CAPITULO 6


   CRISTIANO

El hombre, basa su vida quiera o no en una rutina.

Conforme y aceptados por unos y odiados como obligados por otros.

Realidad.

Sin embargo, yo no deserto de ella.

Porque para mí, es analogía de dominio.

Control.

La dirección de mis cosas.

Como un GPS en lo emocional y también en lo laboral, ya que nada interfiere en lo que necesito y quiero más allá de mi día a día.

Porque su falta de variedad, no es aburrimiento ni cansancio a siempre lo mismo.

Es mando y dirección sobre tu vida.

¿Y a qué, me refiero con eso se preguntan?

Simple.

Sorpresas, fuera de rango.

Porque jodidamente.

Odio y del verbo detestar.

Las sorpresas.

Algunas personas la aman, porque son sinónimo de regalos, agasajo por algo o alguien querido o asombro con una cierta alegría, ante una buena nueva que te dan.

Y frunzo mi ceño, ante esta última.

Porque son las peores.

Mis archi enemigas.

Sip.

La noticias.

Repito.

Noticias con un suceso o novedad, que te reportan en que cambiará condenadamente en algo tu actividad cotidiana que te da placer, porque llegan emocionalmente dando en el jodido blanco o mejor dicho rojo.

Porque, es a tu corazón.

Imprevistos que ocasionan estas y por ende, te cambian el eje de la dirección de tu vida.

Tu organización a tus sentimientos.

Y donde a veces, dichas aludidas.

Frunzo más mi ceño.

Vienen condenadamente en manada.

Aunque no lo crean, es así.

Sip.

En complot contra tu tranquilidad.

Tipo estampida y como sucesos extraños a personas como yo, dónde mi vida rutinaria y monótona que elegí como opción, después de esa noche del campamento y tener a Tate.

Y suspiro ante ese hermoso recuerdo.

Al entregarnos.

Siendo ese día el más feliz de mi vida como también, el más triste para mí.

Por justamente, una de ellas.

Una jodida sorpresa.

Que me sorprendió después.

Adjetivo de asombro, que jamás va a volver a ser de dicha para mí, ya que no las quiero y no las busco.

Yo las evado.

Pero sin embargo y gruño por ello, desde hoy muy temprano y sin tregua a mis primeros días de estar viviendo en mi nueva casa.

Un lindo chalets en una zona familiar y urbana a poca distancia de mi departamental.

Vinieron por mí.

Una tras otra, de imprevisto y sin previo aviso.

Y como les dije anteriormente.

Tipo en manada.

Para tomarme para mí, no a gusto personal por sorpresa.

Resoplo y niego, dejando caer mis hombros pesadamente.

Porque a partir de este momento y por ellas para que vayan entendiendo.

Va a cambiar mi vida.

De forma sorpresiva y jodidamente.

Para siempre...

- ¡No puede ser! - Exclamo al entreabrir un ojo, desparramado sobre mi sofá y notar que me pasé de esos gloriosos pero arriesgados 5 minutos de más, que muchos audazmente aventuramos, luego de apagar el despertador. - Carajo. Carajo y re carajo... - Brota de mí, todavía dormido y lanzando la mierda lo que sea con lo que me tapé anoche, calculando en el trayecto casi corriendo al baño por una ducha ligera, cuanto me queda en tiempo para llegar a la departamental a horario.

Dejo a medias y con una mueca de asco mientras camino desnudo luego de ducharme, en busca de mi ropa por la casa, mientras seco con una vieja toalla mi pelo húmedo con fuerza para luego, lanzarlo sobre una silla a mi aguado y por demás caliente café de mi taza, por no dominar todavía la nueva cafetera compleja de última tecnología que me regaló tía Vangelis, como regalo a la bienvenida a mi nuevo hogar.

Chequeo la hora de mi reloj mientras busco y aún sin acomodar de mi mudanza, entre las cajas apiladas y regadas sobre el piso de lo que tiene que ser mi sala algún día y otras junto a la pared, las llave de la camioneta que me designó mi jefatura mientras acomodo en el intento y con una mano, mi chaleco de mi uniforme policial como subir mis pantalones al mismo tiempo y abotonarlos.

Para darme cuenta luego.

Re carajo.

Que olvidé antes en ponerme los bóxers negros y que aún, reposan a mi espera sobre otra caja.

Cavilo por unos segundos la situación.

- ¡A la mierda! - Exclamo, abrochando el último botón de mi pantalón acomodando todo mi paquete sin ellos.

Porque el tiempo apremia.

Y un glorioso.

- ¡Si! - Sale de mi interior de júbilo, al encontrar las llaves sobre el abrigo de mi uniforme, mientras intento caminar y calzarme las botas al mismo tiempo sin trastabillar.

Días, donde tanto mis prolongadas guardias al Hospital sumando las patrullas que me asignan en las calles, superan a veces las 56h de vigilancia sin dormir.

Dando como situación a que sea difícil recordar, cuando llego a casa sobre la madrugada después, donde dejé las jodidas llaves cuando caigo muerto y tipo en coma al sofá de la sala con el sueño que me vence, porque tengo contadas las horas de provecho para descansar ante otra guardia y donde subir las escaleras para hacerlo en mi habitación, sería la perdida de un precioso tiempo extra para dormir.

Pero una sonrisa de satisfacción dibuja mis labios, con el sonido de la puerta de entrada cerrándola tras mío y trotando escalones abajo hacia mi camioneta estacionada a un lado de mi jardín, al notar que le gané al tiempo y me sobran unos jodidos minutos extras, para una condenada taza de café negro decente, antes de reportarme al trabajo para luego ir al Hospital.

A la cafetería, SugarCreams.

Una tienda de repostería y delicattesen, que creció a lo largo del tiempo en gran fama y popularidad.

Y sonrío feliz, encendiendo la camioneta y metiendo reversa.

Ya que, es mi favorita y pertenece a la hermana mayor de tía Vangelis.

Una gran repostera chef de reconocimiento público.

Karla o como la llamamos todo de cariño en la familia.

Tía Siniestra...


MATT

- ¿Estás seguro?

La voz de mi primo, suena luego de la frenada y detenerse en doble fila, junto a la grada de estacionamiento de taxis.

Que en tal, con sus colores amarillos y uno detrás del otro, aguardan como se mueven saliendo de esta, con la entrada y salida por gente pasajera atestada desde las puertas principales y bajando o subiendo de ellos.

Sonrío y finjo tranquilidad, palmeando su hombro del lado del acompañante.

Esa siempre calma que aparento y disimulo, desde los años que vivo con Ben y mis tíos cuando me acogieron como familia que son y a vivir con ellos a temprana edad.

Y obligado, bajo las palabras de mi madre totalmente ausente siempre en mi vida, desde el otro lado del teléfono como continente, cuando me anunció ello.

Siendo lo mejor para mí, me dijo hasta mi mayoría de edad y en vez de mi siempre crianza con la servidumbre como tutores estudiantiles a mi cargo por su regular ausencia.

Hijo único de una gran familia acaudalada por ambos apellidos paternos.

Pero carente y pobre de amor fraternal.

- No te preocupes. -Le respondo, tomando mi mochila de los asientos traseros y abriendo mi puerta.

Desciendo, pero me inclino sobre esta abierta y apoyado, para mirar a mi primo con su siempre rostro de preocupación, cuando tengo que ir a ver a mi padre.

No sucede muchas veces.

Contadas al año y es en el día.

Y aunque nuestros encuentros son fugaces y algo carente de amor padre e hijo por falta de contacto, no las desaprovecho.

A través de los años me di cuenta que no fui un hijo buscado.

Deseado o hasta querido.

Pero la realidad, es que nunca me faltó nada y me aproveché de ello.

Casa en la playa y por ende, fiestas descomunales en ella.

Sexo.

Mujeres.

Coches deportivos.

Y dinero.

Mucho dinero.

En una palabra.

Deseo concedido por ellos a cada puto capricho que se me ocurría, para sosegar cualquier tipo de cariño no dado de su parte.

Siendo como lo llaman, un hijo estadística más de ese alto porcentaje de primogénito de padres millonarios y donde la existencia de un seno familiar, no existe.

Solo, un padre siempre ausente y una madre que al nacer y aunque lo intentó, fracasó como tal.

Y que solo se limita a los excesos y los suyos propios.

Alcohol.

Fiestas.

Viajes y lo que más le gusta, mientras está en ello.

Compras.

Su gran terapia, según ella.

Para no ver la realidad.

- Ya no tienes por qué, hacerlo Matt... - Ben, intenta persuadirme. - ...ya eres adulto hombre y no estas obligad...

- ...pero, no deja de ser mi padre... - Lo interrumpo cerrando la puerta, pero sigo sobre ella y su ventanilla baja. - ...al menos, su llamado dice que quiere verme... - Intento sonreír, bajo su cara negando en desacuerdo. - ...y voy aprovechar la tarde después, para informarme en la sede de baile por la nueva competencia interestatal de Tango... - Le guiño un ojo y colgando mejor sobre mí, la mochila.

- ¿La que se hará en breve? - Pregunta mi primo, encendiendo el coche y lo miro extrañado.

Es solo un jodido enfermero.

- ¿Cómo, sabes de ello? - Digo.

Ríe.

- Tatúm comentó entre risas en el Hospital, que una de sus hermanas participará...

Y mi sonrisa, cae.

Pero no de mis labios, porque putamente tengo que seguir fingiendo.

Pero sí, de mi cerebro.

Y sin decir nada a eso, fingiendo indiferencia y con una mano en alto a modo despedida, saludo a Ben mientras me encamino a las puertas que se abren automáticamente para mí, con un solo pensamiento en mi cabeza.

El de siempre y casi crecí, con ella.

El de las hermanitas Mon...

Y mi media sonrisa nace, pensando con cada paso que doy al edificio, en la jodida suerte o causalidad del certamen de baile, con la arisca y controladora tercer Mon y en esta nueva oportunidad que se me presenta.

Ya que fallé, con la segunda hermana en mi primer encuentro.

Con la dulce Junot.

Por no controlarme como me lo pidió en nuestra última conversación cuando lo vi, pero le prometí que volvería a intentarlo bajo su fe en mí, desde el otro lado de la mesa.

Ya que, todo sigue en marcha, aún al plan.

Siempre.

SIEMPRE.

Después, de Tatúm...

CRISTIANO

Empujo la puerta de la tienda y el aroma a café Colombiano recién hecho y azúcar del interior, invade mis sentidos y haciendo gruñir mi estómago, recordando que tampoco cené anoche mientras camino entre los clientes sentados en las pequeñas mesas, degustando de su desayuno.

El lugar está muy concurrido, por ser la hora pico de ingreso laboral como de estudio.

Me gano la mirada como sonrisas de un grupo de chicas que sin discreción sobre su mesa, cafés y libros de estudio por medio, me observan al pasar por su lado.

Carajo.

Y ruedo mis ojos para variar, por eso.

Porque estas chicas están teniendo sexo conmigo, con sus ojos puestos en mí.

Sé, que provoco esas mierdas en las mujeres.

Desde niño y pese a esa corta edad, ya que por mi tamaño como altura siempre aparenté más edad.

Y aunque, durante mi pubertad y un tiempo atrás, me consideraba un total fans de las chicas calientes haciéndome eso, mientras observaba tanto a Caldeo como Caleb, no desaprovechar esa oportunidad.

Yo apenas al empezar a registrarlo, opté después por evadirlo por una razón.

Y la única que me importa.

Por Tate entre nosotros.

Aunque la muy jodida, jamás se haya dado cuenta de ello en un cruce nocturno de salidas coincidiendo como en el bar donde Caldeo toca, por más grupies de la banda o mujeres nos rodearan.

Saludo con un movimiento de mi barbilla a colegas de la departamental que a la distancia y sobre un rincón de pie, toman el suyo en un descanso a sus recorridas.

Socializar no es lo mío.

Solo, acatar como hacer que se cumpla las leyes y proteger.

Siempre proteger.

Mis ojos caen al mostrador de cristal, lleno de productos de panadería como repostería mientras hago el pedido de extra vaso de café negro y sin azúcar al muchacho, mientras las dobles puertas vaiven detrás de este, se abren con la presencia de tía Siniestra al teléfono.

Me saluda sonriente al verme y automáticamente, sobre mi bandeja de pedido de mi humeante café, desliza una de las vitrinas y haciendo malabares con su única mano libre, pone sobre un platillo una rebanada de pastel.

- Limón y coco, cariño... - Susurra mi sabor favorito, tapando el teléfono y sonrío agradecido.

Pero la suya desaparece al volver a la conversación de su teléfono, mientras escucha atenta lo que dicen del otro lado de este y sigue atendiendo.

Pero con su mirada en mí, todo el tiempo.

Extraño.

Pero, no tengo tiempo de analizarlo.

Tal vez esta noche con mi almohada, mientras pido al muchacho que envuelva mi pastel para llevar y le doy un gran sorbo a mi café, mirando por sobre mi hombro algo impaciente por la hora a clientes como lugar y con mis dedos, golpeando el borde de la mesa al ritmo de la canción que suena en todo el local.

- ¿Algo anda mal? - Pregunto preocupado, cuando deja a un lado su móvil del mostrador y niega a que pague mi consumición, mientras atiende otro cliente.

- Era mi chiquita al teléfono... - Murmura, guardando unas masas dulces en una cajita.

Sonrío.

Porque así, llama a tía Vangelis.

Me mira luego de entregar el pedido al cliente y guardar el cambio en la caja.

- Cristiano... - Se apoya sobre el mostrador, cruzando ambos brazos. - ...Tatúm está teniendo cierta dificultad con la adopción de Luz... - Me dice, mientras doy otro sorbo a mi café. - ¿Estabas enterado? - Me pregunta.

Y sus palabras con esta noticia, dan comienzo a la bienvenida en este día.

De esta manada.

De sorpresas...

Directo y sin anestesia, tensando mi pecho bajo mi uniforme, por el triste timbre de su voz mientras niego ante ello.

Y lo recibo como el sabor de mi bebida caliente.

De forma amarga.

Niego sin entender.

- Su legajo es intachable como sus ganas de ser madre y amor por Lulú... - No lo puedo creer. - ...para una guarda temporal antes de la adopción...

Se encoje de hombros entregando otro pedido y evitando mirarme, como si no quisiera entrar en detalle.

Sospechoso.

Aclara su garganta, reponiendo unos cupcake multicolores dentro de la vitrina que le entrega un empleado.

- La jodida cabrona de la jueza en su entrevista a Tatúm días atrás... - Hace una pausa buscando las palabras correctas mientras uno de sus maestros chef, le hace probar una especie de crema rosa. - ...le pide más... - Suelta, aprobando ese batido con el pulgar arriba para volver luego a mí.

Quiero reír, ante sus siempre vocabulario sin filtro.

Pero la realidad y fondo de sus palabras, hace que arrugue mi ceño y mi preocupación por lo único que me importa siempre.

Sip.

Acertaron.

Tate.

- ¿Más? - Repito. - ¿Qué, es más? - Pregunto perplejo.

Y su ceja se eleva sobre su sonrisa naciente, volviendo a sus labios.

¿Y eso?

Encoje sus hombros natural nuevamente por abajo del mostrador, para acomodar la flor que es parte de una decoración de una torta.

¿Me lo está haciendo, apropósito?

Me mira a través del vidrio.

- Mucho más, cariño... - Solo vuelve a decir.

Y lo da por asentado.

Frunzo mi más mi ceño.

¿Pero qué, mierda?

Su mano con un trapo que cuelga del lindo delantal con el logo de la cafetería, lo pasa por el mostrador.

Y espero que prosiga, pero no lo hace.

Y carajo con eso.

Porque no entiendo ni mierda a donde quiere llegar, mientras sigue sonriendo y sin decir nada más.

Como esperando algo.

Miro a ambos lados perplejo como buscando ese algo y luego a ella.

Pero su mirada sigue muy profunda, sobre mí.

Acaso, ese algo.

Me apunto con mi índice.

¿Tiene que ver conmigo?

Y sus ojos tan iguales a tía Vangelis, pero color zafiro dicen que sí.

Y aunque no llego a comprender en totalidad, están llenos de información como de inteligencia.

Tomo mi pedido dudoso y sin responder, como tía Siniestra en hablar mientras camino a la salida.

Porque es un poco espeluznante, dentro de su mirada divertida sobre mí y "ese más" que quedó en el aire y flotando entre nosotros, mientras sigue detrás del mostrador rodeada de sus dulces como pasteles multicolor y me saluda inocente cuando me giro a ella por última vez.

Como la película El aro.

Lo juro.

Pero sin la loquita despeinada que sale del estanque y esas mierdas.

Cierro la puerta con un resoplido.

Extraño.

Esto sí, que fue extraño...

En la departamental, se encontraba todo en calma.

Saludé a mis compañeros como personal del trabajo, mientras se ultimaban los detalles por el capitán, de nuestra agenda diaria asignadas en la sala de transferencia.

El transcurso de la mañana se llevó a cabo y como lo esperaba por las calles patrullando con éxito.

Para luego, volver a la central y dejando mi informe asentado por escrito y sobre la carpeta de movimiento diario en mi oficina, me dirigí al campo de tiro.

Necesitaba distracción.

Obligado.

Intenté concentrarme, bajo mis lentes de protección como oídos y en solo pensar que a 50m de distancia me espera el objetivo que apunto con mi arma y desde mi box personal, bajo el sonido de los demás disparos de mis otros compañeros practicando al lado.

Pero fallo miserablemente.

Por lo que no me deja de rondar en la cabeza y por ello, soñar despierto con las palabras de tía Siniestra, sobre Tatúm y la posible traba con la adopción de Lulú.

Y me apoyo en la pared dándome por vencido, ante el último disparo que doy y errando el centro de la figura.

- Carajo... - Gruño por la mierda de sorpresa al enterarme de esto, bajando el arma y sacándome los lentes, para poder pasar mi mano por mi cara de forma cansada.

Miro el techo como si sus jodidas baldosas, tuviera la respuesta del universo.

¿A qué se refirió Siniestra, con más?

Y niego todavía sin entender, bajo un resoplo ante la idea de imaginar triste a Tate por ello y la posible negativa de la jueza con su adopción.

A mi salida y de camino al Hospital, porque quería llegar cuanto antes, tanto para ver a Lulú como Tate y averiguar de ese "más."

Decido una rápida pasada previa por la U, mientras me detengo a cargar gasolina con la camioneta.

Y por alguna jodida razón, provocando que golpee mi frente contra el volante, había mucho tránsito de coches antes y que a la espera como yo, estaban por su turno de carga.

Mi corto genio a la paciencia de espera y mirando la hora de mi reloj, me estaba por hacer tener un severo ataque de ira en el momento en que finalmente llegó mi turno y con mi mejor cara de mierda tomé el surtidor y cargué el tanque yo mismo, bajo la mirada de pánico del personal del lugar.

Lo siento, chico.

Pero estoy apurado.

Y veinte minutos después.

No puedo evitar, elevar mi ceja asombrado y hasta fruncir algo mi boca.

Por otra sorpresa.

Y es por encontrarme y tener en frente a Caleb.

El despreocupado.

Alegre.

Parrandero y mi mujeriego amigo con traje de vestir, en el campus de la U.

¿Entienden?

Traje.De.Vestir.De.Diseñador.

Para justificarme, bajo mi mueca por intentar retener mi risa en auge por ello y ante su mejor cara de mierda por mi burla y mientras se monta a su motocicleta, luego de charlar y con golpe de puño despidiéndonos.

Que es una jodida apuesta, contra una de las Mon.

Su terrorífica Anabelle como la llama él, con ese amor incondicional a su Hope.

Aunque y por esta sorpresa niego divertido, río y pienso en que acabaran estos dos con dicha apuesta, mientras camino al estacionamiento por mi camioneta para dirigirme al Hospital.

Por la siguiente, no.

No hay rastro de ella.

Perdedor para hacerlo, por más que lo intente y me obligo.

No hay caso.

Ni una risa.

Nada.

Y es por ver a Tate aparecer de improvisto e interrumpiendo de forma oportuna, mi conversación con Becca.

Sip.

Oportuna, lo cual agradezco.

Ya que, no sabía como mandar a volar a la pasante y en el intento, no parecer un imbécil.

Su nombre es Rebeca.

Pero me dijo que la llamara así, un día que coincidimos en el bar del Hospital por búsqueda ambos de café.

Es linda.

Muy linda.

Su bata médica abierta, me muestra sus generosos pechos de talla grande y bajo el escote de una blusa ceñida a su bonito cuerpo y en color fresa al igual que sus labios.

Toda ella como su par de excusas anteriores como ahora, cuando me detiene de mis rondas por el Hospital y los corredores, me dicen a gritos que quiere que la invite a una cita.

Pero, no nena.

Lo siento.

El vestíbulo pese al ir y venir de tanto el cuerpo médico con enfermeros como pacientes, era muy amplio.

Sin embargo.

Frente a la sorpresiva aparición de Tate ante nosotros, tuve la sensación de que me estaba rozando.

Con su mirada en mí, para luego en la de Rebeca.

Y pese a que ella con sus lindos dedos retorciéndose entre sí y como sus labios mordiéndolos, propio del manojo de nervios que es e intenta disimular.

Toda Tatúm exudaba enojo, hacia mí.

Como si estuviera enfadada y en desacuerdo.

¿Pero, de qué?

¿Qué, le había hecho yo?

Aunque no puedo evitar, dejar de estar a su lado y por eso tomé este trabajo.

Respeté esa cierta distancia en lo laboral como emocional, que toda ella me demandó luego de no perdonarme de nuestra noche en el campamento y que bien merecido lo tengo.

Y se quedó así, de pie y en silencio por unos segundos, para luego hacer unos pasos caminando sobre su lugar pensativa y callar con una mano en alto a Becca, cuando esta quiso decir algo.

Inclinó su cabeza, hacia nosotros como deliberando.

En realidad, directo a mí.

Y cuando sus labios se entreabren para decirme algo al fin, los vuelve a cerrar como arrepentida y solo, sale una intangible maldición de ellos.

Frunzo mi ceño.

Dios.

Es tan rara...

Y ahogo mi risa.

Porque, la amo más todavía.

Pero pongo mi mejor cara agria, ante su postura muda e insufrible pero jodidamente hermosa, con su batita médica llena de pequeñas Minnie Mouse y a juego con su docena de hebillitas multicolor sobre su cabeza, cuando noto que empezamos a ser el centro de miradas de atención de todos y porque no sé, con que jodida mierda me saldrá.

- ¿A ver, que te sirvo? - Dije, de mala manera.

TATÚM

Y ahí, estaba su pregunta.

Que aunque quería disimular su asombro por verme sorpresivamente.

Su tono de voz como rostro de piedra, me lo decía todo.

Yo le había cagado, su ligue con la doctora.

Que si mal no recuerdo su nombre es Rebeca y ante mi pedido de silencio mientras intento aún, buscar las palabras correctas de esta locura que estoy por cometer y no hay marcha atrás.

Me mira de una forma, diciéndome de todo menos bonita, por interrumpirla con el idiota.

Exhalé una dura respiración y aflojé los dedos de mis manos, que no sabía que los tenía entrelazados entre sí, de puro nervios.

- Necesito, hablar contigo... - Suelto al fin, mirándolo tanto a él como a ella.

Me eleva una ceja y cruza más sobre él, sus poderosos brazos.

- Te escucho. - Me dice.

Pero, sacudo mi cabeza.

- A solas... - Pido bajito.

CRISTIANO

Y elevo más mi ceja.

¿A solas?

¿En serio?

Uno de mis dedos de mis brazos cruzados en mí, salen para señalarnos.

- ¿A solas? - Repito.

Porque jodidamente, no me la creo mientras asiente.

¿Pero qué, mierda vudú es esta?

Ya que solo algo así, tiene que haber para que Tate pida estar conmigo a solas para hablar, porque nunca más, quiso volver a estarlo conmigo.

Y lo más raro.

¿De qué?

TATÚM

- ¿Podría ser luego?

Ambos volteamos nuestras miradas a Becca y a su voz interrumpiendo, mientras de la nada envuelve con los suyos, un brazo de Cristiano con demasiado para mi gusto confianza.

Y me odio por admitir ello.

Me sonríe, para luego a él.

- Es mi tercer intento, para que me invite a salir... - Un rubor cubre sus lindas mejillas sin dejar de mirarlo, pese a la sinceridad de sus intenciones. - ...y antes de que llegaras, creo que lo estaba logrando... - Finaliza, con sus ojos ahora en mi persona.

Y Mierda...

Porque sus palabras como mirada puesta en mí, me dicen que son sinceras como suplicantes, que no es mala chica y que realmente, le gusta el idiota.

Y aunque no lo quiera reconocer, hasta me encuentro sintiendo cierta admiración hacia ella, por atreverse a decirlo como jugarse por ello.

Al amor.

Y ante los dos, sacándome para mi desgracia de segundo antes de mi fantasía a mis negados celos que involucran un cuchillo de carnicero y en lo posible oxidado, destinado a ella por Cristiano.

Retrocedo un paso, comprendiendo.

Porque acá.

La única idiota, soy yo.

Miro a Cristiano.

No él.

Se gusten o no lo hagan o simplemente Becca sea su ligue de turno como una más y siempre vi, cuando coincidíamos en algún bar bailable con los chicos, mientras llevaba sobre el brazo a la siguiente zorra de su lista de cogidas al final de la noche y haya roto mi corazón en millones de pedacitos antes y por ver eso.

No lo es.

- Lo siento... - Digo a ambos y ganándome una mirada rara de Cristiano.

Y no puedo contra la intensidad de ella.

Tan verde como el bosque de la casona y desde siempre y aunque él, no lo sepa.

Mi color favorito.

Acomodo mejor mis lentes sobre mi nariz y la desvío a su compañera, que nunca abandona su brazo de los suyos y eso, me hace doler más toda esta situación.

Y me enoja más.

Porque, jodidamente lo intente.

Disimule y engañe a todos como a mi misma.

Yo quiero.

A Cristiano, pero jamás.

Niego.

Nunca se podrá...

Procuro sonreír a Rebeca.

- ...tienes razón... - Retrocedo más sobre mis pies y procurando hablar lo mejor que puedo, por las lágrimas que ahogan mi garganta.

Y huyo.

Controlando mis pasos en el proceso de que sean lentos y lo más serena posible frente a ellos y los demás.

Como en Tina, observando desde su rincón y semi oculta detrás de una planta con grandes hojas, mientras obligo a mi respiración que se regularice con cada bocanada de aire que doy y de reprimir mis ganas locas de llorar, hasta que llegue a los ascensores que conducen piso más abajo.

Para luego, al cerrarse estas y ver que me encuentro, como me siento.

Sola.

Y con mis manos en mi rostro, una vez fuera y empujando la puerta que conduce a una parte trasera y desolada del Hospital, derrumbarme en los escalones y contra ellos.

Para al fin, llorar...

Llorar por todo.

Por lo reprimido del pasado.

Por el presente.

Y mucho por el futuro.

Lágrimas.

Muchas lágrimas, que no paran de recorrer por mi rostro y mis mejillas.

Ahogando mi llanto con mis manos para no ser escuchada, por las ventanas abiertas de los pisos superiores por alguien.

Un llanto de desahogo por mucho acumulado, por tanto tiempo y por no saber que va ser de Luz en todo esto.

De mi Lulú.

Porque, yo le fracasé a mi bebita.

El sonido de la puerta siendo abierta con mucho cuidado y pausado, para luego un silencio absoluto, me dice que solo puede ser Tina por mí.

- Solo quiero estar sola...Tini... - Digo bajito y entre lágrimas, sin poder dejar de llorar. - ...por favor... - Ruego, pese a que no dice nada y ante su silencio.

Pero sus pasos lentos y precavidos, son su respuesta viniendo a mí, cerrando la puerta.

Para luego, un fuerte brazo deslizarse por abajo de mis piernas y el otro con suavidad, rodear mi espalda bajo mis brazos y levantarme.

Sorprendiéndome al bajar mis manos de mi rostro, de ver a Cristiano tomando mi lugar sentado en las escaleras, conmigo sobre su regazo y envolviéndome entre sus brazos.

Con cariño.

Mucho cariño.

Y fuera de esa siempre frialdad.

Porque es de forma tierna, cálida y con cierto temblor como duda en ello ante mi reacción.

Pero un suspiro profundo y ahogado sale de él, cuando no me opongo a ese contacto y me acomodo más sobre él.

Ya que lo necesito.

Mucho.

Y envolviéndome más, me permite bajo el silencio que nos rodea y donde solo el único sonido es mi llanto.

Que llore.

Saque.

Y desahogue todo de mí, bajo tímidas caricias de su mano sobre mi pelo lleno de hebillitas de colores.

Por segundos.

Tal vez, minutos...

Continuo y con suavidad, aún en ese dulce silencio sentir que con cuidado, me ofrece su pañuelo.

- Gra...cias... - Murmuro entre lágrimas, sobre su pecho mientras la acepto y aunque no la puedo ver, siento su leve sonrisa sobre mí, por ello.

Para luego, un profundo suspiro llena su pecho por lo millones de pensamientos que lo colman.

Porque, lo siento también y con ello.

Me abraza más contra él y mi corazón, siento que salta en el mío.

Ya que, lo hace con amor.

Dios...

- Tate... - Me dice reflexivo y solo como él, me llama acariciando mi nombre.

Levanto apenas mi barbilla para verlo y encontrarme con su mirada en todo lo que nos rodea, para luego bajarlo y poder nivelar las nuestra.

Y pese a que sus ojos claros.

Son más níveos con ese verde, que lo hacen fríos como glaciales y leves arrugas se dibujan en la comisura de ellos y que noto, por casi rozarnos con nuestros rostros.

Uno frente al otro.

Abrazados.

Mucho.

Están sonriendo con ellos.

Haciéndolos cálidos y tibios con su mirada, provocando que fuertes punzadas golpeen mi pecho.

Se inclina más a mí, despacito y me recorre de forma lenta con ellos y como queriendo llenarse de mí, con cada centímetro de mi rostro mirando con ternura, mientras sus labios casi acariciando lo míos, me susurran.

- Acepto, Tate... 

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