algo... - Su turno de mirarme ante mis dichos.

Uno que no dudo y elevo una ceja, porque la sangre Mon me puede.

- ...que mi esposo, no es un hombre normal... - Advierto y finalizo.

Y sobre grito de ira, ante mis palabras llena de orgullo y soberbia como amor a mi familia.

Una, que él odia por herencia e intentando apuñalarme.

Un estallido nos sorprende.

Como una explosión.

Un gran estallido, causado por el vidrio que con sus marcos en madera y todo en que se compone la ventana del frente, explote en millones de fragmentos por ser atravesada por alguien.

Desencadenando confusión y que las cientos de partículas de cristal, bañe la sala y llegue hasta nosotros.

Y con ellos.

Sonrío entre lágrimas.

Ese anormal marido mío, que aunque lleva su uniforme policial y que resguarda su cuerpo.

Sin importarle por haber hecho eso y sobre guijarros de pequeños vidrios incrustados en sus manos y rostro, hiriéndolo y brotando sangre de ellos.

Sin pérdida de tiempo, se abalanza sobre Matt para desatarse una guerra entre ambos encarnizada y que ante un nuevo intento de apuñalarme tomándolo del cuello, provoca que su agarre sobre mí, ceda y pueda bajo mis gritos de ayuda, arrastrándome como puedo en busca de nuestra hija y escapar sobre el enfrentamiento y batalla entre ambos por la sala.

Guerra, que ya con Luz entre mis brazos y contra el mueble de la cocina y piso, me arrincono para protegernos y con un grito que escapa de mí, al ver como la hoja de esa afilada navaja sostenida por Matt, hiere sobre la tela de su uniforme a Cristiano.

Y que, sin inmutarse ante ello, obliga a rodar a ambos para ser detenido por un mueble, logrando de un puñetazo que suelte esta, con su sangre sobre su filo y se deslice lejos de ellos sobre el piso.

Para luego, recibiendo otro golpe de Matt en el rostro y con intenciones de ahorcarlo, bajo otro gemido mío.

La destrucción de la puerta de entrada se siente, por más oficiales llegando a la par de Grands entrando, seguido por papá.

Y Cristiano con otro ataque y ya cansado de todo, logrando acorralar a Matt contra el piso, le da un golpe tras otro encima de él hasta dejarlo inconsciente, mientras es obligado por su padre a que deje de castigarlo.

Tomando Grands el control de todo, como cargo de hacer girar el desmayado cuerpo maltrecho de Matt inconsciente, para esposarlo y sobre una señas a sus hombres como policías en el lugar que lo carguen hacía las afueras, donde aguarda una ambulancia.

Con hipo nervioso propio de mi llanto, me arrastro a Cristiano.

Todo es caos.

Los mobiliarios.

Agentes.

Mi padre gritando y dando órdenes, mientras corre hacia mí.

Y yo, me derrumbo en sus brazos sobre la aparición de nana y tío Hollywood, tomando a Lulú por mí, y consolándome sobre sus palabras dulces, que todo va estar bien mientras alejan a nuestra hija de todo este desastre para cuidar de ella.

CRISTIANO

Intento controlar mi respiración.

Está acelerada como mi pulso.

Lo puedo sentir y sé, porque es.

Pero, sobre una segunda ambulancia llegando y bajando paramédicos como enfermeros de ella, rechazo su asistencia como presencia sobre mí, donde estoy tirado y apoyado contra un mueble presionando con fuerza un lado de mi pecho con disimulo.

Mi corazón golpetea con cada esfuerzo de latido que hace, porque lo puedo sentir.

Ya que, estos zumban en mis oídos de forma ensordecedora como cada cosa que miro y siento, que me rodea.

Objetos como personas.

Mucho dolor.

Hasta un mareo viene a mí, con pesadez a mis parpados.

Pero me obligo a mantenerlos abiertos, sobre el enojo de mi padre como del tío Hero, negándome otra vez a ser asistido.

Porque, lo único que quiero que me rodee y que me de su calor.

Mi cosa favorita.

Mi más.

Es mi futura doctora y que llega hasta a mí, con su abrazo.

No puedo hablar por el fuerte y punzante dolor, pero logro sonreírle sobre su llanto desconsolado acunando mi rostro mientras me llena de besos, pese a mi herido rostro por los golpes y cortes de vidrios, mezclándose sus besos y sus lágrimas al contacto conmigo, de rojo por mis heridas y las suyas.

Y ya, no pido más nada y no me arrepiento.

La miro con amor, mientras nana la ayuda a ponerse una camiseta por estar en sujetador y me vuelve a abrazar.

Porque si en la vida que sigue u otras, para estar con mis chicas, tendría que volver a pasar por esto sea cual sea mi final.

Cien veces.

Lo haría sin dudar.

Porque ellas están bien y sobre mi lento como feliz desvanecimiento que se adueña de mí, porque ya no puedo mantenerme con lucidez por mi herida.

Tate al separarse algo, por ese segundo abrazo.

Un llanto sale de ella, al notar la humedad de toda su camiseta empapada por mi sangre.

Mucha hemorragia que empieza a brotar de mi pecho cubriendo mi mano, sobre la herida profunda de la navaja por más que hago presión en ella.

Y sobre mi mano libre apoyando con cariño sobre su cabeza como siempre lo hice, para luego dejarla caer de forma lenta, sobre una caricia en su mejilla algo manchada con mi sangre.

Me dejo llevar, porque ya no puedo sobre sus gritos que no lo haga y sintiendo que me cargan.

Mientras me desvanezco...

TATÚM

- Ya era hora que despertaras, come mierda... - Es lo primero que escucha Cristiano de Caleb, abriendo sus ojos por primera vez. - ...Esperé cada puto día que te la pasaste dormido como nenita, para decirte lo cabreado que estoy contigo, pendejo... - Prosigue sobre la risa de mi hermana Hope y la mía, por un adulto primo al verlo despertar, luego de esa funesta tarde que internado e inducido con fármacos a un coma tras una cirugía de urgencia, por ser herido con un arma blanca su lado izquierdo del pecho.

Milagrosamente a pocos centímetros de su corazón, pero provocando daños de tejidos y músculos de gravedad.

Y respiro aliviada, desde los pies de la cama en la que se encuentra internado.

Porque, ya se puede decir que todo fue un éxito.

Desde su intervención quirúrgica hasta la aprensión y ya una pronta sentencia aguardando entre las rejas, un jodido Matt acusado por intento de asesinato, destrozos de propiedad, privación ilegítima a la libertad entre otros cargos.

Como su padre sobre una ya perpetua cumpliendo, por intento del mismo y en segundo grado por ser premeditado.

Cual y sobre estas, una madre en redención por sus males hechos en el pasado.

Y ya, no huyendo de este y sobre el rechazo de ese hijo por su traición ante su apresamiento.

Que ya, no lo abandona.

Y fuera de todos los lujos como el confort y de esos periodos prolongados de viajes por el mundo, como escape de sus obligaciones y vergüenza social.

Mamá me contó porque fue a verla y la perdonó, que compró un pequeño departamento a pocos minutos del penal donde se encuentra Matt, para ayudarlo y demostrarle ese amor incondicional de madre, superando sus pánicos y temores.

Y abriendo un pequeño local de flores, para mantenerse alejada de todo contacto económico como verbal con el padre de Matt y dónde, esa magia según papá que tenía en planeamiento, como decoración y sofisticación.

Se encuentra y lo vuelca en cada diseño de ramo de flores y plantas que vende al público.

Y tras una tarde acá y en el bar del este Hospital, papá en compañía de mamá visitando a Cristiano a Hope y a mí, sobre tazas de café nos relataron quienes fueron los padres de Matt.

Un Gaspar Mendoza y una señora Amanda Adams en el pasado de ambos.

Y por ende.

Esta realidad años después nefasta para ellos, pero intentando por su madre sobre este triste fin a la par de Ben como padres, algo de felicidad para esa familia que nunca tuvo y tanto añoró Matt, pero ser instrumento de una venganza de generaciones contra la mía por su propio padre.

- ¿Estoy...internado? - Solo, logra decir Cristiano entre balbuceos por la sequedad de su boca mirando sin poder entender mucho los aparatos que lo rodean, como la intravenosa que de una de sus manos siguiéndola con la vista, hasta llegar a su pie y el suero que cuelga de él.

Para luego, pestañear de golpe por recordar.

Intenta incorporarse y arrancar el suero.

- ¡Tate! - Me llama.

Porque no me ve, logrando focalizar sobre la radiante luz que llena la pulcra y limpia habitación por el ventanal grande con sus cortinas corridas de par en par.

- ¡Tate! - Vuelve a llamarme sobre su mirada en Caleb que lucha para que se quede quieto. - ¿Dónde están?

Y me abalanzo sobre él e impidiendo que saque la intra.

Que al verme y con un gemido de dolor por su herida vendada al abrazarme, pero sin soltarme, me mira de arriba abajo.

Escaneando si estoy bien.

Acaricia mi pelo preocupado como mejilla.

- ¿Estás bien? - Mirando, solo lo que me quedó de los golpes que recibí.

Una pequeña marquita curándose a un lado de mi labio, que toca con suavidad con su pulgar.

Para luego a todos lados, notando la presencia de Hop, pero no lo que busca.

- ¿Lulú? ¿Nuestra hija, está bien, Tate?

Me acomodo algo en la cama riendo, mientras vierto algo de agua en un vaso plástico y abro de su empaque un sorbete.

Obligo a que tome pausado.

- Nuestra bebé, está muy bien. - Mi mirada va al ventanal, que conduce a un gran jardín. - Está paseando mientras esperaba que su papá despierte con mamá... - Sonrío más. - ...y tal vez siendo algo malcriada por ella, comiendo algún cono helado.

Y una fuerte pero doliente exhalación, obligando a palmear su pecho vendado a causa de la herida, sale de él al empezar a entender que todo definitivamente y como en verdad terminó, recostándose nuevamente, pero llevándome contra él en un abrazo mientras dejo el vaso en su mesita.

Besa mi frente y me mira, para luego a Caleb como mi hermana.

- ¿Hace cuanto, que estoy internado? - Pregunta.

- Como, casi dos semanas... - Responde Hope frotando su ya avanzado embarazo, dejándose caer sobre una silla y elevando sus pies para apoyarlos sobre la cama continua vacía, donde Caleb sentado masajea con cariño. - Jodidos trillizos que me hicieron adicta a las gaseosas de cola y los dulces... - Se queja por la hinchazón de sus piernas, provocando que riamos sobre la suya, mientras abre un envoltorio de chocolate y gime de placer ante el primer mordisco.

Porque y aunque, está más quejosa que nunca y quisquillosa sobre el peso que ganó con su embarazo.

Ama y disfruta su estado, por más que el calor del verano sea su vil enemigo.

- Maldición, ya quiero irme. - Se queja Cristiano, chequeando su vendaje como heridas casi curadas de su mano y rostro por los vidrios.

- Y lo harás pronto. - Asegura Caleb, señalándolo amenazante desde la otra cama mientras muerde un pedazo de la golosina que le ofrece mi hermana. - Y te juro...que cua...ndo estés de vuelta.... - Mastica y traga. - ...ya curado y sobre tus pies, patearé con gusto tu sexi trasero... - Le augura por haber luchado y estar en peligro, sin pedir ayuda a nadie.

Dios.

Tapo mi boca para no reír a carcajadas, mientras mi hermana oculta la suya con el envoltorio del chocolate.

Imposible no, cuando Caleb está en plan adulto mayor.

Y sobre una ceja elevada de Cristiano ante la reprimenda de Caleb.

Todos, estallamos en risas.

Una que es interrumpida por abrirse la puerta por papá, Grands y su madre que sobre su saludo cariñoso a todos y besándonos, festejan al ver a Cristiano despierto.

Que ante ello, papá vuelve a la puerta por asistencia médica y sacando casi toda esa mole de cuerpo afuera.

Grita algo.

Obvio, una orden.

Y ante esta, responde alguien de muy mala gana a su ladrido monárquico.

Pero, mi padre no se deja abatir ante ella.

Oigan.

No sería nuestro querido Herónimo Mon, si no.

Y replica con otra contestación, gruñendo esta.

Obvio, por dos.

Otra orden.

Para luego sobre otra segunda contestación desde el pasillo hospitalario, esa persona que desafió a mi padre y por los sonidos de sus zapatitos.

Viene en camino.

Lo cual papá al notarlo, entra ligero y con casi, toda su espalda sobre la puerta y mirando todo, decide con pasos más rápidos antes que entre, cubrirse detrás de Grands.

Y con Cristiano, nos miramos sin entender.

¿Acaso, por miedo?

Para aparecer luego.

Quiero reír, otra vez.

Esa enfermera.

Esa dulce viejecita de pelo muy entrecano y rojizo, que no supera su metro cincuenta de estatura como tamañito y que tan amablemente nos asistió a nosotros sobre nuestra preocupación, cuando fue internado tras el partido de básquet Caldeo en la apertura de la temporada, colapsando por su enfermedad.

Como también, cuando conocimos a su hermano Constantine.

Nos regala una hermosa y cálida sonrisa a cada uno, pero esta cae al ver a papá detrás de Grands.

Sin sonrisita, para el señor Mon.

Quien señala con un dedo acusador como culpable por tener llamarla a su mano derecha que lo protege cubriéndolo, quien niega divertido.

Pero sobre esa guerra que no entiendo entre papá y la dulce anciana enfermera.

Verifica a Cristiano con precisión su vendaje como presión arterial, para luego el goteo de su suero, anotando todo en su tabla medica que cuelga a los pies de su cama.

Se despide contestando todas nuestras dudas y que en breve el médico en su próxima ronda, vendrá para verificar y sobre su mirada clínica, cuando Cristiano podrá ser dado de alta ya que todo marcha bien.

Pero sin antes, dejar una última mirada sobre su archi enemigo mientras la acompaño a la puerta.

Mi padre.

Quien ante ello, no se inmuta y le eleva una ceja.

Siempre, detrás de Grands.

Y tras esa mirada de pocos amigos de la tierna enfermera, por esa siempre guerra declarada, me regala una sonrisa y un guiño de ojo cómplice una vez afuera.

- Un gran hombre tu padre... - Me susurra bajito, ya sobre la puerta y fuera del alcance de todos. - ...como pocos. Pero, no se lo digas por pendejo... - Finaliza, con el mismo tono de voz lleno de dulzura, delatando su cariño a través de los años por él.

Parece, que compartieron mucho.

Siendo solo es un juego de tire y afloje entre ellos y sonrío, porque lo entiendo besando su mejilla por su gran vocación y haber cuidado de casi toda mi familia.

A mi madre hermosa, como a nosotras en su vientre.

A mi querido padre, después de su pelea en el ring.

Un señor oscuro como lo llamaban, pero en realidad.

Mitad testosterona y con su otra mitad un gran oso de peluche por su corazón.

A Caldeo.

Y ahora a Cristiano.

Mi exvecino el idiota.

Sonrío feliz contra la puerta, mientras la veo irse.

Y mi amor de toda la vida, marido...

***

Y así, el verano con su calor fue transcurriendo.

Llevándose de a poco como las olas de las costas de nuestra querida ciudad sobre su estival concurrencia veraniega lo hace, con los pequeños caracolitos de sus costas y entre su arena.

Convirtiéndose de a poco en solo un vago recuerdo lo sucedido con Matt que ya sentenciado cumple su condena gracias a la mente y mano maestra de la jueza Day Beluchy.

Que al enterarse de lo ocurrido llamó al fiscal Harris para que tomará el caso y recibiera no solo una pena correspondiente.

Sino, también.

Ayuda terapéutica en el proceso como la obtuvo su madre en el pasado.

Y también, una mañana visitándonos en persona en compañía de la asistente Yaritza.

Nos entregó el último papelerío en nuestras manos.

Otorgándonos al fin y para siempre.

La adopción de Luz, a Cristiano y a mí.

Nuestra adorada Lulú.

Y así.

Suspiro feliz.

Todo comenzó a acomodarse.

¿Que, qué cosa?

Sonrío mucho.

Cada pieza que se compone el gran clan Mon.

Donde nació, con dos fichas de puzzles hace muchos años.

Una.

Un cabezón y caprichoso empresario con ideas locas en la cabeza según mamá, de la forma de amar.

Mi padre, Herónimo Mon.

Otra.

Algo torpe, pero con carácter.

Tozuda y que jamás se dejó vencer y llevando como escudo para defender lo que se ama, al amor.

Mi madre, Vangelis Coppola.

Que, con el tiempo y paso a paso viviendo.

Disfrutando y queriéndose en las buenas y más juntos que nunca en las malas.

Más piezas de ese puzzle, comenzaron aparecer.

Muchas.

Los amigos e hijos, después de ellos.

Y hasta nosotras mismas.

Todos encastrando en su perfección este rompecabezas, como la hermosa familia en que nos convertimos.

Porque eso somos, aunque no compartamos o llevemos la misma sangre.

Una linda y gran.

Familia.

Familia de muchas familias naciendo en los Mon, Nápole, Montero y Grands.

Como Caldeo y mi hermana Junot ya radicados en África, como rey y reina que son gobernando su pueblo.

Uno que aman y predican ese amor por él y su linaje, que tanto lo hizo un siempre recordado y querido Constantine.

Una Amely ya recibida como fotógrafa profesional que pronto a irse y radicarse en esas tierras, por añoranza a su mejor amiga y ese amor incondicional al hermano menor Kosamé.

Mi hermanita Hope y Caleb tan distintos y a la vez tan parecidos.

A poca semanas de ser padres de tres lindos bebés, que esperan y ansían como ese amor que de niños los unió.

También familia, mi amiga querida Tini con el valiente y siempre alegre Dante sobre su condición, enseñando que nunca hay que darse por vencido y donde sobre su ya, dado de alta Cristiano en una visita en nuestra casa.

Darnos la noticia que pese a esa diferencia de edad entre ambos y sobre sus locuras disparatadas de cada uno.

De ser nada a amigos inseparables.

Descubrir.

Que se aman locamente.

Mis abuelitos Collins y Marleane que en sus escapadas a lugares por viajes de deportes extremistas, provoquen que la angina de papá al ver las postales que mandan, crezca sobre la risa de mamá dándole aire.

Los tíos Rodo y Mel, leales amigos de la vida de mis padres, sin olvidar a los tíos Pulgarcito y Lorna.

El mejor ejemplo, pese a lo vivido ante la pérdida de un hijo querido, volcando ese amor en otro niño que amaron como propio.

El incondicional, Grands.

Mano derecha, rapaz, objetivo y ahora un tierno abuelo y mano derecha como amigo de papá y las locuras de mamá.

La querida, tía Siniestra.

Sobreprotectora y la mejor chef de dulces y dueña de la cafetería SugarCream con tío Roger.

El querido abuelito Nicolás y esos primos Tomas y Lucas que por estudiar en el extranjero medicina forense, muy poco vemos, pero siempre presentes.

Un recordado Ratita, que siempre extrañamos.

Ese hermano mayor, que no fue y amamos.

Y una Juli que llevamos en el corazón y en su honor con amor, también llevamos adelante el Hospital Infantil y a cada Disney Princesa y Caballeros del Zodíaco que está en él, asistiendo a ellos como familiares.

Siempre, para ellos.

Tanto el cuerpo médico, pasantes como auxiliares y cada plantel de enfermeros como Tini.

Y por último, nosotros.

Cristiano, Lulú y yo.

Que sobre las adversidades, separándonos una noche de campamento que nos unió.

Tras alejamientos.

Engaños.

Un secreto guardado.

Una venganza, que gracias a Dios no se cumplió.

Y con una última confesión que Cristiano no quiso ocultar a papá, pese a que ya estaba todo resuelto.

Y aparecer tras esa reunión con un ojo morado por haber tocado a su bebita con poca edad, pero sonriente y con la conciencia tranquila, mientras le ponía una bolsa de hielo echado en el viejo sofá uva.

Solo me contó riendo, que ya estaba todo solucionado y que le costó un poco entenderlo a papá.

Reí y besé, su hematoma.

Y con ese beso de nosotros, sobre la risita de Lulú en la alfombra al vernos.

La última pieza de ese puzzle de este lindo rompecabezas.

Del Clan Mon.

Se encastró.

Por ahora...


Fin.


EPÍLOGO

Un par de meses después y víspera de año nuevo, en algún lugar de la costa Índica Africana...

TATÚM

Hoy las fuertes olas de los acantilados en su ir y venir por su naturaleza furiosa y oceánica, se puede sentir desde cualquier rincón del palacio como guerreras fieles y fluviales del griego Poseidón, que a la par de las estrellas con sus constelaciones en sus noches fueron y son, la brújula universal de navíos como marineros.

No se sienten mucho.

Porque, compiten con su inmensidad marítima y este fascinante mundo que como espejo líquido te incita cuando llegamos al reino de Caldeo, a quedar embriagada a su vista por horas desde algún balcón o terraza de este castillo medieval, por esa magia llena de color colmada y enriquecida de deslumbraste historias y leyendas.

Cuna de tanto milenios de cultura y pueblo, como diría el amable y siempre servicial Cabul.

Hazâr afsâna.

Mil Leyendas.

O como es conocida por el mundo entero.

Las Mil y una noches.

Contra.

Sonrío.

La primer navidad festiva y prospero año nuevo de la familia y clan Mon en El Medio Oriente.

Fiestas que todos nos reunimos y nadie, faltó tocando este año en el África querida.

Fiestas, que papá a la cabeza y a los pies de las escaleras del Impala II en el aeropuerto y con ayuda de la azafata de su flota.

Se encargó de pasar lista, sobre su control de toda la vida para que nadie, sea olvidado del clan a medida que abordamos.

En especial tío Rodo.

Papá quedó traumado, cuando una noche con nosotras pequeñas vio Mi pobre Angelito y pensó que su amigo podría ser propenso a eso.

Fiestas, repito.

Que todos reunidos, nos disfrutamos.

Gozamos de unas minis vacaciones juntos en este paradisíaco lugar de palmeras, arena y oasis.

Y en víspera todos reunidos entre risas, villancicos y a pocas horas de la medianoche, nos ocupamos de las decoraciones y colores propios de la navidad con sus luces a juego, sobre comidas típicas de esta colectividad que maravillados admiramos al verlas con las nuestras.

Como bebidas y brebajes en pintorescas vajillas árabes, sobre una extensa y gran mesa preparada para la ocasión y la espera, del gran momento.

Uno, que se acerca de a poco y nos sorprende unidos.

Abrazados sobre enmarcados y tapizados sillones en sus telas marroquí.

Y a otros, sentados sobre maravillosas por su tejido y tintes alfombras.

Pero todos, absolutamente todos.

Bajo un imponente árbol de navidad en familia...

HERÓNIMO

Todos miramos extasiados el lindo, decorado por todos y luminoso árbol de navidad.

Donde, sobre charlas divertidas.

Abrazos.

Brindis.

Me tomo un momento desde mi rincón y con una copa en mano de un excelente vino de oriente.

Para mirar a cada integrante que se compone mi gran familia.

Una, que deseé tanto.

Que anhelé siempre y con todas mis fuerzas, pero cuando creí tenerla nunca lo fue.

Miro a mi rayo que al lado de Mel y Lorna, acepta y agradece con una reverencia, un potaje de acá y que una sirvienta le alcanza.

Y esta, sonríe al ver que mi mujer no solo lo degusta.

Sino también, que lo come con apetito y feliz.

Sonrío, negado divertido y dando un sorbo a mi bebida.

Y por eso en mi silencio y para mí, emocionado.

Brindo por vos, nena.

Mi siempre, rayo de sol.

Brindo, porque siendo hasta ese día una jodida fecha negra para mí, como cada año lo sentí.

La convertiste luego.

Vuelvo a sonreír al recordar.

Con tu risa poco femenina que oí en la lejanía por primera vez y con cinco perro jugando sobre la arena del lugar, en su mejor época con una pelota de tenis que les lanzabas.

Y llevando el peor vestido con estampa de mi abuelita del mundo, de lo feo que era.

Ese día negro cambiarlo cuando te conocí, en mucha luz y felicidad.

Felicidad, que con tu paciencia y amor.

Miro a todos ahora.

Me diste, rayo.

A mi gran familia.

Una, que este año y siempre juntos, le tocó sobre los brazos de Cristiano a nuestra Lulú feliz y sonriente, poner la estrella de navidad en la punta del árbol.

Y que al hacerlo, fue festejada por la familia.

- El año que viene será el turno, de los trillizos Montero. - Acota mamá sobre los aplausos de todos, mientras besa con ternura uno de sus bisnietos entre sus brazos.

Mis adorados nietos y de solo dos meses, de mi hija Hop y Caleb.

- Y el que viene después, yo lo reservo. - Salta rayo, dando una gran cucharada final a ese potaje de maíz y pasas, sobre el asentimiento de Mel y Lorna a su lado.

Y yo, estrecho mis ojos.

Porque, es sospechoso.

Y de golpe todos miran.

Me incluyo.

A mi bebita Tate.

¿Acaso?

Que sobre uno de los sofá y abrazada de Cristiano con Lulú entre sus brazos y al ver que curiosos la miramos, suelta una carcajada y niega divertido con su marido.

- Aunque morimos de ganas de darle un hermanito a Lulú... - Mira con amor a Cristiano. - ...decidimos esperar a que ya tenga mi doctorado para ello.

Frunzo mi ceño.

Mierda.

¿Entonces, quién?

Y todos ahora, miramos a mi bebita Juno.

Pero esta niega divertida en los brazos de Caldeo señalando y dando un sorbo a su copa de vino, que toma alcohol y por ende, no es.

Froto mi mejilla.

Carajo.

Repito.

¿Entonces, quién?

Y sobre un silencio que todos miran con disimulo a mi rayo de sol.

Yo, no entiendo nada y sigo pensando.

Un momento.

Retrocede, Mon.

¿Dijiste, que miran con disimulo a rayo de sol?

¿Será?

Intento caminar hacia ella dejando mi copa a un lado, porque me cuesta creer.

Maravillosamente me cuesta creer y a faltar el aire por felicidad al ver los ojitos de mi nena llenándose de lágrimas, ante la pregunta que los míos le hacen.

Que mordiendo su labio feliz y chupando dejos de esa cuchara con potaje, me lo confirman.

- ¿Rayo, estas embarazada? - Pregunto, acercándome sobre el silencio de todos, pero sonrientes y cuando llego, me inclino para acariciar su rostro que se acuna en mi mano.

Y ríe.

Ríe feliz, entre sollozos afirmando.

Y sobre ello, sus mirada pícara aparece arrullando su vientre  rellenito  que solo imaginé que aumentó de peso, con una mano y la otra, elevándola frente a mí y mostrándome tres dedos.

¿Eh?

- ¿Estás de tres meses? - Pregunto.

Niega riendo.

- Su fecha de nacimiento es en Marzo? – Insisto, contando los meses del año.

Vuelve a reír, contagiando a todos.

Los miro.

¿Pero qué mierda, le parece gracioso?

Entonces.

La mano que mostraba sus tres deditos toma mi barbilla, para que la mire a ella.

Solo a ella.

- Herónimo... - Me susurra y mira con amor.

Maldita sea, como la quiero.

- ...vas a ser padre, de tres hermosos varones...

Y yo.

Carajo y bajo una exclamación de Mel, triunfante de se desmayó.

Veo negro... ;)

FIN 


POR ACÁ Y POR UNAS SEMANAS, LOS JO.DE.TE

LA NOVELA DE JOVIANO, DENICIO Y TESAR, LOS HIJOS DE HERÓNIMO Y RAYO DE SOL.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top